Hoy como nunca, el aprecio por los valores materiales se ha impuesto sobre los valores de convivencia. La competencia se convierte en la anulación del otro. El conflicto opera en lugar de la cooperación. La Ley se evade, se elude o se ignora. La colusión viciosa entre sociedad y gobierno conduce a la corrupción. ¿Por qué? Por la persistencia de la impunidad, que propicia la repetición de los actos o la reproducción de los mismos por otros actores, al no percibir sanciones disciplinarias o correccionales suficientemente severas para inhibir las conductas indebidas. El exceso de normas (constitucionales, legales, reglamentarias y administrativas) constituye la puerta a la corrupción en los diversos ámbitos de gobierno; el acceso a los empleos, las adquisiciones gubernamentales, los trámites y servicios se gestionan conforme a criterios discrecionales, privilegios de parentesco, amiguismo, compadrazgo, o mediante la invitación a “aceitar” la maquinaria burocrática. Estamos ante la “cultura de la tranza”. En la cual hay responsabilidad, lo mismo de los servidores públicos que por parte de los ciudadanos. Se cree que la “tranza” da certeza, cuando en la realidad sucede lo contrario, se enrarecen los procesos, se entorpecen las decisiones, se anula el Estado de Derecho. ¿Cuál es el antídoto? Estimo que el fenómeno debe combatirse desde dos frentes: La prevención Además de la formación y capacitación para el desarrollo de habilidades, capacidades y competencias laborales sustantivas, se debe sensibilizar a los servidores públicos y desarrollar la vocación de servicio sobre la base de valores jurídicos y éticos, mediante un programa de concientización respecto a las 1 responsabilidades administrativa, política, civil, social y/o penal de los servidores públicos. Atender la necesidad de construir valores públicos no sólo en el gobierno sino entre la sociedad en su conjunto, porque la corrupción es un asunto de ambas partes. Las políticas de transparencia y rendición de cuentas deben fortalecerse mediante un intenso programa educativo a través del uso cotidiano del Espacio Público que lleve a recuperar los valores cívicos en los ciudadanos, empresas, organizaciones políticas y sociales, cuyo resultado sería el repudio a la corrupción. Combate a la impunidad Ante las comprobadas debilidades de los órganimos abocados al combate a la corrupción, se propone establecer sistemas de información confiable sobre las transacciones entre gobierno y sociedad; ya que la denuncia no es suficiente debe realizarse una investigación acuciosa, ordenada, científica cuyos resultados permitan integrar debidamente los expedientes, calificar las faltas o delitos y fincar responsabilidades. Porque el ejemplo en el castigo es también educativo, combatir a la impunidad es combatir a la corrupción. 2