Ventana abierta Ciego y sordo Para recordar: “Entonces Saulo se levantó de tierra, y abriendo los ojos, no veía a nadie…” (Hechos 9:8) Hace muy poco, me tocó consultar con tres reconocidas médicas profesionales de la oftalmología, las doctoras: Agüero, Goncalves y Cañizalez. Una vez más, me di cuenta lo importante que es el órgano de la vista. Nos preguntamos: ¿Cuánto dependemos de nuestros ojos? Podemos hablar o escuchar, pero sin visión, nuestra minusvalía se triplica. En una de esas visitas, a una de las galenas mencionadas, un señor adulto mayor llegó al consultorio traído por dos o tres hijas, y me indicaron que su papá recientemente había perdido la vista y casi no oía. El señor hizo dos comentarios. 1) “Este edificio si es raro” (aceptamos que el pasillo era muy largo). 2) “La doctora no tiene aparatos”-señaló-. Con mucho respeto a nuestro amigo recién invidente: Sin los sentidos funcionando correctamente hablamos incoherencias, especialmente si hay ausencia de la visión. En sentido similar, a los miles de afectados por la situación que se está viviendo Venezuela, nos ha tocado escuchar por cualquier medio de comunicación, que el Ejecutivo está “ciego y sordo”. Esa condición de ceguera y sordera, se evidencia porque el gobierno no acepta la ayuda internacional para paliar la crisis de salud y alimentación. Y da la apariencia que tampoco observa otros males que hoy afrontamos. Nuestro Señor, tiene muchas maneras de amonestarnos: Bien, porque “permite” que el diablo nos implante enfermedades. Otras, se vale de enfermedades o situaciones desarrolladas por nuestra culpa. Y algunas, en caso extremo, las coloca Dios mismo. Aclaremos: No todas las enfermedades son producto de nuestro pecado, ni todas porque Dios actúe; esto último, porque hay caso bíblicos de personas que por su incredulidad, por su mala conducta o acciones, quedaron sin audio, sin vista o mudos. Tal fue el caso del perseguidor de cristianos Saulo de Tarso. Por ser adversario al nuevo cristianismo, un resplandor lo rodeó y “cayendo a tierra”, escuchó: “Yo soy Jesús a quien tu persigues…” (Hechos 9:5). Al encontrarse Saulo con Jesús: “La gloria de la luz celestial le había enceguecido” (E.W. Primeros Escritos, p.200) y por un momento “creyó que fue un castigo de Dios” (E.W., Historia de la Redención, p. 283) y no fue así. Fue un llamado de atención; lo llamó a la predicación. Y a los tres días, Dios envió a Ananías, a través del ángel, para devolverle la vista a Saulo. Desde allí, el apóstol conocido como Pablo, comenzó a predicar la Luz de Cristo (Hechos 9:10 en adelante). Algo parecido le ocurrió a Zacarías (sacerdote), contemporáneo al nacimiento de Jesús, cuya esposa Elizabet era estéril, y ambos de edad avanzada. Al sacerdote, se le apareció nada menos que el ángel Gabriel y Zacarías, no le creyó el anuncio que sería el papá del Juan el Bautista. Esto le costó la voz y quedó mudo, hasta que nació el niño (Lucas 1: 19,20) Todos, incluyendo al Ejecutivo, deberíamos aprender del señor del consultorio, Pablo o Zacarías. Y si nos ponemos ciegos y sordos, pero no mudos, tenemos posibilidad de hablar de más o incoherencias. Ya mencionado el Poder Ejecutivo, si deseara un diálogo de verdad, que no lo haga bajo los improperios, amenazas u ofensas. Lo que Dios quiere, es gente batallando por el prójimo o sus hijos en esta tierra; de otra manera interviene, trastoca los planes a quien le impida expandir el Evangelio eterno. Eduardo Iván González González www.ventanabiertalmundo.com