Tema 3. Novela realista. Benito Pérez Galdós

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Tema 3. Novela realista. Benito Pérez Galdós
Pensamiento y cultura en la segunda mitad del siglo XIX: el Realismo
y el Naturalismo
A mediados del siglo XIX, predominan los principios estéticos del Realismo,
movimiento artístico influido por el Positivismo filosófico que nace de la depuración de
los elementos más idealistas del Romanticismo.
Para el Positivismo no existe más realidad que los hechos perceptibles ni es posible
otra investigación que no sea la del estudio empírico de esos hechos. La observación
rigurosa y la experiencia son los instrumentos esenciales de la filosofía positivista. Los
principios fueron formulados por Augusto Comte y el método experimental, por
Claude Bernard.
Enorme importancia tiene el evolucionismo o darwinismo, propuesto por Darwin autor
de El origen de las especies (1859), El origen del hombre (1871). Los seres vivos
resultan de la evolución y selección natural de los mejor adaptados al medio. En 1866,
Mendel había descubierto las leyes de la herencia biológica.
Hay que señalar también la gran influencia del marxismo. En El capital, Karl Marx
estudia la sociedad capitalista, sujeta a unas leyes específicas. Para Marx, el motor del
desarrollo histórico está en la lucha de clases. El marxismo se convertirá en la ideología
dominante de los movimientos obreros.
Rasgos generales de la literatura realista
Observación y descripción rigurosa de la realidad, paralelo a los métodos de
observación característicos de las ciencias experimentales. Los escritores llegan a
documentarse sobre el terreno. La vida real se convierte así en objeto estético. Ejemplo,
la muerte por envenenamiento de Mme Bovary.
Ubicación próxima de los hechos, frente a la evasión espacio-temporal de los
románticos. La mirada se desplaza alo cotidiano, eliminando el subjetivismo y la
fantasía. Ejemplo, Galdós centra muchas de sus novelas en el Madrid de la revolución
de La Gloriosa (1868).
Frecuente propósito de crítica social y política, que varía según la ideología particular
de cada escritor. En general, los autores conservadores describen la realidad para
mostrar su degradación y postular un retorno a los valores tradicionales (Pereda,
Balzac…) Los progresistas también muestran las lacras sociales, pero, según ellos,
obedecen a la pervivencia de una mentalidad conservadora (Flaubert, Galdós, Clarín…)
Nace la idea de un arte útil: la novela debe contribuir a la reforma o el cambio de la
sociedad, en un sentido o en otro.
Estilo sencillo y sobrio, frente a la pomposa retórica romántica. El ideal de estilo es la
claridad y la exactitud, como corresponde al deseo de acercar la labor del escritor a la
del científico.
Predilección por la novela. Alcanzó un auge inusitado. Según los realistas, era el
género adecuado para reflejar la realidad en su totalidad. Sus rasgos son:
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-Verosimilitud. Las historias son como fragmentos de la realidad, basadas en la
experiencia cotidiana.
-Protagonistas individuales o colectivos. Los individuales se relacionan
problemáticamente con su mundo, los grupos sociales permiten al novelista dar una
visión global de la sociedad contemporánea. Se distinguen dos tipos de novela: la
psicológica (Crimen y castigo de Dostoyesvki) y la novela de ambientación social.
-Narrador omnisciente, que maneja por completo los hilos del relato, conoce
los más ocultos pensamientos de los personajes, interviene con juicios y observaciones
al lector. Puede fingir la actitud de cronista de unos hechos, notario de una realidad de la
que es testigo.
-Didactismo. Los autores ofrecen en sus novelas una lección moral o social. Se
escriben novelas de tesis, en las que el escritor desea demostrar una idea general a la
que quedan subordinados el argumento, los personajes y el ambiente de la obra.
-Estructura lineal en el tiempo, descripciones minuciosas de exteriores e
interiores, retratos pormenorizados de los personajes.
-Aproximación del lenguaje al uso coloquial. Se esfuerzan los autores en
adecuar el lenguaje a la naturaleza de los personajes.
Se conoce como Naturalismo una corriente literaria que se desarrolló durante el último
tercio del siglo XIX en Francia con Émile Zola. Pretende ser una ciencia cuyo objeto de
estudio es el medio social. La literatura debe analizar científicamente el comportamiento
humano siguiendo los principios de la observación y la experimentación. Para ello,
parte de la idea de que el hombre se encuentra determinado biológicamente y
socialmente, es decir, no es libre, puesto que está condicionado por el ambiente social
y por la herencia biológica. El novelista debe actuar como el científico, ha de
experimentar con sus personajes. Esto explica la preferencia por ambientes miserables
y sórdidos y por personajes tarados, psicópatas, alcohólicos o embrutecidos.
Técnicamente, se extreman los rasgos del realismo: descripciones minuciosas, lenguaje
coloquial…Las novelas tienen una intención moral. No se puede modificar la herencia
biológica, pero sí igualar las condiciones sociales en que viven los hombres (influencia,
en lo político, de las ideas socialistas).
El Realismo y el Naturalismo en España
El triunfo de la estética realista en España es tardío; ello se explica por las
circunstancias histórico-sociales. Por una parte, el desarrollo del medio urbano en
España está lejos de países avanzados como Inglaterra o Francia. El crecimiento de las
clases medias, asunto central de la novela realista, no puede ser en España tan intenso
por su propio atraso económico-social. Por otro, las circunstancias históricas que
propician el Realismo se producen a partir de la revolución del 68. El nuevo clima de
libertad y la desaparición de la censura literaria explican el auge de la novela realista
desde los años setenta.
El Naturalismo y las obras de E. Zola fueron conocidos pronto. Sin embargo, levantó
enseguida una gran polémica. Se acusa al Naturalismo de inmoral y anticatólico. En su
defensa sale Emilia Pardo Bazán con una serie de artículos recogidos en La cuestión
palpitante, aunque, desde principios católicos, rechaza el determinismo naturalista.
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El Naturalismo español se manifiesta en ciertos recursos narrativos y su interés por
ambientes míseros y degradados. Aparte de E. Pardp Bazán, se advierten rasgos
naturalistas en La desheredada de Galdós , en La Regenta de Clarín y sobre todo en la
obra de Blasco Ibáñez.
Generación de narradores realistas
En el género periodístico del artículo de costumbres está el germen de lo que será la
novela realista. Del costumbrismo periodístico se pasará a otro género narrativo, el
cuento. Suelen reflejar la España contemporánea y prefieren el entorno urbano y los
ambientes burgueses.
El costumbrismo se encuentra en la base de otro aspecto de la novela realista: el gusto
por la novela regional. Fernán Caballero y Juan Valera ambientan sus novelas en
Andalucía, Pereda, en Cantabria, Palacio Valdés, en Asturias. Abundan las costumbres
locales.
Otras influencias literarias contribuyen a la consolidación de la novela realista española:
la de los grandes escritores realistas europeos, bien conocidos de forma directa o a
través de traducciones; la novela de folletín de la que tomaron motivos y recursos;
finalmente, otra fuente muy importante es la de la prosa española del los siglos XVI y
XVII (Cervantes, la novela picaresca, Quevedo…)
Fernán Caballero es el seudónimo de Cecilia Böhl de Faber. Se la considera
precursora del realismo español. Sus novelas más conocidas son La gaviota y La familia
Alvareda. Hay aún una gran idealización de tipos y paisajes andaluces.
Pedro Antonio de Alarcón, también escritor prerrealista. Destaca sobre todo por una
novelita corta; El sombrero de tres picos, farsa costumbrista que recrea un cuento
folklórico. Es también autor de cuentos de terror como El clavo, La comendadora.
Juan Valera es un escritor peculiar del Realismo. Es liberal en sus ideas, pero idealista
y esteticista en sus novelas. Le interesa sobre todo lo psicológico, profundiza en el
corazón humano, en particular de los personajes femeninos. El amor es el tema de la
mayor parte de sus obras. En Pepita Jiménez (1874) recrea una sociedad patriarcal en la
que los conflictos son, en el fondo, insustanciales, y donde acaba reinando la felicidad
más absoluta. También escribe Juanita la Larga, Doña Luz o Morsamor.
José María Pereda. Hidalgo santanderino, se sitúa en la línea tradicionalista, apegada a
una visión idílica del campo frente al dinamismo urbano. Así, exalta la naturaleza y las
gentes sencillas de su tierra: el mar y los pescadores en Sotileza (1885), la montaña en
Peñas arriba (1895). Sobresalen sus pinturas de paisaje.
Armando Palacio Valdés, asturiano, presenta también una exaltación de las virtudes
tradicionales, frente al progreso. Así, en La aldea perdida (1903) cuenta los estragos de
la invasión minera en un valle asturiano, antes idílico y luego degradado. Otras novelas
suyas son La hermana San Sulpicio o La alegría del capitán Ribot.
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Emilia Pardo Bazán. Del naturalismo tomó el gusto por los rudos ambientes sociales,
con sus pasiones violentas y sus crudezas. Los pazos de Ulloa y La madre Naturaleza
(1886-87) componen un intenso cuadro de gentes y paisajes de Galicia.
Vicente Blasco Ibáñez es el novelista más cercano a la ortodoxia naturalista. Se le
llamó el Zola español y, en efecto, comparte con él el gusto por ambientes sórdidos, la
crudeza de los temas y la preocupación por las taras hereditarias. Capta con vigor el
mundo rural de Valencia en La barraca (1894), Cañas y barro (1902), etc.
Leopoldo Alas, Clarín pasó la mayor parte de su vida en Oviedo, donde ambienta
muchas de sus obras. Compuso más de sesenta cuentos y novelas cortas. Títulos
inolvidables son Adiós, Cordera, Doña Berta, Pipá…En su prodigiosa novela larga La
Regenta (1885) recoge un vasto panorama de la vida social de una ciudad, Vetusta, en
sus más variados ambientes y con una actitud de cirujano. Es una “novela de adulterio”,
que tiene como protagonista Ana Ozores, una mujer burguesa profundamente
insatisfecha, y es también una “novela de sacerdote”, en tanto que uno de los
protagonistas, D. Fermín de Pas, tiene esa condición, de la que precisamente arranca el
conflicto entre la castidad impuesta y el instinto natural.
Benito Pérez Galdós nació en Las Palmas de Gran Canaria, en 1843. Fue a estudiar
Derecho a Madrid, ciudad de la que había de ser el más ávido y profundo observador.
Lee con voracidad a los novelistas del Realismo europeo, aunque su mayor devoción va
hacia Cervantes. Desde muy pronto, su vida fue un escribir sin descanso. Venerado
primero, fue discutido después. Sus últimos años fueron tristes: pierde la vista, conoce
la penuria económica, sus enemigos impiden que se le otorgue el Premio Nobel…Murió
en Madrid en 1920.
Ideológicamente, se adscribió primero al liberalismo progresista; más tarde adoptó
posiciones más avanzadas y se proclamó republicano y vecino a los socialistas. Pero
esta evolución fue acompañada de un espíritu cada vez más tolerante.
La obra. El mismo Galdós dividió su producción en Episodios nacionales, Novelas
españolas de la primera época y Novelas españolas contemporáneas. A ello se añaden
sus obras teatrales, numerosos artículos y su correspondencia.
Los Episodios nacionales, constituidos por cuarenta y seis novelas dispuestas en series
de diez episodios cada una (excepto la última, que quedó inacabada con solo seis),
pretenden reconstruir en forma novelada la historia del s. XIX español. Las dos
primeras series fueros escritas entre 1873 y 1879, al tiempo que sus primeras novelas;
las tres últimas entre 1898 y 1912. Los Episodios son un intento de entender desde la
literatura los conflictos que dividen la sociedad española, Galdós acude a la historia para
explicar su propio presente y las convulsiones político-sociales que siguen al
derrocamiento de la monarquía borbónica en 1868. Las dos primeras series recogen la
guerra de la Independencia y el reinado de Fernando VII. Dos protagonistas (Gabriel
Araceli y Salvador Monsalud les confieren cierta unidad. Se observa en ellas la
ideología liberal de Galdós. Los títulos más elogiados son: Trafalgar, Bailén,
Zaragoza…Casi veinte años después reemprende la redacción de las tres últimas series.
Abarca en ellas desde las guerras carlistas hasta la Restauración. Su rasgo principal es la
postura crítica de Galdós ante la intransigencia española, fuente de enfrentamientos
fratricidas durante aquel periodo. Títulos de estas series: Zumalacárregui, La de los
tristes destinos, El equipaje del rey José…
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Con los Episodios logró Galdós crear un nuevo tipo de novela histórica, lejos de la
romántica. Hay en ello un riguroso esfuerzo de documentación y un propósito de
objetividad además de un admirable equilibrio entre el aliento colectivo y las peripecias
individuales, es decir, entre lo épico- histórico y lo novelesco.
Primeras novelas. Publicadas en la década de los setenta, casi todas son novelas de
tesis en las que se contraponen dos ideologías, conservadora y liberal, y la intención
didáctica de las obras es explícita. Títulos de esta época son La Fontana de Oro, Doña
Perfecta, Gloria, Marianela y La familia de León Roch.
Novelas españolas contemporáneas. Así llamó Galdós a las veinticuatro novelas que
publicó a partir de La desheredada (1881). Esta novela, influida en parte por las ideas
naturalistas de E. Zola, no presenta ya de forma elemental acciones y personajes, sino
que éstos son fruto de una cuidada evolución psicológica. Algunas otras novelas de este
periodo son El amigo Manso, Tormento y La de Bringas, Miau. Todas estas obras
analizan con maestría el mundo de la clase media. La obra más ambiciosa de esta etapa
es Fortunata y Jacinta (1886-87). Al igual que La Regenta de Clarín, se trata de una
novela extensa y cuidadosamente construida, que desarrolla sobre la base de diversos
triángulos amorosos, la convulsa y cambiante vida social madrileña entre el 73 y el 76,
entrelazando calculadamente los elementos de ficción y los históricos. En esta novela
despliega Galdós sus mejores artes narrativas: minuciosa captación de ambientes y
tipos, uso magistral del diálogo, empleo de novedosos monólogos interiores, sabio
manejo de múltiples anécdotas argumentales, etc.
Últimas novelas. La crisis de la estética realista y el interés por buscar nuevos cauces
expresivos se manifiestan en las novelas que escribe a partir de 1889. De este periodo
son Ángel Guerra, Tristana, la serie de Torquemada, Nazarín, Misericordia…Ensaya
originales procedimientos narrativos: novelas dialogadas, narraciones epistolares,
introducción de sueños y símbolos…En algunas es visible la influencia del
espiritualismo de la novela finisecular europea.
Las obras de Galdós, aunque ambientadas la mayoría en Madrid, son una completa
visión de conjunto de la sociedad española de su época. Las clases medias ocupan el
primer plano en sus obras, pero la mirada de Galdós está siempre atenta a todas las
esferas sociales: aristócratas arruinados, burgueses enriquecidos que quieren emular a
los nobles, especuladores, prestamistas, caseros, comerciantes; funcionarios en activo o
cesantes, que sobreviven o medran en los recovecos de la administración; las clases
populares, cuya vida bulle incesantemente en las calles de Madrid; los más humildes,
que malviven como pueden, así como los menesterosos y desgraciados, que solo aspiran
a sobrevivir en un medio hostil. El realismo de Galdós atiende tanto a lo ambiental
como a lo psicológico. Evoca los ambientes más diversos-calles, interiores…-con un
relieve imborrable. Y sus personajes poseen una verdad que solo puede conferir una
honda comprensión del corazón humano.
El ideal estilístico de Galdós es el lenguaje llano y sencillo. Ello no implica que se trate
de una lengua descuidada. La prosa de Galdós es extraordinariamente ágil y de
apariencia espontánea, pero siempre producto de una meditada elaboración.
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