Hegel considera que hay un primado del “devenir”, un devenir donde coexisten lo temporal (tiempo) con lo intemporal (espíritu) y en donde la temporalidad es una manifestación de la idea, ya que en la coexistencia de tiempo y espíritu, el espíritu en sí es eterno y el tiempo es sólo espíritu en cuanto se despliega. Por tanto, el devenir, según Hegel, representa la superación del puro “ser” y de la pura “nada”, los cuales llegarían a ser idénticos. Puede interpretarse que Martin Heidegger, al interpretar al Hombre como un “dasein”, y no como un ente más, que es el modo de “ser” propio del hombre de un “ser ahí” o de existir como un “estar abierto al mundo”, efectivamente lo estaría interpretando en función de una temporalidad en la que el Tiempo es el horizonte de sentido de la existencia humana. Esto es, no interpreta el Hombre como un sujeto en el mundo, ni como un mundo en el sujeto, sino como una realidad total y continua. En Heidegger, una cosa es el-estar-presente y otra distinta es el-estar-a-la-mano; los que estánpresentes son los objetos y los que están-a-lamano son los útiles. El filósofo español Juan A. Nuño27 advierte cómo en el contexto presocrático lo más tradicional es oponer al Heráclito del “devenir mutable” ante el Parménides del “ser permanente”, como si se tratara de la simple oposición entre dinamismo e inmovilismo. Heidegger parte de esta distinción para tratar de establecer una equivalencia temática de Parménides y Heráclito afirmando que uno y otro dicen lo mismo, aun cuando en apariencia se contradigan, puesto que los dos hacen descansar su pensamiento en la “permanencia del ser del ente”. Es frecuente encontrarnos en los estudios académicos y ciertas sinopsis filosóficas con el lugar común de retransmitir la idea de una teoría del tiempo en M. Heidegger basada en la tradicional separación entre los dos pensadores, pero el novedoso aporte de Nuño está en encontrar una relación de complementariedad entre Heráclito y Parménides, La verdadera diferencia entre Heráclito y Parménides radica en que el pensamiento del primero se caracteriza por la permanente interpretación “temporal” de la naturaleza al registrar la duración de los fenómenos y la conservación de los estados “temporales” referidos al movimiento de los seres, y el pensamiento del segundo es propio de una visión “atemporalista” del universo. Podría encontrarse en Heráclito cierta idea de considerar una identidad constante en el movimiento de los seres, pero esto no da como para despojar irresponsablemente el “devenir” de su concepción cosmológica. Heráclito de Éfeso no es ajeno a los desarrollos del pensamiento de Mileto, en el que se presenta el “ser” en los tres estados temporales (pasado, presente, futuro) de la realidad, sin oponer tajantemente ser y devenir, puesto que el devenir también es presente, pero no se reduce el fluir a un solo estado presentista (atemporal) como en Parménides de Elea. Las interpretaciones sobre el dinamismo de Heráclito se han suscitado por la introducción que éste hace de cierta idea de eternidad (siempre) en su cosmogonía: “ este mundo ... no ha sido hecho ni por los dioses ni por los hombres, sino que siempre fue, es y será ... “; que en palabras del atemporal Parménides, para quien el estado presente es el único modo del ser del ente, sería: “ este mundo ... no ha sido hecho ni por los dioses ni por los hombres, sino que permanentemente es ... “ El Tiempo no cuenta en el “ser” de Parménides, sino que sus determinaciones son esencialmente “espaciales”, por lo que resulta demasiado forzado encontrar que el “devenir” de Heráclito es ni más ni menos que la misma “permanencia” de Parménides; porque, según Heidegger, el “ser” se reúne en sí y consigo y desde sí en el “presente”. Esto es, admitir el “ser”, tal como lo tuvo que hacer Heráclito, no es quedar desvinculado de cualquier posible concepción dinamicista del universo, puesto que es falso el dilema “ser” o “devenir”. Por tanto, la distancia entre Heráclito y Parménides no se debe al “ser” ni al “devenir”, sino por sus cosmovisiones naturalista (temporal) y logicista (atemporal), en las que para Heráclito (naturalista) las dimensiones temporales de todo proceso físico son pasado, presente y futuro, mientras que para Parménides (logicista) el fluir temporal es reducible al único estado “presente”. 27 Nuño Juan, Heidegger sobre “ser” y “devenir” en la filosofía presocrática, Historia, Lenguaje y Sociedad, Editorial Crítica, Barcelona, 1989, pág. 60 El Gran Concilio 59