Declive gubernamental “El ministre de la Guerre estigué tot el día d´ahir visitant el front de combat a les muntanyes del Guadarrama. Les noticies conegudes del camp rebel indiquen que els feixistes no disposen més que d´uns set o vuit cents homes, amb alguna artillería que ha sofert grans estralls. Les tropes lleials progresaren ahir assolint establir canons d´artillería en alguns cims, especialment a la muntanya del León. Els rebels disposen de tres petits avions de molt poca potencia i de poques condicions de combat. La seva base es Burgos. La situació dels insurgents sembla desesperada. Els avions lleials bombardegen les trinxeres i fortificacions dels sublevats. Podría ésser que avui tingues lloc un combat definitiu en el Guadarrama. Les forces de la República en previsió d´aquesta possibilitat, s´han installat fortament en llocs estratégics”1 Treball, 27de julio de 1936 A nadie se le ocultaba la decepción que significó la ofensiva del día anterior. La República había conformado el mayor despliegue contra el Puerto de Guadarrama sin obtener resultados, desde algunos sectores se pedían dimisiones y entre el propio estamento militar se discutía si los procedimientos empleados por Riquelme eran los más apropiados. Pronto surgieron grandes desavenencias en la cúpula del Ejército, distanciándolo aún más de las milicias, que ya de por si profesaban gran aversión hacia los uniformes, organizando de manera autónoma sus operaciones. “Resultaba difícil saber quien mandaba a todas esta fuerzas tan caóticamente organizadas. Alguien en el Ministerio de la Guerra trataba de dar órdenes, pero el cumplimiento dependía de la buena voluntad de los representantes de partidos obreros y de sindicatos. Además en las regiones alejadas de Madrid, surgían organismos representativos que hacían la guerra por su cuenta y riesgo, el Gobierno de Madrid carecía de autoridad y la improvisación campaba por sus respetos en todas partes. Esta última era inevitable y a veces eficiente, incluso muy eficiente, como en el asalto a los cuarteles de Madrid y Barcelona, pero atomizaba los esfuerzos y quitaba vigor a la resistencia de conjunto. Los comunistas que sabían cómo hay que hacer una guerra, ya lanzaban su consigna de mando único, pero eso era una utopía. El Estado Mayor Central sólo podía precisar las direcciones principales del ataque enemigo, mandar allí algunos oficiales leales, muchas veces a morir dando ejemplo a los milicianos y otras, si no probaban así su lealtad, a ser fusilados como sospechosos. Enviaban también a esos lugares a los pobres restos del antiguo ejército, mal encuadrados con muy pocos oficiales, a lo más con sargentos ascendidos provisionalmente, a los guardias de Asalto, que eran de toda confianza pero una gota de agua para lo que los incipientes frentes necesitaban, y a los guardias civiles, que el quitarles el tricornio y rebautizarles como guardias nacionales no había transformado y se pasaban al enemigo en cuanto podían. La masa de combatientes eran milicianos, con un reflujo constante que lo 1 El ministro de la Guerra estuvo el día de ayer visitando el frente de combate en las montañas del Guadarrama. Las noticias conocidas del campo rebelde indican que los fascistas no disponen más que de unos setecientos u ochocientos hombres, y alguna artillería que ha sufrido grandes estragos. Las tropas leales progresaron ayer estableciendo artillería en algunas cimas, especialmente en la montaña del León. Los rebeldes disponen de tres pequeños aviones de poca potencia y escasas condiciones para el combate. Su base se encuentra en Burgos. La situación de los insurgentes parece desesperada. Los aviones leales bombardean las trincheras y fortificaciones de los sublevados. Puede ser que hoy tenga lugar un combate definitivo en el Guadarrama. Las fuerzas de la República en previsión de esta posibilidad, se han instalado en lugares estratégicos. Trabajo, 27 de julio de 1936 mismo hacía sentirse confiado al jefe de la columna, por disponer de miles de combatientes, que a las pocas horas sentirse solo cuando las unidades principales decidían, con orden o sin ella, volver a las bases de donde procedían” Manuel Tagüeña Ante esta coyuntura de cisma, las tentativas gubernamentales para recobrar el Alto del León disminuyen su magnitud recurriendo esporádicamente a técnicas carentes de toda lógica, tomando riesgos y abocando al infortunio a sus protagonistas. Todavía no se vislumbran las luces vespertinas del día 27, cuando un grupo amparado en la oscuridad empuja penosamente un camión repleto de explosivos por el último repecho del Puerto, con la intención de hacerlo estallar y posteriormente, aprovechando la confusión, asaltar la cota con fuerzas de infantería apoyadas desde el aire. El movimiento es descubierto por el retén apostado en los márgenes de la carretera, de inmediato dos cañones de 75 mm. apuntan al vehículo y disparan simultáneamente haciendo blanco directo, la explosión es colosal, una enorme voluta de fuego se eleva hacia el cielo iluminando el contorno y proyectando sombras fantasmagóricas que buscan refugio para evitar los efectos de la deflagración, el grupo junto al camión se ha volatilizado. Como era habitual se utilizaba una primera acción para lanzar nuevos ataques, aunque esta vez el ardid les salió muy caro a los frentepopulistas, pues no sólo perdieron hombres y material, sino que también congeló la voluntad de los atacantes que no podían olvidar el menoscabo sufrido horas antes. A las seis de la mañana comparecen 344 hombres pertenecientes al Tercio de Requetés de Abárzuza, vienen de Logroño divididos en cuatro secciones y comandados por el párroco de Allo (Estella, Navarra); “Si sois tan buenos como vuestros abuelos, el Alto del León, y con él Castilla, están salvados”2. Las secciones quedan asignadas al capitán de caballería Benjamín Martín Duque, que había perdido casi en su totalidad las dos centurias que guiaba, desplegando la 1ª y 2ª en el sector derecho hasta la Loma de Falange, haciendo lo propio la 3ª y 4ª por el sector izquierdo. La jornada había amanecido fría y gris, la niebla se posaba a lo largo de la cadena de cumbres que gradualmente desaparecían engullidas por la túnica nebulosa, impidiendo el vuelo de las aeronaves que emprenden el regreso a sus bases de partida, no sin antes hacer un último raid para bombardear el puesto de mando sublevado, alcanzando al general Ponte y al coronel Serrador (herido leve y herido grave respectivamente). La bruma impide corregir el tiro de la artillería y se dispara prácticamente a ciegas sin comprobar la efectividad del fuego, y lo peor, sin saber si las salvas están haciendo carne sobre las tropas amigas. Las formaciones gubernamentales bordean los extremos, obteniendo por todo resultado el rechazo. Dadas las adversas condiciones meteorológicas el combate se interrumpe a la tarde sin que se hayan verificado movimientos destacables. A las 18:00 horas se ratifica el empeoramiento de Serrador, su estado es muy grave, y se decide la evacuación al hospital de Ávila en las próximas horas. 2 Arenga de Serrador a las fuerzas del Requeté. Ricardo Serrador y Añino. Ob. Citada