ESTABLOS Y APRISCOS

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ESTABLOS Y APRISCOS
Antes de continuar adelante rnerece la pena,
•lada su impartancil, dedicar unas líneas a describir el estado açtual de muchos estables y apriscos, indicando, siquiera sea de pasada, algun^ts de
las soluciones que mediante pequeños de_embolsos permitirían mejorar not^tblemente los mencionados alojamientos del ganado.
Conoce^dores de la parte norte española, pocos
han sido los establos modernos, ]impios e hig:énicos que hemos visitado, mientras que, con frecttencia lamentable, ^ervían de establo loc^.les de
insuficiente capacidad, de suelo formado por tierra apisonada-foco permanente de infección-,
donde el estiércol, mezclado con la cama, llevaba
v;rios días sin mudar y caía de cuando en cuando en tma canaleta sin pendiente alguna, que servía, más que para desa'ojar los orines, para retenerlos. Completaban frecuentemente este cuadro
unas paredes llenas de polvo, estiércol y té ar-iñas,
que daban una sensación deplorable, a la que
contribuían otras veces pesebres medio deshechos o una absttrda promiscuidad de anim ^les de
todas las especies en establos sin ventilación, donde la luz tan sólo casualmente conseguía pasar
al interior : donde el ganado, aun culndo la alimentación fuese buena, ni daba adecuado producto ni casi podía defenderse de las enfermedades más diversas.
Si deplorable era en muchos pueblos la situación de los estab]os, n^da tenía de halagiieño el
estado de los apriscos, si apriscos llamamos a los
refugios que, especialmente en el norte de Castilla la Vieja, improvisan en la parte baja de las
casas, en donde respirln las ovejas un aire viciado a poco que, por las desfavorables condiciones del tiempo, sea preciso prolongar la estabulación. En Aguilar de Campóo (Palencia) visitamos en una ocasión un aprisco donde el estiércol se ext^raía iuna z^ez al amo, asustando pensar
en la cantidad de gérnrtenes patógenos, de olores
y gases que contendría aquella atmósfera, renovada muy rara vez y que respiraban, junto con los
corderos, las ovejas preñadas en el quinto mes de
gest^ción o]as crías recién nacidas.
H^y que reconocer, por ser de justic^a, que debido al tenaz esfuerzo de muchos técni^os, efica^mente ayudados por el ejemplo dado por ]os ganaderos más cultos y entusiastas, el lamentabl^
panorama nue, sin exageración ninguna, hemos
descrito, tiende a desaparecer, existiendo establos
en ]a Montaña o, sin ir más lejos, en los alrededores de Madrid y apriscos en Extretnadttrl o la
Mancha, donde con gran beneficio para el gana-
do se rinde culto a la higiene, no olvidando que
en ellos han de ser alojados sc:res vivos.
Si el ganadero quiere obtener ima leche limpia y sana, ha de empezar por dispancr de establos o de apriscos ]impios y sanos, sustituyéndoIcs, en caso contrario, por otros modernos e higiénicos si tiene medios suficientes para realizar
esta sustitución. Si no le permite su fortuna aplicar el anteríor remedio, harto contundente quizá, sí le permítirá, probabremente, emplear unas
pocas pesetas en mejorar los aIojamientos de su
ganado, en la absoluta seguridad de que, a la Iarga, el beneficio será grande por todos conceptos,
Poco dinero cuesta, en efecto, abrir en el establo las ventanas precisas para lograr una ventilación intensa que elimine el aire impurificado
por la respiración y las fermentaciones que^ en orines y camas se producen, y menos aún cuesta no
alojar más ganado del conveniente, de modo que
cada cabez2 vacuna disfrtrte de un volumen de
r5 metros cúbicos. de aire. Tampoco resulta en
extremo caro recubrir el suelo con una capa de
hormigón hidráulico, al que se estriará, para evitar que resbale el ganado, o dar una ligera pendiente a1 piso-alrededor de tres o cuatro centímetros por metro--que impedirá la filtración de
aguas y orines, los cuales escurrirán a una pequeña cuneta de desagiie que sin gran trabljo puede mantenerse sietnpre limpia para que facilite la
sálída. Junto a esto un techo raso, o lo más liso
posible en últímo caso ; paredes encaladas con un
zócllo de material lavable de tm metro o metro
y medio sobre el suelo; pesebres de mampostería
recuhierta de cemento, con objeto de podcr lavarlos fácilmente con agua y un eepillo de fuertes
cerdas, constntído; de moclo que tengan suficiente capacidad, de secciiín semicircular para el mejor aprovechamiento de los a]imentnG y situado
a unos o,óo metros de nltura, rellenando el hueco clue debajo dc él queda, pues de no hacerlo nsí
se corre el riesgo de que, cuando el animal se
eche, introduzea ]a caheza en este hueco, y al levantarse, se hierz y ocasione desperfectos en el
;^esebre.
Todo esto no cuesta^ mucho, pero aún supone
mencs practiclr las normas que a continuación
vamos a exponer. Es necesario decir el gran valer que una limpieza cuidadosa tiene, lo mismo
la que se realice diariamente como la que se lleve
a efecto más a fondo mensual o.snualmente.
Todos 'os días se renovarán 'as camas, que serán de p^^ja y no de hojas u otra sustancia poco adecuada ; donde sea posible, se lavarán los suelos y la
parte inferior de los muros con jabón y agua en
abundancia. Los pesebres se limpiarán con to^io
cuidzdo y se almohazará detenidamente a las reses, procurando evitar la estancia en el establo
de cualquier otro género de ganado.
Mensttalmente se hará una limpíeza más detenida, taspando o cepillando los suelos, que acto
seguido se lavarán con un1 solución antiséptica
de hipoclorito cálcico (polvas de gas} al 5 por
ioo, o de creolina al 4 por zoo. Canviene extender este lavado a los muros y airear a continua-
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ción intensamente para eliminar el olor más o
menos penetrante que produce el cíesinfectante.
Los ángulos del establo se rociarán preferentemente con estas soluciones, desinfectando frecuentemente también los utensilios y arreos que se
empleen.
Todos Ios años, en Ia época más oportuna, se
blanquearán los estabios con una lechada de cal,
a la que puede adí^cíonarse un i por ioo de sulfato de cobre (caparrosa azul), con objeto de dar
un ligero tono azulado a la^ paredes, coior que, al
parecer, aleja a las mosc^.s, lo cual favorece mucho
al ganado, evitando que éste se encuentre intranquilo y tuolesto.
Todas estas operaciones terminarán por lo menos media hora antes del ordeño, evitando así
que flote en, el ambiente polvo en abundancil,
que podía llegar a caer en la leche.
Los "colgadizos" o apriscos se modificarán
también con poco gasto, haciéndolos rnás ventilados, evitando cambios bruscos de temperatura
procurando que, mientras el ganado trisca por el
campo, se renueve el aire y los olores desaparezc^n, y sobre todo, suministrando al ganado abundante y limpia cama, así como extrayendo, a ser
posible diariamente, el estiéncol que en poca o
mucha cantidad se haya producido, desterrando
esa costumbre incalificable de hacerlo muy de
tarde en tarde.
Sí a I1s medidas anteriores unimos unos pesebres provístos de rastrillo para mejor aprovechar
los .henos, puertas amplias con pequeños poyetes
en su base, de modo que no se compriman excesivamente, en las violentas entradas al aprisco, los
vientres de ]as ovejas preñadas, evitando de modo
tan sencillo más de un aborto; si damos adecuada
capacidad, etc., tendremos un aprisco, si no modelo, al menos lo sufícicntemente preparado para
que el ganado viva en buenas condiciones higiénicas, condiciones que mejorarán aún más si mensualmente se lava y desinfecta el local y si se dispone de un sencillo baño.
Con estas normas, practicando estas instrucciones, que, si bien a primera vista parecen un
tanta pesadas, en el fondo y una vez acostumbrado el ganadero, se realizan sin dificultad, con poco dinero unas y en escaso tiempo las otras, se
conseguirá que el ganado mejore, que su salud sea
más firme, que no sea diezmado por epizootias,
habiéndose dado un formidable paso en el camino
que conduce a la obtención de una leche pura,
limpia, higiénica, en una palabra, que llegue al
consumidor o a la fábrica en ]as mejores condiciones.
Si para obtener una le^che limpia hemos visto
que es preciso que el ganado esté limpio, no es
menos necesario que el vaquero u ordeñador esté
más limpio todavía y que los recipientes en que
se recoge y transvasa la leche ^estén libres de toda
suciedad.
Ya hemos indicado que momentos antes de ordeñ^r no se deben revolver ni renovar las camas,
ni echar pienso, ni transportar henos o hacer polvo. Se abrirán puertas y ventanas del establo, si
la temperatura exterior lo permite o en Ia medida
qu ^ sea posib'.e para que el ganado no se enfríe
brus,amentc, con objeto de purificar el aire, hacienclo desaparecer génnenes o miasmas perjudíciales que pueden ir a parar a la leche. Se !impiará esmeradamente ]a ubre del ganado utilizando si es preciso agua tibia o cuando menos un
pañn htímedo, yuc se pasará lu^go por l^s nalgas
o cuarto trasero de la vaca para recoger las pajas, pelos y cualquier otra mzteria que tuviera
adherida, terminando por sujetar la cola de la
res,
El vaquero se lavará manos y brazos con agua
y jabón, y sin tocar más que a ta ubre de la res,
se situará en posición de ordeño, empezando el
masaje previo de la ubre hasta que venga él golpe de leche. Di^ho masaje se debe realizar con
extremada suavidad, ac^riciando a la vaca para
prodticírla una sensación agradable, continuando en dicha forma hasta que los pezones, antes
ftáccidos, se pongan erectos, y logrado esto, se da
comienzo al ordeño tírando los primeros chorros
de leche y prosiguiendo la operación con rapidez
hasta vaciar completamente la ubre. I.uego se debe estrujar suavemente ésta y volver a ordeñar
hast z extraer ]os últímos chorros, que san los más
ricos en gr^sa. Con las ovejas es conveniente dar
un "repaso", es decir, una vez ordeñado el rebaño,
se debe volver a realizar la operación, obteniéndose con esta segunda vue:ta más leche y de mejor calidad, aumentando las aptitudes lecheras del
rebaño.
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No com•iene olvidar que ni a las ovejas ni a]as
cabras, y menos aítn a 1.s vacas, s: lzs debe azot^r, produciéndolas sensaciones dolorosas, pues la
lechc no s^ obti•^nc a fuerza de golpes, sino a fuerza de huen trato y^ de habilidad.
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