Imagina otro John Lennon

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Página 6/Sección 4/LA NACION
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Viernes 6 de julio de 2007
John: una nueva biografía, en vísperas de cumplirse 50 años del día en que se conoció con Paul McCartney
Imagina otro John Lennon
Rock
La tarde que
cambió
la historia
El flamante libro de Cynthia, su ex mujer, presenta un retrato más realista y descarado
Cuando nos enteramos, allá por 1988, de
la aparición del polémico libro The Lives
of John Lennon, de Albert Goldman, una
biografía de John Lennon en clave de difamación y libelo, como fans de Los Beatles,
simplemente nos indignamos. Nos pareció
simplemente un segundo asesinato, y esta
vez, impune. Estuvimos de acuerdo con Paul
McCartney, que invitó a boicotear el libro.
Después, la curiosidad pudo más.
En su obra, Goldman pretendía destruir
el mito del Lennon humanista, creativo;
icono pacifista de una generación; generoso;
algo despistado a veces (bastaba recordar
las desopilantes y “arriesgadas” protestas
por la paz en cama y pijama, por ejemplo),
pero esencialmente, una figura noble.
Ofrecía, en cambio, la visión de un
músico competente (apenas se ocupaba
de su música en el libro) y un individuo
mezquino, insensible, corrosivo, egoísta,
que había abandonado (desinteresándose
por completo de su destino) a su primer hijo,
Julian. Un individuo iracundo, que podía
convertirse también en golpeador de sus
mujeres, e incluso de sus amigos, como el
mismísimo Stuart Sutcliffe, al que un golpe
suyo en Hamburgo le habría causado (siempre según Goldman) un daño irreparable a
su salud (el talentoso artista plástico murió
muy joven por un tumor cerebral).
Lennon había sido, según Goldman, un
adicto esclavizado de la heroína, un marido
sumiso y maniobrado por una despiadada
Yoko Ono, que lo había alejado de sus amigos y familiares de Liverpool, además de
haber mantenido un escarceo homosexual
con el manager de su banda, Brian Epstein,
tal vez con el fin de que éste se ocupara
todavía más de los intereses
de los Beatles y del papel de
Lennon en el grupo como su
líder indiscutido.
Por supuesto que el libro
nos repugnó por entonces y
no creímos ni una palabra
de lo que decía. En primer
lugar, porque Goldman ya
había difamado previamente al talentoso cómico norteamericano Lenny Bruce y al
mismísimo rey del rock, Elvis Presley, y había ofrecido
miles de dólares a conocidos
de Lennon (como el cantante
Harry Nilsson) a cambio de
una anécdota sórdida, o de un esqueleto
del placard del matrimonio Lennon-Ono.
Fieles y convencidos fans de los Beatles,
preferimos sepultar en el olvido la visión
envenenada del despiadado periodista y
profanador de famas.
Como muchos admiradores en todo el
mundo elegimos pecar por ingenuos y seguir comprando la imagen más tranquilizadora de Lennon, la del músico increíblemente creativo que nos había provisto de
la banda de sonido de nuestra juventud, la
del genial creador de himnos de la hondura
y madurez de “Strawberry Fields Forever”
o el humanista seráfico e idealista de “Imagine”. Seguimos emocionándonos cada 8 de
diciembre cuando la necrofilia televisiva
nos devolvía las imágenes entrañables del
músico, al que prácticamente se lo comparaba con el mismísimo Mahatma Gandhi
o con Martín Luther King, un verdadero
santón del panteón del rock.
Y sin embargo, como hemos ido creciendo,
y penosamente dejando de creer en los peces
de colores, tal vez algo del veneno destilado
por Goldman empezó a tomar entidad. Claro:
no es que nos hagamos menos estúpidos o más
sabios con los años, pero ganamos perspectiva. Y así fuimos descubriendo a un Lennon
más verídico. Así, en un fragmento de su film
de homenaje Imagine (1988) patrocinado por
su esposa y albacea testamentaria, Yoko Ono,
se veía al músico y a Yoko, en pijama, en una
FOTOS DE AP
■ Arriba, Paul,
Ringo, George y
John, en épocas
de beatlemanía
y competencia
creativa
■ Una vez mudado
a Nueva York,
Yoko filtraba las
llamadas para John,
provenientes de
Liverpool
de sus protestas en la cama por la paz en el
mundo. También se observaba cómo el ácido
humorista norteamericano Art Buchwald
se introducía en la habitación y empezaba a
burlarse en tono despiadado de la protesta de
Lennon. Este, que no lo podía echar violentamente del cuarto sin desmentir ahí mismo
su flamante pacifismo, se revolvía inquieto
en la cama, mientras su mirada destilaba
un odio furioso.
Ya habíamos descubierto en sus solapados ataques a su ex socio Paul McCartney
cuando competían en sus carreras solistas,
que Lennon podía ser corrosivo, despiadado
e incluso mezquino. Su tema “How Do You
Sleep” era el más venenoso e injusto ataque
que se podía concebir hacia alguien que
fuera socio y amigo durante tantos años.
Mas aún, recordamos sus famosas entrevistas a la revista Rolling Stone, en 1970,
cuando había desmerecido con desdén
y un dejo competitivo mal disimulado
los primeros discos solistas de sus otros
grandes amigos: George Harrison y Ringo
Starr. Allí, de un trabajo espléndido como el
triple álbum de George Harrison All Things
Must Pass no tenía nada mejor que decir
estaba bien, pero que no era una música
que escucharía en su casa.
También un libro menor, que no dejaba de
ser interesante: John Lennon, my brother, de
su hermanastra Julia Baird (escrito junto
a Geoffrey Giuliano y publicado en 1988),
mostraba a un Lennon de pronto tan generoso y nostálgico con amigos y familiares de
Liverpool, como al poco tiempo insensible y
alejado de todos, cuando su mujer, Yoko, lo
arrastraba a Nueva York y le ponía un cerco
a sus afectos y cortaba inmediatamente el
teléfono en el edificio Dakota, apenas creía
descubrir del otro lado de la línea un acento
oriundo de Liverpool.
Finalmente, para completar el cuadro del
personaje, se acaba de editar John, la biografía de Lennon (publicada por Ma Non Troppo)
narrada precisamente por su primera mujer,
Cynthia; un libro que, bueno, no es Joyce, pero
se deja leer y aporta datos interesantes sobre
el carácter del músico. Resulta incluso no ser
demasiado duro con Lennon, pese a ser escrito
por su ex, lo que deja intuir todavía entre
sus páginas (y mezcladas con un razonable
rencor) un fuerte amor por el músico. En
primer lugar, resalta la cobardía emocional
de Lennon. (¿Podemos llamarla así?) Como
cuando tras su escandalosa separación de
Cynthia, en 1968, en vez de enfrentar a su
hijo Julian y explicarle lo que pasaba con la
separación de sus padres, solucionó el problema olvidándose de la existencia del niño.
Al no poder darle razones, puso simplemente
un océano de distancia entre los dos. Se fue
a Nueva York con Yoko y permitió que ésta
filtrara las llamadas.
O la poco valiente actitud de John (que
ciertamente compartieron George y Paul)
hacia el primer baterista de los Beatles, Pete
Best, al que echaron de la banda justo en el
momento del despegue al éxito. Confirmando lo contado por Cynthia, unos años atrás,
precisamente hablábamos junto a Luis Ini
(periodista de este diario) con Pete Best durante una visita suya a Buenos Aires sobre
los viejos días de Hamburgo y los inicios
de los Beatles, y nos contaba que Lennon
era el más cercano, el más amigo suyo en
la banda, y que nunca pudo entender por
qué no quiso verlo después de su despido.
Como si el bueno de Pete simplemente hubiera dejado de existir. Ese era el Lennon
que dejaba atrás los cadáveres, insepultos
incluso.
El libro de Cynthia muestra también cómo a partir de mediados de 1966, al terminar
las giras de los Beatles, John se convirtió
en un personaje hermético, egoísta, cada
vez más dependiente del uso de las drogas,
que vivía encerrado en las ensoñaciones del
LSD, ensoñaciones que incluso hacían más
esporádica su creación musical y permitían
la rivalidad por el liderazgo de la banda
entablada por Paul McCartney.
Más sórdida aún resulta su curiosa dependencia y obediencia hacia Yoko, a la que
Lennon llamaba simplemente Mother. Esta
dependencia se mostró en su mayor crudeza
cuando Yoko, entendiendo que su pareja con
el músico de Liverpool estaba en crisis, a
mediados de los setenta, se ocupó incluso de
arrojarlo a los brazos de una amante oriental, May Pang, que ella misma le seleccionó
y tal vez hasta controlaba.
El flamante libro de Cynthia, entonces,
brinda unos datos más, unas simples piezas faltantes del rompecabezas de un gran
músico y un individuo tan complejo como
John Lennon. Entre el libro vitriólico de
Goldman y éste, más piadoso, de la ex esposa de Lennon, ciertamente hay un abismo.
Pero, mientras tanto, la figura real del beatle
ha ido tomado otra dimensión, más humana
en sus debilidades; más rica y compleja en
sus grandezas y mezquindades.
Hace exactamente 50
años, Liverpool vivía otra
jornada de mucho calor.
Y era sábado, un día ideal
para los estudiantes. Esa
tarde hubo un festival en la
iglesia St. Peter, ubicada en
el barrio Woolton, y tocaban los Quarrymen, liderados por un tal John Winston Lennon, al que seguían
Por Daniel
Pete Shotton, Nigel Walley
e Ivan Vaughan, más otros
Amiano
escolares que entraban y
salían de la formación.
Vaughan, a su vez, conocía a Paul McCartney,
casi dos años menor que ellos (una enormidad
para esa edad), pero lo convenció para que esa
tarde se acercara a la iglesia y conociera al
grupo y en particular a John. Por supuesto,
también le prometió que iba a haber chicas. Y
ésa resultaba ser la clave más comprometedora
para Paul, que ya se jactaba de ser un conquistador.
En esos años, tres sucesos marcaban la moda
de los chicos de Liverpool (y de Inglaterra, claro): Lonnie Donegan había impuesto un nuevo
ritmo híbrido, el skiffle (que interpretaban los
Quarrymen), una mezcla de folk negro norteamericano, country y western; en los cines se había
proyectado Blackboard Jungle, que idealizaba la
rebeldía de los jóvenes norteamericanos, y había
llegado Elvis Presley con Heartbreack Hotel, que
representaba algo muy distinto al perfil ideal de
Bill Halley.
En medio de toda esa ebullición juvenil, John y
Paul fueron presentados en esa fiesta parroquial,
y ese encuentro marcaría a fuego no sólo a su generación sino a las que hoy despiertan al mundo.
* * *
John no tenía amigos sino seguidores. Y Vaughan era uno de ellos. Contó John: “Me dijo que
quería presentarme a alguien y yo le dije que no
me fastidiara”. Lennon había tomado ya unas
cervezas y se había puesto –otra vez– un poco
agresivo. “Sin embargo –continúa John– Ivan
insistió y, sin darme cuenta, me encontré frente a
un niño bonito que sonrió y me tendió la mano. Y
se puso a hablar de música. Yo no le hacía mucho
caso hasta que agarró la guitarra.”
Y ahí sí se produjo el verdadero encuentro.
¡Paul sabía afinar la guitarra y podía tocar más
de tres notas! Flechazo directo. Como si eso no
alcanzara, le pasó a John las notas y las letras
completas de dos temas de Gene Vincent. Pronto,
alguien le dijo a Paul que los Quarrymen querían
que fuera parte de la banda. Por supuesto, lo invitó otro (Shotton), no John. El quería seguir siendo la primera guitarra aunque Paul fuese mejor
instrumentista: le debía respeto, porque era casi
dos años menor.
Lo más importante en la vida de ambos era la
música, y ese encuentro entre áspero y amable
produjo algo más que el cruce de dos personalidades muy distintas: esa combinación iba a generar
buena parte de la música más original del siglo XX.
Nada más, nada menos, aunque entonces lo único
importante era poder tocar la guitarra y soñar a
ser un nuevo Elvis.
Lo cierto es que los dos se hicieron uno. Al
año de conocerse ya habían compuesto más de
cien canciones. Los Quarrymen quedaron en el
camino y nacieron los Silver Beatles. Paul quería
sonar bien, profesional. Y con la llegada de George Harrison (¡que tocaba la guitarra mejor que
los dos!) y Ringo Starr en reemplazo de Pete Best,
quedó conformada la banda.
El resto es historia conocida. El sacudón de los
Beatles todavía mueve al mundo.
Ernesto G. Castrillón
damiano@lanacion.com.ar
Visitas españolas, británicas y norteamericanas
Lily Allen viene a Buenos Aires
KEN MCKAY
Manson, Héroes del
Silencio y Lily Allen
En el Festival Pepsi y en el Luna Park
Siguen apareciendo visitas extranjeras en el calendario porteño de recitales. La revelación del pop británico,
Lily Allen, llegará a Buenos Aires para
actuar en el Luna Park, el 31 de agosto
próximo. Esta chica, de 21 años, tiene
personalidad, un álbum publicado y,
al parecer, muchas ganas de salir a
conquistar el mundo. Y pensar que
todo empezó con un par de canciones
que publicó en su blog de MySpace.
La oferta de espectáculos musicales
a veces llega a ser tan grande que en
algún caso primero se ponen en venta
las entradas y luego se sabe quién va
a cantar o tocar, cuándo y dónde. Esta
semana se anunciaron los primeros
artistas extranjeros que actuarán en
la próxima edición del festival Pepsi.
Esta vez el macabro Marilyn Manson
y el reagrupado combo español Héroes
del Silencio, liderado por Enrique
Bunbury, serán de la partida.
El festival será entre el 20 y el 30 de
septiembre, con los primeros calores
que ofrezca la primavera. Se prometen
más de 100 bandas que pasarán por los
diferentes escenarios, entre ellas unas
cuantas de jerarquía internacional.
Los conciertos outdoors se realizarán
en el Club Ciudad de Buenos Aires, y
los indoors, en el estadio Pepsi Music.
Las entradas ya están a la venta. Habrá
descuentos hasta el 15 de este mes.
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