TALENTO CON PROBIDAD GIOVANNI RIONERO SUBDIRECTOR DE REVISIÓN Y DOCTRINA En alguna oportunidad, un profesor de pregrado me comentó una frase que aún hoy recuerdo con mucha admiración y curiosidad. Él decía: “Del Derecho, el Derecho Civil; y del Derecho Civil, las obligaciones”. Y esa fue una frase, diría yo, inspiradora, que, naturalmente, gracias a nuestra vocación y amor por el Derecho Penal, hoy la reformulamos y decimos: “Del Derecho, el Derecho Penal; y del Derecho Penal, la Teoría General del Delito”. Y es que la Teoría General del Delito es el corazón del penalista, su esencia. No basta con memorizar plazos procesales, no basta con conocer cuáles son los actos conclusivos del proceso penal, no basta con distinguir cuándo una persona puede considerarse imputado formal o material. Si no sabemos Teoría General del Delito, no podríamos precisar, por ejemplo, cuándo procede la Desestimación por la no relevancia penal de una conducta; ni mucho menos sabríamos fundamentar la solicitud de un Sobreseimiento por la supuesta presencia de una excusa absolutoria; ni podríamos fundamentar una Acusación por la comisión de un homicidio en posición de garante y bajo la figura del dolo eventual. Y es que yo recuerdo que de pequeños nos decían: “Las matemáticas están en todos lados; tú no las ves, pero tu alrededor es matemática pura”. Y uno que odiaba profundamente las matemáticas, decía: “Gracias a Dios, yo no veo las matemáticas en ningún lado”. Pero así no ocurre con el Derecho Penal; como ciencia social que es, SÍ ESTÁ EN TODO, y se puede ver. Cuando un caraquista, por ejemplo, golpea a un magallanero por sus victorias constantes, eso es Derecho Penal! Y cuando el caraquista nos llama bocones y fanfarrones en público, eso también debería ser Derecho Penal: por lo menos una injuria grosera y flagrante. Pero, lamentablemente, el abogado penalista contemporáneo se ha convertido en un autómata del proceso. Se piensa que por saber que el aprehendido debe ser presentado en 48 horas ante un Tribunal de Control, nos convierte en un experto penalista. O se piensa que por conocer que son delitos Menos Graves aquellos hechos punibles que merecen una pena inferior a los 8 años de prisión, nos hace especialistas en el procedimiento especial. Y eso lo vemos constantemente los fines de semana en el Palacio de Justicia. Abogados que, por captar un cliente, sólo tienen que pronunciar las expresiones “debido proceso” o “derecho a la defensa”, para engañar a sus incautas y desesperadas víctimas. En contraposición a ello, debemos preferir, entonces, al abogado que pueda diferenciar una Concusión de una Extorsión Agravada. Debemos preferir al abogado que hable del homicidio como un delito de resultado, e instantáneo de efectos permanentes. Debemos preferir al abogado que concluya que el Estado de Necesidad Disculpante es una causa de inculpabilidad que no excluye la antijuricidad de la conducta. Porque esos son los abogados que brindan seguridad jurídica. Esos son los abogados, compañeros, que no convierten al Derecho Penal en una herramienta de persecución, y lo alejan de las estigmatizaciones y los prejuicios que el Sistema tiene como suyos por naturaleza. Y les comento esto porque hace poco veía unas estadísticas que hablaban del Sistema de Justicia Penal de un país industrializado o desarrollado. Las conclusiones eran que los negros cometían más robos, y los blancos más estafas. Que los negros eran más violadores, y los blancos más propensos a actos lascivos. Pero lo cierto es que el Sistema Penal, en cualquier parte del mundo, discrimina y selecciona a los vulnerables. Y si los operarios de justicia, es decir, NOSOTROS, desconocemos la norma y su alcance, entonces nos convertimos en cómplices de la discriminación y de esa selección injusta. Si no estudiamos Teoría General del Delito, si únicamente nos afincamos en el proceso penal, si nos olvidamos de las instituciones naturales de la dogmática jurídico-penal, con culpa o con dolo, con imprudencia o con intención, cometeremos errores que perjudicarán al débil social, al de la calle, al que no sabe -ni tiene por qué saber- qué es la tipicidad y cuándo su ausencia lo beneficia en el proceso. Nuestra preparación, entonces, es garantía para el colectivo, para el prójimo. Pero no sólo es garantía para Pedro Pérez, es decir, al que no conocemos, sino también para nosotros, para ustedes, para mí, para nuestros familiares. Y es que, ojalá y nunca pasara, pero no se sabe cuándo nos involucraremos con el Sistema. Manejar un vehículo, por ejemplo, es un riesgo asumido diariamente, y arrollar a un motorizado es una probabilidad que se ha convertido, en Caracas, en casi un evento infalible. Que esas cosas pasen, es normal, y, de hecho, son inevitables, eso es vivir en sociedad; pero lo que sí debemos cambiar es la disposición, preparación y capacidad de respuesta de los funcionarios que intervienen y conocen de esos siniestros. En pocas palabras, lo que deseamos como ciudadanos corrientes: (i) es que el policía, en esos accidentes, no nos extorsione para supuestamente beneficiarnos, y desfavorecer, a su vez, a la víctima; (ii) es que el fiscal no nos atribuya dolo eventual si hemos actuado solo con imprudencia; y, (iii) es que el juez no nos decrete de oficio una medida privativa de libertad sin que medie la solicitud previa de un representante fiscal. Por eso es que cada vez que un funcionario de Revisión y Doctrina (sea administrativo o profesional) -y permítanme hablar desde esta trinchera-, solicita un permiso para estudiar, se le da inmediatamente… casi se lo obliga para que haga cursos, maestrías, diplomados, especializaciones, lo que él quiera. Porque su preparación es una inversión, institucional en primer orden, pero una inversión SOCIAL en última instancia. En pocas palabras: LA PREPARACIÓN DE NUESTROS FUNCIONARIOS ES LA TRANQUILIDAD DE UN PUEBLO CIVILIZADO. Y siempre que tengo la oportunidad de comentarlo, lo hago, y hoy quisiera reiterarlo. Hace poco, con el auspicio del Ministerio Público y la venia de la Dra. Luisa Ortega Díaz, tuve la oportunidad de cursar, junto con otros compañeros que veo el día de hoy, en la Universidad de Externado, en Bogotá, un Diplomado en Derecho Penal y Procesal Penal. Y les confieso que ese Diplomado fue un verdadero cortejo para nosotros. Yo le decía a María Eugenia Rodríguez y a Nelson Mejía, que ese Diplomado me recordó lo enamorado que uno debe estar por el Derecho Penal. Pero, adicionalmente, estando allá, se me ocurrió preguntar cuánto costaría cursar una Maestría -complementaria al Diplomado- en Derecho Penal en la Universidad de Externado. Y me dijeron que el programa no sólo duraría un aproximado de 2 años, sino que la inversión sobrepasaría los 20.000.000 de pesos, lo cual, al cambio con nuestra moneda, equivaldría a 1.200.000 bolívares de los nuevos, es decir, un millardo de los viejos. Así que en estos tiempos, en los cuales, la educación se ha hecho cada vez más cara e inaccesible, nos han dado la oportunidad A NOSOTROS de cursar este I Diplomado en Derecho Penal, completamente gratuito, y organizado, además, por la propia Institución. Y yo que pensaba que un Diplomado como el que habíamos hecho en Colombia iba a ser difícil encontrarlo en alguna universidad venezolana, pues resulta que nos hemos llevado la grata sorpresa de que, a lo interno, en el propio Ministerio Público, hemos organizado un plan de estudios de categoría internacional, que no tiene nada que envidiarle a otros programas académicos ofrecidos en el extranjero. Y esto quisiera remarcarlo con profundo orgullo patrio: les aseguro que los contenidos que hemos visto, y la preparación que hemos recibido, no sólo debería regocijarnos en lo personal por el beneficio particular que hemos obtenido, sino que estamos en todo nuestro derecho de presumir con respecto a la excelencia de nuestros profesores (todos con trayectoria universitaria), de presumir con respecto al talento que existe en Venezuela, y del nivel que ha alcanzado el Derecho Penal en este país. Hemos sido bendecidos en este último trimestre como alumnos del I Diplomado en Derecho Penal del Ministerio Público; pero cuidado, decía nuestro Libertador que “no basta con ser ilustrado porque el talento sin probidad es un azote”. Así que yo me he tomado la licencia y el atrevimiento, Dra. Luisa Ortega Díaz, en representación de todos mis compañeros, de nombrar a esta primera “promoción” del Diplomado en Derecho Penal, si es que así podemos llamarnos, como la “PROMOCIÓN DEL TALENTO CON PROBIDAD”. Debemos ser, en lo sucesivo, puro talento con probidad. Las herramientas que hemos obtenido en estos tres meses, ahora tienen que hacerse presente en nuestras labores; llegó la hora de que conceptos como el Riesgo Permitido, la Vis Compulsiva, la Prognosis Objetiva Posterior o la Tentativa en el Dolo Eventual, sean efectivamente aplicados. Pero eso sí, tienen que ser empleados con probidad; no para dañar ni tampoco para beneficiar. Lo que hacemos es averiguar la verdad… Es cierto que no somos acusadores a ultranza, pero tampoco somos “sobreseedores a ultranza”, y permítanme esa expresión que no existe. En algunos cursos impartidos, he conocido a Fiscales que me han planteado, por ejemplo, haber acusado a una persona por un Robo Agravado. Pero me comentan que previo a la realización de la Audiencia Preliminar, la defensa propone al Juez de Control que, en el supuesto de que se modificara la calificación jurídica a Robo Simple, su cliente estaría dispuesto a admitir los hechos y “salir de eso”. Los Fiscales me preguntan cuál debería ser su actuación en esos casos, pues aducen que, consentir esa posibilidad, les permitiría obtener una sentencia condenatoria de inmediato. Y nosotros hemos sido lapidarios: en Venezuela el proceso penal no es un negocio; no podemos disponer de los delitos a nuestro antojo. Un robo agravado no es lo mismo a un robo simple, es un robo agravado. Y si presentamos una acusación por la comisión de un robo agravado, es porque estamos convencidos de ello y debemos hacer valer esa tesis a ultranza. No se trata de defender una condena por la condena en sí; buscamos la condena porque es lo que dispone la ley en esos casos, porque es lo que reclama la justicia y la sociedad, y porque estamos convencidos de que los fundamentos fácticos de nuestra acusación reflejan lo que verdaderamente pasó en la realidad. DE ESO SE TRATA EL TALENTO CON PROBIDAD. Ojalá estos Diplomados se multipliquen, Dra. Luisa Ortega Díaz. Ojalá que funcionarios del interior puedan tener nuestra misma fortuna. Estos Diplomados, Dra. Luisa Ortega Díaz, tienen que funcionar como “fábricas de penalistas”. Ojalá podamos tener 1000 Rochely’s, 1000 Narda’s, 1000 Migdalia’s, 1000 Semirami’s, 1000 Hargin’s, en el Ministerio Público! Por favor, ojalá tuviéramos 1.000.000 de María Eugenia’s Rodríguez Bento con nosotros! La Dra. Luisa Ortega Díaz siempre nos recuerda que un fiscal debe estar movido por la pasión que demanda este oficio; nos advierte que ser fiscal es un sacrificio. Que la función fiscal es tolerar, incluso, que un domingo, en plena parrilla, debamos correr a presenciar una autopsia porque se ha producido un homicidio. Y yo complementaría eso diciendo que el fiscal también debe estar dispuesto a estudiar madrugadas y fines de semana; a realizar postgrados, especializaciones, doctorados, en fin, lo que sea necesario en función de su preparación. Ser fiscal, en fin, es un sacrificio que sólo pueden consentir los que aman y se apasionan por esta profesión. Los fiscales y funcionarios que laboramos en la Institución somos la esperanza de un colectivo. No sé si se han dado cuenta, pero todos los asuntos que nos competen son problemas. Servimos, a veces, de psicólogos, sociólogos, y hasta de economistas o contadores en algunas causas. Por eso es que esta es la profesión de los conflictos, y nos buscan, precisamente, para solucionarlos. El servidor público que hace invisible al de la calle, al que sufre y necesita ayuda, no merece ser servidor público. Podrá ser un defensor privado, podrá ser un consultor, pero no puede ser un Fiscal. En ocasiones, me consigo a abogados que, por circunstancias de la vida, renunciaron o ya no pertenecen al Ministerio Público. Y apenas hablo con ellos, siempre me repiten la misma frase automática y prefabricada: “En 2 semanas en el litigio he ganado lo que hice en el Ministerio Público durante 2 años”. Y yo escucho la frase y luego reflexiono: “Pero no eres libre!” No sé si será verdad o mentira el dinero que han ganado, pero si en realidad lo han hecho, siempre habrá sido a expensas de los intereses individuales de un cliente, de un particular. Nosotros, en cambio, respondemos a nuestras convicciones; buscamos la verdad sin importar el desenlace que tendrá el proceso. Podremos acusar o sobreseer, pero siempre nuestra decisión será en función de los ideales de justicia, equidad y paz que nos han inculcado, Y ESO, EN DEFINITIVA, COMPAÑEROS, ES MÁS! ES MÁS EN LIBERTAD Y ES MÁS EN DIGNIDAD! No sé de términos económicos, pero creo que la función fiscal es tan noble, pero tan noble, que Dios debería permitirnos ganarnos el cielo. Muchísimas gracias.