278 LA NOVELA GóTICA Y EL MAR Hoy en día reconocemos la influencia de lo gótico no precisamente en los nuevos edificios o catedrales de reciente construcción pero sí en otros ámbitos muy distintos y, en ocasiones, inesperados. En el cine, lo gótico se refleja en todas las historias de terror, sangre y sadismo que, con o sin vampiros, frecuentan las pantallas. Por las calles de las grandes urbes, cruzan jóvenes con pelos de punta, orejas, labios y carrillos perforados por aros y abalorios, vestidos con botas, chalecos y pantalones negros, en los que tachuelas metálicas incrustadas denuncian que estamos ante un tipo gótico. La música también debe su tributo a este fenómeno, que comenzó a finales del siglo XX con el punk, el grupo «The Doors», y David Bowie con su parafernalia medieval. Hoy en día tenemos un ejemplo reciente en los escenarios de Gothan City de las historietas y el cine. Mi interés en estas líneas se cifra en invitar al lector a comprobar si la novela gótica ha influenciado los relatos de mar y el dramatismo que los suele caracterizar. F a A mediados del siglo XVIII aparece en Inglaterra un género literario que alcanzará una gran popularidad y que, a pesar de su efímera plenitud, ejercerá una gran influencia sobre lo que luego vendría en llamarse el romanticismo, conocido movimiento cultural del siglo XIX europeo que ha tenido expresión en todas y cada una de las ramas de las bellas artes. Se trata de la novela gótica. Si hubiera que resaltar algún elemento característico del mismo que nos permitiera formular una definición escueta y sencilla, este sería la continua inclusión en su trama y desarrollo de efectos y elementos de carácter mágico adobados con situaciones terroríficas. Todo ello en un entorno sin precisar con exactitud en el tiempo, pero que acude con frecuencia a la Edad Media para situar su trama y a un mundo medieval estrictamente unido a lo sajón. Edificios y ruinas de castillos y monasterios como reliquias evocadoras de un pasado lleno de esplendor y de un aura de misterio y de románticas situaciones, emociones, horrores y traiciones. Miguel Ángel Fernández y Fernández Los lugares escogidos y los paisajes que los rodean juegan un papel importante a la hora de despertar sensaciones de enorme grandeza, con oscuros y neblinosos páramos, con una desolación y soledad presente, tangible, descritos con la grandilocuencia del melodrama. Paisajes sombríos referidos a un momento en el que su carácter toma mayor importancia por las circunstancias temporales que lo acentúan como las horas finales del día cuando la luz declina y amenaza con desaparecer. Efectos atmosféricos coadyuvantes, como el frío, una tormenta, o una tempestad de lluvia o nieve son también otros elementos muy socorridos para conseguir los fines deseados. Y que no falte el sonido de campanas que tañen lúgubre, rítmicamente en la noche oscura, siempre anunciando desgracias sin fin. Con frecuencia, es un sueño o un estado de duermevela del personaje principal o de uno de ellos la situación a partir de la cual comienza el relato. Es un artificio necesario, que permite cerrar la parte anterior para servir de tránsito hacia la parte siguiente y diferente. El personaje en cuestión abandona la situación precedente y trasciende a la nueva donde todo es distinto. Una vez asentado en esta nueva situación puede incluso recibir instrucciones y recomendaciones que deberá seguir en su comportamiento posterior o advertencias útiles para evitar los peligros que le amenazarán, para escapar del laberinto imaginado y de su minotauro particular. Los sentimientos expuestos en el transcurso del relato nunca son de carácter amable y contenido, siempre han de estar expresados de manera que quede evidente su grandeza tumultuosa. Sucede en las narraciones que los hechos abruman a los personajes que cargan sobre sí una tragedia o una maldición, mientras se encaminan hacia su inevitable y destructivo fin. Los aspectos negativos de la personalidad humana, la maldad, la envidia, la deslealtad o la crueldad logran estar presentes desde una visión que ayuda a provocar en el lector una insana fascinación por todos estos aspectos negativos de la personalidad de los atribulados personajes. El culpable, en su origen, de todo esto es Horace Walpole hijo de Robert, que fue conde de Oxford y vivió desde 1717 hasta 1797. Nació en Londres, estudió en el Eton College y en la Universidad de Cambridge. En 1741 fue elegido parlamentario, situación que no abandonaría hasta su jubilación en 1768. Su novela El castillo de Otranto fue publicada cuando el conde tenía cuarenta y siete años. Esta obra no solamente es considerada la primera novela gótica sino una de las que más ediciones ha tenido a lo largo del tiempo, desde su primera, en 1764. 279 A Walpole le siguieron muchos que configuran una larga lista de escritores «góticos». Entre ellos, por solo citar los más conocidos: Nathaniel Hawthorne, Rudyard Kipling, las hermanas Brontë, Daniel Defoe, Daphne du Maurier, Goethe, Jack London, Ann Radcliffe, Bram Stoker. Si se procede a una lectura detenida de sus novelas góticas clásicas se pueden identificar los principales elementos que la definen, porque su repetición sugiere un canon en el que se mueve este tipo de novela: • No se tratan situaciones ordinarias de la vida. • Los protagonistas son obligados a vivir en el terror y se recrean de forma grandilocuente situaciones horribles para producir un estado de terror en el lector. Se controla la respuesta emocional del lector. • Suelen situarse en un entorno intemporal. Lugar y tiempo son universales. • Toda mente está al borde de la locura o puede estarlo. • El personaje está en un estado de duermevela. La vida es un sueño y la muerte un despertar. • Ausencia de situaciones amables. No suelen tratar de amor. El terror es a veces contrastado con la piedad o la bondad como alternancia de pasiones, para mantener el interés. • El personaje carga con una condena que le suele llevar a su destrucción, un secreto horrible o una maldición hereditaria. El protagonista tiene coraje y quiere sobrevivir. • Puesta en escena tenebrosa: montañas escarpadas, desfiladeros, caídas de peñascos, escaleras tortuosas de piedra, sótanos F a Esta ambientación no constituye una función secundaria sino principal: la fascinación por el terror. Así, el relato se cierra alrededor del hecho terrorífico siendo éste el elemento principal de disfrute, a través de las especiales sensaciones que su lectura produce. Se crea una situación donde lo maravilloso y lo sobrenatural están arropados por unas circunstancias sugerentes. La soledad del sujeto de la acción marca un modo y una actitud frente al entorno y donde son muy importantes la compañía coyuntural de toda clase de elementos físicos tales como la oscuridad, el silencio controlado y protagonista, los ruidos extraños y difíciles de identificar que resultan fácilmente relacionados con elementos sobrenaturales fuera del control del sujeto de la acción. El escenario y la puesta en escena han de contribuir decididamente a conseguir el efecto que se propone el relato: infundir y crear en el lector un estado de terror o un sentimiento terrorífico. LA NOVELA GOTICA Y EL MAR 280 y repentino, como el golpe súbito de un frasco de cólera. Pareció explotar todo alrededor del barco con una enorme conmoción y un torrente enorme de agua, como si un inmenso dique hubiera volado desde barlovento… Typhoon, Josep Conrad en penumbra, pasadizos subterráneos, oscuridad, estrechez, secretismo, tinieblas, cuevas rocosas, claustros solitarios, ruinas de iglesias y castillos, aderezados con frío, tormenta, nieve y lluvia. Ruinas góticas entre dos luces, en la niebla. • Sin límite a la imaginación. • Fatalidad amenazante. La amenaza es como un reto a superar. F a Si en El castillo de Otranto el personaje es el castillo mismo, omnipresente en toda la trama, en las novelas y relatos góticos de mar, el personaje es el mismo mar que condiciona a los atrevidos navegantes que osan surcarlo y que ofrece una variedad de situaciones: tormentas, olas, calmas, extrañas islas, seres fabulosos y monstruos marinos, a disposición del narrador. …las negras figuras de los hombres encerrados en el puente, las cabezas hacia adelante, como petrificadas durante la cabezada. La oscuridad palpitaba sobre todo esto, hasta que al final llegó la cosa. Fue algo formidable Veamos cómo se traducen estos elementos a las novelas ambientadas en entornos marítimos: Una travesía por mar es de suyo extraordinaria y proporciona el primer elemento para la narración góticoromántica. Las situaciones que ofrece un viaje por mar y las peripecias que en él ocurren se alejan de la rutina de la ciudad o el campo. Aunque el suceder de los días implica también en la mar tedio y rutina, los factores que introduce la naturaleza alejan el comportamiento de las personas a bordo de lo que se pudiera llamar una situación ordinaria. La mar, por sí sola introduce el misterio y el terror a lo desconocido y a lo sobrenatural. A poca habilidad que el escritor tenga, el terror se instala fácilmente en la mente del lector, obligado a participar de esa atmósfera ominosa. Los viajes por tierra han cambiado sensiblemente con los caminos, las carreteras, el paisaje diferente año tras año. Sin embargo, los viajes por mar siguen teniendo el mismo decorado siglo tras siglo. La mar sigue imponiendo su ley implacable a los que la surcan. A pesar de los avances tecnológicos, los tempos siguen siendo parecidos; el tiempo, el lugar y hasta el temor son trasladables de una época a otra. El confinamiento en los límites físicos de un barco y las inclemencias del tiempo y la mar hacen que los viajeros marítimos estén, con frecuencia, al borde de la obsesión, del desequilibrio, de los trastornos psíquicos. Durante el conflicto con Canadá en 1995, conocido como «La guerra del fletán», hubo que evacuar a uno de los inspectores pesqueros de la Comunidad Europea porque no fue capaz de aguantar las durísimas condiciones de mar reinantes y su comportamiento psíquico aconsejó su desembarque. De esta dura realidad a su utilización y exageración por el novelista sólo hay un corto y fácil paso. Es un dicho marinero popular que la mar siempre da hambre, frío y sueño, es decir, las condiciones idóneas para ese estado de duermevela del que se aprovecha el escritor para facilitar el relato y los tránsitos entre escenarios. En cuanto al amor, poco que decir. Rara vez se produce este fenómeno pues la mar es un asunto generalmente relegado a los hombres, aunque hoy en día la mujer haya irrumpido también en esta área con sus derechos legítimos. Así pues, las relaciones entre hombres no suelen ser de carácter amable o bondadoso, pues la disciplina necesaria a bordo hace que sea moneda corriente el castigo físico, el maltrato y la brutalidad. En ocasiones se introduce el romance con un elemento femenino inesperado o los buenos sentimientos para poner un contraste que haga más digerible la narración por el lector, ante tanto horror continuado. Es relativamente sencillo, en el ambiente marino y por la intemporalidad de que antes hablábamos, introducir una maldición o superstición arraigada para justificar la fatalidad que persigue a los protagonistas. Los marineros, entre los que Miguel Ángel Fernández y Fernández Hace unos años visitando el portaaviones francés Charles de Gaulle —que sufrió una serie de inexplicables averías y retrasos en su alistamiento— descubrí que en el lugar de descanso, en medio de la cámara de oficiales había una gran pecera con muchos peces de colores en su interior, de largas colas y ojos de cupletista. Horrorizado se lo dije al comandante del gran navío advirtiéndole que tenían que desembarcar semejante ultraje a las creencias marineras y que la mala suerte desaparecería. Aquel francés ignorante mostró un desdén considerable por mi sabio consejo y, evidentemente, no prestó la atención que aquel grave asunto se merecía puesto que su mala suerte continuó. Existen, como se ha visto, vínculos entre la novela gótica y los relatos marítimos gótico-románticos y, con el único objeto de invitar a su apasionante lectura, haremos un repaso por unas cuantas obras señeras de estos relatos, resaltando sus elementos característicos. LOS BOTES DEL GLEN CARRIG William Hope Hodgson (Inglaterra, 1877/1918) Las novelas de Hodgson anunciaron el terror moderno. Sus experiencias como marino mercante durante ocho años propiciaron que varias de sus novelas se desarrollaran en el mar. Su muerte prematura a los cuarenta años, en el frente de Francia en la Primera Guerra Mundial, privó a la literatura de terror de un valor firme que todavía hoy en día no es muy reconocido. La mar superior a arbolada se denomina en lenguaje técnico marítimo «montañosa», aquí tenemos ya las montañas escarpadas, más peligrosas aún por su propio movimiento. Los desfiladeros son los pasos angostos entre escollos y rompientes amenazadoras. Con el viento y las violentas cabezadas y balances se producen roturas de mástiles, rifado de velas. No faltan oscuras cuevas en la costa que alojan tesoros de piratas o contrabandistas, cofres con inconfesables secretos enterrados, el buque fantasma errante entre la niebla, navíos que navegan en alta mar abandonados o habitados por seres fantásticos irreales, barcos varados en lejanas playas exhibiendo sus descarnados costillares por el embate del sol y las mareas, todo aderezado con calor o frío extremos, tormenta, nieve, niebla y horripilantes monstruos marinos… Goticomar. «Los botes…» es el recuento de sus aventuras en extraños lugares de la Tierra, después del hundimiento del Glenn Carrig, al golpear una roca escondida en los desconocidos mares del sur. Cumple con muchos de los requisitos comunes a la novela gótica, recreando continuamente situaciones terroríficas que paralizan el corazón del lector. El protagonista está en una especie de somnolencia y sobresalto continuo, con un ojo siempre abierto ante las asechanzas de los enemigos, de los monstruos de variado tipo que desfilan por la novela, ante los que el protagonista hace gala de su voluntad de vencerlos y de sobrevivir. Los extraños ruidos, las presencias reales o imaginadas proveen la atmósfera adecuada de terror. Aquí no hay viejos edificios, catedrales góticas, pero son reemplazados por la inmensidad del océano, por la mar tormentosa, el viento ululante, las negras nubes 281 F a me incluyo, son muy dados a creer en esas patrañas. Aun hoy se considera motivo de mala suerte llevar mujeres a bordo, o tener una pecera a bordo con peces vivos. LA NOVELA GOTICA Y EL MAR F a 282 Doré. Miguel Ángel Fernández y Fernández 283 como catedrales, los relámpagos y los truenos. Mares de ominosas algas verdes, enormes cangrejos, cementerios oceánicos de barcos, calamares gigantes de largos tentáculos, una isla misteriosa cubierta de hongos peligrosos y habitada por hombres-alga… hasta la salvación en un final en el que el terror se ve mitigado por un breve romance donde, como contraste, afloran los buenos sentimientos. Es la maldición del mar y de sus peligros, ese mar que, como bien decía Conrad no concede favores al que no sabe surcarlo con mano firme y valiente corazón. La Balada del viejo marinero narra cómo los marineros de un barco maldito mueren de sed porque supusieron que un inocente albatros fue el culpable de la niebla persistente y aprobaron que uno de ellos matara al animal, hecho que desencadenaría una serie interminable de fatales desgracias. La fatalidad, la maldición, la anuncia el marinero en la parte II: «And I had done a hellish thing, And it would work´em woe: For all averred I had killed the bird that made the breeze to blow. (He hecho una cosa infernal / y les traerá la desgracia / Por todo lo dicho he matado al pájaro / que hace soplar la brisa). La balada es, pues, heredera de los elementos que adornan la novela gótica: es intemporal, hay terror, locura, maldición y dramática puesta en escena oceánica. Tiene un sentido moral que se desprende de la actuación equivocada de su protagonista y de la expiación de su error con la prolongación eterna de su maldición. El último verso trae una moraleja final… «A sadder and wiser man», un hombre más triste y más sabio. No puedo dejar de ligar este poema «gótico» con la edición ilustrada que publicó, en 1875, Gustave Doré, uno de los trabajos que más le complacieron al ilustrador. Para esta balada Doré contribuye al ambiente espectral y terrorífico que narra el viejo marinero con imágenes que refuerzan la intensidad del relato, los espacios vacíos, las tormentas, los hielos, el Antártico y los peligros del vasto e ignoto océano, que enmarcan el crimen del marinero y convocan a los monstruos abismales. F a LA BALADA DEL VIEJO MARINERO Samuel Taylor Coleridge (Inglaterra, 1772/1834) Coleridge, el menor de los trece hijos del vicario de Ottery St. Mary, Devonshire. Fue un firme creyente en la bondad de la Revolución Francesa que iba a traer una reconstrucción general de la civilización. Fue un intelectual, pero no un poeta intelectual. De él se dice que es esencialmente un poeta de los sentidos y del espíritu. En sus poemas Coleridge ve al sol, a la luna y las estaciones, los cielos como apariciones, con algo de delirio y de un elemento mágico irresistible. Su amistad con Wordsworth produjo el trabajo conjunto, las Baladas Líricas, que supusieron el comienzo del movimiento romántico inglés. LA NOVELA GOTICA Y EL MAR 284 MANUSCRITO HALLADO EN UNA BOTELLA Edgar Allan Poe (EE.UU., 1809/1849) Poe nació en Boston, hijo de padres tuberculosos que lo dejaron huérfano cuando tenía sólo dos años, tras lo cual fue acogido por sus parientes. Tuvo una vida difícil marcada por la pobreza, la rebeldía, la depresión y el alcohol que no soportaba bien. Sus cuentos y poesías han hecho de él una referencia cuando se habla de terror. La narración del «Manuscrito…» se sitúa en remotos lugares, en la Isla de Java y su protagonista es un joven melancólico que realiza un tortuoso viaje en barco donde caben la tempestad, la colisión, barcos extraños y un final ominoso. Es una historia increíble, intemporal donde prima el desvarío entre un furioso mar de espuma, olas enormes, oscuridad, terror supersticioso. La tripulación del enorme navío donde acaba el viajero está llena de almas en pena envejecidas, tripulantes fantasmas de siglos anteriores. La narración progresa a un ritmo vertiginoso y culmina: F a … Los círculos se estrechaban con rapidez… nos precipitábamos furiosamente en la vorágine… y entre el rugir, el aullar y el atronar del océano y de la tempestad el barco trepida… ¡Oh, Dios!… ¡ y se hunde…! NARRACIÓN DE ARTHUR GORDON PYM Edgar Allan Poe Es Julio Cortázar quien en el prólogo de la edición de Alianza Editorial afirma… «Y este silencio tiñe todo el libro con un horror sagrado, insinúa un sentido ambiguo en cada escena anterior, enriquece misteriosamente el relato y a la vez lo desnuda de su fácil truculencia para dejar entrever, detrás de esas matanzas, ese canibalismo, esa exhibición de cadáveres descompuestos, un signo profundo del hombre en lucha consigo mismo o con el destino». Poe, para construir esta novela, extrae de la literatura de la época elementos en los que apoya su relato como «La balada del viejo marinero» o el «Holandés errante». Además, echa mano de su experiencia personal y de la información oficial de la época muy interesada en los viajes polares. Así, orquesta un libro en el que las circunstancias, el decorado, el ambiente son poderosamente góticos, tornándose las mazmorras en lúgubres y claustrofóbicas bodegas, sucediéndose la podredumbre, el hambre y terribles desgracias. El castillo es, una vez más, el barco y sus bodegas; el mar actúa como escenario amenazante y no falta un misterioso final en la forma de la escritura secreta, las misteriosas inscripciones talladas y el simbolismo del blanco creciente del mar, la «lluvia blanca y cenicienta» y sus alusiones y juegos de referencias cultas literarias, como en el rey Tsalemon. Miguel Ángel Fernández y Fernández Se ha discutido mucho sobre el abrupto final de su novela. Creo que, simplemente, se cansó. Hay que tener en cuenta que es la única novela de Poe, a quien los cuentos, las historias cortas, le resultaban más manejables; la relación de desgracias tan continuadas sin introducir elementos que atraigan al lector y sin una trama calculada de principio a fin, parecen ser algunos de los motivos que indujeron al autor a finalizar su obra antes de tiempo. Quizás haya influido también el frecuente estado de embriaguez que lo predisponía al arrebato pero que no favorecía el hilo concienzudo de una narración larga. Pero admiremos un fragmento del maestro del terror: Una lúgubre oscuridad se cernía sobre nosotros, pero de las lechosas profundidades del océano se alzaba una luminosidad que subía por la borda de la canoa… MOBY DICK Herman Melville (EE.UU., 1819/ 1891) Melville se embarcó y navegó los mares y residió algún tiempo en las islas del Pacífico. Las tribulaciones que sufrió a lo largo de su vida cimentaron los relatos densos y alegóricos. No tuvo en vida el éxito que se le concedió después de su muerte y pasó casi completamente desapercibido en New York, donde había nacido. Moby Dick, una meditación sobre el mal, es una novela que pertenece al «romanticismo oscuro», un género literario originario de EE.UU., en el siglo XIX, basado en el movimiento filosófico trascendental pero no totalmente de acuerdo con él. Se disocia de la idea de que la perfección es una idea innata en el ser humano para crear personajes propensos al pecado y a la autodestrucción. El movimiento, en el que se encuadra con Poe y Hawthorne, denota influencias de la novela gótica. A pesar de su nulo éxito cuando se publicó, hoy en día esta novela es para los norteamericanos el clásico por excelencia, como El Quijote para los españoles. «Benito Cereno» es otra de sus narraciones marineras que contiene elementos góticos y se desarrolla en un ambiente claustrofóbico con comportamientos extraños debidos a la amenaza permanente a la que se ve sometido el protagonista. A lo largo de sus páginas asoman el aislamiento, la soledad, los simbolismos y especulaciones filosóficas y metafísicas sobre Dios y la Naturaleza. La ballena es la conciencia puritana, el Mal. La ballena como mito, leyenda, símbolo, terror religioso, a un tiempo suscita horror y representa la Belleza, los elementos de lo sublime. El barco ballenero en el que se desarrolla la acción —el Pequod— es el equivalente de la catedral gótica; la mar proporciona la puesta en escena y el entorno sobrecogedor. El Capitán Achab obliga a los hombres a vivir en el terror, en su persecución de la ballena, su locura, su maldición, su amenaza fatal, mientras su pierna de hueso de ballena golpea y retumba lúgubremente sobre la cubierta de madera. No le importa la falta de comprensión de la tripulación hacia su obsesión por herir a la ballena, unirse a ella y perderse en las profundidades del mar en un acto místico de comunión con el más allá, con Dios, el objeto de su rencor y su venganza. Es curioso que, paradójicamente, Achab dependa del hueso de una ballena para vivir, para ser un hombre, para levantarse y mantenerse erguido. «Bartleby», sin embargo, no se desarrolla en el mar pero es una narración obsesionante en la que el obstinado protagonista se niega a la acción en una rutinaria oficina de la que se podría llamar el templo frío de Wall Street, en un confinamiento propio del interior de un barco en la mar. No hay aquí aventuras exóticas pero la historia absurda, fatal, anticipa y recuerda a Franz Kafka. Lovecraft. 285 LA NOVELA GOTICA Y EL MAR F a 286 Doré. Miguel Ángel Fernández y Fernández EL TEMPLO H.P. Lovecraft (EE.UU., 1890/1937) Quizás el escritor de relatos de horror gótico y de ciencia ficción más importante del siglo XX, Lovecraft innova el género hacia el terror cósmico materialista, escapando un tanto de los fantasmas, pero introduce otros elementos como alienígenas o viajes en el tiempo. El relato, también en forma de manuscrito posteriormente hallado en una botella, está narrado por el Capitán de Corbeta del submarino U-29, en la Primera Guerra Mundial, de una forma aparentemente desapasionada, como diario oficial de a bordo o cuaderno de bitácora, pero pronto da paso a lo desconocido, al drama, al terror. Describe con frialdad como aniquila a la tripulación de un carguero británico. Una vez que les obliga a abandonar el barco en los botes, procede a filmar esta acción (aparentemente para justificar la buena acción ante el alto mando alemán), a continuación a hundir el mercante y finalmente a disparar sin piedad hasta la destrucción y hundimiento de los botes. Una pequeña pieza de marfil tallada, la cara helénica de un joven, resulta ser el origen de la fatalidad. Se suceden las desgracias en el ambiente claustrofóbico del submarino, en el confinamiento de las profundidades, averías, muertes, un motín brutalmente reprimido, aparentes suicidios, delirio, enajenación, una ciudad hundida… el templo, la catedral gótica, quizás la Atlántida. MARKHEIM Robert Louis Stevenson (Escocia, 1850/1894) Stevenson, escritor escocés, fue un niño canijo y enfermizo cuyo padre, para fortalecerlo lo llevó en sus viajes. Se despertó en él una querencia por los lugares soleados y cálidos que serían los protagonistas de numerosos y conocidos relatos en las islas de Oceanía. No comento aquí ningún relato de mar ni su «Isla del Tesoro» pero sí una historia breve para mí evocadora de un ambiente marino. Markheim es un relato corto pero denso, sombrío en el que emergen el lado bueno y el lado oscuro de las personas como en su Dr. Jeckyll y Mr. Hyde. Veamos como describe la estancia del anticuario después de que Markheim «saltó desde detrás de su víctima»: Miró a su alrededor con sobresalto. La bujía había quedado sobre el mostrador, su llama oscilaba solemnemente en una corriente de aire y gracias a ese imponderable movimiento todo el cuarto adquiría una silenciosa animación y subía y bajaba como el mar: las altas sombras asentían, los densos borrones de oscuridad se dilataban y decrecían como si respirasen, las caras de los retratos y los dioses de porcelana se movían y ondulaban como imágenes en el agua. Bien podría ser la descripción de una escena similar a bordo de un barco, en un oscuro camarote, agitado por los balances y cabezadas debidos a la mar. La predestinación preside los movimientos del asesino que realiza un ejercicio de introspección, examinando su alterado yo interior y entregándose al extraño visitante después de haber actuado él mismo como un dios que da y quita la vida. Aquí conviven el terror, un cuidadoso control de las reacciones del lector, al que va advirtiendo y amenazando con la inminente llegada de la sirvienta; un escenario tenebroso y una fatalidad anunciada desde la primera línea. No es, ni mucho menos, una lista exclusiva la que se ha ofrecido. En ella se habrá observado que no figuran ejemplos españoles. Creo que no ha habido ningún escritor de relieve en España que haya abrazado frontalmente este género y menos en ambiente marítimo. Sin embargo, hubo simpatizantes que han escrito cuentos como G.A. Bécquer con sus «Leyendas», P. Baroja «El trasgo», B. P. Galdós y »La Sombra», P. A. de Alarcón y «La mujer alta», «Vampiro» de E. Pardo Bazán y Azorín con «La isla sin aurora»; incluso Blasco Ibáñez tiene algún relato corto ambientado en el mar. También estuvo presente el melodrama, el misterio y lo gótico en las «novelas por entregas» que en los años 20 al 50 del pasado siglo XX, entregaban en la puerta de las casas y que tuvieron gran predicamento popular, aunque su calidad, a veces, dejara que desear. El folletín exigía tensión, situaciones extremas en cada entrega en las que se producía un mini-final dejando abierta su continuación en el próximo número. Si nos fijamos no deja de ser la fórmula de grandes éxitos populares de hoy en día como «El código Da Vinci» de Dan Brown, con sus cientos de capítulos cortos con sus finales siempre en suspense. Más o menos la misma fórmula que emplea Carlos Ruiz Zafón en sus conocidas y recientes novelas, bien góticas por cierto, «La sombra del viento» y «El juego del ángel». 287