no hay mal que por bien no venga

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Almudena Chércoles Granados
1º ESO
Colegio Las Tablas- Valverde
NO HAY MAL QUE POR BIEN NO VENGA
Seguramente muchas veces os hayan hablado sobre la importancia de la
amistad, la confianza entre las amigas, el apoyarse unas a otras en los momentos
difíciles y otras muchas cosas de este estilo. A mí en el colegio, en casa o en cualquier
sitio me lo han repetido continuamente.
Sin entender ni valorar su relevancia, me preguntaba: ¿Qué tendrá la amistad
que la haga tan especial? Esta pregunta quedó sin resolver durante mucho tiempo
hasta que, hace poco, descubrí que hay mucho más de lo que podía imaginar.
Todo comenzó en primero de la ESO. Era el mes de septiembre, el primer día
de curso. Al entrar en clase todas las niñas fueron corriendo a ver a sus amigas y se
sentaron juntas alrededor de las mesas para contarse cada detalle de sus vacaciones
de verano. Yo, sin embargo, cogí mi material y me senté con intención de leer un libro
que me había comprado recientemente.
Antes de que pudiera comenzar a leer, la profesora ya estaba en la puerta,
saludando a todas las niñas y cariñosamente mandándonos callar. Junto a ella había
una niña rubia con dos trenzas perfectamente hechas.
La profesora avanzó hacia el centro de la clase y nos presentó a Ana (la niña
que había estado a su lado todo ese rato). Era nueva y como era su primer año con
nosotras, nos insistió en que la acogiéramos como era debido.
Se acercó a mí y me pidió que le enseñara a Ana el colegio y le ayudase a
integrarse entre nosotras. Yo no quería pero no tenía más remedio que hacerlo.
“¡Vamos allá! Sólo será un ratito de nada”, me dije a mí misma para tratar de
animarme.
Ana parecía una niña extrovertida, al contrario de lo que yo era. Cuando le
enseñé el colegio, ella estaba muy emocionada y no paraba de dar saltitos de alegría.
“Ni que le hubiesen tocado mil euros en chuches”, pensé.
Como seguía igual me atreví a preguntarle: “¿por qué te gusta tanto el
colegio?”. Con una dulce sonrisa contestó: “porque me gusta conocer sitios nuevos. Y
sobre todo hacer amigas”.
“¿Amigas?”, dije sorprendida. “Las amigas son una pérdida de tiempo”.
“Pero, ¿qué dices?”, exclamó Ana. “Las amigas son las que te escuchan
cuando tienes algún problema, las que te apoyan, las que te han visto reír y llorar, las
que te entienden y te comprenden, las que te dan buenos consejos… Y también con
las que te peleas, porque las buenas amigas a veces discuten; aunque siempre
terminan perdonándose”.
Me quedé atónita porque hasta entonces yo no había sido consciente del
poder de la amistad. Ana había cambiado en un momento mi punto de vista al
respecto.
Recuerdo que sentí una alegría inusual y comprendí que había descubierto la
verdadera amistad.
Lo que en un principio pareció un pesado encargo acabó siendo un regalo
inesperado.
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