Editorial Ciencias Sociales OPERACIÓN FANGIO Por Arnold Rodríguez Camps Juan Manuel Fangio con Arnold Rodríguez LA RAZÓN DE ESTA HISTORIA En una ocasión, hace ya varios años, fui hasta el Hotel Riviera a conocer personalmente a Gabriel García Márquez y traté de aprovechar al máximo esa oportunidad. En determinado momento que me hablaba de sus años anteriores al triunfo de la revolución cubana, le pregunté dónde se encontraba en el año 1958. Me respondió que en Caracas, Venezuela, donde trabajaba como periodista. ¿Recuerda cómo se enteró y que pensó cuando supo la noticia del secuestro de Fangio? —Si tú supieras —me dijo—, cuando mis amigos y yo vimos los cables con esa información, nos pareció una locura y coincidimos que era una "metida de pata" porque esa acción le haría daño a la Revolución. Que no debía haberse realizado una cosa como esa, cuando todo parecía que la lucha les estaba yendo bien a los revolucionarios cubanos; cuando la opinión pública estaba de su lado. Luego, a medida que seguían llegando los cables, comenzamos a darnos cuenta de los reales efectos propagandísticos del hecho, sobre todo después que se difundió por las agencias noticiosas las declaraciones de Fangio una vez liberado. Por lo que él y sus amigos comentaron satisfechos que esos muchachos del 26, sabían lo que se traían entre manos. El secuestro de Juan Manuel Fangio, tema de este libro, es una expresión del principio ético y del anhelo de justicia social que impulsó a los jóvenes revolucionarios cubanos contra la tiranía de Batista. La decisión de retener a Fangio, para penetrar en la opinión pública y ganar un espacio más en la comprensión nacional e internacional de nuestra patriótica lucha por derrocar la dictadura batistiana, fue algo que nos hizo meditar bastante, antes de decidirnos a emprenderla. Sabíamos que la sola mención de un secuestro afectaría la sensibilidad de muchos. Siempre estuvimos convencidos de la importancia propagandística de la acción, caso de que no fallara ninguno de los aspectos operativos que pudieran originar algo gravoso que se volviera contra nosotros. Ni pensar lo que hubiera sucedido de encontrarnos con un final contraproducente. Pero la firmeza y decisión de Faustino Pérez, su cautela y audacia sabiamente combinadas, rápidamente disiparon esa duda con la certidumbre de su dirección. Pronto un solo pensamiento nos guió decididamente a todos: ¿cómo hacer las cosas y lograr el objetivo? Y ese objetivo de ganar la atención de los medios informativos se logró por encima de los cálculos iniciales. Además, algo no menos importante. Como resultado precisamente de esa difusión, se afianzó la fortaleza del pueblo en la Revolución y creció la fe en la victoria popular. Me he animado a esta publicación, por la insistente demanda hecha por Faustino en sus últimos años de vida, petición que he sentido con más fuerza después de su muerte. Diríamos que como un compromiso contraído con él y conmigo mismo, no obstante haberle expresado más de una vez que esa tarea debía hacerla alguien con el oficio de escritor, posibilidad que no descartaba, a la vez de insistir apacible y persistentemente en que debería hacerlo uno de los participantes y para él debía ser yo. Para dar una idea aunque somera, de la situación que vivió La Habana, desde la carrera automovilística internacional denominada Primer Gran Premio de Cuba, en febrero de 1957, hasta la celebración del Segundo Gran Premio de Cuba, en febrero de 1958, se presentan de manera sucinta y en forma de flechazos, muchos de los hechos acaecidos en ese lapso, evidenciándose la dinámica y el alcance con que se fue desarrollando la insurrección en la capital cubana. Me he valido de la prensa nacional e internacional, para llevar al lector el conocimiento de la amplia repercusión que el hecho del secuestro despertó en el mundo en 1958, y que sigue teniendo presencia por momentos en la prensa actual. Muchos de los reportajes de esas publicaciones, se repiten en lo fundamental, por lo que en aras de limitar el espacio y estimular el interés del lector, solo se presenta una pequeña muestra del material que se conserva en nuestro poder y que, en realidad, es mucho menos del total publicado, particularmente en las revistas. Espero que de todas maneras, lo expuesto ofrezca una impresión del alcance, connotación y magnitud de lo que se logró en Cuba y en la opinión pública internacional, con la repercusión del 'secuestro’ de Fangio. En la práctica cada uno de los capítulos tiene sentido por sí mismo, por lo que pueden leerse unos con independencia de otros. No obstante el tiempo de que dispuse para realizar este trabajo desde sus inicios hasta ahora y de las variadas y valiosas colaboraciones que recibí, debo decir que lo he conformado finalmente por el estímulo que ha significado el filme de ficción que se inspira en el secuestro y que también aparece con el título de Operación Fangio. Son diversos los aspectos de ficción que presenta la película: los tiroteos y el herido en la ejecución de la captura; la incertidumbre de no tener una casa prevista para el alojamiento durante la retención; el entorno de amor y romance; la aparente superficialidad e improvisación por momentos de los secuestradores, en contraste con la seguridad y acentuada ecuanimidad de Fangio; el ingrediente del desertor y la utilización de la Embajada Argentina para la devolución, lo que era prácticamente imposible ya que estaba rigurosamente custodiada. Todo esto son hechos que se alejan de la realidad. A su vez, la proyección cinematográfica trasmite cuestiones básicas de la Operación: la permanente preocupación y cuidados por proteger la vida del campeón por encima de cualquier circunstancia; el ambiente represivo que vivía La Habana en aquellos días; el interés por proporcionarle a Fangio una estancia entre nosotros que resultara lo más llevadera posible; el esfuerzo por hacerle comprender nuestros propósitos, lo cual se evidenció desde la primera entrevista de prensa luego de su liberación; el ridículo en que se puso a la dictadura y la propaganda ganada para la Revolución. Confío en que los elementos y manera en que se presenta nuestro testimonio en este libro, permita al lector apreciar los resultados logrados con la acción del secuestro y las características que conformaron, lo que hemos llamado Retención Patriótica y, además, como esa arriesgada operación propició una singular amistad entre Fangio y sus secuestradores. A.R.C. I CÓMO Y POR QUÉ SECUESTRAMOS A FANGIO Le dije a los rebeldes que sí lo que habían hecho era por una buena causa, entonces, yo estaba de acuerdo. JUAN MANUEL FANGIO Daily Worker, Londres, 26.02.1958 —Si hay que tomar el hotel lo tomamos, pero no podemos demorarnos más, hay que secuestrarlo ya. Hoy tenemos que hacerlo, apenas queda tiempo. ¿Lo haces tú o lo hago yo? Así apremiaba Faustino Pérez (Ariel), jefe del Movimiento 26 de Julio en La Habana, a su compañero, el bravo y experimentado Capitán de Milicias Oscar Lucero Moya (Héctor), para la ejecución de la captura del campeón de automovilismo Juan Manuel Fangio. Esto sucedía al finalizar la tarde del domingo 23 de febrero de 1958. Al otro día sería la carrera de automovilismo de Autos Sport, el Segundo Gran Premio de Cuba, en la que el famoso corredor argentino constituía la principal atracción y había que evitar por todos los medios su participación y, además, no le podía pasar nada a su persona. El objetivo de apoderarnos de Fangio y sustraerlo de la competencia, había surgido desde el año anterior cuando se celebró el Primer Gran Premio de Cuba, ganado precisamente por el bólido sudamericano, quien conquistó las mayores simpatías populares. Ya desde entonces conocimos de comentarios favorables a esta audaz acción de más de un militante revolucionario, e incluso de simples colaboradores en el seno del pueblo. Independientemente de estos comentarios, o tal vez como consecuencia de los mismos, el destacado revolucionario Marcelo Salado, quien poco tiempo después integrara la lista de nuestros héroes convertidos en mártires, planteó con sólidos argumentos la importancia de este objetivo. Enrique Hart Davalos, revolucionario de avanzada y uno de los mártires relevantes de nuestra Revolución, fue otro de los entusiastas promotores de la acción. Aunque lo cierto es que ese año la idea surgió tarde y probablemente en esos momentos no estábamos suficientemente preparados para un intento de esas características. Por aquella fecha, febrero 24 de 1957, cuando se efectuó el evento automovilís-ico, no habían pasado tres meses de la llegada a tierras orientales del yate Granma y sus 82 expedicionarios con Fidel Castro Ruz al frente, el 2 de diciembre de 1956, y menos de dos meses de la presencia en La Habana de Faustino Pérez, miembro del Estado Mayor del contingente expedicionario, quien había arribado a nuestra ciudad el 28 de diciembre de aquel año acompañado por Frank País, Jefe Nacional de Acción y Sabotaje del Movimiento 26 de Julio (M-26-7), con la misión de Fidel, entre otras, de confirmar su existencia y la del naciente Ejército Rebelde y reorganizar el Movimiento particularmente en la provincia habanera, tarea a la que se dedicó con febril empeño. En esas circunstancias tiene lugar el Primer Gran Premio de Cuba, que resultó todo un éxito para el gobierno de la dictadura. Aquel acto comprendía corredores del automovilismo mundial y acaparó la atención del pueblo capitalino y de buena parte del país, e incluso tuvo alcance internacional. Vinieron periodistas y turistas de varias naciones. El nombre de Fangio fue centro de las noticias deportivas de los principales medios informativos y la propaganda gubernamental supo aprovechar aquel espectáculo. Mientras la tiranía disfrutaba su triunfo, los revolucionarios ganábamos más conciencia de los medios que debíamos desarrollar para combatirla. Aquella victoria propagandística de Batista y sus secuaces y la popularidad alcanzada por el volante argentino entre los cubanos, al conquistar el primer lugar en las carreras de 1957, fueron un acicate para que la Dirección del Movimiento en La Habana se planteara resueltamente su secuestro para el próximo año, 1958. Lo sucedido en La Habana en el año transcurrido desde la primera carrera a la segunda, es una etapa sobresaliente de la lucha revolucionaria cubana. Al poco tiempo de asumir Faustino la jefatura del movimiento en La Habana —en esa etapa una sola provincia correspondía a las dos actuales— se ven los resultados. Las acciones y el sabotaje se hacen sentir, los obreros se alistan para la lucha, la propaganda se abre paso, las finanzas se incrementan, la resistencia cívica se pone a la orden del día y se fortalece el movimiento estudiantil de la segunda enseñanza. En febrero de 1957 se cumple otra de las misiones encomendada al entonces Jefe del Movimiento 26 de Julio en La Habana, la celebración de la primera entrevista periodística que brinda en plena campaña guerrillera el Comandante Fidel Castro, la cual es realizada por Hebert Matthews, editorialista y reportero norteamericano del New York Times, al que traslada personalmente Faustino desde La Habana hasta la ciudad de Manzanillo en las inmediaciones de la Sierra Maestra. El tiempo dedicado por éste a tan delicado objetivo y el hecho de tener que permanecer en la Comandancia General del Ejército Rebelde, para participar en la Primera Reunión de la Dirección Nacional del 26 de Julio después del desembarco, constituyeron factores que no favorecían la posibilidad del secuestro. Como resultado de esta reunión, Fidel lanza su Primer Manifiesto a la Nación desde la Sierra Maestra. La publicación de la entrevista de Matthews en tres números del New York Times causa un gran revuelo, debido a que el gobierno aseguraba que Fidel Castro había muerto a los pocos días del desembarco y el Ministro de Defensa, Santiago Verdeja, al hacerse pública la primera parte de la entrevista, dice que se trata de algo apócrifo, ya que de ser cierto lo lógico es que hubiera aparecido alguna foto del periodista con el entrevistado. La respuesta no se hizo esperar, el New York Times publica la fotografía de Matthews y Fidel Castro en la manigua serrana. El ridículo gubernamental se hace mayúsculo y contribuye a elevar el espíritu combativo del pueblo. La dureza de la batalla desigual de la lucha clandestina en las ciudades, especialmente difícil en la capital, sé hace presente con la caída el 22 de febrero de 1957 del apartamento de Quinta y A, en la céntrica barriada del Vedado, donde el Servicio de Inteligencia Militar (SIM), sorprende a un destacado grupo de combatientes de acción y sabotaje y captura un importante número de armas y explosivos. Este hecho vino a ser como el tiro de gracia que definitivamente canceló la idea del secuestro ese año. Con antelación a ese momento, Marcelo Salado, uno de los jefes de acción en La Habana, se había ofrecido para realizar un chequeo de los movimientos de Fangio. Ese seguimiento lo hizo Marcelo acompañado por la combatiente Ramona Balber Gutiérrez, durante la media noche del día 21, en el malecón habanero, ya que tenía la información de que Fangio haría un recorrido para analizar las condiciones y características de lo que sería la pista de la competencia. Esa noche Fangio no apareció debido, probablemente, a la inclemencia del tiempo, ya que había llegado un frente frío acompañado de una fina llovizna. Al día siguiente, en la mañana, ambos jóvenes se dirigían al Hotel Lincoln, donde estaba hospedado Fangio, pero antes pasaron por el Ten Cents de 23 y 10, en Él Vedado, donde compraron un pequeño libro de autógrafos, que Ramona pensaba utilizar como pretexto para aproximarse a Fangio, en el momento que se decidiera proceder al secuestro. Cuando llegaron al hotel, solamente Ramona salió del automóvil, entró al vestíbulo y pudo observar a Fangio rodeado de varias personas con las que conversaba animadamente. Después de un breve tiempo se retiraron ambos compañeros, con la idea de preparar las condiciones conjuntamente con otros combatientes y proceder a la ejecución de la captura en el malecón en horas de la noche. Cuando Ramona fue nuevamente a recoger a Marcelo para comenzar la operación, éste le había dejado el recado de que la acción se había suspendido, por haber caído en manos de la policía los compañeros y las armas que se tenían dispuestas para ese objetivo. Ese era el apartamento de Quinta y A. La propaganda gubernamental se ufana con el golpe dado en esa oportunidad y publica pomposamente las fotos y los nombres de los revolucionarios apresados y se exhiben las armas ocupadas. Sin embargo, el efecto de esa campaña propagandística se vuelve contra la dictadura, ya que penetra en la conciencia ciudadana el valor y la entrega de los jóvenes insurreccionales. El 13 de marzo de ese año, un miércoles a media tarde, se estremece la población habanera y el pueblo cubano todo, con la valerosa acción de los compañeros del Directorio Revolucionario que asaltan, en impresionante operación comando, la propia guarida del tirano, donde estuvieron a punto de ajusticiarlo. En estas acciones pierde la vida, entre otros revolucionarios, el presidente de la Federación Estudiantil Universitaria (FEU) y jefe máximo del Directorio Revolucionario, el joven estudiante José Antonio Echeverría, quien luego de leer una arenga por la emisora Radio Reloj, cae en combate junto a los muros de su querida colina universitaria. Esa misma noche aparece en El Laguito, reparto Siboney, el cadáver del abogado y político Pelayo Cuervo Navarro, senador de la República, al momento del golpe de estado de Batista, quien venía librando una intensa campaña contra las arbitrariedades de la Cuban Telephone Company, monopolio telefónico estadounidense, que precisamente ese mismo día había aumentado los precios de la tarifa pública en connivencia con el tirano. El 7 de abril, en respuesta a los hechos del 13 de marzo, el régimen culmina la serie de visitas que durante varios días hicieran a Batista en el Palacio Presidencial, grupos incondicionales en representación de sectores económicos, profesionales y sindicales. En esta ocasión, con bastante público reunido frente a la terraza norte del Palacio. A esta pantomima ridícula con que se pretendía congratular y desagraviar al dictador, el pueblo le llamó "el segundo asalto". A la misma hora del espectáculo de apoyo a Batista, se producen varias detonaciones procedentes de hoteles cercanos al Palacio Presidencial, en los que el humo y el fuego se hacen notar por los alrededores. Militantes del 26 de Julio dirigidos por Sergio González (El Cunta), se habían registrado en esos hoteles con nombres supuestos y todos con el apellido Castro y fecha de nacimiento un 26 de julio, para llevar a cabo una operación en solidaridad con los compañeros del Directorio y de repulsa a la figura del tirano, consistente en hacer estallar petardos, regar fósforo vivo y quemar los colchones de las habitaciones que previamente habían reservado, con el fin de llamar la atención y crear un gran alboroto, sin poner en peligro la vida de nadie. El 20 de abril, se abre una de las páginas más dolorosas de la lucha en la capital, en el apartamento 201 de Humbolt N°7. Por una delación, la Policía localiza y asesina salvajemente a Fructuoso Rodríguez, sucesor de Echeverría, Juan Pedro Carbó, José Machado y Joe Westbrook, todos miembros del ejecutivo del Directorio y participantes de las acciones del 13 de Marzo. A fines de abril, llegan a la Sierra Maestra dos periodistas de la cadena televisiva estadounidense Colombia Broadcasting Sistem (CBS), los que fueron conducidos desde La Habana por Haydee Santamaría y Marcelo Fernández, a quienes se unió Celia Sánchez en Manzanillo. Se firmó un reportaje con una entrevista a Fidel y se mostraron vistas del Ejército Rebelde. La filmación se pasó de costa a costa en los Estados Unidos. También aparecieron fotos del reportaje en Life, París Match y otras publicaciones. Significó un éxito propagandístico del Movimiento. En esos días La Habana se encuentra en situación de abierta lucha insurreccional. Son muchas las acciones de diversa índole que se suceden unas tras otras: asaltos a militares para quitarles las armas, atentados a personeros del régimen y a delatores (chivatos), daños a instalaciones económicas y de servicios, aparición de letreros con consignas revolucionarias, que incluyen masivamente el simple y aparentemente inofensivo M-267 (Movimiento 26 de Julio) pintado por toda la ciudad. La respuesta del régimen se hace presente con la más brutal represión. Son numerosas las detenciones con su secuela de torturas y asesinatos. Es frecuente encontrar cadáveres en terrenos yermos y hasta en plena vía pública. Pero también se tecnifica el papel de los sabotajes. Un ejemplo de los mismos lo fue el realizado en Suárez 222, consistente en un túnel que se hizo desde la casa hasta el medio de la calle, donde se hace estallar una poderosa bomba en un registro de electricidad en horas de la madrugada, que deja a oscuras durante 57 horas a una parte considerable del centro de la capital. También afecta algunas tuberías de gas. Ese mismo día 28 de mayo, el Ejército Rebelde conquista un importarte triunfo en el combate del Uvero, que al decir del Che, significa la mayoría de edad de la guerrilla, lo que tuvo gran repercusión en todo el país, principalmente entre los combatientes. Las principales armas utilizadas en este combate procedían de La Habana, y eran parte de las destinadas para el asalto al Palacio Presidencial el 13 de marzo. También era propósito de este combate distraer fuerzas de las que perseguían a los expedicionarios del Corinthia, quienes habían desembarcado cinco días antes. Para el mes de junio un grupo desesperado de madres, hijos y familiares de víctimas caídas en diferentes ciudades del país, claman por justicia, y presentan un escrito al Tribunal Supremo, que habían concebido el día de las madres, celebrado el mes anterior, donde se relacionan con sus nombres y apellidos, fecha, lugar del hallazgo y otros datos de 302 asesinatos. Esta cifra constituye una cantidad mínima del total de crímenes, ya realizados para esa fecha. Parte de esa relación comprendía a 55 de los acribillados después de ser tomados como prisioneros en los asaltos a los cuarteles Moncada de Santiago de Cuba y Céspedes de Bayamo; 15 de los que atacaron el cuartel Goicuría de Matanzas y 23 muertos a tiros y ahorcados el 26 de diciembre de 1956, en distintos lugares de la provincia de Oriente. Estos últimos hechos criminales dirigidos por el asesino coronel Fermín Cowley, se recuerdan como "las pascuas sangrientas". La lista de la apelación incluye también a 10 revolucionarios que se encontraban al amparo del derecho de asilo en la Embajada de Haití, los que fueron alevosamente asesinados al ser asaltada la sede de la embajada. En la refriega que se originó, los asilados dieron muerte al Jefe de la Policía, brigadier Rafael Salas Cañizares. En esta relación no aparecen los nombres de 15 jóvenes ultimados en diferentes caminos y carreteras de la provincia de Oriente, que no pudieron ser identificados en los primeros momentos. Unos días después, el 4 de julio, la prensa se hace eco de la ingeniosa y audaz fuga de Armando Hart Dávalos, miembro de la Dirección Nacional del 26, que se escapa de la Sala de la Audiencia Provincial de La Habana, al ser conducido a juicio. La Habana insurreccional, resentida ya con la detención de valiosos revolucionarios, entre ellos el propio jefe provincial del Movimiento a quien trataron de doblegar inyectándole Pentotal, amanece el día 16 de julio, con la noticia de que esos mismos compañeros y otros que se encuentran presos en el castillo de El Príncipe, se han declarado en huelga de hambre en respaldo a sus compañeros prisioneros en el Presidio de la Isla de Pinos, hoy Isla de la Juventud. Esta huelga se mantiene durante 16 días. La tiranía, en un intento por descabezar el movimiento de huelga, concede la libertad provisional a varios de sus participantes ya pasados 10 días de ayuno, entre ellos a su principal jefe Faustino Pérez. De nuevo suspenden las garantías constitucionales y se restablece la censura de prensa, debido a la paralización general que tiene lugar en Santiago de Cuba que se declara "ciudad muerta", a fuerza de comportarse más viva que de costumbre, como respuesta al asesinato de Frank País el 30 de julio. Este paro, se extiende por la región oriental y sigue al resto del país. Ante estos acontecimientos, se considera necesario suspender el ayuno y concentrar los esfuerzos en hacer estallar la huelga laboral también en La Habana, lo que fue aceptado por los compañeros presos ante la argumentada exhortación de Faustino, aunque disgustados por no haberse logrado el objetivo todavía, lo que en definitiva se alcanzó al ser sustituido el jefe del penal pinero y mejorar la situación en aquel recinto penitenciario. Aún extenuado por los días sin comer, el Coordinador del Movimiento en la capital se reúne con José Pellón Jaén, trabajador cervecero responsabilizado con el frente obrero del 26 en La Habana, y determinan las medidas para la organización de la huelga. Me encuentro con Osmel Francis de los Reyes, de la Dirección del Directorio, quien me estaba buscando para coordinar la huelga y lo puse en contacto con Pellón. Ambos participan de una reunión con Luis Fajardo Escalona que representaba al Partido Socialista Popular y con otros miembros de la Juventud Obrera Católica y de la Resistencia Cívica. En toda la provincia habanera, se preparaban las condiciones para estallar la huelga el lunes 5 de agosto. El sábado anterior, un comando del Directorio dirigido por Guillermo Jiménez Jimenito, asaltó la emisora de música indirecta que trasmitía para los centros comerciales y difundió una proclama revolucionaria llamando al paro laboral. En horas de la tarde del domingo 4 me junto con el compañero Alfredo Capote, quien graba subrepticiamente un disco en la agencia de publicidad OTPLA, en la cual trabajábamos ambos. Al no poder presentarse la persona indicada para leer el mensaje del 26 de Julio, me vi en la necesidad de hacerlo en mi propia voz, distorsionada por una fuerte gripe que padecía. Al regresar a la casa me esperaba Pellón y me dijo que esa noche no iría al Cotorro, que era un poblado industrial donde vivía, pues allí ya todo estaba preparado para suspender las actividades laborales desde el amanecer del lunes. Alrededor de las seis o siete de la noche de ese mismo día, se escuchó por CMQ radio el llamado a la huelga para el día siguiente lunes 5. Nos invadió una gran alegría. Pudimos percatarnos de lo que sucedía en diferentes programas de radio e inclusive en la televisión CMQ, donde faltaron algunos de los artistas y locutores, que desde ese momento respondían al llamado de la huelga. El programa "Guantes de Oro" del Canal 2 que auspiciaba la gubernamental Comisión Nacional de Deportes y que debía comenzar a las nueve de la noche, no se pudo televisar por falta de personal. Nos pasamos la noche escuchando Radio Reloj y comprobamos, que los locutores no habían tenido relevo. Pellón se comportó entonces como aficionado a la cocina y médico frustrado. El, que había dejado la carrera de medicina en el tercer año, preparó platos y una formidable crema de vie, que aseguraba era inmejorable para la gripe. Realmente me hizo mucho bien. Este esfuerzo por la huelga general revolucionaria, logró resultados parciales y sirvió para fortalecer la lucha popular, reafirmándose la fe en la estrategia de huelga, como arma fundamental del proceso insurreccional. Fue una jornada de unidad y de fogueo. Como resultado de una conspiración que se venía preparando desde meses atrás, el 5 de septiembre se levanta en armas un grupo de marinos de la guarnición de Cienfuegos, importante ciudad situada al centro-sur de la Isla. Abarcaba también a otros cuerpos militares, conjuntamente con el 26 de Julio que tenían previsto como centro principal, un enfrentamiento armado en la capital. Pero las acciones se aplazaron por decisión de oficiales comprometidos de la Marina, sin informar a la Dirección del Movimiento en La Habana, lo cual produjo la caída de 5 compañeros nuestros. Tampoco la noticia de ese aplazamiento se conoció en Cienfuegos, donde fueron tomados puntos vitales de la ciudad durante varias horas por la Marina y el 26 de Julio. El levantamiento de Cienfuegos fue aplastado luego bárbaramente, con el uso de fuerzas del gobierno procedentes de varios puntos del país y por bombardeos aéreos. El 1° de octubre, el movimiento clandestino sufre otro golpe. En la calle Juan Bruno Zayas 163 de Santo Suárez, al intentar verse con Faustino, son detenidos Marcelo Fernández Font, responsable Nacional de Propaganda del 26, Pedro Celestino Aguilera, asaltante del Moncada, Carlos Bermúdez, expedicionario del Granma y los combatientes insurreccionales Héctor Rodríguez Llompart y Ramón Sánchez Parodi. Al mediodía del 22 de octubre, sonó el timbre indicando la salida de los visitantes a la prisión del Castillo del Príncipe y al momento, tiene lugar la ingeniosa fuga de 11 presos que se encontraban en el vivac, deslizándose por el muro que separaba a los presos de sus visitantes. En la noche del 8 de noviembre, estallan decenas de bombas por toda la urbe capitalina, prácticamente a la misma hora de la detonación tradicional del "cañonazo de las nueve". Ese conmocionante suceso concebido y dirigido por El Curita -uno de los fugados del Príncipe- requirió un trabajo previo de riesgosas operaciones de varios combatientes para obtener explosivos, niples, detonantes y mechas, así como su traslado al lugar de armado de los artefactos y su distribuirían a manos de quienes los harían estallar. Aquella jornada que se conoce como "La noche de las cien bombas", constituye una obra maestra del sabotaje y del trabajo clandestino. Nadie resultó herido por los estallidos de las bombas, preocupación permanente de los revolucionarios. Fue una de las acciones que incluyó a un mayor número de compañeros, una buena parte de los cuales estaban bajo el mando de Gerardo Abreu “Fontán”. El 19 de noviembre, al día siguiente de haber salido del Príncipe, donde estuve preso varios días, me encuentro con Faustino, quien me recibió diciéndo: "¡Caramba, compadre!, la verdad que yo no conocía su afición por las bombas", refiriéndose a la publicación de una lista de compañeros acusados como autores de los atentados del día 8, entre los que yo aparecía. —Si tú supieras —le contesté—, tal vez gracias a esa propaganda es que yo estoy aquí contigo o por lo menos, el origen de la misma me libró de algunos malos ratos. —A ver, cuéntame, dime lo que pasó en todos sus detalles. Traté de ser preciso y le hice una descripción de lo que había sucedido. Referí que, como él conocía, yo llevaba una vida normal, trabajaba regularmente, pero eso se había alterado, ya que en. la madrugada del día 8, tocaron en la puerta de mi apartamento y gritando varias veces: Arnol Rodríguez, telegrama! Tanto mi hermano Aldo como Roberto León, un compañero que había llegado de Camagüey y yo, nos percatamos que se trataba de la policía. León pensó saltar desde una ventana, pero estábamos en un 4to. piso. Por eso abrí la puerta y entraron violentamente pistola en mano, varios esbirros del grupo del torturador Teniente Coronel Esteban Ventura Novo. Nos arrinconaron en la sala y registraron ruidosamente el apartamento. Buscaban y rebuscaban, mientras decían barbaridades. Mi madre y mi hermana lo miraban todo, llenas de pánico. En un momento, uno de los agentes alborozado, mostraba lo que había encontrado debajo de la colchoneta donde yo dormía: las páginas originales de lo que debía ser el próximo número de Revolución que era el periódico clandestino del Movimiento Revolucionario 26 de Julio y preguntaron de quién eran esas hojas. -Respondí que eran mías. Las revisaron y se toparon con un artículo en el que aparecía un titular que decía: VENTURA ASESINO junto a su foto, donde se denunciaban varias muertes cometidas por el connotado esbirro. Se regocijaron con la foto, como animales traviesos y alababan lo bien que se veía su jefe. Nos sacaron del apartamento a empujones y al entrar en el ascensor, nos pegaron unos golpes como rutinario ensayo de lo que vendría después. Cuando llegamos a la Quinta Estación de Policía uno de los policías de guardia, gritó: "¡Carne fresca!". Ordenaron que nos sentásemos en un banco y en ese momento sentimos más frío del que hacía. Al rato apareció Ventura visiblemente satisfecho, perfumado y con su conocido traje blanco, acompañado por tres de sus agentes que nos habían apresado: Alfonso Caro Caro, José Luis Alfaro Sierra y Ramón Calviño Insúa. Venía con la página donde aparecía el artículo que le dedicábamos y preguntaba enérgicamente dónde se había conseguido esa foto, afirmando que era una de las mejores que le habían tomado. Se paró frente a mí y dijo: —Así que esto es tuyo. En forma sorpresiva me pegó un golpe por el estómago, sin mucha fuerza y ordenó que nos llevaran a las celdas del sótano, que luego se ocuparían de nosotros. Nos encerraron en lugar con un penetrante olor a orina y otras pestes, donde se encontraban dos muchachos tirados en el suelo, al parecer dormidos. Después fueron llegando otros jóvenes, con los que conversamos poco, por desconfianza de tener algún infiltrado. Además, los que nos conocíamos lo disimulamos. Pasamos el resto de la madrugada y el día sin que ocurriera nada. Me agobiaba pensar una y otra vez lo que consideraba inevitable, el interrogatorio al que sería sometido sobre la foto y los compañeros con los que trabajaba en la elaboración del periódico. Por la noche, a eso de las nueve, empezaron a sonar varias bombas y al poco rato bajaron Conrado Carratalá otro de los jefes cimeros de la policía y Ventura, acompañados de varios esbirros, quienes se dirigieron a nosotros gritando todo tipo de improperios y vociferando que por cada bomba que sonara, nos matarían uno a uno hasta llegar a 26. Empezaron a contarnos hasta sumar un total de once y se retiraron diciendo que iban a buscar al resto. Uno de los jóvenes que se encontraba junto con nosotros, al que no conocíamos y que nos despertaba cierta duda, nos explicó en forma humilde y convincente, que su novia le había dado una oración para un momento difícil y que para él había llegado ese momento. Todos asentimos y escuchamos el ruego que seguimos atentamente. Para sorpresa nuestra, aunque sonaron otras bombas esa noche no pasó nada. En el curso del día siguiente, tampoco sucedió nada significativo, ni en los tres días posteriores y al cuarto, nos dijeron que seríamos presentados a los Tribunales, que nos arregláramos para ser trasladados a la prisión del Castillo del Príncipe. Aquello parecía imposible y no lo creíamos. Yo no podía entender que no me presionaran como acostumbradamente hacían, para tratar de sacarme lo que sabía. Las pruebas que habían encontrado, eran contundentes. Nos subieron en grupo y nos pusieron en una celda del vestíbulo próximo a la entrada de un edificio, que nos recordaba las jaulas de los circos donde se daban actos con leones amaestrados. Al poco rato empezaron a llegar periodistas y policías. De pronto vi aparecer a mi madre con otra compañera, desconocida para ella y de que yo estaba enamorando. Después de saludar y cambiar unas palabras con mamá, la dejé conversando con mi hermano Aldo. Me cambié de lugar y hablé con la muchacha, rejas por medio y desde ese momento, sin apenas darnos cuenta, quedamos novios. Al triunfar la Revolución nos casamos y hasta su fallecimiento en enero del pasado año, fue mi esposa. Nos tomaron fotos y más fotos, pero aún faltaba lo mejor del espectáculo. Pasamos al despacho de Ventura y nos pusieron detrás de una mesa repleta de materiales para hacer bombas. En la pared colgaba un cuadro, con una foto de Batista que mostraba un rostro duro y desafiante. Ventura tuvo el descaro y el cinismo de presentarnos como los autores de las bombas de la noche del día 8 y alabó el trabajo realizado por sus agentes a los que felicitó. Los periodistas escuchaban sin hacer preguntas, les bastó con las explicaciones del Jefe de Policía y las fotos. Para entonces ya todo estaba claro. Ventura daba un golpe de efecto y aparecía como un eficiente policía, que sabía algo más que robar, torturar y matar. Con alardes como estos, se adelantaba a sus colegas en la competencia por la represión y el crimen y en la obtención de reconocimiento y dádivas por parte del tirano. Ya en esas circunstancias se iban las dudas y empecé a encariñarme con la idea de que ciertamente iríamos para El Príncipe, donde ya estaba un contingente de presos políticos. Faustino, que no me había interrumpido en ningún momento, me miró fijamente y preguntó: —Ahora, ¿qué vas a hacer? —Aunque pude salir en libertad provisional al demostrarse que ya estaba preso la noche del 8 de noviembre, lo cierto es que estoy fichado o sea, bien identificado. No tengo más alternativa que dejar el trabajo y pasar a la clandestinidad. —Claro, eso es lo que procede. Lo cierto es que la torpeza de esa gente es una suerte, pero no podemos confiarnos ya que aprenden día a día. Faustino se esmeró en comentarme algunas experiencias de la vida clandestina, hablándome de algunas características de la lucha, de lo bien que le iba al Ejército Rebelde y del trabajo que a partir de ese momento, yo podría hacer, confiándome algo que tenía muy compartimentado, la idea sobre el secuestro de Fangio. Abundó en detalles sobre esta operación y subrayó la necesidad de conocer previamente sus movimientos desde su llegada a La Habana, para actuar en el momento más indicado y proteger su vida por encima de todo. Así empezó mi vinculación con lo que después sería el famoso secuestro de Fangio. Creo que nunca El médico como le decíamos a Faustino, llegó a tener conciencia del efecto que me causarían sus palabras, ante el brusco cambio que me proponía la vida que me tenía debatiendo en un mundo de preocupaciones e incertidumbres. En ese momento él supo trasmitirme fortaleza, optimismo y entusiasmo, imprescindibles para el resto de la lucha. Mientras tanto, la insurrección en La Habana Metropolitana y en la llamada "Habana Campo" se mantenía al rojo vivo. Los combatientes proseguían su decidida tarea revolucionaria: sabotaje a los tendidos eléctricos y telefónicos y a las líneas ferroviarias; la aplicación de fósforo vivo en comercios, cines, paradas de ómnibus, talleres y fábricas; distribución de volantes; manifestaciones callejeras; consignas en las paredes y decenas de otras acciones que caracterizaban la vida cotidiana. Al iniciarse la zafra azucarera en diciembre de 1957 se quemarían varios campos de caña, creando expectativas en una provincia como La Habana que contaba con 13 centrales y unos 20.000 trabajadores industriales y obreros agrícolas, vinculados a ese sector. En los últimos días de diciembre del ‘57 y comienzos de enero, circula clandestina y profusamente la carta que Fidel Castro dirige a las organizaciones políticas y sectores de la oposición radicados en Estados Unidos, denunciando el llamado "Pacto de Miami" o "Junta de Liberación". En esa carta, la Dirección Nacional del 26 de Julio por medio de su Jefe, expresa cuestiones referentes a la organización de la huelga general, el orden público, la cuestión militar, las relaciones con otras organizaciones de la oposición, la intervención extranjera, la posición independiente del 26 de Julio y la única fórmula posible, para un gobierno de tránsito constitucional sustituto de la tiranía. Ese documento, fue un paso trascendente en la historia del 26 de Julio y en general de la lucha libertadora. En él se argumenta y define el 26 de Julio, como la organización capaz de asumir el mantenimiento del orden, tras el derrocamiento de la dictadura. Presentando al país un programa viable de realizaciones históricas. Y concluía esta denuncia fechada el 14 de diciembre de 1957 afirmando que: "... para caer con dignidad no hace falta compañía". Al llegar la última quincena del año, se despliega una intensa propaganda revolucionaria que contribuye a restarle alegría y esplendor a las celebraciones navideñas, expresándose la repulsa popular a la tiranía y la solidaridad con el afán revolucionario. Fueron días de recogimiento para muchos. Con la proximidad del año 1958, al que la propaganda del 26 califica como "Año de la Liberación", la situación era bien distinta. Fidel al frente del Ejército Rebelde, había librado numerosos combates victoriosos contra el ejército batistiano y se hacía inexpugnable en las montañas. La lucha revolucionaria en una u otra forma, se manifestaba a lo largo del país. Se evidenciaba la pujanza del pueblo. El 23 de enero de 1958, se produce el derrocamiento del dictador Marcos Pérez Jiménez en Venezuela, lo que tiene amplia divulgación, al haberse suprimido por esos días la censura de prensa. Esa información reafirma la esperanza del pueblo en la lucha contra la tiranía batistiana y hace pensar que el próximo en caer sería el dictador cubano. En La Habana circulan miles de volantes con el siguiente texto: "Cayó Pérez Jiménez. Y va otro. Ahora nos toca a los cubanos el próximo, el dictador Batista. ¡Abajo el régimen de la tiranía! En marcha con el 26. ¡Libertad o Muerte!" El pueblo cubano sentía como propia aquella victoria latinoamericana y se decía: "si Venezuela pudo, Cuba también puede". Por esos días comienza a aparecer en la prensa, informaciones sobre el evento automovilístico denominado Segundo Gran Premio de Cuba y se menciona que vendrán algunos de los principales corredores del mundo, entre ellos el cinco veces campeón mundial, el famoso Juan Manuel Fangio. A la par de esas noticias Ariel o El médico, con la debida discreción, empieza los preparativos para el secuestro del campeón argentino. En enero y febrero, se suceden en La Habana una serie de hechos, que sumado a los producidos en el resto del país y principalmente en las montañas donde opera el Ejército Rebelde, van consolidando un ambiente de efervescencia revolucionaria. El 15 de enero, son detenidos al bajar de la Sierra Armando Hart, coordinador Nacional del 26, Antonio Buch, secretario Nacional de Propaganda de la Resistencia Cívica y Javier Pazos, combatiente clandestino en la capital del 26 de Julio, quien había tenido, entre otras acciones, una participación determinante, en el enlace con el periodista Hebert Matthews. El propio tirano llamó al coronel Alberto de Río Chaviano, jefe militar de la provincia y famoso por sus asesinatos de los compañeros que coparon el cuartel Moncada, ordenándole que llevara a Hart hacia la Sierra, simular allí un combate y "matarlo como a un perro". Mediante el sistema de inteligencia que tenía el Movimiento en el centro telefónico de Santiago de Cuba, organizado por Carlos Amat y Rosa Casañas entre otros que allí trabajaban, se pudo conocer esta conversación, que incluso fue escuchada por los dirigentes insurreccionalitas Rene Ramos Latour, Daniel y Vilma Espín, Débora. Entre las variantes analizadas para salvarle la vida a Hart, se decidió tomar de inmediato una emisora radial y denunciar la orden dada por Batista. Radio Santiago, fue la emisora seleccionada y copada por un comando de acción del Movimiento. Carlos Chaín leyó tres veces, la nota redactada por Daniel, que decía: "Pueblo de Cuba, Armando Hart está preso y el tirano Batista ha dado la orden de asesinarlo, prepárate para la huelga general". La excelente decisión y el instante elegido, tuvo como correlato inmediato su repetición por parte de todas las emisoras de la ciudad que estaban en cadena a la espera de difundir un discurso del Presidente del Senado y dirigente batistiano Anselmo Alliegro. La proclama propició la inmediata movilización de grupos populares, de instituciones cívicas, eclesiásticas y particularmente del propio dictador, todos tratando de preservar la vida de Hart. También pudo conocerse por la Dirección del Movimiento en Santiago de Cuba, la llamada de Chaviano al Jefe del Ejército general Francisco Tabernilla Dolz, informándole la difusión radial de la proclama, a lo que siguió otra llamada de Batista a Chaviano cargada de insultos, por no haber cumplido de inmediato la orden recibida, la cual fue revocada en ese mismo momento. Así se pudo salvar la vida de Armando Hart, quien fue confinado al reclusorio nacional en la Isla de Pinos, donde permaneció hasta el triunfo insurreccional. Finalmente, los compañeros Tony Buch y Javier Pazos, fueron puestos en libertad. El 17 de enero, un sabotaje efectuado a la cañería de agua potable proveniente de Vento, deja sin ese servicio durante varios días a una parte de la población habanera. El 25 de enero, comandos armados asaltan las emisoras Circuito Nacional Cubano y Unión Radio para obligar a transmitir un mensaje que comenzaba: "Atención al pueblo de Cuba, habla el Movimiento 26 de Julio...", seguido de la enumeración y condena, por los crímenes del régimen, finalizando con un llamado al levantamiento popular. Razones técnicas impidieron que la transmisión saliera al aire en Unión Radio, pero por el Circuito Nacional Cubano, el mensaje se escuchó repetidas veces. Dos días después, un espectáculo inusitado sería presenciado por el pueblo capitalino: la voladura de uno de los tanques de 1.500.000 litros de nafta de alto octanaje en la refinería Belot de la ESSO Standard Oil Company, en el lado Este de la bahía. Durante tres días las llamas y la tromba de humo se divisaban a gran distancia. Para sofocar el incendio fue necesario traer por vía aérea, productos químicos de los Estados Unidos. El 7 de febrero, el Movimiento de La Habana sufrió una de sus mayores pérdidas: el apresamiento y asesinato de Gerardo Abreu “Fontán”, líder natural de los revolucionarios en la capital. Su cadáver, con señales de terribles torturas, apareció al lado de lo que era el Palacio de Justicia, ¡vaya ironía!, convertido hoy, en el Palacio de la Revolución. Al día siguiente, 8 de febrero, llega a la bahía de Nuevitas de Camagüey, la embarcación Scapade del Directorio Revolucionario 13 de Marzo, con su Jefe al frente, Faure Chomón Mediavillaal. Venía con un importante cargamento de armas, parte de las cuales es llevada para las montañas del Escambray, en el centro del país y lo restante a La Habana. Otro hecho de acción y propaganda tiene lugar el sábado 9 de febrero, cuando varios combatientes del M-26-7, asaltan el estelar noticiero Hatuey de la televisión, en los momentos que hablaba el popular locutor Manolo Ortega y se pasa un mensaje revolucionario. Constituía objetivo de esta operación la de ajusticiar a Esteban Ventura, que se esperaba acudiera a la CMQ después del asalto, lo que no sucedió. También tenía el propósito de informar sobre el asesinato de Fontán. El mensaje decía así: "Atención cubanos, habla el 26 de Julio. Ha caído Gerardo Abreu, Fontán, bravo capitán de las milicias habaneras. ¡Por un último 10 de marzo bajo la tiranía, contribuye con el salario de la Libertad! Esbirros, recuerden a Venezuela. Pronto llegará la hora final. ¡Todos a la Huelga General!". La impotencia y desesperación de la tiranía, provoca el absurdo asesinato de la joven Aleida Fernández Chardet y la aplicación de sádicas torturas a la maestra Esterlina Milanos. Próxima la llegada de Fangio se tenía engrasada la maquinaria que actuaría en su secuestro. Nuevos hechos de variada magnitud e importancia, se sucederían en este febrero de 1958 en la capital cubana. El día 13 de febrero, los presos políticos del Castillo de El Príncipe; las mujeres confinadas en los Vivacs de Guanabacoa y Mantilla en la Ciudad de La Habana; las del Reclusorio Nacional para mujeres de Guanajay, en la occidental provincia de Pinar del Río y los hombres presos en la Isla de Pinos, al sur de La Habana, iniciaban una huelga de hambre, exigiendo respeto a sus derechos y al procedimiento de habeos corpus, la que concluyó exitosamente el día 21 de ese mes. Para el 15 de febrero, las Instituciones Cívicas hacen público un documento donde se analiza críticamente, la situación política y se repudian las elecciones convocadas por el régimen, como fórmula de solución. El día 16 de febrero, la Sociedad de Amigos de la República, expone igual posición de rechazo a las elecciones. Las circunstancias no dejaban margen para otra alternativa. Ese mismo día, allá en el extremo oriental, el Ejército Rebelde obtiene una nueva victoria en el segundo combate de Pino del Agua. Los órganos de prensa no sujetos en esos momentos a la censura directa, daban esa información, al igual que de otros hechos. Dadas esas circunstancias, algunos voceros del régimen insistieron en reimplantar la censura, lo que no se hizo de inmediato ya que la dictadura se había propuesto mejorar su imagen durante el Segundo Gran Premio de Cuba, lo cual operó a favor nuestro. El imperativo de compensar las escasas armas con que contábamos, hizo que dos jóvenes del 26 de Julio, realicen el proyecto de un tipo de lanzallamas, que al tratar de probarlo provoca un accidente que siega la vida de otro joven cubano. Esto sucede el 17 de febrero, en una finca próxima a la carretera de Managua en las afueras de La Habana. El miércoles 19 de febrero, la prensa se hacía eco de la destrucción de 5 ómnibus interprovinciales en su estacionamiento del barrio La Victoria. La acción fue realizada por un comando del grupo de Ifraín Alfonso “Cheché”, capitán de milicias del 26. El Jefe del Movimiento en La Habana, le confía la misión del secuestro a un comando dirigido por Oscar Lucero, pionero de la lucha insurreccional, quien tenía en su haber verdaderas páginas de heroísmo. Mediante mis relaciones como responsable provincial de propaganda, tendría que informarme sobre las actividades de Fangio en la ciudad, antes de la competencia. Debíamos conocer sus movimientos y determinar el mejor momento para su captura. Me daba por enterado, que ya Faustino me había preparado para el cumplimiento de esta misión. En tanto, Oscar Lucero seleccionaba compañeros para la acción y ajustaba todos los pormenores, yo ataba cabos entre los miembros y colaboradores del 26, que teníamos en la prensa comercial. Establecí contacto con Elio Constantín, cronista deportivo de la revista Carteles y de otras publicaciones, estrechamente vinculado con la competencia, quien proporcionaría la información necesaria en el momento preciso. Él supo aprovechar su conocimiento del idioma italiano y las relaciones de amistad que desde el año anterior había establecido con Marcelo Giambertone, apoderado de Fangio, quien había llegado a La Habana días antes. Pudimos conocer con antelación fecha y hora del arribo del campeón, incluso llegamos a saber el número de habitación donde se alojaría en el Hotel Lincoln, la 810. También que próxima a su entrada, mantendría guardia un agente del Servicio de Inteligencia Militar (SIM). La prensa, con la cautela y con la censura que ella misma se imponía, por conveniencia o por imperativos de las circunstancias, difunde triunfos y acciones de las huestes revolucionarias. No puede ocultarse el avance del Ejército Rebelde comandado por Fidel. Se conocen públicamente sabotajes y hechos, llevados a cabo en la clandestinidad y se acentúa el flujo de la lucha revolucionaria. Ahora, ante el Segundo Gran Premio de Cuba, había llegado el momento de enfrentar a la propaganda revolucionaria con la propaganda mercenaria de la dictadura. En esta ocasión no podrían festejar el éxito de las carreras, superpuesta a la celebración de una fecha patria como lo es para los cubanos el 24 de febrero, aniversario del inicio de la guerra organizada por José Martí para independizarnos de España. Tampoco podrían jactarse de otras celebraciones, que a bombo y platillo venían anunciando, como la inauguración de Cinerama y la pelea de boxeo por el cinturón mundial, entre el cubano Orlando Echevarría y el entonces Campeón Mundial liviano, Joe Brown. La captura de Fangio, no solo sería un hecho de acción con efectos propagandísticos para contrarrestar las mentiras del gobierno. Era más que eso. Lo concebimos para demostrar, que la fortaleza de la Revolución también estaba presente en las ciudades como la difícil Habana, para que se pudiera ver claramente la debilidad de la tiranía, pero teníamos sobre todo, la intención de aprovechar la personalidad mundialmente conocida de Fangio, para levantar aún más al pueblo cubano, a favor de la Revolución, reafirmándolo en sus posibilidades y haciendo que la opinión pública mundial, penetre en el conocimiento de la situación cubana. Queríamos llamar la atención sobre el proceso revolucionario y que el mundo conociese la existencia de la contienda guerrillera de Sierra Maestra y la lucha clandestina en las ciudades cubanas. Que se conociera más de Cuba y su confrontación por medio de las armas. Por todo ello, el secuestro sería una breve retención; una retención patriótica. Por esa época, América Latina raras veces aparecía en los órganos de opinión pública de las naciones europeas y ni siquiera en la propia "metrópolis" de nuestro continente. Las ocasiones en que se mencionaba a los países latinoamericanos, atados al yugo imperial de los Estados Unidos, respondían principalmente a la curiosidad que despertaba en los países "civilizados" los episodios de los golpes de Estado y acaso una que otra vez, por los sucesos que desarrollan esas dictaduras surgidas por la fuerza bruta. Simplemente se mencionaba a nuestra América, como expresión de la barbarie en que vivía, pero sin entrar en el análisis de las causas que la motivaban. Cuba, al igual que otros países de la región, padecía una de sus horrendas tiranías. En este caso, la segunda de Batista, engendro de manufactura yanqui, al igual que las otras que también se asentaban sobre numerosos cadáveres, como la de Rafael Leónidas Trujillo en República Dominicana, Francois Duvalier en Haití, Anastasio Somoza en Nicaragua y Alfredo Stroessner en Paraguay. El secuestro del Campeón Mundial de automovilismo estremeció a los habaneros y a la nación entera, hasta llegar a convertirse en noticia de primera plana en los principales periódicos del mundo y en las más afamadas revistas. Los teletipos de las agencias noticiosas repetían constantemente los nombres de Cuba y de Fidel, de La Habana y de Fangio. Impedir que el popular piloto participara en la competencia programada, pondría en ridículo al gobierno y a su aparato represivo. Sería un episodio no determinante en la táctica o estrategia de la lucha revolucionaria que se libraba, pero podía convertirse en algo de alcance mundial que contribuiría a conformar conocimiento sobre la nueva Cuba, la Cuba revolucionaria que comenzaba a perfilarse. La Habana no solo se vería como un centro de juego y prostitución. Se comenzaría a percibir, cómo eran realmente sus entrañas; La Habana de las luchas estudiantiles y de decenas de mártires; la de la acción y el sabotaje; La Habana de los presos políticos y de los obreros en rebeldía, conscientes y organizados; La Habana del recogimiento, la que pugna por la libertad. Ya para esta etapa, nuestra experiencia como combatientes clandestinos nos revelaba que la lucha en las ciudades resultaba desigual y costosa, por lo que era objetivo fundamental que tuviese lugar la Operación Fangio al menor costo posible y corriendo solo los riesgos estrictamente necesarios. Debía evitarse por todos los medios, la pérdida de algún militante o colaborador. Además, tenía que preservarse la vida del famoso corredor por encima de todo. Con estas premisas, que condicionaban la forma de operar, se planificó el trabajo. Desde la llegada de Fangio, hasta el momento de la carrera, disponíamos de unas 70 horas. Dentro de ese lapso, debíamos encontrar la oportunidad para ejecutar la acción. Todo indicaba que el hotel situado en Virtudes y Galiano, en el mismo centro de la ciudad, no sería un lugar propicio. Se analizaron y descartaron diferentes variantes. Seguía en consideración el lugar más apropiado para el secuestro. Se definió que, con independencia del lugar y del momento que previamente se determinara, quedaba a discreción de quienes estuvieran a cargo, aprovechar cualquier coyuntura favorable para proceder a la captura. También quedaba claro, que debíamos apurar la hora del secuestro, ya que cuanto más cerca estuviéramos de la carrera, mayor sería el riesgo. El párrafo que sigue, fue redactado por el periodista Lisandro Otero y forma parte de un testimonio preparado por la sección de propaganda del M-26-7, a los pocos días del secuestro. Se concibió para publicarlo en la revista Bohemia, donde se preparó todo para su impresión, pero a última hora, se quebró el ánimo del director de la popular revista y ordenó su cancelación. “Por considerarlo uno de los hechos más espectaculares ocurridos en Cuba en los últimos tiempos, Bohemia da cabida a este testimonio de uno de los autores del secuestro de Fangio. Hemos recibido este documento de manera anónima y por tanto no podemos garantizar su autenticidad. No obstante, hemos corroborado cada uno de los detalles aquí expuestos con las declaraciones públicas efectuadas por los protagonistas. La coincidencia nos inclina a pensar que estamos ante un verdadero testimonio.” “Bohemia cumple, publicando esta excepcional colaboración, con el sagrado deber de mantener siempre bien informado a sus numerosos lectores. No nos anima en ello ningún otro propósito”. Pocos días después, el 15 de marzo, ocupando toda la página 5 bajo el títulode "YO SECUESTRÉ A JUAN MANUEL FANGIO" y la autoría de un miliciano del Movimiento 26 de Julio, el semanario Zig-Zag lo publicó completo, bajo la responsabilidad del periodista Juan Ramón González Regueral, con la siguiente leyenda: —Aquel joven de aspecto educado, sereno y afable no se parecía nada a la imagen que la mayoría de la gente se tiene formado de lo que es "un miliciano fidelista”. Se me acercó, con una sonrisa y me dijo: —¿Usted es periodista? —Sí... —¿De Zig-Zag? — Sí... En su rostro, siempre sonriente, adiviné que había advertido mis respuestas. Con un gesto amable me indicó una mesa en la cafetería. —¿Y si nos tomamos otro café? —Bueno, vamos. Y nos sentamos. Yo me quedé mirándolo como quien espera una explicación. —Usted no me conoce a mí, pero nosotros lo conocemos a usted. Desde hace días lo tengo perfectamente identificado. Sentí una sensación rara en la garganta. Aquello no me sonó muy bien. Y el joven de aspecto educado, sereno y afable, con su eterna sonrisa, dijo a boca de jarro. —Yo secuestré a Juan Manuel Fangio. Cuando uno está habituado, en el devenir profesional, a escuchar todo tipo de manifestaciones sorpresivas, la primera reacción es siempre de duda. —Y yo podría ser Ali Khan... si fuera capaz de probarlo. La sonrisa del joven se hizo más ancha. Sacando del bolsillo un papel lo puso sobre la mesa. —Lea esto. Era una copia fotostática de un manuscrito. Al pie se destaca la firma de Juan Manuel Fangio. —¿Le parece prueba suficiente? Me pareció que si no era el secuestrador de Fangio, por lo menos era una persona bastante allegada a él. —¿Le gustaría publicar un reportaje completo sobre el secuestro de Fangio? —Hombre... Y creo que sería periodístico... Sí, me interesaría. Entonces el joven puso sobre la mesa un sobre . —Aquí lo tiene. Abrí el sobre. Unas cuantas cuartillas pulcramente mecanografiadas, ponían ante mi vista la historia de uno de los hechos más audaces entre todas las actividades insurreccionales del momento. Allí estaba el relato de la aventura que, durante un día entero, había mantenido al mundo en tensión. —Tiene cinco minutos para leerlo. No se mueva de aquí. No trate de seguirme. Dos pares de ojos lo estarán vigilando. Y los dueños de esos dos pares de ojos tienen instrucciones concretas, por si usted tratara de defraudarnos. Buenos días. Y poniendo una peseta sobre la mesa, para pagar los dos cafés que ni siquiera habíamos tenido tiempo de ordenar, el secuestrador de Juan Manuel Fangio se levantó y salió de la cafetería Radio Centro. Cinco minutos después salía yo, rumbo a Zig-Zag llevando bajo el brazo este reportaje. Nada de lo anterior fue cierto, pura imaginación para justificar públicamente la posesión del testimonio. La verdad fue que, Regueral recibió y leyó el reportaje en su propia casa, la cual nosotros utilizábamos con frecuencia por la activa cooperación que nos proporcionaba su compañera, la conocida artista Maritza Rosales. Nos inquietaba la llegada de Fangio, ya que mientras más demoraba su arribo menos tiempo tendríamos para operar. Pudimos conocer que llegaría el viernes 21, en la mañana, por lo que disponíamos de tres días con sus noches para efectuar el secuestro. Al llegar el Campeón al aeropuerto y atravesar sus salones, dos milicianos vigilaban sus movimientos. Ya dentro del auto, no perdían de vista al que conducía a Fangio en tránsito hacia La Habana. Al mediodía de ese día, habíamos recibido el dato, de que por la noche Fangio estaría en un programa de televisión. Pensamos apresarlo a su salida de CMQ Televisión. El plan se aprobó. Se situaron tres autos en la cuadra de la calle M, donde está el edificio de la emisora y se montó una vigilancia desde el frente, en el bar Alaska. Vimos que Fangio salió acompañado de varios amigos y había demasiado público muy próximo. Rápidamente se decidió dejar todo para más adelante. Sabíamos que Fangio a continuación se dirigiría a un cóctel en el Salón Taganana del Hotel Nacional. Lo dispusimos todo para actuar. Algo sucedió que nuevamente modificó nuestros planes. Uno de los compañeros vigilaba dentro del hotel salió a informarnos que había ocurrido un incidente entre un fotógrafo y un agente del Buró de Investigaciones, que ordenó al fotógrafo que estuviese tranquilo o se retirase. La impresión que recibimos era que el lugar estaba muy vigilado. Al salir Fangio del Hotel Nacional, nuevamente aparece acompañado por un grupo de personas, por lo que se lo siguió en su recorrido por La Habana. Pensamos que iría al Cabaret Tropicana, pero no fue así. Mas tarde, ya en horas de la madrugada, recorrió a pie la pista del malecón habanero, estudiando todos sus detalles. Allí se encontraba fuertemente custodiado. Mientras Fangio se movía de un lugar a otro, utilizamos un procedimiento seguro y conocido, empleando tres autos. Uno seguía al de Fangio y los otros dos esperaban en lugares convenidos cerca de un teléfono. Cuando Fangio llegaba a un determinado lugar, quien lo había seguido telefoneaba a uno de los otros dos, el cuál lo relevaba. Y así sucesivamente. Con ese método impedíamos que se pudiese sospechar sobre el seguimiento. De a ratos, los tres autos funcionaran a la vez. Al día siguiente que era domingo, el Campeón se levantó tarde. Comió frugalmente y fue a participar en las Pruebas de Clasificación. El Malecón en la parte seleccionada para la carrera, estaba sumamente vigilado. Nos llenamos de paciencia y esperamos. Esperamos decididos a todo. Sabíamos que Fangio siempre estaría rodeado, así que empezaba a tomar cuerpo que debíamos secuestrarlo en las narices de sus acompañantes y custodios. Es que dejar pasar la noche del domingo, significaba prácticamente abandonar la tarea. Se nos informó que Fangio regresaría al hotel a descansar. Ese momento es el aprovechado por Oscar Lucero, para reunirse con Faustino Perez en el apartamento situado en L esquina 25, del doctor Ricardo de La Flor. Allí lo puso al tanto de la situación. Minutos después, también yo voy al encuentro del Jefe del Movimiento quien preocupado me comenta lo que le acababa de decirle a Lucero: “…que en última instancia debemos tomar a Fangio en el hotel Lincoln y si es necesario yo mismo asumiré el mando directo de la operación” y afirmando "o lo haces tú o lo hago yo". Era lógica su preocupación porque sabía que Lucero no era de esos que necesitaban ser empujados para actuar, así que en voz alta repetía, que se había expresado muy duro sobre lo que debía hacerse con Fangio y temía ahora por Oscar. Sobre esto, Blanca Niubó, Saríta, la esposa de Oscar Lucero, quien lo acompañara durante esta última conversación con Faustino antes de la acción, refirió más tarde que su esposo, siempre de semblante agradable y apacible, de hablar pausado y lento, con características propias de un practicante devoto de la religión bautista, reaccionó con expresión resuelta ante las palabras de su jefe, saliendo del lugar con paso decidido e insistiendo que ella no lo debía acompañar, porque debía cuidar sus tres meses de embarazo. La cuestión es que por mi parte solo me permití agregar a los comentarios de Faustino, que debíamos confiar en su temple y serenidad. Tomó entonces el teléfono para hablar con nuestra compañera Agnes y pedirle que viniera a su encuentro. Mientras esperaba, me hizo saber que el apartamento que se tenía para el alojamiento de Fangio no podía ser usado porque allí estaban atendiendo a Ramonín, que estaba en muy mal estado por las quemaduras recibidas en las pruebas del lanzallamas. Que no se disponía de otro lugar, que la casa de las "norteñas" -la de Agnes- no obstante estar algo "quemada", es decir muy utilizada y conocida por compañeros presos, que la podían mencionar si eran torturados. Mientras esperaba, comenzó también a analizar otras alternativas de acción que se utilizaría solo en el caso de que fracasara el secuestro, como era el caso de la interrupción de las transmisiones de radio y televisión, para pasar un mensaje y me orientó para su redacción. Mientras tanto, Oscar fue hasta el lugar donde se encontraba Manuel Uziel y otros compañeros escogidos para la operación, a quienes les comunicó: —Fangio comerá esta noche en el hotel, allí lo tomaremos. De inmediato fue preparada la táctica operativa que comprendía a nueve compañeros distribuidos en tres autos, incluyendo a Blanquita, la esposa de Oscar Lucero, de la que no pudo zafarse. Como estaban impacientes por saber cuándo Fangio bajaría de su habitación, uno del comando llamó a la 810. —Le hablan del periódico tal, deseamos saber si el campeón puede recibir ahora a uno de nuestros reporteros para una breve entrevista. —Lo siento, pero Fangio está por bajar a cenar. Llame mañana temprano. Respondió Giambertone. Así que nos preparamos para llevar a cabo el secuestro. Dos de los autos fueron situados por la calle San Nicolás y el tercero, con Oscar y su esposa, por Virtudes, en la misma cuadra del hotel. En cada auto se tenía una ametralladora. Todos iban armados calzados con pistolas, excepto Blanquita. Uno de los miembros del comando, Primitivo Aguilera “El Pibe”, quien conocía a varios empleados en el hotel por haber vivido allí, se ofreció para acompañar a Uziel y juntos entraron. Se dirigieron al bar Tres Monitos, próximo al vestíbulo, donde pasaron un tiempo que les pareció eterno, pero que les permitió escuchar a un hombre decirle a una señora: —Óyeme, ya Fangio está al bajar, parece que le pusieron a fulano de acompañante. Creo que va salir a distraerse un rato. Se acercaba la ocasión para actuar, pasaron de nuevo por el lobby y fueron hasta la acera, divisando a otros compañeros participantes en el operativo y casi de inmediato regresaron al vestíbulo. Los dichos de Faustino aquel día, reafirmaron a Oscar Lucero que no podía fallar en la captura de Fangio. El jefe del comando decidió entrar al vestíbulo del hotel con su esposa, que no había manera de quitarla de su lado, lo cual ayudaba en cierto sentido. Ya analizaba no esperar a que el piloto saliera para la calle como se había pensado. Tenía presente, que podían cambiar los planes e improvisar en cualquier momento, que se estimara conveniente. A las ocho y cuarenta se abrió la puerta del ascensor y apareció Fangio seguido por Giambertone. Enseguida se les acercaron su Jefe de Mecánicos Guerino Bertocchi, el Jefe del Equipo Maserati Nello Ugolini, el industrial argentino Alejandro De Tomaso y un amigo cubano Carlos González. Se hace entonces una rueda y Fangio comienza a hablar, comentando a Bertocchi los problemas de tenida de la Maserati 450S, durante las Pruebas de Clasificación de esa tarde. Aunque se le conocía por fotos, había que estar seguro de quién era Fangio, no se podía correr el riesgo de secuestrar a otra persona. Uno de los milicianos que estaba en el vestíbulo se le acercó: —¿Quién de ustedes es Fangio? —Un servidor. —Pues sepa, yo soy un gran admirador suyo y quería felicitarlo. —Gracias. La identificación estaba establecida. Del borracho que escribieron los periódicos de la época, que dio vivas a Fangio… fue totalmente fortuito y no tiene conexión alguna con el operativo nuestro. La parte más peligrosa y decisiva quedaba por hacer. Algo más de serenidad y la captura se lograría. Manuel Uziel se acercó al grupo en que charlaba Fangio y lo llamó. "¿Para qué me quiere?", dijo el campeón en un tono nada amable. —Soy del Movimiento 26 de JulioNo conozco le dijo Fangio. Entonces apareció una pistola junto a sus costillas –Usted me va a tener que acompañar- y se quedó unos segundos sorprendido. En ese momento De Tomaso movió su mano derecha en forma sospechosa y de inmediato se escuchó: —Si se mueve otra vez, disparo. Fue entonces cuando Carlos Gonzáles le dijo a Fangio que la cosa venía en serio, por lo que de inmediato dijo a Uziel: —Vamos. Uziel mantuvo encañonado a Fangio y lo condujo a la salida por la puerta de Virtudes. El resto observaba y protegía la operación con sumo cuidado y decisión. Se lo introdujo en uno de los autos. Todos los compañeros abandonaron rápidamente sus posiciones y subieron a los autos que tenían asignados. De inmediato se pusieron en marcha desplazándose por la calle Virtudes. El de Oscar, el Monje Negro acompañado por su esposa Blanquita, que era el más próximo a la puerta del hotel fue el primero en partir, aunque enseguida se le puso delante el Plymouth color verde que llevaba a Fangio y que ocupaban Primitivo Aguilera “El Pibe” al volante, Manuel Uziel y Reinaldo Rodríguez. El tercer auto era un Buick gris, con Carlos García Villarreal “Cara Pálida” al volante, Ángel Paya, Manolo Núñez y Ángel Luis Güiú “William”. Al cabo de unas pocas cuadras, el Buick se rozó con otro que salía de un estacionamiento, lo que motivó que Cara Pálida tuviera que ir a declarar a una estación de policía. Por suerte este hecho no tuvo mayor trascendencia, ya que Paya y Núñez actuaron con decisión y se llevaron las armas. Lejos estaban los transeúntes de imaginar, que en ese momento se asestaba un duro golpe a la dictadura. Un reducido grupo de jóvenes insurreccionales, ponía en ridículo al régimen y en sus propias narices, sin necesidad de disparar un tiro, secuestraban audaz y sorpresivamente al más famoso piloto del mundo. Improvisando en parte la ruta que debía seguir, Fangio fue conducido hasta la casa de Uziel, quien le presentó a su esposa y a su pequeño hijo. Detrás llegaba el cauto de Oscar, que ahora venía con Paya, Núñez y Güiú, a los que había recogido luego del percance de tránsito. Esta parada sirvió para Oscar tomara el Plymouth en el que continuará Fangio, entregando el suyo a otros del comando, que siguieron como escoltas hasta el lugar previsto. Al momento en que se ejecutaba la captura, varios compañeros nos concentrábamos en el apartamento que tenía el Movimiento en la calle 22 No. 1060, en El Vedado, originalmente seleccionada para la retención de Fangio. Ya eran pasadas las nueve de la noche, yo redactaba el texto que se me había ordenado, cuando ligeros y repetidos toques con la clave acordada se sintieron en la puerta de la calle. ¡Sorpresa! Al abrir la puerta entraron en la sala visiblemente emocionados el esperado Fangio, Oscar y Uziel. El campeón estaba en nuestro poder. A las pocas horas de su liberación Fangio escribió una nota en exclusiva para La Prensa de Buenos Aires y la United Press, donde revelaba detalles de su secuestro: “El domingo 23, luego de las pruebas de entrenamiento y clasificación, regresé al Hotel Lincoln donde me hospedaba. Subí a mi habitación a fin de bañarme y cambiarme, para después ir a comer con unos amigos. Luego bajé y entregué, quedándome al lado del mostrador de la conserjería, conversando sobre el resultado de las pruebas con Alejandro De Tomaso, Nello Ugolini, el Jefe de Mecánico Guerino Bertrocchi y mi buen amigo cubano Carlos González.(...). Me encontraba conversando cuando de pronto llegó una persona que encañonándonos a todos con una pistola automática, me dijo con voz firme y decidida: —No se muevan. Luego, dirigiéndose a mi dijo: "Fangio tiene que acompañarme". Mi primera reacción y la de todos los que allí estábamos reunidos, fue creer que se trataba de una broma, pero cuando vi su decisión y arrojo, comprendí que era algo serio y entonces le pregunté: —¿A dónde me lleva? Me contestó al punto: "Este es el Movimiento Revolucionario 26 de Julio y tiene que acompañarme. Puede usted estar seguro que no le pasará nada". Al moverse De Tomaso intentando una reacción, el asaltante respondió inmediatamente encañonando a él también, diciendo: "no se mueva nadie porque disparo". Y dirigiéndose a mi me dijo: "Por favor, Fangio, no me obligue a disparar y camine conmigo". Caminamos hacia el exterior del hotel y al doblar la calle me esperaba un automóvil, que abordamos inmediatamente. Después pude comprobar que eran tres los automóviles que participaron en la operación. El auto en el que me llevaban, se movía a poca velocidad por las calles habaneras para no llamar la atención. La persona que viajaba conmigo desde que monté en el automóvil, me pedía disculpas por el hecho que estaba ocurriendo, agregando que la única intención con este secuestro, era boicotear el Segundo Gran Premio de Cuba. Fui llevado previamente a una casa de familia y más tarde me mudaron a otras dos residencias. Una señora de la casa me preparó algo de comer. En todo momento disfruté de las comodidades que puede ofrecer un hotel. También pude ver y escuchar la televisión y la radio. En este último tuve la oportunidad de oír las palabras del Embajador Lynch, en las que decía que estaba seguro de que los secuestradores respetarían mi persona, en nombre del deporte mundial. Estas palabras me emocionaron profundamente, así como también a mis secuestradores, que me pedían constantemente disculpas por lo ocurrido (...) Habiendo prometido mis secuestradores liberarme después de la carrera, pedí a los dirigentes del Movimiento Revolucionario que estaban conmigo que me entregaran a la Embajada Argentina. Mi petición fue cumplida y mediante una llamada telefónica al Embajador Lynch, le comunicaron que me entregarían a dos cuadras de su residencia. El encuentro se hizo felizmente, entregándome los revolucionarios una carta para el señor Embajador y para el gobierno argentino, pidiendo disculpas por haber utilizado mi persona para fines políticos cubanos. Quiero agradecer a todos los que en una forma u otra se han interesado por mi persona, mediante telegramas y otros medios de comunicación y sobre todo a la juventud cubana y mundial, que se hizo eco desde el primer momento del acontecimiento ocurrido, demostrándome un cariño, que nunca pensé merecer y que recordaré para siempre”. Una vez que Fangio apareció en la casa de la calle 22, se apoderó de mí un gran entusiasmo. Traté de seguir redactando el mensaje que se pasaría durante la transmisión de las carreras y no fue posible. Me dije satisfecho y para qué hacerlo si ya no hace falta. De inmediato se informó por teléfono a Faustino, quien preguntaba una y otra vez: — "ya se pudo hacer la cosa? -¿Están seguros de que es él? ¿De que se trata de la misma persona?, ¿No le pasó nada a nadie...? -Enseguida salgo para allá". “Habla el 26 de Julio. Fangio está en nuestro poder, no competirá mañana”. Este fue el mensaje que transmitimos inmediatamente después de la captura del famoso piloto, a Radio Reloj, CMQ, los diarios El Crisol y Alerta que salían los lunes por la mañana, y a otros órganos informativos. Más de un alto jerarca del gobierno se enteró de la desaparición de Fangio, por medio de la prensa. Para nosotros quedaba ahora la difícil misión de no ser sorprendidos con Fangio y devolverlo sin ningún contratiempo, a su vida normal. Se habló telefónicamente con la Embajada Argentina, ofreciendo seguridad sobre la vida del Campeón y solicitando que lo informaran a su familia. También tratamos de establecer comunicación con Giambertone, el apoderado de Fangio, pero no lo logramos hasta el otro día. Cuando Faustino Pérez, minutos más tarde, llegó hasta nosotros y estrechó la mano de Fangio, presentándole disculpas por lo sucedido y diciéndole, que Cuba no estaba para fiestas, que más adelante le explicaría; todavía la emoción dominaba el ambiente, en nosotros, por la alegría de tener a Fangio, por haber burlado al tirano, por la demostración de fuerza que habíamos hecho y por lo que ello significaba para la lucha. En Fangio, por la aventura que estaba viviendo y haber recibido el impacto de contemplar en ese mismo apartamento, postrado en una cama, al compañero Juan Ramón García “Ramonín”, joven ingeniero que había recibido graves quemaduras en todo el cuerpo, como resultado de la prueba infructuosa del lanzallamas que habían confeccionado él y su compañero, el también ingeniero Federico Bell-Lloch. En esta prueba había perdido la vida un joven de apenas 20 años, el compañero Antonio Samitier. Ramonín dijo: —Campeón, está en buenas manos..., no debe preocuparse ni tener miedo. Nada le va a pasar. Y Fangio musitó: —¡Cuánto sacrificio muchachos..., cuánto sacrificio! El corredor en aquellos instantes parecía sereno y con dominio de sí. Tuvo el gesto de sacar una cajetilla de cigarros y ofrecerle a los presentes. Pasaría una media hora, cuando la susurrante y emotiva conversación del grupo se interrumpió al decir Faustino: —Hay que irse de aquí. Sólo se quedan las Compañeras que están cuidando a Ramonín y le indicó a Oscar Lucero, casi al oído, la máquina que debía utilizarse, quienes lo acompañarían y hacia dónde se llevaría al corredor. A partir de aquí, lo trasladaría Ángel Fernández Vila (Horacio), del frente de Propaganda, en el automóvil que utilizaba, acompañado de Oscar Lucero, Manuel Uziel y por mí. Salimos y al considerar Fangio que viajábamos a más velocidad de la aconsejable, le dijo al chofer: —"…métale despacio y verá que todo sale bien". Y agregó: "Ahora deben tener loca a toda esa gente detrás de mí". Esta vez iba para el lugar en el que se quedaría todo el tiempo que permanecería con nosotros. A casa de las "norteñas", como le decíamos quienes la utilizábamos. Era el hogar revolucionario de Silvina Moran, viuda de Afón, quien vivía con sus hijas Agnes y Aymeé Afón Moran, en Norte No. 42, Nuevo Vedado. Esta casa se encontraba en un barrio de clase media situada en una calle en forma de herradura, era de dos plantas, con las habitaciones en la parte alta. Tenía garaje y las comodidades necesarias para la atención que se quería ofrecer. A unas cuantas casas cerca de allí, en la misma cuadra, vivía una bailarina de “Tropicana” que le decían la Manboleta, que era amante del político y gobernante batistiano Rafael Díaz Balart. Esto motivaba que a cada rato se estacionaran, casi al frente, automóviles de los cuerpos represivos y se dio el caso en una ocasión de que al salir de la casa Haydeé Santamaría Cuadrado (Yeyé), y Armando Hart Dávalos, éste distraído se encaminó a uno de esos automóviles y solo la reacción rápida de Haydeé pudo evitar que se subiera. —Oye, fíjate, por ahí no es, la máquina nuestra es aquella. Al informarle Agnes a la mamá, que Fangio sería llevado para la casa, ella se disgustó y protestó, alegando no estar de acuerdo, ya que un secuestro era un delito común y le recordaba a Agnes, lo que había pasado cuando el secuestro del hijo de Lindbergh, el aviador. Que eso era algo muy serio; mucho más que un delito político. Pero rápidamente se dejó convencer, ayudado por el hecho de la pronta aparición de Fangio, quien fue recibido con las mayores atenciones posibles. Más de una vez, Fangio se refirió a la buena anfitriona que resultó la señora de la casa, la que contribuyó significativamente a su mejor comprensión del trance por el que se le hizo pasar. Instalado ya el Campeón como "huésped" nuestro, nos reunimos allí más compañeros de lo aconsejable. Faustino, con palabras firmes, expresó: —Debemos designar a los compañeros que harán guardia esta noche y mañana. Los demás deben irse a descansar. Debemos dejar que Fangio cene, pues nos lo llevamos sin que pudiera hacerlo. Ya Silvina le estaba preparando la comida. Fangio no quiso acostarse después de comer, aunque sabía que la habitación estaba lista. Explicó que no era saludable. Prefirió conversar un rato. Habló de su visita a Cuba el año anterior. Recordó que en esa oportunidad había presenciado la pelea de los boxeadores Pupy García y Ciro Morasen, que terminó a sillazos y tiros. Se mostraba tranquilo y quizás sorprendido del trato que se le ofrecía. Era un ambiente apacible no exento de cierta tensión, que todos nos empeñábamos en disimular. Sentíamos orgullo por lo realizado y a todos se nos notaba en mayor o menor grado, aunque no dejábamos de pensar en la responsabilidad que teníamos entre las manos. El nos observaba y analizaba,…más bien nos escudriñaba. Algunos de nosotros hacíamos exactamente lo mismo con respecto a él. Quiso conocer de nuestras vidas personales. Le llamó la atención nuestra disposición resuelta para la lucha y el interés por los estudios que se habían interrumpido para muchos, por haberse cerrado la universidad. En un instante, miró a Oscar y Uziel y dijo: —Feliciten a estos muchachos que lo hicieron muy bien y a todos los demás, ya que cada uno supo cumplir su cometido. Se interesó por ellos dos, le comentaron que ambos eran estudiantes universitarios y que entre otros lugares, habían trabajado en una agencia de publicidad realizando encuestas. Que ahora los dos se desenvolvían en la clandestinidad. Faustino, en forma discreta, habló con diferentes compañeros, instruyendo a los designados para hacer las guardias y señaló a los que debían retirarse. Informó a Fangio que ya el año anterior (1957), se había pensado ejecutar la retención patriótica y le aconsejó no dejarse llevar por el entusiasmo del grupo y que se acostara y descansara, ya que al otro día tendría la oportunidad de conversar bastante. Se escuchó el timbre de la puerta y todos nos pusimos alerta. Aymeé, que observaba hacía afuera, nos tranquilizó informándonos que era Emmita, quien venía a recoger a Faustino, al que frecuentemente trasladaba en su automóvil hacia diferentes lugares. Sorpresivamente venía en compañía de su madre, la periodista Emma Pérez, quien sostuvo un corto diálogo con el "huésped especial". Nuestro Jefe, después de asegurarse que solo quedaran en la casa los designados, cambió breves palabras con Fangio y se despidió, estrechándole la mano en forma afectuosa y expresándole la admiración que los cubanos sentían por su historia deportiva. . Decidí quedarme a escuchar y observar la personalidad del piloto argentino, quien continuaba en su cordial y pausado dialogo. Expresó su sorpresa por nuestra juventud y se interesó por las edades de las muchachas. Agnes, de solo 17 años y Aymée de 21. Supo que la más joven había terminado el bachillerato y Aymée realizaba estudios de Arquitectura al cerrarse la Universidad. Nos dijo que quería mucho a sus padres, quienes habían trabajado toda la vida y ya se estaban ancianos. Bromeó, diciendo que si su mujer hubiese estado en La Habana, seguro ya lo hubiera encontrado. La diligente y afectuosa Silvina, que se movía de un lado para otro y se mantenía algo alejada, pero atenta a todo, fue introducida en la conversación y entonces conocimos que su esposo había sido empleado con buen salario en la norteamericana Compañía de Electricidad. Que participó en actividades sindicales y estuvo cinco años separado de su cargo, aunque recibió una compensación salarial gracias a la lucha de los obreros y había fallecido a consecuencia de un accidente de auto. Fangio se acostó pasada la una de la madrugada. Uno de los compañeros de guardia permaneció armado de una pistola, junto a la puerta de su habitación. Otro con ametralladora se sentó en la sala, próximo a la puerta de la calle. Salí de la casa y comencé a caminar por las desoladas calles y decidí pasar lo que quedaba de la madrugada, en un lugar diferente al que venía utilizando en esos días. Se me agolparon varios pensamientos, todos referentes a las tareas que me esperaban al amanecer y en especial las gestiones que debía realizar para lograr la devolución de Fangio, misión con la que se me había responsabilizado. Llegué a la casa de quien había sido mi condiscípulo y actual compañero de militancia revolucionaria: Eduardo González Surribas. El vivía con su madre, su esposa y una pequeña hija, en Buenavista, Marianao. Su incorporación entre nosotros había resultado de suma utilidad. Traté de llegar sereno y despejado y fui algo expresivo, sin reflejar nada que pudiera inquietar. La vivienda de mi amigo era pequeña y estaba en bajos, a nivel de la calle, desde donde se escuchaba claramente lo que pasaba afuera en el frente, particularmente, desde la diminuta sala en donde se me había puesto un catre. No resultaba fácil conciliar el sueño, eran muchos los pensamientos que acudían a mi mente y me esforzaba por ordenar las ideas respecto a las actividades que tenía por delante. Recordé que no podía dejar de llamar antes de las doce del día a Ricardo Celeiro, en cuyo hogar me estaban dando alojamiento, para que no se preocupara por no haber dormido la noche anterior en su casa, y así cumplimentar lo que habíamos acordado ante casos similares. Celeiro también era mi compañero desde las aulas en Ceiba del Agua. Trabajaba como ingeniero en la Compañía de Electricidad, el pulpo eléctrico, desde donde nos prestaba valiosos servicios, además de otras tareas realmente efectivas, incluyendo la entrega de sus ahorros sacados del banco. Los pensamientos me trajeron a la mente la época de estudiante, cuando formaba parte de los equipos de baloncesto y de pelota, de los amigos de esa etapa que ahora luchábamos juntos en las filas del 26 y relacioné esos recuerdos lejanos con otros más recientes de los días en que trabajaba en la publicitaria que hacía los anuncios de la cerveza Hatuey y pensé en el sabotaje hecho por José Díaz Rodríguez “Pepe”, mecánico tornero en la cervecería del Cotorro, cuando el desembarco del Granma, que paralizó totalmente la fábrica. Pepe tuvo el coraje y la decisión de poner su nombre y responsabilizarse personal y públicamente con el sabotaje, logrando así que no se involucrara a los compañeros que estaban conspirando. Además de ese gesto tuvo la entereza de rechazar la oferta de Pepín Bosch (devenido en consagrado contrarrevolucionario), el presidente de la Compañía propietaria de la cervecería, de llevarlo en su propio yate para México, donde le daría trabajo y protección ante una muerte segura, en cierne de quedarse en Cuba. Pepe prosiguió en la clandestinidad y permaneció parte del año de 1958 en la Sierra Maestra, hasta la terminación de la guerra. Pero había una idea fija que no se me apartaba: la devolución de Fangio. ¿De quiénes me valdría para cumplir la misión? ¿Sería posible hacerlo por medio de la Embajada argentina? Hasta que finalmente quedé totalmente dormido. Después de un profundo y reparador sueño, pasadas las siete de la mañana, me despertó el vozarrón de un vendedor de periódicos que pregonaba: —SENSACIONAL... el secuestro de Fangio, el campeón de automovilismo. Vaya... vea cómo se lo llevaron; lo sacaron del hotel Lincoln. Entérese, secuestrado Fangio. SENSACIONAL... También la familia de la casa se despertó y un solo y animado comentario se apoderó de todos: el secuestro de Fangio. Mi expresión reflejaba tanta sorpresa como la de los demás. Permanecí en aquel familiar hogar hasta un rato después de desayunar y salí a emprender las tareas del día ya con las ideas bastante más claras sobre lo que debía hacer. El lunes festivo de aquella inolvidable mañana del 24 de Febrero, cuando llegué después de las diez a la provisional y obligada residencia del primer volante del mundo, Faustino, satisfecho, mostraba los periódicos con sus titulares de primera plana. La información sobre el secuestro era el centro de las noticias. Comentamos lo dicho por los diferentes medios de comunicación y por los cables internacionales, lo que pensábamos realizar ese día con periodistas cubanos y extranjeros y sobre todo, analizamos la manera de hacer la devolución de Fangio, que la queríamos por medio de la representación diplomática argentina y sobre la hora de finalizada la carrera, pues debía quedar bien claro que el propósito de la retención, era solo impedir su participación en la competencia y lograr la atención de la opinión pública. Las otras opciones pensadas para la devolución, en el caso de que no se pudiera realizar por intermedio de la Embajada Argentina, era entregarlo al padre Alfredo Oslé, orientador de la Juventud Obrera Católica, quien se había distinguido por actitudes positivas a favor del Proceso. Igualmente consideramos la alternativa de ponerlo en manos de Miguel A. Quevedo, director de la revista Bohemia, ambos ignoraban lo que nos proponíamos, pero debíamos agotar todos los medios para que fuera directamente con la representación diplomática del gobierno argentino. A esos efectos Faustino precisó algunos detalles al plan que le expuse para cumplimentar el objetivo, que tenía como gestión inicial la de valerme del periodista y miembro de la Resistencia Cívica Carlos Lechuga, quien colaboraba con nuestra sección de propaganda. Posteriormente, el propio Fangio sugirió ser devuelto a la Embajada Argentina. Fangio se levantó a las nueve y media de la mañana. Apenas se sintió movimiento en su cuarto entró un miliciano y le preguntó si quería el desayuno en el cuarto. Se sonrió satisfecho y contestó rápido: —Como no! y en unos minutos ya disponía del contenido de una bandeja que Agnes le puso delante. Luego se baño y afeitó. Se vistió de camisa y corbata. Fue informado de la repercusión originada por su retención y cuando leía los periódicos con la noticia del secuestro precedido con grandes titulares en las primeras páginas manifestó: "¡Se ve que ustedes están organizados y saben lo que quieren!" Mientras Fangio desayunaba intercambiamos criterios sobre las conversaciones a sostener con él. Se le mostrarían los periódicos del día y algunas revistas, conversaríamos un rato, también debían hacerlo Agnes y Aymeé, pero fundamentalmente sería una tarea de Faustino y de Marcelo Salado, quien había llegado para reforzar la protección de la casa y permanecer allí el resto del tiempo. Marcelo poseía una marcada inclinación para la acción y un pensamiento político de largo alcance. Teníamos que procurar una relación de amistad con Fangio, o al menos neutralizarlo en su posición política, que no conocíamos. Ese día, Juana, la señora que llevaba años trabajando con la familia, se presentó con su pequeño nieto que no tenía clases, creándose una situación delicada, ya que debía evitarse que el niño conociera la presencia del "huésped". Aunque Juana, quien se encontraba bastante afectada y temerosa desde que había perdido a su hijo, asesinado entre los expedicionarios del Corinthia, sí supo del extraño visitante, que constituía el centro de las atenciones por parte de todos. Como era 24 de Febrero, se le habló a Fangio de la significación de la fecha. Luego le trazamos un panorama general de la historia cubana, incluyendo la lucha contra Machado, de la generación del 30 y los cuartelazos de Batista. Se trató de ser lo más objetivo posible. Le explicamos la génesis y el por qué de nuestra lucha y aunque Fangio declaró después, que no entendió lo que le hablamos de política, tuve la impresión que comprendió demasiado bien todo lo que le explicamos y sus manifestaciones posteriores, en estos años de Revolución, así lo confirman. Le conmovió, particularmente, cuando le narraron los episodios del Moncada, el ataque al Palacio Presidencial, el Goicuría, el Corínthia y lo del 5 de septiembre en Cienfuegos. Se le habló de la expedición del Granma y de la lucha victoriosa del Ejército Rebelde. Le informamos lo que el Movimiento pretendía para Cuba cuando nuestra patria fuese liberada. Esa mañana del 24 de Febrero, yo tenía una reunión con todos los responsables provinciales de propaganda del 26, sobre el periódico clandestino Revolución, órgano cuya edición estaba bajo la responsabilidad de la Sección de Propaganda de La Habana. Lo anterior motivó que el interés de reunir a varios representantes de la prensa con Fangio y Faustino para que conversaran, sacar fotos y películas, no pudiera realizarse a la hora planificada y se pensara hacerlo más adelante en el curso del día. Se había coordinado con Carlos Castañeda, periodista de Bohemia, el norteamericano Jay Mallín de la revista Time y los corresponsales de la AP y la UPI. Lisandro Otero era el encargado de estas gestiones. También teníamos localizado a Joaquín Ruiz, camarógrafo de la agencia publicitaria OTPLA. Posteriormente, ante el éxito que se venía logrando con la operación y dadas las circunstancias en que se desenvolvían los acontecimientos, se decidió no correr mayores riesgos y suspender definitivamente el encuentro con la prensa. A los pocos días supimos que en Bohemia se había recibido un cable de la revista París Match, solicitando fotos de Fangio en el lugar del secuestro. Ofrecían pagar lo que fuese. Al llegar la hora del almuerzo, Fangio fue acompañado por Faustino, Oscar -quien acababa de llegar después de cumplir otras de sus responsabilidades- Marcelo, Uziel y yo. La comida se veía muy apetitosa. Nos sirvieron arroz con pollo, ensalada de espárragos, tomate y lechuga, plátanos fritos —a los que Fangio decía bananas— y yuca con mojo. Además, había dos postres: melocotón en almíbar y guayaba con queso. El Campeón prefirió los melocotones, a los que llamó duraznos y comió hasta reventar, según confesó. Apenas terminamos de comer, yo salí a proseguir con la misión que me habían dado. Fangio no quiso ver, ni oír la carrera. Alegó que era un sentimental y no podía escuchar el rugir de los motores sin estar compitiendo. Aunque escuchó el principio por radio y le causó gracia el anuncio, de que él había aparecido en Luyanó. Se sentó en la terraza y se puso a escuchar música instrumental y discos de Katyna Rainieri. En el curso de las conversaciones se le habló de la campaña del "Salario de la Libertad" y se le mostraron los bonos, por los cuales se interesó y quiso comprar uno, lo que no se le aceptó. Se le regaló un bono de cada denominación y los recibió con satisfacción. Al conocerse el deplorable accidente ocurrido en las carreras, se le comunicó de inmediato. Se sentó enseguida junto a la radio muy interesado. Murmuraba a ratos: — ¡Qué desgracia... qué desgracia! Fangio se encontraba seriamente afectado por lo sucedido. Este accidente originó 6 muertos y más de 20 heridos. La carrera se suspendió y se proclamó ganador al que en ese momento se encontraba al frente, el inglés Stirling Moss. En el pueblo había una especie de regocijo, por la evidente impotencia de la tiranía, a la vez que se apreciaba un aspecto de ciudad luctuosa y solitaria. Los carros de la Policía daban vueltas por todas partes en constantes recorridos para localizar el paradero del popular corredor en cautiverio. Más de una vez se escuchó la noticia de que el Campeón había aparecido en determinada esquina hacia donde se movilizaban los curiosos y la Policía, cada vez más irritada por el ridículo que estaba haciendo Todo eso justificaba la decisión de haber suspendido la reunión con la prensa. Por la noche, en un fragmento noticioso por televisión. Fangio observo algunas vistas del dramático y doloroso accidente. Por vez primera se le vio nervioso. Indagó por las gestiones, para entregarlo a la Embajada argentina. Supo que su apoderado Giambertone había hecho una apelación por radio y televisión en nombre de sus ancianos padres y de los 20 millones de ciudadanos argentinos. A esa hora ya conocía que durante el día, se había establecido comunicación telefónica con Giambertone, para informarle que el Campeón se encontraba bien y sería entregado después de las carreras. Escuchó el mensaje de su embajador, quien manifestó confiar en su segundad y devolución. De Argentina, según decía un cable, se hizo otra apelación. También Alejandro De Tomaso, en nombre de la escudería de ese país, apeló a los secuestradores. Algunos de estos llamados se dirigían directamente a Fidel Castro. Ya habían comenzado a llegar a La Habana enviados especiales de la prensa extranjera. Las agencias noticiosas seguían manteniendo el secuestro del famoso corredor como una de las primeras noticias del momento. No se podía perder tiempo, lo que procedía era apresurar las gestiones para devolver a Fangio. En un apartamento situado en la calle N entre Jovellar y San Lázaro, me ví por segunda vez con Lechuga y supe que la doctora Ada Koun, esposa de Raúl Roa, nuestro Canciller de la Dignidad en la Cuba revolucionaria, se había ofrecido para hablar con el señor Ricardo Cueto, diplomático argentino a quien conocía y que vivía en la misma cuadra de su hermana Marta Kourí (Beba). Ada le explicó al señor Cueto, que la vida de Fangio corría peligro, ya que la Policía podía encontrarse con los jóvenes que lo tenían y asesinarlo para culpar al 26 de Julio. Por lo que era necesario proteger la vida de Fangio y la única garantía era que lo recibiera la representación diplomática de la Embajada argentina. Después de las conversaciones en la casa de Beba Koun, en cuyo edificio también vivía otro funcionario argentino, se recibió la respuesta del embajador. La información que exponía Lechuga fue interrumpida con las llamadas que me hacía Susana, una de las muchachas de la casa: Fernando...Fernando –nombre con el cual me daba a conocermira lo que están pasando por televisión. Todos nos pusimos frente al televisor. En CMQ televisión, el animador Cepero Brito, interrumpiendo el programa ofrecía una explicación para dar el paso a la sentida desesperada apelación de Giambertone, que expresaba: Me dirijo al jefe del Movimiento 26 de Julio para pedirle, en nombre del deporte y de todos los amigos de Juan Manuel Fangio, que nos dé noticias de nuestro querido Campeón y precisiones claras de donde y cómo podemos ponernos en contacto. Pensamos que todos los motivos que los ha llevado al secuestro, están relacionados con el Segundo Gran Premio de Cuba y habiendo terminado la competición, creo que esos motivos ya no existen. En esos momentos Giambertone sí tenía noticias nuestras sobre Fangio, lo que ignoraba, eran las gestiones que se venían efectuando entre la Embajada y nosotros. Continuaba A las ocho de la mañana, a las dos de la tarde y a las siete de la noche, la compañera de Juan Manuel Fangio llorando al teléfono, me ha pedido que le avisara a Buenos Aires alguna nueva sobre Juan Manuel… Yo invito y digo una vez más con gran sentimiento al Jefe del Movimiento 26 de Julio, nombre utilizado por el raptor para presentarse, que dé noticias a la madre y al padre de Fangio, que tiene más de 80 años y a su mujer. La apelación concluía: En nombre del sentimiento humano, que no está limitado por ninguna frontera, estoy seguro que el Jefe del Movimiento 26 de Julio responderá a este sentido llamamiento. La súplica se repetía varias veces, también se escuchaba por la radio. La preocupación y expresiones de amigos y compañeros del Campeón subían de tono, era la noche del lunes 24. Los familiares en la Argentina se consumían en la espera. Las agencias noticiosas transmitían la angustia de su esposa en la capital gaucha, y de sus padres Herminia y Loreto, vecinos del pueblo de Balcarce en la Provincia de Buenos Aires. Todo eso nos inquietaba y procurábamos apurar los trámites. Otra de las muchachas de la casa, Doctora en Farmacia, comentó que sería bueno que cada uno se tomara un calmante para mantenernos serenos. Lechuga y yo nos miramos renuentes a aceptar la propuesta. En definitiva nadie tomó nada. Escuché con oculta impaciencia lo que Lechuga decía: - Estimo que todo está listo. Se han efectuado las coordinaciones necesarias y el Embajador Argentino ha seleccionado el lugar y la manera de recibir a Fangio. Se decidió que el periodista mexicano Manuel Camín, quien había venido para subir a Sierra Maestra y entrevistar al Jefe de la Revolución, se viera con Fangio en el propio lugar de la retención. Resultó ser en definitiva, el único representante de la prensa que tuvo la oportunidad. Artículos suyos sobre las conversaciones con Fangio, salieron en Ultimas Noticias y Excelsior de México. Ya hacía bastante rato que había terminado la competencia. Era una noche acompañada por la débil influencia de un “norte” retrasado. La Habana parecía ensombrecida a pesar de los profusos anuncios lumínicos de aquella sociedad de consumo, desempleo y corrupción. La mayor parte de la población permanecía en sus casas. La gente temía transitar y toparse con algunas decenas de perseguidoras y autos camuflados, algunos con patente de La Florida, que iban de un lado a otro, sin fumbo fijo, pero que en cualquier momento podían detenerse y cargar con el primero que les viniera en ganas. El lugar propuesto por la representación diplomática argentina para recibir a Fangio, era un apartamento situado en la calle 12 N° 20 – piso 11 entre 1era. y 3ra. en El Vedado, domicilio de Mario Zaballe, Agregado Militar de la Embajada, quien se encontraba de viaje. Hoy, ese edificio es albergue de estudiantes universitarios cubanos y extranjeros. Ese sitio tenía la ventaja de la cercanía, pero el inconveniente de tratarse de un edificio donde era preciso permanecer a la vista de la calle para tocar el timbre correspondiente al apartamento en cuestión, desde donde se operaba la combinación para abrir la puesta que permitía llegar al elevador. Aceptamos el lugar, pero insistimos se agotara la posibilidad de encontrar otro, aunque no podía esperarse mucho. Tuvimos que conformarnos con ese. Nuevamente nos comunicamos con Faustino, por el teléfono de la casa de Jorge Aldereguía combatiente también de la lucha clandestina, quien vivía prácticamente al lado de la casa de las "norteñas", cuyo teléfono estaba interrumpido. Se me apremiaba para definir la forma de la entrega y regresar a informar. Cuando llegué el ambiente era tenso, ya Fangio no conservaba el mismo aplomo de que había hecho gala. Era alrededor de las 11 de la noche. En un aparte informo a Faustino, quien solo manifestó: - Bueno vamos, tú mismo Arnol, eres el responsable de la entrega. No tengo que decirte más nada. Váyanse en el automóvil de Emmita y que Flavia (Berta Fernández Cuervo) los acompañe. Tú, Piniella, maneja con cuidado y sigue las indicaciones de Arnol. Tratamos de cambiar un poco la apariencia de Fangio y pensamos ponerle un sombrero que resultó pequeño. Solo se le agregaron unos anteojos a su indumentaria habitual. Salimos de la calle Norte, fuimos hasta 26 y bajamos a 17 buscando 12. Al llegar a 12 y Línea, el semáforo nos detuvo, casi al lado de un carro de la Policía. Aunque todos quisimos aparentar serenidad, nos sentíamos tensos y deseosos de llegar. Las pocas palabras pronunciadas por nosotros servían más que para comunicarnos alguna idea, como ruido ambiental para hacernos compañía y animarnos. Fangio se mantenía silencioso y concentrado. , Al pasar por el Vedado Tenis Club, hoy Círculo Juvenil José Antonio Echeverría, indiqué noestacionar hasta pasar frente a la entrada del edificio al cual nos dirigíamos y observar hacia dentro. Nos pareció libre de sospechas. Entonces, tras una pequeña marcha atrás, estacionamos. Todos abandonamos el auto en sepulcral silencio, miré hacia ambos lados de la calle que se veía despejada, aunque me daba la sensación de algo misteriosa. Después de tocar el timbre, nos abrieron la puerta, esperamos por el elevador y una vez en él, marcamos el piso 11. Llegábamos al apartamento indicado y la puerta se entreabrió. Nos encontramos con tres señores de semblantes muy serios. De inmediato Fangio, cambiando la expresión del rostro y casi sonriendo, rompió el hielo al decir: "Estos son mis amables secuestradores, mis amigos secuestradores". Cumplida esa presentación, por nuestra parte pedimos excusas por la acción que terminaba y manifestamos que Fangio tenía una comunicación d Momentos después de la liberación el Movimiento 26 de Julio para el Embajador, los padres y el pueblo argentino. Como final dije:—Recuerde Fangio, usted será invitado de honor cuando triunfe la Revolución. Aunque fue muy breve la conversación que sostuvimos durante la entrega, nos parecieron momentos interminables. De nuevo en el auto, comentamos que ya podía pasar cualquier cosa. La Operación Fangio había concluido exitosamente y restaba solo regresar para informar. La devolución se había llevado a cabo por parte de una representación del Movimiento en Revolución, ante la representación oficial del Estado argentino. El gobierno usurpador no contaba para nada. Ese mismo lunes 24 de febrero, en el otro extremo de la Isla, en lo más intrincado de las montañas orientales, surcaban el aire por primera vez las ondas de Radio Rebelde para convertirse en el más formidable instrumento de propaganda de la Revolución. Y al segundo día de transmisión, se comentó la retención de Fangio y se hizo referencia a sus correctas declaraciones, después de liberado. Durante algunos días se mantuvieron presentes en los cables y en la prensa nacional e internacional los nombres de Fangio y de Cuba. La referencia en las revistas duró más tiempo. Al triunfar la Revolución y celebrarse el primer 26 de Julio victorioso, cuando la histórica concentración de campesinos en nuestra capital, la palabra empeñada fue cumplida. Fangio fue invitado, pero se encontraba en Italia por asuntos de trabajo. Regresó a Cuba años más tarde y mantuvo relaciones con sus captores hasta su fallecimiento en 1995.