Enemigos de la democracia y la civilidad

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Enemigos de la
democracia y la civilidad
Primera Olimpiada Nacional de Filosofía “José
Vasconcelos”
Martínez Lu Sergio Paul
Desde sus inicios el hombre se ha organizado en comunidades para poder
lograr en conjunto mucho más que lo que podría individualmente. A lo largo de la
historia hemos pasado por una serie de sistemas gubernamentales; hoy en día, en
México estamos organizados mediante un sistema democrático, pero como todo
sistema, dista mucho de ser perfecto. En el México actual se pueden detectar
diversas limitantes para nuestro sistema democrático, pero la falta de civilidad en
la población es uno de sus enemigos más presentes. Por lo tanto, a lo largo de
este ensayo este enemigo será explorado en dos áreas de la ciudadanía: la
participación negativa de cada individuo, así como la falta de participación.
Según Karl Popper, la diferencia entre una democracia y una tiranía es que
en la primera no se requiere derramar sangre para cambiar un gobierno. Es decir,
el componente vital de una democracia es la ciudadanía, ya que ésta tiene el
poder de decisión. Para hablar de una verdadera democracia, es necesario
comprender que cada uno de sus componentes es distinto, y que cada individuo
tendrá una relación distinta con el Estado. En general, el peso de la ciudadanía
sobre el desarrollo de una democracia es inmenso, ya que su desarrollo determina
el camino que el país tomará.
Para hablar de la civilidad como rasgo de un individuo, es necesario
establecer el significado de civilidad. Ciertamente, resulta incluso dogmático hablar
de la civilidad como una obediencia al Estado, puesto que la democracia en
ningún momento implica el sometimiento de la voluntad individual. Sin embargo, sí
implica el sacrificio en pro de la sociedad de ciertas comodidades. Esto puede
sonar como una idea que permite el autoritarismo, pero se trata de justo lo
contrario. La cesión de ciertas comodidades no se trata de permitir que un Estado,
o un sector de la sociedad limite al individuo de actuar libremente en su vida
cotidiana, sino que denota una cualidad donde el mismo individuo decide
obedecer las normas de convivencia de una comunidad, sin buscar imponer sus
propios intereses. Así, la civilidad en el ciudadano denota el sentido político del
sujeto.
Algunos podrían decir que el individuo que busca promover intereses
contrarios a los que la comunidad tiene establecidos es un enemigo de la
democracia y la civilidad. Y es un pensamiento válido, pero solo cuando los
intereses que se promueven son de índole personal, es decir, cuando el
ciudadano carece de civilidad. Es importante tomar en cuenta que las necesidades
de una comunidad van cambiando a lo largo del tiempo, pero que el Estado en el
que nos basamos para regir nuestra convivencia tiene estructuras estáticas. Por
esta razón, el conflicto de una democracia es incluso necesario, y el sujeto que
busca promover un cambio de acuerdo a las necesidades de una parte de la
población, merece tener voz dentro del proceso democrático, puesto que tiene un
gran sentido de la civilidad.
El Estado es otro de los componentes de la democracia. Si bien es una
expresión de la voluntad del pueblo, ésta expresión significa un ideal. El Estado
real no representa con absoluta fidelidad la voz del pueblo, sino que termina
siendo un indicador de la participación de la misma. Por lo tanto, no se puede
hablar del Estado como enemigo de la democracia, sino que simplemente
representa una consecuencia de las acciones del ciudadano. En una sociedad
políticamente consciente, esto permite la diversidad de voces, y la toma de
decisiones más concretas. Desafortunadamente, esto también presenta un ideal, y
en un Estado real los intereses de parte de la población terminan no siendo
representados. Así, el silencio es el segundo enemigo de la democracia y la
civilidad.
Algunos podrían decir que en un Estado real hay partes de la población que
no pueden hacer valer su voz, y queda más allá de su poder. En realidad, esto
señala una problemática más seria: los instrumentos de expresión en un Estado
fallido son ineficaces. Por una parte, sí se puede decir que los mismos medios de
comunicación con el Estado presentan defectos más allá del ciudadano. Por la
otra parte, algunas veces los instrumentos de expresión simplemente no son
utilizados. En el modelo democrático actual de la nación, los diversos cargos
gubernamentales tienen el propósito de hacer escuchar la voz del sector de la
comunidad que representan. Sin embargo, la población puede llega a estar
tentada a visualizar a estos representantes como héroes. Si gran parte de la
ciudadanía no participa activamente en las decisiones que sean tomadas en la
comunidad, la eficacia que tenga el Estado para representar las necesidades de la
población será muy baja. Así, una de las comodidades que cada individuo debe
sacrificar es la del silencio. Un ciudadano que no expresa su opinión carece de
civilidad, y termina siendo un enemigo tanto de ésta como de la misma
democracia.
Para poder hablar de los enemigos de la democracia y la civilidad, resulta
imprescindible mencionar a los sujetos involucrados con ambos procesos: la
población en sí, ya sea como ciudadanos o como el mismo Estado. Es decir,
cuando se habla de enemigos, no se busca culpar a individuos, sino encontrar las
actitudes que impiden el desarrollo fructífero de un sistema democrático y un
sentido de civilidad en cada persona. Por lo tanto, hablar de enemigos de la
civilidad y de la democracia no significa hablar de obstáculos que deban ser
erradicados, sino señalar actitudes que, si son cambiadas, garantizarán la
formación de una comunidad mucho más sólida y próspera. En conclusión, la
única forma de lograr una verdadera democracia es con una población con sentido
de civilidad, y la única forma de conseguir este sentido de civilidad es con la
participación de ciudadanos conscientes de la perspectiva de su comunidad.
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