Don Juan Tenorio

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Punto de Encuentro
con los Clásicos
Don Juan
Tenorio
José Zorrilla
Adaptado por Anabel Sáiz Ripoll
Dirección Editorial
Raquel López Varela
Coordinación Editorial
Ana María García Alonso
Maquetación
Susana Diez González
Diseño de cubierta
Francisco A. Morais
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I ntroducción
«Buen lance, ¡viven los cielos!»
José Zorrilla y Moral (Valladolid, 1817-Madrid,
1893) fue el poeta más admirado y leído de su época.
Se le comparaba con Lope de Vega por su capacidad
de creación y por la devoción que despertaba en el
público. Su entierro en Madrid fue, como el del Fénix
de los Ingenios, multitudinario.
No obstante, Zorrilla sufrió también, a finales del
siglo xix, diversas críticas que se basaban únicamente
en sus defectos estilísticos y de lenguaje. De ahí que
aún hoy en día pesen más, en ciertos ambientes, su
excesiva hinchazón retórica y su verbalismo que no
sus cualidades, que las tiene.
En cuanto a su vida, se conservan toda clase de
datos que el propio Zorilla guardó. Básicamente es
una historia desgraciada, en la línea romántica del
hombre que huye de un destino oscuro e implacable. Sus principales tormentos son causados por su
7
padre, un hombre implacable que no le perdonó
sus primeros devaneos, y a su primera mujer, a la
que él abandonó, y la cual se dedicó a difamarlo y
calumniarlo. Fue el poeta más admirado y leído de
su época. Zorrilla comenzó a estudiar leyes, aunque
muy pronto huyó a Madrid en busca de la libertad
y el éxito. Se dio a conocer leyendo unos versos en
el entierro de Larra (1837) que le dieron tanto éxito
que se convirtió en un poeta imprescindible. A los
26 años, según se cuenta, era el poeta más leído de
España y América. Escribía Julián Marías en 1993 que
«José Zorrilla ha sido el último poeta verdaderamente
popular, y murió hace un siglo»1. Zorrilla fue también
un poeta laureado: se le nombró miembro de la Real
Academia y, tiempo después, fue coronado en Granada como poeta nacional.
Zorrilla perteneció a la segunda generación romántica y representa un Romanticismo conservador
y católico, en la línea de Chateaubriand, en Francia,
o Walter Scott, en Inglaterra. Así, Zorrilla, y son célebres estas palabras, afirmaba que: «Español, he buscado en nuestro suelo mis inspiraciones. Cristiano,
he creído que mi religión encierra más poesía que el
paganismo».
1
Julián Marías, en la introducción a Obras, de José Zorrilla, Barcelona,
Círculo de Lectores, 1993, pág. 7.
8
La obra de Zorrilla es muy extensa, aunque de
desigual calidad. Escribía deprisa y, a menudo, presionado por los apuros económicos; de ahí la irregularidad de su producción. No obstante, es un poeta que
merecería una revisión a fondo, ya que ha sido tratado
injustamente por ciertos sectores de la crítica.
Como buen romántico, Zorrilla cultivó la poesía
y el teatro. Ahora bien, sus poemas no son líricos
ni subjetivos, sino narrativos. Podemos hablar de las
Orientales o de las Leyendas, en donde se incluye una
de las más famosas «A buen juez, mejor testigo».
Los versos de Zorrilla abundan en recursos expresivos, son muy musicales y fluyen con facilidad. Escogía las palabras en función de su sonoridad, lo cual a
veces le hacía caer en la impropiedad, pero siempre
resulta muy efectivo.
Zorrilla destaca en el teatro mucho más que en
la poesía, ya que tiene una capacidad innata para
desarrollar los conflictos dramáticos y presenta unos
personajes con cualidades muy marcadas, aunque no
trabaja en exceso la psicología.
Logra mantener la atención del público en todo
momento gracias a la viveza de la acción y a los lances
que presenta. Zorrilla suele incluir en sus obras elementos fantásticos, muy en la línea del Romanticismo.
9
Zorrilla escribió una de sus obras más populares,
Don Juan Tenorio, en muy poco tiempo, para cumplir
un encargo del actor Carlos Latorre, que fue el que
interpretó por primera vez el papel del galán calavera
protagonista del drama.
Dada la rapidez con que Zorrilla organizó esta
pieza, no es extraño que acuda a menudo a la improvisación en sus versos. Eso nos permite comentar un
rasgo particular de su teatro: lo escribe en verso, sí,
porque hay rima y se reconocen las estrofas, pero suena a prosa. Zorrilla, a menudo, incurre en impropiedades léxicas y en ripios, aunque se le perdonan por la
fuerza y vehemencia que desprenden los parlamentos
de sus personajes.
Don Juan Tenorio se desarrolla en el siglo xvi, en
Sevilla, en la época de Carlos V. Se estrenó en el teatro
de la Cruz, en Madrid, el 28 de marzo de 1844. La obra
tuvo éxito, aunque no fue hasta su reposición, el 31
de octubre de 1866, al regreso de Zorrilla de México,
cuando se inició la ininterrumpida costumbre de abrir
la temporada teatral madrileña con ella.
Don Juan es uno de los personajes más célebres
y populares de la literatura española y arranca de una
larga tradición que, sin duda, Zorrilla conocía bien. Su
ilustre antecedente es Tirso de Molina, aunque tuvo
continuadores dentro y fuera de España. Ahora bien,
10
la novedad que sorprende de Zorrilla es que él nos
habla de un don Juan que es capaz de amar, que es
capaz de perdonar y, sobre todo, que merece alcanzar
el perdón divino.
Don Juan se presenta como un seductor que rompe todas las convenciones sociales con tal de aumentar sus conquistas:
«Partid los días del año
Entre las que ahí encontráis.
Uno para enamorarlas,
Otro para conseguirlas,
Otro para abandonarlas,
Dos para sustituirlas
Y una hora para olvidarlas».
Ahora bien, encuentra su contrapunto ideal en la
angelical doña Inés, una joven novicia que no sabe
nada del mundo y que, enamorada de don Juan, lo
salva para toda la eternidad. Es este el mejor ejemplo
de la llamada «mujer ángel» romántica frente a esas
otras, «mujeres demonio», que tentaron a don Juan y
lo hicieron sucumbir en mil pozos de pasiones fatales.
Es evidente que esta novela en dos actos trata temas básicos como la fe y la pervivencia de las tradiciones, aunque, por supuesto, el amor es el que preside
toda la obra y hace que siga siendo vigente.
11
Don Juan Tenorio es la obra más representada de
todas las del autor, aunque no fue ni la mejor ni la
más valorada por él mismo. Es una obra de contrastes que se inicia en pleno carnaval sevillano y termina, cinco años después, en el Panteón de los Tenorio.
De ahí que, aún hoy, en muchas ciudades españolas
se siga representando en el mes de noviembre porque ese final apoteósico tiene mucho que ver con
los difuntos.
Zorrilla bebe directamente de Tirso de Molina para
escribir esta pieza, aunque sin duda conocía conocía
bien el Don Juan de Marana de Alejandro Dumas y
Les âmes du purgatoire, de Merimée, además de Le
souper chez le Commandeur, de Blaze de Bury. De
este pudo haber extraído la idea básica de la salvación de don Juan, gracias al amor de doña Inés y la
apoteosis final.
Hay en Don Juan Tenorio referencias literarias
que no queremos soslayar. Por ejemplo, emplea también el personaje del gracioso o donaire, tan típico
del teatro barroco, y se lo hace interpretar a Ciutti.
Hay también ecos de otras obras como El libro de
buen amor, la Celestina o La dama boba. Brígida es
el personaje que interpreta a esta alcahueta, no tan
agresiva como la de Fernando de Rojas, más amable,
en la línea de La dama boba, de Lope de Vega.
12
En algún momento, al final de la obra, don Juan
escucha tañer las campanas y le dicen que es por su
muerte. Este motivo ya lo manejó antes que él José de
Espronceda en El estudiante de Salamanca.
No es cierto, por último, que Zorrilla sea siempre
un poeta prosaico, ya que sabe obtener resonancias
líricas cuando el momento así lo exige y pudiera haber
influido a Bécquer, no es descabellado pensarlo, en la
elaboración de sus Rimas.
En la literatura española hay una tradición importante en cuanto a las prosificaciones. No podemos olvidar que los cantares de gesta se conocieron
gracias a las prosificaciones en las crónicas y que
algunas de las cantigas de Alfonso X fueron también
prosificadas. No es, por lo tanto, una práctica novedosa. Pero… ¿por qué adaptar el texto de Zorrilla en
prosa? Quizás pueda ser motivo de crítica, ya que se
trata de una de las obras dramáticas más representadas en nuestro país, pero pensamos que, ofreciéndola en prosa al joven lector, se puede conseguir
que éste renueve su curiosidad y quiera acercarse al
original.
La versión en prosa supone, por lo tanto, una
primera aproximación a la obra para que, cuando se
conozca y entienda, el lector quiera leerla en verso
ya hecho suyo el argumento y conocidos los perso-
13
najes. Don Juan no ha de envejecer en el siglo xxi y,
como dice una buena amiga —muy conocedora de la
obra—, la escritora mexicana María García Esperón:
«Don Juan ha de ser siempre mozo».
Esta prosificación quisiera ser una herramienta de
consulta para acercar el Tenorio a los jóvenes de hoy
en día y permitir que les sea más fácil su comprensión
e, incluso, facilitarles la puesta en escena.
El verso de Zorrilla, muy sonoro y a menudo de
rima fácil, es rotundo y solemne. Jamás esta versión en
prosa aspirará a sustituir el texto original —ni lo pretende—, al que nos remitimos en todo momento, pero
sí es, insistimos, como una primera etapa que permitirá
al lector adentrarse en la idiosincrasia de los personajes
inmortales y acaso acercarse más a ellos sin la barrera
que a veces pueda suponer la solemnidad del verso. La
riqueza del texto de Zorrilla es tal que pensamos que
su prosificación, lejos de restarle interés, hará que se
acorten las distancias entre el texto romántico y la visión
actual.
Se trata de clarificar, de hacer comprensibles y
verídicos los diálogos, de tratar de hacer hablar a don
Juan de la misma manera que todos hablamos. ¿Por
qué no? Haber hecho una adaptación en verso nos
habría parecido querer enmendar la plana a Zorrilla y
eso hubiera sido una quimera.
14
No quisiéramos, en suma, que nadie pensara que
es una osadía esta versión en prosa, sino solo un acercamiento ya que se ha hecho con ánimo divulgativo.
Así, se respeta en todo momento la línea del texto
original, pero se evitan los giros propios del verso, el
hipérbaton y la rima facilona, aunque se mantienen,
en general, los giros lingüísticos y los arcaísmos. Asimismo, las acotaciones son, en su inmensa mayoría,
las de Zorrilla. Por otro lado, hemos eliminado el leísmo y el laísmo y se han evitado las cacofonías, aparte
de modernizar algunas expresiones. Los diálogos,
nerviosos y vibrantes, como verá el lector, prácticamente siguen la misma línea que les impuso Zorrilla,
con pocos cambios. Al fin y el cabo, el octosílabo de
Zorrilla, sonoro y muy español, se acaba imponiendo.
Cabe indicar que seguimos la edición que Narciso
Alonso preparó en 1943 de las Obras completas de
Zorrilla.
15
Escena última
Doña Inés, don Juan, los Ángeles
Don Juan.
¡Clemente Dios, gloria a Ti!
Mañana a los sevillanos
aterrará el creer que a manos
de mis víctimas caí.
Mas es justo: quede aquí
al universo notorio
que, pues me abre el purgatorio
un punto de penitencia,
es el Dios de la clemencia
el Dios de don Juan Tenorio.
(Cae don Juan a los pies de doña
Inés, y mueren ambos. De sus bocas
salen sus almas representadas en dos
brillantes llamas, que se pierden en
el espacio al son de la música. Cae el
telón).
Don Juan
Tenorio
Adaptado por Anabel Sáiz Ripoll
Primera parte:
Acto I: Libertinaje y escándalo
Acto II: Destreza
Acto III: Profanación
Acto IV: El Diablo a las puertas del Cielo
Segunda Parte:
Acto I: La sombra de Doña Inés
Acto II: La estatua de don Gonzalo
Acto III: Misericordia de Dios, y Apoteosis del Amor
Personajes
Don Juan Tenorio
Don Luis Mejía
Don Gonzalo de Ulloa, Comendador de Calatrava
Don Diego Tenorio
Doña Inés de Ulloa
Doña Ana de Pantoja
Cristófano Buttarelli
Marcos Ciutti
Brígida
Pascual
El Capitán Centellas
Don Rafael de Avellaneda
Lucía
La Abadesa de Las Calatravas de Sevilla
La Tornera de ídem
Gastón
Miguel
Un Escultor
Dos Alguaciles
Un Paje (que no habla)
La Estatua de don Gonzalo (él mismo)
La Sombra de doña Inés (ella misma)
Varios: Caballeros Sevillanos, Encubiertos, Curiosos,
Esqueletos, Estatuas, Ángeles, Sombras, Justicia y
Pueblo
P rimera
parte
Acto
primero
Libertinaje y escándalo
Hostería de Cristófano Buttarelli. Puerta en el fondo que da a la calle: mesas,
jarros y demás utensilios propios de semejante lugar.
Escena I
Don Juan, con antifaz, sentado a una
mesa está escribiendo; Buttarelli y Ciutti, a un lado esperando. Al levantarse el
telón, se ven pasar por la puerta del
fondo Máscaras, Estudiantes y Pueblo
con hachones, músicas, etc.
Don Juan.
¡Cómo gritan esos malditos! ¡Así me
parta un rayo si no pagan caros sus
gritos en cuanto termine esta carta! (sigue escribiendo).2
Buttarelli.
(A Ciutti) Buen carnaval.
2
Nótese la importancia que esta carta tendrá para el desarrollo de la
obra. En todo el texto, la palabra como herramienta de persuasión es fundamental.
25
Ciutti.
(A Buttarelli) Es el momento ideal para
hacer el agosto.3
Buttarelli.
¡Qué va! Hoy en día por Sevilla circula
más el mosto que el buen gusto. No
entrarán en esta posada gentes con
dinero, que no es lugar bien visto por
los pudientes.
Ciutti.
Pero hoy…
Buttarelli.
Hoy, Ciutti, no cuenta porque se ha
hecho un buen trabajo.
Ciutti.
¡Chist! Habla más bajo porque mi señor
se impacienta muy rápido.
Buttarelli.
¿Estás a su servicio?
Ciutti.
Hace ya un año.
Buttarelli.
¿Y cómo te va con él?
Ciutti.
Soy digno de envidia porque tengo lo
que quiero y mucho más; tiempo libre,
mucho dinero, mozas hermosas y buen
vino.4
3
En el original se lee “Buen agosto / para rellenar la arquilla”, en clara
referencia a la frase hecha “hacer el agosto” que hemos escogido nosotros.
4
Ciutti es el personaje que encarna al gracioso.
26
Buttarelli.
¡Se te envidia de verdad!
Ciutti.
(Señalando a don Juan). Y, por supuesto, todo se logra a costa ajena.
Buttarelli.
¿Así que el señor también es rico?
Ciutti.
Sabe cómo atraer el dinero.
Buttarelli.
¿Es persona franca?
Ciutti.
Igual que un estudiante.
Buttarelli.
¿Es noble también?
Ciutti.
Como si fuera hijo de rey.
Buttarelli.
¿Y bravo?
Ciutti.
Más que un pirata.
Buttarelli.
¿Es español?
Ciutti.
Pienso que sí.
Buttarelli.
¿Cómo se llama?
Ciutti.
Eso sí que no lo sé.
27
Buttarelli.
¡Estás hecho un bribón! ¿A qué se
dedica?
Ciutti.
Lo estás viendo tú mismo.
Buttarelli.
Mucho escribe.
Ciutti.
Es de palabra fácil y escritura rápida.
Buttarelli.
¿Y se puede saber a quién demonios
escribe con tanto cuidado?
Ciutti.
A su padre.
Buttarelli.
¡Pues sí que es un buen hijo!
Ciutti.
Para estos tiempos que corren, es una
persona extraordinaria. Pero… callemos ya.
Don Juan.
(Cerrando la carta). Firmo y cierro.
¿Ciutti, dónde estás?
Ciutti.
¿Qué desea, señor?
Don Juan.
Esta carta que te entrego ha de ir a
parar a las manos de doña Inés. Tiene
5
5
Nótese la ironía, don Juan no escribe a su padre ni este lo definiría
como un buen hijo, sino todo lo contrario.
28
que quedar guardada en su libro de
oraciones6.
Ciutti.
¿He de aguardar alguna respuesta?
Don Juan.
Pues sí, la dueña que la acompaña, y
que más bien es un diablo porque sabe mis intenciones, te entregará una
llave y te dará una hora para la cita. En
cuanto lo sepas, te vienes volando con
la información.
Ciutti.
Perfecto, así se hará.
(Se va).
Escena II
Don Juan, Buttarelli
Don Juan.
Cristófano, vieni quà.
Buttarelli.
Eccellenza!
Don Juan.
Senti.
Buttarelli.
Sento. Ma ho imparato il castigliano, se
è più facile al signor la sua lingua…
6
En el original “orario”.
29
Don Juan.
Sí, es mejor; lascia dunque il tuo toscano… Contéstame, ¿don Luis Mejía ha
venido hoy?
Buttarelli.
No está en Sevilla, excelencia.
Don Juan.
¿Es cierto que sigue ausente?
Buttarelli.
Eso creo.
Don Juan.
¿Tienes noticias de él?
Buttarelli.
¡Ah! Pues se me viene a la memoria un
episodio que acaso os pueda dar…
Don Juan.
¿Alguna luz sobre lo que me preocupa?
Buttarelli.
Es posible.
Don Juan.
Pues habla de una vez.
Buttarelli.
(Hablando consigo mismo). Había olvidado ya que, si no me equivoco, este
año se cumple el año.
Don Juan.
¡Pardiez! ¿Podrás seguir de una vez con
tu historia?
30
Buttarelli.
Perdonad, señor: estaba recordando el
hecho.
Don Juan.
¡Acaba, vive Dios!, que estoy perdiendo la paciencia
Buttarelli.
Pues es el caso, señor, que al caballero
Mejía por el que estáis preguntando se
le ocurrió, un día, la peor de las ideas.
Don Juan.
Te puedes ahorrar los preámbulos. Conozco la historia. Sé que se apostaron
a ver quién saldría vencedor, en un
año, si Luis Mejía o Juan Tenorio.
Buttarelli.
¿Sabéis la historia?
Don Juan.
Perfectamente. Por eso te he preguntado por Mejía.
Buttarelli.
¡Oh! Ya me gustaría a mí que la apuesta se cumpliera puesto que pagan bien
y al contado.
Don Juan.
¿No confías en que don Luis acuda a
esta cita?
Buttarelli.
¡Qué va! No tengo la menor esperanza.
Está a punto de terminar el plazo y
31
estoy seguro de que ninguno de los
dos se acuerda.
Don Juan.
Basta ya. Toma.
Buttarelli.
¡Excelencia! (Saluda profundamente).
¿Tenéis noticias de alguno de ellos?
Don Juan.
Quizá.
Buttarelli.
¿Vendrán, pues?
Don Juan.
Uno de los dos, al menos sí. Pero, por
si acaso los dos se acercan a la cita, ve
preparando tus mejores botellas.
Buttarelli.
Pero…
Don Juan.
¡A callar…! Adiós.
Escena III
Butarelli
Buttarelli.
¡Santa Madonna! Mejía y Tenorio están
aquí… y escucharán lo que no deben.
¡Vaya! Este hombre sí que parece saberlo todo. (Ruido dentro). ¿Qué
32
ocurre?7 (Se asoma a la puerta). ¡Diantre! ¡Si es el forastero riñendo en la
plaza! ¡Válgame Dios! ¡Y qué ruido! ¡Y
cómo se arremolina la chusma! ¡Y cómo se basta él solo para mantenerla a
raya! ¡Pues sí! ¡Qué estropicio! ¡Ahora
corren delante de él! No cabe duda de
que los dos han llegado a su cita y Sevilla anda revuelta. ¡Miguel!
Escena IV
Buttarelli, Miguel
Miguel.
Che comanda?
Buttarelli.
Presto, qui servi una tavola, amico: e del
Lacryma più antico porta due bottiglie.
Miguel.
Si, signor padron.
Buttarelli.
Micheletto, apparecchia in carità lo più
ricco che si fa: affrettati!
Miguel.
Già mi affretto, signor padrone.
(Se va).
7
Véase cómo es el personaje quien relata lo que sucede en el exterior.
33
Escena V
Buttarelli, don Gonzalo
Don Gonzalo.Es aquí. ¿Patrón?
Buttarelli.
¿Qué se te ofrece?
Don Gonzalo.Quiero hablar con el hostelero.
Buttarelli.
Estáis hablando con él mismo. Podéis
decir.
Don Gonzalo.¿Sois vos?
Buttarelli.
Sí; id al grano que tengo prisa.
Don Gonzalo.En tal caso, mirad si esta dobla8 es auténtica y, de paso, contestadme.
Buttarelli.
¡Oh, excelencia!
Don Gonzalo.¿Conocéis a don Juan Tenorio?
Buttarelli.
Sí.
Don Gonzalo.¿Y sabéis si hoy tiene aquí una cita?
8
Se refiere al poder de dinero para obtener información.
34
Buttarelli.
¡Oh! ¿Sois vos el otro?
Don Gonzalo.¿Quién?
Buttarelli.
Don Luis.
Don Gonzalo.No; pero me interesa estar presente en
su entrevista.
Buttarelli.
Les estoy preparando esta mesa.9 Si os
place, os puedo colocar en esta otra y
así seréis testigos de la cena que les
voy a ofrecer… ¡Oh! Y pienso que os
podrá admirar semejante escena.
Don Gonzalo.Yo también lo creo.
Buttarelli.
Sin la menor duda, son los mozos más
gentiles de España.
Don Gonzalo.Sí, y los más viles también.
Buttarelli.
¡Bah! Se les atribuye todo lo malo que
sucede, pero son chismes de las malas
lenguas. Nadie paga mejor sus deudas
que Tenorio y Mejía.
9
Sentarse a la mesa tiene una simbología social que en la obra se
mantiene, como se verá, sobre todo, en los últimos actos.
35
Don Gonzalo.¡Ya!
Buttarelli.
Puedo jurar, señor, que es afán de murmurar porque, os lo digo yo, nadie se
porta mejor conmigo.
Don Gonzalo.No es necesario: pero…
Buttarelli.
¿Qué?
Don Gonzalo.Quisiera poder verlos en secreto para
que nadie me reconociera.
Buttarelli.
Lo que me pide, señor, es sencillo. Estamos en carnaval, que son fiestas en
que cualquiera puede ocultarse bajo
un antifaz. Y hasta que se descubra,
¿quién sabe de qué carne es el pastel
que hay debajo?
Don Gonzalo.Preferiría estar en la habitación contigua…
Buttarelli.
No hay ninguna.
Don Gonzalo.Si es así, dame ese antifaz.
Buttarelli.
Ahora mismo.
36
Escena VI
Don Gonzalo
Don Gonzalo.No puedo creer que exista un hombre
así y no quiero cometer con él una
injusticia. Prefiero indagar antes la verdad…., aunque, como sea cierta la
apuesta, prefiero que muera a que sea
su esposa. Primero seré buen padre,
después buen caballero y velaré para
que no le hagan daño. Aunque sería
un enlace conveniente, no quiero que
el tal Tenorio convierta el velo de boda
de mi hija en una mortaja.
Escena VII
Don Gonzalo, Buttarelli, que trae un
antifaz
Buttarelli.
Aquí lo tiene.
Don Gonzalo.Gracias, patrón. ¿Van a tardar mucho
aún?
Buttarelli.
No creo que tarden porque son casi las
ocho y, si vienen, estarán al caer.
37
Don Gonzalo.¿Es esa la hora de la cita?
Buttarelli.
A las ocho se terminaba el plazo y
quien no esté aquí al tocar la primera
campanada perderá la apuesta.
Don Gonzalo.Dios quiera que se trate de una broma
y no lo que se murmura.
Buttarelli.
No estoy muy seguro de que cumplan,
pero, si tanto os importa, esperaréis
poco porque la hora está al caer.
Don Gonzalo.Me cubriré y me sentaré a esperar.
(Se sienta en una mesa a la derecha y
se pone el antifaz).
Buttarelli.
Este viejo con tanto misterio aviva mi
curiosidad… Y no estaré contento hasta no saber quién es.
(Limpia y trajina, mirándole de reojo).
Don Gonzalo.¡Qué alguien como yo tenga que pasar
por este trance! Claro que lo que más me
importa en el mundo es la paz de casa y
la felicidad de mi buena hija. No es cuestión de echarlo todo a rodar ahora.
38
Escena VIII
Don Gonzalo, Buttarelli; don Diego, a
la puerta del fondo
Don Diego. Las señas son claras. Estoy bien informado y aquí es. Ya he llegado.
Buttarelli.
¿Otro embozado?
Don Diego. ¿Se puede pasar?
Buttarelli.
Pase, adelante.
Don Diego. ¿Es esta la hostería del Laurel?10
Buttarelli.
Efectivamente, caballero, en la misma
os encontráis
Don Diego. ¿Está en casa el hostelero?
Buttarelli.
Lo tenéis ahora mismo delante.
Don Diego. ¿Vos sois Buttarelli?
Buttarelli.
10
El mismo.
Lugar donde transcurre esta primera parte.
39
Don Diego. ¿Es verdad que hoy tiene aquí Tenorio
una cita?
Buttarelli.
Verdad es.
Don Diego. ¿Y ha acudido a ella?
Buttarelli.
No.
Don Diego. Pero ¿acudirá?
Buttarelli.
Lo ignoro.
Don Diego. ¿Vos lo esperáis?
Buttarelli.
Por si acaso.
Don Diego. En ese caso, yo también voy a esperarlo.
(Se sienta en el lado opuesto a don
Gonzalo).
Buttarelli.
¿Os apetece que os sirva alguna vianda
mientras aguardáis?
Don Diego. No, pero tomad.
(Le da dinero).
40
Buttarelli.
¡Excelencia!
Don Diego. Y me libráis de la conversación
inoportuna.
Buttarelli.
Perdonad.
Don Diego. Estáis perdonado: dejadme ahora.
Buttarelli.
¡Por Jesucristo! En toda mi vida había
visto a un hombre de peor humor
Don Diego. ¡Que alguien como yo tenga que estar
en tan ruin aposento! Claro que no hay
humillación a la que un padre no se
preste por su hijo. Quisiera ver con mis
propios ojos al monstruo a quien casi
di la vida y saber la verdad.
(Buttarelli, que anda arreglando sus
trastos, contempla desde el fondo a don
Gonzalo y a don Diego, que permanecerán embozados y en silencio).
Buttarelli.
¡Menudos dos hombres, parecen de
piedra! A estos les sobra mi abasto,
pero, ¡pardiez!, que los dos han paga-
41
do un servicio que no han usado y eso
si que es buen negocio.11
Escena IX
Buttarelli, don Gonzalo, don Diego, el
capitán Centellas, dos caballeros,
Avellaneda
Avellaneda. Vinieron ya y tened por seguro que la
apuesta se cumplirá.
Capitán
Centellas.
Vamos para dentro. ¡Buttarelli!
Buttarelli.
Señor capitán Centellas, ¿vos por aquí?
Capitán
Centellas.
Buttarelli.
Sí, Cristófano. ¿Desde cuando se
han organizado, sin mi presencia,
las orgías más destacadas de estos
tiempos?
Es que hacía ya tanto que no os veía…
11 Al posadero le choca la actitud de los dos hombres, pero, como han
pagado sin consumir nada, le parece muy rentable. Un claro ejemplo de actitud
picaresca.
42
Capitán
Centellas.
Estuve en Túnez sirviendo al emperador12 en sus guerras. Pero mis negocios
me han traído de nuevo a Sevilla y, por
lo que me han dicho, llego en el momento más oportuno para renovar viejas amistades. Así que, rápido, trae
unas cuantas botellas y, mientras refrescamos la garganta, resúmenos cómo está la controversia.
Buttarelli.
Todo se andará; pero dejadme ir antes
a la bodega.
Varios: Sí, sí.
Escena X
Dichos, menos Buttarelli
Capitán
Centellas.
Siéntense, señores. Y ahora, Avellaneda, siga relatando la historia de don
Luis.
Avellaneda. No hay nada más que añadir, aunque
apuesto por don Luis porque no creo
12
Se refiere a Carlos I de España y V de Alemania.
43
que sea posible que la historia de Tenorio sea más endiablada.
Capitán
Centellas.
Igual perderás la apuesta porque todos
sabemos que don Juan es un bala perdida y que no hay otro hombre que se
le iguale. Así que, ¿de qué no será capaz si se empeña?13
Avellaneda. Conozco yo de buena tinta que Mejía
ha cometido grandes tropelías que hacen que, incluso a ciegas, se pueda
apostar por él.
Capitán
Centellas.
Pues el capitán Centellas pondrá todo
su caudal a favor de don Juan Tenorio.
Avellaneda. Lo acepto en nombre de don Luis, que
es muy amigo mío.
Capitán
Centellas.
13
Pues todo juega en su contra porque
no hay otro hombre en la tierra como
Tenorio. Es proverbial su fortuna y sus
empresas no tienen comparación.
La mala fama de don Juan le precede.
44
Escena XI
Dichos, Buttarelli, con botellas
Buttarelli.
Traigo Falerno, Sorrento y Borgoña.
Capitán
Centellas.
Sírvenos lo que prefieras, Cristófano, y
acláranos una cosa: ¿qué sabes tú de
una apuesta de la que hoy se cumple
un año entre don Juan Tenorio y don
Luis Mejía?
Buttarelli.
Señor capitán, desconozco en profundidad el tema, pero os diré lo que sé a
ver si os saco de dudas.
Varios. Habla, habla.
Buttarelli.
Si os digo la verdad, aunque fue en
mi propia casa donde hicieron la
apuesta, como pusieron un plazo tan
largo, no creí que se cumpliera. Por
eso ni me acordaba. Pero esta tarde,
anocheciendo, entró un caballero y
me pidió recado para escribir una
carta. Mientras escribía, pude hablar
con su paje, paisano mío, de Génova.
No me contó nada nuevo, que es,
45
¡por Dios!, un buen elemento. Pero,
cuando su amo estaba acabando la
carta, lo mandó con la misma a su
destinatario. El caballero, después, se
dirigió a mí en mi lengua y me pidió
noticias de don Luis. Dijo conocer
bien la historia de los dos y que sabía, a ciencia cierta, que, al menos
uno de ellos acudiría a la apuesta.
Intenté saber más de él, pero me puso dos monedas de oro en la mano
diciéndome, como quien no quiere la
cosa: «Por si acaso los dos llegan a la
cita, ten preparadas tus dos mejores
botellas». Y se fue sin añadir nada
más. Yo, atento a sus monedas, las
puse en la misma mesa donde apostaron. Y, ahí está, con dos sillas, dos
botellas y dos copas.
Avellaneda. Ahora sí que no dudo: era don Luis.
Capitán
Centellas.
Era don Juan.
Avellaneda. ¿No le viste tú la cara?
Buttarelli.
¡Pero si la llevaba con un antifaz
cubierta
46
Capitán
Centellas.
Buttarelli.
A ver, hombre, ¿tú no te acuerdas de
los dos? ¿O es que eres incapaz de distinguir a las personas por su aspecto
igual que por su cara?
Confieso mi torpeza; no lo reconocí y
eso que lo intenté de verdad. Ahora
silencio.
Avellaneda. ¿Qué pasa?
Buttarelli.
El reloj comienza dar los cuartos para
las ocho.14
(Dan).
Capitán
Centellas.
Fijaos en la gente que entra.
Avellaneda. ¡Como que, a causa de este lance, toda
Sevilla está alerta!
14
misterio.
(Se oyen dar las ocho; varias personas
entran y se reparten en silencio por la
escena; al dar la última campanada,
don Juan, con antifaz, se llega a la mesa
Se trata de un recurso muy romántico para crear una atmósfera de
47
que ha preparado Buttarelli en el centro
del escenario y se dispone a ocupar una
de las dos sillas que están delante de
ella. Inmediatamente después de él, entra don Luis, también con antifaz, y se
dirige a la otra. Todos los miran).
Escena XII
Don Diego, don Gonzalo, don Juan, don
Luis, Buttarelli, Centellas, Avellaneda,
Caballeros, Curiosos, Enmascarados.
Avellaneda. (A Centellas, por don Juan). Verás a
aquel, como vengan los dos, qué chasco se va a llevar.
Capitán
Centellas.
(A Avellaneda, por don Luis). Pues el
otro ocupa la otra silla, ¡uf!, ¡aquí se va
a armar!
Don Juan.
(A don Luis). Hidalgo, esta silla está
comprada.
Don Luis.
(A don Juan). Igualmente digo, hidalgo. Tengo esta otra pagada para un
amigo.
48
Don Juan.
Esta es mía y lo haré saber.
Don Luis.
Y yo también que esta es mía.
Don Juan.
Sois don Luis Mejía, por lo tanto.
Don Luis.
Y vos seréis, acaso, don Juan Tenorio.
Don Juan.
Puede ser.
Don Luis.
Lo decís vos.
Don Juan.
¿Acaso no os fiáis?
Don Luis.
No.
Don Juan.
Yo tampoco.
Don Luis.
Pues no le demos más vueltas al tema.
Don Juan.
Yo soy don Juan. (Quitándose la
máscara).
Don Luis.
Y Yo don Luis. (Íd).
(Se descubren y se sientan. El capitán
Centellas, Avellaneda, Buttarelli y algunos otros se van a ellos y les saludan,
abrazan y dan la mano, y hacen otras
49
semejantes muestras de cariño y amistad. Don Juan y don Luis las aceptan
cortésmente).
Capitán
Centellas.
¡Don Juan!
Avellaneda. ¡Don Luis!
Don Juan.
¡Caballeros!
Don Luis.
¡Oh, amigos! ¿A qué debemos esta alegría?
Avellaneda. Como conocíamos vuestra apuestas,
hemos venido a veros.
Don Luis.
Don Juan y yo os agradecemos mucho
semejante fineza.
Don Juan.
No perdamos el tiempo, don Luis (A los
otros). Arrimad las sillas. (A los que están lejos). Supongo, caballeros, que ustedes están aquí también por la apuesta
y yo no tengo ningún inconveniente.
Don Luis.
Ni yo; que aunque la cuestión es entre
los dos, que nadie diga jamás, ¡por
Dios!, que me avergüenzo de ello.
50
Don Juan.
Ni yo, pongo al mundo por testigo de
que no soy ningún hipócrita, ya que,
por donde voy, me precede el escándalo.15
Don Luis.
¡Eh! Y esos dos ¿no se acercan a escucharnos? Vos.
(Por don Diego y don Gonzalo).
Don Diego. Yo estoy bien.
Don Luis.
¿Y vos?
Don Gonzalo.Oigo perfectamente desde aquí.
Don Luis.
Sus razones tendrán si se niegan.
(Se sientan todos alrededor de la mesa
en que están don Luis Mejía y don Juan
Tenorio).
Don Juan.
¿Estamos listos?
Don Luis.
Estamos
Don Juan.
Como quien somos vamos a cumplir.
15 En el original la obtestación es “que el orbe es testigo”. Don Juan
muestra así el alcance de sus lances.
51
Don Luis.
Veamos, pues, lo que hicimos.
Don Juan.
Bebamos antes de empezar.
Don Luis.
Bebamos.
(Lo hacen).
Don Juan.
La apuesta fue…
Don Luis.
Porque un día dije que no habría en
toda España alguien que hiciera lo mismo que Luis Mejía.
Don Juan.
Y para contradeciros, según vuestra
opinión, yo contesté que nadie haría lo
mismo que don Juan Tenorio ¿No es así?
Don Luis.
Sin duda alguna: apostamos que, en el
plazo de un año, el que peor de los dos
hubiera obrado lo probaría hoy mismo.
Don Juan.
Y aquí estoy.
Don Luis.
Y yo.
Capitán
Centellas.
¡Fue una apuesta, por mi vida, bien
extraña!
52
Don Juan.
Hablad, os escucho.
Don Luis.
No, debéis empezar vos.
Don Juan.
Como prefiráis, tanto me da, que nunca me hago de rogar. Pues, señor, salí
de aquí buscando nuevos escenarios
para llevar a cabo mis hazañas y llegué
a Italia. Es esta tierra de raíces clásicas
cuyo emperador anda en guerra con
Francia. Y me dije: «¿Dónde estaré mejor? Pues donde suele haber soldados
hay juegos y pendencias y amoríos».
Así pues llegué a Italia buscando desafíos y amores. En Roma, fiel a mi
apuesta, clavé en mi puerta un cartel
donde podía leerse: Aquí está don
Juan Tenorio, para quien quiera algo
de él. No os explicaré qué sucedió
aquellos días, simplemente os remito al
recuerdo glorioso que, de mi paso, dejé allí. Las romanas son mujeres caprichosas y sus costumbres muy relajadas.16 Yo, ya lo sabéis, soy gallardo y
calavera. Ya podéis deducir mis andan-
16 Alusión a la mujer demonio que es la causante de la bajeza de don
Juan, en una clara discriminación de géneros. El tema de la mujer demonio, junto
con la mujer ángel, fue muy cultivado en el Romanticismo. Doña Inés, como ya
se sabe, es el prototipo de la mujer ángel y Jarifa, en “A Jarifa en una orgía”, por
ejemplo, sería el ejemplo de mujer demonio.
53
zas. Tuve que salir de Roma, como os
podéis imaginar, disfrazado, de manera
ruin y en un triste caballo, ya que allí
me querían ahorcar. Después me enrolé en el ejército de España, pero los
soldados eran todos paisanos míos y
no quería problemas en tierra extraña.
Así que dejé su compañía, no sin haber
vivido cinco o seis desafíos. Nápoles,
rico vergel de amor, fue mi siguiente
destino. Y colgué mi segundo cartel:
Aquí está don Juan Tenorio y no hay
hombre que se pueda medir con él. Toda mujer, sea princesa altiva o pobre
pescadora cae en sus brazos. Y no hay
ninguna empresa, en el que nadie se le
pueda comparar, sea por el oro o por el
valor. Reto a que le busquen los reñidores o los jugadores. Quien quiera que se
le enfrente, a ver si alguien lo supera en
juegos, lides o amores. Esto es lo que
escribí y, en seis meses que estuve en
Nápoles, no hubo ni escándalo ni lance extraño ni engaño en el que yo no
me viera envuelto. Por donde pasé,
atropellé la razón, humillé la virtud, me
burlé de la justicia y vendí a las mujeres. Yo bajé a las cabañas, subí a los
palacios, escalé los claustros y, allá
54
donde fui, dejé un recuerdo amargo.
No reconocí lugar sagrado ni respeté
ocasión ni lugar para llevar a cabo mis
audacias. Tampoco me paré a distinguir entre clérigo o seglar. Provoqué a
quien me dio la gana, con quien quise
me batí y, en fin, jamás se me pasó por
la cabeza que fuera yo el muerto. Todo
esto está escrito en este papel y yo
mismo lo mantengo.
Don Luis.
Leed, pues.
Don Juan.
No, mejor oigamos primero vuestros
lances bizarros y veremos si lo podéis
demostrar con notas escritas para comparar con los míos.
Don Luis.
Decís bien; me parece, don Juan, muy
razonable aunque, a mi modo de ver,
poca diferencia habrá de uno a otro.
Don Juan.
Empezad, pues.
Don Luis.
Ahora os cuento. Yo, como vos, también busqué grandes empresas y me
dije: «¿A dónde iré, ¡vive Dios!, para encontrar cuestiones de amores y grandes
lides que sea mejor que Flandes? Allá,
55
entre todas las guerras que se están librando, seguro que encontraré lugar y
ocasión para riñas y galanteos». Y allá
me fui, aunque, con tan mala fortuna
que, al mes de estar en Flandes, perdí
todo mi dinero, dobla a dobla. Como
no tenía caudales, nadie quería acercarse a mí, pero yo supe buscar compañía
y me uní a unos bandoleros. Y, juntos,
lo hicimos tan bien, ¡voto a tal!, que
entramos a saco en el palacio episcopal
de Gante. ¡Qué noche aquella! El obispo, por la Pascua, presidió el coro y, al
recordar su tesoro, aún me hincho de
alegría. Todo fue a nuestras manos, pero mi capitán, llevado por su avaricia, se
quedó con mi parte y, en la riña, yo fui
mejor y lo crucé sin ningún miramiento.
Entonces, los demás me propusieron,
por valiente, como capitán y yo les juré
franca amistad; pero, a la noche siguiente, hui y los dejé sin blanca. Y es
que me acordé del refrán que dice que
quien roba al ladrón tiene cien años de
perdón. De ahí, en la opulencia, fui a
Alemania; pero, con tan mala pata que
un provincial jerónimo me conoció y
me delató en un anónimo. Gracias al
dinero pude comprar la libertad y el
56
papel, aunque, cuando en un sendero
me encontré con el tal fraile, no tuve
reparos en pegarle un tiro certero. Y ya
salté a Francia. ¡Qué buen país! Allí hice
como vos en Nápoles. Puse un cartel
diciendo: Aquí hay un don Luis que vale por dos. Estará por la zona algunos
meses. Y no tiene más intereses ni le
preocupa otra empresa que adorar a las
francesas y reñir con los franceses. Eso
mismo escribí y, en seis meses que estuve en París, no hubo ni lance extraño
ni escándalo ni daño en el que yo no
estuviera implicado. Mas, como don
Juan, yo también renuncio a seguir alargando mi historia. Basta para mi gloria
la memoria gloriosa que dejé allá con
semejante anuncio. Lo mismo que vos,
por donde fui, atropellé la razón, escarnecí la virtud, me burlé de la justicia y
vendí a las mujeres. He perdido mi hacienda tres veces; aunque se me antoja
reponerla y con doña Ana de Pantoja,
mujer muy rica, he cerrado tratos y voy
a celebrar boda comprometida. Os lo
digo por si queréis asistir. Y, en fin, eso
fueron los arrojos que don Luis realizó
y, en este papel, está escrito y firmado
por él mismo.
57
Don Juan.
La historia es tan parecida a la mía que
está en el fiel de la balanza. Así que
vamos a ver qué dice el papel.
Don Luis.
Tenéis mucha razón. Mirad, aquí está el
mío. Para mayor claridad he apartado,
con una línea, los nombres sentados.
Don Juan.
Así he hecho yo. Mis cuentas traigo en
el mío. En dos líneas he separado los
muertos en desafío y las mujeres burladas. Podéis contar.
Don Luis.
Contad.
Don Juan.
Pone veintitrés.
Don Luis.
Esos son los muertos. Ahora, a ver vos.
¡Por la cruz de San Andrés! He sumado
treinta y dos.
Don Juan.
Son los muertos.
Don Luis.
Mucho matar es eso.
Don Juan.
Os llevo nueve.
Don Luis.
Me vencéis. Pasemos a las conquistas.
58
Don Juan.
Aquí sumo cincuenta y seis.
Don Luis.
Y yo sumo en vuestras listas setenta y
dos.
Don Juan.
Pues perdéis.
Don Luis.
¡Es increíble, don Juan!
Don Juan.
Si no me creéis, ahí apuntados están
los testigos que testificarán si les
preguntáis.
Don Luis.
¡Oh! Cabal es vuestra lista.
Don Juan.
Mi amor ha recorrido toda la escala
social, desde una princesa a la hija de
un pescador. ¿Queréis alegar algo?
Don Luis.
Os falta, en justicia, solo una.
Don Juan.
¿Me la podéis señalar?
Don Luis.
No faltaba más: una novicia que aún
no haya profesado y que esté al punto.
Don Juan.
¡Bah! Os complaceré por partida doble. No solo conquistaré a la novicia,
sino que añadiré a la lista una dama
59
que esté comprometida con algún
amigo.
Don Luis.
¡Pardiez, que sois atrevido!
Don Juan.
Si queréis os lo apuesto.
Don Luis.
Acepto el partido que vais a perder.
¿Queréis veinte días?
Don Juan.
Con seis me sobra.
Don Luis.
¡Por Dios, que sois hombre extraño!
¿Cuántos días dedicáis a cada mujer
conquistada?
Don Juan.
Entre las que ahí encontráis podéis
partir los días del año. Uno lo necesito
para enamorarlas, otro para conseguirlas, otro para abandonarlas, dos para
sustituirlas y solo una hora para olvidarlas. Pero ahora no me apetece hablaros más porque, como vais a casaros, os pienso quitar a doña Ana de
Pantoja.17
Don Luis.
Don Juan, ¿qué es lo que decís?
17 En el colmo de la desfachatez, don Juan anuncia la intención de
arrebatarle a doña Ana a don Luis solo por simple capricho, por una apuesta.
60
Don Juan.
Don Luis, lo que habéis oído.
Don Luis.
Pensad bien, don Juan, lo que vais a
hacer.
Don Juan.
Lo que he de lograr, don Luis.
Don Luis.
¿Gastón? (Llamando).
Gastón.
¿Señor, qué desea?
Don Luis.
Ven acá.
(Habla don Luis en secreto con Gastón
y este se va precipitadamente).
Don Juan.
¿Ciutti?
Ciutti.
¿Señor?
Don Juan.
Ven aquí.
(Don Juan habla en secreto con Ciutti,
y este se va precipitadamente).
Don Luis.
¿Estáis en lo dicho?
Don Juan.
Sí.
61
Don Luis.
La vida va en ello.
Don Juan.
Pues va.
(Don Gonzalo, levantándose de la mesa en que ha permanecido inmóvil durante la escena anterior, se enfrenta a
don Juan y don Luis).
Don Gonzalo.¡Insensatos! ¡Vive Dios que no me temblarían las manos si, como a villanos,
os diera muerte a palos a los dos!
Don Luis.
Veamos.
Don Gonzalo.Excusado es, he vivido lo suficiente
para saber dónde no puedo ser18
arrogante.
Don Juan.
Idos, pues,
Don Gonzalo.
Antes de salir, don Juan, es necesario que escuchéis, desde donde
podáis oírme, lo que os tengo que
decir. Vuestro buen padre, don Diego, os apalabró una boda que iba a
celebrarse, aunque yo, por mí mismo,
para saber de qué sois capaz, llegué
18
En el original aún se confundía estar con ser.
62
aquí al anochecer y, lo que vi, me
avergonzó
Don Juan.
¡Por Satanás, viejo insano, no me explico cómo he tenido paciencia para haberte oído sin asentarte la mano! Dime
pronto quién eres, porque, si no, seré
capaz de arrancarte el antifaz y tu propia alma.
Don Gonzalo.¡Don Juan!
Don Juan.
¡Pronto!
Don Gonzalo.Mira, pues.
Don Juan.
¡Don Gonzalo!
Don Gonzalo.El mismo soy. Y os digo también
adiós, don Juan. Desde hoy quitaos de
la cabeza doña Inés. Antes de consentir en vuestra boda, ¡lo juro por Dios!,
prefiero abrirle yo mismo el sepulcro.19
19 La cuestión de la honra, muy barroca, guía a don Gonzalo, capaz de
matar a su hija con tal de no perder el honor. Las manchas de la deshonra se
limpiaban con sangre. Buenos ejemplos los vemos en el teatro de Lope de Vega
y más aún en el de Calderón de la Barca.
63
Don Juan.
Don Gonzalo, me hacéis reír. Venirme
a provocar es como si amenazaseis con
un triste palo a un león. Y ya que no
tengo tiempo, solo os quiero advertir
que, si no me la dais, ¡por Dios!, os la
iré a quitar.
Don Gonzalo.¡Miserable!
Don Juan.
Ya os lo he dicho. Para que se cumpla
mi apuesta, solo me falta una mujer así.
Apostada está.
(Don Diego,
en que ha
mientras la
centro de la
don Juan).
levantándose de la mesa
permanecido encubierto
escena anterior, baja al
escena, encarándose con
Don Diego. Vil don Juan, No puedo escucharte
más. Recelo que, en el cielo, habrá algún rayo presto para aniquilarte. ¡Ah…!
Era incapaz de creer lo que decían de
ti y, confiando en que todo fuera falso,
te viene a ver esta noche. Pero te juro,
malvado, que me pesa haber venido,
porque ahora sé lo que antes ignoraba.
Sigue con ciego afán en tu torpe frenesí; pero a partir de ahora ya no te co-
64
nozco, don Juan. No vuelvas nunca
más a mí.
Don Juan.
¿Quién se volvió a ti, quién se atreve a
hablarme de esa manera y que me importa a mí si me conoces o no?
Don Diego. Adiós, pues: pero jamás te olvides de
que hay un Dios justiciero.
Don Juan.
Ten. (Deteniéndole).
Don Diego. ¿Qué quieres?
Don Juan.
Quiero verte.
Don Diego. Nunca, me lo pides en vano.
Don Juan.
¿Nunca?
Don Diego. No.
Don Juan.
Cuando me cuadre.
Don Diego. ¿Cómo?
Don Juan.
Así. (Le arranca el antifaz).
Todos.
¡Don Juan!
65
Don Diego. ¡Villano! ¡Has puesto en mi faz tu mano!
Don Juan.
¡Válgame Cristo, mi padre!
Don Diego. Mientes, jamás lo fui.
Don Juan.
¡Reportaos, con Belcebú!
Don Diego. No, los hijos como tú son hijos de Satanás. Comendador, lo que hablamos
está anulado.20
Don Gonzalo.Ya lo es por mí; vamos.
Don Diego. Sí, vámonos de aquí donde no pueda
ver a semejante monstruo. Desolado,
don Juan, yo te abandono en manos del
vicio y, con ello, me matas, aunque… te
perdono en el santo juicio de Dios.
(Se van poco a poco don Diego y don
Gonzalo).
20 Zorrilla tuvo problemas con su padre que traslada a la obra. Nótese la
dureza de don Diego en sus respuestas y la idea, siempre presente, de identificar
a su hijo con el diablo. Hay que añadir que los románticos solían verse a sí
mismos como ángeles caídos, desposeídos de lo que era suyo, es decir, como
el demonio, que fue desterrado del Cielo por Dios a causa de su soberbia. Los
románticos son orgullosos y se sienten titanes a los que se les ha arrebatado lo
suyo.
66
Don Juan.
Me dais un plazo muy largo, aunque
una cosa os quiero advertir y es que yo
no os he pedido que me perdonéis. Así
que no paséis afán por mí de ahora en
adelante porque, como vivió hasta la
fecha, así vivirá don Juan siempre.
Escena XIII
Don Juan, don Luis, Centellas, Avellaneda, Buttarelli, Curiosos, Máscaras.
Don Juan.
¡Eh! Ya salimos del paso y, no os extrañe la homilía, que son cosas familiares
a las que yo, por cierto, nunca he hecho caso. Así que, don Luis, confirmo
lo dicho. En la apuesta van doña Ana
y doña Inés.
Don Luis.
Y el precio es la vida.
Don Juan.
Lo decís vos. Vámonos.
Don Luis.
Vamos.
(Al salir se presenta una ronda, que les
detiene).
67
Escena XIV
Dichos, una ronda de alguaciles
Alguacil.
¡Alto allá! ¿Sois don Juan Tenorio?
Don Juan.
Yo soy.
Alguacil.
Quedáis preso.
Don Juan.
¿Estoy soñando? ¿Por qué?
Alguacil.
Después lo sabrá.
Don Luis.
(Acercándose a don Juan y riéndose).
No os extrañéis, Tenorio, ya que, vista
la apuesta, para que no podáis ganar,
mi paje os ha delatado.
Don Juan.
¡Vaya! No os suponía yo tan hábil,
¡pardiez!
Don Luis.
Pues id, don Juan, que, por esta vez, es
mía la partida.
Don Juan.
Vamos, pues.
(Al salir, les detiene otra ronda que entra en la escena).
68
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