Mesa Redonda Ayotzinapa: Historia y Contexto Sinopsis: Exposición Sra. María Esther Montanaro Mena Tras siete meses de haber ocurrido la masiva desaparición de los 43 estudiantes de la Escuela Normal Raúl Isidro Burgos, de Ayotzinapa, Guerrero, son importantes espacios para la discusión sobre el tema, ante estos siniestros acontecimientos, a los cuales el gobierno mexicano ha pretendido invisibilizar. Ante tal obligación al olvido, las familias, amigos y la sociedad civil han enfrentado con férrea lucha al gobierno, con el propósito de que no se olvide, que sean presentados con vida los 43 estudiantes, que exista justicia y que se dé a conocer la verdad histórica. Ayotzinapa ya forma parte de una lista de tragedias que han signado este inicio de siglo XXI. Tragedias que sin duda nos empequeñecen como humanidad. Así, junto a la desaparición de estos 43 jóvenes, a inicios de abril de 2015 nos enfrentamos, con dolor y complejidad a la masacre de 148 estudiantes de la Universidad de Garissa, Kenia, el cual fue reivindicado por Al Shabab, un comando yihadista somalí, en represalia por la intervención del ejército keniano en Somalia, con el fin de frenar a sus combatientes. La consternación se volvió a hacer presente cuando los medios difundieron cifras macabras en relación con las muertes ocurridas en los últimos meses en las peligrosas aguas del Mediterráneo, producto de la intensificación de las oleadas de migrantes procedentes de diversos países del continente africano, quienes con desesperación escapan de la guerra y del hambre, para intentar así llegar a Europa. Francesco Rocca presidente de la Cruz Roja en Italia reclama que “es indignante que se siga llamando emergencia a una tragedia que se repite como una hemorragia continua desde hace más de 20 años”. Se estima que durante el año 2014, murieron en esas mismas aguas 3200 personas y que lo que va de este 2015 alrededor de 2500 han perdido la vida, incluso niños y niñas. En estas inhumanas travesías por el Mediterráneo que se ha convertido así, en una enorme fosa clandestina de acuerdo con declaraciones de Médicos Sin Fronteras. Otra fosa más, se dice con la intención de conectar esta dramática realidad con el caso concreto de Ayotzinapa, pues varios estados de México como Tamaulipas, Cohauila, ambos en el norte de México y Guerrero en el sur; se han venido descubriendo fosas clandestinas, también conocidas como narcofosas. En México, las primeras fosas clandestinas fueron descubiertas en agosto del 2010, en el Municipio de San Fernando en Tamaulipas, muy cerca de la frontera con el estado de Texas, en Estados Unidos. En esa oportunidad murieron masacradas 72 personas migrantes a manos de la organización criminal de Los Zetas. La mayoría de las víctimas procedían de Centroamérica, 21 hondureños, 14 salvadoreños y 10 guatemaltecos, aunque también había algunos mexicanos, ecuatorianos y brasileños. Fosas con decenas de cuerpos han seguido siendo encontradas desde entonces, más recientemente fueron halladas fosas clandestinas en los alrededores de Cocula, también en el estado de Guerrero, en cuyas inmediaciones, de acuerdo con la versión de la Procuraduría General de la República de México, fueron incinerados los cuerpos de los 43 normalistas. Incluso algunas de esas fosas fueron descubiertas por familiares y miembros de la comunidad como resultado de las labores de búsqueda que decidieron realizar con el propósito de dar con el paradero de los jóvenes; ante la desconfianza que tienen en las autoridades locales, estatales y federales. Y por la certeza, que también tienen de que estas autoridades se encuentran coludidas con el narcotráfico y el crimen organizado. Por supuesto también, ante la negativa de aceptar la versión oficial de los hechos dada por Jesús Murillo Karam cuando todavía era procurador de la República. Conviene intentar dar una breve reseña acerca de algunos rasgos que caracterizan al estado de Guerrero. Se puede empezar por señalar que es uno de los estados más pobres de México. Sus actividades productivas históricamente han estado vinculados a la agricultura, uno de los sectores más golpeados por las políticas económicas de las últimas décadas en México. Lo que ha convertido a esta entidad en una de las que expulsa más migrantes. Así, Guerrero ocupa el primer lugar nacional en migración interna, la cual se desplaza a estados como Guanajuato, Chihuahua, Coahuila, Sinaloa y Baja California donde trabajan en condiciones infrahumanas en campos agrícolas. Cabe señalar que muchas de las familias migrantes son indígenas, de hecho cerca del 15% de la población de este estado es indígena. Cuatro son los grupos indígenas que habitan en Guerrero: Nahuas, Mixtecos, Tlapanecos y Amuzgos. Guerrero ocupa también, el quinto lugar en migración externa. Este caso de destino final suele ser los Estados Unidos, donde se establecen en Arizona, California, Chicago, Florida, entre otros estados. Así, cerca de una cuarta parte de la población guerrerense vive en Estados Unidos, y con las remesas que los paisanos envían, contribuyen a la subsistencia de sus familias y de sus comunidades. La migración ha sido la salida encontrada ante la situación de olvido en que, desde hace décadas ha estado asumido el agro en México. No cabe duda que el contexto de pobreza que caracteriza esta entidad, ha dado pie a la penetración del narcotráfico y del crimen organizado. Penetración que se ha incrementado de forma alarmante desde que el segundo presidente de la Alternancia, Felipe Calderón Hinojosa, del partido Acción Nacional, declarara la guerra contra el narcotráfico en diciembre del 2006, tras haber asumido el cargo presidencial en medio de serios cuestionamientos como resultado de un proceso electoral plagado de inconsistencias. En la actualidad, Guerrero, junto con Chihuahua, Sinaloa, Tamaulipas, Veracruz y Michoacán, se ha convertido en uno de los estados más violentos de México. Por otra parte, el estado de Guerrero tiene también, una importante trayectoria de lucha y de movilización social. Es por ejemplo, la tierra del maestro rural Lucio Cabañas, quien justamente se formó en la Escuela Normal Raúl Isidro Burgos de Ayotzinapa, donde se convirtió en líder estudiantil, luego en integrante del Partido de los Pobres y en guerrillero, en la década de los 70. Este es un antecedente relevante, toda vez que da cuenta de una tradición de lucha que históricamente se ha gestado en el estado de Guerrero en general y en esta Escuela Normal de Ayotzinapa en particular. Los hechos ocurridos durante el 26 de setiembre del 2014, han sido calificados como crimen de estado. A causa de las acciones de ese día, murieron tres estudiantes, varios quedaron heridos y 43 desaparecieron. Esta tragedia fue precedida por otra ocurrida en noviembre 2014, en aquella ocasión dos normalistas de Ayotzinapa murieron en Chilpancingo, Guerrero, a causa de la represión policial mientras participaban en una de las múltiples movilizaciones que han venido realizando desde hace años, en su afán por defender este proyecto educativo de las políticas de desmantelamiento. Así y solo por citar un ejemplo, en noviembre 2008, las autoridades suspendieron el servicio de comedor en esta Escuela Rural. Se debe considerar que las escuelas rurales son una herencia del México posrevolucionario. Estas tienen su antecedente en las centrales agrícolas creadas a inicios de la década de 1920, las cuales tuvieron el propósito de formar maestros capaces de transmitir la enseñanza de la lectura y de la escritura, así como también técnicas de agricultura. Estas centrales agrícolas fueron conformadas durante la administración de Plutarco Elías Calles, como un proyecto que tenía el propósito de mejorar la producción del agro mexicano. Con tal propósito, estas instituciones, fueron dotadas de moderna maquinaria y una organización cooperativista. A principios de la década de 1930, las escuelas rurales y las centrales agrícolas se fusionaron, recibieron el nombre de Regionales Campesinas. Las Regionales tenían un plan de estudios de 4 años y estaban destinadas a formar tanto a maestros rurales como a técnicos agrícolas. Los estudiantes serian de origen campesino y la estructura cooperativa haría posible una autosuficiencia que se esperaba, complementaria el desarrollo agrícola de las comunidades aledañas. En 1926 las Regionales Campesinas pasaron a ser Normales Rurales, y ya para 1931 existían dieciséis, no obstante, este proyecto educativo empezó a perder fuerza a raíz del temprano abandono de la reforma agraria en México en la década de 1940. Con el tiempo, y en la medida en que el régimen priista se fue distanciando de sus orígenes revolucionarios, las Escuelas Rurales llegaron a ser consideradas como escuelas desfasadas, e incluso como nidos de comunistas. A finales de la década de 1960, siendo presidente Gustavo Díaz Ordaz, estas instituciones recibieron uno de los ataques más fuertes, pues hacia 1969 fueron cerradas quince de las veintinueve Escuelas Rurales que por entonces había en México. Queda así en evidencia que el desmantelamiento de estas Escuelas tiene una historia de varias décadas. En ese sentido la Escuela Normal Raúl Isidro Burgos simboliza para los gobiernos de turno, una herencia no grata del México posrevolucionario. En términos generales, se puede decir que los estudiantes de la Normal de Ayotzinapa, son jóvenes pobres, politizados, con una importante capacidad de organización y conscientes de que son herederos de un proyecto educativo que fue pensado e ideado con el propósito de desarrollar el medio rural. Estos normalistas representan a un reducido grupo de jóvenes que han tenido la posibilidad de ingresar a esta escuela para formarse como maestros, y para ello han debido enfrentarse ante una realidad social, económica y política cada vez más hostil y excluyente. Se trata de jóvenes que han optado por permanecer en sus lugares de origen, en lugar de engrosar las cifras de quienes migran y de quienes forman parte del narcotráfico. Son jóvenes que se resisten también, a engrosar la cifra de estudiantes que no estudian ni trabajan, los llamados ninis, que en México ronda la desgarradora cifra de 24.7% de los jóvenes entre 15 y 29 años que no estudian ni trabajan. La desaparición de los cuarenta y tres normalistas de Ayotzinapa se puede interpretar como un eslabón más de una cadena de barbarie, tal y como lo calificó el historiador Lorenzo Meyer, cadena de barbarie conformada por una serie de masacres ocurridas desde 1990. A las cuales se les habría que agregar los feminicidios de Ciudad Juárez, lo que conforma al estado de México como uno de los más violentos en estos momentos, con índices muy altos de violencia; y es interesante el caso del estado de México, porque es uno de los pocos estados que no ha experimentado la alternancia política, siempre ha estado gobernado por gobiernos priistas. Se encuentra también la masacre de Aguasblancas, la masacre de Acteal, la masacre de Villas Salvácar, que ocurrió en el 31 de enero del 2010, en Ciudad Juárez, Chihuahua, que es un caso también muy dramático porque en esta ocasión un grupo vinculado al narcotráfico ingresa a una casa donde se estaba llevando a cabo una fiesta de jóvenes y muchas de las víctimas por supuesto que eran jóvenes. Tenemos las tragedias más recientes de Tlatlaya y de Apatzingán. La de Tlatlaya ocurrió poco antes de la desaparición de los 43, esto también ocurre en el estado de México, y en este caso los responsables son miembros del ejército. Se achacó a que los jóvenes, estaban vinculados al narcotráfico, sin embargo se dan ejecuciones extra-judiciales, las cuales se han repetido en Apatzingán, el día 6 de enero de este año. De igual modo es necesario ubicar la desaparición de los cuarenta y tres normalistas en el contexto de las más de 23 mil desapariciones y más de 150 mil asesinatos que se han contabilizado en los últimos 10 años en México. Estas aterradoras cifras ponen al descubierto los niveles tan profundos de deterioro del tejido social en México, fenómeno que a su vez se encuentra estrechamente relacionado con el incremento de las desigualdades producidas por el modelo económico neoliberal, puesto en marcha en ese país desde la década de 1980; y que se ha profundizado en el marco de la entrada en vigor del Tratado de Libre Comercio con Estados Unidos y Canadá. A ello habría que agregar la acelerada descomposición de la clase política. Tómese en cuenta que la tragedia de Ayotzinapa, ocurre en un estado gobernado desde hace varios lustros por el Partido de la Revolución Democrática (PRD). Dicho partido de izquierda surgió precisamente como una alternativa electoral ante el bipartidismo del PRI-AN, del PRI y del PAN. No cabe duda de que México se encuentra atravesando por una profunda crisis que va más allá de lo económico. Esta crisis es sistémica y se refleja también, en los elevados índices de impunidad, en la grave crisis que experimenta los derechos humanos, igualmente la crisis que enfrenta el sistema educativo, el cual tiende a convertir a la educación pública en una mera mercancía. El complejo panorama que nos muestra México, hoy es el espejo en el que, queramos o no reconocerlo, nos vemos reflejados. Y para concluir es importante volver al tema de las fosas clandestinas que tanto preocupan, en las palabras de Omar García, uno de los normalistas sobrevivientes del 26 de setiembre del año pasado, quien en el marco de la euro caravana planteó hace muy pocos días, a un grupo de estudiantes que participaban en un mitin llevado a cabo en la Ciudad de Oslo, Noruega, las siguientes preguntas ¿Cuántas desapariciones por día, tienen en Noruega? ¿Cuántas fosas clandestinas se encuentran todos los días aquí en Noruega? En los periódicos ¿Cuántas notas rojas ven todos los días? ¿Cuántos decapitados? ¿Cuántas personas mutiladas? Las interrogantes planteadas por Omar también son válidas, tanto en Costa Rica como en el resto de la región Centroamericana. Región que sigue estando marcada por los altos niveles de violencia, desigualdad y por los efectos de las migraciones, incluyendo la migración infantil. Estoy convencida que debemos asumir la responsabilidad colectiva que nos corresponde y luchar contra la minimización de la gravedad de lo que está sucediendo en México y en otras partes del planeta. No nos podemos acostumbrar a ver este tipo de tragedias que alcanzan niveles de barbarie como algo normal. Se debe de tener en cuenta la advertencia hecha por el analista mexicano Sergio Aguayo, Ayotzinapa es un tema de gravedad extrema, el cual nos enfrenta a un riesgo enorme ¿Cuál es la trivialización del mal? No cabe duda de que, hoy más que nunca, la solidaridad entre los pueblos es indispensable. En el caso concreto de Ayotzinapa, los frutos de las acciones solidarias se pueden palpar por mencionar solo un ejemplo, en la organización de caravanas llevadas a cabo en Estados Unidos, en Canadá y en varios países de Europa con el propósito de que normalistas y familiares de los 43 mantengan vivo el grito de ¡Vivos se los llevaron, vivos los queremos!, así como la exigencia de que sea conocida la verdad histórica de estos hechos y de que exista justicia.