El teatro europeo entre los siglos XIX y XX

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El teatro europeo entre los siglos XIX y XX
La irrupción del teatro naturalista a finales del siglo XIX supone el primer paso para la
renovación de la escena. La obra de algunos dramaturgos escandinavos coincidió con
los primeros grupos teatrales independientes y la aparición de los primeros directores
escénicos, y todo ello comienza a revolucionar el género dramático.
Del teatro realista al naturalista
El género teatral será el de más lenta evolución hacia la modernidad, debido a su doble
condición de obra literaria y de espectáculo. Los empresarios que costean las
representaciones y el público en general suelen ser reacios a cambios y experimentos.
En la segunda mitad del XIX dominaba el drama realista, que había acabado con el
exotismo y el historicismo del teatro romántico para implantar la ambientación
contemporánea. Ahora bien, su «realismo» era muy limitado, pues se trataba de piezas
moralizantes, que reflejaban un mundo burgués convencional, sin profundizar en las
personas ni en los verdaderos problemas de la vida.
El teatro naturalista tratará de reproducir la realidad tal y como es, analizando el
comportamiento humano y sus causas personales y sociales, a través del retrato de los
personajes en su intimidad. Con ello entran en escena la infelicidad, los bajos instintos y
los ambientes de pobreza, lo que causó gran escándalo.
Los dramaturgos escandinavos
El noruego Henrik Ibsen (1828-1906) empezó su carrera con dramas románticos, como
Peer Gynt (1867), pero pronto elaboró a un teatro de ideas en prosa, de radical
inconformismo y gran profundidad psicológica. Sus protagonistas son personajes
corrientes con un lenguaje natural y sencillo que imita el habla normal.
Sus principales obras son Casa de muñecas (1880), crítica de los prejuicios burgueses
en nombre de la autenticidad individual con una óptica feminista; Un enemigo del
pueblo (1882), sobre la lucha de un médico honesto contra una sociedad corrompida, y
los densos dramas naturalistas Espectros (1881) y El pato salvaje (1884).
El dramaturgo noruego Henrik Ibsen trata en sus piezas dramáticas de los prejuicios y la
hipocresía, de las dificultades económicas, de la sinceridad y la responsabilidad en las
relaciones humanas.
El sueco August Strinberg (1849-1912) tuvo una agitada vida, de infancia pobre y con
varias caídas en la demencia. Narrador destacado, fue el introductor del naturalismo en
su país con su novela El cuarto rojo (1879).
Sus piezas dramáticas, breves y densas, suelen centrarse en feroces choques de
caracteres, generalmente hombre y mujer, en los que se despliega la crueldad humana y
el poder de las imposiciones sociales. Destacan: El padre (1888), La más fuerte (1891)
y, sobre todo, La señorita Julia (1888), cuya protagonista acaba suicidándose por culpa
de una frívola aventura amorosa interclasista.
Los «teatros libres»
La difusión de este nuevo estilo dramático, mal visto por los empresarios y el público
burgueses, corrió a cargo de una serie de pequeños grupos independientes, formados por
aficionados que representaban para un público reducido y selecto. Al frente del grupo
había un director escénico, figura que empieza a adquirir importancia.
El primero y más famoso fue el Teatro Libre de París (1887-94) fundado por André
Antoine, que representó obras de Ibsen, Strindberg y Tolstoi. Pronto le imitaron G.
Brahm en Berlín (1891-2) y el «Teatro Independiente de Londres» (1891-2) de J.
Grein.
Comentario especial merece el Teatro de Arte de Moscú (1898-1917), el más duradero e
influyente, gracias a las teorías interpretativas de su director K. Stanislavski (18631938).
Otros dramaturgos renovadores
La carrera como dramaturgo del ruso Anton Chejov está ligada precisamente al Teatro
de Arte de Moscú, que estrenó sus principales piezas. Además, fue un maestro del relato
corto.
Su teatro, sugerente y casi sin acción, se caracteriza por su minucioso estudio de
caracteres a través del diálogo y por la creación de atmósferas. Su visión pesimista del
hombre y de la sociedad queda atenuado por su ironía y su sentido del humor.
Sus principales obras son La gaviota (1895), Tio Vania (1899) y El jardín de los
cerezos (1904).
El irlandés George Bernard Shaw (1856-1950), premio Nobel en 1925, fue un
periodista polémico y crítico antes de dedicarse al teatro. Sus piezas, de marcado
carácter intelectual, le sirven para discutir problemas ideológicos o para criticar
costumbres sociales.
Destaca por su sentido del humor, por la aguda caracterización de los personajes y por
la agilidad del diálogo en comedias como La profesión de la Sra. Warren (1894), sobre
la prostitución, Pigmalión (1914), su obra más popular, o Santa Juana (1923).
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