Capítulo 11: “Nuevo Rumbo” “Y con la firme intención de cumplir sus destinos zarparon rumbo a su largo viaje y sin permitir que nadie consiguiera disuadirles ni abandonar su hazaña, partieron en busca de su sueño…” Cuando había una guerra entre grandes países los ciudadanos enviaban a sus hijos a un lugar seguro. Algún sitio lejos de la confrontación de los combates y de las grandes ciudades. En cierto mundo afectado por la guerra, innumerables familias llevaban a sus hijos a una estación de tren. Una gran máquina de hojalata los esperaba soltando una columna de humo negro. El lugar estaba repleto de madres vestidas con trapos antiguos y sombreros redondos acompañando a sus hijos hasta el final del camino. El reloj marcaba las ocho menos cuarto y el timbre comenzó a sonar dando a entender que el tren iba a salir. Una mujer de piel pálida, vestida con traje y sombrero rojo y escaso de abalorios estaba rodeada de dos niños y dos niñas. Todos vestidos con ropa de pana con cuadros. La niña más pequeña llevaba un pequeño peluche de un oso bajo su hombro mientras la mujer le abrochaba bien una etiqueta con un alfiler en el que ponía su nombre y el apellido de su familia. - No te quites esto hija, ¿vale?- dijo la mujer poniéndole bien el broche en su camisa, a la altura del pecho. La niña era idéntica a su madre. Piel pálida, pelo liso que le llegaba hasta los hombros y unas vestimentas muy antiguas- Estás abrigada. La madre volvió su mirada a su segundo hijo pequeño. Era el tercero de sus hermanos. Era un chico de piel pálida y un pelo negro con peinado de cuenco. El chico observó a la lejanía un cartel cerca de un establecimiento de tabaco. El cartel mostraba un grupo de niños felices con una casa en el campo de fondo y ponía con letras bien grandes: Acoja a niños evacuados. - Si estuviera papá no nos dejaría ir…-refunfuñó el niño mientras su madre le colocaba el broche con su etiqueta. - Si estuviera la guerra ya habría acabado y no tendríamos que irnos- le contestó con tono de enfado su hermano mayor. Era el más mayor de sus hermanos. Un chico alto de pelo rubio pero con el mismo peinado que el de su hermano pequeño. Llevaba una camisa azul y una chaqueta de lana azul oscuro. - Harás caso a tu hermano, ¿verdad, hijo?- le preguntó la mujer con cara de preocupación, levantándose e intentando darle un beso en la mejilla, pero el niño apartó su cara con mirada de enfado. Igualmente lo abrazó con gran tristeza en su corazón. Luego abrazó a su hijo mayor. El chico era más alto que él y tenía que levantar bien los brazos para poder abrazarlo- Prométeme que cuidarás de ellos. - Lo haré, madre…-dijo el chico sin querer parecer triste. - Mi hombre…-dijo la mujer parando de abrazar a su hijo y se dispuso a abrazar a su segunda hija. Era una chica de piel pálida con el pelo negro y largo. Tenía las mejillas llenas de pecas y unos labios pronunciados. La madre se acercó a ella y la abrazó con fuerza. Era la segunda de sus hijos, más pequeña que el chico rubio pero más mayor que sus otros dos hermanos. Los dos tenían la suficiente edad como para hacerse responsables de sus hermanos más pequeños- Sé buena chica… La chica no pudo pronunciar palabra alguna cuando su madre dejó de abrazarla. Lo único que pudo hacer fue asentir con la cabeza cuando el tren dio el último aviso de salida. - Muy bien, marchaos- se despidió la madre intentando ocultar su tristeza. - Viajeros al tren- indicó un acomodador. Sus cuatro hijos cogieron las maletas y entraron en el tren junto a muchos niños de varias edades. A su alrededor se escuchaban madres despidiéndose de sus hijos, con grandes pañuelos en sus manos y cubiertas de lágrimas. El encargado de los vagones dio la señal de salida y el tren comenzó a moverse. Los cuatro niños se asomaron por la ventana, despidiéndose por última vez de su madre porque era muy posible que no la volvieran a ver… El tren recorrió varios kilómetros sobre bosques y prados, dejando a varios niños en cada estación. Cada vez el tren estaba más vacío y en el compartimento de los cuatro hermanos ya no quedaba ninguna criatura inocente. Por fin llegaron a su destino, los cuatro bajaron en una parada de madera, en mitad de un descampado cubierto de hierba y pequeños árboles. El hermano mayor oyó una bocina e indicó a sus hermanos que bajaran de la estación a recibirlo. Nadie más bajó del tren aparte de ellos y cuando bajaron las escaleras de madera se encontraron con un pequeño coche negro de grandes ruedas bastante antiguo que cruzaba al otro lado de las vías. - El profesor sabía que veníamos- comentó la hermana mayor mirando el camino de tierra. - A lo mejor nos han etiquetado mal- contestó el hermano pequeño cuando de repente escucharon unos cascabeles y los pasos de un caballo. A lo lejos vieron un carruaje del cual tiraba un caballo blanco. Subido en él había una mujer de cara arrugada y con gafas oscuras. El carruaje paró justo enfrente de los hermanos. La mujer los miró de arriba a abajo a cada uno. - ¿La señora Macready?- preguntó el hermano mayor. - Eso me temo…-contestó la mujer con tono burlón, se notaba que no le gustaban los niños. La mujer vio sus equipajes. Cada uno llevaba un bolso colgado de su hombro, un pequeño maletín y una caja rectangular colgado de su cuello- ¿Eso es todo? ¿No habéis traído más cosas? - No señora. Esto es todo- indicó el hermano mayor. Su hermana más pequeña asintió con cara de ilusión. - Podría ser peor… -acabó diciendo la Señora Macready mientras señalaba su carruaje. Los niños subieron y el caballo comenzó a tirar del carruaje. El camino se hizo largo, pasando por varios pueblos y bosques hasta llegar a un descampado lleno de setos naturales y árboles enormes. En mitad de aquel lugar, había una enorme mansión de ladrillos rojos. Para ellos que venían de la ciudad les parecía un palacio. Muy lejos de aquel lugar, una pequeña nave con bandera blanca con el símbolo de una llama, surcaba el espacio pasando por una increíble nube de asteroides gigantes. Entre los peligros del espacio, los asteroides eran lo más común. Una alarma sonó en mitad de la travesía por el espacio.Chocaron tantas veces que se provocó una fuga de oxígeno. En la parte derecha del casco se abrió un pequeño agujero que se tragaba todo el aire que había dentro. Como en el espacio no hay agua, perder el aire del barco es como hundirse en el mar. Todos en el barco estaban alarmados excepto Sebas, que dormía plácidamente en el sofá del salón. - ¡Nunca debiste dejarle manejar el timón!- regañó Xamo a Álvaro. Al parecer, Fran había tomado el timón. - ¡Lo sé, lo sé! ¡No volverá a pasar!- gritó Álvaro llorando tras recibir un puñetazo en la coronilla por parte de Xamo. Fran seguía manejando el timón, muy nervioso y con los ojos fuera de sus órbitas. - ¡¿Cómo se frena esto?!- gritaba Fran desesperado. - ¡Inútil! ¡Quítate de ahí!- le gritó Álvaro mientras tomaba los mandos y agarraba con fuerza la palanca que sobresalía del suelo. Los motores se apagaron en cuanto tiró de la palanca pero el barco seguía avanzando por la inercia pero más lentamente. - No quiero alarmar pero creo que te has olvidado de que tenemos fuga de oxígeno- añadió Jose Alonso tranquilamente mientras se asomaba por la escotilla. - ¡Ah! ¡Es cierto! ¡Fran, baja con Jose Alonso y tapad el agujero con tablones!- le ordenó Álvaro. - ¡Jo! ¿Y por qué no lo haces tú?- se quejó Fran apretando los morros. - ¡PORQUE COMO TE DEJE COGER OTRA VEZ EL TIMÓN NOS VEMOS DENTRO DE UN AGUJERO NEGRO!-regañó Álvaro. - ¡Ah! ¡Entonces toda la comida se echará a perder! ¡Bien, Jose Alonso, vamos a tapar esa fuga!- gritó Fran. - ¡Sólo le importa la comida!- gritaron Álvaro y Xamo. - ¿Dónde está las tablas?- preguntó Jose Alonso. - ¡En el almacén! ¡Os aviso, no vayáis a hacer el agujero más grande que nos conocemos!- gritó Álvaro. - Cada vez me falta más el aire- se quejó Xamo intentando coger aire. - ¡Si quieres te puedo dar yo aire!- dijo Jose Alonso poniendo morritos. - ¡Atrás baboso!- gritó Xamo pateando a Jose Alonso en la cara. El cocinero cayó por la escotilla - ¡Mirad allí!- señaló Fran al percatarse de que un enorme asteroide dos veces más grande que el barco se posicionaba delante de sus narices- ¡Esquívalo que nos la pegamos! - Es sólo un asteroide, lo esquivaré sin proble…-Antes de que pudieran reaccionar, el asteroide chocó contra el mascarón. Los tablones de maderas y cabos salieron volando y prácticamente toda la proa se clavó en el asteroide. El barco retrocedió unos centímetros pero seguía clavado. Tras unos instantes, los chicos se levantaron con el corazón en el puño. Tal impacto debería haber destruido el barco pero ahí estaban, clavados en un asteroide. - ¡Creía que iba a morir!-gritó asustada y temblando Xamo. - Hey, creo que hemos perdido al piloto- señaló Jose Alonso a Álvaro que estaba tirado en el suelo con una tira de sangre en la frente. El choque había hecho que se chocara con todo el cristal. - ¡Pero qué asteroide más extraño! ¡Si hemos retrocedido!-exclamó Fran- ¿Desde cuándo los asteroides son blandos? - Ya tendremos tiempo de hablar del asteroide, estamos atrapados y hay que sacar el barco de aquí- dijo Xamo intentando despertar a Álvaro- Si nos da otro asteroide seremos papilla. - Pero… ¿cómo lo sacamos?- preguntó Jose Alonso. - ¿Dónde estoy? ¿Mamá? ¿Es esto el cielo?- decía Álvaro delirando. - Más quisieras- replicó Xamo. - ¡Álvaro, despierta! ¡¿Cómo sacamos el barco?!- gritó Fran. El piloto se levantó sobresaltado, se tocó la cabeza y se manchó las manos con su propia sangre. - ¿Eh? ¿Cómo es que estoy vivo?-se preguntó Álvaro. - Tú y todos- dijo Jose Alonso. - ¡¿Qué hace el barco incrustado en el asteroide?!-se asustó Álvaro tras levantarse y ver el escenario. - ¡Venga, busca una solución rápido!- le gritó Xamo. - Sigo sin entenderlo pero quizás podríamos sacar el barco- dijo Álvaro. - ¿Cómo?-preguntó Xamo. - Aquí tenemos a dos hombretones con fuerza sobrehumana. Si salen con los trajes espaciales podrían sacarlo pero tiene que ser rápido…-anunció Álvaro- Venid, os daré los trajes. - ¡Bien, vamos a salir al espacio!-sonrió Fran siguiéndolos. - ¿Por dónde vamos a salir? Si abrimos las puertas de la cocina o el salón se va a escapar todo el oxígeno y saldremos volando. - Se nota que no hemos usado todas las funciones del barco- desde el salón bajaron a la cocina y desde allí Álvaro abrió una escotilla que lo llevaba hasta la bodega. Era una habitación bastante amplia, llena de tablas de madera, el Hoverboard de Fran, varias cuerdas, cajas y colgado sobre perchas seis trajes espaciales. - ¡Guau! ¡Qué chulos!- exclamó Fran viendo los trajes espaciales, cada uno de un color: Rojo, verde, naranja, azul, amarillo y plateado- ¡Me pido el rojo! - ¿Son seguros?- preguntó Xamo. Tocó el traje naranja entre sus dedos. La textura era suave y muy elástica. No eran completamente de un color. Debajo de las axilas se extendían unas líneas gruesas de color negro al igual que los extremos del traje. - Por supuesto, los compré por internet-rió Álvaro- Están hechos de aleación gumi. - ¿Como la de las naves?-preguntó Fran tras ponerse el traje. - ¿Qué tal? ¿Te pongo?- insinuó Jose Alonso con el traje y poniendo postura. - Tomad los cascos- les dio Álvaro- Están hechos del mismo material así que no os preocupéis si os chocáis contra algo. El tubo es lo suficientemente largo como para que vayáis al asteroide. - Perfecto, ¿cómo salimos?- preguntó Jose Alonso. El casco iba conectado con un tubo que llegaba hasta una bobina de aire. - Atentos, si accionáis esta palanca se abrirá una compuerta a vuestros pies. El único que puede abrirla y cerrarla a distancia soy yo desde el cuadro de mandos así que no os preocupéis a la vuelta. Después de que cerremos la puerta, accionad la palanca. - Entendido- contestó Jose Alonso- ¿Listo Fran? - ¡Siempre lo estoy!- gritó Fran alzando los brazos. - Suerte- dijo Álvaro cerrando la puerta. Jose Alonso tiró de la palanca de la pared y a sus pies se fue abriendo poco a poco una compuerta. Las cosas de la bodega estaban suficientemente atadas para que no se escaparan. Ambos chicos saltaron al vacío. Cayeron casi un metro y comenzaron a flotar. - ¿Este no ha pensado en como avanzar en el espacio? ¿Cómo se supone que nos moveremos si flotamos?- preguntó Jose Alonso. - ¡Tranquilo, yo me ocupo! ¡Aliento de Fuego!- la llamarada no sobrepasó el casco y dejó a Fran con la cara chamuscada. Jose Alonso comenzó a partirse de risa mientras que la voz de Álvaro comenzó a sonar por el megáfono. - ¡Chicos, se me olvidó avisaros! ¡Dad dos golpes con los tobillos y podréis avanzar!- les informó Álvaro- ¡Y antes de que hagáis nada esperad a que os avise de cuándo sacar el barco! - ¿Qué se supone que va a hacer?- dijo Fran mientras daba dos golpes con sus tobillos. De las plantas de los pies comenzó a salir una especie de energía, haciendo que ascendiera hasta el barco y se chocara con el techo de la bodega. - Hoy no es tu día- rió Jose Alonso- Supongo que querrá ver antes el estado del barco por dentro por si al sacarlo creamos una fuga mucho más grande. - Bueno vamos- dijo Fran volviéndose a impulsar. Mientras tanto, Xamo se dirigía al lugar de la fuga del oxígeno llevando consigo un martillo, dos tablones y unos pocos clavos. El agujero era del tamaño de una pelota de tenis, pequeño pero suficiente para eliminar todo el aire del barco en cuestión de minutos. Por suerte, los daños en el barco eran superficiales y el asteroide no había hecho ningún agujero. Fran y Jose Alonso llegaron a la zona del barco incrustado en la enorme roca. El mascarón había desaparecido y el ancla flotaba cerca de ellos. - ¿Desde cuando los asteroides son blandos?- se preguntó Jose Alonso. Tocó la superficie de la roca. Tenía una fina capa de roca pero por debajo no había más que piel. - Oye, parece un globo- curioseó Fran. - No te alejes demasiado- le dijo Jose Alonso- Bueno, será bastante fácil sacarlo... Fran rodeó la extraña roca. Normalmente los asteroides son irregulares, era raro encontrar uno esférico.Apoyándose en las pequeñas piedras, avanzó hasta casi llegar al otro lado del asteroide. Avanzó y avanzó hasta resbalar con una roca. - ¡Chicos, podéis sacar el barco ya! Los daños no son serios- anunció Álvaro por megafonía. - Fran tengo una idea. Yo tiro del ancla y tú golpeas la roca en la dirección contraria- le dijo Jose Alonso mientras agarraba con fuerza el ancla. - ¡De acuerdo! - gritó Fran cogiendo carrerilla- ¡Chúpate esta! La patada asestó sobre una superficie blanda, desgarrando el tejido y dejando salir una sustancia viscosa de un tono púrpura. En el espacio parecía gelatina y llenó a Fran por completo y gran parte de la proa del barco. La nave logró salir pero en un instante se escuchó un gemido intenso. La roca pareció volverse. Del lugar de la patada parecía emanar sangre. - No... No me jodas... - susurró Jose Alonso. En la roca pudieron observar dos enormes ojos y una diminuta boca . - ¿Que demonios es eso? - preguntó Fran. - Tenemos que salir de aquí... Tenemos que... ¡Álvaro sácanos de aquí!- chilló Jose Alonso- ¡Es un pez globo! ¡Se va a expandir y chocar contra...! Antes de que pudiera acabar la frase, el gigantesco pez globo se infló antes de que pudieran hacer nada. El barco recibió el impacto de lleno, saliendo volando a gran velocidad. Mientras tanto, los cuatro hermanos enviados a aquella mansión durante los bombardeos de su ciudad estaban sentados y aburridos en un gran salón de cortinas viejas y alfombra de piel. Como no podían correr ni jugar dentro de la casa, la Señora Macready los dejó ahí para que no molestaran al dueño de la casa. Al parecer, ella sólo era la ama de llaves y el dueño de la mansión era un viejo anciano que no habían visto en todo el tiempo de su estancia en la casa. La lluvia chocaba contra la ventana, la humedad no dejaba ver apenas a través de ella y el cielo no paraba de tronar. Estaban los cuatro en una habitación grande, lleno de artilugios antiquísimos y aburridos mientras jugaban a las palabras encadenadas con el único fin de entretenerse un poco. - Gastrovascular- dijo la hermana mediana. Estaba sentada en un sillón con un enorme libro sobre las manos. Su hermano pequeño estaba tumbado en el suelo rascando una antigua silla por debajo. Mientras su hermana pequeña intentaba mirar a través de la ventana. El bosque que se veía a la lejanía le recordó al gran trayecto en tren que hicieron el día anterior- Vamos Peter. Gastrovascular. - ¿Es latín?- preguntó el hermano mayor, el chico del pelo rubio sentado en otro sofá mientras se hacía nudos con los dedos. - Sí- respondió su hermana. - Es latín, y significa el peor juego del mundo- respondió el hermano mediano levantándose del suelo, con tono burlón. Su hermano Peter soltó una risita y su hermana mayor cerró el libro de golpe enfadada. - Podríamos jugar al escondite- señaló la hermana más pequeña, separándose de la ventana. - Pero si nos lo estamos pasando estupendamente- dijo mirando a su hermana mediana de reojo. - Venga Peter, por favor- dijo la niñita mirándolo con ojos tiernos- Porfa… ¿uhm? - Uno, dos, tres, cuatro…-comenzó a contar Peter. Su hermana pequeña soltó una dulce sonrisa y comenzó a correr fuera de la habitación. - ¡¿Qué?!-se quejó su hermano pequeño. - ...cinco, seis, siete, ocho…- seguía contando Peter. Se levantaron todos a la vez y corrieron en diferentes direcciones a excepción de Peter. El hermano mayor se colocó en el armario cerca de la ventana y se apoyó tapándose los ojos mientras contaba. Cada hermano corrió en busca de un buen escondite. La hermana mayor encontró un baúl sin cerrojo lo suficientemente grande como para entrar ella. El hermano pequeño rivalizó con su hermana pequeña al encontrar unas cortinas perfectas para esconderse. La niña bufó y corrió en busca de otro buen escondite. Peter iba contando por sesenta y la niña aún no había encontrado un buen escondite. Subió por unas escaleras y se encontró con un pasillo lleno de puertas a los dos lados. Cogió por la derecha e intentó abrir la primera puerta, pero estaba cerrada con llave. Con la siguiente tuvo suerte y consiguió abrirla. Dentro de la habitación no había nada. Una habitación totalmente vacía, a excepción de algo enorme y cuadrado cubierto de una sábana. No había nada más en la estancia aparte de un moscón azul muerto en el alféizar de la ventana. La niña se acercó al fondo de la habitación y tiró de la sábana. Detrás de ella se encontró con un enorme armario. Intentó abrir y la puerta y aunque se pensaba que iba a estar cerrada, para su sorpresa se abrió con facilidad y cayeron al suelo dos bolas de naftalina. - ...75, 76, 77, 78, 79, 80, …-seguía contando Peter en voz alta. La niña al mirar dentro, vio varios abrigos colgados, que en su mayoría eran largos y de piel. No había nada que a la niña no le gustara más que el olor y el tacto de la piel, así que se metió inmediatamente en el armario, se cobijó entre los abrigos y restregó el rostro contra ellos. No tardó en introducirse más en él y descubrió que había una segunda hilera de abrigos colgados detrás de la primera. Estaba muy oscuro allí dentro así que estiró los brazos hacia delante para no chocar de cara con el fondo del armario. Dio un paso más, luego tres, esperando palpar el fondo de madera con la punta de los dedos pero no lo encontró. Entonces notó que había algo que crujía bajo sus pies. - ¿Serán más bolas de naftalina?- se preguntó la niña, inclinándose para palparlo con la mano. Pero en lugar de tocar la dura y lisa madera del suelo del armario, tocó algo blando, arenoso y sumamente frío- Esto es muy raro. Al cabo de un instante se percató de que lo que le rozaba el rostro y las manos ya no era suave piel sino algo duro y áspero e incluso espinoso. Delante de sus narices se presentó un escenario admirable, un bosque totalmente nevado, con altos árboles y copos de nieve que no paraban de caer. La niña no pudo articular palabra de la admiración del lugar, juntó sus manos y dejó que los copos de nieve se le juntaran en las manos. Echó la vista hacia arriba y los copos de nieve le caían en la cara. Comenzó a andar hacia el frente, sin importarle el frío que sentía en los pies. Observó hacia atrás y todavía veía la habitación vacía por la que había entrado. Caminó hasta encontrarse con un farol en medio del bosque. Mientras estaba allí de pie, contemplándola, preguntándose por qué había un farol en medio de un bosque, oyó unos pasos que se dirigían hacia ella. Casi inmediatamente después, una persona muy curiosa surgió de los árboles y penetró en el haz de luz que proyectaba el farol. El ser al verla dio un sobresalto. La niña se asustó al principio pero comenzó a observarlo detenidamente mientras cubría la mitad de su cuerpo detrás del farol. Era más alto que ella y sostenía un paraguas sobre la cabeza, blanco por la nieve. Era de peso liviano y frágil musculatura. De piel pálida, carente de vello facial y corporal. Tenía el pelo plateado y bastante revuelto en puntas. Y unos ojos azules, con destellos argénteos y orejas puntiagudas. Iba vestido con ropajes sucios, un pantalón marrón roto por los tobillos, una chaqueta de lana azul cubierta de nieve y una larga bufanda roja alrededor del cuello. No llevaba nada en los pies, iba descalzo. - Buenas tardes- saludó la criatura. La niña salió de detrás del farol y se dirigió poco a poco hacia él. - Buenas tardes, buenas tardes- dijo la niña asombrada- Perdona que te pregunte… pero, ¿qué eres? - Bueno… yo… ¡pues un elfo!... aunque no precisamente uno completo, sino un semielfo- respondió- ¿Y tú que eres? Debes de ser una especie de enana sin barba. - ¡Yo no soy una enana!- replicó la niña indignada. - Sí… seguro…-bromeó el semielfo. - ¡Soy una niña!-replicó la niña- Y de hecho soy la más alta de mi clase. - ¿Quieres decir que eres una Hija de Eva?- preguntó el semielfo. - Bueno, mi madre se llama Helen-respondió la niña. - Sí, sí, pero eres… ¿una auténtica humana?- insistió el semielfo. - Sí, pues claro-respondió la niña, todavía algo desconcertada. - … ¿Y qué haces aquí?- preguntó el semielfo echando la vista hacia los lados, como si esperara que no les viera nadie. - Estaba escondida en el armario de la habitación de invitados y…-comenzó a explicar la niña. - ¿Tación de Invitados? ¿eso está en Narnia?- preguntó el semielfo confuso. - ¿Narnia? ¿Qué es eso?-preguntó la niña. - ¡Bueno pequeña, es donde estás!- explicó el semielfo- Todo lo que hay desde la farola hasta el Castillo de Cair Paravel, en el Océano Oriental. Cada rama, cada piedra que veas… cada carámbano… es Narnia. - Este armario sí que es enorme- dijo la niñita alucinando. - ¿Arma Río?- rió el semielfo- ¡Ah, perdona! Permíteme que me presente. Me llamo Tony Frost. - Mucho gusto, Sr. Tony. Soy Lucy Pevensie- se presentó la pequeña niña intentando darle la mano pero el semielfo parecía no entender lo que quería hacer- Tienes que darme la mano. - ¿Por qué?- se extrañó Tony. - Pues… no lo sé. Es lo que hace la gente cuando se conoce- dijo Lucy. Tony comprendió y le estrechó la mano temblando. - Bueno, pues Lucy Pevensie de la magnífica ciudad de Arma Río en el maravilloso país de Tación de Invitados, ¿qué te parece si te invito a cenar conmigo?- le invitó Tony dejando caer la nieve de su paraguas y tendiéndosela sobre la niña. - Bueno, se lo agradezco mucho pero… creo que debería volver ya- contestó Lucy. - ¡Pero si es por aquí muy cerca! ¡La chimenea estará encendida y habrá tostadas y té y pasteles…. y podríamos, abrir las latas de sardinas!- exclamó el semielfo. - Es que no sé…-decía la niña. - Vamos, no todos los días hago una nueva amiga- suplicó Tony. - Bueno, supongo que no pasa nada por ir un ratito- aceptó Lucy- Y si tienes sardinas… - Latas y latas- sonrió Tony y ambos se encaminaron hacia la casa. Pasaron varios árboles hasta llegar a un lugar donde el terreno se volvía escarpado y había rocas por todas partes y colinas bajas que lo cubrían todo. Las piedras altas eran de color negro azabache y tenían líneas blancas de la nieve que se juntaba. Al llegar al fondo de un pequeño valle Tony giró repentinamente a un lado como si tuviera intención de entrar directamente en una enorme roca, pero en el último instante Lucy descubrió que conducía a la entrada de una cueva. En cuanto estuvieron en el interior, la pequeña parpadeó, deslumbrada por la luz del fuego de leña. Entonces su acompañante se inclinó y tomó un llameante madero del fuego con un par de tenazas elegantes y encendió la lámpara. - Va a estar listo enseguida- anunció Tony, e inmediatamente colocó una tetera en el fuego. Lucy nunca pensó que había un lugar tan bonito. Era una acogedora cueva seca y limpia, de piedra rojiza, con una alfombra en el suelo, dos sillas pequeñas, una mesa, una cómoda, una repisa sobre la chimenea, y encima de ésta, un cuadro de un elfo anciano. - Ése… ése es mi padre…-le explicó Tony con tono serio. - Tiene una cara agradable- dijo Lucy- Se parece mucho a tí. - No. No me parezco en nada a él…-susurró Tony dándole la espalda a la niña. - Mi padre está luchando en la guerra…-le dijo Lucy. - ¡Oh! Mi padre también se fue a la guerra. Pero eso fue hace… mucho tiempo. Antes de este terrible inviernocontestó Tony. - El invierno no está mal. Se puede patinar sobre hielo y pelear con bolas de nieve. ¡Y la Navidad!-exclamó Lucy. - Aquí no…-dijo Tony llevando una bandeja de plata con la tetera, dos tazas y dos tostadas con mantequilla- No. Hace que no tenemos Navidad como un siglo. - ¿Qué? ¿Lleváis un siglo sin regalos?- preguntó la niña con inocencia. - Siempre es invierno pero nunca Navidad. Es un largo invierno- dijo Tony sentándose- Te habría encantado Narnia en verano. Los elfos bailaban con las dríadas toda la noche, aunque eso nunca fue lo mío. Y música… ¡qué música! ¿Te gustaría oírla un poco? - ¡Oh! ¡Sí!- asintió Lucy tras beber un sorbo del té. Tony sacó de un estuche colocado sobre la cómoda una curiosa flauta que parecía estar hecha de paja, y empezó a tocar. La melodía que entonó hizo que Lucy deseara gritar, reír, bailar y dormir, todo al mismo tiempo. Los ojos comenzaba a parecerle pesados y siguió escuchando la canción largo rato. Miró a la chimenea y sobre el fuego le pareció ver figuras altas danzando, otras sobre caballos de guerra y luchando con espadas. Hasta que de repente salió una silueta de un león rugiendo. Tony dejó de tocar la flauta y el fuego junto a la lámpara y las velas se apagaron. Transcurrieron varias horas y la niña se despertó. Miró a su alrededor y estaba la puerta de la cueva abierta, entrando un viento frío y cortante. A primera vista no vio a Tony en la cueva. - Debería irme…-susurró Lucy levantándose de la silla. - Demasiado tarde…-contestó Tony muy apenado. Estaba acurrucado en una esquina de la casa- Soy malísimo. - No… eres el semielfo más simpático que he conocido- dijo la niña acercándose a Tony. - Entonces me temo que no has conocido a mucho… mi padre no estaría orgulloso… ni siquiera él…-dijo Tony con los ojos lleno de lágrimas. - No, no has podido hacer nada tan malo- dijo la niña sacando un pañuelo de seda y limpiándole las lágrimas de la cara. - No es algo por lo que haya hecho, Lucy Pevensie. Es por lo que estoy haciendo- dijo Tony con el pañuelo en la mano. - ¿Qué estás haciendo?- preguntó Lucy. - Te estoy raptando- contestó Tony- Es la bruja blanca. Ella es la responsable del eterno invierno y del frío. Tenemos órdenes. Si alguna vez vemos algún humano en el bosque tenemos que… entregárselo. Pensé que si te entregaba me devolvían a Flint. - Pero Sr. Tony tú no lo harás. Puede que esa haya sido tu intención pero veo que te has arrepentido. Yo creía que eras mi amigo- dijo la niña sin separarse de él ni mostrar señales de miedo. - No puedo dejar que te atrape, vámonos- dijo Tony levantándose de inmediato y cogiendo a la niña de la mano. Ambos salieron corriendo de la casa, en dirección al farol donde se encontraron. Ya se había hecho de noche y la única luz que podían ver era la del farolillo- Quizás ella sepa que ya estés aquí. El bosque está repleto de espías. Incluso algunos árboles están de su lado. ¿Sabrás regresar desde aquí? - Creo que sí- asintió la niña cansada del trayecto. - De acuerdo- dijo Tony parándose junto al farolillo cuando escucharon aullidos de lobos. El semielfo volvió a llorar y se limpió las lágrimas con el pañuelo que le dió Lucy- Lo siento. Lo siento, Lucy. Ten. - Quédatelo- rió Lucy cuando el semielfo le intentó dar su pañuelo- Tú lo necesitas más que yo. - Aunque pase lo que pase, Lucy Pevensie, me alegro de haberte conocido. Hacía medio siglo que nadie me hacía sentir así de bien. Venga, vete- dijo Tony dándole un golpecito en la nariz. Los aullidos de lobo se escuchaban cada vez más cerca, amenazantes y al acecho- ¡Vete! Las Islas del Destino era un lugar pequeño. Únicamente se componía de una gran isla y otra pequeña justo al lado, donde se podía llegar en barca y la profundidad del mar era bastante baja. Hacía horas que había amanecido. En el lugar de siempre estaban sentados los tres, un pequeño islote justo al lado de uno mayor con altas palmeras, árboles y arbustos exóticos y varias construcciones de madera como una choza o una casa en un árbol. El pequeño islote estaba unido a la isla con un puente de madera, sobre ella crecía una torcida palmera donde estaban sentados los antiguos héroes. Un ruido alertó al trío, el de pelo castaño alzó la vista y señaló con el dedo una figura que descendía del cielo siendo perseguido por un barco con el mascarón destruido y varias cuerdas dando vueltas por la fuerza de la caída. - ¡No puede ser…! ¡Es él!- gritó Sora dando un salto de júbilo. - Así que está vivo…-sonrió Riku. - ¿Ese es el chico del que tanto habéis hablado?- preguntó Kairi. Fran descendía con su hoverboard gritando el nombre de Sora y Riku. Cuando llegó al mar se deslizó por la superficie. El barco lo siguió de cerca hasta anclarse en un pequeño muelle al lado de la playa. Sora saltó de la palmera torcida y aterrizó en la playa, corriendo hacia su alumno. El Maestro de Llave Espada revolvió el pelo de Fran, riendo y bromeando. Riku y Kairi les seguían de cerca. Los tres eran adultos hechos y derechos. Kairi tenía una larga melena que le recorría toda la espalda. Riku estaba altísimo, el doble de Fran. Y Sora tenía perilla y el pelo más largo y revuelto. - ¡Estás vivo! ¡Menos mal!- se alegró Riku- ¿Dónde has estado todo este tiempo? - En un mundo sin cobertura, hasta que alguien me envió a Vicent Alexis- les explicó Fran. Y mientras seguía hablándoles de todo lo que le había ocurrido, el resto de la tripulación bajó del barco sillas, mesas, hamacas, toallas, cubos y palas de juguete, sombrillas y vestidos con bañadores. - Veo que no pierden el tiempo-chistó Kairi. - ¡Menudo lugar!- gritó Jose Alonso- ¡Es un paraíso tropical! - ¿Por qué carajo tengo un chichón en la cabeza?- se preguntó Sebas. - ¡Alguien debía despertarte después de todo el revuelo que hemos pasado! ¡No entiendo cómo has podido dormir con todo lo que ha pasa...!- le gritó Xamo llevando consigo un flotador. El grito le hizo detenerse un momento porque sintió un pequeño pinchazo en el hombro derecho. - ¡Hey! ¿nadie quiere ayudarme a arreglar el barco?- preguntó Álvaro colgado del mástil con un martillo, clavos y tablones. - ¡Voy a preparar un almuerzo que te vas a chupar los dedos Xamoncito mío!- exclamó Jose Alonso volviéndose a la cocina, no sin antes mirar de arriba a abajo a Kairi- ¡Qué dama! - ¡Ni se te ocurra!- señaló Riku. - Disculpa que no haya ido en tu búsqueda. De joven habría ido sin pensarlo pero aquí tengo algo que proteger...- se disculpó Sora palpando el vientre de Kairi. Fran tardó en darse cuenta pero la chica tenía una barriga enorme. - ¡¿A quién se ha comido?!-exclamó Fran recibiendo un fuerte puñetazo de parte de Xamo. - ¡Está embarazada, so merluzo!- regañó Xamo. - Está de 6 meses- respondió Sora haciendo caso omiso a Fran. - ¡El almuerzo está servido!- anunció Jose Alonso. Sobre la arena colocó dos mesas cubiertos de manteles y platos con diferentes tipos de comida. Desde un enorme chuletón hasta una ensalada de pasta de colores, tortilla de patatas, filetones empanados, pimientos fritos, etc. - ¡Bien! ¡Sora, Riku, Kairi, venid! ¡Jose Alonso es un gran cocinero!-invitó Fran acercándose a la mesa. - Gracias- asintieron los tres. Todos a excepción de Sebas rodearon la mesa y comenzaron a picotear. Tardaron un rato en darse cuenta de que alguien faltaba. Cuando de repente un estruendo captó la atención del grupo. Un halo de oscuridad ascendía desde la cubierta del barco. - ¡Portadores de la Llave Espada!- una voz ronca y sombría descendió del barco y se dirigió a ellos. - ¡Sebas! ¡¿Qué haces?!- le preguntó Fran. Su amigo estaba cubierto de un aura oscura y el iris de sus ojos amarillos¿No es la katana de Javi? - ¡La katana!- señaló Riku cuando el espadachín se dirigió a Fran a una velocidad pasmosa. Pero Riku fue más rápido, paró el ataque de la katana con una llave espada oscura con un ala blanca en la punta- ¡Suelta esa arma! Con la mano libre señaló a Sebas y sin tocarlo logró empujarle y quitarle la katana. El aura oscura desapareció y Sebas volvió en sí cayendo de rodillas. Riku tiró la katana a la arena cuando intentó dominarlo a él. - ¡Sebas! ¿estás bien?- le preguntó Álvaro. - Eso creo… he sentido una gran fuerza… que intentaba controlarme… lo siento… no he podido parar- se disculpó Sebas- Esa espada me llamó… nada más tocarla un aura oscura me rodeó y todo lo que recuerdo son órdenes… mata a los Elegidos. - Y dices que esa katana perteneció a Javi, el encapuchado que te perseguía y derrotaste hace poco. Esa katana tiene un ser oscuro dentro que intenta controlar a todo aquel que tenga oscuridad en su corazón- explicó Riku. - Mierda… y yo me he dejado controlar…-golpeó Sebas el suelo. - Es muy posible que fuera lo que le pasó a Javi- comentó Álvaro. - Debéis deshaceros del arma. No os va a hacer ningún bien…-les dijo Sora. - No. Esa espaducha ha herido mi orgullo. Riku ha sostenido la katana un rato y no le ha pasado nada. Quiero controlar la oscuridad de mi corazón y creo que eso me podría servir para ponerme a prueba- dijo Sebas levantándose- Además, si me descontrolo tengo a Fran para pararme. - Descuida- rió Fran- ¡Oye Sora! ¡¿Por qué no echamos un combate?! - ¿Cómo dices? ¿combatir? ¿ahora?- preguntó Sora. - ¡Sí! ¡Quiero enseñarte todo lo que he aprendido!- le dijo Fran. - ¿Te refieres al Rasengan?- preguntó el Maestro de Llave Espada. - ¡Eso y otra cosa mejor!- rió Fran. - Pues bien, si así lo deseas… cogeremos dos botes del muelle y nos adentraremos un poco en el mar. Podríamos armar un revuelo en la isla- le indicó Sora. - ¡Ah, se me olvidó terminar lo que me encargó Fran!- susurró Álvaro, corriendo hacia el barco. Maestro y alumno cogieron un bote cada uno y se situaron uno enfrente del otro. - Prepara tu Rasengan, yo haré lo mismo- le dijo Sora creando en el mismo instante su propio rasengan en la palma de su mano derecha. - ¿Para qué? Necesito un momento para hacerlo solo- dijo Fran mientras juntaba sus manos. El rasengan apareció al cabo de unos segundos, hasta que se estabilizó y creció a su tamaño original. - En un combate no te va a valer de nada el rasengan. Tardas demasiado-le dijo Sora. - Lo hago más rápido si tengo a alguien que me ayude a hacer la rotación. Desde que aprendí la técnica no la he usado nunca solo-contestó Fran. - Te falta práctica… te explico lo que vamos a hacer. Vamos a chocar nuestros rasengans para ver cuál de ellos es más fuerte. En cuanto nos separemos empezará el verdadero combate- explicó Sora. - ¡Bien, allá voy!- asintió Fran. - Espera… antes quiero explicarte una cosa. ¿Para qué le pedí a Donald que te enseñara esta técnica tan compleja?. Sencillo, se lo pedí porque esta técnica será tu carta de triunfo. Es jodidamente difícil aprenderla y más aún lo que te voy a enseñar- dijo Sora concentrándose un segundo, el rasengan no modificó su forma pero se envolvió en una llama giratoria- ¿Ves? - ¡Un rasengan de fuego!-quedó Fran impresionado. - Ya no se llama Rasengan. Esta técnica ha evolucionado. El nombre de Rasengan es debido a que es una “Esfera Giratoria” pero no tiene esencia elemental. Es magia pura, lo que hace al Rasengan una técnica incompleta. El siguiente paso es combinarlo con la naturaleza de tu magia, es decir, en tu caso es el fuego. Combinándolo con la naturaleza de tu magia harás que su poder destructivo se incremente exageradamente. No espero que la aprendas enseguida pero es el siguiente paso que debes ir aprendiendo poco a poco- explicó Sora- En este caso le he añadido la magia de fuego, por lo que yo lo he bautizado como Fulgor. - ¡INCREÍBLE! ¡VENGA VA, VAMOS A CHOCAR!- gritó Fran entusiasmado. - ¡Muy bien! ¡Fulgor!-gritó Sora haciendo chocar su técnica con la de Fran. El mar embraveció, la temperatura subió drásticamente y una explosión de fuego en forma de esfera se tragó a maestro y alumno. - ¡Sora!- gritó Kairi preocupada- ¡Te lo vas a cargar! Algo salió volando hacia la isla, estrellándose contra el bosque de palmeras y tablas de madera que sujetaban la casa del árbol. Sora aterrizó en la orilla de la playa con la ropa un poco chamuscada. - ¿Estará bien?- preguntó Xamo. - Aquí viene…- murmuró Sora agachándose y colocando ambas manos en el suelo- ¡Barrera Terrenal! Como una bala salió Fran de entre las palmeras y se estrelló a lo justo en el muro de arena creado por Sora. Su puño se quedó incrustado en la arena que se endureció cuando intentó sacarlo. - ¡No puedo sacar la mano, mierda!-gritaba Fran mientras intentaba sacar su puño. Sora saltó sobre el muro de arena y se colocó detrás de él. - Tus ojos… ¿es lo que me querías enseñar?-preguntó Sora. - Sí. Yo lo llamo Modo Luz -le explicó Fran cuando Sora le dejó sacar el puño. - Has aprendido a usar la luz de tu corazón, excelente. Entonces voy a hacer lo mismo- Sora cerró los ojos, se concentró un instante y su ropa desprendía una luz azul, cálida y su ropa cambió a un tono azulado- He usado lo mismo que tú pero a mí se me manifiesta de esta forma. Cada portador de llave espada manifiesta su luz o oscuridad de una manera distinta. La mía la llamo Forma Sabia. Vamos, golpea. - ¡Tú lo has querido!- Fran desapareció en un haz de luz y se colocó a la derecha de Sora, intentó golpearle con una patada pero Sora la esquivó agachándose sin problemas- ¡Aliento de Fuego! - ¡Eh! ¡Tened cuidado con el fuego! ¡Vais a quemar los árboles!- regañó Riku. - Aumentar el poder mágico y la velocidad. Eso es lo que nos proporciona usar la luz de nuestros corazones. Se nota que has aprendido a usarlo hace poco. Te falta práctica, usas demasiada magia en cada hechizo cuando no es necesario. En un combate largo vas a ser el primero que caiga- dijo Sora apareciendo detrás de Fran. - ¡Pues entonces haré pocos hechizos!-gritó Fran dándose la vuelta e intentando dar un puñetazo a Sora. El Maestro contraatacó con la zurda, mandando a volar a su alumno bastante lejos. Fran se levantó y comenzó a preparar el Rasengan. Los pies de Sora se separaron pocos centímetros del suelo y comenzó a deslizarse a gran velocidad- Voy a intentarlo… De su boca escupió una pequeña llamarada que cubrió el rasengan. La esfera creció e incrementó la velocidad pero su forma se volvió ovalada y costaba controlarlo sobre la mano. El ataque estalló entre sus manos en una explosión de fuego. - ¡¿Por qué lo ha hecho?! ¡Ni ha esperado a que le enseñen cómo hacerlo!-exclamó Riku. - Este Fran es tan inconsciente como Sora me contó-rió Kairi. - ¿Estás bien?- de la nube fuego y arena apareció Sora llevando en sus hombros a Fran. Lo había sacado sano y a salvo de la explosión. - ¡Me tendrías que haberme dejado, lo tenía casi!- le regañó Fran. - Claro y te quedas sin manos. No hagas el tonto, así no te convertirás en Maestro de Llave Espada- replicó Sora dejándolo en el suelo y volviendo a su estado normal- Se acabó el combate. - ¿Entonces como hago el “Fulgor”?- preguntó Fran. - Es teóricamente sencillo. Tienes que añadirle la naturaleza de tu magia con la mano que sostienes el rasenganexplicó Sora- Concéntrate en tu interior y aviva su elemento. - Lo ha salvado. Su velocidad es muchísimo mayor que la de Fran. Lo ha sacado justo antes de que explotara la técnica entre sus manos- comentó Jose Alonso- Sin duda el poder de un Maestro está bastante lejos del suyo. - Él sabía perfectamente que no podía ganar pero quería enseñarle lo que había aprendido todo este tiempo- le dijo Riku. - ¿Y qué tengo que hacer para convertirme en Maestro?- preguntó Fran- Ya domino los poderes de la luz. - Para conseguir la “Marca de Maestro” necesitas aprender tanto de la luz como de la oscuridad y lograr un equilibrio exacto- explicó Sora- Aún te queda un largo camino. Cuando consigas equilibrar ambos poderes ven a verme y te llevaré hasta el Mago Yensid para que te haga la prueba de Maestro. - ¡Fran, ya lo he terminado!- gritaba Álvaro bajando del barco. Consigo llevaba una bandera negra, la extendió y les mostró a todos el dibujo de una calavera con dos bolas de fuego justo al lado de los huesos cruzados. - ¿Una bandera?- preguntó Sora. - ¡Te has lucido, Álvaro! ¡Es genial!- gritó Fran de júbilo. - ¿Así que esta es nuestra insignia?- preguntó Jose Alonso acercándose al dúo. - Hasta has pintado las llamas de rojo- comentó Xamo. - Sin duda es lo que más representa a nuestro capitán- dijo Sebas. - ¿Capitán?, ¿bandera pirata?... ¡un momento! ¡¿te has vuelto un pirata?! - se sorprendió Sora. - Pues sí- respondió Fran directamente y sin pensárselo. - ¿Estás loco? ¡Te dijimos que no tenías que llamar la atención!- le regañó Sora- Si haces alguna locura, el Gobierno Galáctico pondrá la mira en ti y como descubran que eres un Portador de Llave Espada van a ir a por ti a muerte. - ¿Gobierno Galáctico? - preguntó Fran. - ¿No los conoces? Son los que gobiernan la galaxia- le contestó Kairi. - ¡Ah, algo recuerdo de un tal Fabi que nos encontramos en Trafalgar! ¡Llevaba mi cartel de “Se Busca” del Grand Line!-contestó Fran con cara de no importarle mucho. - Es decir, que ya te han fichado- concluyó Sora. - Qué ganas tengo de tener mi cartel, todas las chicas se volverán locas por mí…-decía Jose Alonso en una nube de sueños. - Bueno, al menos intenta que no descubran que eres un Portador de Llave Espada- le dijo Riku. - ¡Hey Riku! ¡Parece que no te importa mucho que sea pirata!-le señaló Sora. - Tú lo único que tienes es que estás celoso porque no pudiste ser pirata en tus aventuras- aquella verdad le dió en todo el corazón, dejando a Sora en silencio durante un rato. - Ojalá estuvieran aquí Mickey, Donald, Goofy y Lea para que vieran mi barco con mi bandera pirata- dijo Fran ilusionado. - ¿Lea?- preguntó Álvaro- No me suena. - ¿Cómo? ¡Si fue el que me ayudó a recuperar mi llave espada!- le informó Fran- Si lo visteis todos en aquella pelea contra Vice o como se llame. - Pues a mí no me suena tampoco- dijo Sora cruzado de brazos. - ¡No hagáis bromas! ¡Si era vuestro amigo! ¡¿Xamo, Sebas?! ¿os acordáis de él?- les preguntó Fran- Alto, pelo largo de punta y rojo. Siempre estaba diciendo: “¿lo captas?” - Para nada, no me acuerdo de alguien así- respondió Xamo. - ¡Pues claro, cómo no me voy a acordar!- exclamó Sebas. - ¡Menos mal Sebas! ¿Y los demás?- volvió a preguntar Fran. - No- respondieron todos a la vez tras pensarlo un instante. - ¿Qué está pasando? ¿Sebas y yo somos los únicos que nos acordamos?- se preguntó Fran. - No te comas mucho la cabeza. Quizás sea verdad que exista ese tal Lea y puede que nos lo encontremos en nuestro viaje- le dijo Álvaro. El chico confundido, sacó de su bolsillo un llavero de un corazón rojo con una corona dorada de tres puntas. - Qué extraño…-pensó Fran colocando el llavero en la zona de su corazón y cerrando los ojos, pensativo. - Me alegro que aún conserves el llavero- le dijo Sora sonriendo- Estoy seguro que te será de ayuda. También es una promesa de que volveremos a vernos. - Es verdad… una promesa… volveremos a vernos y haré que recuerdes a Lea… ¡lo encontraré!- asintió Fran tras derramar una pequeña lágrima. - ¿Hacia dónde vamos?- preguntó Álvaro- El barco ya está listo para el despegue. - ¡Hacia el infinito y más allá!- gritó Fran alzando los brazos. - Podríamos buscar la forma de llegar al Planeta del Tesoro- dijo Xamo. - ¡O al Mundo Gourmet!- gritó Jose Alonso. - ¡Rumbo al Mundo de la Comida!- exclamó Fran. - Yo tengo una propuesta. Ahora que sois piratas de verdad… ¿por qué no vais a Port Royal?- les dijo Sora mientras buscaba algo de sus amplios bolsillos. - Tanto Mundo Gourmet como el Planeta del Tesoro, son lugares que no conocemos ni nosotros. No sabríamos indicaros el rumbo correcto- explicó Riku. - Por lo que si queréis vivir una auténtica experiencia pirata, deberíais ir allí. Un amigo me dio esto…-Sora sacó al fin una pequeña caja negra atada a un cordón. La abrió y pudieron ver una brújula en el interior- Buscad al pirata Jack Sparrow y devolvedle de parte mía su brújula. - ¿Una simple brújula?- preguntó Xamo. - No es una brújula corriente. No apunta al Norte, sino a la dirección en la que se encuentra lo que más desee la persona que la sostiene- les explicó Sora. - ¡¿Una brújula mágica?!- se sorprendieron todos. - ¡Con ella sabremos donde está Mundo Gourmet!- se alegró Jose Alonso. - ¡Y el Planeta del Tesoro!- gritó Xamo. - Quietos los dos. No es vuestra. Es una brújula que me dio prestada mi amigo. Siento que lo necesita y por eso os pido que se la llevéis- explicó Sora. - ¿Sientes?- dijo Álvaro confundido. - Sora es capaz de sentir a las personas con las que ha creado un vínculo. El Pirata Jack Sparrow es uno de ellos. Si siente eso es que está en peligro- explicó Riku. - ¡Capitán Jack Sparrow!- corrigió Sora- Que no se os olvide mencionar eso porque no os tomaría en serio. Y toma antes de que se me olvide. - ¿Otro llavero?- preguntó Fran. Esta vez era un llavero de una moneda dorada con una calavera. - Es el modelo de llave espada “Sigue al Viento”. Es un modelo espléndido para tu estancia allí. Os recomiendo no usar magia. Ese mundo está lleno de misterios y hechizos pero no deja de ser un mundo donde los piratas luchan a pistola y espada. Usad también vestimentas apropiadas. Os verían muy raros con ropas modernas. Y no voléis con el barco, por supuesto- asintió Sora- Espero que os divirtáis. - ¿Cuánto darías por ir con ellos?- le susurró Riku. - No lo sabes tú bien…-le respondió Sora en voz baja. - ¿No me dijisteis que no usara la llave espada?- preguntó Fran guardando el llavero. - Has derrotado a Javi. Podrás con cualquier encapuchado que vuelva a aparecer para secuestrarte- le dijo Sora. - Aquí tienes un mapa- Kairi les hizo entrega de un pergamino enrollado de color amarillo, con las esquinas quemadas y dibujado con tinta- Os ayudará a entender la galaxia al completo y no ir tan a ciegas. - ¡Dame!- le quitó Xamo el mapa de las manos a Fran- Yo soy la navegante, este hombre no va a entender el mapa. La navegante abrió el pergamino y vio una elipse dibujada con un enorme círculo en el centro. La elipse estaba dividida en cuatro partes. Una línea vertical que cruzaba el centro y otra horizontal que hacía lo mismo. En la parte más gruesa de cada cuadrante ponía “Este”, “Oeste”, “Norte” y “Sur”. Y pintados por puntos varios planetas importantes, satélites y otros datos. - Espero que venga con la posición de todas las nubes de asteroides porque me estoy cansando un poco- comentó Álvaro. - Nosotros vivimos en la “Galaxia Este”. Deberéis ir a la “Galaxia Norte” para llegar a Port Royal- informó Kairi. - ¡Bien chicos, tenemos destino! ¡Rumbo a Port Royal!- gritó Fran alzando los brazos. - ¡SÍ!- asintieron todos. - ¡Mucha suerte!- gritó Sora mientras se montaban en el barco. - Me alegro mucho de haberos conocido- se despidió Kairi. - Tened cuidado- advirtió Riku. - ¡Nos vemos!- gritaron todos mientras el barco se elevaba y se alejaba de la isla. La bandera ondeaba fuertemente. El mascarón de proa lo habían sustituido por un simple palo atado con unas cuerdas y el ancla ya no estaba suelta. El arreglo que hizo Álvaro era exprés, no tenía pinta de sobrevivir a otro impacto de frente igual de fuerte que el anterior. El pez globo los lanzó contra otro asteroide pero Álvaro reaccionó a tiempo y los sacó de allí. Hasta que no salieron de la nube de asteroides no recogieron a Fran y Jose Alonso, que estaban siendo tirados por los tubos de oxígeno. Medio día después, dentro del barco parecía que estaban montando una fiesta. Jose Alonso llenó la mesa de la cocina lleno de manjares, celebrando el nuevo rumbo. - ¡Vamos a conocer verdaderos piratas! ¡Y seguro que también hay muchas mujeres piratas deseando robarme el corazón!- gritaba Jose Alonso con una jarra de ron en la mano. - ¡Oh sí! ¡Pi-ra-tas! ¡Pi-ra-tas!- canturreaban Fran y Álvaro con alegría. - Esos dos sí que son enérgicos- decía Xamo desde su silla con cara cansada y con la mano sobre la frente. De vez en cuando se le nublaba la vista y le costaba girarse- Todo este viaje me ha cansado… - 2603… 2604… 2605… 2606…- el único que no estaba sentado en la mesa era Sebas. Estaba en el cuarto de los hombres con una enorme pesa unida con una vara. Hacía ejercicios de espada una y otra vez. El sudor se le caía por la frente y la camiseta la tenía empapada- ¡Si hubiera podido controlar la oscuridad… no debo ser una carga para el resto! ¡Soy débil! ¡Debo volverme más fuerte! - ¡XAMO!- se escucharon gritos desde la cocina- ¿Qué te ha pasado? - ¿Eh?- Sebas dejó los ejercicios y se dirigió a la cocina. Xamo estaba tirada en el suelo, con la cara roja, sudando y temblando- ¿Qué sucede? - ¡Xamoncito se desplomó con una fiebre muy alta!- le gritó Jose Alonso. - ¡Llevadla a su cuarto!- ordenó Álvaro. Entre Jose Alonso y Sebas la levantaron y la tendieron en su cama. Álvaro cogió un taburete y se sentó a su lado con un cubo de agua y un pañuelo- Sebas, ve a la sala de mandos a ver si ves un mundo. - ¿Acaso va a morir Xamoncito? ¿O no, Alvaro? ¡Tú eres un manitas, haz algo!- lloriqueaba Jose Alonso mientras mordía un pañuelo. - ¡Se pondrá bien si come un poco!- rió Fran- ¿verdad, Jose Alonso? - Bueno, prepararé comida que la ayude a recuperarse pero… sólo es una ayuda a su cuidado- informó Jose Alonso intentando contener las lágrimas- Sólo con darle comida correcta no será suficiente. Además, siempre hago su comida con cien veces más cuidado que con la vuestra. - ¡Pero si está bueno!- asintió Fran. - ¡¿40 grados?! ¡Su fiebre está subiendo!- se alarmó Álvaro cuando le quitó el termómetro- ¡Si no sabemos como tratarla va a morir! - ¡¿XAMO VA A MORIR?!- gritaron Fran y Jose Alonso alarmados y con los ojos fuera de sus órbitas. - ¡CALMAOS Y CALLAOS!- les gritó todavía más alto Álvaro. - ¡DEBEMOS ENCONTRAR UN MÉDICO!- gritó Fran- ¡DEBEMOS SALVAR A XAMO! - ¡Lo sé pero calmaos, vais a molestarla!- gritó Álvaro. - ¡Tierra a la vista… digo, Planeta a la vista!- anunció Sebas por megafonía. Continuará… Autor: Fran López – Captain Soraking. Corrector: Joaquín Garci – Jojogape.