Coloquio- El poeta de la triste figura

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El poeta de la triste figura
Lic. Wendy Elizabeth García Jiménez
División de Estudios de Posgrado Facultad de Filosofía y Letras
Resumen
El desarrollo de la personalidad artística del poeta hispanoamericano, a partir de los
acontecimientos sociales, artísticos y literarios sucedidos durante el Modernismo, sirve como
punto de partida para el análisis del quehacer literario de tres poetas representativos: Rubén
Darío, Diego Maquieira y Gerardo Deniz. Asimismo es destacable la herencia literaria que los
poetas modernistas de finales del siglo XIX, han aportado a los poetas contemporáneos del
siglo XX, y en cómo éstos, a su vez, han revitalizado la poesía hispanoamericana.
Palabras clave: Poeta, Modernismo, Rubén Darío, Diego Maquieira, Gerardo Deniz.
La figura del poeta ha desencadenado siempre cierta especulación, el interés que
despierta se debe sobre todo al hecho de que nadie sabe de dónde obtiene el “aura”
inspiradora de su poesía, o si su peculiar modo de ser es simple extravagancia superior. Sin
embargo, lo que desorienta sobre el artista es ese vago sentimiento que surge, ese humo
bohemio que se presenta en nuestras mentes cuando se expresa la palabra “poeta”.
Nacido en las postrimerías del siglo XIX y trascendiendo notablemente hacia el siglo
XX, el Modernismo es el movimiento literario que mayormente ha caracterizado al poeta
contemporáneo; su conformación da paso a la propia configuración de un poeta, cuyo choque
con la realidad burguesa imperante y el descontrol de la industria productora de arte en serie
provocó en él la búsqueda por una renovación de la forma poética y una reacción en contra de
las presiones, la moral y los valores antipoéticos de la sociedad civil.
Al interior de esta nueva sociedad mercantilista, el arte se pierde en casi todas sus
representaciones, y la figura del poeta, del artista, queda reducida a cenizas. La nueva
sociedad privilegia el materialismo y el dinero; no hay tiempo ni espacios para la literatura, que
al no ser una profesión queda degradada a mero adorno o extravagancia. La cultura sólo se
vuelve relevante cuando puede manifestar el estatus social del burgués o del nuevo rico, surge
entonces el egocentrismo recalcitrante cuyo único fin es el de presumir lo que se tiene;
asimismo, se da el advenimiento del eclecticismo y del kitsch, dividido éste último entre el
prestigio de lo antiguo, la deficiente sensibilidad estética y el consumo de masas, pero que
designa, a su vez, todos aquellos productos artísticos elaborados sin inspiración,
reproduciendo objetos y estilos pasados, destinados a un consumo de ostentación o como puro
elemento decorativo.
Así pues, el artista moderno reacciona rechazando enérgicamente la sociedad
burguesa que lo margina, pero que al mismo tiempo lo libera y le da la posibilidad de cambio.
Toda escisión es al mismo tiempo la oportunidad de un nuevo comienzo.
Pronto la literatura no sólo se ve absorbida por “otra vuelta de tuerca” artística, sino que
también encuentra trazado en sus obras, el nuevo perfil del artista, del poeta convertido en un
genio apartado del mundo o en un marginado rebelde consciente de su condición lacerada y
plenamente orgulloso de ella.
“La reina Mab, en su carro hecho de una sola perla…se coló por la ventana de una
buhardilla donde estaban cuatro hombres flacos, barbudos e impertinentes,
lamentándose como unos desdichados.
Por aquel tiempo, las hadas habían repartido sus dones a los mortales…
Los cuatro hombres se quejaban. Al uno le había tocado en suerte una cantera, al otro
el iris, al otro el ritmo, al otro el cielo azul.
La reina Mab oyó sus palabras…
Entonces…del fondo de su carro…tomó un velo azul, casi impalpable, como formado
de suspiros…Y aquel velo era el velo de los sueños, de los dulces sueños que hacen
ver la vida de color de rosa. Y con él envolvió a los cuatro hombres flacos, barbudos e
impertinentes. Los cuales cesaron de estar tristes, porque penetró en su pecho la
esperanza, y en su cabeza el sol alegre, con el diablillo de la vanidad, que consuela en
sus profundas decepciones a los pobres artistas…” (Darío, 2002:78).
El artista se convierte en el nuevo personaje literario, su negación de la sociedad y su
búsqueda de una utopía lo llevan a la exploración de “un mundo nuevo que bien puede
encontrarse en el pasado, en ambientes refinados y aristocráticos, o en lejanas y exóticas
tierras”. (Enciclopedia Barsa, Tomo X, 1981:327).
Sin embargo, pese a lo grandioso de sus sueños, el artista sabe que no puede
simplemente abandonar el mundo, inserto en la sociedad civil requiere “vivir como un burgués y
pensar como un semidiós” (Flaubert citado por Gutiérrez Girardot, 2004:80). Debe vivir, por lo
tanto, en la dualidad de saberse marginado, y el eterno deseo de ser tomado en cuenta por su
propia sociedad.
La problemática interior del poeta se manifiesta en su exterior, su lucha continua por
alcanzar su ideal y al mismo tiempo conseguir la subsistencia no le dejan alternativas, por lo
que muchas veces debe recapitular y abandonar su amor por el arte en pro del vil sustento. Y
“flaco, ojeroso, cansado y sin ilusiones” (Athié, 1983) sufre de nostalgia: “luminosa enfermedad
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de las almas grandes, reducidas por los deberes corrientes o las imposiciones del azar a oficios
pequeños”. (Gutiérrez Girardot, 2004: 62).
Pero la enfermedad existencial del artista moderno, sobre todo del poeta, no le impide
crear, y lo hace amalgamando una gran variedad de manifestaciones temáticas y formales para
expresarlas con renovadas fórmulas artísticas de estilo y contenido. (Enciclopedia Barsa, Tomo
X, 1981:327).
En cuanto al tema, todos son aceptables, hay una continua presencia de sensualidad y
exotismo. En tanto que en la forma se busca la musicalidad y se ensayan nuevas
combinaciones métricas; resurge la plasticidad y se crean imágenes atrevidas. El lenguaje
también se modifica, en ocasiones se introducen neologismos y se adopta un aire aristocrático.
El más famoso exponente del Modernismo es el poeta nicaragüense Rubén Darío
(1867-1916), cuya obra poética es el perfecto ejemplo de los nuevos y renovados paradigmas
de la poesía modernista.
Se manifiesta en su poesía la ficción lírica, en la que se narra una anécdota, y cuyos
personajes son vistos y recreados por el lector que asume la posición de la voz poética o yo
lírico del poema.
Asimismo, las imágenes cromáticas de sensualidad y naturaleza viva expresan el
movimiento de los acontecimientos haciendo posible la percepción del ambiente exótico en el
que se desenvuelven los personajes. La musicalidad es imperante y las palabras provocan
sensaciones vivenciales.
“Y dijo la paloma:
-Yo soy feliz. Bajo el inmenso cielo,
en el árbol en flor, junto a la poma
llena de miel, junto al retoño suave
y húmedo por las gotas de rocío,
tengo mi hogar. Y vuelo
con mis anhelos de ave,
del amado árbol mío
hasta el bosque lejano,
cuando, al himno jocundo
del despertar de Oriente,
sale el alba desnuda y muestra al mundo
el pudor de la luz sobre su frente…” (Darío, 2002: 171).
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Por otra parte, el Modernismo hace posible un aspecto en la literatura, y en la poesía
en particular: la secularización que la misma vida urbana de la nueva sociedad burguesa había
transpuesto, al idealizar y venerar el materialismo por encima de su conexión con Dios.
“Dios ha muerto”, manifiesta Nietzsche, pero su muerte no es un homicidio sanguinario,
es la ausencia de su protección, de su guía y de su camino de salvación. El hombre ha matado
a Dios porque ha preferido la practicidad de la época, con su ruido de monedas y maquinaria
pesada. Dios ha muerto y el hombre ha vuelto su fe hacia la ciencia y el progreso, la perfección
moral del hombre y el servicio a la nación (Gutiérrez Girardot, 2004: 80).
Este acontecimiento fue para el artista y el poeta un verdadero cataclismo, pero al
mismo tiempo provocó en él una fuerza expresiva dotada de secularización. Si bien la sociedad
burguesa pasaba por una crisis religiosa y una marcada pérdida de la fe, el autor modernista
rescata este hecho y lo sublima a través del uso de expresiones paganas y sensuales
netamente sacralizadas.
Es el advenimiento de la secularización del lenguaje en la lírica modernista:
“¡Musa ardiente y sacra para mi alma, el día había de llegar! Elena, la graciosa, la alegre, ella
fue el nuevo amor. ¡Bendita sea aquella boca, que murmuró por primera vez cerca de mí las
inefables palabras!” (Darío, 2002: 113).
Así, puede verse que este malestar en la cultura, tal y como lo manifiesta Freud en su
obra, es a fin de cuentas necesario, y lo es tanto para la sociedad que debe encontrar normas
de convivencia a pesar de la represión y la incapacidad de felicidad completa, como para el
artista que evoluciona y se renueva a través de los temas que surgen de este malestar social.
El poeta analiza la vida y huye de ella, reflexiona e imagina, y con ello la poesía se
enriquece “de intensidades y sensaciones, de mundos insospechados y de mundos ocultos,
pero a la vez de sentimientos de vértigo ante el infinito que se le abría al hombre y que era a la
vez el del cielo…y el del abismo…el de la elevación y el de la caída” (Gutiérrez
Girardot,
2004: 99).
A pesar de las severas críticas hacia el intérieur burgués y su representación del
enriquecimiento en la vida pública, el artista encuentra en ambos material suficiente para
expresar una idea o imagen de su realidad circundante: la vida urbana moderna.
Los falsos estilos, las copias, las reiteradas representaciones, el eclecticismo, la
manifestación del kitsch, y la distribución y producción de artefactos en masa corren
paralelamente a la cosmopolitización de la ciudad, como resultado de la expansión del
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comercio. Pero también “constituyeron un enriquecimiento de la experiencia cotidiana y, con
ello, la posibilidad de un enriquecimiento en la expresión” (Gutiérrez
Girardot, 2004: 111).
De este modo el lujo, lo ecléctico, y tanto el intérieur burgués como la ciudad cosmopolita y
monumental, encontraron en la poesía modernista su debida expresión en las denominadas
japonerías y extravagancias, en los oropeles y piedras preciosas, en los palacios vastos y
jardines frondosos.
“Había en una ciudad inmensa y brillante un rey muy poderoso… ¿Era un rey poeta?
No, amigo mío: era el Rey Burgués.
…El rey tenía un palacio soberbio donde había acumulado riquezas y objetos de arte
maravillosos. Llegaba a él por entre grupos de lilas y extensos estanques…Buen gusto.
Subía
por
una
escalera
llena
de
columnas
de
alabastro
y
de
esmaragdina…Refinamiento.
¡Japonerías! ¡Chinerías! Por moda y nada más…” (Darío, 2002: 53 y 54).
Pero, al igual que Tevye, interpretado por Topol, en El violinista en el tejado (1971),
manifiesta que de no ser por las tradiciones la gente de su pueblo viviría precisamente como un
violinista en el tejado tratando de interpretar melodías agradables y sencillas sin romperse el
cuello, el poeta hace uso de sus propias tradiciones literarias y las trastoca, las reinterpreta, las
renueva y las materializa con una fuerza expresiva distinta y moderna. No rompe con ellas por
inconvenientes, más bien las recrea y utiliza según las necesidades de su poesía.
Así, los poetas contemporáneos se nutren de las motivaciones y modificaciones de la
poética modernista. Exploran y experimentan salvaguardando la tradición literaria que les
brinda una nueva manifestación artística.
Ejemplo de esto son los poetas Gerardo Deniz y Diego Maquieira, quienes retoman la
ficción lírica haciendo hincapié en la presencia de personajes poéticos, personajes reiterativos
que recrean una historia de uno a otro poema.
En el caso de La Tirana (1983) de Diego Maquieira los personajes de sus poemas son
seres marginales, que se conjugan con personajes históricos en una mezcla única del lenguaje
en el que el aspecto coloquial se combina con el cómico, el lírico y el delirante.
La voz lírica que atraviesa el poemario es una especie de “puta religiosa” venida a
menos que se jacta de los buenos tiempos idos en los que saltaba de cama en cama y estaba
en manos de todos.
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“Yo, La Tirana, rica y famosa
la Greta Garbo del cine chileno
pero muy culta y calentona, que comienzo
a decaer, que se me va la cabeza
cada vez que me pongo a hablar
y hacer recuerdos de mis polvos con Velásquez.” (Maquieira, 2003: 25).
El ambiente está cargado de erotismo y humor. Su historia es un recuento de aventuras
obscenas y decadentes cuyo contenido sexual implica violencia y perversión. Ahora, más vieja
que cansada, la Tirana reconoce que ya comienza a decaer; sin embargo, no está acabada del
todo, su sarcasmo es un arma letal contra la pena por sí misma. La Tirana no vive sólo de
recuerdos “aún es la vieja que se los tiró a todos, aún es de una ordinariez feroz” (Maquieira,
2003: 25).
“Ahí entró a mi misa el Demonio
mientras me hallaba en el altar mayor
depilándome, y lavando mis heridas
enamorada a solas
del Diego Rodríguez de Silva y Velásquez
para ordenarlo virgen de mí
mientras me tocaba de hambre la rajada gruta.” (Maquieira, 2003: 68).
Asimismo, el tema religioso e inquisidor y la sexualidad sobresalen una y otra vez en la
poesía de este autor.
“Velásquez de María
tus amiguitos eran unos perros
Habían seis que cuidaban la entrada
de tu casa, y eran de lo peor
Mordían las bèrgere sacándoles pedazos
rompían los cuadros de tus nuevos
Givenchy pegados en las tapicerías.
Velásquez, daban vueltas por el living
con una ansiedad que daba miedo
y ya no había cómo pararlos
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Ni tú mismo con tus cristos
y tus ruegos de infinita piedad
La raya es que me la daban toda la noche
y me la hicieron bolsa, y además
me sacaron fotos por atrás
para perjudicarme frente a mi familia
Por favor páralos, que no sigan, no es justo
A nadie he dejado triste en esta cama.” (Maquieira, 2003: 34).
En Los Sea Harrier (1993), Maquieira despliega una poesía centrada en la ciencia
ficción y la tecnología; sus poemas narran una serie de combates en los que se entabla una
lucha entre los rebeldes que pilotean los Sea Harrier y cierta secta denominada milenarista, la
cual busca imponer el orden y destruir a los primeros, a quienes consideran vagos y ladrones.
En estas batallas, acaso pueda entreverse la propia lucha de los poetas utópicos y
marginados, al fin y al cabo rebeldes de la tradición literaria. Al igual que los dictadores de la
sociedad burguesa, los milenaristas imponen normas, dogmas y justificaciones, antivalores
poéticos que los sustentan; mientras que los pilotos rebeldes de los Sea Harrier buscan la
libertad, el amor y el placer del “gozoso desorden de la vida” (Maquieira, 2003: 15).
“Volábamos en nuestros acojonantes Harrier,
volábamos como un mar mareado
jubilosos de perpetuar el ataque
a los Mig franceses de los milenaristas
que ni con todo el sopor de sus profecías
intuían esta vez la que les esperaba
los íbamos a devolver a Dios a estos pendencieros.” (Maquieira, 2003: 90).
Ambos poemarios enfatizan la trasgresión y la censura; tanto en La Tirana como en
Los Sea Harrier habitan dos bandos, el primero entregado al gozo y al derroche de las
pasiones, y el segundo, inquisidor y perseguidor recalcitrante del primero.
“Ahí vienen esos malditos hijos de la contraluz
los enviados del reino del cielo en tinieblas
y vienen a matarme, esas flores del orden
Bocones tontazos y hambrientos de almas
que creen que la vida es pura cueva
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y que se las voy a dar así de fácil
Megalómanos de las cruzadas que no saben
que con cada paso que dan, están cada vez
más muertos.” (Maquieira, 2003: 63).
Puede decirse, por otra parte, que la obra de arte hace que la realidad sea más
extensa, ya que la poesía brinda fuerza de expresión a la realidad circundante. De esta manera
la obra de Gerardo Deniz recupera dicha realidad social y la renueva dotándola de un lirismo
absoluto.
En su poesía el autor retoma el ambiente, los personajes y las referencias culturales
del anecdotario del día a día. Sus temas surgen de la cotidianeidad, pero hay en ellos un realce
de la ironía y la sensualidad.
Existe en su obra poética una cierta magia cinematográfica que hace parecer que cada
poema es una escena de la historia de sus personajes, los cuales se repiten una y otra vez
conformando una narrativa secuencial cargada de diálogos y paréntesis, de apartes que dan la
idea de ser vistos por un narrador voyeurista que participa en la acción tanto como lo hacen
Rúnika y el visir.
“El poeta no repudia la realidad social, no la evade, sencillamente la interioriza y
transforma, la recarga de signos y significados” (Villarreal,
1997: 160). Así, Deniz recobra la
crítica social por medio de personajes políticos corruptos y libertinos, por medio de
“animalismos”, del escarnio y del humor negro.
“el monarca había muerto en pie, deshidratado a fondo.
Lo pusieron, previa mano de barniz, en un nicho del
Comedor. Su ministro
Subió gateando los escalones de la guillotina
para ser destruido sin rechistar al concluir el postre
(natilla al fuego fatuo)”. (Deniz, 1987: 77).
El tono antisolemne de Picos pardos (1987) obedece a una mezcla de voces cultas y
coloquiales que raya, en ocasiones, en lo escatológico y el doble sentido.
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“Son largas mis orejas; mi desempeño exhala, por donde
oler se quiera,
un pronunciado tufo vegetariano.” (Deniz, 1987: 15).
Si bien, por una parte es relativamente difícil dilucidar la poesía de Deniz, por otra, sin
embargo, es completamente asequible resaltar la mordacidad y el humor negro imperantes en
su obra poética.
“en el muro de esta fonda discreta donde acostumbro comer,
no sirven bebidas alcohólicas
y me consideran buen cristiano, olvidando que la primera
vez que vine las pedí.” (Deniz, 1987: 29).
Por otra parte, Deniz es también el creador de un idioma poético único, lleno de
neologismos, invenciones propias, tecnicismos, términos coloquiales y plena erudición.
“En los consejos de gobierno, o al arengar a una brigada
de arqueros saltaparedes,
elegir el vocablo preciso, tener en cuenta las manías del
supremo,
el peculado del vicecomandante, los costosos consumos del
príncipe Saltamonti,
la estupidez del Sapo, cerrado como una polvera verdosa
que uno puntapatea en el sendero polvoso.” (Deniz, 1987: 43).
Pero hay además un tema revelador en Deniz y es el del erotismo que se extralimita
hasta tocar los primeros rayos del horizonte de la pornografía. Mientras el erotismo de la noche
insinúa y da pie a la imaginación, la pornografía muestra la sexualidad de una manera
absoluta.
En la poesía de Gerardo Deniz se reconoce la irrupción de una mirada profanadora:
inscrita en el ámbito imaginario. El “otro”, Rúnika por ejemplo, es reconocido como un objeto de
apropiación visual. Lo que convierte al espectador-lector-yo lírico en un voyeurista.
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Así pues, la pornografía y el erotismo son manifestaciones culturales de la sexualidad
humana. El erotismo está del lado del “velo”, del juego de la demora en la que un símbolo es
invocado; pero no especificado por completo. Y se distingue de la pornografía por la sutileza de
su mensaje, el cual demanda finura psicológica y captación intelectual del receptor.
“al sur de su abdomen siempre son las cinco y cuarto del
estío
sobre un cálido puerto oriental solitario; el sol un círculo
bermellón entre vapores…” (Deniz, 1987: 73).
En cambio la pornografía se refiere siempre a una expresa carnalidad:
“Yo voy y veo, mínimo, por la catacumba en triángulo que
forman en esta cama
de un lado sus piernas gloriosas superpuestas, desde arriba
la sábana oblicua y tirante hasta el suelo
que es el colchón donde resortes emotivos
hacen vibrar de cuando en cuando una nota casi nupcial.” (Deniz, 1987: 60).
En lo que respecta a la estructura, “la poesía evoluciona como la música” (Vela,
Arqueles, 2005:244), no requiere de moldes necesarios para llevar a cabo su expresión
poética. Maquieira y Deniz son tan libres como su verso, y obedecen tan sólo a un ritmo
personal colmado de sinceridad para con el poema mismo.
En cuanto a los poetas modernistas, éstos en su búsqueda por una renovación de la
poesía determinan que el fin último de ésta se encuentra en sí misma, y que por lo tanto, no
debe proponerse ni la demostración de tesis, ni la búsqueda de la verdad. De aquí se deriva el
concepto de la poesía pura, el cual se aplica a toda aquella poesía que se aparta de la realidad
externa, y que encuentra su esencia en la musicalidad y sugestión de las palabras. Asimismo,
el concepto de puro deriva en la creación de un mundo imaginístico y metafórico en el que un
retorno a la idea ritual de lo poético vuelve a elevar al poeta a su torre de marfil como mago de
la palabra (Enciclopedia Barsa, Tomo XII, 1981: 201).
Pero contra esto último van a levantarse en armas de letras Nietzsche y Gombrowicz
apelando a la falsedad de los poetas, por una parte, y a la vanagloria de los mismos, por otra.
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En boca de Zaratustra, Nietzsche critica expresamente la teatralidad del poeta
modernista, quien apartándose del mundo y recluyéndose en la bohemia del tugurio y del café
no hacía más que acentuar su imagen de bufón extravagante. Y es que era justo en estos
lugares en los que el poeta encontraba el reconocimiento que la sociedad burguesa le negaba,
y ahí entre sus pares y congéneres suscitaba la admiración que no habría de encontrar afuera.
En cambio Gombrowicz analiza la cuestión de por qué el gusto del público por la
poesía es tan pobre si los poetas insisten en la sublimación de la poesía. Y es que según este
autor, los poetas se encuentran alzados en sus torres de marfil haciendo poesía para ser
entendida y amada únicamente por otros poetas. Asimismo, el reclamo se extiende hacia los
artistas en su conjunto, quienes absorbidos por un interés de dotar de significación su arte se
apartan del mundo y de la realidad externa, dejando de lado los problemas del hombre. Para
Gombrowicz este es un error, pues el artista, el poeta no debe perder nunca el rumbo de su
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propio sentir, debe ser honesto consigo mismo y fiel con su “ser-ahí” de hombre, con la
búsqueda de su propia esencia.
Perderse en la estratosfera de lo imaginario y puro sólo conlleva a la soledad y al
hermetismo de la elite artística. Sin embargo, el arte siempre implica un sentimiento elitista, en
el sentido de que no todos los seres humanos estamos llamados a entenderlo y apropiarnos de
él. Pero también es cierto, que aún así el sector del arte se ve allanado de conflictos. Lo
principal, tanto para el poeta, como para el artista debe ser su obra, la cual debe ser expresión
suya y de su sentir.
De esta manera la imagen del poeta se enaltece y enajena, pero igualmente se critica y
se le tacha de loco es, para terminar pronto, la viva imagen del cuadro “El poeta pobre”
(1835) del pintor Carl Spitzweg. El cual es muy afamado por una cuestión aparentemente
intrascendental, y es que es una de las pinturas más robadas de la historia, ¿Cuál podría ser la
razón de esto, tomando en cuenta que el pintor no es del todo famoso fuera de su natal
Alemania? Quizá es el hecho sublime que retrata, la figura del poeta postrado en cama, pobre
y completamente alejado del mundo, pero más que dispuesto a su arte: escribir versos.
Por su parte, Darío, Maquieira y Deniz expresan la renovación de la poesía
contemporánea, el primero forjando una transformación de fondo desde el Modernismo, y los
otros regenerando y rejuveneciendo la tradición reelaborada por Darío y los demás poetas
modernistas, en cuanto que, conforme dirigen sus pasos por nuevas sendas, van dejando
también sus huellas en el camino.
La experiencia de sus poéticas no ha de dejar a ningún lector inconmovible, la
extrañeza, la rareza y la aparente sinrazón de sus poemas ha de alcanzar por lo menos un
1
Expresión existencial perteneciente a Martin Heidegger, la cual designa la posibilidad de ser y la
posibilidad de buscar. Esto indica que el hombre se encuentra arrojado en el mundo y, por tanto, se
plantea la pregunta sobre el sentido del ser.
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comentario, y es que no se parecen a nada ni a nadie, ya que son todos fraternalmente “hijos”
del talento y la originalidad poética.
2
Bibliografía
Darío, Rubén. (2002). Azul. México: Grupo Editorial Tomo.
Deniz, Gerardo. (1987). Picos pardos. México: Editorial Vuelta.
Gutiérrez Girardot, Rafael. (2004). Modernismo: supuestos históricos y culturales. 3ª. Edición.
Colombia: Fondo de Cultura Económica.
Maquieira, Diego. (2003). La Tirana. Los Sea Harrier. Chile: Tajamar Editores.
Modernismo. (1981). En Enciclopedia Barsa Tomo X. (p. 327). México: Encyclopaedia Británica
de México.
Vela, Arqueles. (2005). El modernismo: su filosofía, su estética, su técnica. México: Editorial
Porrúa.
Villarreal, José Javier. (1997). El paraíso recobrado de Gerardo Deniz. En: Los fantasmas de la
pasión. México: Editorial Aldus.
2
Spitzweg, Carl. (1835) El poeta pobre. Obtenido de la World Wide Web:
http://www.reproarte.com/cuadro/Carl_Spitzweg/El+Poeta+pobre+/10591.html
12
Fuentes de la Internet
Diego Maquieira (1951-). (s. a.). Obtenido el 17 de diciembre de 2009, en la World Wide Web:
http://www.memoriachilena.cl/temas/dest.asp?id=maquieiratirana
Diego Maquieira: La voz obscena de la (virgen de la) Tirana. (2008). Obtenido el 17 de
diciembre de 2009, en la World Wide Web: http://antipatia.cl/02/diego-maquieira-la-vozobscena-de-la-virgen-de-la-tirana
Gombrowicz, Witold. (1951). Contra los poetas. Obtenido el 30 de octubre de 2009, en la World
Wide Web
de
la
Biblioteca
Inabima:
http://www.inabima.org/BibliotecaINABIMA/A-
L/G/Gombrowicz
La obra de Gerardo Deniz es una crítica a la poesía mexicana. (s. a.). Obtenido el 17 de
diciembre de 2009, en la World Wide Web de Artes e historia México, En: http://www.artshistory.mx/semanario/index.php?id_nota=17082009154607
Spitzweg, Carl. (1835) El poeta pobre. Imagen obtenida el 8 de noviembre de 2009, en:
http://www.reproarte.com/cuadro/Carl_Spitzweg/El+Poeta+pobre+/10591.html
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