aducen con razón a la hora de efectuar otras reclamaciones, y la garantía de una tutela judicial efectiva consagrada en la Constitución. Si se convoca una huelga de una jornada, y la situación degenera, ¿podría resistir el sistema una huelga de una semana o 15 días? ¿Quién marca los servicios mínimos para decidir sobre los detenidos, levantar un cadáver, o resolver los asuntos más urgentes que no admiten dilación? Sólo pensarlo produce escalofríos. Ojalá que el buen sentido que, por otra parte, nos consta que tienen todos los actores intervinientes en esta negociación, culmine en un buen acuerdo que sirva de impulso al proceso modernizador que necesita nuestra Justicia. El Consejo General del Poder Judicial ha adoptado una postura moderada y sensata con la que, sin negar los problemas de fondo, pretende canalizar el descontento en iniciativas positivas. El Ministerio de Justicia tiene un papel, quizás, más complicado. La crisis económica no empuja precisamente a las alegrías presupuestarias. Pero sí puede lanzar mensajes conciliadores y propuestas constructivas. Es, por tanto, la hora de la responsabilidad. De unos, para dar señales concretas de que de verdad se está apostando por la Justicia. De otros, para no mezclar conceptos generales con legítimas reivindicaciones profesionales o corporativas. Y de todos, para volver de verdad al espíritu de consenso que deje la Justicia fuera de la lucha política o gremial. Son muchas personas las que trabajan en la Justicia. La pregunta es: ¿se saca el mejor partido a su esfuerzo? Quizás, empezando por ahí, sea más sencillo desenredar la madeja. Son muchas personas las que trabajan en la Justicia. La pregunta es: ¿se saca el mejor partido a su esfuerzo? Quizás, empezando por ahí, sea más sencillo desenredar la madeja Procuradores Nº 78/Febrero 2009 O CURRE cíclicamente. Un hecho puntual pone a la Justicia en primer plano, saca a la superficie precariedades y problemas, y florece el conflicto. El año pasado fueron los funcionarios; ahora son los jueces y magistrados quienes se han puesto a la cabeza de la protesta. La sanción al juez y a la secretaria por el ‘caso Mariluz’ ha sido la gota que ha hecho rebosar la paciencia de gran parte de la carrera judicial. Sin querer simplificar problemas que son muy complejos, una cuestión late en el fondo: un error como el que dejó sin ejecutar la condena al delincuente que luego asesinó presuntamente a una niña, ¿es fruto de una negligencia profesional atribuible a una persona, o una consecuencia previsible en un sistema inoperante y sobrecargado? Los procuradores vivimos en primera línea de fuego los problemas de la Justicia, y no podemos sino solidarizarnos con gran parte de las reivindicaciones del colectivo judicial. Tienen razón en denunciar la falta de medios, en hacer reclamaciones económicas, en pedir que se acometa de una vez la reforma de la Administración de Justicia, y en solicitar más jueces para evitar la sobrecarga de muchos órganos judiciales. Surgen más dudas a la hora de valorar la conveniencia de la huelga. Primero, porque si estamos denunciando una situación de atasco y lentitud, abrir una confrontación directa con un paro de los jueces no va a hacer otras cosa que incrementar las tasas de pendencia y establecer un peligroso precedente ante desacuerdos futuros. Los jueces son un poder del Estado, como ellos mismos Editoriales Reivindicaciones razonables, huelga innecesaria 5 Colegiación obligatoria: una garantía L Editoriales A Comisión Nacional de la Competencia ha recomendado que se suprima o flexibilice la colegiación obligatoria en las profesiones liberales. Se situaba dicha sugerencia en el marco de la doctrina comunitaria, y más concretamente en la Directiva 123/2006 de Servicios, por la que cada colegio profesional deberá argumentar ante la Comisión Europea, antes del 28 de diciembre de 2009, la razón de ser de su normativa sobre la colegiación obligatoria. Antes de entrar en el derecho positivo, debemos partir de la premisa de que la obligatoriedad de la colegiación resulta clave, porque en ella se manifiestan los aspectos y componentes más importantes de la vida colegial, inevitablemente interconectados con el poder. Esa colegiación sirve de apoyo a la Administración Pública en la ordenación de las profesiones, permite hacer efectiva la conexión del grupo de profesionales e impide que accedan a una profesión quienes no se encuentren capacitados para el ejercicio de la misma. A favor de la colegiación obligatoria están argumentos tan importantes como que la misma no se opone en modo alguno a la libertad de asociación; que en el marco de dicha obligatoriedad se puede garantizar el control deontológico y la disciplina profesional; que permite, dentro de un marco de facultades reglamentadas, la potestad sancionadora; y, finalmente, porque se evitan peligrosos intervencionismos La colegiación obligatoria en la Procura no limita o restringe la competencia, en modo alguno, y sí propicia niveles significativos en la mejora del servicio Nº 78/Febrero 2009 6 de los poderes públicos que pudieran fomentar distintas deontologías en el seno de una misma profesión. Entrando ya en el derecho positivo, partiendo de la propia Constitución, que defiende una pluralidad de organizaciones sociales y más en concreto de los colegios profesionales en su art. 36, hemos de reconocer que aún siendo una expresión muy genérica, la obligatoriedad de colegiación es algo inherente a las corporaciones de derecho público que se justifica en la propia naturaleza del Estado social de derecho. Y que es consecuencia, también, de la insuficiencia de sus estructuras jurídicas para resolver algunos problemas. Eso supone la participación de los colegios en funciones públicas; en el caso de la Procura, son sus colegios los que organizan y sufragan los servicios de notificaciones y la justicia gratuita. Podemos concluir diciendo que algunos expertos han señalado que la Comisión no define lo que son los colegios y mezcla colegiación obligatoria con honorarios. La colegiación obligatoria en la Procura no limita o restringe la competencia, en modo alguno, y sí propicia niveles significativos en la mejora del servicio. Más aún, son los colegios quienes garantizan la protección del cliente al ser garantes del interés público en el ejercicio de la profesión, y quienes exigen unas reglas del juego compartidas y una universalización de los derechos y deberes de sus colegiados. Procuradores