Extractos del Capítulo 2. Expansión: la guerra en las regiones Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo – PNUD El conflicto, callejón con salida Informe Nacional de Desarrollo Humano, Colombia - 2003* A. Expansión del conflicto Aunque parece obvio que el conficto ha tendido a expandirse con el paso del tiempo, no es fácil precisar “dónde” se ubica o “cuándo” llegó a determinada zona: las mediciones de incidencia o intensidad de la guerra son discutibles, los límites entre “regiones” son borrosos y la movilidad geográfica es connatural a los actores armados. Por eso, si bien los mapas elaborados para este Informe se basan en los mejores indicadores disponibles1., la intención del ejercicio es más ilustrativa que estadística. En efecto, se trata de mostrar a grandes rasgos la secuencia de regiones donde la acción armada ha ido ganando o perdiendo intensidad. Más exactamente, dado que las “acciones armadas” tienden a concentrarse en zonas en disputa, los mapas describirán el desplazamiento geográfico del conflicto más que las zonas bajo firme control de alguno de los bandos. 2 1. Las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) Los 70. Desde su nicho inicial (Pato, Guayabero, Ariari...), las FARC se extendieron hacia el oriente, por los frentes de colonización del Meta, Caquetá, Guaviare y Putumayo, y desplegaron fuerzas a lo largo del río Magdalena, desde sus nacederos en el Huila y sur del Tolima, hasta el Magdalena medio, especialmente Puerto Boyacá (Boyacá), Yondó (Antioquia) y la región del Chucurí (Santander). También crearon muy temprano un frente en Urabá, aprovechando la concentración de trabajadores del eje bananero y el conflicto causado por la distribución de la nueva riqueza (Mapa .2.1 ). Durante la primera mitad de la década, la Asociación Nacional de Usuarios Campesinos (Anuc) movilizó cerca de un millón de afliados para presionar la reforma agraria prometida por el Frente Nacional. El movimiento actuó en todo el país, pero especialmente en la Costa Atlántica, Magdalena medio, Valle, Tolima, Cauca, Meta, Caquetá y Arauca. De manera por demás significativa, las FARC no encontraron acogida en aquellos municipios donde la organización gremial tuvo más fuerza. Sin embargo, con la crisis de la Anuc en la segunda mitad de los 70, no sólo las FARC, sino especialmente el EPL y el ELN sustituyeron el liderazgo rural, radicalizaron * Este documento es un extracto del capítulo 2 Expansión: la guerra en las regiones del Informe Nacional de Desarrollo Humano – Colombia – 2003 que se encuentra en: http://www.pnud.org.co/2003/Informe_2003_completo_optimizado.pdf 1 El registro más detallado es el número y tipo de acciones armadas por municipios y años que desde 1985 lleva el Observatorio de Derechos Humanos, hoy adscrito al programa presidencial de los Derechos Humanos y Derecho Internacional Humanitario de la Vicepresidencia de la República. Este registro incluye combates, emboscadas, ataques a poblaciones, ataque a instalaciones militares, atentados contra la infraestructura y actos de piratería terrestre. Con esos datos el Informe elaboró un conjunto de mapas que permite ilustrar la distribución geográfica y la frecuencia de las acciones armadas. En convenio con el programa y el Dane, los mapas fueron actualizados hasta el año 2002. 2 El lector interesado encontrará una secuencia más completa de mapas en la dirección http://indh.pnud.org.co 1 al campesinado y expandieron su influencia en las regiones donde aquel había sido politizado en pos de la reforma agraria. El salto de las guerrillas desde las regiones de colonización a las de latifundio tradicional fue pues una consecuencia no intencional de haber frustrado la reforma agraria desde 1972 y haber desorganizado y reprimido el movimiento campesino desde 1975, hechos que abrieron una oportunidad a la insurgencia para capitalizar la frustración popular. El Mapa 2.2 ilustra la frecuencia de los con.ictos por la tierra entre 1890 y 1995, que tuvieron lugar en las regiones dominadas por el latifundio ganadero. Los 80. Bajo la tregua pactada con el gobierno Betancur, las FARC siguieron profundizando su in.uencia en las regiones de dominio tradicional y abrieron nuevos frentes en la región central del país, para cumplir con la decisión de la VII Conferencia de Comandantes (1982) de acercarse a las ciudades, especialmente a Bogotá, Medellín y Cali. El activismo político de las FARC fue más abierto y muchos simpatizantes salieron de la clandestinidad para apoyar a la Unión Patriótica creada para buscar representación electoral en las áreas de influencia guerrillera. El Bloque Oriental (Meta, Guaviare, Guainía y Caquetá) se encargó de regular el mercado de coca a cambio de un impuesto a los cultivadores y compradores. Durante la segunda mitad de la década, el Bloque libró una guerra contra el grupo paramilitar con epicentro en San Martín, Meta; este grupo eliminó a muchos integrantes de la UP en los municipios de la cuenca del río Ariari. En el Magdalena medio, parte de las guerrillas liberales de los años 50 se habían inclinado hacia las FARC; así, ya en 1964 éstas fundaron su IV Frente, con bases en Puerto Boyacá, Cimitarra, Landázuri, San Vicente del Chucurí, Yondó y otros municipios. A partir de estos inicios, la búsqueda de más recursos o “impuestos de guerra” sobre la ganadería y la minería aurífera llevó a las FARC a expandirse hacia el bajo Cauca antioqueño, para crear un corredor de paso hacia el sur de Córdoba y Urabá. Igualmente extendieron su influencia en un corredor hacia el norte, que unió la ruta del sur del Cesar, pasando por Ocaña hacia la región del Catatumbo (Norte de Santander) y el norte del Cesar, hasta terminar en Magdalena, entre la ciénaga grande y la Sierra Nevada de Santa Marta. El Bloque Sur operó en las cordilleras del Tolima, en la mayoría de municipios del Huila, en unos pocos del Valle, en el Cauca y en el norte de Putumayo y Nariño. En años más recientes su objetivo ha sido el de asegurar el corredor que va del Amazonas a la región pacífica, el cual es una ruta crítica del narcotráfico. Desde 1982, cuando se hallaron yacimientos petrolíferos en Cusiana y Caño Limón, las FARC comienzan a fortalecer su presencia en Arauca y Casanare, junto con el ELN. Cundinamarca y Boyacá, en la región andina central, tuvieron acción armada de las FARC en sus fronteras con el Magdalena medio y con los llanos orientales. En el páramo de Sumapaz, parte del distrito capital de Bogotá, las FARC han conservado una zona de refugio y corredor de paso desde los frentes del sur hacia la ciudad (Mapa 2.3). Los 90. En diciembre de 1990 el ejército ocupó el campamento central de las FARC en Casa Verde, municipio de La Uribe (Meta), en la frontera sur del páramo de Sumapaz. Este ataque dispersó al mando central de las guerrillas, las cuales respondieron con un aumento excepcional de los ataques en todas las regiones: mientras en 1990 las FARC habían realizado 280 ataques en 120 municipios, en 1991 realizaron 668 ataques en 243 municipios (Cuadro 2.1). La escalada ofensiva se concentró en tres regiones: el Magdalena medio, en la confluencia entre Santander, Antioquia, sur de Bolívar y sur del Cesar; en la región de Córdoba, Urabá y noroccidente 2 antioqueño; y en la región donde confluyen Meta, Guaviare y Caquetá, al oriente de la Cordillera Oriental. A partir de 1991 año de mayor frecuencia de acciones armadas en el Magdalena medio, las FARC comenzaron a disminuir su presencia en la región, sin desaparecer de ella. En Urabá y norte del Chocó sus acciones se incrementaron lentamente entre 1991 y 1994, y se intensificaron desde 1995 hasta un grado máximo en 1997; a partir de entonces, aunque se mantienen, han tendido a disminuir. En el norte del Cesar y Magdalena hubo acciones armadas de mediana intensidad hasta 1997, cuando se intensi.caron hasta su mayor frecuencia en 2001. La misma pauta siguió la región del nororiente, en Norte de Santander y Arauca, pues la presencia armada de las FARC aumentó notablemente a partir de 1997 hasta llegar al máximo en 2002. Cuadro 2.1. Acciones de los grupos armados 1985 – 2002 FARC – Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia Departamentos afectados Municipios afectados Total acciones realizadas 1985 16 61 95 1986 21 100 152 1987 23 130 237 1988 23 129 209 1989 22 85 150 1990 22 120 280 1991 26 243 668 1992 23 216 423 1993 26 196 350 1999 29 299 684 2000 29 326 888 2001 28 336 1032 2002 30 444 1873 1990 19 161 385 1991 19 140 316 1992 18 135 426 1993 22 115 327 FARC – Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia Departamentos afectados Municipios afectados Total acciones realizadas 1994 26 216 389 1995 28 217 521 1996 28 233 609 1997 30 265 706 1998 27 259 597 ELN – Ejército de Liberación Nacional Departamentos afectados Municipios afectados Total acciones realizadas 1985 10 34 56 1986 17 60 162 1987 19 75 197 1988 16 127 357 1989 20 137 314 ELN – Ejército de Liberación Nacional Departamentos afectados Municipios afectados Total acciones realizadas 1994 18 113 310 1995 20 136 425 1996 22 145 462 1997 21 153 460 1998 21 135 347 1999 18 146 369 2000 21 190 579 2001 19 184 540 2002 18 156 420 1989 20 96 196 1990 18 89 151 1991 18 63 109 1992 nd nd nd 1993 nd nd nd Autodefensas Departamentos afectados Municipios afectados Total acciones realizadas 1985 18 74 153 1986 23 96 260 1987 20 72 141 1988 23 120 242 Autodefensas Departamentos afectados Municipios afectados Total acciones realizadas 1994 nd nd nd 1995 1996 1997 1998 1999 2000 2001 2002 nd nd 6 11 17 20 25 23 nd nd 12 42 42 97 150 104 nd nd 15 55 55 158 240 139 Fuente: Observatorio de Derechos Humanos – Vicepresidencia de la República 3 En la región amazónica, esta guerrilla disminuyó la frecuencia de acciones en 1992 y 1993, para aumentar desde 1994 hasta su nivel máximo en 1997. Los cinco municipios de la zona de distensión no tuvieron hechos de armas entre 1999 y 2001, aunque toda la periferia del Meta, Caquetá, Guaviare y Putumayo vivió un aumento de las acciones hasta su nivel máximo en 2001. La región central de Cundinamarca, Boyacá, norte del Tolima y el eje cafetero tuvo una frecuencia irregular y de baja intensidad a lo largo de la década. La región suroccidental integrada por el sur del Tolima, Huila, Valle, Cauca y Nariño presenció una frecuencia mediana hasta 1998, cuando aumentó hasta su máximo en el 2000. En 2002 la mayor frecuencia de acciones de las FARC se dio en Arauca, seguido por Caquetá, Ariari (Meta), Guaviare, norte del Cesar, Magdalena, oriente del Cauca y sur de Nariño (Mapa 2.4). En breve, la secuencia de mapas muestra cómo las FARC fueron llegando con sus acciones a casi todo el territorio nacional y cómo, con altibajos, han pretendido afirmar su control de manera más o menos sucesiva sobre: i) otras zonas de colonización, a partir de sus nichos de origen (Amazonia, Orinoquia, Magdalena medio); ii) partes altas de las cordilleras (sobre todo la Oriental) que forman corredores desde su retaguardia hacia los centros urbanos, agrícolas o mineros que van cobrando importancia; iii) zonas de bonanza agrícola o minera (en especial banano, coca, amapola y petróleo); iv) zonas de campesinado en crisis (Cauca, Boyacá, viejo Caldas...); y v) centros urbanos, mediante milicianos y acciones de comandos. 2. El Ejército de Liberación Nacional (ELN) Los70. El ELN nació en San Vicente del Chucurí (Santander) como un pequeño foco insurreccional en 1964. A finales de los 70 esta guerrilla se extiende hacia el lado occidental del río Magdalena, pasa por el sur de Bolívar y se sitúa en el nordeste y el bajo Cauca antioqueño. La serranía de San Lucas va a convertirse en su epicentro; es la llamada “Sierra Maestra colombiana”, que entre el Magdalena medio y el bajo Cauca es el eje del control sobre el noroccidente colombiano. Al eje horizontal formado entre Santander y Antioquia, que se apoya en la serranía de San Lucas, se añade el eje vertical de la frontera con Venezuela, que une a Norte de Santander con el Cesar y Arauca. Estas regiones coinciden con la geografía del petróleo y el carbón, de los cuales el ELN ha obtenido sus principales rentas. Ambos ejes configuran el territorio histórico donde este grupo tiene más arraigo entre la población campesina, formada en su mayoría por colonos y trabajadores migrantes. La acción armada en la Costa Atlántica se extiende por un corredor que une el sur de Bolívar con los montes de María, y otro con dirección hacia Urabá desde el bajo Cauca antioqueño. Hacia el sur del país, el ELN creó otro corredor que pasa por el Valle, Cauca y Nariño. Sus acciones armadas en estas áreas de expansión han sido irregulares y en muchos municipios su presencia es esporádica. Los 80. El ELN no acordó la tregua con el gobierno Betancur y dedicó esos años a consolidar su influencia entre el campesinado del nororiente y la Costa Atlántica. Con la consigna de la construcción del poder popular en lo local, promovió la creación de cabildos que debían asumir el control de las administraciones y los fiscos municipales. En 1986 y 1987 organizó dos paros campesinos que bloquearon el transporte vial y obligaron al gobierno a negociar reivindicaciones 4 locales con sus representantes. Durante estos años el PNR, que coordinó la inversión rural con participación de las comunidades y sin la mediación del clientelismo, sirvió para contrarrestar la influencia del ELN entre los campesinos (Mapa 2.5). Los 90. Desde comienzos de la última década, la actividad militar de esta guerrilla se ha sostenido con regularidad en sólo seis departamentos: Norte de Santander, Cesar y Arauca, fronterizos con Venezuela; Casanare, Santander (Magdalena medio) y Antioquia (Magdalena medio). En otros departamentos su acción ha sido irregular, lo cual refleja poca inserción en la población y expresa su debilidad frente a fuerzas adversarias. En especial, el ELN fracasó en su proyecto de asentarse en medio del latifundio ganadero de la Costa Atlántica. En Córdoba realizó acciones hasta 1991, luego actuó muy poco en 1993 y a partir de ese año dejó de operar hasta 1998, para volver a la inactividad. En Guajira no actuó entre 1994 y 1999 y sólo esporádicamente atacó la infraestructura carbonífera de El Cerrejón. En Sucre ha tenido una presencia inestable que fluctúa entre las tres subregiones del departamento: el golfo de Morrosquillo, donde termina el oleoducto Caño Limón-Coveñas, los montes de María (Ovejas, San Juan Nepomuceno) y La Mojana. Una pauta similar siguió en Bolívar, oscilando entre la región de los montes de María (San Jacinto, El Carmen), la Depresión Momposina y el sur, colindante de la serranía de San Lucas. Después de 1994, el ELN casi desapareció de la región Caribe, pues la disidencia llamada “Corriente de Renovación Socialista”, que agrupaba a muchos veteranos de las luchas agrarias, acordó su desmovilización. La región del litoral pacífico refleja con mayor claridad la precaria inserción territorial del ELN. En el Chocó ha tenido una acción moderada en el alto Atrato y alto San Juan. En el Valle actuó con baja frecuencia en el sur y en ocasiones en Buenaventura, sobre la Costa Pacífica. En Cauca su acción ha cambiado de municipios a lo largo del macizo colombiano, sin lograr articularse con los movimientos indígenas. En Nariño ha tenido una mínima actividad que salta de un lugar a otro y sólo en los últimos años ha afirmado una presencia regular a lo largo de los ríos Patía y Mira (Mapa 2.6). 3. Los grupos de autodefensa Podría decirse que el paramilitarismo nace principalmente de la codicia o de la desesperación. De la codicia, cuando la guerrilla entra a disputar la riqueza de industrias protegidas por ejércitos privados (narcotráfico, esmeraldas); de la desesperación, cuando los propietarios de la zona no encuentran otro modo de enfrentar a la guerrilla o cuando el militar concluye que dentro de la ley no es posible derrotar a la insurgencia. En efecto, cuando las guerrillas quisieron extorsionar a los primeros grupos de tra.cantes enriquecidos con las drogas, se encontraron con una respuesta igualmente organizada y virulenta. En 1982 el cartel de Medellín creó Muerte a Secuestradores (MAS) que actuaba como un escuadrón de la muerte contra los guerrilleros y sus familiares, y luego como guardián de las tierras compradas por narcotraficantes, especialmente en el Magdalena medio antioqueño y santandereano. Durante los años 80 el movimiento paramilitar se desplegó primeramente hacia otras regiones donde narcotraficantes habían comprado grandes haciendas y luego hacia regiones de bonanza agrícola o minera para disputarles la riqueza a las guerrillas. Hacia fines del decenio se había extendido a Córdoba y Urabá, donde formó las Autodefensas Unidas de Córdoba y Urabá (Accu); al nororiente antioqueño, donde creó el movimiento Muerte a Revolucionarios del nordeste; al Magdalena, alrededor de la Sierra Nevada de Santa Marta; y hacia el sur, en Meta, Caquetá, 5 Guaviare y Putumayo. Abarcaba pues el eje Urabá-Córdoba-bajo Cauca- Magdalena medio-Meta y era perceptible el propósito de expansión adicional, con la fundación de escuelas de entrenamiento en Puerto López (Meta), en Cimitarra y en Puerto Boyacá (Mapa 2.7). Aunque al principio fue financiado básicamente por traficantes asociados con el cartel de Medellín, el paramilitarismo recibió apoyo de distintos sectores: otros grupos de narcotraficantes; empresarios mineros, en especial esmeralderos; grandes o medianos terratenientes y comerciantes de distintas regiones; dirigentes políticos y algunos integrantes de la fuerza pública. Esta variedad de orígenes, motivaciones y alianzas se refleja en la diversidad de dinámicas locales: • En el Magdalena medio se dieron grupos, como el de Puerto Boyacá, inicialmente concebidos como autodefensa de los ganaderos ante la extorsión de las FARC; otros surgieron con el propósito de extirpar la guerrilla y sus presuntos colaboradores, a veces en coordinación con mandos locales de la fuerza pública, y otros más defendían tierras compradas por los narcotraficantes ante eventuales invasiones campesinas. Hacia mediados de los 80, los grupos creados en Yacopí, Puerto Boyacá, Puerto Berrío y Cimitarra adquirieron un carácter realmente ofensivo con el apoyo de narcotraficantes y esmeralderos que habían comprado enormes extensiones de tierra. Entre la segunda mitad de los 80 y la primera de los 90, las autodefensas golpearon en buena parte del centro y norte de la región, sobre todo en municipios de Antioquia y Santander, y especialmente en San Vicente y El Carmen. Desde entonces se han concentrado en el sur del Cesar, sur de Bolívar, Puerto Wilches, Sabana de Torres (Santander) y Yondó (Antioquia). • En Córdoba las autodefensas se articularon con terratenientes, narcotraficantes y algunos elementos de la fuerza pública. Sus orígenes se remontan al decenio de los 80, como grupos de reacción ante ataques del EPL o ante invasiones campesinas. La compra de tierras por parte de narcotraficantes y la consolidación del latifundio ganadero condujeron a la expansión de estos grupos, que pronto pasaron de la defensiva a la ofensiva. • Otros grupos fueron creados por empresarios de las esmeraldas, usualmente propietarios de grandes haciendas ganaderas, que operaron en el sur del Magdalena medio, Boyacá, Casanare, Meta, Vichada y Cesar. Los paramilitares de origen esmeraldero fueron una fuerza de protección de las haciendas e intereses mineros y de exterminio de las bases de apoyo de las guerrillas, y en forma creciente sus dominios coincidieron con las rutas fluviales y terrestres del negocio de la coca en los llanos orientales. • En 1996 siete de los principales grupos de origen terrateniente se federaron bajo las AUC que desplegaron gran iniciativa y expandieron su fuerza a importantes regiones con presencia guerrillera. Las AUC lograron cortar los corredores que comunicaban el Magdalena medio con Urabá y en 2001 expulsaron al ELN de Barrancabermeja, mermando su influencia en toda la región (Mapa 2.8). En 2002 existían 22 grupos paramilitares repartidos en 28 departamentos, que disputaban el dominio territorial con las guerrillas (Mapa 2.9). 4. Balance actual La compleja dinámica descrita en secciones anteriores se traduce en un cierto reparto del territorio nacional entre zonas de influencia relativa de cada uno de los grupos armados. Aunque dicho reparto suele cambiar con bastante rapidez, el Recuadro 2.1 presenta una excelente síntesis de la actual geografía del conflicto, donde las zonas no mencionadas en esencia permanecen bajo control de la fuerza pública. 6 5. La guerra en las ciudades Como se verá en el Capítulo 4, los homicidios causados por el conflicto representan apenas un pequeño porcentaje de las muertes violentas en Colombia. Esta observación es compatible con el hecho de que la mortalidad sea preponderantemente urbana; por ejemplo, Bogotá, Cali y Medellín, con menos del 30% de la población, usualmente registran más del 40% de los homicidios. Distintas teorías subrayan diferentes factores como causantes de la elevada criminalidad urbana: la rápida modernización, la desigualdad social, la cultura autoritaria, la influencia de la droga, la impunidad, entre otros (Gómez, 1989). Pero aunque tales factores también inciden sobre la dinámica del conflicto armado en las ciudades, ésta obedece a mecanismos bastante más específicos. Así, en orden más o menos sucesivo, se podrían distinguir seis fases o “estadios” en la urbanización del conflicto colombiano: • Primero, las necesarias “redes de apoyo” que proveen servicios de propaganda, reclutamiento, información, asistencia médica, compras, manejo financiero y similares. • Segundo, las operaciones puntuales de carácter táctico o logístico (asaltos, secuestros, extorsión, robo de armas...). • Tercero, la “guerra sucia” que se traslada del campo o que se ejerce sobre personalidades que habitan en la ciudad. • Cuarto (y más peculiar al caso colombiano), la fragmentación de algunas ciudades en zonas, comunas, barrios o hasta cuadras bajo control de una fuerza guerrillera o paramilitar, donde incluso practican la “limpieza social”, expulsan o absorben bandas locales y establecen un cierto “orden”. • Quinto, y asociado con lo anterior, combates abiertos aunque ocasionales entre guerrillas, paramilitares y fuerza pública. • Sexto, el terrorismo y otras “acciones sicológicas” del grupo armado, cuyo objetivo es ganar visibilidad o forzar cambios de actitud entre la población o las autoridades. Ya a partir de los 60 y los 70, las FARC y el ELN tenían redes de apoyo urbano integradas por cuadros y simpatizantes de extracción universitaria, sindical o política, que prestaban los servicios y ejecutaban las acciones propias de los dos primeros estadios. La fase de “guerra sucia” se fue agravando con el auge del paramilitarismo desde los años .., y ha incluido batallas por el control de capitales regionales como Apartadó, Montería, Buenaventura, Cúcuta o Barrancabermeja. Con la irrupción del narcotrá.co en esa misma época, se añade un creciente nexo criminal al viejo nexo “político” entre con.icto y ciudad: se agudizan la guerra por los barrios, la cooptación de pandillas juveniles, los subcontratos para secuestrar o para ejecutar acciones terroristas. Este fenómeno es más intenso en Medellín, donde se dan combates de todos contra todos (“milicias bolivarianas” de las FARC, milicias del ELN, “Comandos Armados del Pueblo”, “Frente Revolucionario de Acción Popular”, autodefensas del “Bloque Metro” y el “Frente Cacique Nutibara”, y unas sesenta bandas criminales del tipo “La Terraza”). Por último, tras masivos secuestros urbanos (Cali, Neiva) y ya bajo el actual gobierno, las FARC y el ELN han hecho graves atentados terroristas en ciudades mayores (Bogotá, Cúcuta, Neiva). Pero vale advertir que, pese a lo 7 anterior, no es verdad que la guerra se haya “trasladado a las ciudades”; la insurgencia, como en el Capítulo 1, sigue siendo esencialmente campesina. 8