La pecadora perdonada

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Tú puedes perdonar sin condición alguna y aunque todavía sientas dolor por la
ofensa, si le pides a Jesús que te ayude a perdonar a “fulano” por “eso” que te
hizo, verás que cuando decides perdonar, Jesús te da la fuerza y además te da
una especial alegría: La alegría de perdonar, que te quita esa carga del rencor
hacia el que te ofendió y te permite gozar mejor del perdón que Jesús te da a ti.
Lo difícil es aprender a perdonar, y eso se logra con la ayuda de Jesús y con
práctica, es decir practicando a perdonar. La primera vez, puede ser que se te
atore, pero poco a poco verás que se te hace más y más fácil perdonar.
Plegaria Universal:
1. Padre, que nos amas tanto, permítenos tener la fe y el amor de la
pecadora pública, para demostrarle a Jesús que lo amamos, a pesar de
lo que piensen o digan los demás. Te lo pedimos Padre.
2. Padre, te pedimos por el Papa, los obispos, los sacerdotes, los
religiosos, las religiosas y los diáconos, para que puedan conocer
verdaderamente su corazón, arrepentirse de sus pecados y valorar y
agradecer el perdón que Tú les das. Te lo pedimos Padre.
3. Padre, permite que los gobernantes de todo el mundo, reconozcan a
Jesús como su verdadero Salvador y lo dejen entrar a su casa. Te lo
pedimos Padre.
4. Padre, te pedimos que los enfermos y todos los que sufren,
experimenten tu perdón, para que puedan mostrar mucho amor, aún en
medio de su dolor. Te lo pedimos Padre.
5. Padre, te pedimos que María, nuestra Madre interceda por nosotros
para que, al arrepentirnos de verdad, a través del sacerdote, Jesús nos
perdone todos nuestros pecados. Te lo pedimos Padre.
Erika M. Padilla Rubio
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Subsidio para la Catequesis y la Misa con niños | 12 de junio de 2016
Erika M. Padilla Rubio
EVANGELIO (Lucas 7,36-8,3)
La pecadora perdonada
Orejita: Hola amigo. Hoy te quiero contar lo que
le pasó a un fariseo y a una pecadora cuando
se encontraron con Jesús.
Bizy: Pero antes, ¿tú sabes qué es un fariseo?
Orejita: Los fariseos eran personas que habían
estudiado muy a fondo la Ley. Eran muy
exigentes de cumplir rigurosamente con su
Orejita
Bizy
propia interpretación de la misma Ley.
Bizy: Y ¿sabes qué es una pecadora pública?
Orejita: Es una mujer que se había portado muy mal, y toda la gente lo sabía.
Bizy: Pues bien, el fariseo le rogó a Jesús que comiera con él. Jesús entró en la
casa del fariseo y se sentó a la mesa.
Orejita: Había en la ciudad una mujer pecadora pública. Al enterarse de que
Jesús estaba comiendo en casa del fariseo, 1llevó un frasco de alabastro de
perfume.
Entró en casa del fariseo, sin que nadie la invitara y se puso a los pies de Jesús.
De pronto comenzó a llorar, y con sus lágrimas le mojó los pies. Como no tenía
una toalla, tomó los cabellos de su cabeza para secarlos; luego besó sus pies, lo
cual era un signo de que estaba muy agradecida con Jesús. Y por último los
ungió con el perfume.
Al verlo el fariseo que había invitado a Jesús, se decía para sí mismo: «Si éste
fuera profeta, sabría quién y qué clase de mujer es la que le está tocando, pues
es una pecadora».
2
Bizy: ¿Jesús los puede perdonar y borrar de su corazón todos sus pecados?
Orejita: Claro. Jesús a través del sacerdote, Él mismo, perdona los pecados.
Cuando un niño o un adulto está arrepentido de haberse alejado de Dios, de
haber hecho o dicho algo malo y va a confesarse, Jesús lo perdona y le regala su
paz.
Bizy: Amigo que estás leyendo, ¡qué afortunado eres! No te pierdas esa gran
oportunidad que Jesús te da. ¡Aprovéchala!
Sigrid Villaseñor Johnsson
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Bizy: Los profetas, que son personas escogidas por Dios para dar un mensaje,
generalmente, tienen de parte de Dios, el regalo de conocer el corazón de las
personas con las que están.
Orejita: Seguramente este fariseo había escuchado a Jesús y se había dado
cuenta que Él daba un mensaje de parte de Dios, es decir, que era un profeta.
Sin embargo, dejaba que una pecadora se le acercara mucho y eso no estaba
bien visto.
Jesús le respondió: «Simón, tengo algo que decirte».
Orejita: Él dijo: «Di, maestro».
Bizy: Jesús entonces le va a contar una parábola. ¿Tú sabes qué es una
parábola?
Orejita: Una parábola es un regalo que nos da Jesús, pues un mundo nuevo nos
quiere abrir, por eso con parábolas nos va a enseñar, los secretos que debemos
descubrir, para su grandeza poder admirar y su enorme amor poder valorar.
Bizy: En todas las parábolas que cuenta Jesús, siempre hay un secreto que
debemos descubrir.
Orejita: ¿Estás listo para escuchar esta parábola?
Bizy: «Un acreedor tenía dos deudores: uno debía quinientos denarios y el otro
cincuenta». Orejita, ¿qué es un acreedor, un deudor y un denario?
Orejita: Un denario era una moneda romana de plata, que valía un día de trabajo
en una viña. Supongamos como unos $50.00. Entonces Pedro le prestó a Juan
quinientos denarios y a Andrés cincuenta.
Bizy: Como no tenían para pagarle, perdonó a los dos. ¿Quién de ellos le estará
más agradecido?
Orejita: Simón respondió: «Supongo que aquel a quien perdonó más».
Bizy: Jesús le dijo: «Has juzgado bien».
Orejita: Volteando a ver a la mujer, Jesús le dijo a Simón: «¿Ves a esta mujer?
Entré en tu casa y no me diste agua para los pies. Ella, en cambio, ha mojado mis
pies con lágrimas y los ha secado con sus cabellos. No me diste el beso. Ella,
desde que entró, no ha dejado de besarme los pies. No ungiste mi cabeza con
aceite. Ella ha ungido mis pies con perfume. Por eso te digo que quedan
perdonados sus muchos pecados, porque ha mostrado mucho amor. A quien
poco se le perdona, poco amor muestra». Y le dijo a ella: «Tus pecados quedan
perdonados».
Bizy: La mujer seguramente estaba muy arrepentida de haberse portado mal y
por eso quiere ungir los pies de Jesús con perfume. Pero se siente tan amada y
perdonada por Él que seguramente por eso se puso a llorar y quiso demostrarle
a Jesús cuánto lo amaba.
Orejita: La mujer sabe que Jesús le ha perdonado muchos pecados y que todos
quedan borrados para siempre de su corazón.
Bizy: Todos debieron haberse quedado muy felices de saber que Jesús perdona
aunque sean muchísimos los pecados.
Orejita: Tal vez sí, pero algunos de los que también estaban sentados en la mesa
empezaron a decirse para sí: «¿Quién es éste, que hasta perdona los
pecados?»
Pero Jesús dijo a la mujer: «Tu fe te ha salvado. Vete en paz».
Bizy: Seguro que sí se fue en paz. Pues de su corazón Jesús borró todos sus
pecados. ¡Qué afortunada!
Orejita: ¿Sabes que todos los niños y sus papás pueden ser igual de
afortunados?
Sabías que...
Hay algunas personas que reaccionan muy raro cuando las perdonan. En vez
de sentirse muy agradecidas, creen que hubieran podido portarse todavía
peor, pues al fin, de todos modos las iban a perdonar.
¿Te acuerdas de la parábola que nos acaba de contar Jesús?
Seguramente al que debía mucho y le perdonaron la deuda quedó muy
agradecido con el Señor que lo perdonó; pero, al que le perdonó poco, te
imaginas que en vez de estar agradecido, pudo pensar: “De haberlo sabido, le
hubiera pedido mucho más dinero, al fin que de todos modos me iba a perdonar”.
A algunos de nosotros, algunas veces, se nos olvida fácilmente todo lo que
Jesús nos ha perdonado y creemos que como siempre nos va a perdonar, pues
no importa que nos portemos mal. ¿Crees que esta actitud es la que le gusta a
Jesús?
Él desea que cada vez que nos perdona, quedemos agradecidos por el perdón
que nos ha dado y que cada vez le amemos más. Y así, porque le amamos,
dejemos de entristecerlo alejándonos de Él o haciendo lo que no le gusta.
Pero hay algo más. Cuando rezamos el Padre Nuestro decimos: “…perdona
nuestras ofensas como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden…”
¿Tú te has ocupado de ir sacando de tu maleta de ofensas recibidas todas las
que se acumulan cada día, perdonando a quienes te han ofendido?
A veces no perdonamos porque creemos que quien nos ofendió, nos debe pedir
perdón primero.
Pero no debe ser así; debemos hacer como Jesús hace con nosotros.
Tal vez no “sientas” ganas de perdonar, y hasta puede ser que la persona que te
ofendió, te siga “cayendo mal”; pero si tú decides perdonarla, es como si le
pusieras azúcar a tus recuerdos amargos.
Es como hacer agua de limón. Al limón que si te lo tomas solo es agrio y te hace
poner gestos chistosos, se vuelve agradable cuando le pones agua azucarada.
Pues si no aprendes a perdonar, la amargura, el enojo y la frustración te van
aprisionando cada vez más fuerte, tanto que hasta ver a la persona que te
ofendió te causa malestar. Por el contrario, cuando decides perdonar, eres
verdaderamente libre y alegre.
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