6 // CULTURAS // Del 11 al 24 de mayo de 2006 (28) LIBROS EL LABORATORIO VASCO: PISTAS SOBRE LOS MOVIMIENTOS POPULARES RADICALES “Nuestra inteligencia fue articular todo ese ambiente marginal en una contracultura” { Es difícil negar que el País Vasco ha sido un rico semillero gracias a la originalidad, fuerza y potencia de sus movimientos sociales. Para conocer este escenario, entrevistamos a Jtxo Estebaranz, militante de larga trayectoria y autor del libro ‘Tropikales y radikales’. FERNÁN CHALMETA rocesiones ateas, gaztetxes o casas ocupadas, radios libres, conciertos multitudinarios, movilizaciones estudiantiles... Los ‘80 vieron una explosión contracultural vasca con una marcada labor reivindicativa impulsada por elementos procedentes de movimientos populares. Sólo a nivel musical, eso que se ha llamado ‘rock radical vasco’ –ocurrencia de un avezado empresario discográfico ávido por abrirse mercado– ha dejado una huella indeleble en toda la península. P DIAGONAL: Hay toda una serie de libros recientes que cuentan “esto es lo que hicimos y esto es lo que nos pasó”. ¿Qué sentido tiene este esfuerzo por una memoria de la militancia, desde lo vivido y su fuerte componente subjetiva? JTXO ESTEBARANZ: Todos los que hemos empezado a luchar hemos carecido de esa memoria, de esa transmisión histórica. Intento subsanar esta carencia. Y lo intento combatiendo esa frivolización de tu propia historia, ese recordar lo más anecdótico, lo más folclórico: busco enmarcar el pasado en todas las contradicciones y la complejidad del momento. La historiografía política –no la académica– a veces intenta explicar el punto en el que se está ahora, banalizando y simplificando todo el proceso histórico, cogiendo lo que más le interesa del ayer y ordenándolo a su manera. Intento poner sobre la mesa los errores y aciertos, los diferentes caminos por donde se podía haber ido. Los antecedentes políticos y militantes que muchas veces sólo pueden ser percibidos y definidos subjetivamente, pero que son muy importantes para la transmisión de nuestra memoria personal y política. DESMEMORIA. El libro intenta recuperar una memoria militante. D.: Describes los resultados de la confluencia de una generación desencantada en unos contextos urbanos muy determinados. ¿Cuáles son los ingredientes para que suene la maraca? J.E.: Hubo un espacio de cristalización: los cascos históricos de las ciudades. Y en los cascos viejos, ciertos bares y locales donde confluyen chavales de los barrios, tribus urbanas y jóvenes politizados. De ahí se articulan varias luchas y se forma un ambiente social. El otro ingrediente sería la ocasión política, que hace que este ambiente prendiese con la chispa de la reacción a las políticas gubernamentales. Es que el partido en el poder, en ese momento el PSOE, tenía que acabar de diseñar y } asentar el mapa militar, policial y económico, y asentar un nuevo orden autonómico con un montón de resistencias. Se trataba de movimientos que no eran anecdóticos, que implicaban a un montón de gente, y no eran de laboratorio, fruto de una estrategia política o de una receta ideológica, sino que eran unas resistencias a un proyecto de modernización, en el sentido de incorporación a un capitalismo que ahora padecemos. Movimientos caracterizados por una tropicalidad, un calor y goce por la lucha, y una faceta autónoma radical, la independencia de medios y fines de las mismas. Ese gusto por la parodia o ese huir de las rutinas en que se había convertido la vieja izquierda de los ‘70, esa inteligencia de saber proponer una lectura de la vida por encima de la cultura política anterior con su fuerte componente cristiana de sufrimiento. Y luego también, la frescura de esos momentos, de creación cultural. Nuestra inteligencia fue articular todo ese ambiente que era marginal, en una contracultura, en un movimiento político. D.: ¿Inteligencia política de saber cual es el momento, o sólo con el contexto y las ganas, basta? J.E.: Sí, no es ‘entrismo’, cuando ves una cosa y te sumas al carro. Las apuestas de la época eran superar los marcos de la corrección política y aportar ese disfrute cotidiano. Había ciertos temas, como ciertos tipos de sexualidad, las parodias ateas, que intentaban abrir otros campos. O en cosas menos anecdóticas que las parodias ateas: las luchas que nosotros impulsamos a mediados de los ‘80 contra la instauración de cuarteles de la Ertzaintza, en las que intentamos articular lo que era la comunidad antirrepresiva nacionalista con lo TROPICALES. El autor analiza movimientos sociales que se caracterizaban “por un calor y un goce por la lucha”. “Cogimos retóricas de momentos históricos anteriores, pero adaptándolas a nuestras necesidades” ÉPOCAS DE LUCHA RADICAL DIAGONAL: ¿Dónde se puede ver hoy en día una autonomía como la que describes? JTXO ESTEBARANZ: Los momentos de lucha radical autónoma sólo se pueden concebir como momentos de una conflictividad social general muy elevada. Tienen que ver, no tanto con un radicalismo juvenil, sino con un clima social radical en el que tú puedes incidir, potenciando el protagonismo de la gente y su autoorganización. Las labores de la gente que se considere autónoma han de ser ‘permanentizar’ esos momentos de autonomía y extenderlos a otros campos, a todos los órdenes de la vida. No es una ideología que se pueda consumir, que tenga una historia, con sus personajes y sus momentos claves, hay que pensarla desde lo social, desde esos momentos de conflicto. De las pequeñas luchas que siguen existiendo hoy en día, con sus momentos de radicalidad, destacaría la oposición al Tren de Alta Velocidad, que está planteando modos asamblearios, tiene una perspectiva antidesarrollista y una marcada voluntad de autonomía. Pero estamos en momentos de prenegociación política, y esos son siempre de quietud social. Ver momentos de autonomía ahora es complicado. que era la comunidad juvenil antirrepresiva, que sufría una práctica de acoso policial como la que sufren ahora los chavales con el tema del botellón. Ahí supimos ver que el recambio policial era uno de los pivotes imprescindibles para el asentamiento del marco autonómico, e impulsamos un movimiento social en el sentido de un movimiento de rechazo a una infraestructura como es una comisaría, que lógicamente molesta, y articularlo en una idea de rechazo a las labores policiales. Era la prueba de nuestra inteligencia política: aportar nuevos campos de lucha pero articulándolo con sensibilidades y resistencias sociales reales, no figuradas. Nos manteníamos cerca de nuestra realidad social. Los obreros de la segunda ronda de reconversiones industriales estaban en la calle muy quemados por los incumplimientos de las promesas de la primera ronda negociadora, y recurrían a formas radicales y violentas de lucha. Y eso influyó decisivamente en el movimiento estudiantil, que a su vez es uno de los parteros del espectro juvenil que describo. D.: ¿Qué ideas, recetas o planteamientos se pueden rescatar de ese momento para el ahora? J.E.: El no quedarte preso de una cultura política de otros tiempos. Supimos innovar, coger las retóricas que nos interesaban de movimientos y momentos históricos anteriores, pero adaptándolos a las necesidades que teníamos entonces. Por ejemplo, del movimiento antimilitarista se puede aprender cómo desde un movimiento marginal basado en la coherencia, se consigue articular, gracias a grandes dosis de inteligencia política, un conflicto de enormes dimensiones colectivas, políticas. Para ello, hay que generar estrategias en las que la gente se pueda implicar colectivamente, para construirse como movimiento social. Datos de interés Tropikales y radicales. Experiencias alternativas y luchas autónomas en Euskal Herriak (1985-1990), Felix Likiniano ediciones, 187 páginas, ISBN: 84-9604466-1, diciembre 2005