MINOTAURO (Ovidio, Metamorfosis, libro VIII) [..] "Minos, vencedor de los atenienses, regresó a Creta, en donde inmoló un sinnúmero de víctimas en honor de Júpiter, conservando en el templo de este dios los despojos de sus enemigos. Minotauro, ese monstruo medio hombre y medio toro, oprobio de la Casa de este príncipe, crecía de día en día. Esto era el fruto del amor insensato de Pasífae. Para ocultar a los ojos del público una cosa que llenaba de infamia a él y a su mujer, Minos le encerró en el laberinto, lugar sombrío y tenebroso, cuyas mil vueltas hacían imposible la salida. Dédalo, el arquitecto más hábil de su época, había de tal forma intrincado unos caminos con otros, que era imposible hallar la salida una vez entrado en él[...]en tal laberinto fue encerrado el Minotauro. El rey de Creta había condenado a los atenienses a pagarle el tributo anual de siete varones y otras tantas hembras durante nueve años seguidos,para entregarlos a la crueldad de este monstruo. Dos años habían ya pagado los atenienses este tributo. La tercera vez en el número de estas desgraciadas víctimas se encontraba Teseo; pero he aquí que Ariadna, la hija de Minos, le entregó un hilo que éste ató a la entrada del laberinto, saliendo felizmente después de dar muerte al Minotauro, huyendo con la princesa a la isla de Naxos, donde, olvidando toda la gratitud que le debía, tuvo la crueldad de abandonarla. Mientras Ariadna se entregaba a la más profunda desesperación, Baco, para consolarla de la infidelidad de su amante, le ofreció su corazón y su mano. En el deseo de hacer inmortal el recuerdo de una princesa tan virtuosa, este dios colocó en el cielo la corona que le había dado. De pronto se la vio elevarse, y las perlas de que se hallaba compuesta se cambiaron en astros y formaron esa corona celeste que se ve entre la constelación del Dragón y la de la Serpiente.[...]