HACIA UNA SOCIEDAD DE GARANTIAS Me han solicitado que elabore un trazado titulado “Hacia una Sociedad de Garantías, como veremos, tiene una significativa importancia al instante de tratar de entender el Estado en que vivimos o de definir la Sociedad que pretendemos desarrollar. Luego, las reflexiones que formularé son el resultado de los conocimientos que he adquirido sobre dicho tema, de las visiones o ideas a que adscribo, de la noción de Estado y de Sociedad que participo, -todas ellas cuestiones opinables-, sin perjuicio de lo cual procuraré transmitir algunos planteamientos objetivos que nos proporcionan la Ciencia Política y el Derecho Público.EL ESTADO. Pocos conceptos son tan confusos y discrepantes como el relativo al Estado. Si bien como fenómeno histórico y realidad observable se encuentra en todas las épocas y lugares, la verdad es que este término es relativamente moderno y su uso sólo se remonta al Renacimiento Italiano, específicamente al acuñamiento que de tal palabra hace Maquiavelo en su célebre obra “El Príncipe”, puesto que antes de ello, durante milenios, la misma idea se denominó ciudad, república, reino o imperio. Como surge en una época de ruptura, en la que se discute y controvierte tanto la naturaleza de la sociedad como la del hombre, múltiples son las teorías que tratan de desentrañar su contenido, las que van desde quienes sostienen que el Hombre es para el Estado, a los que afirman que el Estado es para el Hombre. Sin embargo, cualquiera que sea el sentido que se adopte, todos coinciden en que el Estado es un ente llamado a regir a los Hombres.Aristóteles decía que “el Hombre es un animal cívico, más social que las abejas y otros animales que viven juntos” o “quien no tiene necesidad de otros hombres o no se resuelve a vivir con ellos, es un bruto o es un Dios”. Santo Tomás por su parte afirmaba que: “el hombre es por naturaleza un animal político o social, evidenciándolo el hecho que un hombre no se basta si vive solo, puesto que la naturaleza en pocas cosas lo proveyó suficientemente, dándole razón por la que pueda procurarse todo lo necesario para vivir, como son la comida, el vestido o cosas parecidas, para cuya producción no basta un solo hombre. Por eso el hombre vive en sociedad, por imposición de la naturaleza…. Y como el hombre es naturalmente un animal social precisa ser ayudado por los demás para conseguir su propio fin”, todos ellos planteamientos que son el fundamento de las denominadas concepciones naturalistas o jus naturalistas.Otros como Hobbes, Locke y Rousseau, también llamados contractualistas, creyeron que el Estado es la consecuencia de una 1 necesidad de la sociedad civil; que el hombre nace libre y bueno, pero que para liberarse de la servidumbre en que la sociedad lo coloca, celebra el pacto que da nacimiento a un cuerpo político superior, para lo cual se desprende de parte de sus potestades naturales, lo que tiene por propósito permitir o generar las condiciones para que el hombre se desarrolle integralmente.Los marxistas clásicos señalaban que el Estado es un fenómeno pasajero, simple superestructura del tipo relación económica que traduce la explotación por la burguesía del proletariado y que tendrá que desaparecer, superada que sea la etapa transitoria de la dictadura del mismo, cuando se alcance la sociedad sin clase sociales, fin último de la historia.Los anarquistas del siglo XIX, como Stirner y Bakunin, sostenían que el Estado es un mal que debe suprimirse para que el individuo pueda desarrollarse, al tiempo que anunciaban y propiciaban la pronta desaparición de aquél. En la vereda opuesta, positivistas de la talla de Comte y de Spencer, creían que la sociedad era un verdadero organismo regido por la ley de la evolución y estas ideas alcanzan su máxima expresión en el pensamiento de Hegel, para quien: “el Estado es una creación de la razón; es la realidad de la voluntad sustancial, lo racional en sí y por sí. El estado es la forma suprema en que se desarrolla la idea de moralidad; es el fin absoluto en sí mismo, en el cual la libertad alcanza su derecho supremo. El Estado tiene derecho absoluto sobre los particulares, cuyo supremo deber es ser miembros del Estado”. En la cavilación de Hegel: “el Estado representa el momento en el cual la idea de su eterna evolución circular se objetiva en un orden político que forman y vivifican los seres humanos, los cuales sólo viven en el Estado y por el Estado”.Para el Derecho Público el Estado es “la Nación jurídicamente organizada”, concepto confuso, puesto que nos deriva a la idea de Nación, pero que se embellece y esclarece con Renán cuando afirma: “la Nación es un alma, un principio espiritual. Dos cosas, que constituyen una sola, forman esta alma…Una, es la posesión en común de un rico legado de recuerdos; la otra, es el consentimiento actual, el deseo de vivir juntos, la voluntad de continuar acrecentando la herencia que se ha recibido indivisa, tener glorias comunes en el pasado, una voluntad común en el presente, haber hecho juntos grandes o pequeñas cosas, estar en disposición de volver a hacerlas; he aquí la condición esencial para ser un pueblo o Nación”.Georges Burdeau, el célebre constitucionalista francés, agregaba que sólo hay Estado desde el momento en que el poder se ha despersonalizado, institucionalizándose. “La institucionalización del Poder, explicaba este tratadista, es la operación jurídica por la cual el poder político es transferido de la persona de los gobernantes a una 2 entidad abstracta: el Estado. El efecto jurídico de esta operación es la creación del Estado como soporte del Poder, independientemente de la persona de los gobernantes”, juicio que describe, más bien, el ideal de un Estado de Derecho Moderno y perfecto, pero que no siempre se condice con la realidad.Existen quienes han tratado de confundir al Estado con la Sociedad Civil, considerándolos sinónimos. Sin embargo, las formas totalitarias antiguas y contemporáneas, que desconocen los derechos de los individuos y de los grupos que conviven en el seno del Estado, han dado origen, como antídoto, a la tendencia inversa, al punto que hoy se sostiene que: “El Estado no es la sociedad, sino el orden público en cuanto acción viva en la sociedad….El Estado es, por consiguiente, algo nuevo, la forma que es la unidad del orden”. Procurando armonizar en el Estado la Sociedad y el Poder, Marcel Prélot manifiesta: “Sociológicamente, el Estado no es una superestructura, un instrumento, un aparato, es una colectividad humana informada por un poder. Considerado objetivamente, en sus antecedentes irreductibles, el Estado-sociedad llama constantemente hacia sí el Estado-poder, tal como, a la inversa, implica sin cesar el Estado-sociedad sobre el que se ejerce. El poder del Estado no existe sino inserto en el corazón de una sociedad; la sociedad no existe y no subsiste sino por el poder político”.Así planteado, en la actualidad prácticamente todos los pensadores coinciden en que el Estado tiene elementos de existencia, como lo son el grupo humano y el territorio, y otros que corresponden a elementos constitutivos, como el bien común o interés social, el poder y el derecho, y es por ello que, en síntesis, consideran que “el fenómeno colectivo que se denomina Estado es el que se expresa en la existencia de un grupo de hombres y mujeres que, residiendo en un territorio determinado, viven sometidos a un poder que provee el bienestar de los asociados, ajustándose éstos y la autoridad a las reglas del derecho”. En la misma línea de pensamiento Maurice Duverger dice: “El Estado-nación es un grupo humano, una comunidad que se distingue por varios criterios: Los lazos de solidaridad son en él particularmente intensos y la organización particularmente poderosa. La diferencia entre el Estado y los demás grupos humanos es más bien de grado que de naturaleza: el Estado es la más completa, la más acabada, la más perfeccionada de las comunidades humanas que existen en la hora actual. De ahí proviene que los juristas hablan de la soberanía del Estado en la que ven la definición esencial del Estado”. Excúsenme, Queridos Hermanos, que haya dado esta vuelta larga, simplemente para tratar de connotar que los elementos constitutivos del Estado son el bien común o el interés social, o, dicho en otros términos, la 3 búsqueda del bienestar o de la felicidad de todos los hombres y mujeres que viven en él, al igual que el Poder y el Derecho, puesto que de otro modo difícilmente comprenderíamos lo que desarrollaremos a continuación.LA BUSQUEDA DEL BIENESTAR O DE LA FELICIDAD. Hemos indicado que el fin último del Estado es la búsqueda del bienestar o de la felicidad de todos sus integrantes, la concreción del interés social o del bien común, la procura que cada cual pueda alcanzar su realización personal y el progreso y desarrollo individual y colectivo, tanto en su dimensión material como en la espiritual. Esa es la razón de ser del Estado, su gran objetivo, y a tales propósitos debieran estar destinados el Poder, el Derecho y los afanes de todos sus órganos.Sin embargo, si bien lo dicho precedentemente no es espinoso de concebir, su expresión práctica se torna mucho más compleja, habida consideración las diversas concepciones que se tienen del Hombre y de la Sociedad, las que están marcadas por las ideas políticas, religiosas y filosóficas de cada cual. ¿Qué entendemos por bienestar, bien común, interés social, realización personal, progreso colectivo o felicidad? ¿Todos pensamos lo mismo? Además y aún en el evento que pudiésemos ponernos de acuerdo en lo que ello significa y en como se expresa, sabido es que los caminos para alcanzar tales objetivos son variados. Luego, ¿Cuál es la vía o el instrumento más eficaz para lograrlos? Por último, el Hombre y la Sociedad mutan en sus necesidades e intereses; los avances de la Ciencia y de la Tecnología generan día a día nuevos escenarios; el propio razonamiento humano varía, así como las formas como nos interrelacionamos; los valores son también objeto y sujeto de cambios; de suerte que no podemos afirmar que los propósitos señalados, en lo específico, sean inmutables y permanentes, todo lo cual exige que el Estado, a través de sus órganos, esté en una constante revisión y ajuste de los mismos.Y, ¿Quiénes son los llamados a desentrañar tales aspiraciones, necesidades y sentimientos individuales o colectivos e intentar satisfacerlos?: Obviamente que las personas que detentan cargos de autoridad en los diferentes órganos del Estado y para lo cual han sido elegidas o designadas, quienes periódicamente deben concursar para tales efectos en las elecciones que se verifiquen, con las visiones del Hombre y de la Sociedad que fluyen de su ideario político o filosófico.Y aquí, , nos adentramos en la Política real; en la forma como se gobiernan los pueblos; en los términos específicos hacia donde se conduce el Estado y si éste cumple con los fines que le son propios; en cual es la Sociedad que queremos construir o que estamos construyendo; en cuánto bienestar y felicidad causamos; interrogantes que debieran ser una 4 preocupación y ocupación permanente, puesto que nuestra razón de ser institucional es el perfeccionamiento del Hombre y de la Humanidad.Pues bien, teniendo en consideración la relación que existe entre el Estado y el Derecho o, particularmente, entre el Poder y el Derecho, el medio a través del cual el Estado procura la búsqueda del bienestar de sus integrantes es por la vía del Derecho, ya que ese es el camino idóneo para encauzar las conductas humanas y provocar los cambios generales que se pretenden, logrando con ello las transformaciones y la concreción de los nobles propósitos que se persiguen. Empero. su contenido dependerá del concepto que tengamos del rol del Estado y de las ideas políticas que nos animen.ROL DEL ESTADO Sabido es que en toda Sociedad cuatro son los grandes agentes que interactúan en el desenvolvimiento de la misma: El Estado, la Familia, el Individuo y el Mercado. De cómo se interrelacionen unos con otros y de cuáles son los espacios de competencia de los mismos, derivará el tipo de Sociedad en que se viva y la forma de Estado que se tenga.En los comienzos de la época moderna, inspirados en las concepciones liberales y capitalistas, se propició la noción de Estado Gendarme, en virtud del cual las atribuciones de este último prácticamente quedaron circunscritas al ámbito de la Seguridad Interior y Exterior y a la Administración de Justicia, entregándose todo lo demás al individuo, a la familia y al mercado. En este escenario el Estado a lo más desempeñaba un rol regulador y arbitrador de las relaciones entre particulares, jugando en materias económicas y sociales un papel de colaboración e incentivo a las actividades que promovían los individuos, mediante las denominadas franquicias. Baste recordar, por ejemplo, que a fines del siglo XIX, cuando se inicia en nuestro país la discusión sobre la implantación del Estado Docente y, a comienzos del siglo XX, cuando se discutió en el Parlamento la Ley de Educación Primaria Obligatoria, el gran argumento esgrimido por los opositores a dichas iniciativas fue que no era rol del Estado construir y sostener Escuelas; que ello era competencia de las familias y de la Iglesia, y que los dineros que se pretendía gastar en tales fines debían ser invertidos en caminos y puentes, puesto que eso si que era de dominio del Estado. El mismo debate se planteó con motivo de la construcción de los primeros Hospitales Públicos. Y para que hablar de los Cementerios Fiscales o Municipales.Posteriormente el Estado aumentó su esfera de influencia, fundamentalmente en el ámbito Social, -Educación, Salud y Vivienda-, y tímidamente en las cuestiones económicas y productivas, surgiendo en éstas últimas vestigios de lo que hoy se denomina el Rol Subsidiario del mismo. (El Estado comienza a intervenir en todo aquello que los 5 particulares no quieren o no pueden invertir, como fue el caso de los Ferrocarriles).Al término de la Primera Guerra Mundial, con la República de Weimar y la crisis económica de fines de la década del 20, emergen los denominados Derechos Económicos y Sociales, más allá de los individuales que se reconocían desde hacía un siglo, a raíz de lo cual el Estado pasa a desempeñar un papel mucho más activo en tales asuntos, creándose los Bancos Centrales (para controlar los flujos monetarios); naciendo instituciones estatales de crédito barato; promoviendo fuertes inversiones públicas en caminos, tranques y obras de regadío; implementando sistemas de Seguridad Social solidarios; amén del fortalecimiento de su rol en Educación, Salud y Vivienda. En el mismo orden, se incentivan campañas de salud pública, acciones de recreación, deporte y esparcimiento; se combate el analfabetismo, la desnutrición y la mortalidad infantil; se alienta la investigación científica y se promueve la cultura. En Chile, por ejemplo, con la creación de la CORFO, el Estado pasa a desempeñar un cometido decisivo en la esfera de los servicios y en el proceso de industrialización y electrificación del país. A su vez, cabe connotar la Reforma Agraria, implementada en la década de los 60 y 70, con todos los efectos productivos y redistributivos que generó y, posteriormente, la Nacionalización de la Gran Minería del Cobre, puesto que la extracción del Salitre ya había sido devuelta por los particulares al Estado, como resultado de la crisis vivida por dicha industria 40 años antes. Así planteado, no es aventurado afirmar que “ese Estado”, fórmula criolla de lo que en doctrina se denomina “Estado Bienestar” y muy inspirada en las teorías económicas Keynesianas, que buscaban el pleno empleo y la sustitución de productos de importación, perduró en nuestro país hasta el inicio de la década de los 80.Es en este último período donde comienzan a aplicarse las políticas recomendadas por los organismos internacionales de asistencia crediticia y que perfectamente pueden resumirse en el denominado Consenso de Washington, (utilizadas en USA por Ronald Reagan y en Inglaterra por doña Margaret Tatcher), cuya centralidad estaba en el logro de la estabilidad y equilibrio económico mediante la apertura comercial, la liberalización de los mercados, la atracción de inversiones, la desregulación, la reducción del sector público y la expansión de los sectores privados mediante la enajenación de los bienes y empresas del Estado, el reemplazo del régimen solidario de previsión social por uno basado en la cotización individual, además de las reformas a los sistemas de salud y educación públicas. Y, en materia de políticas sociales, el reducido uso de programas focalizados y dirigidos a los sectores más pobres, (PEM Y POHJ, en nuestro caso), puesto que se sostenía que, una vez eliminada la intervención estatal, el intercambio mercantil promovería 6 el crecimiento económico y éste distribuiría la riqueza a través del efecto chorreo o derrame. Ello condujo necesariamente a una Sociedad de Consumidores, en la que el Mercado pasó a ser el gran asignador de recursos.Detengámonos un momento. ¿Cómo se materializó todo lo que el Estado chileno realizó durante los primeros 160 años de vida republicana, más allá que hubiese provocado mayor o menor bienestar a nuestro pueblo? Pues bien, ello ha sido la consecuencia de las “Políticas Públicas” que al efecto implementó dicho Estado, las que significativamente han tenido su expresión normativa en Leyes de la República. Sólo a manera de ejemplo: Es la Ley de Educación Primaria Obligatoria la que 50 años más tarde permitió erradicar el analfabetismo. Son las leyes que crearon el Sistema de Salud Público las que posibilitaron reducir notablemente la mortalidad y la desnutrición infantil, 30 años después. Fue la creación de la CORFO la que viabilizó la industrialización del país y la generación masiva de electricidad, acero y petróleo. Fue la reforma constitucional que nacionalizó el Cobre la que creó las condiciones para hacerse de tales recursos y acopiar los más de US $ 30.000 millones en reservas que 35 años después habilitaron enfrentar la aún no concluida crisis económica mundial. Son las leyes que desreglaron el Mercado las que atrajeron la inversión extranjera. Fue el DL 701 el que hoy nos proporciona más de 2 millones de hectáreas de plantaciones forestales. Son las leyes respectivas, buenas o malas, las que crearon nuestro actual sistema de previsión social. Fueron las leyes de Reforma Agraria las que terminaron con el latifundio y con las tierras no cultivadas. Son el DFL N° 2 y la Ley Pereira las que impulsaron la construcción de viviendas para los sectores medios. Y, podríamos seguir con esta enumeración como un cuento de nunca acabar.Deliberadamente interrumpí mi relación en la década de los 80 y en la implementación del denominado Consenso de Washington, como si el Estado de Chile no se hubiera desarrollado 20 años más, no cayese el Muro del Berlín, ni verificados los Acuerdos de Maastricht o conocido el último derrumbe de Wall Street. Ya dijimos que el Consenso de Washington fue esencialmente económico y propendió a encontrar las reglas que permitiesen el crecimiento y el equilibrio económico de las naciones que se sometieron al mismo. Sin embargo, años más tarde terminaron en Europa los llamados Socialismos Reales y los principales gobernantes europeos se reunieron en Maastricht y coincidieron en que el mero acuerdo económico no era sustentable si no iba acompañado, también, de un sólido acuerdo social tendiente a incorporar y favorecer a todos aquellos que el mercado irremediablemente margina y posterga, amén de las consideraciones medio ambientales que hacen insostenible el irregulado crecimiento. Finalmente, la reciente caída de Wall Street, cuyos efectos aún no han terminado, al punto que todavía se ignora si estamos en 7 medio de la crisis o saliendo de ella, puso en evidencia la necesidad de contar con un Mercado más regulado y una mayor intervención del Estado, puesto que el exclusivo despliegue de la iniciativa personal, motivada por el lucro, termina dañando los intereses de la comunidad y afecta el bienestar colectivo.EL CASO CHILENO.Las reformas neo liberales se aplicaron con fuerza en nuestro país a partir de los años 80. Las políticas universales se sustituyeron por medidas asistenciales basadas en un paradigma que disociaba a quienes debían ser asistidos por el Estado mediante subsidios, con los que tenían que proveerse los bienes en el mercado. Esta lógica derivó en la privatización de servicios sociales tales como previsión, salud y educación, creándose en estos dos últimos sistemas duales, con organismos privados de alta calidad para los más ricos y entes estatales de baja calidad y desfinanciados para los más pobres. De este modo, las políticas sectoriales se condicionaron por la trayectoria de las políticas de focalización, que debilitaron y desmantelaron las políticas universales, y se centraron en la entrega de bienes y servicios en la lógica de la carencia y no de los derechos. A su vez, se asignó a la familia responsabilidades sobre un conjunto cada vez más amplio de áreas (cuidado de los hijos y de los mayores, protección ante el desempleo y ciclos de crisis económicas, soporte para los hijos que prolongan la escolaridad, además de su rol como espacio afectivo y recreativo). Así, en gran medida, ha correspondido a la familia y al individuo compensar el retiro de la protección del Estado y hacerse cargo de mitigar el impacto de los ciclos e inestabilidades inherentes a toda sociedad que reposa en el mercado. Desde comienzos de los años 80 se produjo un alejamiento del Estado como instancia de protección y promoción social y una transferencia creciente de esa labor al mercado. Esto ha significado una recarga extraordinaria para la familia, la que ha tenido que salir al ruedo para acoger a aquellos que no logran integrarse al mercado y para contener a los que no consiguen permanecer establemente en él o fracasan en el intento. Como lo preveía el Consenso de Washington, nos transformamos en una Sociedad de Consumidores, en la que el Mercado devino en el gran instrumento y factor que asigna y distribuye los bienes y servicios.Sin embargo, en los años 90 se iniciaron graduales procesos de desmercantilización, especialmente en salud, educación y vivienda, combinándose el modelo asistencialista y privatizador con políticas sociales, las que pasaron de ser factores estrictamente subsidiarios de los costos del crecimiento a formar parte de la estrategia de desarrollo nacional, puesto que se comprobó que importantes sectores de la población quedaban fuera del Mercado y que éste no asignaba bienes y servicios 8 suficientes a los desposeídos de fortuna, aumentando con ello la desigualdad y la brecha entre ricos y pobres. De este modo se estableció una suerte de acuerdo político en torno a mantener el crecimiento económico como elemento principal del desarrollo, aplicando sesgos correctivos a la desigualdad de ingresos mediante un amplio gasto social. Independientemente del aplazado desafío sobre la calidad, el gasto social en salud, educación y vivienda más que se triplicó, incrementándose notablemente su cobertura, y se generaron nuevas políticas de capacitación y empleo, promoviéndose reformas laborales que apuntaron a mejorar las condiciones salariales y de sindicalización. Y, junto a lo anterior, se creó una nueva institucionalidad social, con Ministerios y Servicios vinculados a la creación de programas dirigidos a optimizar las condiciones de los llamados sectores vulnerables. Esta combinación de políticas, establecidas en torno a la institucionalidad estatal, se orientó a reducir la pobreza y la indigencia, alcanzando resultados notables, y a cubrir con rapidez las necesidades básicas de los grupos más vulnerables, al punto que el PNUD señala que nuestro país es la nación latinoamericana que ocupa el segundo lugar en materia de Desarrollo Humano.Pese a todas nuestras insuficiencias, los estudiosos califican a Chile como un país que corresponde a los parámetros de un Estado Bienestar y ello no es sólo por el gasto social mencionado, sino por los aludidos resultados en materia de Desarrollo Humano y la baja presencia de flujos crediticios internacionales. Nuestra incorporación a la OCDE es la confirmación de ese aserto.REDEFINIENDO EL ROL DEL ESTADO. De la forma reseñada no es aventurado señalar que durante gran parte del siglo XX, tanto en Chile como en el resto del mundo, el Estado ha tratado de avanzar hacia lo que en doctrina se denomina un Estado de Bienestar, en sus diversas variables, modelo en el que el Estado juega un rol determinante en el logro de la felicidad de las grandes mayorías, particularmente de los más necesitados, mediante la aplicación de políticas redistributivas, reguladoras del mercado y de incentivo o promoción a ciertos emprendimientos específicos. Sin embargo, la irrupción del neoliberalismo en los 80 ha reducido ese papel, fortaleciendo el mercado, la familia y el individuo, marginando a muchos sectores de la sociedad del disfrute del ansiado bienestar y transformándonos en una Sociedad de Consumidores.Ahora bien, el Estado de Bienestar se ha construido sobre la base de una Sociedad de Derechos Universales. En efecto, desde la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano del revolucionario francés, o, incluso, desde antes, la humanidad ha evolucionado progresiva y sostenidamente hacia la erección de una Sociedad de Derechos. Primero se 9 reconocieron declarativamente los derechos individuales; luego surgieron los derechos políticos; a continuación se expandieron y emergieron los derechos económicos y sociales; y hoy se reconocen los denominados derechos de tercera y cuarta generación, en una fórmula mucho más específica de los mismos. Todo ello ha tenido una adecuada expresión normativa, materia en la que las Constituciones Políticas, los Tratados o Acuerdos Internacionales, y para que decir las leyes internas, han desempeñado un trascendente rol. Baste recordar la importancia que ha jugado en el proceso de internacionalización de esos derechos la Declaración de Derechos Humanos y los múltiples acuerdos específicos adoptados por diversos organismos internacionales, tales como la ONU, FAO, UNESCO, OMC, OMS, OIT, TRIBUNALES INTERNACIONALES, OEA, etc, y que son una derivación o consecuencia de los mismos. Citemos sobre el particular la Declaración de Derechos del Niño, de la Mujer, del Trabajo, de Seguridad Alimentaria, del Medio Ambiente, del Mar, sobre el uso de Energía Atómica, Crímenes contra la Humanidad, Tortura, Calentamiento Global, etc, etc, para no proseguir con una interminable enumeración.Así planteado, hoy tenemos una Sociedad o individuos que no sólo ostentan derechos, reconocidos normativamente, sino que están absolutamente concientes de ellos y, por ende, exigen del Estado su ejercicio, en términos tales que el Estado de Bienestar ha pasado a ser la respuesta a aquello. Como tales Derechos son Universales, válidos para todos los seres humanos, y aumentan exponencialmente, las demandas sobre el Estado cada vez son mayores, circunstancia que se acrecienta con la evolución de la Ciencia y de la Tecnología, que día a día nos proporcionan más y mejores bienes o servicios. Veamos dos simples ejemplos: Si el acceso a la Educación es un derecho de cada ser humano, ese sujeto reclama y exige al Estado que le brinde tal proceso de enseñanza aprendizaje, siendo deber del Estado hacerlo y a su costo. Y, como en el mundo actual no basta con saber leer y escribir, (lo que en su tiempo se pudo satisfacer con una Ley de Educación Primaria Obligatoria), dicho afán cada vez tiende que ser más complejo y completo, y cumplir con los adecuados y modernos parámetros de calidad. Lo propio ocurre en materia de Salud. Si ella es un derecho de la población, las personas compelen al Estado para que se la entregue y lo instan a contar con establecimientos, sistemas, prácticas, técnicas, recursos y conocimientos idóneos, acordes con el progreso de la Ciencia, en términos tales que los servicios prestados deben guardar relación con los avances que la humanidad ha alcanzado en este género de preocupaciones. Lo mismo podemos apreciar en cuestiones tales como vivienda, seguridad social, seguridad ciudadana, medio ambiente libre de contaminación, trabajo, fomento del deporte, recreación, 10 cultura, etc, correspondiéndole al Estado financiarlos por medio de sus recursos propios, fundamentalmente los tributos.Ello sucede también en materia de derechos políticos y civiles. La ciudadanía impetra mayores espacios de transparencia, participación y control ciudadano de los actos de gobierno. So pretexto de su libertad natural, rechaza la afiliación obligatoria y propicia el voto voluntario. Plantea discriminaciones positivas y reivindica el reconocimiento de los intereses de las minorías. Ante cualquier dificultad reclama la intervención del Estado de Bienestar y busca la solución de las mismas a través de él. Y, en un mundo tan inmediatista, como lo es la sociedad contemporánea, quiere que las respuestas sean completas y prontas, ahora, puesto que mañana surgirán otras necesidades.Del modo expuesto, el Estado de Bienestar ha devenido en una Sociedad demandante de sus derechos y el problema estriba en que esos atributos son cada día mayores en cantidad, calidad y número de personas que los ejercen, en circunstancias que el Estado no puede entregar o distribuir más bienes y servicios que aquellos que provienen de los recursos que le proporcionan los propios ciudadanos, los que por su naturaleza son acotados. El modelo neoliberal ha indicado que ello es financiable a través del crecimiento económico. Sin embargo, la experiencia ha demostrado que tal aumento no es ilimitado ni eterno, por lo que el incremento excesivo del gasto fiscal termina por afectar la macroeconomía y el propio crecimiento, a parte que en su esencia agudiza las diferencias entre ricos y pobres y la falta de igualdad de oportunidades.Luego, ¿Es sostenible una sociedad que sólo está basada en derechos universales y crecientes, a los que el Estado debe responder y satisfacer en plenitud? ¿Cuánto se sustenta, entonces, el denominado Estado de Bienestar, que es la consecuencia de esa Sociedad de Derechos? Los últimos años han evidenciado que el Estado de Bienestar, tanto en su fórmula europea como en la norteamericana, está en una profunda crisis y que económicamente es impugnable. En el caso europeo, construido sobre la base de la solidaridad y de la redistribución del ingreso, partiendo con una carga tributaria superior al 40%, ha quedado demostrado que ello constituye un freno al crecimiento económico y que no es posible financiarlo ni siquiera en el largo plazo. Las demandas de los ciudadanos alcanzan hoy tal volumen y cuantía que el Estado es incapaz de satisfacerlas y es por ello que se han visto en la obligación de promover el recorte de los programas sociales, con toda la agitación y trastornos que ello implica. A su vez, el modelo norteamericano, fundado en el mercado, la desregulación, el consumo, los seguros, la iniciativa y el ahorro individual, ha probado que margina a importantes sectores de la sociedad, lleva consigo el germen de su propia destrucción, y, lo que es peor, ante cualquier crisis del mismo, como ocurrió recientemente, el Estado queda 11 obligado a concurrir en la salvación de dicho sistema, siendo los pobres quienes efectúan los mayores sacrificios.En consecuencia, ¿Cuál es el origen del dilema? Pensadores actuales, entre los que se destacan el sociólogo alemán ULRICH BECK; el inglés ANTONY GIDDENS, en su célebre obra “Un mundo desbocado”; el norteamericano y Premio Nóbel de Economía JOSEPH STIGLITZ, en su libro “El malestar en la Globalización”; y, por cierto, el Ex Primer Ministro Inglés TONY BLAIR y el Ex Canciller Alemán SCHCRÖEDER, en “El Manifiesto de la Tercera Vía”, señalan que la causa del problema estriba en que la humanidad ha avanzado demasiado en la construcción de una Sociedad de Derechos Universales y nos hemos olvidado de la adecuada contrapartida que ellos deben tener, esto es, los Deberes del Hombre. Ninguna agrupación humana es sostenible en el tiempo si está fundada exclusivamente en derechos, y ellos no generan conmutativamente las pertinentes Obligaciones. Y, cuando hablamos de éstas nos estamos refiriendo a los deberes que el hombre tiene para consigo mismo, su familia, su país y la sociedad en general, conceptos que debieran sernos familiares puesto que sobre ellos ya fuimos consultados en la Cámara de Reflexión la noche de nuestra iniciación. No es viable una sociedad que sólo se basa en derechos, como tampoco lo es la que se implanta únicamente en obligaciones. Sólo el justo equilibrio entre Derechos y Deberes sustentan y proyectan los entes colectivos y permite la realización de una obra común.Veamos algunas manifestaciones concretas de lo precedentemente señalado. a) Todos hablamos del derecho a la educación y exigimos al Estado que la proporcione. Empero, ¿Cuánto hemos desarrollado la obligación del hombre a educarse como proceso permanente? ¿Cuánto intervenimos en la formación de nuestros hijos o no sucede que la mayoría, en la práctica, la deja entregada al colegio? ¿Cuánto participamos en la comunidad escolar, en los Centros de Padres y Apoderados, por ejemplo? b) Nos referimos al derecho a la salud y reclamamos que el Estado nos la brinde. Más, ¿Cuánto nos preocupamos de ella al momento de alimentarnos y de escoger el tipo de vida que llevamos? ¿Cuántos controles preventivos nos realizamos? c) Decimos que todo individuo tiene derecho a seguridad y previsión social. ¿Cuánto nos inquietamos, cuando jóvenes, por ahorrar para la vejez y por propender a que nuestras imposiciones correspondan al porcentaje debido a nuestras rentas reales? d) Indicamos que el hombre tiene derecho al trabajo. ¿Cuántos son los que se esfuerzan en aumentar su productividad y ser los mejores y los más eficientes en su mundo laboral? e) Señalamos que quienes forman parte de la tercera edad tienen derecho a una vida digna. ¿Cuántos son los que realmente se desvelan por los viejos de su propia familia o entorno? e) Manifestamos que tenemos derecho a vivir en un medio ambiente libre de contaminación. ¿Cuánto de ella no es 12 la consecuencia de nuestros propios actos? En fin, podríamos seguir analizando todos los aspectos en que exigimos la intervención del Estado y constataremos que en ellos siempre hay un espacio para la iniciativa o el quehacer personal que no está cumplida.Incluso más, las mismas reflexiones podemos trasladarlas al terreno de los derechos políticos. En cuanto ciudadano demandamos del Estado el respeto de nuestros derechos, pero olvidamos las obligaciones que conlleva tal ciudadanía. El ciudadano debiese estar obligado a interesarse en los problemas de su polis y en la forma como se solucionan los mismos, y no ser un mero espectador que observa los acontecimientos y que ante cualquier tropiezo reclama el amparo del Estado. De ahí es que la participación en los procesos electorales, el voto, no sólo es un derecho, sino que también una obligación, al punto que su cumplimiento tiene que ser una condición para acceder a ciertos beneficios que proporciona el Estado. Es muy cómodo reclamar contra autoridades o políticas públicas en cuya elección o determinación no hemos intervenido, al igual que exhortar participación ciudadana sin integrar los entes que al efecto se han creado o, en su caso, fundar otros. Nuevamente, a modo de ejemplo: ¿Cuántos son los militantes de los partidos políticos? ¿Cuántos son los que intervienen en la Junta de Vecinos de su sector? ¿Cuántos participan activamente en su Colegio Profesional o Sindicato? La ciudadanía, reitero, también implica obligaciones y, además del compromiso de participar, hay otras cargas públicas: el deber de pagar oportuna e íntegramente los impuestos y no recurrir a la evasión o la elusión tributaria; el concurrir en defensa de la nación cuando la seguridad externa así lo demanda; el servir ciertas funciones públicas; el respetar y cumplir la ley; el acatar las resoluciones de la autoridad legítima; etc.Desde otro ángulo, la universalidad en el ejercicio de los derechos tiene su origen en una premisa equivocada, puesto que los seres humanos no somos iguales ni estamos en la misma posición y, por ende, la determinación del camino tendiente a alcanzar el bienestar, tanto en su dimensión material como en la espiritual, es diferente según quien sea, puesto que tenemos puntos de partida e intereses diversos. Sin embargo, la búsqueda de la felicidad tiene como condición sine qua non que el individuo tenga satisfechas sus necesidades esenciales, aquellas que son inherentes a la naturaleza y dignidad del hombre, sin las cuales no es posible avanzar en dicho proceso; y no es comparable el desarrollo personal que puede lograr un individuo que ya las tiene resuelta, con el de quienes están en una situación de carencia de las mismas. Luego, la cuestión estriba en cómo se generan condiciones destinadas a provocar una auténtica igualdad de oportunidades para tal propósito; en cuánto se asegura a todos los seres humanos el acceso a la satisfacción de sus necesidades básicas; y ello sólo se logra en la medida que el Estado, como 13 máxima expresión del interés social, así lo garantice, fundamentalmente a los sectores más vulnerables, puesto que es ese piso la condición previa o la posición de inicio de cualquier proceso dirigido a alcanzar la felicidad humana. Y este esfuerzo requiere la focalización de los recursos del Estado en los desamparados.Del modo expuesto, los pensadores nombrados esbozan la construcción de nuevos paradigmas sobre dichas materias, intentando encontrar una justa ecuación entre Estado, familia, individuo y mercado, para lo cual se apartan de los modelos hasta ahora conocidos o proceden a ajustar el Estado de Bienestar. Afirman que la sociedad está formada por Ciudadanos y Consumidores y que ambos conceptos son diferentes. Señalan que como Ciudadanos estamos provistos de Derechos y Obligaciones y en cuanto Consumidores nos sometemos a las reglas del Mercado. Sin embargo, agregan, el Mercado, no puede ser el único factor que asigna bienes y servicios, puesto que si quedamos entregados exclusivamente a él importantes sectores de la sociedad, particularmente los más desposeídos, terminan marginados del acceso a los mismos, consideración que adquiere particular importancia si se trata de aquellos recursos que son esenciales para desarrollarse como ser humano y buscar la felicidad. Sostienen que todos los miembros de la especie humana tenemos derecho a satisfacer nuestras necesidades básicas, requisito esencial para alcanzar la igualdad de oportunidades que posibilita el bienestar material y espiritual del individuo, aspecto en el que por ser el mercado notoriamente insuficiente, ello debe ser garantizado por el Estado, particularmente en el caso de los llamados bienes o servicios esenciales, como es el caso de la alimentación, el vestuario, la vivienda, la salud, la educación y la seguridad social, y cuya cuantía o extensión tiene que estar determinada por los niveles de crecimiento de cada país, A su vez y como ya se dijo, el Ciudadano no sólo está provisto de Derechos, sino que también de Deberes para con la sociedad y consigo mismo, los que tienen que estar expresados preceptivamente, y es potestad del Estado exigir el cumplimiento de tales obligaciones o representar la contravención de las mismas. Por último e independientemente de la consagración normativa de dichos deberes, ello en definitiva es un problema de mentalidad o de cultura ciudadana, aspectos en el que la educación y particularmente la educación cívica desempeñan un rol decisivo.Es así como comienza a insinuarse el surgimiento de una Sociedad de Deberes y de Derechos, integrada copulativamente por Ciudadanos y Consumidores, piedra sillar en la que descansa el denominado “Estado de Garantías”, fórmula institucional compuesta por Ciudadanos y Consumidores, en la que la sociedad jurídicamente organizada, a partir de los derechos y obligaciones de cada cual, garantiza a todos los habitantes el acceso a los bienes y servicios esenciales o básicos por su sola condición de 14 miembros de la especie humana, cuya cuantía está dada por los grados de crecimiento económico del país, y en la que el mercado continua desempeñando un rol distributivo, pero regulado bajo la impronta del interés común. En el caso chileno el denominado Plan Auge está inspirado en esa filosofía o principios.Y ha sido ese Estado o Sociedad de Garantías el objeto de la presente Plancha, concepto que, por ahora, sólo hemos bosquejado, de manera que requiere de un trazado más acabado, orientado a cada uno de los afanes y urgencias del ser humano.CONCLUSION.En más de una oportunidad me habéis escuchado decir que si revisamos la historia de la Orden constataremos que, independientemente de nuestros valores y principios y de los propósitos de trabajar por el perfeccionamiento del Hombre y de la Humanidad, siempre ha habido, en el correr de los años, un paradigma, una idea, un sueño con el que nos ha identificado el mundo profano y que, en la medida que ha sido traspasado a la sociedad, ha generado extramuros respeto, adhesión y admiración por el trabajo masónico.Primero fue nuestro compromiso con los procesos de Independencia Americanos. Luego, el trabajo desplegado en la consolidación de estas jóvenes repúblicas. A continuación la actividad desarrollada en el ámbito del reconocimiento de las Libertades Públicas y la profundización de la Democracia. Acto seguido los esfuerzos dirigidos a secularizar el Estado y separarlo de la Iglesia Católica. Más adelante el vínculo con la Educación y particularmente con el Estado Docente. Y, por último, a partir de la Carta de San Francisco, la defensa y promoción de los Derechos Humanos. Pues bien, muchas veces me he preguntado: ¿Cuál es el paradigma con el que la sociedad profana identifica a la Masonería del siglo XXI? Formulo esta última reflexión, a la hora de las conclusiones, puesto que de lo leìdo podéis colegir que el tema analizado está en el centro de la discusión contemporánea y que de su resultado o definiciones dependerá el tipo de Sociedad o Estado del mañana.Pues bien. Hemos hablado de una Sociedad de Derechos y de Deberes. Destacamos las obligaciones que el Hombre tiene para consigo mismo, su familia y la sociedad. Señalamos que hay que encontrar un justo equilibrio entre el Estado, la familia, el individuo y el mercado. Nos referimos a la igualdad de oportunidades y a los caminos que tenemos que recorrer para lograrla. Planteamos que la felicidad, el bienestar material y espiritual de todos los Hombres, es el fin último de la sociedad organizada y connotamos que existen requisitos básicos sin los cuales no es posible alcanzarla. Y todo ello lo hemos resumido en un concepto: El ESTADO DE GARANTIAS. JCQ. 15 16