P. Jenaro, Director Espiritual - Provincia Santo Tomás de Villanueva

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AGUSTINOS RECOLETOS PROVINCIA SANTO TOMÁS DE VILLANUEVA
BOLETÍN nº 10 – 2015
P. Jenaro,
Director Espiritual
l 2 de septiembre de 1935, el
P. Jenaro tuvo que abandonar
Roma para dedicarse a trabajos que le exigían dedicación
completa, pues tuvo a su cargo
el acompañamiento, como director espiritual, de los seminaristas de San
Sebastián (28 octubre 1935-23 marzo 1936)
y Artieda (23 marzo-21 junio 1936). Luego
viajó a Granada para resolver definitivamente
sus problemas con el servicio militar.
Cuando esta cuestión estaba ya zanjada, el 15 de julio de 1936, estalló la guerra
civil española y una enfermedad le obligó
a guardar cama durante 36 días. Una vez
restablecido, continuó en Granada, lejos de
los libros y dedicado a la asistencia de los
presos y condenados a muerte. No fueron
días fáciles. En sus diarios no alude a penalidades ni trabajos. Se limita a consignar que
en la cárcel presenció «actos conmovedores
y que la inmensa mayoría de los presos se
confesaba». Concretamente sabemos que
el P. Jenaro acompañó al P. Antonio Rubio
cuando el señor arzobispo de Granada les
encargó atender al gobernador militar de
Granada, condenado a muerte por no haber
secundado el levantamiento de los militares.
Por otras fuentes nos consta que no le
faltaron sobresaltos. En febrero de 1939,
recordando algunas de estas cosas, escribía
a una monja de la comunidad de Cabra:
“fui amenazado de muerte, una bomba
de aviación cayó a diez metros de distancia, pero no me llegó ni una partecita
de metralla. Se ve que no estoy maduro».
El 19 de noviembre de 1936 salió de
Granada rumbo a Roma, pero los trámites
“Ame sin medida,
dé siempre sin desear recibir
y mire a la santidad
como a la cosa más natural del mundo”
(Consejo epistolar del P. Jenaro
a una dirigida espiritual)
burocráticos le detuvieron en España hasta
marzo del año siguiente. La mayor parte de
ese tiempo lo pasó en San Sebastián y en
su pueblo natal, a donde se le envió para
que se repusiera de su reciente enfermedad
y se despidiera de la familia. Por fin, el día
7 marzo de 1937 pudo salir de España y
volver a Roma. Inmediatamente reanudó la
tesis doctoral con nuevos bríos.
La exposición y defensa de la tesis doctoral fue brillante y mereció la calificación
de Summa cum laude. Su triunfo académico
culminó el 7 de noviembre con la entrega
solemne, por parte del cardenal Eugenio
Pacelli, secretario de Estado de Su Santidad,
de la medalla de oro de la facultad.
La Orden reconoció inmediatamente el valor de la tesis. Al día siguiente de su defensa
pública, el Consejo general mandó imprimir
400 ejemplares. Los religiosos la recibieron
con general aplauso, y lo mismo cabe decir
del mundo académico. Las recensiones en
revistas especializadas fueron numerosas y
elogiosas, y no faltaron tampoco felicitaciones personales de estudiosos de diversos
países. En el archivo general de la Orden
reposan todavía gran parte de esas cartas.
Al publicarla no dudó en dedicarla a la
Recolección agustiniana, en señal de amor:
«que vea la Orden recoleta que la amo
y que he producido la creatura que mis
fuerzas permitieron. Por amor elaboré
la tesis y por amor a la Orden continúo
perdiendo vista en los Archivos Vaticanos
para entresacar cuantos tesoros nuestros
hay en ellos».
Pero volviendo al tema de la dirección
espiritual, hay que decir que el P. Jenaro
no fue únicamente “director espiritual” por
obediencia a los superiores en el año que
estuvo destinado en San Sebastián y Artieda,
con el cometido de atender espiritualmente
a los seminaristas, sino que en su ser estaba y le brotaba el acompañar a las almas
para llevarlas a Dios. A pesar de estar en
Roma casi toda su vida y dedicado a la
investigación, estudio y temas burocráticos
de la Curia general, el P. Jenaro no descuidó nunca el acompañamiento de los fieles
que así se lo solicitaban y de numerosas
religiosas. Engendrar hijos para Dios era su
anhelo, configurar a Cristo en el corazón de
los otros, su principal desvelo.
A algunas almas que veía especialmente
preparadas les recomendaba consagrarse
a Dios por medio de votos privados, cuyo
alcance siempre se preocupaba de precisar
con mente de canonista. Entre sus papeles
hemos encontrado algunos pensamientos
a este respecto, que me parece oportuno
insertar en este apartado. Recordemos que
se dirige a seglares:
«El voto de pobreza para mí consiste:
1ºEn tener el corazón despegado de todos los bienes temporales; en estar dispuesta a sufrir su pérdida en el caso que Dios lo quisiera o permitiera.
2ºEn no lamentarme de lo que no tengo, ni aspirar a comodidades propias de
personas ricas o ambiciosas.
3ºEn usar moderadamente de los bienes que el Señor me ha dado, sin malgastarlos
inútilmente.
4ºEsto no me impide aspirar a tener una casa propia, seria y acogedora, adecuada
a mis condiciones personales y profesionales; ni usar con cierta libertad de mis
bienes, sin angustias ni preocupaciones.
Dada mi situación, el voto de pobreza mira, sobre todo, al espíritu de pobreza
en una persona que vive en el mundo y busca la perfección en medio del mundo.
El voto de obediencia en mí consiste en aceptar ciega, pronta y plenamente
cuanto me ordene el padre espiritual en el orden espiritual.
El voto de castidad no presenta dificultad alguna: pura de mente, pura de cuerpo, pura de alma; y esto plenísimamente y para siempre, con la gracia de Dios».
Y HABLANDO DE DIRECCIÓN ESPIRITUAL…
P
uede parecernos que el tema de la
dirección espiritual es un asunto de tiempos pasados, donde el espíritu y las cosas
del espíritu interesaban más que ahora. Sin
embargo hay que recordar que, nadie que
se quiera tomar su vida cristiana en serio,
puede prescindir de un director espiritual.
Tener director espiritual es reconocer con
humildad que en nuestra vida necesitamos
dejarnos orientar por personas que, con más
experiencia que nosotros, nos ayuden a transitar por las sendas del Espíritu del Señor.
La dirección espiritual es un instrumento o
un medio más que la Iglesia pone a nuestro
alcance para progresar, crecer y avanzar
en la vida cristiana hacia la santidad. Es
un dialogo en la fe, donde dos personas, el
director y el dirigido, con la ayuda del Espíritu
Santo, buscan conjuntamente descubrir la
voluntad de Dios en lo concreto de la vida
personal y eclesial.
La dirección espiritual llevada con fe, confianza, humildad y apertura total enriquece
el alma, contribuye a la formación de una
personalidad madura y coherente y a una
sólida y equilibrada salud mental.
La autoridad espiritual del director ha de
ejercitarse en claves muy diversas, según se
trate de unas u otras personas o cuestiones.
Más aún, el director espiritual normalmente
no da mandatos ni consejos autoritativos al
dirigido, sino que le ayuda para que él mismo
tome decisiones buenas, plenamente gratas
a Dios, bien iluminadas por la fe y por los
ejemplos de los santos. Es decir, le ayuda a
tomar decisiones exentas de motivos falsos,
de apegos desordenados, de miedos, ambiciones o presiones indebidas del mundo.
Unas veces los motivos dados por el
director para justificar sus orientaciones resultarán más claros y convincentes para el
dirigido, y otras no. «Es normal que tal cosa
suceda, pero es el momento de recordar
las palabras del Señor a Simón Pedro: “Lo
que hago, tú no lo entiendes ahora; ya lo
entenderás más adelante” (Jn 13,7)».
El director espiritual debe ser una persona
que conozca y viva la sana doctrina para
poder enseñarla, que tenga experiencia en
el camino del Espíritu y vaya delante con
el ejemplo en el camino de la perfección, lo
cual requiere una vida consistente de oración
personal y que sepa discernir los distintos
movimientos del alma para saber si vienen
de Dios. El buen director espiritual como el
buen padre, es el que comunica a sus hijos
su misma vida espiritual.
Ya por parte del dirigido lo que se requiere es una voluntad firme de santidad, sin
esta actitud previa todo lo demás será en
vano; espíritu de fe para ver a Cristo en
el director; sinceridad plena que requiere
comunicar a su guía, con toda sencillez y
confianza, sus pensamientos, inclinaciones,
tentaciones y ansiedades, los cambios
habidos, así como las gracias recibidas,
las victorias y las derrotas. Y finalmente
la obediencia, porque como dice santa
Teresa de Jesús “no hay camino que más
pronto lleve a la suma perfección que el de
la obediencia”.
De la
oración
Esto escribió el P. Jenaro en el recordatorio
de fallecimiento de una de sus dirigidas espirituales: D.ª María de Stefani que también
era Terciaria Agustino-Recoleta.
¡María!
¡Alma Transparente y bella!
El Señor resplandecía en tu corazón y
hablaba a través de ti.
Has sido buena, tan buena.
Hermana y madre de tus hermanos, amiga
de cuantos te conocían.
Desde el cielo ruega por los tuyos, por tus amadísimas hermanas;
y ruega por el que fue tu padre espiritual y
que espera seguirte en el cielo para alabar
juntos al Señor Eternamente.
De las gracias
y favores
En agradecimiento al P. Jenaro por un
favor recibido, por un caso muy difícil, se
le pidió y fue concedido. Por su intercesión
se ha solucionado favorablemente.
D. Juan José Sánchez Cuevas
Socuéllamos (Ciudad Real)
¡Ora tú también!
Pon tu causa en manos del
P. Jenaro y, con fe, reza así:
“Señor Jesús, que concediste a tu
siervo Jenaro una entrega total y
devoción exquisita a tu santísimo
nombre, concédenos por su intercesión vivir siempre disponibles y
fieles al servicio de tu Iglesia, y
obtener la gracia que te pedimos
para su mayor gloria. Por Jesús
Cristo nuestro Señor. Amén.”
[Padre Nuestro, Ave María y
Gloria al Padre]
Ad usum privatum
No dudes en acogerte a su intercesión,
en presentar al Señor a través de las
manos del siervo de Dios, P. Jenaro,
tus dificultades y problemas, sean de
la índole que sean: familiares, económicas, de salud, de desempleo…y, con fe,
espera que se realice en ti la voluntad
de Dios.
Curia Provincial Santo Tomás
C/ Briones, 26
de
Villanueva
28042 - MADRID
para informaciones, sugerencias y comunicaciones:
Teléfono: 91 748 00 11 – e-mail: causapadrejenaro@satovi.org
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