TURO BPHBTH90 ÜE GDBBEOS KOlfl. 113 TELÉFONO núm. 2.849. Dios mío, Dios mío, ¿Por a ballena, y a todo el que ha confiado qué me has desamparado f en El. (San Mateo, cap. 27.) Sólo para Jesús el cielo se hizo de bronce, y también el Padre hace semADA aflige tanto al hombre blante de abandonarlo. Añádase a lo dicho que no hay en el como verse abandonado mundo mayor crueldad que insultar a de los suyos. Se sufre la falta de consideración, el uno que se ve extremadamente afligido olvido del beneficio recibido; pero el y añadir aflicción al afligido. Pues esta abandono en el peligro o en la necesidad aflicción sufrió Jesús en la Cruz.. El mal ladrón que estaba a su lado coes amargo sobre toda ponderación. Nuestro Divino Redentor lanzó un menzó a reprocharle y blasfemarle, difuerte clamor al cielo al sentirse abando- ciendo: "Si tú eres aquel Dios que te nado de su Eterno Padre: "Dios mío. jactas, ¿por qué no salvas la vida a ti Dios mío, ¿por qué me has abando- y a nosotros?" Con lo cual aquel impío puso en duda si Cristo era verdadero nado?" Tres horas venía padeciendo en la Dios, y de tal manera le afrentó, que Diel buen ladrón, compadeciéndole, Cruz, y no recibiendo de su Padre nin- mas, tomó 1 a defensa, digún alivio, parecía que le había abandociendo: "¿Ni tú temes nado. "Hubo, dice San Bernardo, un a Dios, que estás en la como abandono alH donde no hubo mamifm.r. condenación?" nifestación de valor en tan grande neQue era como decirle: cesidad." Tu, reprochando a este Y ciertamente es cosa de maravillar hombre justo, muestras que Jesús no mostrase particular sentique no temes a Dios y miento de dolor ni por las espinas mi por que no tienes juicio; los clavos como lo mostró por el abandoporque estando tú en no en que se veía. el misnio suplicio y a Mostró, pues, su dolor para que se enpunto de partir del lendicra que tenía verdadero cueipo, y mundo, debiste al meno fantástico, como deslizaron algunos nos en este tiempo teherejes. Dice muy bien San Agustín, que ner piedad de él, ya Jesucristo tomó aquellas cosas que son propiedades de la carne. Gritó con voz que tú eres compañero grande para darse a conocer má3 q-ie en la misma pena. Tales eran las penas qCie hombre hombre-Dios. Con razón el Centurión infirió de aqui sentía Jesús, que pusieron compasión a u n ?lo que escribe San Marcos: "Viendo el Centurión, que así exclamaba cuando ex- en el corazón de un lapiró, dijo: Verdaderamente este hombre drón. Mas no fué sólo el era hijo de Dios." ladrón el que escarneExtraña en verdad que le abandonaran sus discípulos, que le hubieran des- ció a Jesús puesto en conocido tantos hebreos, o curados por la cruz. Al mísir.o tiempo lo hizo también el EJ en sus enfermedades, y aun los mispueblo, 1 o s soldados, mos resucitados; pero que le abandonalos escribas, los magra su mismo Padre, ¡oh!, éste es un donates y todos. lor sin ejemplo. Unos estando en pie Porque ¿qué justo ha recurrido a Dios delante d e l a Cruz, que no haya sido escuchado por El? "Clamaron los justos—'dice el salmis- otros de paso, blasfemaban; otros acercánta—, y el Señor les oyó y los libró de dose de propósito ; los Beato AngéUoo. todas sus tribulaciones." Asi vemos que Dios libró a Noé del soldados poniéndole en universal diluvio, a Abraham de manos irrisión y movimientos de cabeza, le carde los caldeos, a Lot del incendio de So- gaban de befa y de calumnias. El uno doma, a Moisés y a Arón de la conjura decía: ¡Bah! Tú que destruyes el temde Datan y de Abirón, a Daniel del lago plo de Dios y en tres días le reedificas... de los Leones, a los tres niños del fuego El otro: Sálvate a ti mismo; si eres hijo del horno de Babilonia, a Susana de la de Dios, desciende de la Cruz. Y otras calumnia de los falsos viejos, a Elias de horribles blasfemias decían contra él. la rabia de Jezabel, a Jonás del seno de Traspasada la Santísima Virgen por S e p i a época-ÁDo XÍT-Kúin. eiíraorfllDarío OUINOE CÉNTIMOS Aparte de que Ips ultrajes hieren al alma más qt:e las espadas al cuerpo. Por eso el santo Job, después de haber tolerado con paciencia tantas calamidades en la riqueza, en los hijos, y hasta en sí mismo, no pudo sufrir las palabras mordaces de sus amigos, y dijo: "¿Hasta cuándo afligís mi alma y me entristecéis con vuestros razonamientos?" TRÍP tantas saetas de dolor cuantas eran aquelias voces sacrilegas, hallábase profundamente consteraada en su ánimo. Y con razón, porque las injurias que se hacen a un hijo a vista del padre o de la madre son injurias que hieren igualmente al hijo y a los padres. Y si el joven Moisés, habiendo visto No ya solamente los que se apellidan intelectuales, a la moderna han abandonado a Jesucristo, negando su personalidad y filiación divina, burlándose de su poder, de su Real Majestad y de su celestial doctrina, reputándole puro hombre y relegando a! olvido sus civilizadoras enseñanzas. Es también una parte de la masa social, que se llama pueblo, la que, presEs muy de admirar que el Redentor, tando oídos a falsos redentores, ha abanen la Cruz, en vez de mirar los espas- donado a su verdadero Padre y Redenmos de su propia agonía, pusiera toda tor, ha desertado de las fuentes de vida solicitud en cumplir cuanto el Eterno y ha ido a beber las turbias aguas de la Padre había decretado para la salud del incredulidad. mundo y cuanto había hecho predecir a Al alejarse en mal hora de la Santa los antiguos profetas. Iglesia Católica, verdadera esposa de Por eso, habiendo sorbido el vinagre Jesucristo, le desconoce, le persigue en y la hiél, conforme al sus miembros, que son los sacerdotes y vaticinio de David, le- verdaderos católicos, y se deja arrastrar vantando f uertemente por las corrientes de la civilización mosu voz, dijo: "Todo es- derna. tá consumado." Los nuevos apóstoles de la impiedad Y así como el Señor han dicho al pueblo, y éste lo cree, que cumplió la creación del la Iglesia es amiga del rico y enemiga mundo en el sexto día del pobre; y no ha sido menester más y después reposó en el para aborrecerla y alejarse de sus temséptimo, así en la feria plos. ¡ Funesto engaño! sexta acabó Jesús 1 a La iglesia ama de veras al pobre y al obra de la redención, y rico; a éste predica la caridad para con en el séptimo día del el pobre, y a éste recomienda el respeto sábado reposó en el a los mayores en saber y gobierno; quiesepulcro. re verdadera armonía entre todas las clases sociales y que todos se consideren Y si Noé gastó cienaños en fabricar el ar- como hijos del mismo Padre celestial. Los enemigos de la Iglesia proclaman ca en la que se salvaron solamente o c h o el odio a las clases, el enojo contra los personas, e l Redentor, ricos, la insubordinación contra toda en un solo día, sobre autoridad y la revolución contra el ore 1 arca mística de 1 a den establecido por Dios. cruz, llevó a término la Mira, pueblo, que te seducen los que salvación d e todo el te adulan. Los enemigos de Jesús indugénero humano. Jesu- jeron al pueblo a que pidiera la libertad cristo, con un solo sa- de Barrabás y la muerte de Cristo. "Caicrificio , consiguió 1 a ga su sangre sobre nosotros y sobre eterna salvación de sus nuestros hijos" dijeron, y en efecto, escogidos, como dice el cayó para su eterna reprobación. Apóstol. Lo mismo hacen hoy los impíos: arrei Oh, cuánto deben batan al pueblo inconsciente la fe, colos hombres a Cristo rrompen sus costumbres, y una vez susu redentor, y cuan mal gestionado, fácil les es precipitarle en el le corresponden! abi.'ímo de la perversión. Te ofrecen, ¡oh pueblo!, el pan mate"¡Qué mal te he heGalería Coralnl.—Roma. TICO cho, pueblo mío—ex- rial que alimenta el cuerpo y te arrebaultrajar de palabra a un hebreo paisano clama Jesús—, qué más he podido hacer tan el pan de vida, que es la fe y la casuyo por un egipcio, se ofendió de tal por ti que no haya hecho! Y sin embar- ridad, sin la que no puedes salvarte. Mira quién te atiende en los días de manera que desenvainando el puñal lo go, me pagas mal." aflicción y conocerás quién es tu verdamató y enterró en la arena, ¿cuánto más Justificada es la queja de Jesús, pordebieron conmover las entrañas a Ma- que en verdad son muchos los cristianos dero amigo, si el sacerdote ministro de ría viendo cargado de tantos imprope- que le han abandonado; algunos, apos- Dios o el apóstol de Satanás. rios a su hijo, que no era un simple tatando de su fe, niegan su divina miEL OBISPO DE TORTOSA. compatriota, sino un hijo, y divino hijo? sión y redención del género humano. *^ld MNMMIMMMMMM ^^^M«M«M^M<MMM« Arístides Sartorio. - Domingo de Ramos.—/?o/na. F ú n d a l o en 1875. Arístides Sartorio —El lavatorio de Pilatos. Roma. Aristides Sartorio.—La. Flagelación.—Tío/na. E L [SIGLO FUTURO sudor de sangre, las cicatrices con la mayor frescura, y gran escándalo de los buenos afirmando qu€ jamás sudó sangre el Divino Salvador del mundo, y que la Humanidad fué tomada y recibida en la Divinidad como una simple gota de vinagre echado y consumido entre las olas del Océano. Y todo esto, a pesar de haber no pocos piadosc; católicos, que hasta nos ofrecen el númtio de gotas emanadas de la carne sacrosanta del Señor, por el número de flores que, según ellos, nacieron allí donde cayeron las gotas. Todo lo cual ofrecerá dudas a muchos; pero confirma la creencia universal, tradicional del hecho estampado por el Espíritu Santo en el Evangelio de San Lucas. BBouela española. J B S Ú S CON L A CRUZ A CUESTAS Los intérpretes y comentaristas de los libros santos del Antiguo Testamento, señalan como profecía simbólica de la oración, agonía y sudor sanguíneo aquello del Salmo 21 de David, donde exclama de esta forma:. "Derramado he sido como agua y descoyuntado se han todos mis huesos; como cera junto al fuego se derritió dent-o del pecho mi corazón." Quieren los Santos Padres ver en estas palabras la trisi'eza mortal y tan espantable que produjo el sudor sanguíneo en Cristo agonizante. Razón tiene un piadoso autor moderno para exclamar: "Ve aquí a Dios todo ensangrentado, verdadero varón de dolores y de temores también. Esto es batallar las batallas del Señor; resistir por su gloria hasta derramar la sangre; manar sudor, no oler a ungüento; derramar sangre, no brillar con púrpura; salir ensangrentado del campo de batalla, aun antes del combate." Ahora, que este nuestro Divino Capitán, preveía muy bien la flagelación, la corona de espinas y la cruz ignominiosa en que había de morir para darnos vida a los mortales. Paréceles a algunos exagerada la tristeza y amargura, oprimiendo tanto el corazón de Cristo, que por todos sus poros saliese al exterior sudor copioso de sangre y agua, hasta regar la tierra; pero se comprende la exageración en in- Galena Doria, Roma. teligencias desconocedoras de la Majestad perfectísima, infinita de Dios y de la gravedad incomparable del pecado, conculcador, despreciador de tan soberana Majestad. Por eso dejó escrito el mismo autor, Stanihursto S. J., antes aludido: "Si alguno conociese perfectamente la gravedad del más mínimo pecado, y, al mismo tiempo la Majestad y bondad de Dios ofendido, no le quedaría vena en el cuerpo que no se abriese con la vehemencia del dolor; por todo su cuerpo sudaría sangre; se le erizarían con el horror todos los cabellos; le faltarían las fuerzas; se le rasgaría el corazón; se le rompería el pecho; se le quebrantarían los costados, y, finalmente, oprimido de la inmensidad del dolor, caería repentinamente en tierra desmayado y muerto." Como remate de todo ello, y viendo abiertas las • venas sacratísimas del Señor, podemos ahora repetir con el Apocalipsis de San Juan (cap. V, 9): "Redimido nos has con tu sangre para Dios.—Redemisti nos Deo sangninetuo." ; JOSÉ FERNÁNDEZ MONTAÑA. Presbítero. El Mimetismo de Pílalos. NTRE los fenómenos curiosos que nos presenta la Naturaleza ocupa ciertamente señalado lugar el conocido con el nombre de mimetismo. Por mimetismo (miníeles en griego significa imitador) se entiende la propiedad que tienen algunos animales y ciertas plantas—muy particularmente las orquidáceas—de copiar o imitar ya la coloración del suelo, ya la de las plantas sobre que viven, como ocurre en varios animales, o bien las formas de los animales que las visitan, como acontece principalmente con los vegetales. Esto no acontece al acaso, sino con un fin, aunque inconsciente, marcadamente utilitario en alto grado providencial. El armiño, por ejemplo, ofrece dos pelajes diferentes: uno blanco, de invierno, que le capacita para vivir en parajes cubiertos de nieve, y otro pardo, de verano, imitando el tinte de la superficie del terreno. De esta suerte, copiando la coloración del medio ambiente que le rodea, en toda época puede ocultarse, pasando inadvertido a la vista de sus enemigos. Y lo que llama aún más poderosamente la atención es que sobre este mimetismo pasivo, sin intervención directa alguna por parte del animal, existe eí mimetismo activo, que puede ser voluntario, y sólo dura el tiempo que al animal le conviene disimular su presencia, ya para librarse de sus enemigos, ya para pasar inadvertido a sus infelices víctimas. * * * Séanos permitido hacer una ligera aplicación al mimetismo humano, si es que es lícito hablar así. El hombre es animal racional. Con harta frecuencia, por desgracia, aparece lánguida en los actos humanos la vida de la razón, y aparece espontáneamente en ejercicio el otro constitutivo de nuestra especie. ' Y como la carne y sangre—según frase de Jesucristo a San Pedro—^no son valerosas para confesar a Cristo, de ahí que el catolicismo de muchos, presente rasgos multiformes y cambiantes variadísimos de intermitente laicismo, que es un verdadero mimetismo moral muy digno de análisis y de estudio, capaz de desorientar a inteligencias poco firmes y a voluntades llenas de cobardía y vacilación, tan numerosas en épocas de acentuadísima decadencia, como la actual por 'la que atravesamos. El lema de estos hombres es la prudencia, que no es otra sino aquella de la carne, condenada por el Apóstol, esencialmente tornadiza y mimetista. El padre y maestro de su conducta transaccionista, Pilatos. ¡ Qué buena voluntad tan criminal la suya! ¿I^Sudó Sangre Nuestro Señor Jesucristo? [o se puede dudar. El Evangelista San Lucas (cap. 22) y San Mateo, lo declaran terminantemente de esta manera: "Coepit pavere et taedere et maestus esse, faetus est sudor eius sicut guttae sanquinis decurrontis in terram", lo que en nuestro romance viene a ser: '•('omenzó a entristecerse y angustiarse, y fué el sudo'- suyo como gotas de sangre que corría hasta la tierra." Ya se sabe: como Nuestro Señor es Omnipotente, agonizó en el Huerto consabido de Getsemaní, cuando quiso, y no en la Cruz, y asimismo exhaló su postrer, suspiro, pronunciando con fuerte voz el ('omumatum est, que no hacen los demás moribundos. En obras y palabras manifestó al mundo el Divino Redentor su poder infinito en esto y en todo. Arriba queda dicho: no poderse dudar, ni por el buen católico negar, que Jesucristo, Dios y Hombre verdadero, sudó realmente sangre en su agonía. Porque habiendo decretado el Santo Concilio Tridentino, en la cuarta sesión, deberse tener y recibir como canónicos, en todas sus partes, los libros íntegros de las Sagradas Escrituras, según que de costumbre son leídos en la Iglesia Católica, y se ofrecen sagrados en la edición Vulgata, y como por otra parte se ostenta tan admirable sudor en el lugar citado del Evangelio de San Lucas, probada está la realidad d d sudor sanguíneo en el Huerto susodicho. Los arríanos intentaron negar la verdad de haber sudado sangre el Señor; y abusaron mucho del texto evangélico arriba señalado; porque negadores todos ellos ide la Divinidad de Jesucristo, afirmaban ser indigno de Dios tan extremado sentimiento y dolor, que le hiciese manar por los poros de su cuerpo sacrosanto goías de agua y sangre, todo junto, hasta regar la tierra sobre la cual oraba angustiosamente al Eterno Padre, por las vanas y pecaminosas alegrías del género hvunano; y como nota San Bernardo, por las de cada uno en particulsgr. Pero el referido pasaje de San Lucas, claro y literal, confunde el arrianismo y a todos sus seguidores, los racionalistas de nuestros tiempos. Ni los antiguos secuaces de Arrio, ni los mo- dernos racionalistas, enemigos ciegos die lo sobrenatural, recapacitaron bastante que Nuestro Señor, con milagros estupendos, mostraba muy claramente su Divinidad ; con el sudor de sangre y demás padecimientos, durante su corta vida' mortal, desde el pesebre hasta la Cruz, su humanidad. Benedicto XIV, en su obra magna y eruditísima, de Canonizat Sanctorum, capítulo XXVI, y en el no menos famoso y fundamental libro "De Festis D. N. Jesu Christi", libro I, capítulo VII, Feria VI In Parasceve, expone este mismo punto, y prueba contra la familia vieja arriana, acorralada y fustigada terriblemente por San Atasio, y contra la gente vitanda racionalista moderna, que el sudor sanguíneo del Hijo de Dios encarnado, fué real y verdadero. Poco o nada menoscaba esta evangélica verdad haberse fijado algunos, amigos de dudar de todo, en el adverbio comparativo sicut; porque el mismo sabio Benedicto Papa prueba allí que tal palabra, no siempre comparando niega, sino que muchas veces, como en el presente caso, afirma. Sin tener en cuenta que otros, no pocos, dic^n que esa voz adverbial se refiere a las gotas que, hilo a hilo, corrían hasta el suelo; mas no de modo alguno a la verdad y realidad de la sangre. El Grozio, escritor hereje, y todo, en su tratado De sudare Domini nostri Jesu Christi sanguíneo, con el testimonio de los Padres Doctores de la Iglesia antiguos, demuestra la realidad del sudor de sangre de Nuestro Señor, sin que obste a esta verdad la' falta del texto evangélico en algunos códices; puesto que lo ofrecen muchos otros de veneranda antigüedad, ni mucho menos, el vocablo sicut comparativo, por referirse ciertamente a las gotas (fuit sudor eius similis guttis) que caían del sagrado cuerpo hasta la tierra. Al escritor hereje se asocia en la manera de juzgar el punto aquel otro heterodoxo. Sagitario, quien acerca de lo mismo, en su Harmonía histórica sobre la pasión de Cristo, defiende haber sido real y positivo él sanguíneo sudor, aunque observando con varios autores pontificios (católicos) que, entumecida la sangre en las venas de la sacra humanidad del Señor, se acrecentó; pero por los esfuerzos de la tristeza, amargura y del dolor, rompió y salió en gotas sanguíneo-acuosas al exterior, como San Lucas manifiesta. Entre los errores de los armenios, señala el carmelita Guido el relativo al •vo CV-* A LA 5ANTA CRUZ Árbol divino y santo, Y nunca entre las selvas producido. Fértil y hermoso tanto, De cuyas ramas vio la tierra asido EJ fruto más sabroso, Cándido, puro, virgen, limpio, hermoso. Árbol de la victoria, Del príncipe de paz, ilustre planta Digna de eterna gloria. Trofeo que a los cielos se adelanta, Pues sobraste a las manos Que trazaron sus orbes soberanos. Ara donde el cordero Llegó al cuchillo, humilde, manso y mudo,. •o Que, si el Isaac primero Hallar defensa al sacrificio pudo, En ti desamparado Murió el segundo de su Padre amado. Cruz que siendo desprecio Por consagrarte aquel dichoso día, Llegaste a tanto precio Que se te debe culto de latría, Esos ramos extiende, Y en su divina sombra nos defiende. j Oh cruz alma I i Oh suave Camino al Cielo, ponte intercediendo. Como del Cielo llave, Cuando el proceso de mis años viendo Esté quien en ti expira En medio de mis culpas y su ira. LOPE DE VEGA. John Van Sonreí. CRISTO EN L A CRUZ Galería Coralnl.—Roma. EL SIGLO Declara que no encuentra causa ni razón suficiente para condenar a Jesucristo ; y, por acomodarse al medio ambiente que le rodea y no incurrir en Jas censuras de sus enemigos, de los escribas y fariseos, del pueblo, del César; por no afrontar la situación con valentía, le compara con Barrabás; siendo posipuesto a tan afamado y perverso ma'.hechor, le manda azotar, como mal menor, y, al fin y a la postre, después d e n o conseguir nada con tanto equilibrio y debilidad, termina por condenarle, entregando el Justo a la furia desenfrenada de los que pedían a gritos su sangre. Esta conducta no es recta y está execrada por la indignación de la piedad secular, que, al recitar el passus siib Pontio Pilato y moverse a compasión recordando los dolores acerbísimos del Redentor, tiene que mirar lógicamente con horror al verdadero causante de todos ellos: Pilatos. Nosotros insistiremos, abominando de tanta cobardía y criminal blandura, en las palabras antimimetistas del Salvador: Para esto nací y- vin-j al mundo, para dar testimonio de la verdad. Debe ser el testimonio de la verdad, según el ejemplo de Jesucristo, un testimonio franco, leal, sincero, valiente e intrépido, sin atenuaciones ni disimulos pilatescos, que arrostre con fortaleza todo género de dificultades antes que abandonar la defensa de la verdad perseguida. ¿Porr ventura le faltaba a Cristo ta- lento, sagacidad, sabiduría, fascinadora* elocuencia para triunfar de Pilatos y Heredes por esos medios acomodaticios y mimetistas de que tanto se vanagloria el mundano oportunismo? Cristo era mucho más diplomático que todos ellos, y le sobraban recursos humanos, de influencia natural y humana, para burlar todas sus tretas y emboscadas. Mas no se trata de nada de eso. Pictóricos tales recursos de utilidad propia y vacíos de abnegación, no eran aptos para redimir al mundo que exigía inmolación y sacrificio. Consecuencia: no fueron aptos entonces, no lo serán nunca; porque la sociedad no puede salvarse si no es por Jesucristo, siguiendo sus enseñanzas, sus procedimientos, sus huellas. Repugna que la sociedad se salve por aquellos medios y caminos de mimetismo moral y pilatesco que condenaron a muerte a Aquel que es la resurrección y la vida de \a'^ sociedades. FUTURO Al curioso lector que no esté en autos de lo que era aquel folleto-acontecimiento (que así le llamaba lord Russell, ^ministro de Estado en Inglaterra), le bastará saber por ahora que fué compuesto por un servidor de Napoleón I I I y por mandato del mismo Emperador; que Napoleón III (sin cuyo auxilio no habría despojado del Poder temporal Víctor Manuel al Papa) hablaba del Papa y de la Iglesia en el tal folleto con mucho comedimiento y mesura; que el tal escrito era dulce, suave y meloso en la corteza, pero impío, inicuo y revolucionario en la miga o en la doctrina, puesto que tiraba nada menos que a derribar el Pod-er temporal del Vicario de JESUCRISTO. Por lo cual, el día I de Enero del año de 1860. Su Santidad Pío IX calificó públicamente aquel folleto imperial de monumento insigne de hipocresía; tejido burdo de contradicciones, pero tejido innoble, amén de burdo. Mas antes de ser anatematizado por cl Papa fué condenado (como ya se ha di • cho) por el intrépido Obispo de Poitiers. He aquí ahora los párrafos más valientes y famosos del Cardenal Pie en la referida Pastoral: II "Así como la Cirugía moderna (decía el sucesor de San Hilario) ha logrado dar con una substancia que tiene la virtud de anestesiar los sentidos corporales durante las operaciones quirúrgicas, así los enemigos de la Iglesia han inventado este folleto, que es un linaje de droga muy sagazmente confeccionada, y de la cual se exhalan vapores sutiles y estupefacientes (como dirían los médicos), y con los cuales vapores se anestesia el cerebro de toda una nación, se la infunde un sopor dulcísimo, rico y fecundo er risueñas imágenes y en dorados ensue ños...; y mientras tanto, los cirujanos del infierno amputan a Francia su Religión. E L MAGISTRAL DE C.\DIZ. su fe y su honra." Después de esta pintoresca indirectillTt cobosiana, enderezada contra todos los enemigos del Poder temporal, se encaraba monseñor Pie con Víctor Manuel, Rey entonces del Piaünonte, amigo ya de Napoleón I I I y principal actor de la sacrilega tragedia, y le flagelaba sin miseritado en el registro de sospechosos, que el cordia, pero con justicia seca; con Jo ministro de Cultos. M. Fartoul, escribió cual no hacía Su Ilustrísíma ni más ni de su puño y letra al insigne Obispo una menos que adelantarse al juicio y fallo epístola (muy mal tejida por-cierto), en de la Historia imparcial. Pero al llegarle la vez en la Pastoral la cual le perdonaba la vida al Prelado, haciéndole sabedor de que por aquella a Napoleón H I , cómplice de la iniquidad vez, y solaanente por aquella vez, no de- sacrilega que £e estaba urdiendo entre nunciaría el Gobierno al Consejo de Es- bastidores, he aquí las famosísimas palabras de monseñor Pie, palabras dignas tado la referida valentísima Pastoral. Monseñor Pie leyó la carta, se enco- (como diría nuestro Cervantes) de pingió de hombros, se sonrió y siguió tran- tarse en tablas, de esculpirse en mármoquilamente su camino. Y tan siguió su les y de entallarse en bronces; palabras camino y tan perseveró en sus trece, que tan celebradas siempre entre los católicuando apareció el famosísimo folleto in- cos íntegros del mundo entero; palabras titulado El Papa y- el Congreso, aconte- que cien veces comentaron con delectació que el gran Obispo, sin encomendar- ción morosa Gabino Tejado, Ramón Nose al diablo (pues nada tenía que ver con cedal, Sarda y Salvany, y cuyo eco sosu Diahlencia, como diría D. Francisco noro, vibrante, magnífico, resuena casi de Quevedo), condenó muy solemnemen- todos los años por Semana Santa en las te y con todas las de la ley aquel folleto, columnas de E L SIGLO FUTURO cuando que tanto ruido y tanta baraúnda logró las aplicamos a los católicos de balancín, meter a mediados del siglo xix en todas de barniz o de madriguera, como dirían Pío IX, León XIII y Sarda: las naciones de Europa. La verdad, únicamente el testimonio de la verdad, nos hará libres, aunque a esos esplendores de resurrección lleguemos después de haber apurado el cáliz del abandono, después de recibir el abrazo del falso hermano y la lanzada del inhumano sayón, después de sufrir todos los dicterios y persecuciones y horas amarguísimas que envuelven el d'a solemne, augusto y reparador del Viernes Santo. De Herodes a Pilatos. ¡E entre los Obispos franceses del pasado siglo decimonono nadie pasó de vuelo al Cardenal Pie, Obispo de Poitiers, en erudición, en sabiduría, en santa fortaleza, en amor a la Santísima Virgen ni en devoción ardiente a la Santa Sede Apostólica en medio <ie los últimos estertores del galicanis•^o, que fué siempre perniciosísima peste de Francia, como el liberalismo lo fué después en todo el mundo. Desde la primera magnífica Pastoral que enderezó el inmortal Obispo a sus diocesanos en 1855, y de la cual salieron maltrechos todos los errores contemporáneos, ya le tenía apuntado a monseñor Pie en el libro verde el Gobierno imperial de Napoleón; de Napoleón III, que era casi dueño y señor del mundo por aquellas calendas. Y tan le tenía encar- Marcelo V.nustl. "Hace ya diez y ocho siglos (decía magníficamente monseñor Pie), hace ya diez y ocho siglos bien cumplidos que existe una breve pero muy jugosa profesión de fe católica, contenida en doce artículos, y profesión de fe que recitan diariamente los labios de todo fiel cristiano en todo el mundo. Y en esta secular profesión de fe, qiie se llama el Símbolo de los Apóstoles o eJ Credo, están esculpidos entre los nombres adorables de las tres Personas de la Trinidad Beatísima otros dos nombres propios: el dulcísimo nombre de MARÍA, mil y mil veces y millones de veces bendecido, y el nombre mil y mil veces y millones de veces execrable del hombre que mandó matar al Hijo de Dios. "Ese hombre no fué Herodes, ni Judas, ni Caifas, ni ningún escriba, ni ningún fariseo, porque ni ilos fariseos, ni los escribas, ni Judas, ni Caifas, ni Herodes, aunque tuvieron tanta parte en la Pasión y Muerte de Cristo, nada hubieran logrado sin la intervención de PONCIO PILATO. "Lávate, pues, las manos, ¡oh, Pilato !; lávatelas, y haz pública protestación de que eres inocente en la crucifixión y muerte de Cristo. Pero, no embargante tu lavatorio y tu protestación, la Iglesia dirá y cantará mil veces cada día hasta la consumación de los siglos el Passus sub Pontio Pilato : "¡ ¡ Padeció debajo del poder de PONCIO PILATO i!" LA DOLOROSA Galería Corslnl.—Soma. riBDAD tos Apóstoles cuando ibant gaudentes, se regocijaba en el Señor por haber sido hallado digno de padecer contumelia por el Nombre de JESUCRISTO. Cumplida la condena, ordenó el Gobierno imperial que una ronda volante de policías siguiese siempre devotamente los pasos y andanzas de monseñor Pie. Los esbirros imperiales no le perdían de vista de día ni de noche; seguíanle por todas partes; vigilábanle como a un criminal fichado; no dejaban tampoco en paz a sus sacerdotes, y copiaban taquigráficamente (para conocimiento de los ministros) los discursos y sermones del Prelado insigne. En dos años seguidos no pudieron coger en ningún renuncio (digámoslo así) ai Obispo de Poitiers, hasta el día de San Pedro del año de 1861, siendo también muy digna de ser contada la breve pero regocijada historia de lo que en tan solemne día como el de San Pedro aipóstol aconteció. Pinioateoa Vatloiaa, Soma. —Hola, hola; pues esto es peor que lo de Pilato. —i Al Gobierno con él! Y otra vez fué denunciado, pero no ya al Consejo de Estado, sino a Roma. El Obispo declaró que ni siquiera ihabía cruzado por su imaginación el pensamiento de h^icer ningún paralelo entre Napoleón y Herodes. "Caiga, pues (añadía), caiga sobre esos servidores de Su Majestad Imperial la torpeza de haber hecho tan gratuitas suposiciones. Mas por lo que a mí hace no me. arrepiento de haber hablado de las persecuciones del primer Papa, máxime si se considera que esta es la hora en que tantas iras se desencadenan contra el Vicario de J E SUCRISTO, y que esta es también la hora en que uno de sus enemigos más formidables (el conde de Cavour) acaba de bajar a la tumba y de comparecer ante el Supremo Tribunal del Juez de vivos y muertos." V IV Aquel día era fiesta de primera clase en la catedral y diócesis de Poitiers, de las cuales es cabalmente patrón el santo Apóstol; por lo cual en los Oficios de tan solemne fiesta tuvo que subir al pulpito monseñor Pie a predicar al pueblo la correspondiente homilía, }' en ella tuvo que hablar de la persecución del primer Vicario de Cristo, es decir, del rey HeIII rodes, perseguidor de San Pedro. El tema tenía en ascuas no solamente Bramaban de rabia Napoleón I I I y a la ronda volante de esbirros, sino al sus ministros cuando leyeron y rumia- mismísimo prefecto de aquel departaron esta Pastoral, en donde con tanta mento francés, que, escondido y casi agapropiedad y con tan apostólica valentía zapado en una-tribuna, era también oyenun Obispo francés llamaba Pondo Pilato ' te del Obispo. nada menos que a su propio Monarca y —"¡El rey Herodes (se dijeron), perEmperador. seguidor del primer Papa! Pues indirecSacáronse, pues, sin tardanza a relucir ta cobosiana tenemos otra vez contra el leyes antiguas y regalistas, que ya esta- Emperador. En la Pastoral de marras ban arrinconadas y en desuso; leyes que fué comparado con Poncio Pilato. Milaallá en los días de Napoleón I habían gro será que ahora no le compare Su sido forjadas contra la Iglesia, y monse- llustrísima con Herodes." ñor Pie fué procesado y condenado el Entre tanto, el Obispo explicaba a los Miércoles Santo, y Napoleón I I I firmó la fieles (y los taquígrafos policíacos iban sentencia el Sábado Santo del año de gra- apuntando) quién era este rey Herodes cia de 1859. Pero, entretanto, llovían des- perseguidor del primer Papa, de todas partes enhorabuenas, felicita—"No era Herodes Ascalpnita (decía ciones y parabienes enderezados al va- monseñor): éste fué el perseguidor y marón apostólico, al intrépido Obispo, al tador de los Santos Inocentes. No era dignísimo sucesor de San Hilario de Poi- tampoco Herodes Antipas: éste fué el tiers, al valentísimo defensor del Poder que matndó degollar a San Juan Bautistemporal del Papa, al que, como los San- ta, precursor de Nuestro Señor. El rey Herodes de quien ahora se trata era He-odes Agripa, hijo de Aristóbulo, es decir, era Herodes tercero." ¡ Aquí fué Troya i —Ya cayó (decía un policía). —^¿No lo dije? (exclamaría el preA cuestas lleva el Verbo Soberano fecto). La dura cruz, de intolerable carga, Para aliviarte, pecador cristiano, t—La alusión es un tiro.directo contra De aquella cruz eterna, triste y larga; el Emperador. Hoy vuelve dulce el rico cortesano —Hombre, ¿por qué? (preguntaba De nuestra culpa la pobreza amarga; uno de los más lerdos). Hoy Isaac su propia sangre empeña —No seas mastuerzo: bien claro ha y ¿1 mismo lleva al sacriñcio leña. dicho (y no en latín) que ahora se trata de Herodes tercero, es decir, de NapoLie. JUAN LÓPEZ DE UsnaJA. león' IIL A Cristo llevaHilo la Croz a [oestas. Quldo Renl. LA Por fin se calmaron aquellas borrascas contra el insigne Obispo de Poitiers; y hasta llegó un día (el 26 de Febrero de 1868, por más señas) en que, con motivo del Concilio Vaticano que ya se avecinaba, tuvo que hablar monseñor Pie con el Emperador; al cual, por cierto, le dio un advertimiento saludable, que no solamente fué advertimiento, sino también verdadera profecía: —"Señor (le dijo), no olvide nunca Vuestra Majestaid Imperial dos cosas, conviene a saber: que la libertad que ahora piden los radicales es libertad para destronaros, y que las dinastías que han reinado en Francia solamente han perseverado en el trono mientras han guardado fidelidad a JESUCRISTO." El cetro de caña de JESUCRISTO es, efectivamente, más fuerte y poderoso que los cetros de oro o de hierro de reyes o emperadores, monarquías o repúblicas, aristocracias o democracias. Es Cristo Rey de reyes y Señor de los que dominan {Rex regum et Dominus dominantium), y su reino no tendrá fin (canta siempre la Iglesia en el Credo de la Misa), regni ejus non crit finis. Bienaventuraidos, pues, los que en este Rey inmortal confían; beati omncs qui confidunt in Eo. En El (y no en los hombres, aunque fueran reyes)» en El confió siempre (y nunca en vano) el Cardenal Pie, varón apostólico, digno de los tiempos de los Apóstoles; Ángel de Francia, como le llamaba el egregio y sapientísimo Dom Benoit; lumbrera del Concilio Vaticano; defensor intrépido de la infalibilidad pontificia; amigo queridísimo y grande amigo de Pío IX, de anonseñor Segur y de Luis Veuillot; brazo derecho en Francia del Vicario de JESUCRISTO, como le llamó la Santidad die León X I I I . J. MARÍN DEL CAMPO. E L SIGLO 4 que tenemos amor, pero no infinito, hubiéiamos contestado: " ¡ E s imposible!" Dios contestó que era posible y lo hizo. • ¿Cómo? Haciéndose Hombre y habitando entre nosotros... Et homo factus est; crucifixus, passiis et sepultas. III LA GLORIA DEL DOLOR U.KA DE LAS r o VINAS INVENCIONES Notas fácite in populas adinventiones egus. Predicad al pueblo las invenciones del Señor. C. Cignani.—nLa. Dolorosa» con sus emblemas Je la Pasión Galería Corsini, Roma. La Pasión de Cristo, escándalo del amor humano. •"Et ait eis J e s ú s : Omnes ecandalizabimini in me in nocte ista, quia ecriptum est: Percutiara Pastorem, et dispergentur oves." (.Marc. XIV. 17.) A triste y vergonzosa historia de la fragilidad de nuestro corazón, de la ruindad del amor humano, la describió nuestro Divino Maestro, el amantísimo Jesús, cuando en el solemne acto y en el preciso momento de la Sagrada Cena, regalados y confortados sobrenaturamente con la substancia de su cuerpo y sangre sacratísimos, sus doce discípulos escogidos, les dijo: "Todos os escandalizaréis por ocasión de mí esta noclie, según está escrito: heriré al Pastor y se descarriarán las ovejas." iNo importa que sus discípulos, todavía de pie, junto a la Sagrada Mesa, y acabártelo de decir el himno de acción de gracias, comenzando Pedro y siguiéndole todos los demás, protesten entusiastas estar dispuestos a morir con El antes que negarle. El Divino Maestro, que por encima de sus palabras penetraba lo más recóndito de sus corazones, sabía bien que su amor hacia El era aún demasiado humano para hacer caso de sus entusiasmos y promesas; porque es mucho y muy distinto lo que va de la Cena al Calvario. Para gozarse y entusiasmarse en las alegrías y dulzuras del celestial convite, basta tener siquiera una miaja de corazón, una chispita de amor humano; mas para perseverar firmes aún en los dolores y amarguras de la Cruz es preciso, es indispensable el amor sobrenatural de la caridad, en que no habían entrado todavía Jos discípulos de Jesús; faltábales enardecer y caldear sus humanos pechos en el fuego abrasador del Espíritu Santo. Y así sucedió realmente que ellos, tan firmes y decididos en la sobremesa de la Cena, luego de llegados a la granja llamada de Gelsemaní, donde Jesús se postró de rodillas en profunda y triste oración, y su alma entró en mortales agonías ante el amargo cáliz de su próxima Pasión, exhalando aquel conmovedor si posibile est transeat a me calix iste, aun sus tres más íntimos discípulos, Pedro, Santiago y Juan, que el Divino Maestro había escogido para allá muy cerca de El, se durmieron tranquilamente primera, segunda y tercera vez, a pesar de los amorosos y urgentes requerimientos de Jesús. Y cuando poco después oyen llegar allá aquella desordenada turba multa cum gladiis et fústihus, y ven que ponen sus manos sobre Jesús, prendiéndole fuertemente atado, discipuli ejus relinquentes eum, omnes fugerunt, sus discípulos, abandonándole, todos huyeron. Ni uno de ellos, ni aun Judas traidor, faltó puntual a la Cena; todos, absolutamente todos, le abandonaron y huyeron asi que dio comienzo la dolorosísima Pasión de Jesús. ¡ Menguado y ruin amor el que sólo acompaña a Jesús en las deicias de sus gracias y en las glorias de sus triunfos, y le abandona y huye luego de El en sus persecuciones y en su crucifixión!... Y sin embargo, ¡ triste es decirlo!, ese es el amor que profesan también hoy a Cristo no pocos que se afirman católicos. Católicos que asisten en primeva fila a las grandes solemnidades, al esplendor del culto religioso en los templos; que se honran con la medalla o insignia de las muy ilustres y reales asociaciones religiosas de Jesús y de María; católicos, en fin, que devotos frecuentan hasta la Sagrada Mesa de la Eucaristía, y, en cambio, luego después le abandonan y huyen de El, si ya no se pasan al enemigo y le venden como Judas cuando la turba multa de los seguidores de las falsas libertades y errores modernos le escupen y blasfeman; cuando el sensualismo y la moda diabólica le arrojan de la modestia de los trajes y de la decencia y honestidad de las recreaciones en teatros, cines y tertulias, y cuando la irreligión y el ateísmo político, conconcertados y convenidos, se aprestan contra Cristo en las elecciones o comicios, le azotan en los municipios, le coronan de espinas en las diputaciones, le crucifican en las Cortes, y le sepultan bajo los cimientos acatólicos, neutros o ateos, de pretendidas nacionalidades a la moderna. No, ese no es amor cristiano, no es el amor que debemos y quiere Cristo, no es el amor espiritual de caridad que vino El a traer a la tierra para que en él arda y se abrase; ese es amor mezquino, amor egoísta, de conveniencia; amor de corazones cobardes e infieles, que no complace y consuela, sino que hiere y lastima dolorosamente el corazón amantísimo de nuestro divino Redentor Jesucristo. ¡Ay de los cobardes e infieles!... JOSÉ ALSINA Y BOVER. Presbítero. Manresa, Semana Santa de 1919. Pensamientos sueltos. LO SUBLIME EN LO VULGAR ¿Qué sabemos nosotros de la Divinidad? Muy poco; pero sabemos lo suficiente para comprender que la virtud adornada del dolor era para Dios, que tenía toda la virtud sin dolores, era para Dios (digámoslo así) un espectáculo tentador y atrayente. " A causa de mi omnipotencia y de mi bondad necesarias, todo son facilidades para mí", podía decir DÍG.>. Llamo a las estrellas y no tardan un instante en venir; miro a Jos valles y los lleno de flores; miro a las almas y las lleno de virtudes; todos me llaman el Santo y nadie se admira de que lo sea, porque siendo yo la regla de la moralidad, ¿cómo voy a desviarme de Mí mismo? El hijo de Adán, que es bueno, a pesar de sus trabajos, tiene una gloria que me falta a m í : el dolor en el bien." Y miraba Dios al mundo y veía a los héroes sucumbir por una causa justa, a las madres perder a sus hijos sin quejarse, a los hijos quedarse huérfanos sin murmurar, y a muchos justos, como los Macabeos, morir antes que suscribir una blasfemia o cometer un crimen. Estos espectáculos eran raros, pero existían ; y como esto es grande y Dios ama lo grande, comenzaron (digámoslo también así) a atraerse mutuamente estas dos grandezas. Dios y el dolor, hasta que por fin subió uno de la tierra, bajó el otro del cielo y los dos se juntaron. El género humano, acostumbrado a considerar a Dios en cumbres inaccesibles o difundido como una luz por la creación, pero siempre a cubierto de todos los dolores, quedó herido como por un rayo cuando en una hora determinada vio al inmenso, al infinito, recogido en un cuerpo humano con las manos extendidas y diciendo : "i Soy vulnerable!" La aparición de esta invención divina causó estupor y pareció una gran locura, y, sin embargo, era una estupenda, colosal, sublime y no. pensada verdad. IV IN AETERNUM ET ULTRA Y, sin embargo, esas que ya se nos antojan vulgaridades, por ser cosas tan sabidas y tan trilladas, son verdades de las más sublimes que pueden decirse ni pensarse. II EL IMPOSIBLE VENCIDO La Divinidad, por su naturaleza intrínseca, expulsa y destierra el dolor a larga distancia y fuera y muy lejos de sus dominios. Suponed que el sol fuera inteligente y dijese un día: "¿Qué es lo que dicen por ahí que hay lugares sombríos, oscuros, llenos de tinieblas? Yo quiero ver las tinieblas", e inmediatamente hiciese un recorrido por el cielo en todas direcciones para encontrarlas. ¿I^as encontraría? Es seguro que no. Las tinieblas existen, pero hay lugares *donde no pueden estar, y es cabalmente aquel punto preciso adonde mira el sol. Lo mismo le sucede a Dios; hay dolores, pero no puede haber dolor donde hay visión comprensiva de toda la verdad, de todo el bien, de toda la belleza. Como esa visión es en Dios metafísicamente necesaria, el dolor es en Dios metafísicamente imposible. Pero si la divinidad como tal no puede «padecer, hay m.odo de que el género humano pueda decir a coro y sin faltar a la verdad: "¡Dios ha padecido! ¡Dios ha muerto I" Nosotros, que tenemos poder, pero no infinito; nosotros, que tenemos sabiduría, pero no infinita; nosotros. por herida que ofrece consuelo, de aquel Dios cuya esencia trasciende todas las grandezas, todos los misterios, todos los prodigios, todos los tormentos de aquel Dios cuya esencia traspasa la infinita extensión de los cielos; de aquel Dios hecho carne doliente, de aquel Rey azotado y sangriento, de aquel Justo en infame patíbulo enclavado y muerto. Y el alma encogióse como un niño que tiembla de miedo; miróse a sí misma de su propia conciencia al reflejo, y al verse cubierta de vicios tan negros, de manchas tan viles, de delitos tan torpes y horrendos, que en el cuerpo de Cristo son llagas, que son clavos que rompen sus miembros, y en sus sienes son recias espinas, y en su alma son mar de tormentos, bajó la cabeza y gimió con mortal desaliento. Y ya se alejaba llevando en su seno la tristeza incurable que vierten los remordimientos desesperanzados, medrosos, incrédulos, cuando hacia el divino desangrado cuerpo otra vez se tornaron sus ojos, encendidos por hondos anhelos. Claváronse entonces de Cristo en el pecho; viéronle rasgado por herida que ofrece consuelos, por herida que brinda perdones, por herida que pide mil besos; 1 dulcísima herida, boca que muy quedo '» con sus labios de púrpura dice amores eternos, ansias inefables, divinos requiebros I Oyólos el alma como oye el cordero el balido instador de la madre que le llama temblando a su seno. Oyólos, y súbito arrojóse a los pies macilentos del Mártir divino clavado en el leño. I Lloraba de amores I i Suspiros y besos salían de sus labios como dardos candentes de fuego! Y a su Dios se quedó allí abrazada, mientras en el templo resonaba el tristísimo salmo, empapado en dolientes misterios, del Rey penitente, clemencia pidiendo. ROBERTO ALCOVER. Cuarenta siglos estuvieron repitiendo los profetas: —¡Dios padecerá! Treinta y tres años pudieron estar diciendo los contemporáneos de JESUCRISTO : —¡Dios está padeciendo! Mas para decir: "Dios ha padecido", tendremos toda una eternidad; y al angélico cántico que oyó T:antar Isaías en el cielo añadiremos otra idea tan sublime como gloriosa para Dios Nuestro Señor: —Santo, Santo, Santo, ¡oh, Dios, que has padecido! •FR. ÁNGEL DE ABÁRZUZA capuchino, los pocos años de venir al mundo, tomándoos un día vutetra madre en sus brazos os besó; la besasteis vosotros también, y vuestra madre os dijo entonces: " B e s a d ahora esto." —"¿Qué es eso, madre?", contestasteis vosotros. Y vuestra madre replicó: " E s la imagen de Dios, que ha muerto." Besasteis el Crucifijo con mucho amor y poca admiración, y en aquel instante penetró en vuestra inteligencia para nunca más salir de ella esta idea estupenda: "Dios ha muerto por el hombre." ¡¡Eso es Jo sublime!! Le mirasteis una y otra vez; acostumbrasteis la mirada, habéis vivido con lo sublime uno, dos, veinte, cuarenta, sesenta años, y vuestra alma se ha elevado tanto, que si un orador sagrado dice solemnemente desde la Cátedra del Espíritu Santo que Dios ha muerto por la humanidad, sin adornar la frase de una gala oratoria, puede acontecer que alguna viejecita ignorante, que cree todavía que el mundo es más grande que el sol, o que el sol gira alrededor ¿? la tierra, levante la cabeza y murmure para sus adentros: "¿Qué vulgaridades dice ese hombre?..." FUTURO (i) ( I ) Estos pensamientos están entresacados de una larga pero sabrosa conferencia del P a d r e Ángel intitulada Dios ha padecido. Al pie de la Cruz. Con su cara que es lirio marchito, con sus ojos que son soles muertos, con sus brazos de blancos corales, con su boca de cárdenos pétalos, con sus pies que parecen claveles tronchados y secos, y sus manos que imitan manojos de nardos sangrientos; con las matas sedosas y largas del negro cabello, que caen macilentas sobre el horno apagado del pecho, del pecho partido, del pecho entreabierto por herida que es nido de amores, por herida que es puerta del cielo; con los negros estigmas que cubren el rígido cuerpo como cubren las flores las tumbas en los cementerios; con la cárdena luz que le envuelve en tonos sangrientos, en sombras agónicas, en fulgores de sol cadavérico, parece su imagen una estampa de tristes misterios. No tienen sus líneas, no tienen sus miembros la belleza de estatuas romanas, la armonía de mármoles, griegos, ni el color virginal de las tintas que vertió Rafael en sus lienzos; pero tienen un sello inefable de pena y tormento, de amor y ternura, de muerte y misterio ; una luz moribunda y ascética, un aroma doliente y sangriento, una voz de infinitos dolores, un latido de amores eternos. Mirándole estaba el alma en silencio; y al hallar en su faz dolorida el augusto dramático sello de aquellas visiones que en sublimes deliquios ascéticos, entre luz de Tabor y Calvario, con temblores de espasmos angélicos, miraron los santos dibujarse en sus místicos sueños, imprimirse en sus carnes marchitas, deshacerse en aromas de cielo, sintióse abrumada por un hondo y medroso respeto. P o r sus ojos pasaron brillando, cual fugaces relámpagos trémulos, a través de las nieblas opacas del humano mortal pensamiento. FELLE MIXTUM UN "GESTO" DE PIÓ X dieron vino mezclado con hiél. Y habiéndolo probado, no quiso beberlo." (S. Mateo, XXVII, 34; S. Marcos,'XV, 23.) Pormenor es éste que parece insignificante. Sin embargo, de cada una de esas palabras han hecho brotar, y como surtir por cada una de esas letras raudales de significaciones, la exégesis piadosa y la académica. Una glosa advierte que solía darse este "vino mezclado con hiél", o "vino mirrado", como San Marcos le llama, a todos los crucificados para adormecer sus sentidos en cierto sopor que hacía menos sensibles los tormentos de la cruz. Jesús no quiso adormecer la sensibilidad de su cuerpo al entregarlo al furor de sus verdugos. Tratar de poner obstáculo o de suavizar el ímpetu a la llama que había de devorarlo desde el alma hasta la carne, según la frase de Isaías; economizar dolores; ahorrarse sufrimientos Jesucristo, no era fácilmente compatible con la generosidad de aquel Amor que pudo redimirnos con una lágrima, con un sollozo, con una mirada, con una sonrisa, con un latido, y prefirió redimirnos desbordándose en los excesos de la Pasión, vertiendo toda su divina sangre y consumiéndose, como Hostia, entre las llamas de todos los dolores sobre el ara de la Cruz. Otra glosa ve en aquel vino mezclado con hiél, un brebaje amarguísimo, y exclama'al observar que Jesús lo prueba y no lo bebe: "¿ Cómo no ha de estar amar- Maroel "> Venustl. go si es el zumo de la fruta que Adán comió ?" Ni faltan intérpretes parg quienes aquel cáliz de vino mezclado con hiél sea figura de la obra de la salvación de cada hombre; obra de la gracia de Jesucristo y de la libertad humana que no de la mera imputación extrínseca de los méritos del Redentor. E! cual bebe su parte en ese cáliz, y nos deja a cada uno la parte que en el mismo cáliz nos corresponde beber. Pero la glosa más común; la interpretación más frecuente; la significación que apenas se echará de menos en libro de piedad o en libro de estudio de la Pasión, es la que ve en el vino mezclado con hiél la simbología de esa mezcla moral de verdad y de error, de mal y de bien, que empapa nuestra vida privada y nuestra vida pública. Vino mezclado con hiél es la conducta del cristiano que profesa la fe católica y vive fuera de la moral.de esa fe. Y el católico cuyas obras son la negación de los dogmas que proclaman sus labios. Y el que en la vida pública pisotea la Verdad y el Amor que en la vida privada adora. Los hipócritas del bien y los hipócritas del mal. Singulanmente, esa raza inextinguible que mezcla el vino generoso del catolicismo, engendrador de mártires, con las hieles acerbísimas de la herejía liberal, endemoniadora de naciones. Jesús apartó sus labios de aquel brebaje. Su gesto pudo ser semejante al gesto de Pío X cuando en una de sus últimas alocuciones aludió al brebaje minimista que le ofrecían en el cáliz de cierto programa social y pol'tico, diciendo mientras apartaba sus labios del cáliz: "Decidles claramente que las Asociaciones mixtas, las alianzas de católicos con no católicos, para el bienestar material, pueden permitirse con ciertas y determinadas condiciones. Pero que el . Papa prefiere las uniones de fieles que, depuesto todo respeto humano y cerrando los oídos a todo halago y a toda amenaza, se agrupan alrededor de su bandera, tanto más espléndida y glorio-a cuanto más combatida, porque es la bandera de Ja Iglesia." Asociaciones mixtas, alianzas entre católico y no católico..., el vino mezclado con hiél..., bajo ciertas condiciones para el bienestar material, puede permitirse, afirman algunos. El Papa prueba ese brebaje, como Jesús en el Calvario. Pero, como Jesús en el Calvario, el Papa retira los labios de ese cáliz. Fué ese gesto de Pío X allá en la Alocución del 24 de Mayo de 1914, y desde entonces van inseparablemenle unidos en nuestra-memoria ese gesto y aquel versículo de San Mateo: " Y le dieron vino mezclado con hiél. -Y, habiéndolo probado, no quiso beherlo." EMILIO R. MUÑOZ C A N Ó N I G O A R C m v E R O DE IVlXtAGA Serafia. , A tradición^ que perfuma rwiK la historia y la vida del | | .|j linaje humano, nos h a -^'"•^' conservado el recuerdo de aquella mujer admirable a quien conocemos con el apellido de la Verónica, "de Veré Icono (verdadero retrato), a causa de lo que hizo en este día." Así lo dice en sus famosas visiones y meditaciones sobre la Pasión de Jesucristo, Sor Ana Catalina Emnierich, quien cU pormenores y circunstancias de la persona y de la hazaña en el día de la Pasión del Señor. La Verónica se llamaba Serafia, mujer de Sirac, miembro del Consejo del Templo y, a la cuenta de Sor Ana Catalina, era parient.i de San Juan Bautista y del anciano Simeón. El marido fué de la familia de la Casta Susana, y al principio de su matrimonio tuvo que sufrir mucho Serafia, porque su marido, como la inmensa mayoría de los fariseos, escribas y ancianos que formaban el Sanhedrin, era enemigo de Cristo Nuestro Señor. Pero dice la vidente que Nicodemus y José de Arimatea lo fueran ganando para la buena causa y lo redujeron a mejores sentimientos, al extremo de que cuando Caifas reunió el Consejo extraordinario para condenar a muerte al justo, Sirac, en compañía de José de Arimatea y Nicodcsnus, se LA ORACIÓN DEL HUERTO declaró en favor de Jesús y se separó del Sanhedrin. ¡Dichosos ellos!, ¡y dichoso marido quien logra tener tal mujer! De elevada estatura y de aspecto imponente, dice Sor Catalina que era la Verónica, y si io exterior es revelación de lo interior, con la estatura corporal corre parejas la grandeza moral de la mujer esforzada y prudente, valerosa y práctica. Pues cuando los discípulos andaban huidos por miedo de los judíos y experimentaban en sí lo que es la miseria humana reducida a sus solas fuerzas ; cuando aquellas columnas de la Iglesia, criadas a los pedios del amor de Cristo, y criadas para cosas tan grandes, vieron y" tocaron a donde les condujo el haberse dormido en el Monte de las Olivas, sin hacer extraordinario y debido caso de la advertencia del Salvador, de que vigilasen y orasen; cuando la grey varonil daba muestra y razón de todo, menos de virilidad, una mujer sola rompe el circulo d e hierro , de la multitud, y, abriéndose paso entre los soldados y alguaciles, criados de los pontífices, y chusma ebria de vino y de odio; se llegó al Salvador y limpió su santísimo rostro, después de arrodillarse y confesarle por su Señor en tan apretadas circunstancias. Y como el Señor no se deja vencer en generosidad, pagó el valor, el ardimiento, la prudencia y el amor de aquella mujer que valía por muchos hombres, dejando impresa en el lienzo la imagen de su iSantísimo rostro, en quien se ihiran los ángeles, convertido entonces en muestra de todo escarnio y baldón. La piadosa vidente cuenta que Serafia llegó hasta Jesús, se arrodilló y le presentó el lienzo extendido, diciendo: •'Permitidme que limpie la cara de mi Señor. El señor cogió el paño, lo aplicó sobre su car.i ensangrentada y se lo devolvió, dándole las gracias. Serafia, después de haberlo besado, ;o metió debajo de su manto y se levantó. "Una vez llegada a su casa, extendió el sudario sobre una mesa y cayó sin conocimiento. "Un amigo que venía a verla la halló así al lado de un lienzo extendido, en el que la cara ensangrentada de Jesús veíase estampada de un modo maravilloso. Se sorprendió con este espectáculo ; la hizo volver en sí, y le mostró el sudario, delante del cual ella se ari'ódiUó llorando y diciendo: "AHORA LO QUIERO DEJAR TODO, PUES EL S E Ñ O R ME HA^ DADO UN RECUERDO." Desde entonces y hasta nuestros tiempos, y hasta el fin de ellos, el recuerdo de la hazaña de la Verónica ha permanecido y permanecerá, para infundir valor a cuantos tengan que luchar en circunstancias extraordinarias y en medio de un ambiente hostil- quieran dar la cara por Jesucristo. Porque como nuestra Santa Teresa de Jesús, la Verónica no era nada apocada, sino muy varonil y esforzada. En algunas partes hemos visto que pintores y retratistas han tratado de nombrar Patrona suya a la Verónica, depositaría feliz del único retrato de nuestro Salvador. Bien está, si las pinturas y retratos de los patrocinados son dignos de tal Patrona. Pero quien debíamos tomarla por Patrona y modelo, somos los periodistas católicos, que, en medio de una sociedad apóstata y blasfema, tenemos que imitar a la Verónica, limpiando el rostro desfigurado de la Verdad, para que brille entre las muchedumbres libre de todos los escarnios y salivazos, con que trata de injuriarla la rabia sectaria y los enamorados de las medias tintas. Porque si bien se mira, el apostolado de la buena doctrina, de la Prensa enamorada de Cristo Nuesto Señor, y enemiga de todos los errores y horrores de nuestros tiempos, tiene gran semejanza con la hazaña de Serafia. Y el premio tiene que ser también pof modo parecido, que el recuerdo y la imagen de Nuestro Señor Jesucristo quede impreso en nuestro pecho; y sea luz en la negrura, báculo en la prueba, vigor en la tentación, medicina en el decaimiento, misericordia y lágrimas si tenemos la desdicha de ofenderle, camino en la vida y premio en la eternidad. CRISTÓBAL BOTELLA SUCESORES DE RIVADENEVRA ( s . A.) Galería Corsint, Roma,