1 MISA CRISMAL ‘13 En los días grandes de la Semana Santa vamos a conmemorar el sacrificio de Cristo ofrecido por el perdón de los pecados y por la salvación de todo el género humano. ¿Cuál es el significado de esta misa? La misa crismal, es una convocatoria a toda la comunidad diocesana para participar en la bendición de los óleos y en la concelebración del obispo, acompañado de los sacerdotes y diáconos. En la misa crismal, el obispo consagra el óleo santo, el crisma, que se utilizará durante todo el año en la celebración de los sacramentos. La misa Crismal nos recuerda: a) que los sacramentos emanan de la Pascua del Se or. b) Con los textos de la Misa se pide: "que los que sean ungidos cón este óleo experimenten alivio en sus enfermedades" (óleo de enfermos), "que los catecúmenos que han de ser ungidos con él tengan valentía en el combate de la fe y emprendan animosos la tarea cristiana" (óleo de catecúmenos), y que "los consagrados con esta unción exhalen el perfume de una vida santa y vivan según su condición de reyes, sacerdotes y profetas” (crisma). Siempre se trata de que, lo que visiblemente hace el aceite -suavizando, embelleciendo, fortaleciendo, curando-, lo haga invisiblemente la gracia del Espíritu en la vida sobrenatural del cristiano. La Misa Crismal tiene el sentido especial de celebrar el sacrificio y el Sacerdocio de Cristo como fuente de renovación, de perdón y santificación para todo el pueblo cristiano y para la humanidad entera. Actualizamos -hoy, aquí y ahora-, el valor de la redención de Cristo para los hombres y mujeres de nuestra tierra y de nuestro tiempo. Jesucristo muerto y resucitado es la fuente de este bálsamo y de estos óleos santos como símbolo del Espiritu y de la vida renovada. Santos óleos que se repartirán desde la Catedral a todas las parroquias de la Diócesis. - De Cristo viene el poder que perdona los pecados de los catecúmenos y les abre las puertas del Reino de Dios y de la vida eterna; - de Cristo viene el consuelo y la esperanza para los enfermos; - de Cristo viene la consagración y la santidad de los cristianos confirmados, de los Obispos y sacerdotes, por obra del Espíritu Santo, en favor del Pueblo de Dios y de la salvación del mundo entero. - de Cristo viene sobre todo el gran don de la Eucaristía que reúne, alimenta y consolida al Pueblo de Dios como una familia de hermanos en marcha y peregrinación hacia la casa del Padre. Los presbíteros con el Obispo recibimos y ejercemos la misión apostólica de ser testigos de la resurrección de Jesús como fuente de perdón y de vida renovada para los hombres y mujeres de nuestro tiempo. De todo ello somos nosotros, solidariamente custodios y administradores por expreso llamamiento de Dios y misión de la Santa Iglesia universal. Para ello tenemos que convivir con el resucitado, familiarizarnos con su presencia, amarnos, amar y servir al pueblo que nos ha sido confiado, llevar vivo en el corazón el recuerdo de las palabras y de las obras de Jesús, asimilar los temas de su predicación y repetirlos con palabras sencillas y convincentes. La tarea de los sacerdotes no ha sido nunca fácil. Somos responsables, aunque no los únicos, del anuncio y de la transmisión de la fe a las nuevas generaciones; de “imitar lo que celebramos” y ofrecer al pueblo cristiano los dones de la salvación. Me atrevo a pediros que recéis por nosotros.Y que nos acompañéis con vuestro afecto, comprensión, apoyo y colaboración. Para que en nuestra debilidad resplandezca la fuerza de Dios.