1 LOS INTENTOS DE DESAMORTIZACION DE LOS BIENES DE LAS COFRADIAS EN NICARAGUA DURANTE LA PRIMERA MITAD DEL SIGLO XIX. Msc. Ligia María Peña T. Investigadora. Instituto de Historia de Nicaragua. INTRODUCCIÓN.En Centroamérica, los intentos del estado colonial español por controlar los bienes de las cofradías para disponer libremente de sus fondos se intensificaron a partir de la segunda mitad del siglo XVIII. Las regulaciones borbónicas restringieron muchos de los beneficios que los curas recibían de los indios, especialmente respecto a los fondos de las cofradías. En la provincia de Nicaragua a partir de 1771, las autoridades españolas emitieron diferentes bandos con el objetivo de controlar los fraudes que experimentaba la renta de alcabala; ya que muchos comerciantes, en combinación con los curas, participaban en el comercio de contrabando, bajo la justificación que los productos que comercializaban procedían de las haciendas y tierras de las cofradías. En los primeros años de 1800, la invasión napoleónica a España, obligó a la Corona a sufragar cuantiosos gastos militares cuyas remesas provenían de las colonias de ultramar. En este contexto se produjo la Consolidación de los Vales Reales, mecanismo por el cual se confiscaron los bienes de la iglesia en toda Hispanoamérica. A pesar que los fondos de cofradías no estaban contemplados en el decreto de consolidación 1, un informe enviado en 1810 al obispo Nicolás García Jerez, por el cura 2 Rafael de la Fuente, del curato de Nuestra Señora de la Concepción en la Villa de Rivas, reveló que algunas cofradías habían vendido sus bienes a la Real Caja de Consolidación, tal era el caso de la Cofradía del Santísimo Sacramento y la de Concepción de Nuestra Señora. 2 La ofensiva de comienzos del siglo contra las bases económicas de la iglesia no paró con el decreto de Consolidación. En 1805 se promulgó una cédula real que dio inicio a la intervención del estado en la administración y funcionamiento de las cofradías. Un balance general de estos dos intentos del estado colonial por el control de los bienes de las cofradías dio como resultado: Intensificación de las contradicciones entre las autoridades locales y los curas, ya que las de la cédula de 1805 limitó parcialmente su acceso a los fondos de las cofradías. Pérdida gradual del control de los indios sobre los bienes de las cofradías. Progresivo deterioro en la infraestructura de los templos y en el cuido de las imágenes. Tendencia cada vez mayor al arrendamiento y/o venta de las cofradías . I. El ESTADO NICARAGUENSE CONTRA LAS COFRADIAS EN LA PRIMERA MITAD DEL SIGLO XIX. No obstante los problemas que significó en Centroamérica la puesta en vigencia de la cédula de 1805; la ofensiva de la Corona Española contra de los privilegios de la iglesia, continuó en las décadas siguientes. Al calor de los acontecimientos políticos en la Metrópoli, la corriente secularizadora que prevaleció en las Cortes de Cádiz, atacó 3 algunos privilegios de la iglesia, suprimió el Tribunal de la Inquisición y el fuero eclesiástico, sometió al clero a la jurisdicción de la justicia ordinaria. Además fueron censuradas las órdenes monásticas y se procedió a la secularización de sus bienes. La aplicación de las leyes y decretos emitidos por las Cortes de Cádiz, se suspendió en 1814, con el retorno de Fernando VII al trono español, pero fueron puestas en vigor en 1820, a raíz de la revolución liberal de Riego y Núñez. (Kinloch,1993:66) El rumbo que tomaron los acontecimientos políticos en España, así como el evidente temor de la jerarquía eclesiástica a perder sus fueros y privilegios propició la unión del alto clero con la aristocracia criolla de la Capitanía General de Guatemala para proclamar la independencia de España. En consecuencia, la iglesia se las arregló para comenzar su vida independiente formando parte del estado. En el acta de Independencia suscrita en Guatemala en 1821, el alto clero se preocupó por conservar pura e inalterable la religión católica y garantizar el respeto a sus ministros eclesiásticos tanto seculares como regulares, protegiendo sus propiedades. Sin embargo, fue inevitable el rompimiento de Roma, con los nuevos gobiernos. Las diócesis centroamericanas quedaron vacantes, no hubo más nombramiento oficial de obispos y la iglesia como institución quedó acéfala. Los acontecimientos que se desarrollaron después de la Independencia y la instauración de la República Federal demostraron la posición privilegiada que obtuvo la la Iglesia Católica al momento de la Independencia. El Plan de Iguala, reconoció la Religión Católica excluyendo el ejercicio público de otra religión; y conservó para el clero sus fueros y privilegios. Situación que explica la oposición beligerante de los liberales centroamericanos frente a la continuación del sistema de gobierno monárquico y la perpetuación de las jerarquías sociales existentes. 4 De ahí que el fracaso de la anexión al Imperio de Iturbide en México, representó la oportunidad ansiada por los liberales para hegemonizar el vacío de poder que se presentó al romperse los vínculos con el Imperio Español.3 En aras de capitalizar esta situación, los liberales centroamericanos conformaron una Asamblea Nacional Constituyente, que proclamó el 1 de julio de 1823 la independencia absoluta de Centroamérica, y restableció las leyes y decretos emitidos por las Cortes de Cádiz, mientras se elaboraba la Constitución de la República Federal. (Kinloch,1993: 67) Esta situación desencadenó en Nicaragua, la inmediata oposición del obispo Nicolás García Jerez, que se negó a prestar juramento a la Asamblea Nacional Constituyente, argumentando que no se había decretado aún la Constitución, y que se habían establecido leyes que atacaban directamente los sagrados cánones, la disciplina general de la iglesia y los derechos divinos del obispado. (Zúñiga, 1996:296). El trasfondo de los reclamos del prelado García Jerez, evidenciaba el temor a la ofensiva anticlerical que se veía venir en contra de la iglesia. En julio de 1823, el Ayuntamiento de la ciudad de León, decretó una serie de impuestos lesivos a los intereses de la iglesia, lo que preocupó seriamente al obispo al grado de convocar al clero leonés a una junta general en el Palacio Episcopal para estudiar las repercusiones de esa resolución. Con el paso del tiempo, se agudizó la pugna entre las autoridades de León y la Iglesia. En Noviembre de 1823, se produjo en la ciudad, un levantamiento armado que tenía como objetivo deponer a la junta gubernativa encabezada precisamente por el obispo García Jerez. Esta situación obligó a la institución eclesiástica a negociar para 5 poder coexistir bajo el nuevo sistema republicano. En Diciembre de ese mismo año, el dignatario juró fidelidad y lealtad a la Constitución. (Zúñiga,1996:298). Mientras tanto, el Congreso Constituyente reunido en la ciudad de Guatemala abocado a la tarea de discutir el tipo de república que convenía a los intereses de los centroamericanos, se inclinó por la posición de los liberales, que propugnaban por instaurar un gobierno federal. Después de arduos meses de trabajo, el 22 de noviembre de 1824 fue promulgada la Constitución de las Provincias Unidas de Centroamérica. La Carta Magna suscrita por los liberales centroamericanos en 1824, no fue del todo adversa a los intereses de la iglesia. Mantuvo el reconocimiento de la religión católica como oficial, lo cual se hizo extensivo a la Constitución de 1826, que Nicaragua suscribió como estado federado, en correspondencia al decreto emitido el dos de julio de 1823 por la Asamblea Nacional Constituyente. (Fonseca Salgado,1992:27) No obstante, en el seno del Congreso al abordarse el tema de las relaciones entre la Iglesia y el Estado, se planteó una moción que afectaba directamente a los eclesiásticos, no en materia de fe ó disciplina, sino en el terreno económico. La precaria situación financiera de la naciente República Federal, exigía de medidas extraordinarias que contribuyeran a solventar las demandas monetarias existentes. La iniciativa de ley contra el patrimonio eclesiástico, fue presentada por un presbítero de apellido Dávila y se discutió en la Comisión de Hacienda. La moción pedía que se decretara por una sola vez, la contribución de un 20% sobre el valor de todas las fincas pertenecientes a comunidades eclesiásticas, seculares y regulares, incluyendo los fondos de cofradías y hermandades, exceptuándose las destinadas a la enseñanza y hospitales. (Townsed Ezcurra 1973: 372) 6 Resulta interesante destacar la habilidad con que la Comisión de Hacienda manejó el asunto, ya que sin ánimo de parecer un ataque directo al patrimonio eclesiástico, conjugó la necesidad apremiante de fondos de la República Federal, y la posición de los liberales respecto a la secularización de los bienes de la iglesia. El dictamen sostenía que los eclesiásticos dueños de fincas por el carácter de su Ministerio, estaban exentos del trabajo que otros sectores necesitan para existir. Su vida era cómoda y en algunos casos hasta opulenta, y al reflexionar sobre el origen y naturaleza de sus riquezas, comparada con la del resto de ciudadanos; se notaba que no se iban a perjudicar al exigirles el 20% solicitado por el presbítero Dávila. (Towsend E. 1973: 373) Sobre la base de esos argumentos la comisión hacendaria solicitó se decretara por una sola vez, una contribución de 7% sobre el valor de todas las propiedades de las comunidades eclesiásticas, seculares y regulares; y una cantidad igual se exigiría a los fondos de cofradías, hermandades y obras pías, con excepción de los que estaban destinados a la instrucción pública y el mantenimiento de los hospitales. 4 Consecuente con sus principios, los liberales que actuaron en el escenario político de las naciones centroamericanas entre 1824 y 1850, tenían una visión de la sociedad moderna, secularizada, donde no había lugar para una iglesia católica como bastión de la reacción. De ahí que en sus programas contemplaran medidas anticlericales tales como la desaparición de las órdenes monásticas, abolición de los fueros jurídicos del clero y en especial, terminar con la riqueza eclesiástica: el estado debía hacerse cargo de los diezmos, propiedades, capitales y bienes de obras pías, cofradías y capellanías. 7 Estaban convencidos que la propiedad eclesiástica era un verdadero obstáculo al progreso, no pagaba impuestos, e impedía la libre circulación y el desarrollo de la riqueza pública (se le conocía como propiedad de manos muertas). Esto explica, algunas de las medidas anticlericales ejecutadas por los gobiernos centroamericanos. En Costa Rica, la exención del pago del diezmo por las exportaciones de café y la venta del ganado de cofradías y obras pías. La expropiación de las propiedades de las órdenes religiosas, que afectó fuertemente a la orden dominica, propietaria de algunas de las mejores haciendas de Guatemala, y la abolición de las capellanías, en el Salvador. (Fonseca, E.1996: 153-154) Durante el período en que Nicaragua formó parte de la Federación Centroamericana, y a pesar de la anarquía que reinó en el país, los gobernantes de turno dictaron medidas encaminadas a secularizar los bienes de las cofradías. Los escasos documentos de la época, permiten inferir, que esta tarea recayó en las municipalidades. En un informe de 1827 sobre la liquidación de los fondos de las cofradías de La parroquia de Acoyapa,5 el cura de la localidad alertaba a la Vicaría sobre los desacuerdos que ya existían con las autoridades municipales respecto a los fondos de cofradías. Se ponía en evidencia el juego de intereses entre ambos poderes: la iglesia, representada en los párrocos locales, que a toda costa querían proteger sus privilegios económicos; y la Junta Municipal, que pugnaba por subordinar en su territorio a la autoridad eclesiástica, limitando su papel en la administración de las cofradías de acuerdo a la cédula de 1805. 8 Es importante destacar en este período, el hecho que alrededor del conflicto sobre la secularización de los bienes de las cofradías estaba subyacente el enfrentamiento entre dos posiciones ideológicas bien definidas: el liberalismo con su afán de modernización y secularización de la sociedad; y el afán de la iglesia de conservar los fueros y privilegios de herencia colonial. Esta situación se percibe con claridad en la exposición del cura de Acoyapa, D. Pedro José Caballero, al Vicario de la diócesis en 1827: “el estado de abatimiento en que se ven el día de hoy los fondos piadosos de cofradías que han servido de congrua a los curas de este beneficio trae su origen de la sacrílega ambición de quererlos destruir para disponer de lo producido en usos profanos (...) fundado en las perversas ideas que el filosofismo impío ha esparcido en sus papeles y libros por todas partes...” 6. En este caso, filosofismo impío era sinónimo de liberalismo. En otra parte del escrito, se señalaba que la municipalidad pretendía rebajar los aranceles establecidos por los oficios religiosos los cuales se pagaban con el dinero de las cofradías. A pesar que los fondos se hallaban seriamente deteriorados por los abusos de los arrendatarios, situación que ponía en peligro las actividades religiosas y el mantenimiento de su Ministro. 7 Para lograr su objetivo, las autoridades municipales apoyaban sus acciones en la necesidad de hacer cumplir las disposiciones que ya existían para la administración de los fondos de las cofradías. Por su parte, el cura argumentaba que éstas no se apegaban a las resoluciones de la cédula de 1805, y que las autoridades lo que pretendían era anular el papel de los curas respecto a los fondos: 9 “... aunque tal vez se me da aviso, como capellán de aquellos, quando se trata de arrendar alguno, este paso es más bien un verdadero insulto, puesto que en contra de mi legal voluntad se procede al remate en sujetos conocidos míos de conocida mala conducta y sin aquellas fianzas que el derecho requiere en tales casos a fin de que los tales dilapiden el principal (..). así sucedió en el mes de abril de este presente año en que se dio en arrendamiento el fondo de Veracruz, al teniente primero de milicias Gerónimo Enríquez, a quien sin embargo de haberlo yo citado en oficio de diez de abril último a consulta que se me hizo, por el alcalde constitucional Dionicio Donaire, se le dio en arrendamiento dicho fondo el cual ya esta dilapidado (...) la misma situación se presenta con los réditos, son obligados no se me paguen sino muy tarde que de mala manera, resultando de aquí, que este Beneficio apenas de ya para pagar al cura...” 8 La llegada a la presidencia de la federación centroamericana del hondureño Francisco Morazán, radicalizó la posición de los liberales centroamericanos en contra de la iglesia. Al año siguiente, el gobierno federal decretó la expulsión de las órdenes religiosas. En consecuencia, por decreto legislativo del 8 de enero de 1830, fueron abolidas las comunidades religiosas establecidas en Nicaragua. Las razones de esta medida se exponían en los términos siguientes: “La Asamblea Legislativa de Nicaragua, Considerando: que los institutos monásticos son opuestos i no conformes con las bases del sistema, que ha adoptado la nación: que no es solo estraño, sino contrario a los intereses de ésta el que habitantes hijos de ella, estén bajo las órdenes de mandatarios de otra nación(...) quedan siempre abolidos del Estado los establecimientos monásticos 10 nombrados de San Francisco, Merced i Recolección... (De la Rocha, 1874: 373374) Unos meses después, el Supremo Gobierno de Nicaragua, a través de un decreto legislativo, confiscó todas las propiedades de los monasterios expulsados del país y las declaró propiedad del Estado. La disposición significó un duro golpe para las órdenes religiosas, las propiedades que poseían tanto urbanas como rurales fueron subastadas; aquellas fincas que no pudieron ser vendidas se pusieron en arrendamiento, y las casas de los conventos fueron destinadas por el Gobierno para la enseñanza pública o la beneficencia. ( De la Rocha,1874 : 374) 9 Posteriormente el ataque contra los bienes eclesiásticos se volvió hacia las cofradías. Encontramos así, una resolución emitida el 29 de mayo de 1830,10 por la cual el gobierno, comunicaba el arrendamiento de la cofradía del Rosario ubicada en Granada. La disposición se hacía extensiva a todas las cofradías que existían en el país y que durante el gobierno español habían pertenecido a los indios. Se aclaraba que una parte de los réditos se dedicarían al culto de la imagen y la otra, pasaría al tesoro nacional para el fondo de instrucción pública. En el mismo orden, en 1831 el alcalde segundo de León consultaba a sus superiores si los bienes de las cofradías debían pagar del diezmo de lo que producían en sus haciendas. Como respuesta, La Asamblea Ordinaria del Estado de Nicaragua, emitió un decreto el día 26 de abril cuyo artículo único decretaba: ”... los espresados bienes no son comprendidos en el privilejio de que gozan los indígenas con respecto a los de su privativa pertenencia”. (De la Rocha, 1874:377) 11 En 1838, al separarse Nicaragua del pacto federal, encontramos nuevamente el interés de las autoridades estatales por el patrimonio económico de las cofradías. El punto de partida fue la promulgación de un decreto legislativo emitido en León el 12 de octubre cuyos artículos demandaban que: “Art.1º. Los fondos de cofradías que no correspondían a los conventos estinguidos, deberan ser administrados con arreglo a la cédula de 1805… Art.2º. Con respecto a las cofradías arrendadas, tenga lugar esta lei, cuando se haya cumplido el término del arrendamiento; sino es que los arrendatarios quieran voluntariamente separarse del contrato con avenencia de los cofrades respectivos. Art.3º. Todos los documentos que hayan salido del poder de las juntas de cofrades, volverán a ellas, como a quien corresponde conservarlos...” (De la Rocha ,1874: 380). El decreto avivó nuevamente el conflicto entre la iglesia y las autoridades estatales por el control de los bienes de las cofradías. Cabe recordar, que la cédula de 1805 facultaba al estado a intervenir los fondos de esas instituciones, trasladando el control administrativo a las municipalidades. De ahí que serán estos organismos de poder local los que se encargaran a lo largo del siglo XIX, de ejercer todo tipo de presiones sobre los párrocos locales para exigirles el cumplimiento de dicha disposición. 12 Por otro lado, como ya señalábamos unos párrafos atrás, durante las primeras décadas del siglo, la iglesia como institución quedó acéfala, lo cual contribuyó a reforzar la autoridad del párroco en los pueblos y villas de país, en ocasiones, en detrimento de la autoridad municipal. Lo cual debe tomarse en cuenta al explicar las limitantes que tuvo el proceso de liquidación de las cofradías en la primera mitad del SXIX. Esta situación se hizo más evidente entre 1844-1848. El Informe del Prefecto del Departamento Meridional, Rafael Lebrón, dirigido al Señor Ministro del Supremo Gobierno del Estado, en 1846 resaltaba con suma claridad el grado de legitimidad que la autoridad de los curas había alcanzado en algunas localidades. Refiriéndose a la Isla de Ometepe afirmaba: “... la municipalidad no cuenta con ningún fondo de propios(...) se me dio a entender que invierten su trabajo anual en las funciones de la iglesia y fiestas a que son mui propensos y cuyo gasto anteponen al más sagrado..... el cura es el que manda en jefe en esta población, como sucede en todas las demás que carecen de inteligencia para conocer sus derechos y deberes en la sociedad”. 11 Más adelante el Prefecto sugería al Ministro de Relaciones, que el Poder Ejecutivo debía utilizar el poder e influencia que los curas tenían en las poblaciones locales con el objetivo de facilitar las metas políticas del Supremo Gobierno: ” por consiguiente un sacerdote virtuoso haría progresar las luces en esta población, y este agente principal que influya también en lo político debiera ser el prototipo escogido por el Vicario General”. 12 13 Por otro lado, la necesidad constante de las elites nicaragüenses a recurrir al poder eclesiástico con el objetivo de legitimar su autoridad frente a los subalternos, es un elemento que contribuyó en Nicaragua a preservar a lo largo de la primera mitad del siglo XIX, los privilegios económicos de la Iglesia, así como su influencia social y política. Esta debilidad se manifiesta con suma claridad, en una Nota por el Supremo Gobierno dirigida en 1846, al Vicario Capitular de la Diócesis, en la que exhortaba a las autoridades eclesiásticas a cooperar por medio de la moral evangélica al establecimiento de la paz: “... una de las máximas saludables de los gobiernos amantes del orden en el orbe cristiano es la constante armonía con la autoridad eclesiástica(...) el principal fundamento de esta inalterable obediencia al Gobierno, como U. sabe, no es solamente político, sino también divino, puesto que esta comprendido en el decálogo que es por sí solo bastante para conservar en subordinación a los pueblos(... )cuanto se adelantaría a este respecto si en estas desgraciadas circunstancias en que el genio del mal derrama por todas partes el veneno mortífero de la seducción para reproducir la guerra fratricida que ha ensangrentado el país, los venerables señores curas como pastores y padres respectivos de los pueblos les predicasen espresa y directamente, que no se mezclen en facciones y se mantengan firmes en la obediencia al Supremo Gobierno, y en la paz de que depende su felicidad(...) El Supremo Poder Ejecutivo no duda que con la brevedad que exije el caso se dignará a expedir la correspondiente circular con tan loable objeto...”13 14 Por otro lado, la anarquía que imperó en el país durante esos años, ante el accionar de las bandas armadas jefeadas por José María Valle, Bernabé Somoza, y Trinidad Gallardo entre otros, obligó al gobierno a incrementar el número de tropas, lo que elevó el gasto en pertrechos, comida y salarios sumiendo al país en una aguda postración económica. A pesar de las medidas económicas dictadas por la administración del Director Supremo, José León Sandoval, en un informe de 1846 el señor Ministro de Hacienda describía la situación caótica del erario público: ”... por muchos sacrificios que ha hecho el gobierno para darle vitalidad al alma agonizante del Estado, el tesoro público, por muchos sacrificios que se han exijido de los propietarios nada ha bastado para tener cumplidamente pagados a los militares, ni a los funcionarios de toda escala; a todos se les adeuda: se les adeuda también a los propietarios que voluntaria ó forzosamente han prestado recursos al Gobierno...14 Así mismo, la naturaleza se ensañó con la economía de algunas zonas del país ya que según el informe del Prefecto del Departamento Meridional, Rafael Lebrón, en 1846: “...terremoto y huracán tienen a este departamento en la miseria...” 15 Lo que propició que muchas familias de esa región, emigraran a la vecina Costa Rica en busca de mejores condiciones de vida. Así mismo, la falta de recursos económicos que propiciara el desarrollo del país, limitó los esfuerzos de las elites gobernantes nicaragüenses de estructurar un poder estatal cuya jurisdicción abarcara todo el territorio nacional. Esta situación la reconocía el propio Director Supremo, José León Sandoval, en mayo de 1846: 15 “Aún no hemos podido constituir un poder nacional que nos dé paz y estabilidad en el interior, fuerza y respetabilidad en el exterior...” 16 De ahí que es muy probable que con el objetivo de solventar la situación del erario público, las demandas económicas de las municipalidades, y contrarrestar en parte la legitimidad que los curas locales habían adquirido en los pueblos y villas el Supremo Gobierno, se planteara nuevamente asumir el control de los fondos de las cofradías. De ahí que el siguiente paso fue emitir el 27 de octubre de 1847, un acuerdo por el cual Supremo Gobierno recordaba a las municipalidades que donde existieran fondos de cofradías estos debían organizarse de acuerdo a la cédula de 1805. A continuación se exponen los aspectos centrales de esa importante disposición: “ El Supremo Gobierno en consideración a que por decreto lejislativo de 12 de octubre de 1838, está prevenido que los fondos de cofradías que no correspondían a los estinguidos conventos, sean administrados con arreglo a las cédulas de 15 de octubre de 1805 que se refiere a las de 27 de diciembre de 1802, que estas cédulas establecen las reglas con que las llamadas juntas de cofrades deben obrar en la administración de dichos fondos, i que esto no obstante, hai pueblos, en donde no existen las espresadas juntas i los fondos de cofrades, por este motivo, se hallan en abandono en contravención a los fines con que aquellos se establecieron, ha tenido a bien acordar: Art.1º. Los Prefectos de los departamentos donde hayan tales fondos, bajo su más estrecha responsabilidad, harán que desde luego se organicen las precitadas juntas de cofrades con arreglo a la lei. 16 Art.2º. Los mismos Prefectos, o por su impedimento, la persona de confianza que ellos nombren, presidirán las enunciadas juntas en cumplimiento de lo dispositivo en la mencionada cédula de 15 de octubre de 1805. León, octubre de 1847.”( De la Rocha, 1873: 380) El acuerdo legislativo reafirmaba la autoridad que tenían los prefectos sobre los fondos de cofradías que existieran en su jurisdicción. Por medio de las llamadas juntas de cofrades, debían ejercer un estricto control sobre los bienes y fondos, pero sin descuidar los compromisos religiosos de las cofradías tanto con el culto a las imágenes, como del abastecimiento ordinario de las parroquias. El decreto del Supremo Gobierno iba acompañado de las disposiciones originales contenidas en la cédula de 1805, con el objetivo de dotar a los Prefectos de los instrumentos legales para hacer frente a los inevitables conflictos que se desarrollaron entre la iglesia y las autoridades civiles locales. Al poco tiempo los problemas no se hicieron esperar. En 1849, estalló un conflicto entre indios y ladinos del pueblo de Comalapa, por los derechos de propiedad sobre los bienes de la Cofradía de Candelaria. Un análisis de los documentos sobre el caso reflejaron, por un lado, las contradicciones entre las autoridades civiles y la iglesia, respecto al cumplimiento de las disposiciones contenidas en el decreto de octubre de 1847, y por otro, las tensiones sociales que provocaba la presencia de los ladinos en los núcleos de población india. 17 En el caso de Comalapa, los ladinos reclamaban a las autoridades eclesiásticas que les restituyeran los derechos sobre los bienes de la cofradía de Candelaria, ya que los indios estaban dilapidando los fondos. Por su parte el cura del pueblo presbítero Jacinto Dumas, en las indagatorias seguidas a solicitud de la Vicaría Eclesiástica, se inclinó a favor de los ladinos destacando que: “ desde que fui destinado a este beneficio que hace largo espacio de catorce años, he oído decir a personas viejas y de reconocida honradez, que la cofradía de Nuestra Señora de Candelaria, fue creada por los ladinos y haciéndoles ver algunas objecciones sobre porque no la manejaban ellos, me dijeron que el haberlos puesto bajo la inspección de los indios fue por ayudarles en algo a la sostención del cura, porque como eran muy pobres no podían sin ese auxilio soportar esa carga...” 17 En otra parte del escrito, el cura confirmaba la versión de los ladinos acerca de deterioro en que se encontraban los fondos de la cofradía: (...) así mismo me consta que los indios la deterioran y se patentiza porque cuando dice estaba para satisfacer con desahogo las pensiones que han tenido como son: misas mensuales, solemnes, y los otros gastos necesarios para el culto divino y la presente para dar de lleno a estas cargas sería necesario para el culto divino gravar más y más la cofradía y la conclusión por lo poco que ha quedado, lo más es menudencia y así por esto, como por el mal manejo que han tenido: los préstamos que se hacen nunca los devuelven(...) por lo cual no hay una persona capaz para que maneje con orden dicha cofradía por cuyas razones lo considero mejor en poder de los ladinos, puesto que las miras de ellos es asegurarlo para sostener dicho culto...” 18 18 El conflicto entre los ladinos e indígenas de Comalapa duró un año. En 1850 las autoridades civiles recomendaban a la Vicaría Eclesiástica que para emitir un fallo que diera por concluido el caso, era necesario tomar en consideración la resolución legislativa que regía para la administración de los fondos de las cofradías. Por consiguiente el fiscal recordaba a la Vicaría Eclesiástica que al Ordinario Eclesiástico le correspondía velar porque los fondos de las cofradías fueran, “administrados con pureza y exactitud, de suerte que se lleven los objetos piadosos de su fundación, independientemente que la cofradía este bajo administración de ladinos ó de los indígenas, lo demás está fuera de la esfera que alcanza su autoridad administrativa en correspondencia a este ramo...”19 Seguidamente, insistía en el cumplimiento de las disposiciones que existían para la administración de los fondos de sus fondos: “ La real cédula de 15 de octubre de 1805, es la regla o norma que debe guardarse en cuanto a las cofradías y su observancia es la única que está recomendada a los muy Reverendos Obispos de estos dominios, principalmente después que se dio la ley de 15 de octubre de 1838 que le da vigor y fuerza de en este Estado. Por consiguiente a los Jueces Eclesiásticos corresponde solamente hacer que la cofradía de que se trata, se administre por su respectiva junta, sea de ladinos ó de indíjenas, en la forma en que previene dha cédula(...) ésta según el art.9º. de la espresada cédula por lo que corresponde a las autoridades civiles, mayormente tratándose como se trata de los bienes en que consiste por el orijen de su fundación y cuando por el art.6º.declara que no se entiendan espiritualizados en tiempo alguno; único caso en que pudiera competir su conocimiento a esta jurisdicción eclesiástica”. 20 19 Para finalizar, cabe señalar que la Vicaría Eclesiástica emitió la resolución del caso de la cofradía de Candelaria favor de los ladinos del pueblo de Comalapa, tomando en cuenta las observaciones de las autoridades civiles. CONCLUSIONES.A partir de 1750, el estado español intensificó los ataques contra el patrimonio de económico de la iglesia. Las reformas borbónicas adoptaron medidas que contribuyeron a restringir muchos de los beneficios que los curas obtenían de los indios, especialmente respecto a los fondos de las cofradías. La ofensiva contra las bases económicas de la iglesia, se incrementó en los primeros años del siglo XIX, al amparo del decretó de Consolidación de los Vales Reales. Este mecanismo le permitió a la Corona incautar una buena parte de los bienes de la iglesia en general, y de las cofradías en particular; a pesar que éstas no estaban incluidas en esa disposición. La invasión napoleónica a la Península Ibérica, abrió un espacio temporal que permitió a los grupos liberales, implementar acciones contra el patrimonio y privilegios de la iglesia, que se pusieron en práctica entre 1812 y 1814. En la década siguiente, al producirse la independencia de España, la iglesia se las ingenió para conservar sus fueros y privilegios y preservar pura e inalterable la religión católica. En Centroamérica, el fracaso de la anexión al Imperio de Iturbide, permitió a los grupos liberales, instaurar un gobierno federado, que abarcó a los cinco países del área. No obstante, la Carta Magna de 1824, no fue adversa a los intereses de la iglesia. Mantuvo el reconocimiento de la religión católica, como oficial, lo cual se hizo extensivo en la Constitución de 1826, que suscribió Nicaragua como estado federado. Sin embargo los liberales que actuaron en el escenario político de las naciones 20 centroamericanas durante la primera mitad del siglo XIX, contemplaron en sus programas medidas anticlericales tales como la desaparición de las órdenes monásticas, abolición de los fueros y privilegios del clero; y terminar con las fuentes de enriquecimiento de la iglesia. Durante la primera mitad del siglo XIX en Nicaragua, se realizaron intentos por limitar el poder económico de la iglesia. En el período federal sé decretaron leyes adversas a los intereses económicos de la iglesia. Las órdenes religiosas fueron expulsadas del país y sus bienes fueron incautados por el estado. Así mismo, se procedió al arrendamiento de todas las cofradías que pertenecían a los indios, destinándose una parte de sus réditos para el culto y la otra, pasó al estado para el fondo de instrucción pública. Por otra parte, se retomó la obligación que tenían las cofradías de pagar el diezmo, por los productos que cosechaban en sus tierras. Los intentos de regulación del estado de los bienes de las cofradías a lo largo de la primera mitad del siglo XIX no fue una tarea fácil para las clases gobernantes que se toparon,con la oposición de los párrocos que vieron fortalecido su poder a nivel local después de la independencia, al producirse el rompimiento de los nuevos estados con Roma. En Nicaragua, el papel que jugó la institución eclesiástica en apoyo a la legitimidad del poder de las clases gobernantes en las décadas posteriores a 1821, mediatizó los esfuerzos del Estado a través de las municipalidades de liquidar los bienes de las cofradías y poder contar con una fuente de ingresos que les permitiera solventar la asfixiante situación económica que provocó la anarquía que imperó en el país en las décadas posteriores a la ruptura con España. Este proceso se completó hasta finales del siglo XIX. 21 FUENTES PRIMARIAS.Archivo Diocesano de la Ciudad de León. Citado como (AHDL). Fondos: Cofradías y Juzgado Eclesiástico. FUENTES HEMEROGRAFICAS.Periódico : Rejistro Oficial. Ejemplar empastado correspondiente al año 1846-1847. Hemeroteca del Instituto de Historia de Nicaragua y Centroamérica. FUENTES SECUNDARIAS :.1. Burns, Bradford. “Patriarcas y Pueblo. El Surgimiento de Nicaragua. 1798-1850”. Traducción y Notas por Frances Kinloch Tijerino. EN: Taller de Historia No.5. Instituto de Historia de Nicaragua, 1993. 2. Código de la Legislación de la República de Nicaragua en Centroamérica. Comp. por Jesús de la Rocha. – Managua: Tipografía “El Centro-Americano”, 1873. 3. Fonseca Corrales, Elizabeth. Centroamérica: Su Historia. San José, Costa Rica: FLACSO_EDUCA, 1996. 4. Fonseca Corrales, Elizabeth. “Economía y Sociedad en Centroamérica (1540-1680). En: Historia General de Centroamérica. Tomo II, Capítulo II.—San José: FLACSOPrograma Costa Rica, 1994. 5. “Las Locuras de Granada”. Décimas de Fray Desiderio de la Quadra, 1824. Transcripción, y Notas Introductorias por Frances Kinloch Tijerino. En: Revista de Historia. No.2. Instituto de Historia de Nicaragua, 1. Número especial 1992-1993. 22 6. Memoria Con Que El Ministro de Hacienda del Supremo Gobierno del Estado de Nicaragua Ha Dado Cuenta A La Asamblea Legislativa Del Mismo de la Administración del Poder Ejecutivo en el Año de 1845. Y parte del de 46. San Fernando: Imprenta Minerva, julio 1846. 7. Fonseca Salgado, Francisco. Relaciones entre la Iglesia y el Estado Nicaragüense. Desde el punto de vista jurídico: Concordato 1861. Managua: UCA, 1992. Tésis de Licenciatura. Facultad de Ciencias Jurídicas. 8. Solórzano, Juan Carlos. “Los años finales de la Dominación Española”. En: Historia General de Centroamérica. T.II . 2da. Edic.- - San José, Costa Rica: FlacsoPrograma Costa Rica, 1994. 9. Townsed Ezcurra, Andrés. Las Provincias Unidas de Centroamérica.- -San José, Costa Rica: Editorial Costa Rica, 1973. 10. Zuñiga, Edgar. Historia Eclesiástica de Nicaragua.—2da. Edición- Managua: Hispamer, 1996. 23 NOTAS Y CITA 1 El capítulo 14 de la Real Instrucción decía: ”se exceptúan de las reglas anteriores las cofradías que sean puramente de indios, pues no se han de enajenar sus bienes y propiedades, ni hacerse con ellos la menor novedad”. En: Historia de los pueblos indígenas de México. De la Costa a la Sierra. Las huastecas:1750-1900. A su vez tomado de: Solano Francisco. (Comp). Cedulario de Tierras(1497-1820). México:UNAM,1984. p.520. 2 AHDL. Fondo Cofradías. Exp.1810. 3 Después de la Independencia, la iglesia desempeñó un rol importante en la organización de la vida cotidiana de los pueblos centroamericanos. En el caso de Nicaragua el papel de la iglesia en la organización de la sociedad fue más fuerte, las élites tanto conservadoras como liberales(debido a su fragilidad política), mantuvieron relaciones armoniosas y de mutua colaboración con la Iglesia Católica, lo cual no sucedió en los demás Estado centroamericanos. En las constituciones políticas promovidas por ambos partidos, el catolicismo gozaba de privilegios como religión oficial del Estado y los clérigos ocupaban puestos de importancia en los gobiernos de ambos signos ideológicos”.(Bradford Burns. Patriarcas y Pueblo. El Surgimiento de Nicaragua. 1798-1850. Trad. Y Notas de Frances Kinloch. En: Talleres de Historia,No.5. Instituto de Historia de Nicaragua, 1993. p.12) 4 El texto completo de la moción quedó de la siguiente manera:”1º. Se exigirá por una sola vez la contribución de siete por ciento sobre el valor líquido de todas las fincas pertenecientes a comunidades eclesiásticas, seculares y regulares, e igual cantidad se exigirá en los mismos términos de los fondos correspondientes a cofradías, hermandades y obras pías, con excepción, solamente, de aquellos que estén destinados a la instrucción pública y al sostenimiento de los hospitales.2º.El Gobierno excitará el celo de los Prelados eclesiásticos a fin de por su parte concurran facilitando los auxilios propios de sus facultades y de que los Intendentes puedan necesitar para que sin perder momento, y con la actividad que exigen las circunstancias se lleve a cabo en todas las Provincias Unidas la contribución decretada en el artículo precedente.3º. Con igual mira dispondrá el gobierno se forme la correspondiente instrucción sobre las reglas que deberán observarse en todo lo que concierne a la fijación de la cuota que debe exigirse por cada posesión de las que resulten afectadas a la contribución, y la que corresponda a las cofradías y hermandades de cualesquiera clase, para que obteniendo la aprobación de la Asamblea surta sin demora los efectos correspondientes”. En: (Towsend E., 1973:374) 5 AHDL. Cofradías. Exp. 1827. 6 ibid 7 ibid. 8 ibid. 9 El texto íntegro del decreto puede consultarse en: Código de la Legislación de la República de Nicaragua en Centroamérica. Comp. Por el Lic. Jesús de la Rocha. —Managua: Imprenta de “El Centroamericano”, 1873. pp .373-374. 10 11 Registro Oficial, No.80. 12 de septiembre de 1846.” Informe del Prefecto del Departamento Meridional al Señor Ministro de Relaciones del Supremo Gobierno del Estado. Rivas, 14 de julio de 1846”. 12 Ibid. 13 Registro Oficial. León, Sábado 10 de Enero de 1846. No.51. 14 Memoria con que el Ministro de Hacienda del Supremo Gobierno del Estado de Nicaragua, ha dado cuenta a la Asamblea Legislativa del mismo de la Administración Económica del Poder Ejecutivo en el año de 1845. Y parte del de 46. San Fernando: Imprenta Minerva, julio 1846. P.2 15 Informe del prefecto ... ibid. 16 Registro Oficial, No.67. 2 de mayo de 1846.”Discurso del Supremo Director José León Sandoval”. 17 AHDL. Cofradías. Exp. 1849-1850. 18 Ibid. 19 Ibid. 20 Ibid.