Por alusiones - Universidad Complutense de Madrid

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EL PAÍS, sábado 22 de marzo de 2014
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Fecha: 22/03/2014
Sección: OPINION
Páginas: 27
LA CUARTA PÁGINA
27
OPINIÓN
Por alusiones
Para defender sus políticas, Mariano Rajoy vino a decir en el último debate del estado de la nación que sin
resolver los déficits estructurales es “metafísicamente imposible” crear empleo y servicios sociales de calidad
Por JOSÉ LUIS PARDO
S
eguramente a ningún ciudadano le
pasó desapercibido: el presidente del
Gobierno se refirió, en el pasado debate sobre el estado de la nación, a cierta
clase de imposibilidad a la que no tuvo empacho en llamar metafísica. Como son tan
pocas las ocasiones en que la metafísica
sale a colación en las discusiones de la actualidad, y por tanto escasean las oportunidades de hablar públicamente de semejante cosa, espero permitan ustedes a un profesor que tiene entre sus encargos el de explicar una asignatura que lleva ese nombre
en la Universidad Complutense de Madrid
darse por aludido y aprovechar pedagógicamente una coyuntura que puede no repetirse en las próximas décadas.
En primer lugar he de reconocer que la
alusión me reconfortó. Vista la decidida
orientación posmoderna del actual ministro de Educación, mucho me temía yo que
estuviera en sus planes la liquidación definitiva de esta materia académica por considerar que, como el arameo o la poesía provenzal, cae del lado de esas extravagancias
cuyo estudio debe pagarse por lo privado
quien se complazca en ellas, pues el erario
público no está para sufragar cosas que,
por su escasa incidencia en el PIB, salen
tan caras como ciertas enfermedades incurables cuyo coste deben ir asumiendo quienes han cometido la irresponsabilidad de
contraerlas o como algunas pensiones de
jubilación que el Estado no tendría por qué
asumir si sus beneficiarios hubieran tenido la decencia de morirse cuando les tocaba. Quiero pensar que, ahora que la metafísica ha sido refrendada por el presidente
como un recurso legítimo para argumentar en las Cortes, su permanencia en los
planes de estudio está asegurada.
La expresión salió a relucir cuando Mariano Rajoy intentaba explicar a la oposición la necesidad de corregir los desequilibrios macroeconómicos (traducido: de
atraerse la confianza de los inversores) si
se quiere mejorar la situación social (porque, y esto no es metafísica sino alquimia,
resulta que el desempleo ya no es una cuestión económica, sino únicamente social, como si el trabajo fuese un servicio caritativo
que los empresarios prestan a los asalariados para que puedan vivir, aunque sea mal,
a cambio de la lubricación de un fluido
llamado “crédito” que misteriosamente se
ha enquistado en las cámaras acorazadas
de los bancos y se resiste a salir de ellas con
todas sus fuerzas). Sin resolver los déficits
estructurales de la economía, vino a decir
el líder del PP, es “metafísicamente imposible” crear empleo y servicios sociales de
calidad. Hagamos el esfuerzo de concentrarnos solo en lo de “metafísicamente”. Ya
sé que en algunos países se entiende por
“metafísica” una rama de las ciencias ocultas, pero estoy seguro de que Mariano Rajoy, por ser persona como Dios manda y
registrador de la propiedad, no estaba pensando en absoluto en esa acepción, sino en
la que se emplea en las facultades de Filosofía. Pues aunque también en ellas lo “metafísicamente imposible” tenga diversas interpretaciones, su sentido se entiende bien
si evocamos la utilización que hacía de esta
fórmula Salomon Maimon en el siglo XVIII,
cuando afirmaba que una cosa tal como un
decaedro regular (un fantástico poliedro
muy célebre entre profesores de filosofía)
es metafísicamente imposible: quería decir
que aunque pueda pensarse “lógicamente”
sin contradicción, porque aparentemente
suena tan coherente como el “dodecaedro
regular”, resulta imposible de construir
geométricamente, ya que viola la regla de
formación de los poliedros regulares (que
les ahorro para no aburrirles más de la
cuenta). Lo que Rajoy quería decir, pues, es
que, aunque pueda construirse una frase
con aparente sentido lógico o lingüístico
en la que coexistan el crecimiento del déficit y la mejora de los servicios sociales, la
regla de construcción de estos últimos —re-
gla que para él es tan sagrada como lo era
para Euler la de los poliedros regulares, y
que tiene que ver con la ya mentada confianza de los inversores— hace que lo primero resulte ser incompatible con lo segundo. Tanto Maimon como Rajoy utilizan
de modo enfático el adverbio “metafísicamente” para subrayar la imposibilidad en
enrique flores
El trabajo parece ya un
servicio caritativo que
prestan los empresarios
a los asalariados
Ruiz-Gallardón no tiene
en la cuestión del aborto
la coartada de que
“Bruselas nos lo exige”
la que ambos insisten, pues el primero podría haber dicho “geométricamente imposible” (pero no se le hubieran tomado tan
en serio) y el segundo “económicamente
imposible” (pero no se habría notado que
ninguna fuerza política del parlamento español con posibilidades de gobernar está
seriamente dispuesta a violar esa regla,
pues quienes hoy parecen defender esa violación solo pueden permitírselo porque
sus posibilidades de gobierno son tan fantásticas como el decaedro regular).
¿Qué pensaría de esto el ministro de
Justicia? Porque, en el amargo trance en el
que hoy se encuentra Alberto Ruiz-Gallardón —ha perdido la poca gracia política
que aún le quedaba para ganar otra que no
le servirá de nada en este mundo—, la metafísica se ha convertido en una cuestión decisiva. Los expertos que le asesoran en materia de aborto (que, como todos los exper-
tos, han sido contratados para decir al asesorado lo que quiere oír) han conseguido
que, igual que el empleo ha pasado de problema económico a problema social, el
aborto haya dejado de ser un problema social para transformarse en el problema metafísico de “cuándo empieza la vida”, convencidos de que, como se entendió tradicionalmente, la metafísica es la “ciencia de los
primeros principios y de las causas más
elevadas” de la que hablaba Aristóteles en
la antigüedad. Pero gracias a las investigaciones de Pierre Aubenque sabemos ya hace tiempo que esa ciencia mencionada por
el pensador griego no es la metafísica (un
término que él jamás utilizó) sino la teología, que cuando se hace católica es la única
doctrina capaz de justificar el retorno de la
política confesional y de considerar también los embarazos desdichados como extravagancias de menores de edad cuya solución debe buscarse no ya por lo privado
sino por lo clandestino. Lo que ignora RuizGallardón es que, al considerar “metafísica” lo que solamente es teología, se incurre
en una de esas imposibilidades supremas
denunciadas por el presidente.
Desde que el ministro apareció en el
Congreso con el anteproyecto de ley de interrupción del embarazo, todo el mundo intenta buscar una explicación: no parece
que sea un señuelo para focalizar las furias
de sus rivales en el parlamento, que luego
retiraría oportunamente para dejarles sin
argumentos en la campaña electoral, porque ha empeñado de tal modo su carrera
en la apuesta que, como sucede con el soberanismo de Artur Mas, un paso atrás sería
un acto de suicidio político incoherente
con las infladas ambiciones de ambos; tampoco parece un simple gesto de soberbia
(psicológicamente explicable como una
venganza contra el Partido Popular que segó sus aspiraciones a la presidencia del Gobierno cuando estaba en la cresta de la ola)
para imponer al conjunto de la sociedad
española una medida que solo satisface a
una minoría integrista muy poco significativa incluso en las filas de su formación,
porque ningún Partido se arriesgaría a perjudicar su caudal de votos solo por el desagravio personal de un dirigente airado, y
mucho menos cuando, como en este caso,
no cabe la coartada de que “Bruselas nos lo
exige”. ¿Podría ser que, como dijo el Ministro mientras las activistas de Femen se encaramaban a las tribunas del Congreso, haya tomado esa iniciativa exclusivamente
por sus principios (servidos por sus asesores teológicos)? Lamentablemente, esa explicación tan brillante es la única que no
podemos creernos, la única que resulta, esta vez en el recto sentido esgrimido por
Rajoy, metafísicamente imposible. Y no porque los diputados de la derecha no puedan
tener principios, sino porque, aunque el
proyecto escrito en un papel tenga aparentemente sentido verbal, viola, primero, la
regla de construcción de la política del PP
durante toda esta legislatura, que ha consistido en sacrificar sistemáticamente sus
principios “liberales” subiendo los impuestos o nacionalizando bancos debido a las
exigencias pragmáticas de la coyuntura. Y
viola, en segundo lugar y sobre todo, la regla de construcción del Estado de derecho
(laico por definición), que consiste en que
no se pueden fundamentar iniciativas legislativas en motivos teológicos y confesionales. A ver si Rajoy es capaz de hacerle entender a Ruiz-Gallardón que su proyecto es un
decaedro regular.
José Luis Pardo es filósofo.
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