Amor de Dios Por: Hna. Elvia Marina Morales Flores Es posible imaginar que Dios es un Dios justiciero que está aguardando a que cometamos cualquier falta para dejar caer sobre nosotros un gran castigo… pero por supuesto, ese no es el Dios verdadero, porque si bien, es infinitamente justo, y hace justicia, no encuentra gozo en los que se condenan, sino, como El Evangelio nos dice: se goza por los justos: “Hay mas alegría en el cielo por un pecador que se convierta que por 99 justos que no necesitan convertirse…” (Lc 15,7). Y esta bondad infinita de Dios, y su Amor, su Ternura y su Misericordia para con la humanidad, no ha dejado de demostrárnosla desde todos los tiempos: Quizás la primera muestra del Amor de Dios para con el hombre, la podemos encontrar en el hecho de que “Dios, en su Bondad y Sabiduría quiso revelarse a si mismo”. (Catecismo de la Iglesia Católica No. 51). Pues de no haber querido revelarse al hombre, para él habría sido imposible conocerlo. Y no solo se le revela, sino que hace al hombre capaz de conocerle, responderle y amarle… y no conforme con eso, además “Dios le comunica su propia vida Divina a los hombres, para hacer de ellos en su Hijo Único, hijos adoptivos”. (Cat.I.C. 52). E incluso, la bondad de Dios no es truncada por el pecado, porque, después de la caída del hombre (en Adán) Dios alentó en el hombre la esperanza de la Salvación con la promesa de la redención (Cat.I.C. 55-56). La misma fe es un Don que nos muestra el Amor de Dios en la fidelidad al hombre desde el pasado (Ex 3,6) para el futuro (Ex 3,12) -dialogo de Yahveh con Moisés-, y como el Dios que es fiel consigo mismo, permanece junto al pueblo que eligió (Cat.I.C. 207). “Pero, al llegar la plenitud de los tiempos, envió Dios a su Hijo, nacido de mujer, nacido bajo la ley, para rescatar a los que se hallaban bajo la ley, y para que recibiéramos la filiación adoptiva.”(Gal 4, 4-5). El amor en Dios es uno de sus atributos, y nunca quedó más de manifiesto su Amor, que al enviar a Su Hijo Único y al Espíritu de Amor, pues con ello Dios revela su secreto mas íntimo (1Cor 2, 7-16). Y Sin pretender negar que El Señor es un Dios infinitamente justo, que castiga la maldad y premia la bondad, queremos hoy destacar que ese Dios además de justo es infinitamente amoroso y tierno y quiere la salvación de todos los hombres, y para ello usando de su Bondad, comunica a cada uno las gracias suficientes para alcanzar esa Salvación que nos ofrece: Comenzando por la Encarnación (Jn 1,14) por la cual manifiesta, además de su amor, obediencia y sumisión al Padre, su amor a la humanidad (Jn 3, 16). No porque el ser humano sea necesario para Dios, en el sentido de que no esté completo sin la amistad del hombre, sin su compañía, por supuesto que no, mas bien, es el hombre el que se beneficia al acercarse a Dios, porque al que le ama le comunica su gracia, le hace su heredero, su hijo por adopción. Pero Dios ha querido gozarse en la alabanza de su pueblo: “…Alaben su nombre con la danza, con tamboril y cítara salmodien para él! Porque Yahvé en su pueblo se complace, adorna de salvación a los humildes…” (Sal 149, 3-4). Y al habérsele revelado al Hombre a través de la Sagrada Escritura, nos deja ver también su rostro tierno y compasivo: “Clemente y compasivo es Yahvé, tardo a la cólera y lleno de amor; no se querella eternamente ni para siempre guarda su rencor; no nos trata según nuestros pecados ni nos paga conforme a nuestras culpas. Como se alzan los cielos por encima de la tierra, así de grande es su amor para quienes le temen; tan lejos como está el oriente del ocaso aleja él de nosotros nuestras rebeldías. Cual la ternura de un padre para con sus hijos, así de tierno es Yahvé para quienes le temen; que él sabe de qué estamos plasmados, se acuerda de que somos polvo”. (Sal 103, 8-14). Y en el caso del Señor Jesús, no podemos pensar que haya sido hipócrita en alguna de sus actitudes, por tanto, al llorar por Jerusalem manifiesta el tierno Amor de Dios, lastimado por la indiferencia de los hombres: “Al acercarse y ver la ciudad, lloró por ella, diciendo: «¡Si también tú conocieras en este día el mensaje de paz! Pero ahora ha quedado oculto a tus ojos. Porque vendrán días sobre ti, en que tus enemigos te rodearán de empalizadas, te cercarán y te apretarán por todas partes, y te estrellarán contra el suelo a ti y a tus hijos que estén dentro de ti, y no dejarán en ti piedra sobre piedra, porque no has conocido el tiempo de tu visita.»”. (Lc 19, 41-44). Y también al expresar su dolor por el corazón duro de sus compatriotas…(Mt 23,37). En respuesta al Amor del Señor, si nosotros abrimos el corazón a este Dios amoroso que busca nuestra Salvación, si lo aceptamos en nuestra vida como nuestro dueño y Señor, Dios no será indiferente a ello: “Pues estoy seguro de que ni la muerte ni la vida ni los ángeles ni los principados ni lo presente ni lo futuro ni las potestades ni la altura ni la profundidad ni otra criatura alguna podrá separarnos del amor de Dios manifestado en Cristo Jesús Señor nuestro”.(Rom 8,38). Y ante un Dios que así ama al hombre, que le da con cada día una oportunidad más de acercarse a El, que sigue muriendo en el altar en cada Eucaristía por sus pecados… Que le ofrece incontables gracias para responder a su llamada, ¿Cómo reaccionaremos? ¿La indiferencia será nuestra respuesta? ¿O responderemos por una emoción momentanea que pronto olvidaremos? El Señor Jesús, de muchas maneras sigue haciéndose el encontradizo en nuestras vidas, pero jamás nos obligara a aceptarlo: “Mira que estoy a la puerta y llamo; si alguno oye mi voz y me abre la puerta, entraré en su casa y cenaré con él y él conmigo”. (Ap 3,20). …Todo un Dios llamando a las puertas de nuestro corazón… Y ESPERANDO CADA DÍA UNA RESPUESTA. Ya ha quedado dicho: Dios que es amor y lo ha manifestado a lo largo de la historia de la humanidad, quiere también manifestarse en tu vida ¿se lo permitirás?