‘Nuev@s’ ciudadan@s: escenarios para la construcción de ciudadanía desde identidades trans1 Lic. T.S. Maia Calvo Núñez Introducción El ejercicio de la ciudadanía para las personas trans, más que una realidad, ha sido un horizonte. Nuestra sociedad, dicotómicamente construida e interpretada, ha constituido para quienes no se ajustan a los términos del binomio hombre-mujer, un escenario en el cual la adquisición y el respeto de derechos no solo está transversalizada por la lucha y la negociación, sino, y principalmente, por la legitimación constante de lo que cada uno es. La inclusión/exclusión según los términos de la dicotomía hombre-mujer construye dos tipos de cuerpos: inteligibles y no inteligibles. Los primeros serán aquellos que establezcan relaciones coherentes entre sexo, género, práctica sexual y deseo (Butler, J., 2001: 50), según las cuales podrán clasificarse como pertenecientes a uno de los dos términos del binomio. Aquellos que no lo logren, por el contrario, serán entendidos como cuerpos no inteligibles, y desplazados al lugar de lo abyecto2, serán silenciados por el mandato de la heterosexualidad obligatoria. Definir a las personas trans en función de una supuesta ininteligibilidad de sus cuerpos -decir que son hombres que se identifican con mujeres, o mujeres que se identifican con hombres, adoptando sus comportamientos-, supone la existencia de un género inherente a un sexo, y a éste último, además estático, puesto que es capaz de denunciar la “verdadera” identidad de una persona, tanto de quien nace biológicamente hombre o bien, biológicamente mujer. Persiguiendo el objetivo de no reproducir en la nominación los propios términos que pretendo cuestionar, al hablar 1 Esta ponencia sintetiza los aspectos centrales de la Tesis de Grado “Repensando los límites. Una mirada hacia la construcción de ciudadanía desde identidades trans” de la Licenciatura en Trabajo Social, defendida en agosto, 2010. 2 Con el término “abyecto”, J. Butler se refiere al lugar periférico que ocupan los “no sujetos”, desde el cual, a su vez, contribuyen a la constitución de aquellos comprendidos dentro de la norma, es decir de los “no abyectos” (Butler, J., 2005: 19). 1 de persona trans, me estaré refiriendo a una persona cuyo sexo se “generiza”3 de un modo que no se corresponde con el socialmente esperado. En función de ello, este documento pretende centrarse en las formas de construcción de ciudadanía de personas cuya actuación de género interpela la aparente rigidez de la realidad desde un sitio distinto al que podrían hacerlo otras configuraciones identitarias. El colectivo trans, en este sentido, no solo ataca al binomio hombre-mujer en su discurso reivindicativo, sino que esta proclama se manifiesta irremediablemente en los propios cuerpos que expresan ese discurso. “Del dicho al hecho”: ¿Qué implica hablar de ciudadanía? Para hablar de ciudadanía, rechazaré la noción de que la misma es innata; diré contrario a ello, que es construida en función de los derechos a los que se accede, en el plano jurídico, sociológico y político, según la categorización que realiza N. Aquín. En el plano jurídico, la ciudadanía se manifiesta a través de la concesión de derechos y deberes a individuos que radican en un mismo Estado y se consideran en función de ello, iguales (Aquín, N., 2003: 15). Nuestro recientemente incrementado marco legal orientado a posibilitar la adquisición de derechos a quienes no se ajustan al modelo heteronormativo constituye un logro a este nivel. De esta manera, al artículo 149 bis y 149 ter de la Ley Nº 17.677 -Incitación al odio, desprecio o violencia o comisión de estos actos contra determinadas personas-; a la Ley Nº 17.817 -Lucha contra el racismo, la xenofobia y la discriminación-; y a la ratificación de Uruguay en la Declaración sobre orientación sexual e identidad de género de las Naciones Unidas, se sumaron dos leyes de fundamental importancia. En primera instancia lo hizo en diciembre de 2007 la Ley Nº 18.246 -Unión concubinaria-, referida al reconocimiento de derechos y obligaciones para personas que viven en concubinato, 3 El término hace alusión a la teoría de performatividad de J. Butler, según la cual se rechaza la noción de linealidad entre sexo y género, concibiéndose a este último como configurado a partir de la repetición de actos socialmente legitimados. Siendo performativa, la repetición puede consolidar las normas que se encuentran ya en un lugar de privilegio en relación a otras, o subvertirlas transformándolas en algo nuevo. 2 cualquiera sea su identidad, sexo y orientación u opción sexual; y luego, en octubre de 2009, la Ley N° 18.620 -Derecho a la identidad de género y al cambio de nombre y sexo en documentos identificatorios4El plano jurídico, aunque necesario, no resulta suficiente para el ejercicio de la ciudadanía. En el plano sociológico, la noción refiere a la relación integraciónexclusión, en función de la puja de poder según la cual se definen ciertos problemas como tales y se determina su modo de abordaje (Jelin, E. en Aquín, N, 2003: 19). En este sentido, desde febrero de 2010, se cuenta con una resolución del Banco de Previsión Social -en adelante, B.P.S.- que habilita a la población trans que ejerce la prostitución a registrarse como empresas unipersonales accediendo con ello a todos los derechos que la seguridad social supone -aspecto contenido en el Principio número 13 de Yogyakarta (Principios de Yogyakarta, 2007: 20)-5. En el plano político, finalmente, ser ciudadano/a refiere a la participación autónoma en la vida pública y a las responsabilidades que de allí derivan (Aquín, N., 2003: 17-18). Para ser pleno, el ejercicio de la ciudadanía debe efectivizarse en los tres planos, y considerando que la distinción entre uno y otro puede hacerse solo teóricamente -y aún así con limitaciones-, los avances o carencias de un plano, repercutirán en la construcción de ciudadanía en los otros. En este sentido, mientras que para el ejercicio de la ciudadanía en el plano jurídico la Ley que habilita el reconocimiento del nombre adoptado por las personas trans es de importancia fundamental, en cuanto refiere al ejercicio real de un derecho humano, ¿no implica también la pérdida de autonomía en el plano político, en tanto legitima una visión dicotómica de la realidad en la que debe existir una relación de coherencia -al menosentre el género y la identidad materializada en el nombre? Del mismo modo, el registro en el B.P.S. de la población trans que se prostituye 4 En adelante, Ley de Derecho a la identidad de género. Los Principios de Yogyakarta establecen recomendaciones a los Estados, al Sistema de Derechos Humanos de la ONU, a las instituciones nacionales de Derechos Humanos, a los medios de comunicación, a las organizaciones no gubernamentales y a las Agencias financiadoras, acerca de la aplicación de la legislación de derechos humanos sobre orientación sexual e identidad de género. 5 3 -ejercicio de ciudadanía en el plano sociológico- a la vez que resulta un gran avance en cuanto podrán realizar aportes jubilatorios, ¿no tiene implícita la aceptación de que se ha configurado para un cierto grupo, un horizonte limitado en función de formas concretas de actuar el género? Por otra parte, es preciso mencionar que en el plano sociológico existen logros cuya articulación con el plano político es ciertamente distinta. El “Curso de capacitación laboral para personas trans en packaging artesanal” -actualmente en la etapa de conformación de una Cooperativa Trans-, es ejemplo de ello6. De esta manera, en tanto configura una ciudadanía activa, en la cual siendo titulares de derechos y deberes los/as ciudadanos/as pueden ser creadores/as de nuevos derechos no contenidos en los espacios de participación existentes (Chauí, M. en Vieira, L., 1998: 250), este proyecto podría posibilitar nuevas iniciativas y formas de proyección que refuercen la autonomía que clama el colectivo trans. El escenario actual, como todos, es complejo. Y lo es no solo porque conquistar ciertos terrenos podría implicar pérdidas en otros, sino porque todas las luchas que se libren en pos de la integración tendrán un telón de fondo que se refuerza excluyendo. El modelo de acumulación capitalista, la dicotomía que atraviesa las categorías interpretativas, la facilidad con la que las propuestas reivindicativas pueden transformarse en remiendos funcionales, y la necesidad de reducir lo distinto a una realidad conocida invisibilizando otras formas de ser humano, ciertamente limitan en los hechos las posibilidades reales de un ejercicio de ciudadanía pleno. Cotidianamente, sin embargo, continúan librándose luchas que apuntan a ello. Intentaré diagramar en el apartado que sigue, las posiciones que el colectivo trans ha adoptado al momento de hacer propuestas y proyectar su construcción ciudadana. 6 El Curso de capacitación, implementado por el Colectivo Ovejas Negras y la Organización no Gubernamental Mujer Ahora, fue dirigido exclusivamente a personas trans. Habiéndose financiado tanto por la Organización no Gubernamental holandesa Mama Cash, como por el Ministerio de Trabajo y Seguridad Social a través del Instituto de Empleo y Formación Profesional -INEFOP- y el Programa de Promoción de la Igualdad de Oportunidades para las mujeres en el empleo y la formación profesional -Programa Proimujer-, constituye la primera intervención del Estado frente a la problemática trans, no dotada de un carácter sanitario. 4 Construir ciudadanía desde la periferia: escenarios posibles Existen, según los ha discriminado N. Fraser, dos paradigmas de Justicia: el de redistribución y el de reconocimiento que, pese a ser diferenciados únicamente en función del análisis teórico -objetándose que configuren en modo alguno modelos excluyentes de acción frente a la injusticia social-, plantean distintas concepciones de Justicia de las que derivan diferentes líneas de acción. De esta manera, mientras que el paradigma redistributivo coloca el énfasis en demandas dirigidas hacia la igualdad social, el de reconocimiento lo hace en la valorización de las múltiples identidades culturales (Gómez, M. en Fraser, N., 1997: xii). No por ello, sin embargo, aunque exista una tendencia a asociar los conceptos, podría decirse que la lucha por la redistribución se encuentra únicamente vinculada a fines universales conformando un polo del binomio en cuyo otro extremo se encuentra la lucha por el reconocimiento inherente a fines particulares. Una visión con tales características -fuertemente vinculada a una lectura dicotómica de la realidad- impediría concebir las múltiples formas en que se articulan los/as actores dentro del espacio donde se negocia y se disputa el poder. De este manera, partiendo del concepto de Lógica de la equivalencia, es posible apreciar cómo dentro de un contexto cada demanda particular se vincula con otras demandas particulares, en función de que el objetivo general de todas ellas les es común y las trasciende (Laclau, E., 2000: 302-303). Es así que, a modo de ejemplo, la Ley de Derecho a la identidad de género propuesta por los colectivos que integran las personas trans, el proyecto por la Ley de Cuotas que garantizaría la representación de las mujeres en el parlamento, el proyecto de Ley de Salud sexual y reproductiva, la Ley de adopción que habilita este derecho para parejas del mismo sexo, entre otros tantos, trascienden la demanda específica del grupo que la propone, y persiguen una meta que va más allá del cambio de nombre, de la representación de la mujer en el Senado, de su libertad de decisión sobre su cuerpo y de la tenencia de niños/as y adolescentes. Están, siguiendo esta línea, todos orientados a la transformación de una sociedad regida en función de una norma masculina y heterosexual. 5 Sin embargo, aún configurando un mismo objetivo universal, cada una de estas demandas es construida por identidades que difieren no solo en el proceso mediante el cual se han constituido como tales, sino en las posibilidades de trasformación de la realidad que desde allí podrían proyectar. De esta manera, cuando pensamos en los mecanismos de construcción de ciudadanía configurados desde identidades trans, debemos considerar las especificidades que constituyen la particularidad de este colectivo. Es así que, el contexto heteronormativo en que las personas trans conquistan derechos que otros y otras asumimos desde siempre -derecho a la identidad, a la educación, a la salud, a la vivienda, al trabajo digno, entre otros tantos-, les proporciona un punto de partida diferente -para nada privilegiado- desde el cual erigir estos reclamos. La falta de inteligibilidad de sus cuerpos manifestada en la carencia de un nombre que justifique su género, la discriminación a la que en función de ello se somete al colectivo, la humillación, la burla, el abuso, configuran un entramado en que la participación en organizaciones que defiendan el ejercicio pleno de la ciudadanía de las identidades no-heterosexuales, debe relegarse a un segundo plano. Por otra parte, aún explicitándose en el discurso del colectivo trans la urgencia con que debería definirse como prioritario en las plataformas de acción, la atención a la vulneración constante y cotidiana de derechos humanos esenciales para su supervivencia, se han priorizado proyectos que no tienen como objetivo a corto plazo la reversión de situaciones de indigencia, el tratamiento digno de enfermedades o la promoción de formas de vida desligadas de la venta obligada del cuerpo. En este sentido, uno de los logros más significativos para la personas trans, la Ley de Derecho a la identidad de género, que supo direccionar el universal de la cadena de equivalencia7 hasta ser finalmente alcanzado, si bien augura un cambio sustancial en la vida de las personas trans y se presenta en función de ello como un potenciador hacia la conquista de nuevos derechos, no asegura de hecho tales cambios. 7 La cadena de equivalencia se conforma por demandas que constituyen el universal de diferentes formas y “siempre hay una” -dirá S. Zizek- “que, si bien es parte de la cadena, secretamente sobredetermina el horizonte mismo” (Zizek, S., 2000b: 321). 6 De acuerdo con E. Laclau, las identidades constituidas en función de ciertas particularidades de un grupo, se conforman plenamente dentro de un contexto en el que el logro de los objetivos implica la integración al mismo. Siguiendo esta lógica, las reivindicaciones no deben formularse desde las particularidades constitutivas de ciertas identidades -en el caso trans, podría ser la inherencia de la identidad de género con el ejercicio de la prostitución-, sino que los planteos deben formularse de acuerdo con “ciertos principios universales que la minoría comparte con el resto de la comunidad” (Laclau, E., 1996: 56), como bien podría ser en relación a la realidad de las personas trans, el derecho a la identidad de género. De esta manera, se puede estar de acuerdo o no con que la identidad trans no es una patología; debatir acerca de la viabilidad de que una persona trans se desempeñe en cualquier tipo de tarea; argüir en contra o a favor de que se legitimen situaciones legales mediante la Ley de Unión concubinaria; pero habiéndose planteado la falta del Derecho a la identidad como una violación directa a un derecho humano, más que la lucha por la identidad de un grupo, es una lucha que interpela, convoca y moviliza a toda la sociedad. Dicho derecho se visualiza en este caso, como un derecho al que cualquier persona sin ningún tipo de distinción, debería tener acceso. Planteado de esta manera, se identifica como un derecho que no acepta ser negado; evoca a la condición humana y en función de ella exige ser respetado. De esta manera, parece ser que reconocer y redistribuir se posicionan como etapas consecutivas en la búsqueda de la Justicia y solo es posible extender la segunda a toda la sociedad una vez que la primera se haya universalizado y se haya garantido a todos y a todas el mismo punto de partida. Por otra parte, en el contexto de un país capitalista periférico, plantear cada lucha configurada en función de una identidad construida como aislada de otras luchas, trae aparejada la consecuencia de asumir el contexto como legítimo y de renunciar a todo intento por superarlo (Zizek, S., 2000a: 101). Centrar, a modo de ejemplo, todas las discusiones sobre la realidad trans en el acceso al derecho universal a la identidad, podría actuar como una pseudo-atención a la problemática y dejar de lado cuestiones que si bien derivan de la identidad de género negada, no 7 dependen exclusivamente de ella y podrían revertirse con independencia de la misma. ¿No deberían, entonces, plantearse respuestas que ataquen al problema en su origen en lugar de pensarse soluciones que refieran únicamente a la aprobación de determinadas prácticas? Por otro lado, ¿es realmente posible desde el no-lugar al que son relegadas las personas trans pensar en alternativas que no involucren la necesidad de inclusión en ese propio modelo que excluye? Plantear soluciones atenuantes o radicales implica pensar en diferentes modos de acción por parte de los grupos que las proponen, así como en diferentes modos de reacción del resto de la sociedad a la que se presentan como válidas ciertas “nuevas” prácticas. Ambas cuestiones podrían pensarse como planteos que, si bien coinciden en el qué, -apuntan a la corrección de los “resultados inequitativos de los acuerdos sociales” (Fraser, N., 1997: 38)-, difieren sustancialmente en el cómo. Por un lado, acciones dirigidas hacia el logro de equidad y respeto mediante la legitimación de ciertas prácticas, serán entendidas como “afirmativas” (Fraser, N., 1997: 38), y en base a que su pretensión es quitarle el carácter de abyecto a formas de ser humano excluidas del modelo “válido”, precisarán para ello la constitución de identidades definidas -por ejemplo, identidad trans- desde y para la cual reclamar. Por otro lado, prácticas cuya meta sea la modificación de la estructura que genera injusticia, serán entendidas como “transformativas” (Fraser, N., 1997: 38), y desde identidades capaces de construirse y deconstruirse, cuestionarán el modelo dicotómico y estático que las constituye abyectas a él. Al analizar las demandas que desde el colectivo trans se han realizado en Uruguay, es posible identificar cómo -sea porque al abarcar ciertos campos se habilita el espacio para otras demandas, o bien porque se ha instaurado la posibilidad de nuevas estrategias-, se han modificado las propuestas desde el momento de gestación de los colectivos hasta el presente. Es así que, mientras que las primeras acciones se dirigieron a la atención a la seguridad de las personas trans que ejercían la prostitución, -hecho que derivó en la creación de la Ley Nº 17.677-, a la obtención de Canastas Alimenticias y pensiones para personas trans con VIH, y a la realización de cursos sobre enfermedades de 8 transmisión sexual; en la actualidad se han redireccionado las metas y, siendo el eje la igualdad de derechos, los logros se articulan alrededor de la Ley de Unión concubinaria, la Ley de Derecho a la identidad de género, el Curso de capacitación en packaging artesanal, entre otros. Ambos tipos de logros son, según la categorización expuesta, afirmativos. Ambos se orientan al reconocimiento de vidas determinadas por una identidad que burla las fronteras del sexo y el género, y a la paliación de situaciones que derivan de la forma en que la sociedad ha incorporado estas vidas en ella. Sin embargo, mientras las primeras acciones se orientan al mejoramiento de la calidad de vida de personas enfermas, sin trabajar los motivos por los cuales el VIH-SIDA se constituía en una condena inherente para altos porcentajes de la población trans; las segundas, orientadas con mayor énfasis en lo simbólico, se permiten plantear objetivos de mayor alcance y pensados más a largo plazo, que aunque no revierten ni atacan la categorización dicotómica de la sociedad, cuestionan el lugar al que en la misma son relegados/as quienes no cumplen con ella. Junto con ello, y porque el hecho de que las identidades sean fuertes no las hace necesariamente fijas, en la integración -mediante la cadena de equivalencia- de distintos tipos de identidades en la misma lucha, que tiene como eje los derechos humanos, cada una de ellas por momentos se desdibuja. De esta forma, aunque los reclamos y propuestas sigan siendo realizados desde organizaciones que trabajan con la temática de sexualidades no-heterosexuales, podrán tener un poder de convocatoria más amplio, como consecuencia de no ser vistos como propiedad de las mismas. Asimismo, la legitimación que trasciende los límites de lo binario -admitiendo, por ejemplo, los reclamos realizados desde identidades trans- pone de manifiesto una apuesta al futuro que demuestra el carácter dinámico de la realidad y desnaturaliza la aparente apoliticidad de las categorías dicotómicas. Seguro quedan cosas por hacer, temas que tratar, proyectos que escribir, espacios que habilitar, prácticas que legitimar, identidades que construir, flexibilizar y deshacer; pero las líneas están marcadas y apuntan a vivir dignamente. Ciertamente, como objetivo, “vivir dignamente” se presenta un tanto difuso, o vago, o no lo 9 suficientemente “político” como para ser la base de tantas iniciativas, campañas y proyectos dirigidos a algo tan político como el cambio de la sociedad en la que producimos y nos reproducimos cotidianamente. Al hablar sobre las diferencias entre las propuestas afirmativas y transformativas, resulta también interesante problematizar los cambios desde otro lugar: ¿acaso que alguien explicite que en su diario vivir se violentan sus formas de ser humano no implica un modo de actuar transformativo?, ¿el tomar la palabra, el hacerse notar, el andar por la calle, no está cuestionando en los hechos las bases del propio modelo? Lo afirmativo de las propuestas actuales, ante todo responde a la vulneración cotidiana de las condiciones mínimas de existencia de personas discriminadas en función de la lectura que la sociedad ha realizado sobre sus cuerpos; y no impide, si esa fuera la estrategia que el colectivo identificara más efectiva en términos de construcción y ejercicio de ciudadanía plena, cambios transformativos en el futuro. Consideraciones finales Este documento pretendió dar cuenta de los mecanismos que personas trans vinculadas a organizaciones implementan en pos de construirse como ciudadanos/as, considerando tanto las prácticas y propuestas que ha realizado el colectivo, como la forma que han adquirido los planteos reivindicativos que sostienen esas prácticas. Sobre las prácticas y propuestas, he dicho que las mismas encuentran en reclamos, a simple vista, particulares una vía legítima hacia lo universal. De esta manera, la población trans no solo ha obtenido una mayor aceptación por parte de la sociedad -mediante el planteo de los reclamos en clave de Derechos Humanos-, sino que además ha logrado crear y sostener alianzas con otros grupos a través de la exaltación de fines que particularmente, tienen en común -mediante la incorporación de la universalidad como una “falta constitutiva” (Laclau, E., 1996: 56)-. Ambas estrategias, posibilitan el acceso directo a derechos ciudadanos en dos de los planos propuestos. De esta manera, la trascendencia que obtienen los reclamos al plantearse como vulneración de derechos a los que el resto de la sociedad accede -o 10 al menos debería acceder en función de lo dispuesto en la Constitución de la República-, convoca e interpela a toda la sociedad y posibilita un ejercicio de ciudadanía en el plano jurídico, el que, por definición, nos iguala en el marco de la pertenencia a un mismo Estado. Del mismo modo, las alianzas que se realizan con otros grupos -por ejemplo, Organizaciones no Gubernamentales de mujeres u otros colectivos que luchan por los derechos de identidades no-heterosexuales-, posibilitan un ejercicio de la ciudadanía en el plano sociológico, al lograr colocar en la Agenda temas que actuando desde identidades aisladas no se podrían plantear como legítimos. Por otra parte, siendo que los logros en cada plano repercutirán en los demás, la construcción de ciudadanía en el plano político dependerá de la manera en que se articule la concreción de metas en los dos previamente mencionados. En este sentido, la Ley 18.620, además de garantizar el cambio de nombre, facilita la integración de las personas trans a otros espacios y sienta bases de respeto a identidades distintas a las del hombre y la mujer, sobre las cuales se podrán erigir nuevas propuestas. Asimismo, la resolución del B.P.S., además de la garantía de jubilación, supone la denuncia ante el Estado de la relación causal entre esta identidad y la prostitución, pudiendo implicar por ello, el planteo de líneas de acción futuras para modificar esta realidad. Del mismo modo, el Curso de capacitación no es solo una experiencia de formación en un oficio, sino que posibilita nuevas formas de valoración y respeto propio sobre las cuales podrían habilitarse nuevas proyecciones. De esta forma, aún cuando los mayores logros en el plano político suelan restringirse a la legitimación en los contextos sociales y jurídicos ya consolidados, es posible identificar propuestas afirmativas que, amparadas en el reconocimiento de la discriminación existente en función de formas de actuar el género, pretenden modificar la realidad con miras hacia un cambio en la distribución. Es así que, los hechos que visibilizan a las personas trans -y les otorgan un lugar en el espacio público-, posibilitan el acceso a la igualdad social, garantizando entre otros, el acceso a la identidad, a la salud, a la educación, a la vivienda, al trabajo. La inclusión progresiva de las identidades destinadas al lugar de lo abyecto, 11 puede ser también desestabilizadora y parece ser, en este contexto, la vía legítima para construir nuevas relaciones entre sexo, género e identidad; habilitantes de nuevas lecturas de la realidad, y, principalmente, de diversas formas de ser humano. Bibliografía Aquín, N. (2003), “En torno a la ciudadanía”, en Aquín, N. (comp.), Ensayos sobre ciudadanía. Reflexiones desde el Trabajo Social, Buenos Aires, Argentina, Espacio Editorial, pp. 15-25. Butler, J. (2001), El género en disputa. El feminismo y la subversión de la identidad, México, Editorial Paidós, Universidad Nacional Autónoma de México, Programa Universitario de Estudios de Género. Butler, J. 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