DERECHO INTERNACIONAL PÚBLICO UNIDAD 7 RECONOCIMIENTO DE ESTADO Y DE GOBIERNO 7.1. RECONOCIMIENTO DE ESTADO Como hemos observado a lo largo del estudio de nuestra materia, el Estado ocupa un papel preponderante en la comunidad de naciones, ya que él es la base sobre la que descansa el conjunto de Estados que la integran. Por tal motivo, cada Estado tiene la capacidad y la obligación de comportarse como un integrante apto y capaz de desarrollar esa función. Por ello ha resultado verdaderamente necesario determinar cuáles van a ser los atributos necesarios o suficientes para incorporar un nuevo Estado a la comunidad internacional, situación que es prácticamente reciente, debido en gran parte a que antes del S. XIX todos los Estados existentes tenían prácticamente una “personalidad originaria” que nadie les disputaba y que generó que se constituyeran a sí mismos como un club exclusivo de difícil admisión. Tal situación podemos verificarla muy claramente en la Paz de Westfalia, en la que cada integrante del Tratado contaba con una personalidad definida del Estado que representaba y ésta nunca se puso bajo discusión. De tal forma que los problemas comenzaron cuando ya se había conformado una comunidad de naciones (conocida como el concierto europeo) a la que pronto Estados Unidos solicitó su adhesión (ya como una unidad de Estados Confederados), a la comunidad internacional. A partir de ese momento se empezaron a discutir cuáles eran los requerimientos para que el nuevo miembro pudiera ser aceptado con derechos y obligaciones y a insistir en que sólo mediante la aceptación unánime del grupo o de la mayoría de él, expresada a través de un acto unilateral, la “aceptación” podría tener reconocimiento y consecuentemente, validez jurídica. De no realizarse bajo esta circunstancia, el nuevo ente carecería de personalidad jurídica internacional plena. 7.1.1 SIGNIFICADO DE RECONOCIMIENTO El reconocimiento de Estado es la admisión dentro de la familia de naciones. Significa que el Estado que reconoce espera y confía que el Estado reconocido desempeñe su justo y adecuado papel en la comunidad internacional y que por tanto, el Estado reconocido se considera apto y capaz para desempeñar tal papel. Es importante entender que alrededor del término de reconocimiento existen dos términos: El reconocimiento de jure y el reconocimiento facto, que son dos expresiones que en fondo hablan sobre el reconocimiento de un gobierno, el cual puede ser de facto, o bien, de jure, sin que en realidad exista una base justificada para aplicar cualquiera de las dos, ya que, como hemos dicho, los que caen en esta distinción son los gobiernos, no el reconocimiento. Un gobierno de facto, es en términos generales, un gobierno ilegítimo, que ha arribado al poder por un medio diferente a la sucesión constitucional. También un gobierno usurpador debe ser considerado de facto, pero se asemeja mucho a un gobierno ilegítimo y por ello a veces tiene más consistencia y autoridad que el de jure. Las características principales de un gobierno de facto es que se mantiene a sí mismo, que ha expulsado a las autoridades legítimamente constituidas del asiento de su poder y de las oficinas públicas, y que mientras existe, debe ser obedecido por los ciudadanos. Las obligaciones que a nombre del país contraiga un gobierno de facto son respetadas por el gobierno de jure, si éste se restablece. La doctrina no establece que deba hacerse ninguna diferencia entre un gobierno de facto y uno de jure en lo que se refiere a la capacidad de representar al país. Basta con que ese gobierno controle los servicios públicos y realice las funciones usuales de la autoridad. En la práctica internacional, durante el S. XIX se trató de hacer alguna diferencia entre un gobierno y otro, sin que se llegara a ningún reconocimiento unánime u oficial. No así en el S. XX, en el que el Presidente Wilson tuvo el extraño mérito de pretender establecer una diferencia entre una y otra, indicando que con el de facto no se adquirían compromisos y podía retirarse sin responsabilidad y sin ofender a la opinión pública. Como era de esperarse, posteriormente se trató de emplear ésta opinión para obtener ventajas o exigir condiciones, situación que hizo inoperante su aceptación. 7.1.2 TEORIA CONSTITUTIVA Por lo anterior, se determinó la existencia de la “Teoría Constitutiva”, la cual sostiene que sólo y exclusivamente por el reconocimiento de Estado se convierte un ente en una persona internacional y consecuentemente, en sujeto de Derecho Internacional. Los partidarios de esta tesis no alcanzan a negar la existencia del Estado; únicamente indican que no existe la personalidad internacional si no media el reconocimiento. 7.1.3 TEORIA DECLARATIVA Es opuesta a la anterior y afirma que el reconocimiento no trae a la vida jurídica a un Estado que no existía antes, sino que, dondequiera que un Estado existe con sus atributos, se convierte en sujeto del Derecho de Gentes, sin que tenga relevancia la voluntad de los otros Estados. El reconocimiento, no hace más que declarar que ha ocurrido el hecho del nacimiento del Estado. 7.2 TEORIAS SOBRE RECONOCIMIENTO DE GOBIERNO Antes de continuar, debemos hacer hincapié en que reconocimiento de Estado y de Gobierno son actos totalmente distintos, toda vez que el reconocimiento de Estado tiene que ver con el comienzo de la personalidad internacional y con el derecho a la existencia de esa corporación política. Mientras que, el reconocimiento de Gobierno es un asunto que se refiere a la sucesión de autoridades en el interior de un Estado, que en nada altera su personalidad jurídica, la cual continúa idéntica. El reconocimiento de gobierno es un acto por el cual se da la conformidad para continuar las relaciones habituales de intercambio con el nuevo régimen, cuando este nuevo régimen ha surgido de una manera diferente a la sucesión pacífica y normal de autoridades de un país, de modo distinto a la sucesión de gobiernos constitucionales establecida. Resulta interesante saber que todas las teorías relativas al reconocimiento de gobiernos se han producido en América. Se habla de cuatro doctrinas cardinales de reconocimiento: La de Jefferson, la de Tobar, la de Wilson y de la Estrada. 7.2.1 DOCTRINA JEFFERSON En 1792, frente a la situación política de la Francia de la Asamblea Constituyente, el estadista norteamericano expresó “un gobierno legítimo es aquel creado por la voluntad de la nación substancialmente declarada”. En otra ocasión dijo: “La voluntad de la nación es la única cuestión esencial a considerar”. Al existir un gobierno que recibe el asentimiento de la población, debe ser reconocido, esto de acuerdo con la tesis de Jefferson, sin considerar la cuestión de la legitimidad. 7.2.2 DOCTRINA TOBAR Esta resulta tener una postura contraria a la tesis europea, ya que señala que no deben reconocerse gobiernos surgidos de revoluciones. Más tarde y en ocasión al Tratado General de Paz y Amistad, de 1907, entre varios países centroamericanos, se adoptó más o menos la fórmula Tobar, difiriendo el reconocimiento sólo hasta que “la representación del pueblo libremente electa no haya organizado al país de forma constitucional”. En la práctica no surtió ningún efecto la Tesis de Tobar, a pesar de los principios humanitarios que se dice la animaban para prevenir desórdenes intestinos. 7.2.3 DOCTRINA WILSON Ésta es en realidad sólo una versión de la Tesis de Tobar, pues sostiene que no se otorgaría reconocimiento a regímenes emanados de una revolución. Su punto de vista representa el regreso al legitimismo constitucional. En ninguna de las ocasiones que el gobierno de Estados Unidos aplicó al reconocimiento de la famosa doctrina Wilson pudo observarse algún resultado satisfactorio, sino todo lo contrario, ya que lo único que se obtuvo fue hostilidad y resentimiento. 7.2.4 DOCTRINA ESTRADA Esta postura resulta verdaderamente un enigmática, ya que fue en 1913 cuando el canciller mexicano entregó a la prensa un comunicado que decía: “Después de un estudio muy atento sobre la materia, el Gobierno de México ha transmitido instrucciones a sus Ministros o encargados de negocios de los países afectados por las recientes crisis políticas, haciéndoles conocer que México no se pronuncia en el sentido de otorgar reconocimientos, porque considera que ésta es una práctica denigrante que, sobre herir la soberanía de otras naciones, coloca a éstas en el caso de que sus asuntos interiores puedan ser calificados, en cualquier sentido, por otros gobiernos quienes de hecho asumen una actitud de crítica al decidir, favorable o desfavorablemente, sobre la capacidad legal de regímenes extranjeros. En consecuencia, el gobierno de México se limita a mantener o retirar, cuando lo crea procedente, a sus agentes diplomáticos y a continuar aceptando, cuando también lo considere procedente, a los similares agentes diplomáticos que las naciones respectivas tengan acreditados en México, sin calificar ni precipitadamente ni a posteriori, el derecho que tengan las naciones extranjeras para aceptar, mantener o sustituir a sus gobiernos o autoridades. Naturalmente, en cuanto a las formas habituales para acreditar y recibir, agentes y canjear cartas autógrafas de Jefes de Estado y Cancillerías, continuará usando las mismas que hasta ahora, aceptadas por el Derecho Internacional y el Derecho Diplomático”. Dada la complejidad que encierra el pensamiento del diplomático, la Doctrina Estada ha sido interpretada de varias maneras, todas ellas de acuerdo a la persona que las emplea. Por ello, ha sido aceptada como una forma de reconocimiento tácito; para otros, lo que significa es una continuidad de relaciones con el Estado, no con su gobierno. Otra interpretación un poco más romántica señala que es el único sistema capaz de salvaguardar la soberanía esencial de todos los Estados. Analizando vagamente la Doctrina Estrada, puede observarse que no hay nada nuevo, ya que no distingue al reconocimiento de Estado y confunde el mantenimiento o la reanudación de las relaciones diplomáticas, por lo que se infiere que su redacción confusa únicamente señala la confusión que él tenía entre el todo y las partes. De cualquier manera, fue bien recibida en muchos sectores y obligó a los Estados Unidos a variar en Latinoamérica su política de reconocimiento y a buscar métodos mejores para llevarlo a efecto, por lo que en la Resolución XXXV de la IX Conferencia de Estados Americanos, celebrada en Bogotá, Colombia, en 1948 se declaró deseable la continuidad de relaciones diplomáticas en casos de gobiernos revolucionarios, y se condena al regateo político en el reconocimiento; lo que constituye una excelente conclusión de la citada doctrina, ya que finalmente se le da una interpretación de la que inicialmente carecía. 7.2.5 FORMAS COLECTIVAS DE RECONOCIMIENTO En los últimos tiempos, ha surgido una nueva forma de reconocimiento de Gobiernos que aparentemente elimina las desventajas e injusticias del reconocimiento individual y extrae de la institución una buena parte de la política que la satura. Esta manera de reconocimiento se nombra genéricamente “reconocimiento colectivo”, pero es posible advertir matices y variantes, que permiten distinguir varios grados en el proceso. Por reconocimiento colectivo se entiende en la práctica lo opuesto a reconocimiento individual por cada Estado, esto es, se engloban en esta denominación todas las diferentes formas de acción conjunta de dos o más naciones, al reconocer a un régimen nuevo. Así podría hablarse del reconocimiento consultado, del concertado, del simultáneo o conjunto del reconocimiento, propiamente dicho. El conocimiento consultado tiene lugar cuando cada Estado, conservando su libertad para reconocer o no, actúa conjuntamente con otros, obteniendo e intercambiando toda la información posible acerca de la forma en que llegó el nuevo régimen al poder. Se empleó esta manera de reconocer de 1942 a 1947, en el Continente Americano y arranca de la famosa Resolución XXII del Comité Consultivo de Emergencia para la defensa política del Hemisferio, del 24 de diciembre de 1942. Fue utilizado en el caso del gobierno revolucionario de Gualberto Villarroel, en Bolivia, en el que después de una consulta entre varios gobiernos americanos, éstos resolvieron no otorgarle el reconocimiento. También fue empleado en el caso del golpe de Estado que puso al grupo peronista en el poder de Argentina, en 1945, así como en Nicaragua en 1947. La consulta en el reconocimiento representa evidentemente un progreso con respecto al reconocimiento individual, ya que permite decidir una cuestión delicada con mejores elementos de juicio. El reconocimiento concertado representa una etapa más completa y adecuada. En este grado no sólo existe el período informativo o de consulta, sino que como consecuencia de la información, se produce un consenso general obligatorio, la determinación de una consulta a observar y por lo tanto la acción de los Estados, si bien no es conjunta, es por lo menos paralela. Este reconocimiento supone una asamblea o reunión. En este supuesto puede citarse el caso de Paraguay y Bolivia después de la guerra del Chaco en 1936, cuyos gobiernos fueron reconocidos tras de que la Conferencia de Consolidación de la Paz, en Buenos Aires, se pronunció en el sentido de otorgar el reconocimiento. El reconocimiento simultáneo y el conjunto cuentan con las mismas características. Se extiende el reconocimiento al mismo tiempo, en una misma fecha, bien sea por cada Estado, actuando individualmente, en cuyo caso se tiene el simultáneo, o bien, por varios Estados en forma general, en donde se produce el conjunto. El reconocimiento colectivo significa el grado más perfecto de la evolución, ya que es aquel que se practica por la comunidad de Estados en su totalidad, a través de un organismo internacional que la represente para tal efecto. Constituye pues, una centralización de funciones en un órgano adecuado. Un asunto que ilustra las deficiencias del reconocimiento es el de la República Democrática Alemana, toda vez que posterior a una lucha diplomática surgida en 1945, por fin fue aceptada simultáneamente con la República Federal Alemana y por consiguiente, este hecho trajo consigo el establecimiento de relaciones con un enorme número de países que se habían abstenido de entrar en intercambio con República Democrática, debido a que existía una política muy clara que establecía que cualquier país que mantuviera relaciones con Alemania Oriental entraría en la lista negra alemana, es decir, que ésta rompería relaciones diplomáticas, de comercio e intercambio con ellos. 7.3 GOBIERNO EN EXILIO El Derecho Internacional reconoce que los gobiernos en el exilio pueden realizar muchos tipos de acciones en la conducción de sus asuntos diarios. Estas acciones incluyen: Hacerse parte en un tratado bilateral o internacional Enmendar o revisar su propia Constitución Mantenimiento de fuerzas militares Retención del (o "la obtención de nuevo") reconocimiento diplomático de los Estados soberanos La expedición de tarjetas de identidad Formación de nuevos partidos políticos Establecimiento de reformas democráticas Celebración de elecciones Permitir las elecciones directas (o de base más amplia) de sus funcionarios de gobierno, etc. Sin embargo, ninguna de estas acciones puede servir para legitimar un gobierno en el exilio para convertirse en el gobierno legal reconocido internacionalmente de su localidad actual. Por definición, un gobierno en el exilio se habla en términos de su país de origen, por lo que debe volver a su país natal y reconquistar el poder para obtener legitimidad como el gobierno legal de esa zona geográfica. 7.4 MÉTODOS POR LOS QUE SE EXTINGUEN LOS ESTADOS. FUSIÓN, ANEXIÓN Y DESMEMBRAMIENTO. EFECTOS JURÍDICOS DE LA EXTINCIÓN DE ESTADOS. Un Estado deja de serlo cuando termina su existencia independiente. Cuando se destruye la identidad de una comunidad desaparece la personalidad internacional de un miembro pleno de la comunidad internacional: a) Por vía de fusión: Dos o más Estados autónomos se reúnen para formar un ente político mayor, perdiéndose la individualidad de los miembros, como por ejemplo: el caso de la Confederación Alemana del Rhin, que se agregó a Prusia para formar el Imperio Alemán en 1871. b) Por desmembración del Estado: Tal fue el caso de Polonia en 1795 o del Imperio Austro Húngaro después de la Primera Guerra Mundial, y, c) Por anexión de un Estado por otro, tomo como ocurrió en 1938, en que Austria dejó de ser autónoma para convertirse en provincia Alemana. La sucesión de Estados: Cuando los fenómenos señalados anteriormente acontecen, traen consigo perturbaciones políticas y jurídicas de gran trascendencia, frente a las cuales el Derecho Internacional no puede permanecer indiferente y así han surgido distintas doctrinas que bajo el término “Sucesión de Estados” pretende encontrar normas capaces de regular la serie de problemas que se presentan. Aun cuando el término “sucesión” no es un término correcto, debido en gran parte a que no se transmiten de forma completamente los derechos y obligaciones de un Estado a otro, o de una persona a otra, lo que en realidad ocurre es una sustitución de soberanía, pero no existe un término u otro concepto equivalente, por lo que se tiene que recurrir a un concepto que aplique de forma análoga. En esta teoría, el Estado que adquiere el territorio de otro se llama “sucesor” y el que desaparece se denomina “predecesor” Fue Hugo Grocio el primero que introdujo en el derecho de gentes la idea de sucesión. Influido como estaba en el Derecho Civil encontró sencilla la transferencia del término del Derecho Civil al Derecho Internacional. Si bien no existe una auténtica sucesión, es una realidad que se producen efectos legales que no deben desconocerse ya que dada su importancia resultan operantes en nuestra materia de estudio. a) Tratados. La regla más firme, derivada de la práctica internacional, es que la cesión de territorio deja en lo general sin efecto cualquier tratado que tenga conexión con esa porción de territorio. b) Deudas: El argumento más sólido respecto a las deudas en materia internacional es que el sucesor no tiene por qué reconocer deudas contraídas por causa de la insolvencia o ineptitud de las autoridades precedentes. No obstante lo señalado anteriormente, ha habido algunas excepciones y se han admitido las deudas del estado extinto. Unas veces ello ha sido bajo presión colectiva, como en el caso de las deudas que tuvieron que reconocer, en el Tratado de Versalles, los países que resultaron de la partición de Austria-Hungría. c) Efectos por cuanto a la nacionalidad de las personas. Es en este punto en el que reside uno de los mayores problemas en este rubro. La mayoría de los tratadistas opinan que al desaparecer un Estado, los habitantes del territorio objeto de la sucesión pierden automáticamente su nacionalidad y se convierten en nacionales del país sucesor. Esto suena muy fácil, pero se empieza a dificultar cuando el Estado adquirente no desea otorgar su nacionalidad por cualquier razón, que puede ser política o racial, a los habitantes de la porción territorial. Hasta hoy las reglas no son satisfactorias y lamentablemente de forma reciente hemos sido testigos de genocidios por este hecho, tal es el caso de la reciente masacre en Siria, en la que si bien la ONU ya determinó que se utilizaron armas químicas y que va a llamar a los responsables para ser juzgados, también podemos decir que si no se ha legislado debidamente al respecto, poco o nada va a poder hacerse hasta que no estén debidamente previstas las reglas a operar ante esta situación.