El hombre que sobrevivió el naufragio del Titanic... y el de tres naves más En medio del calor infernal de la sala de máquinas, más de 150 fogoneros vestidos sólo de la cintura para abajo trabajaban sin descanso para mantener encendidas las 29 calderas que impulsaban los motores del Titanic. John Priest era uno de estos hombres que cada día alimentaban a esta bestia con más de 600 toneladas de carbón. La tarea requería pericia: había que calcular la cantidad exacta de carbón según la velocidad a la que debía desplazarse la nave en un momento determinado. Cuando el Titanic chocó con un témpano justo antes de la medianoche el 14 de abril de 1912, muy pocos se dieron cuenta de la magnitud del incidente hasta que los motores dejaron de funcionar. En ese momento Priest se encontraba en las mismísimas entrañas de la nave, descansando entre un turno y otro. Las probabilidades de sobrevivir el accidente eran pocas: estaban determinadas por su posición social y física dentro del barco. Para llegar a cubierta, él y los otros 150 fogoneros a bordo debían sortear un extenso laberinto de pasarelas y pasillos. Priest fue uno de los 44 que lograron salir con vida. Sin embargo, éste no fue su único escape con suerte. Después de esta tragedia, Priest salió ileso de otros tres naufragios, sin contar otros accidentes navales comunes en esa época (a bordo del Olympic en 1911 y del Asturias) de los que también emergió sin sufrir mayores daños. Otra vez bajo el agua Cuando estalló la I Guerra Mundial en 1914, los barcos mercantes debieron prestar servicio transformándose en hospitales. Uno de estos barcos era el Alcantara. En febrero de 1916 la nave interceptó a la alemana Grief, que se hacía pasar por un barco noruego. Al acercarse, el Grief abrió fuego. Fue una batalla feroz que acabó con el hundimiento de las dos naves. Priest estaba al bordo del Alcantara. Más de 70 de sus compañeros murieron. Escapó por poco con heridas de metralla. Él o yo Tras su recuperación, Priest regresó a trabajar. Esta vez a bordo del Britannic, un barco aún más grande que el Titanic, que transportaba a los soldados británicos heridos a través del Mediterráneo. Si antes de subirse Priest estaba nervioso, tenía toda la razón. El 21 de noviembre de 1916 la nave se hundió cerca de la isla griega de Kea. De más está decir, Priest salió con vida. "La mayoría de nosotros saltó al agua pero muchos cayeron bajo las aspas (de las turbinas). Yo cerré los ojos y le dije adiós a este mundo, pero me golpeó un trozo de la nave... todo se volvió negro", le contó Priest a sus hermanas en una carta. "Un hombre que se estaba ahogando se aferró a mí pero tuve que empujarlo y terminó hundiéndose", continúa el relato. Su último golpe de suerte -si es que al hecho de verse constantemente involucrado en accidentes de los que se sale con vida se puede llamar suertetuvo lugar el año siguiente, cuando se desempeñaba como fogonero en el barco hospital Donegal. La nave fue atacada y hundida en el Canal de la Mancha. Pese a que su historia estuvo marcada por numerosos eventos de esta clase, Priest nunca abandonó su oficio y su fama hizo que muchos incluso se negaran a viajar con él en el mismo barco. Priest falleció en 1937, en tierra firme. John Priest