La música del odio Creada con el fin de persuadir e incitar al odio en nombre de la sangre, honor y la supremacía de la raza blanca, la música neonazi o de ultraderecha ha estado presente en la sociedad occidental de los últimos 40 años. Este tipo de música, conocida también como White Power (Poder Blanco) elogia la ideología nazi y contiene numerosas frases xenófobas. Sus canciones promueven el odio contra judíos, negros, inmigrantes, refugiados políticos y homosexuales, entre otros. A pesar de que comúnmente se asocia este tipo de bandas con skinheads o cabezas rapadas cubiertos de tatuajes y gritando consignas violentas, la realidad es que este movimiento abarca desde el rock pesado hasta la música tradicional, inclusive estilo country y pop. Utilizan símbolos totalitarios como la swástica, así como diversos accesorios fascistas, y saludan con el tradicional “Heil Hitler”. La mayor parte del éxito de estos grupos musicales se debe a la clandestinidad con la que se manejan. A pesar de que legislaciones en varios países prohíben la venta o presentaciones de la música con contenido racista, esta industria logra operar traspasando fronteras y utiliza Internet como un medio para darse a conocer. Actúa a través de redes ocultas y distribuye sus productos en forma clandestina en los Estados Unidos o los países escandinavos principalmente. El Internet ha sido una herramienta central en la difusión de la llamada música del odio. Existen sitios en donde se encuentra un amplio catálogo de discos de grupos neonazis, playeras, revistas, posters e incluso se pueden escuchar sus canciones. La música es un medio efectivo para transmitir mensajes políticos, por lo que los grupos de música neonazi mantienen un fuerte vínculo con los partidos políticos de extrema derecha. Así mismo, los conciertos son un espacio para la reunión de los skinheads y también un escenario ideal para la propagación de su ideología. De hecho, pese a la prohibición y vigilancia de las autoridades, el número de presentaciones va en aumento. La historia de la música neonazi Los orígenes de este movimiento musical se remontan a la década de los setenta, cuando las autoridades europeas decretaron una serie de leyes con el objeto de restringir la circulación de todo tipo de materiales que incitaran a la intolerancia y al odio. Paradójicamente esta medida fomentó la creación de un modelo de organización neonazi independiente. La música de ultraderecha nace paralelamente con el surgimiento de los movimientos neonazis en estos años, particularmente con la llegada de la música punk en Gran Bretaña. El vínculo entre esos grupos y el rock del odio fue producto de la labor de un solo hombre, Ian Stuart, fundador e integrante de la banda británica de Skrewdriver, quien animado por el grupo neonazi Frente Nacional (FN) comenzó a difundir su postura ultraderechista a través de su música. Con el apoyo del FN, Stuart creó la casa disquera White Noise, que promovió su primer álbum abiertamente racista y se convirtió en el prototipo de la música del rock del odio. No obstante, el principal legado de Stuart es la creación del movimiento Sangre y Honor, amalgama de principios racistas y música cuyo nombre alude al lema de las SS nazis: Blut und Ehre. A finales de los años setenta, un grupo de bandas de rock inglesas denominadas “rock contra el racismo” formó un frente unido en contra de los skinheads y la creciente influencia del partido político FN. Tras la muerte de Stuart en un accidente automovilístico en 1993, Sangre y Honor estableció una marca de música denominada ISD Records, que a través de la venta de miles de discos generaba 100 mil euros al año. Entre 1998 y 2000, la policía inglesa arrestó a docenas de miembros del grupo musical Combat 18, por cargos diversos, lo que ocasionó que ISD Records fuera trasladada a Escandinavia y posteriormente a Estados Unidos. En los últimos años, más que nunca la extrema derecha en Inglaterra, Alemania, el este de Europa, Estados Unidos, América Latina y Australia están utilizando la música para transmitir sus ideas, ganar dinero y, sobre todo, atraer y reclutar a jóvenes. De hecho, pese a que desde 2005 varios grupos de rock neonazi han sido clasificados como “organizaciones criminales” en Alemania, el número de conciertos de música de este tipo se ha duplicado en los últimos años. Se estima que alrededor de 160 presentaciones de este tipo se realizan anualmente y con la participación de 100 grupos que atraen alrededor de 10,000 seguidores. A su vez, en Inglaterra, donde se conocen 13 bandas que componen canciones con contenido fascista, existe un movimiento neonazi denominado Rock Against Communism (RAC, por sus siglas en inglés), creado por el histórico grupo Brutal Attack. Como un reciente ejemplo de los esfuerzos de estos grupos para atraer seguidores, en 2005, el dirigente del partido de extrema derecha Partido Nacional Británico, Nick Griffin, utilizó en su campaña electoral una canción en contra de las leyes migratorias de su país. Posteriormente, en enero de 2006, este partido político constituyó su propia firma de grabación Great White Records. En su página de Internet, Griffin – quien ha aceptado abiertamente que la música es un excelente medio para transmitir mensajes a las nuevas generaciones – anima a los miembros a contribuir con canciones en contra de la mezcla de razas, homosexuales y temas similares. Francia, por su parte, cuenta con 15 bandas activas y un importante número de seguidores de este tipo de música. En España existen diversos grupos que hacen apología a la violencia y el terror. En Europa Oriental la música nacionalsocialista también ha encontrado un terreno fértil para propagar sus ideas. En países como Rusia, Hungría y la República Checa, esta corriente musical ha encontrado un número importante de adeptos que responsabilizan a los grupos minoritarios de los problemas económicos que sufre la región. Se estima que en los conciertos es posible reunir alrededor de 800 espectadores. A mediados de la década de los ochenta, surge en Argentina el primer grupo de rock neonazi en América Latina: Comando Suicida. Desde entonces, varios seguidores se reúnen a escuchar temas de este tipo de música en Argentina, Chile y Uruguay, principalmente. En abril de 2008, se realizó un concierto en Buenos Aires, donde se reunieron varias bandas con motivo del aniversario del nacimiento de Adolfo Hitler. De igual modo, en Estados Unidos los grupos neonazis cuentan con gran popularidad. Particularmente en Detroit, la auténtica cuna de esta tendencia musical, la casa disquera Motown, que antes promovía música negra, se ha convertido en un centro de grabaciones para música de supremacistas blancos. El sello Resistance Records produce y distribuye a todo el mundo discos de las bandas Aryan, Berserkr y Aggraved Assault, entre otros, que a ritmo de metal pesado atacan de igual forma a negros, judíos y homosexuales. A pesar de que las autoridades estadounidenses han contrarrestado con fuerza a conocidas organizaciones, existen disqueras que clandestinamente distribuyen este material. Al mismo tiempo, importantes sitios de Internet comercializan esta música, tal es el caso de White Pride que cuenta con domicilio postal en New Jersey. Conclusiones De las odas a la era nazi a través de grupos de rock racistas de cabezas rapadas, la música de la extrema derecha está ganando popularidad en varios países del mundo y cada vez las letras cargadas de odio se están tornando más explícitas. Su auge viene a alertar sobre un movimiento que, si bien disperso y marginal, resulta tan incontrolable como peligroso. Lamentablemente, estos grupos han logrado atraer la atención de miles de jóvenes, a los cuales lejos de inculcar valores como la igualdad y la tolerancia, se les motiva a cometer ataques raciales violentos en contra de grupos minoritarios. Bibliografía Lee, Allon. The Music of the Nightmare. The Australia/Israel Review. Australia, diciembre de 2007. Shannon, Michael. Sound of Violence. The Australia/Israel Review. Australia, abril de 1997. Anti Defamation League. Sounds of Hate: Neo-Nazi Rock Music from Germany. ADL. Estados Unidos, 1992. Fuente: Tribuna Israelita, México