Tema 13. El régimen franquista

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Tema 13. El régimen franquista (1959-1975)
1. La consolidación del régimen.
La visita oficial a España del presidente estadounidense Dwight Eisenhower, en 1959,
fue la manifestación externa del afianzamiento del poder de Franco. En esta misma fecha se
abre una nueva fase del régimen franquista conocida como fase tecnocrática.
La fase tecnocrática se caracterizó, desde el punto de vista político, por la inclusión en el
Gobierno de los llamados tecnócratas (grupo de técnicos expertos en economía, muchos de
ellos vinculados a la institución religiosa Opus Dei) que impulsaron la modernización
económica y social de España. Sin embargo, esta modernización no fue acompañada de
cambios significativos en el sistema político franquista, a pesar de la promulgación de la Ley
de Prensa (1966), propiciada por el ministro de Información y Turismo, Manuel Fraga
Iribarne, Esta ley suprimía la censura previa y establecía una tímida libertad de expresión,
aunque con numerosos controles y continuas sanciones a las publicaciones no oficiales.
También se promulgó la Ley de Libertad Religiosa (1967), que toleraba el culto privado y
público de otras religiones, aunque oficialmente el Estado continuaba manifestándose
católico. Una atención especial merece la Ley Orgánica del Estado, aprobada el 14 de
diciembre de 1966 en otro referéndum sin garantías. Esta ley pretendía ser una especie de
constitución franquista con la que se quería asegurar la pervivencia del régimen después de
la muerte del dictador; para ello, la ley introdujo cambios considerables en las Leyes
fundamentales y en las instituciones estatales. Las novedades más importantes de la ley
fueron la separación de las funciones de jefe del Estado y de presidente del Gobierno y el
establecimiento de la elección de un tercio de las Cortes mediante el sufragio de cabezas de
familia y de las mujeres casadas. Pero este tercio democrático estaba limitado porque no se
podían presentar candidatos que fueran miembros de asociaciones políticas. De acuerdo
con esta ley, tres años más tarde, Franco designó como su sucesor al príncipe Juan Carlos,
que aceptó ante las Cortes el 23 de julio de 1969. Se completaba, así, el llamado proceso
institucional del régimen de Franco.
Con el fin del aislamiento internacional y los acuerdos con Estados Unidos, España dio
un impulso a su presencia en el exterior. Femando María Castiella, ministro de Asuntos
Exteriores de 1957 a 1969, se propuso ampliar las relaciones diplomáticas con Europa.
España se integró en una serie de organismos, básicamente económicos, como el Fondo
Monetario Internacional, el Banco Mundial o la OCDE, además de firmar acuerdos
comerciales y políticos con Alemania y Francia. Paulatinamente, las relaciones
internacionales se fueron normalizando. En 1962, el gobierno español dirigió a la CEE
(Comunidad Económica Europea, antecedente de la Unión Europea) la solicitud de apertura
de negociaciones para una posterior incorporación, adhesión que fue denegada siempre por
el carácter antidemocrático del régimen franquista.
2. El desarrollismo: Crecimiento económico y transformaciones sociales.
2.1. El Plan de estabilización y los factores del crecimiento económico.
El Plan de Estabilización de 1959 marcó el inicio del llamado “milagro español” (19631973), período de gran crecimiento económico que terminó con la crisis del final de la
dictadura franquista (1973-1975).
A finales de la década de los cincuenta, la situación económica de España era bastante
preocupante. Por ejemplo, en 1959 España se podría haber quedado sin petróleo por falta
de dinero público para pagarlo. Ante esta situación, en 1957 Franco incorporó al Gobierno a
los llamados tecnócratas. Los más destacados fueron Mariano Navarro Rubio, ministro de
Hacienda, y Alberto Ullastres, ministro de Comercio, quienes prepararon el Plan de
Estabilización y Liberalización de 1959, aceptado por Franco a regañadientes.
Este plan tenía dos grandes objetivos: frenar la inflación y permitir la importación de
capitales y dar más libertad para las importaciones y las exportaciones. A raíz de este plan
también se devaluó la peseta (1 dólar equivalía a 60 pesetas) y se impulsó una tímida
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reforma fiscal. Además, España consiguió la ayuda del FMI (Fondo Monetario Internacional)
y de la OECE (Organización Europea de Cooperación Económica).
Durante los primeros meses, los resultados del Plan de Estabilización fueron bastante
negativos: la productividad de las empresas cayó, los sueldos de los trabajadores bajaron en
términos reales, el coste de la vida aumentó y el número de personas paradas se
incrementó (durante 1959, pasó de 91000 parados a 200 000) y, con ello, una emigración
masiva. Pero los efectos positivos del Plan de Estabilización empezaron a notarse a partir de
1961. En el conjunto de España, durante la década de 1960 el producto industrial creció
cerca del 160% y la renta per cápita aumentó notablemente. España pasó a ser un país
industrializado. Este despegue económico se vio favorecido por la aparición de nuevos
recursos económicos: el turismo, las inversiones extranjeras y la emigración.
La expansión sostenida de la economía de los países occidentales desde 1958 propició
la llegada a España de un número creciente de turistas extranjeros, especialmente a las
zonas costeras, animados por la fuerte devaluación de la peseta provocada por el Plan de
Estabilización. Las divisas, es decir, el dinero aportado por el turismo, constituyeron una de
las fuentes de financiación más importantes del desarrollo español.
Por otra parte, el hecho de que en España hubiera una dictadura en la que se reprimía el
movimiento obrero, que no existiese el derecho a la huelga, que la mano de obra fuera más
barata que en el extranjero y, además, que se pagaran menos impuestos, sirvió para atraer
las inversiones de capital extranjero.
La situación expansiva de la economía en Europa atrajo a muchos españoles a ir a
trabajar al extranjero. De esta manera, la dictadura franquista conseguía un doble beneficio:
los trabajadores españoles en el extranjero enviaban parte de su sueldo a los familiares que
se habían quedado en España y, a la vez, se reducía el índice de paro.
El Gobierno impulsó la expansión económica de España mediante los planes de
desarrollo. El Estado estimulaba al capital privado a invertir en determinadas áreas y
sectores mediante ayudas, subvenciones, créditos baratos y exenciones fiscales. El Estado,
además, invertía para acondicionar una serie de espacios, los llamados polos de desarrollo
en nuevas ciudades industriales como Valladolid, Huelva, Vigo, Burgos, Sevilla, etc.
La década del desarrollo produjo cambios verdaderamente decisivos en la estructura del
país: España dejó de ser un país agrario para transformarse en un país industrial y urbano; la
minería y el textil dejaron de ser los principales sectores industriales para ser desplazados por
la producción de automóviles, siderúrgica, petrolera, naval y química; se modernizó la
agricultura; mejoraron las infraestructuras; aumentó del nivel de vida medio del país (900
dólares per cápita, en 1970). Sin embargo, pervivieron desequilibrios, insuficiencias y
desajustes que limitaron el crecimiento: insuficiente desarrollo de la agricultura; desequilibrio
regional; emigración y desertización del interior del país; presión inflacionista; enorme déficit de
la balanza comercial; falta de un sistema fiscal moderno; excesiva dependencia tecnológica y
energética, etc.
2.2. Las transformaciones sociales
Durante la segunda mitad de la dictadura franquista (1959-1975), la sociedad
española vivió transformaciones profundas. En 1975 la sociedad española ya era
mayoritariamente urbana, había variado la estructura de clases, había modificado sus
pautas de conducta y había mejorado el nivel educativo.
• Los cambios demográficos.- Los cambios de la estructura y de la dinámica de la
población española durante el régimen franquista, pasados los primeros años de posguerra,
se aceleraron: la caída progresiva de la mortalidad, la disminución de la natalidad, las
migraciones de las zonas rurales a las zonas urbanas e industriales y un cambio de
tendencia importante en la estructura de la población activa.
Entre 1940 y 1970, la población aumentó en algo más del 30%, siendo el periodo
intercensal de mayor crecimiento la década de los sesenta y setenta (25.871.971 habitantes
en 1940 y 33.823.918 en 1970). La causa más importante de este crecimiento se debe a la
caída ininterrumpida de la tasa bruta de mortalidad (del 11‰ en 1946-50 al 8,5 en 1971-75).
A su vez se produjo un aumento de la esperanza de vida (de 50,1 años en 1940, a 73,3
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años en 1975), debido a las mejoras en la alimentación, en los hábitos higiénicos y en la
medicina. La natalidad se mantuvo muy estable en estos años.
En la década de 1960, coincidiendo con la expansión económica, la migración interior
del campo a la ciudad se intensificó, y se mantuvo hasta finales de la dictadura franquista.
Las principales zonas de acogida fueron Cataluña, Madrid y el País Vasco, seguidas de
Valencia, Canarias y Baleares. En cuanto a las principales zonas emigratorias, Andalucía,
Extremadura y la actual Castilla-La Mancha se sumaron a las ya tradicionales, como Galicia,
Castilla y León, y Aragón. La población inmigrante se estableció en áreas suburbanas
carentes de infraestructuras. El problema de la vivienda se agudizó de forma dramática y el
chabolismo aumentó; en las chabolas se alojaban familias de inmigrantes que vivían en
unas condiciones precarias. Las ciudades crecieron de una forma desmesurada y anárquica,
lo que provocó auténticos disparates urbanísticos, que aún perduran en la actualidad.
La migración exterior se multiplicó (afectó a casi dos millones de personas) entre 1959 y
1973, sobre todo hacia los países europeos, debido al paro generado por el Plan de
Estabilización y la oferta de puestos de trabajo en el exterior.
El aumento de la población activa en los sectores industrial y de servicios situó por
primera vez a España, a finales de la dictadura franquista, entre los países desarrollados.
• Las transformaciones en la estructura social.- El cambio social que se lleva a cabo en
dos décadas supera en magnitud al que tuvo lugar a lo largo de todo un siglo. Ros Gimeno
estimó los siguientes porcentajes de clase alta, media y baja para España en 1950: alta, el
0,1%; media, el 34,1% y baja, el 65,8%. En 1975 la estructura de clases en España estaba
formada por un 5% de clase alta, un 56% de clase media y un 39% de clase baja.
La clase alta estaba constituida por los terratenientes y la oligarquía financiera e industrial,
en gran medida fusionados. Dentro de la clase alta, el núcleo fundamental del poder
económico residía en la banca privada, fuertemente concentrada, que controlaba gran parte
del sistema económico nacional, a través de la interconexión entre la banca privada y las
industrias básicas (electricidad, siderurgia, cemento, vidrio, azucareras y monopolios públicos).
Por lo que respecta a la clase media, se produjo un incremento cuantitativo y un cambio
cualitativo. Así, la nueva clase media, integrada por cuadros superiores, vendedores,
empleados de oficina o técnicos medios, aumentó numéricamente, mientras que los
componentes de la vieja y pequeña burguesía disminuyeron. Una de las razones que
explican la tendencia centrista del electorado español los primeros años de la democracia,
ya sea hacia la derecha, con la UCD (Unión de Centro Democrático), o bien hacia la
izquierda, con el PSOE, es el voto de esta nueva clase media.
En el mundo rural, el cambio social se caracterizó por un descenso drástico del número
de jornaleros (de 2 millones en 1950, pasaron a ser menos de 700 000 en 1975), la mejora
salarial, el acceso a la propiedad de los arrendatarios y la pérdida de prestigio y de peso
global de los terratenientes en la economía.
En los núcleos urbanos aumentó el número de trabajadores de la industria y del sector
servicios, que casi duplicaron los efectivos entre 1950 y 1970; además, creció rápidamente
la cualificación de estos trabajadores. El movimiento obrero también cambió de mentalidad
en este período. Antes de la guerra se aglutinaba mayoritariamente alrededor de la CNT y
presentaba un espíritu insurrecto, mientras que durante la dictadura pasó a organizarse
alrededor de Comisiones Obreras, sindicato que se caracterizó por la demanda de mejoras
salariales y por la reivindicación de derechos sindicales y democráticos.
La dictadura franquista supuso para la mujer el retorno al sistema de valores
tradicionales machistas y la pérdida de todos los derechos y avances conseguidos durante
la Segunda República. En el nuevo régimen, la mujer tenía que estar sometida al hombre, y
su función principal tenía que ser la maternidad y el cuidado de los hijos y de la casa.
Desde el punto de vista legal, se derogó el divorcio y se prohibió el uso de
anticonceptivos. La mujer casada era representada por el marido, a quien debía obedecer y
de quien necesitaba permiso escrito para trabajar fuera de casa. El delito de adulterio solo
se castigaba si lo cometía la mujer, manifestación extrema del machismo.
Por lo que respecta a la educación, la dictadura franquista prohibió la coeducación e
impuso la enseñanza de los trabajos del hogar para acostumbrar a la mujer, desde muy
pequeña, a lo que se consideraba su papel clásico de ama de casa. La legislación laboral,
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por su parte, dificultaba el acceso de las mujeres al mundo del trabajo. Una mujer podía ser
despedida si se casaba y tenía un sueldo inferior al de los hombres.
En la década de 1970 se modificaron algunos aspectos de la legislación franquista sobre
las mujeres solteras, y también se aceptó de nuevo la coeducación en la escuela pública a
raíz de la Ley General de Educación. El número de chicas que estudiaban bachillerato
alcanzó el 45% y las mujeres fueron accediendo poco a poco a la enseñanza universitaria
(en 1972, solo el 36% de los universitarios españoles eran mujeres)
3. Las oposiciones al sistema.
En los años sesenta la oposición resurgió con fuerza al tiempo que experimentó un
profundo cambio. La novedad más importante fue la aparición de nuevos grupos (liberales,
demócratacristianos o radicales como el Frente de Liberación Popular) cuyos militantes nada
tenían que ver con la Guerra civil, aunque sus dirigentes tuvieran un pasado político (Gil
Robles, Giménez Fernández, Satrústegui, Ridruejo). En esta década, las principales
manifestaciones de la oposición se pueden resumir de la siguiente manera:
• La reunión en Munich (el contubernio de Munich, junio de 1962) de un centenar de
personas procedentes del exilio y del interior fue el acto más sonado de oposición política en
los años sesenta. En la reunión estuvieron todos los representantes de la oposición (salvo el
Partido Comunista) entre los que destacaba la presencia de José María Gil Robles y
Salvador de Madariaga. La respuesta del gobierno fue desproporcionada (los asistentes a la
reunión fueron obligados a exiliarse o fueron confinados).
• La protesta del catolicismo se acentuó en los sesenta bajo la influencia del Concilio
Vaticano II. Los medios católicos jugaron un papel importante en la divulgación del ideario
democrático como ejemplificó la revista Cuadernos para el Diálogo, fundada por Joaquín
Ruiz-Giménez, antiguo ministro de Franco, pero que llegó a ser uno de los más destacados
opositores al régimen franquista.
• La protesta estudiantil cobró verdadera fuerza en estos años. La sublevación contra
el sindicato oficial de estudiantes (SEU) se generalizó a la mayor parte de los distritos
universitarios. En torno al año 1965 se sumaron a la protesta algunos profesores. En el
transcurso de esta década los estudiantes contrarios al régimen pasaron de ser una minoría
ínfima a constituir una clara mayoría. Durante los tres estados de excepción que se
produjeron entre los años 1968 a 1970, la revuelta de la Universidad alcanzó un papel
semejante al del movimiento obrero.
• La oposición sindical al régimen de Franco, prácticamente desmantelada en los
años cincuenta, volvió a arreciar a mediados de los años sesenta. El nuevo sindicalismo, en
el que destacan la Unión Sindical Obrera (USO) y Comisiones Obreras, se caracteriza por
utilizar la legalidad vigente para ocupar posiciones en la organización sindical. Desde
mediados de los años sesenta aumentó de manera considerable el número de huelgas y de
jornadas perdidas (en 1968, 4,5 millones de jornadas perdidas y en 1975, 14 millones). Los
conflictos se concentraban sobre todo en las zonas tradicionales de la protesta obrera, como
Asturias (de forma especial), Barcelona, el País Vasco y Madrid. La protesta obrera vino
acompañada de una fuerte represión, con despidos, encarcelamientos y muertes: entre 1969 y
1974 se produjeron 17 muertos en enfrentamientos entre las fuerzas de orden público y
manifestaciones de trabajadores. Comisiones Obreras fue el sindicato clandestino más
perseguido. Sus dirigentes fueron detenidos y sancionados con una gran dureza, llegando a
condenas de veinte años de cárcel.
• El Partido Comunista de España (PCE) experimentó un cambio significativo durante
estos años: proclamó la idea de la "reconciliación nacional" y su deseo de llegar al poder
únicamente por medios no violentos como la "huelga nacional pacífica". Su dirigente más
importante era ya Santiago Carrillo. El PCE logró atraerse a una buena parte del mundo
intelectual y consiguió la respetabilidad de todos los que estaban en contra del régimen de
Franco. La mayor actividad del PCE generó el endurecimiento de la represión.
• En la segunda mitad de la década de los años sesenta tuvo lugar la aparición del
terrorismo como forma de oposición al régimen. La organización independista ETA (Euskadi
y libertad) había nacido en 1959, de la mano de un grupo de jóvenes expulsados de las
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juventudes del PNV. En 1969, ETA asesina a su segunda víctima: el comisario-jefe de la
policía política de San Sebastián, Melitón Manzanas.
En la década de 1970 se incrementó la conflictividad laboral y política (protagonizada por
ETA, Comisiones Obreras y el Partido Comunista), a la que el Régimen respondió con una
dura represión. El proceso de Burgos, con el que el gobierno quería dar un escarmiento a
los etarras, se convertirá en un gran éxito de publicidad para la oposición al régimen, que
resultará el gran procesado por la opinión pública nacional e internacional. La violencia
represiva empleada por el Gobierno, además, potenció a las fuerzas de oposición: la
Asamblea de Cataluña (7 de noviembre de 1971) reunió a 300 representantes de socialistas,
comunistas, Comisiones Obreras, monárquicos y católicos liberales en favor de la amnistía y
libertad política; en 1971-72 las huelgas se hicieron más enconadas que antes; se suceden
los secuestros de empresarios (Lorenzo Zabala y Félix Duarte) llevados a cabo por ETA; y
se multiplican los disturbios universitarios, con fuertes choques entre la policía y los
estudiantes. Contra esta actuación de la oposición se desencadenó la violencia
ultraderechista (Fuerza Nueva, guerrilleros de Cristo Rey, PENS), dirigida contra obreros,
curas, intelectuales y nacionalistas.
4. La crisis final del régimen autoritario.
4.1 División de la clase política franquista
Desde los años sesenta, la clase política franquista estuvo dividida por lo menos a dos
niveles: de una parte, la pugna por el poder entre Carrero y López Rodó, por un lado, y Solís y
sus colaboradores, por otro; y el enfrentamiento entre aperturistas e inmovilistas.
La lucha encubierta por el poder, que venía labrándose dentro del régimen desde 1957,
estallaría con el escándalo Matesa (octubre de 1969), ampliamente aireado por la prensa por
los hombres del Movimiento, apoyados por Fraga, con la intención de hacer saltar del gobierno
al Opus Dei. La maniobra no resultó: Franco cesó tanto a los ministros responsables como los
instigadores. El nuevo gobierno estaría integrado mayoritariamente por ministros afines a la
línea conservadora-tecnocrática de Carrero Blanco y López Rodó.
Por su parte, la pugna entre aperturistas e inmovilistas se resolvió, en gran medida, a favor
de los segundos. En el inmovilismo militaban los ultraderechistas de Blas Piñar, la vieja guardia
de Falange, las hermandades de ex-combatientes, etc. El inmovilismo actuaría de freno
decisivo para el desarrollo político que el régimen y el país necesitaban, anulando el posible
contenido liberal que pudiera haber habido en el desarrollo de la Ley Orgánica.
Los aperturistas, sin embargo, pensaban que era necesario crear un nuevo marco legal y
político que facilitase la solución ordenada y pacífica de los conflictos. Los aperturistas, jóvenes
procedentes del falangismo universitario o de los propagandistas católicos o del monarquismo,
pertenecían a una generación que no había hecho la guerra (la generación del Príncipe).
4.2 Otros factores de desintegración del régimen.
Junto a estas tensiones entre los sectores del régimen, había otros síntomas de que la
dictadura había entrado en una fase de descomposición: Un primer síntoma de la
desintegración del régimen fue el evidente deterioro físico de Franco, que cada vez
delegaba más poder de decisión en su hombre de confianza, el almirante Luis Carrero
Blanco. Otros signos de esta descomposición fueron el distanciamiento progresivo de parte
de la Iglesia Católica y la capacidad movilizadora de la oposición.
A comienzos de 1973, la situación de crisis se había agudizado. El gobierno de Carrero no
había encontrado ninguna solución al descontento social y político o a la hostilidad cada vez
más fuerte entre aperturistas e inmovilistas. La presión de estos últimos forzó la formación de
un nuevo gobierno, con Carrero Blanco como presidente (en vez de Franco). Era un equipo
destinado a sofocar reformas y a aplastar a la oposición, utilizando para ello el llamado proceso
1.001 contra diez miembros de Comisiones Obreras acusados de asociación ilícita. Pero
quince minutos antes de la hora en que debía comenzar el juicio, Carrero Blanco era asesinado
por un comando de ETA, desbaratando los planes continuistas del régimen.
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La desaparición de Carrero Blanco cambió radicalmente el equilibrio de poder e hizo
emerger al sector postergado del Movimiento. A partir de esta fecha, la salud de Franco declina
sin freno y su propio sistema entra en un proceso de descomposición acelerada, que no
consigue atajar el nuevo presidente Arias Navarro con una serie de medidas que preveían
(espíritu del 12 de febrero) la legalización de asociaciones políticas dentro del cauce general
del Movimiento. Pero la reforma de Arias resultaba ya insuficiente para una sociedad que
exigía la homogeneidad política con la Europa democrática.
Tras la muerte de Carrero Blanco la oposición reagrupó sus fuerzas: El PCE impulsó la
creación de la Junta Democrática (30-VII-1974) y el PSOE, la Plataforma de Convergencia
Democrática (Julio de 1975). Ambas plataformas aglutinaban a toda la oposición al franquismo.
El franquismo acabaría sus días entre estados de excepción, atentados de ETA y FRAP,
fusilamientos de sus activistas (estas ejecuciones suscitaron una gran protesta internacional
contra la dictadura, a la que se sumó el mismo papa Pablo VI; trece países retiraron su
embajador y se suspendieron numerosas relaciones políticas y culturales), detenciones de
militares y escalada final de las reivindicaciones marroquíes sobre el Sáhara (la Marcha Verde),
último bastión español por descolonizar. Cuando Franco murió, el 20 de noviembre de 1975,
fue ya imposible ocultar la crisis del régimen.
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