CONSTITUCIÓN DE LA IDEA MODERNA DE HOMBRE Y APARICIÓN DE LA ANTROPOLOGÍA FILOSÓFICA Ponemos en relación directa con la constitución de la “Idea moderna de hombre” la aparición de la Antropología filosófica como disciplina a principios del siglo XVII, acontecimiento que situamos en el tratado De Homine de Francis Bacon. Cabe hablar, desde luego, antes del momento señalado (el De Homine de Bacon), de “filosofías del hombre”, así como de “disciplinas filosóficas” que tratan del hombre, aunque, antes de la época moderna, no se podría hablar de una disciplina filosófica que lo considere de manera unitaria. La Idea moderna de hombre aparece, en buena medida, como resultado de la crisis y disolución de la concepción del hombre propia del humanismo renacentista. Los factores que contribuyen a la disolución de ese modelo clásico de hombre y que, al mismo tiempo, intervienen en la constitución de la nueva idea, los analizaremos a través del modelo que denominamos “el conflicto de las facultades”. El conflicto de las facultades Fue la oposición de perspectivas especiales sobre el hombre de las tres facultades superiores: Medicina, Teología y Derecho, en el momento histórico del que tratamos, lo que hizo del hombre un centro filosófico de interés, elevando su rango hasta considerarlo una de las grandes Ideas filosóficas de nuestra tradición. Facultad de Medicina 1. Considera al hombre como organismo corpóreo, desde la perspectiva de la salud. Frente a la tradición medieval, para la que el cuerpo habría sido más bien instrumento del alma, se produce el auge de un corporeismo que, sin negar el alma, tiende a interpretarla desde el cuerpo, que supone la vida misma (De humani corporis fabrica de Vesalio, 1543). 2. El hombre aparece como animal superior, porque tiene un alma espiritual (aquí, la fórmula renacentista de la “dignidad del hombre” adquiere el sentido preciso de “dignidad del hombre frente a los animales”). En este contexto, citamos a Gómez Pereira, con su tesis del automatismo de las bestias (“bruta sensu carent”), claro precedente de Descartes, o Luis Vives, con su gradualismo corpóreo-anímico de inspiración aristotélica (al cuerpo humano, que es el superior y más perfecto, corresponde un alma superior, racional). 3. El hombre aparece como microcosmos. La idea de microcosmos es una idea clásica griega, presente en la Edad Media, aunque referida allí al alma humana. La novedad aquí consistirá en su aplicación al hombre en cuanto cuerpo, que sería una recapitulación del universo (en esta perspectiva habría desempeñado un papel central Paracelso, quien consideraba que el hombre estaba compuesto, como el mundo, de los tres elementos fundamentales: sal, azufre y mercurio). La idea de microcosmos, en distintas modalidades, está presente en diversos autores de este periodo. William Harvey, por ejemplo, equipara el movimiento de la circulación de la sangre en el cuerpo humano (microcosmos) con los procesos cíclicos del macrocosmos. De la misma manera, en la sociedad civil también hay un centro: el Rey, que es el “corazón de la Republica”. Facultad de Teología Considera al hombre desde la perspectiva de la salvación. El hombre está dotado de un alma superior y, en consecuencia, es superior a los animales. El lugar propio del hombre es el reino de los espíritus. Pero, curiosamente, siendo el hombre, en principio, un espíritu inferior a los angélicos, acaba por ser visto como superior a ellos, y precisamente por tener cuerpo (aquí, la fórmula renacentista de la “dignidad del hombre” adquiere el sentido preciso de “dignidad del hombre frente a los ángeles”). En este contexto, la importancia del cuerpo se relaciona con dos ideas centrales: la Encarnación y la Redención. Se considerará que la Encarnación de la Segunda Persona en Cristo-Hombre es la razón última de la Creación de Dios. Dios escoge, para su unión, no a los espíritus angélicos, sino al hombre provisto de cuerpo, que queda así 1 “divinizado” en virtud del mismo plan divino de la Creación. Además, Cristo, a través de la Redención, redime a los hombres y no a los ángeles, que solamente son “glorificados”. El “eclipse de los ángeles” es condición fundamental para la paulatina delimitación del hombre, en esta tradición teológica, de un modo exento, solamente frente a Dios. Descartes, que da un paso más y elimina a los ángeles, representa el culmen de este proceso. En esta tradición teológica son también importantes las discusiones sobre la libertad humana (disputas de auxiliis), en cuanto ésta aparece en conflicto con la omnipotencia y omnisciencia divinas. Lo cierto es que ni los jesuitas ni los dominicos conseguirán resolver el problema de forma satisfactoria. Pero, en todo caso, la solución para ellos pasa por el recurso a la idea teológica de Gracia (en sus diversas modalidades), mediante la cual el hombre se elevaba por encima de su estado de Naturaleza a efectos de su actuación libre. Esta Idea teológica de Gracia aparece como superación de la Naturaleza, estableciendo una dimensión específicamente humana, que convierte al hombre en un ser absolutamente excepcional y único. La idea teológica de Gracia está en la génesis de la Idea de Cultura, y la oposición Naturaleza/Gracia es el precedente de la oposición Naturaleza/Cultura. Ocurre en este periodo como si la pérdida de la centralidad física del hombre, implícita en la revolución copernicana, hubiera tratado de “compensarse” a través de la búsqueda de una centralidad espiritual, aproximándolo a Dios por medio de la Gracia. Facultad de Derecho La perspectiva propia de la Facultad de Derecho es “intermediaria” entre el punto de vista médico y el punto de vista teológico. Frente a la consideración médica del hombre como organismo corpóreo, y frente a su consideración teológica como espíritu, el derecho lo considera (de una manera ante todo práctica) como sujeto de derechos y obligaciones, y ello amparándose en una noción de “naturaleza humana” puramente formal, que trata de cancelar las dificultades derivadas de la oposición entre las perspectivas anteriores, que impiden una noción unitaria y estable de hombre. El derecho va construyendo una noción de hombre que irá haciéndose paulatinamente autónoma en el plano jurídico-político. Esa construcción en gran parte está impulsada a partir de los problemas prácticos suscitados por los descubrimientos geográficos, que exigen la traducción jurídica de las relaciones (cada vez más amplias) entre todos los hombre de la tierra. Las discusiones acerca de la naturaleza de los indios, por ejemplo, suscitadas por el Descubrimiento de América, las “solucionó” el Derecho castellano relativamente pronto, y de ello son indicios las diversas disposiciones legales casi inmediatas al descubrimiento, que inspirarán después las Leyes Nuevas (1542), donde se declara a los indios “hombres verdaderos”, diciendo entre otras cosas que pueden usar, poseer y gozar libre y lícitamente de su libertad y del dominio de sus propiedades y que no deben ser reducidos a servidumbre. Constitución de la Idea moderna de hombre y aparición de la Antropología filosófica En la constitución de la Idea moderna de hombre habría desempeñado un papel decisivo la confluencia de esas dos grandes perspectivas sobre el hombre (heterogéneas, contradictorias y confusas) antes señaladas: la médica y la teológica. El hombre queda delimitado como problema, permanentemente envuelto en oposiciones irreductibles: Naturaleza/Gracia, Cuerpo/Espíritu, Necesidad/Libertad, etc. Esto lo convierte en centro de interés filosófico. La nueva Idea de hombre adquirirá un rango similar a las Ideas de Mundo y Dios de las disciplinas filosóficas tradicionales. Eso es lo que hace Bacon cuando, en su clasificación de la filosofía, sitúa, junto a las Ideas de Dios y de Naturaleza, a la Idea de Hombre, en torno a la cual organiza Bacon su De Homine, como proyecto del primer tratado de antropología filosófica. El objetivo será, ante todo, “encubrir” o “cancelar” las dificultades de una realidad humana percibida como problemática e internamente fracturada (Naturaleza/Gracia), buscando sus notas esenciales e invariables con el propósito de establecer una noción unitaria y estable del mismo. 2