El Derecho al juego El juego ha existido a lo largo de toda la historia de la humanidad. Evidencias arqueológicas muestran la existencia de juguetes ya en las sociedades primitivas. En la época clásica: tanto en Grecia como en Roma el juego infantil era una actividad que estaba presente en la vida cotidiana de los pequeños. Y ya en el siglo XVII surge el pensamiento pedagógico moderno, que concibe el juego educativo como un elemento que facilita el aprendizaje.1 En 1989 la Convención Internacional de los Derechos del Niño2, reconoce al juego como uno de los derechos básicos de la infancia. En el artículo 31 se expresa: "el derecho del niño al descanso y el esparcimiento, al juego y a las actividades recreativas propias de su edad y a participar libremente en la vida cultural y en las artes". Pero… ¿por qué es tan importante el juego para el desarrollo? El juego, además de aportar al niño momentos de placer y distracción, es una actividad que estimula diferentes componentes del crecimiento infantil. El juego pone en marcha: Habilidades cognitivas, que le permiten comprender su entorno y desarrollar su pensamiento. El desarrollo social, ya que al jugar con pares o con adultos se aprende la reciprocidad (dar y recibir) y la empatía (ponerse en el lugar del otro). Aspectos emocionales, al permitir que los sentimientos, los miedos y las emociones se manifiesten a través de personajes y situaciones imaginarias. El desarrollo motor, la motricidad fina y la coordinación óculo- manual, se despliegan desde los primeros meses de vida y luego, acompañan al niño durante toda su infancia en diferentes juegos de ejercicio y habilidades físicas. El niño que juega con su familia y sus seres queridos, se siente atendido, cuidado y apreciado. Todo ello proporciona al niño la seguridad y la confianza necesarias para su desarrollo integral. Dejar jugar libremente y ofrecer espacios lúdicos es tarea del adulto. Si el niño es el protagonista del juego, el adulto debería ser el facilitador: creando ambientes relajados, favoreciendo la expresión y la comunicación, ajustando los materiales y las tareas a las necesidades del niño y sobre todo, ¡dedicando su tiempo, desfrutando y acompañando! 1 2 Johan Huizinga., Homo ludensm, 1938 Convención Internacional de los Derechos del Niño, Asamblea de las Naciones Unidas, 1989. Sería bueno que todos los adultos consideraran que no hay cosa mejor que jugar por jugar, que los niños disfruten del juego y que no tenga que haber siempre una intención pedagógica. Teniendo en cuenta la curiosidad y el placer de los niños como objetivos prioritarios estamos formando sujetos, creativos, sensibles y capaces de resolver conflictos de forma autónoma.