VALENCIA EN CUATRO LINEAS – 1

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VALENCIA EN CUATRO LINEAS – 1
MURALLAS, PUERTAS, CAMINOS
En el Siglo XI y entre los distintos Reinos de Taifas, Valencia se
había convertido en la capital de un poderoso reino agareno regido por
Abdelazid Ibn Amir, que ordenó la construcción de unas robustas
murallas como complemento y refuerzo, a la vez que defensa de la línea
de atalayas que corría a lo largo de Moncada, Bétera, Paterna, Chiva,
Montroy, Torrente, Espioca, Silla, Almusafes y Castelló de la Ribera.
Aquellas
murallas
persisten
incluso
después
de
las
sucesivas
conquistas de la ciudad por el Cid Campeador y por Jaime I, y no será
hasta el año 1314 cuando el Consell considere necesario sustituir la
vieja muralla árabe por un nuevo recinto defensivo que proteja no solo
la ciudad sino también los arrabales de extramuros dando seguridad a
la
población
y
seguridad
a
su
prometedora
y
creciente
actividad
comercial.
Pero a pesar de la urgencia, las obras no se inician hasta el
año 1356, con Pedro el Ceremonioso como Rey de Valencia, ante las
amenazas de Pedro el Cruel de Castilla que desembocaron en lo que se
llamó
“la
guerra
de
los
dos
Pedros”.
Fue
Guillén
Nebot,
“mestre
picapedrer”, quien dirigió las obras, construyendo al efecto un muro
alto y grueso, con un foso a sus pies para canalizar las aguas fétidas
y las inmundicias que la ciudad producía. Estas obras propiciaron el
primer
ensanche
de
Valencia,
y
casi
llegaron
a
triplicar
su
superficie, pero su calidad dejaba mucho que desear puesto que la
muralla se construyó con la tierra extraída de los fosos, apisonada y
amasada, es decir, con materiales de ínfima calidad. A los fosos de
las murallas iban a parar escombros, piedras, basuras, aguas pútridas
y animales muertos, que se unían a la maleza y hierbajos con el
consiguiente hedor y el no menos consiguiente foco de infección, y
ello pese a que Valencia tenía una excelente red de saneamiento que,
según se dice, mandó construir el propio Escipion
a imitación de las
cloacas de Roma, y que gracias a ello constituía una de las ciudades
más limpias de Hispania.
26
El 17 de agosto de 1358, una pavorosa avenida del rió asoló la
ciudad y minó la resistencias de las murallas, con el resultado de que
las mandadas levantar por Pedro el Ceremonioso quedaron prácticamente
destruidas.
Hacia
finales
del
Siglo
XVI
todavía
constituían
un
elemento defensivo contra las constantes incursiones de los piratas
berberiscos, pero entre 1589 y 1600 estaban completamente en ruinas.
Para remate, el 20 de octubre de 1589 una nueva avenida del Turia
derribó el lienzo de la muralla comprendido entre la Puerta del Real y
la Torre del Temple, continuando el progresivo deterioro hasta llegar
a 1865 en que las murallas fueron definitivamente demolidas. Y en su
demolición se puso tal empeño que tan solo las Puertas de los Serranos
y de Quart se salvaron del derribo, y ello por haberse incendiado la
cárcel de la nobleza y tener que trasladarse a ellas los nobles con
cuentas pendientes con la justicia.
La
primitiva
muralla
musulmana
tenía
seis
puertas,
llamadas
Porta del Llibreter, Porta de la Roca, Porta de la Colobra, Porta dels
Roters, Porta de la Boatella y Porta de la Xerea que daban salida
hacia
los
arrabales
que
les
daban
el
nombre
y
en
los
que
tradicionalmente los pobladores se agrupaban por gremios o etnias. Los
Roters, o Roteros, por ejemplo, era una barriada de comerciantes. La
Boatella era un prado cercano a la ciudad, en la orilla sur del Turia
y posteriormente cegado, donde se apacentaba el ganado. Y la Xerea era
el arrabal del camino al mar donde se asentaban la mayoría de los
judíos de Valencia. En la ciudad cristiana se abrieron cuatro puertas
más, llamadas Porta de la Mar, Porta de Sant Vicent, Porta de Quart y
Porta dels Serrans, de las cuales perduran las dos últimas y una Porta
de la Mar reconstruida.
Como complemento, existían nueve puertas menores, o portales,
denominados
Portal
del
Coixo
o
de
les
Setze
Claus,
Portal
dels
Blanquers, Portal dels Jueus, Portal dels Innocents, Portal o Porta
del
Reial,
Portal
Nou,
Portal
o
Porta
de
Rusaffa,
Portal
dels
Tintorers o de la Corona y Portal de la Trinitat (1)
De
la
comunicación
ciudad
que
se
partían
igualmente
desdoblaban
en
cuatro
otras
importantes
menores
importantes. Las principales eran el Cami Reial
aunque
vías
no
de
menos
de Morvedre, de donde
partían el Cami de Moncada y el Camí de Alboraia. No menos importante
era el Cami Reial de Lliria, con el Cami de Burxissot como ramal
principal. Venía luego el Cami Reial de Quart y Castella, con sus
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bifurcaciones de Alaquas y Xirivella, y por último el Cami Reial de
Xativa, del cual nacían los de Rusaffa, Picassent y Torrent (2)
Esta era, en apenas cuatro líneas, aquella Valencia de antaño
que llegó a ser el centro comercial y cultural de España y de Europa,
con mucha más importancia que los de Génova y Venecia. Pero esto
ocurría muchos siglos atrás y no ahora.
Ahora lo más que hacemos es “llorar sobre la leche derramada”,
como suele decirse.
José Caballer Caballer
Bibliografía
- Archivo propio.
(1) – Portal del Cojo o de las Dieciséis Llaves, Portal de los
Blanqueadores, Portal de los Judías,
Portal de los Inocentes, Portal
o Puerta del Real, Portal Nuevo, Portal o Puerta de Ruzafa, Portal de
los Tintoreros o de la Corona y Portal de la Trinidad.
(2) – Camino Real de Morvedre o Sagunto. Camino Real de Liria.
Camino Real de Cuarte y Castilla y Camino Real de Játiva.
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APOCALIPSIS
En este mes de junio que ya hemos dejado atrás se ha efectuado la
esperada y temida conjunción del día seis, con el mes seis, del año
seis, es decir, 6.6.6. que para los agoreros y nigromantes de todo el
mundo ha constituido, desde siempre, el símbolo del
Día de la Bestia,
del Anticristo y del Apocalipsis.
Y hay
motivos más que sobrados para asustarse – según dicen –
porque el tal numerito nos conduce primeramente hasta San Malaquías,
un santo varón que solamente profetizaba catástrofes y calamidades sin
cuento, y luego hasta Michel Nostradamus, un francés nacido en 1503 y
que durante los 63 años de su vida se dedicó a predecir el futuro a
través de unos enrevesados y enigmáticos versos poniendo sobre aviso a
la
Humanidad
acerca
del
negro
porvenir
que
se
le
venía
encima
y
especialmente advirtiendo del Apocalipsis.
Por suerte, entre los papeles de mi archivo apareció uno de los
mentados versos del profético Nostradamus que me ha servido de base
para escribir este artículo. Es una simple cuarteta, como lo fueron
todas sus composiciones, y la transcribo para un mejor entendimiento
del tema.
L’an mil neuf cent nonate sept mois
Du ciel viendra le gran Roi d’Effrayeur
Resuciter le grand Roi d’Agolmois
Avant et après Mars regner par bonheur.
En
un
alarde
de
imaginación
estos
versos
podrían
traducirse
diciendo que a los siete meses (julio) de 1999 vendrá del cielo el Rey
del Espanto a resucitar al gran Rey de Francia, y que antes y después
habrá una guerra (Mars – Marte) para que reine la felicidad. Pero me
da la impresión de que el buen señor no acertó ni una, porque ya
estamos en el 2006, vivitos y coleando, y sin que se haya podido
encontrar relación alguna entre la felicidad, el espanto y el rey de
Francia,
con
permiso
de
Nostradamus se aumenta el
Madame
la
Republique.
Pero
citando
a
rigor científico del relato, que es lo que
cuenta, al fin y al cabo.
Si realmente se acaba el mundo, ¿a dónde iremos a parar? Y la
respuesta llega con rapidez, seguridad y dureza: No iremos a ninguna
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parte porque desaparecerán el
Contenido y el Continente (sin alusión
a ninguna superficie comercial) y ello
porque llegará el Apocalipsis
de
de
la
mano
(o
más
bien
del
galope)
cuatro
jinetes
que
están
considerados como el Séptimo de Caballería del Más Allá.
Es
cierto
que
la
predicción
del
futuro,
apoyada
por
la
Astrología, ha interesado a las gentes de toda condición desde que la
Astrología nació como ciencia en la ciudad de Babilonia hace ya muchos
años. Y viajando hacia acá en el tiempo, la Astrología nos aseguró que
el
31
de
diciembre
de
1980
se
había
verificado
la
conjunción
de
Júpiter con Saturno en la constelación de Libra, época en la que una
vieja
tradición
arábiga
aseguraba
que
“se
produciría
el
fin
del
mundo”.
Pero como no se produjo, la Astrología atacó de nuevo añadiendo
que en el año 2000 (ayer, como quien dice) y coincidiendo con la
entrada en la Era de Acuario, se iniciará el periplo del fin del mundo
y que este final no será necesariamente nuclear ni microbiológico, ni
tampoco
por
obra
del
terrorismo.
Nada
de
polución,
ni
de
efecto
invernadero, ni agujero de ozono. No señor. El fin del mundo va a ser
acuático, y va a estar tan pasado por agua (Acuario) como lo que ponen
las
gallinas.
astrólogos,
Y
si
videntes,
hasta
ahora
profetas
y
nos
hemos
sesudos
salvado
varones
es
de
porque
los
entonces
no
llegaron a ponerse de acuerdo en cuanto a la fecha de entrada en la
Era de Acuario. Unos, por las buenas, la situaban en el año 2170.
Otros, más concisos aún, aseguraron que sería en el año 2012 porque
entonces el Polo Norte apuntará directamente a la Estrella Polar. Y
por fin, otros, más exactos, la fijaron – sin éxito, como ya hemos
visto – en el 20 de enero de 1999, coincidiendo con una conjunción
exacta entre el Sol y Neptuno, a cero grados del signo de Acuario,
apoyándose, aunque con seis meses de diferencia, en los
versos de
Nostradamus que he citado antes.
Es cierto que se han vaticinado sorprendentes acontecimientos,
tales como el asesinato del presidente Kennedy, la llegada del hombre
a la Luna y hasta la muerte de Picasso, pero no se sabe de ningún
agorero, vidente o profeta que se haya hecho rico acertando un pleno
al quince, o una Primitiva de las gordas, o la rifa popular de su
barriada, sin hablar del Derby de Kentucky o las Veinticuatro Horas de
Le Mans. Todos miran hacia el más allá y ven lo que ocurrirá dentro de
30
cien años. Y cuando aseguran que se acaba el mundo me asaltan las
dudas y me pregunto:
¿Y si llega esa fecha vaticinada y resulta que no se acaba el
mundo?
No
intento
siquiera
imaginar
lo
que
un
fallo
de
tal
calibre
significaría para la Humanidad. ¿Cómo iba a volver al despacho un
empleado después de haberle dicho al jefe la víspera lo que opinaba de
él y de sus ascendientes maternos? ¿Cómo reaccionarían los gobernados
tras haber expresado a gritos su opinión sobre los gobernantes? Y no
hablemos
ya
de
la
Banca,
la
Justicia,
la
Seguridad
Social
o
las
Comunidades Autónomas (con a sin Estatuto) porque acabaríamos como el
Rosario de la Aurora.
Por eso creo que lo mejor que puede ocurrirnos es que se acabe el
mundo, antes de que ese mismo mundo acabe con nosotros. Pero de todas
formas, para salir de dudas y estar preparado para lo que venga, he
acudido a un astrólogo de campanillas, le he pagado su elevada tarifa
- ¿para qué querrá el dinero si se va a acabar el mundo? – y le he
preguntado:
¿Cuándo se acabará el mundo?
El hombre ha jugado un poco al mus con las cartas del “tarot” y
luego ha consultado una bola de cristal homologada, que más parecía
una pecera puesta boca abajo, antes de contestar con aplomo:
El mundo se acabará el 18 de septiembre del año 2008.
El año 2008, amigos míos. Se salvan la Copa del América y las
Elecciones Generales. Y sin querer me ha venido a la memoria esa frase
popular que dice “mientras haya tontos habrá listos”, y he comenzado a
serenarme y a recobrar la paz de mi espíritu al considerar que desde
el año seis después de Cristo hasta el 2006 por el que ahora nos
movemos, en cada año acabado en seis se ha efectuado la conjunción
6.6.6. con un año 666 en el Siglo VII de propina, ¡y que si quieres
arroz, Catalina!, como dicen los castizos. Para más ironía, una de
aquellas
mentes
preclaras
considerarse
a
la
Nostradamus,
pero
inversa,
llegó
ese
afirmó
es
año
que
decir,
el
6.6.6.
9.9.9.
1999...
y
en
nada
también
clara
de
podía
alusión
nada,
con
a
el
31
consiguiente descrédito para la profesión y la desilusión de muchos,
que esperaban terminar de una.
Por si faltaba algo, al salir a la calle me topé con un melenudo
vestido
con
una
túnica
llena
de
manchas
y
agitando
una
campana
mientras gritaba: ¡Arrepentíos!.. ¡Arrepentíos!... Fue entonces cuando
acabé de convencerme de que este mundo nuestro ni se acaba ni hay nada
que lo destruya, a no ser que lo destruyamos nosotros mismos.
Respiré con fuerza. Me recosté en la pared, sintiendo el calorcillo
del sol, y estallé en carcajadas ante el gesto de asombro y sorpresa
de los que pasaban por mi lado. Me daba lo mismo. Me sentía feliz y
nunca me había reído tanto ni tan a gusto.
José Caballer Caballer
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