KERIGMA 1. VOCACION: LLAMAMIENTO DEL PADRE POR MEDIO DE JESÚS, A VIVIR LA NUEVA VIDA DEL ESPÍRITU SANTO Recibir el kerigma o nuevo anuncio evangélico está totalmente unido a la vocación cristiana. Es a través de ella que el padre nos ofrece vivir de acuerdo con el estilo de su Hijo Jesucristo y, a la vez, la manera como nosotros podemos responderle. Recordemos algunos pasajes de la vocación y el llamado que sirven como base para recibir y proclamar el kerigma. Génesis 12, 1-9, “Yavé dijo a Abram: ´Deja tu país, a los de tu raza y a la familia de tu padre, y anda a la tierra que yo te mostraré. Haré de ti una gran nación y te bendeciré; voy a engrandecer tu nombre, y tú serás una bendición. Bendeciré a quienes te bendigan y maldeciré a quienes te maldigan. En ti serán bendecidas todas las razas de la tierra.´ Partió Abram, tal como se lo había dicho Yavé, y Lot se fue también con él. Abram tenía setenta y cinco años de edad cuando salió de Jarán. Abram tomó a su esposa Saray y a Lot, hijo de su hermano, con toda la fortuna que había acumulado y el personal que había adquirido en Jarán y se pusieron en marcha hacia la tierra de Canaán. Entraron en Canaán, y Abran atravesó el país hasta llegar al lugar sagrado de Siquem, al árbol de Moré. En aquel tiempo los cananeos ocupaban el país. Yavé se apareció a Abram y le dijo:´Le daré esta tierra a tu descendencia.´ Allí Abram edificó un altar a Yavé que se le había aparecido. Desde allí pasó a la montaña, al oriente de Beteel y plantó su tienda de campaña, teniendo Betel al oeste y Aí al oriente. También aquí edificó un altar a Yavé e invocó su nombre. Luego Abram avanzó por etapas hacia el país del Negueb. En el país hubo hambre, y Abram bajó a Egipto a pasar allí un tiempo, porque el hambre acosaba al país. Abraham se pone de viaje porque Dios lo llama: él entiende que la voz lo invita a ponerse en camino y al hacerlo, entiende que entra dentro de una aventura en la que tiene que correr múltiples riesgos… En una palabra, la llamada de Dios pone en juego una reestructuración completa de su propia vida. Tiene que cortar con su sistema religioso y familiar; acabar con muchas relaciones para hacer otras, y como consecuencia, debe rehacer todo su sistema afectivo, relacional, el propio modo de ver y de interpretar los acontecimientos y las personas a la luz de las nuevas situaciones en las que ha sido colocado por este llamado: ¿Cuáles fueron las situaciones, lugares, personas con las que Abraham se encontró y que lo hicieron cambiar de vida? ¿Qué fue lo que hizo que Abraham fuera a Egipto? ¿Qué tipo de experiencia en el cambio de vida estoy viviendo hoy a la luz del llamamiento del Padre? La vocación al cambio, a la renovación, a una nueva aventura es el trasfondo del Kerigma. Lo importante es querer cambiar y dejar que el Padre haga lo demás. Podríamos mirar otros casos: San José: Lucas 1,18- 25 Natanael: Juan 1, 43 - 51 San Pablo, Hechos 9, 1- 18, etc. 2. ANUNCIO LLENO DE GOZO DE LA “PERSONA” DE JESÚS Y SU OBRA “En aquel mismo día dos discípulos se dirigían a un pueblito llamado Emaús que está a unos doce kilómetros de Jerusalén, e iban conversando sobre todo lo que había ocurrido. Mientras conversaban y discutían, Jesús en persona se les acercó y se puso a caminar con ellos, pero algo impedía que lo reconocieran. El les dijo: ¿De qué venían discutiendo por el camino? Se detuvieron y parecían muy desanimados. Uno de ellos llamado Cleofás, le contestó: ¿Cómo? ¿Eres tú el único peregrino en Jerusalén que no está enterado de lo que ha pasado aquí en estos días? ¿Qué pasó? Les preguntó. Le contestaron: Todo el asunto de Jesús Nazareno. Era un profeta poderoso en obras y palabras, reconocido por Dios y por todo el pueblo. Pero nuestros sumos sacerdotes y nuestros jefes renegaron del él, lo hicieron condenar a muerte y clavar en la cruz. Nosotros pensábamos que él sería el que debía libertar a Israel. Sea lo que sea, ya van dos días desde que sucedieron estas cosas. En realidad, algunas mujeres de nuestro grupo nos han inquietado pues fueron muy de mañana al sepulcro y, al no hallar su cuerpo, volvieron hablando de una aparición de ángeles que decían que estaba vivo. Algunos de los nuestros fueron al sepulcro y hallaron todo tal como habían dicho las mujeres, pero a él no lo vieron. Entonces él les dijo: ¡Qué poco entienden ustedes y qué lentos son sus corazones para creer todo lo que anunciaron los profetas! ¿No tenía que ser así y que el Mesías padeciera para entrar en su gloria? Y les interpretó lo que se decía de él en todas las Escrituras, comenzando por Moisés y siguiendo por los profetas. Y al llegar cerca del pueblo al que iban, hizo como que quisiera seguir adelante, pero ellos le insistieron diciendo: Quédate con nosotros, ya está cayendo la tarde y se termina el día. Entró pues, para quedarse con ellos. Y mientras estaba a la mesa con ellos, tomó el pan, pronunció la bendición, lo partió y se los dio. En ese momento se le abrieron los ojos y lo reconocieron, pero él desapareció. Entonces se dijeron el uno al otro: ¿No sentíamos arder nuestro corazón cuando nos hablaba por el camino y nos explicaba las Escrituras? De inmediato se levantaron y volvieron a Jerusalén, donde encontraron reunidos a los Once y a los de su grupo. Estos les dijeron: Es verdad: el Señor ha resucitado y se ha aparecido a Simón. Ellos por su parte, contaron lo sucedido en el camino y cómo lo reconocieron al partir el pan” (Lucas 24, 13-35) Leamos el texto nuevamente y busquemos los hechos que más nos llamen la atención. Los dos discípulos son de los más cercanos al Señor, aunque no forman parte del grupo de los DOCE (Apóstoles). Ellos conversaban y discutían desilusionados acerca de todo lo que había sucedido. Jesús comienza a caminar con ellos y le hace compañía y les pregunta. Los dos aun apesadumbrados, comienzan a recitarle el contenido del kerigma, incluso usando las palabras que más tarde formarían parte de nuestro credo con las que se anuncia a Jesús. Es el anuncio alegre de la salvación. Pero lo que llama la atención es que anuncian el mensaje como si fuera una “desgracia”, con palabras tristes. Anuncian algo que no entienden. Lo hacen con palabras pero sin corazón. Más bien hay un sentimiento de tristeza, de resignación, de fracaso, de frustración que causa amargura en quienes lo dicen y no convence a quienes lo escuchan. Por lo tanto lo que hay es una recitación de verdades pero sin entusiasmo: No hay kerigma. Jesucristo resucitado es la única respuesta… la respuesta. Él es la Palabra de salvación que viene del Padre Dios que les responde a los discípulos en tres tiempos: Con la fuerte advertencia de que están equivocados. Es necesario que él mismo los sacuda y nos sacuda para que volvamos a la realidad. Con el anuncio bíblico de la historia de la Salvación. Las santas Escrituras son la clave interpretativa de los acontecimientos; estos siguen siendo los mismos, pero la interpretación le dan continuamente un nuevo sentido para hoy y para siempre. Los discípulos cambian de actitud: dejan las discusiones y se vuelven amigos con él y en él, es decir, se forman comunidad, y es entonces cuando Jesucristo se les manifiesta proclamando el eterno designio salvador del Padre y calienta el corazón desde su interior. Cuando recibimos y proclamamos el Kerigma suceden en nosotros cambios y transformaciones interiores y exteriores muy fuertes: Se abren los ojos y se entiende todo (vrs. 31) Arde el corazón dentro del pecho (vrs. 32) Se suscita una nueva comunidad reunida en torno a Jesucristo (vrs. 29) Nace la disposición para salir corriendo a anunciar a otros, a comunicar el mensaje que no se puede contener (vrs. 33) Hay un encuentro con los otros hermanos reunidos en comunidad que oyen la experiencia de los recién llegados y proclaman la suya propia (vrs. 35) En síntesis: se produce un profundo cambio en la persona que recibe y que comunica el anuncio de la salvación, en Jesucristo muerto y resucitado. Los discípulos de Emaús ya lo sabían todo cuando iban caminando: la palabra del Kerigma, el objeto y finalidad del kerigma que es Jesucristo vivo con ellos; pero no tenían ni los ojos abiertos ni el corazón ardiente, por lo que vivían si ver nada, tristes, sin darse cuenta, sin comprender, porque el kerigma es apertura de los ojos para reconocer que el Padre Dios se ha manifestado en la situación que hoy estamos viviendo y nos ha abierto hacia horizontes inesperados. El efecto del kerigma es precisamente esta explosión de alegría que se expresa aun exteriormente, y que podemos experimentar cuando nos encontramos con personas que han llegado a esta madurez en la fe. Es como si se comenzara a vivir ahora y todo nos pareciera nuevo y hermoso: Vemos la vida, las personas, los acontecimientos, todo… con los ojos de Jesús. En fin; el kerigma nos conduce a entender nuestra vocación cristiana a la que hemos sido llamados, es decir, a aceptar, vivir y crecer la comunidad de salvación y ser pertenecientes a ella, compartiendo la plenitud del kerigma y viviendo de acuerdo con lo recibido y proclamado. Bernardo Parra A. Pbro. Delegación Diocesana de Pastoral Sacerdotal