Cómo moldear el carácter de nuestros niños

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Cómo moldear el carácter
de nuestros niños
Los niños necesitan
Desesperadamente
ser moldeados
Primera Parte
Enseñanzas dadas por el Pastor Sugel Michelén,
entre el 5 de enero de 1992 y el 22 de septiembre de 1998,
en la Iglesia Bíblica del Señor Jesucristo, de República Dominicana
1
Este material se utiliza con permiso de su propietario.
Autor: Pastor Sugel Michelén
Guía de estudio: Rev. Javier Muñoz
Edición: Julio Benítez
Impreso en los talleres del Centro de Publicaciones Biblos.
Medellín, 2008
FUNDACIÓN IBRC
Carrera 40 No. 22 A-70
Bogotá D.C.
www.ibrcvirtual.org
email: ibreformado77@hotmail.com
Tel. (57 1) 2441438 – 2444212 – Cel. 3002181144
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CONTENIDO
Pág
1. Los niños necesitan desesperadamente ser moldeados
2. Es responsabilidad personal de los padres moldear el carácter de sus hijos
3. La extensión de la responsabilidad de los padres
4. El ejemplo de los padres, ¿Para bien o para mal?
5. El “Yo” en su justo nivel
6. El temor de Jehová es la sabiduría
7. ¿Qué ven sus hijos en usted?
8. Frutos de un árbol con buena raíz
9. El dominio propio en el comer
10. El dominio propio en las emociones
11. El extraordinario dominio propio en el hablar
12. El hogar a la manera de Dios
13. El dominio propio en el uso de las posesiones
14. El dominio propio en la sexualidad
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Cómo moldear el carácter de nuestros niños
1. Los niños necesitan desesperadamente ser moldeados
Enseñanzas dadas por el Pastor Sugel Michelén,
entre el 5 de enero de 1992 y el 22 de septiembre de 1998,
en la Iglesia Bíblica del Señor Jesucristo, de República Dominicana
INTRODUCCIÓN
descubrimientos personales o las experiencias
Muchos padres hemos estado esperando esta
como padres, sino más bien como siervos de
serie para revisar algunos conceptos del
Dios y como cristianos que al igual que
pasado y para continuar aprendiendo con
ustedes necesitan escuchar la voz de Dios con
materiales que han llegado a la iglesia en los
respecto a estas cosas.
últimos años. Por un lado muchos estamos en
También debemos tener en cuenta lo que
la empresa de criar hijos, sean niños, sean
comentó uno de nuestros Pastores en un culto
adolescentes, y por otro lado, en la iglesia hay
de oración pasado, que muchas iglesias se
un altísimo porcentaje de jóvenes que
destruyen precisamente en la segunda y
probablemente en unos pocos años estarán
tercera generación. Nuestra iglesia es de
metidos en el mismo asunto y deben tener
primera generación y esperamos que Dios nos
desde ahora una perspectiva correcta de
conceda la luz necesaria para poder construir
levantar niños, desde el punto de vista de
ahora el fundamento que permitirá que la
Dios. Otros que están sentados en la iglesia
iglesia bíblica de Nuestro Señor Jesucristo
son abuelos o tíos, y también para ellos será
continúe, por muchos años más, brillando con
muy beneficioso entender el por qué los que
la luz de la gloria de Dios, hasta que Nuestro
son padres hacen lo que hacen, y de ese modo
Señor vuelva.
serán de ayuda, y no de estorbo, como muchas
Para que esto sea posible los padres debemos
veces ocurre.
tomar muy en serio la tarea que Dios ha
Aparte de todo esto, hay un punto en el que
puesto sobre nuestros hombros, moldear el
todos seremos beneficiados en esta serie de
carácter de nuestros hijos; Dios no espera que
sermones, y es que al hablar sobre la
ellos se moldeen solos, ese no es el plan de
responsabilidad que tenemos los padres de
Dios. Tampoco que lo hagan los abuelos, ni
moldear el carácter de nuestros hijos, por
las abuelas, y mucho menos los amigos de
obligación tendremos que tocar textos de la
nuestros hijos. Hermanos ese no es el plan de
Escritura que nos van a hacer ver cuál es el
Dios; tampoco Dios ve como algo adecuado
carácter que Dios espera de nosotros.
que una niñera se ocupe de realizar esa labor,
eso es una crueldad. Dios espera que los
No podremos nunca moldear el carácter de
padres moldeen el carácter de sus hijos. Esta
nuestros hijos si al mismo tiempo no estamos
trabajando con nuestro propio carácter, y en
es la enseñanza de la Palabra de Dios. Él ha
ese punto todos seremos tocados en esta serie
dicho claramente: “Padres, no provoquéis a
de sermones; así que, aunque usted no sea
ira a vuestros hijos, sino criadlos en la
padre y tampoco piense serlo en un futuro
disciplina y amonestación del Señor”. Y
cercano, ni sea abuelo o tío de nadie, será
este tema probablemente nos tome cerca de
altamente beneficioso que se exponga a las
unos 30 estudios.
enseñanzas que comenzamos a dar.
Como dije al principio usaremos varios
Por otro lado se debe hacer una advertencia
trabajos grabados y escritos, entre los que
aquí.
No somos expertos en educación
debo dar un crédito especial a una serie de
infantil, sino pastores. Así que el propósito no
sermones que el Pastor Greg Nicholls predicó
es traspasarles las elucubraciones, ni
unos años atrás en la iglesia Bautista de
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Trinity, y a un libro escrito el siglo pasado por
John C. Abbot, titulado “La madre y el hogar”
y, aunque el contenido fue enfocado hacia las
madres de la iglesia, pensamos que puede ser
beneficioso para todos los que puedan leer en
inglés este libro, porque es inigualable, es una
joya.
razones bíblicas:
En primer lugar, por la realidad del pecado
que mora en el interior de cada uno,
Proverbios 22:15: “La necedad está ligada –
amarrada, atada, entremezclada- en el corazón
del muchacho; mas la vara de la corrección la
alejará de él”. Siempre que hablemos de la
crianza de nuestros hijos tendremos que tocar
ese texto, por obligación. Nuestro texto
contiene dos partes, una positiva y una
negativa; la negativa tiene que ver con la
realidad del pecado que mora en nuestro
interior, ¿Qué nos dice Salomón? Que “…la
necedad está ligada al corazón del
muchacho…”; la parte positiva tiene que ver
con la efectividad de la corrección paterna:
“…mas la vara de la corrección la alejará de
él”.
¿Por
qué
necesitan
nuestros
hijos
desesperadamente que nos ocupemos en
moldear el carácter de ellos? Por la realidad
del pecado que mora en nosotros. Nuestros
hijos no son papeles en blanco que están
esperando ser dañados por ese horrible y
pecaminoso mundo que está fuera de las
puertas de nuestros hogares, eso no es verdad;
ellos vinieron de fábrica con la necedad ligada
en su corazón.
Por ello Agustín de Hipona decía en sus
Confesiones, mientras trataba de confesar
todos sus pecados y va al tiempo cuando está
en los brazos de su madre, cuando era un
bebito y dice: “¿Quién me recordará el pecado
de mi infancia? Porque nadie está limpio de
pecado ante vuestros ojos, ni siquiera el niño
de un solo día de nacido”. Él comenta, luego
de ver algunas manifestaciones de rabia y de
envidia en los niños pequeños, sobre la
supuesta inocencia del niño y dice lo
siguiente: “Así que el niño es inocente, si,
pero sólo en la endeblez de sus miembros
infantiles, pero no en su ánimo infantil”.
En estos días escuché lo que decía un
psicólogo norteamericano, que no es creyente:
“Si le damos a un niño de uno o dos años la
fuerza de un hombre de treinta, sería un
asesino sicópata”. Cuando usted ve un bebito
TRES PRESUPOSICIONES BÁSICAS
Antes de pasar a considerar la tarea que
tenemos de moldear el carácter de nuestros
hijos, hay tres presuposiciones básicas para
establecer. En primer lugar, la Biblia enseña
que
nuestros
hijos
necesitan
desesperadamente
ser
moldeados
por
nosotros.
Dios ha hecho al hombre una
criatura muy dependiente de sus padres;
nuestros hijos necesitan comida, abrigo, amor,
atención, educación, etc.; pero así como
necesitan todas esas cosas, también necesitan
desesperadamente
ser
moldeados
por
nosotros. En segundo lugar, veremos que es
nuestra responsabilidad personal, como
padres, moldear el carácter de nuestros hijos;
esa es nuestra responsabilidad, y cuando
hablamos de padres, nos referimos al padre,
varón, y a la madre, mujer. En tercer lugar,
veremos la enorme importancia que tiene
nuestro ejemplo en el cumplimiento de ese
deber. Así que, podemos resumir esas tres
presuposiciones básicas en tres palabras
claves: Necesidad, Deber y Ejemplo.
Nuestros hijos necesitan ser moldeados,
nosotros tenemos ese deber, y en el
cumplimiento de ese deber nuestro ejemplo es
importantísimo. Lo primero que vamos a
hacer es echar los cimientos, y luego sí
construir el edificio.
1. NUESTROS HIJOS NECESITAN SER
MOLDEADOS
La primera suposición es que nuestros hijos
necesitan urgentemente, desesperadamente,
ser moldeados por nosotros como padres. Y
para probar este principio vamos a dar tres
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rabiando porque no le quiere dar algo, si ese
bebito tuviera la fuerza de un hombre de
treinta años, lo golpearía, y eso es lo que
Agustín y nuestro texto dicen: “La necedad
está ligada –amarrada, atada- al corazón del
muchacho”.
Esa resistencia que vemos en el niño a
obedecer, esa ira que manifiesta cuando no se
cumple su voluntad, esas no son niñerías, la
Biblia la llama necedad. Entendiendo, claro
está, que en la mentalidad de un hebreo la
palabra “necedad” señala esa propensión al
mal que hay en el corazón de todo hombre,
hay una propensión al mal que viene de
fábrica ligada en el corazón de todos; nuestra
naturaleza está corrompida por causa de la
caída del primer hombre y de la primera
mujer.
Cuánto trabajo nos da enseñarle a nuestros
niños buenos modales, pero solo basta que
salgan a la calle y escuchen una mala palabra
y usted verá como la aprenden de inmediato;
cuánto trabajo nos da que nuestros niños no
mientan, que nuestros niños obedezcan la
orden del padre ¿Quién le enseñó a ese bebé a
mentir? Nadie le enseñó, la necedad vino
ligada a su corazón; la corrupción de nuestra
naturaleza caída. Esto es lo que Dios nos
enseña en su Palabra, en Salmos 51:5 dice el
salmista David: “En maldad he sido formado,
pecador me concibió mi madre”; y debo
aclarar que el escritor no está diciendo aquí
que la relación sexual que hubo entre su papá
y su mamá fue un pecado, porque eso es
sagrado, eso es santo a los ojos de Dios, el
sexo no es pecaminoso, siempre y cuando se
mantenga en el marco del matrimonio, y allí
tenemos Cantar de los Cantares para
demostrarlo. Pero David está diciendo: “Mi
madre me concibió pecador”; cuando estaba
en los brazos de mi madre, yo era un impío,
dice. Y en Salmos 58:3 dice el mismo David:
“Se apartaron los impíos desde la matriz”.
Como veíamos en Efesios 2:3, el Apóstol
Pablo dice “…y éramos por naturaleza hijos
de ira…” lo mismo que los demás; no
nacemos justificados, no nacemos inocentes;
así que nuestros hijos no tienen que salir de la
casa para aprender el mal.
Al respecto dice un autor: “Esto no es algo
que ellos toman o aprenden por medio de la
imitación de malas conductas, aunque eso
puede reforzarlo pero no es la fuente”; la
mala conducta de los amiguitos de nuestros
hijos va a reforzar su maldad, pero no es la
fuente; nuestros niños vinieron originalmente
con esa propensión al mal. Al principio se
manifestará a través de pecados infantiles,
pero ese principio de maldad que lleva a un
niño pequeño a empujar a su compañerito de
juego que le ha quitado un juguete, es el
mismo principio de maldad que lleva al adulto
de 30 años a disparar un revólver, es el mismo
principio de maldad sólo que más maduro y
ahora desarrollado; no nos dediquemos a
moldear el carácter de nuestros niños y esa
hierba mala que vino sembrada en sus
corazones dará su fruto tarde o temprano, de
una forma u otra. Como dijo alguien: “No
podemos darnos el lujo de tratar a pecadores
como si no lo fueran”. ¿Por qué razón
debemos dedicarnos con urgencia a moldear
el carácter de nuestros hijos? En primer lugar,
por la realidad del pecado que mora en el
interior de cada uno.
2. LA EFECTIVIDAD DE LA
CORRECCIÓN PATERNA
En segundo lugar, por la efectividad de la
corrección paterna. Noten que nuestro texto
tiene una mala noticia y una buena noticia, y
ambas son ciertas; así como nos dice que la
necedad está ligada al corazón del muchacho,
también nos enseña que Dios nos ha provisto
de un remedio, la vara de la corrección; por
eso Dios hizo a nuestros hijos con una
partecita acolchada aquí detrás para que
nosotros no les hagamos daño y para que
usemos la vara de la corrección. Dios es el
autor de la vida humana, Él es quien sabe
cómo funcionamos mejor y cuáles son los
estímulos a los cuales respondemos como
seres humanos.
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a pasear”, llega mañana y no lo saca a pasear;
y a medida que el tiempo va pasando la
credibilidad del padre comienza a ser minada;
pero naturalmente los niños tienden a creer lo
que los padres dicen, y cuando discuten con
un amiguito acerca de algo el argumento clave
es: “Mi papá me lo dijo o…mi mamá me lo
dijo”, ese es el argumento más grande que se
puede dar porque Dios en su gracia común ha
puesto credulidad en el corazón de nuestros
niños.
2 Dependencia de sus padres para guianza
y protección. Dios ha puesto en el niño una
fuerte necesidad de cuidado, de guía y de
protección, y al mismo tiempo ha puesto en
ellos un instinto que los mueve a buscar esa
guía y esa protección de sus padres; nosotros
somos esa seguridad de nuestros hijos.
Recuerdo cuando niño, que visitamos un circo
al que había asistido mucha gente y cuando
iba con mi madre me solté de su mano por un
momento, y no la veía aunque ella estaba casi
al lado mío, y sentí por un instante cómo el
corazón se me iba a salir por la boca y que
mis piernas no podían sostenerme en pie;
nosotros somos la seguridad de nuestros hijos;
esa es la manera en que Dios planificó la vida
humana. Imagínense lo fuerte que es para un
niño, si eso es así, ver a su padre y a su madre
actuando en medio de una depresión sin saber
qué hacer, toda su seguridad se va al piso,
nosotros somos la seguridad de nuestros hijos,
ellos están esperando nuestra dirección y
nuestra guía. Por eso, busque a un niño que
no tiene una dirección clara en su hogar y en
unos años encontrará a un hombre inseguro, a
un hombre que no sabe qué hacer con su vida,
¿Por qué? Porque en su casa no le pusieron
límites claros, no le dijeron claramente cuáles
eran las paredes entre las cuáles podía
moverse. Nuestros niños necesitan guianza y
protección.
3 Dios en su gracia común también ha
puesto en los niños el deseo de complacer a
los padres. A ellos les encanta que les
digamos que lo han hecho bien; les gusta ver
como sonreímos con aprobación cuando
Los sicólogos de hoy nos dicen que la vara de
la corrección no es necesaria, que eso causa
frustración al niño. Debo decirles que la
psicología tiene apenas 100 años y que andan
dando tumbos desde hace 100 años para acá,
pero ellos nos dicen hoy que no se le puede
pegar a los niños, que eso es una crueldad,
que sólo una bestia humana puede pegarle una
pela a un niño. Pero, Dios es el creador de la
vida, él creó a los mismos sicólogos, y ese
Dios que creó todas las cosas dice en su
Palabra que la vara de la corrección alejará la
necedad del muchacho. Sabemos que hay
muchos padres que golpean a sus hijos
bestialmente, eso es verdad; sabemos que hay
muchos padres que han abusado y que abusan
de su autoridad, y cuando un padre le pega
airado a su niño es un abusador; él está
abusando porque su niño no puede devolverle
el golpe, está abusando de su tamaño y de su
autoridad, pero el hecho de que existan tales
“especímenes” de padres no atenta contra la
enseñanza de nuestro Dios. El hecho de que
hay padres crueles e inmisericordes, y debo
aclarar aquí que tan inmisericorde es el que
abusa de su hijo como el que nunca le pega, es
una crueldad no amarrar esa maldad que vino
ligada a su corazón, es una crueldad. El
hecho de que hay padres que abusan de la
autoridad que Dios ha puesto sobre ellos no
atenta, no elimina, no borra la realidad de
nuestro texto.
Dios en su gracia común ha puesto en los
niños por lo menos cinco cosas que nos
permiten
trabajar
eficazmente,
no
perfectamente, en cuanto a su crianza; por
ellas nuestra disciplina paterna es efectiva en
la vida de nuestros hijos.
1 Credibilidad en las palabras de los
padres. Los niños nacen con una propensión
hacia la credibilidad en nuestras palabras.
Puede suceder que a medida que pasa el
tiempo esa credibilidad pueda verse minada
por una causa u otra, como cuando le decimos
al niño: “Si haces esto te voy a pegar”, el niño
lo hace y no se le pega; o cuando le decimos
al niño: “No te preocupes que mañana te saco
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hicieron aquello que nosotros les mandamos
hacer.
4 Dios además les ha puesto a ellos el
ánimo recíproco del amor que les damos.
Cuando sonreímos a nuestros niños ellos
tienden a sonreírnos de vuelta, aún cuando son
tan pequeñitos que no saben hablar, que saben
sonreír, ellos captan nuestra sonrisa como un
gesto de amor; y cuando nos sonríen de vuelta
lo que están haciendo en responder ese gesto
de amor que hemos tenido con ellos; y
cuando aprenden a hablar y nosotros como
padres tomamos a nuestros hijos y les damos
un abrazo y les decimos:
“Te amo”,
generalmente los niños nos dicen: “Y yo te
amo” también. ¿Por qué? Porque Dios ha
puesto en nuestros hijos el interés de
responder nuestro amor, hay una tendencia
innata en ellos; es posible que esa tendencia
también sea minada con el paso de los años;
por eso es que algunos padres no ven que sus
hijos les devuelven el amor que ahora les
manifiestan, pero eso no elimina la realidad de
lo que estamos diciendo.
Los niños
naturalmente están interesados en responder el
amor de sus padres.
5 Hay en ellos una marcada tendencia a
imitarnos y debo decir aquí que esto es para
bien o para mal: los niños imitan a sus padres.
Por eso es que dice el Apóstol Pablo en
Efesios 5:1: “Sed, pues, imitadores de Dios
como hijos amados”, Si sois hijos de Dios
debéis imitar a Dios. Ellos imitan nuestros
buenos y malos hábitos, imitan nuestros
gestos, la forma que tenemos de hacer las
cosas. Recuerden la historia de la señora que
cada vez que iba a poner el pez en el sartén le
cortas las dos puntas, y el niño le pregunta:
¿Mami, por qué cada vez que vas a poner el
pez en el sartén le cortas las dos puntas? Y
dice: “Bueno, porque yo siempre vi a mi
madre cortarle las dos puntas”. El niño va
donde la abuela y le pregunta: ¿Abuela, por
qué cada vez que vas a poner el pez en el
sartén le cortas las dos puntas? Y ella le
responde: “Bueno, porque yo siempre vi a mi
madre cortarle las dos puntas”. Después el
niño va donde la bisabuela que todavía está
viva y le pregunta: ¿Por qué cada vez que ibas
a poner el pez en el sartén le cortabas las dos
puntas? Y la bisabuela le dice: “Bueno,
porque no me cabía en el sartén”; pero a
medida que el tiempo fue pasando la madre y
la hija siguieron haciendo lo mismo, porque
nosotros
aprendemos
por
imitación.
Aprendemos los buenos y malos hábitos de
nuestros padres, hablamos como ellos,
caminamos como ellos, nos paramos como
ellos, inconscientemente los imitamos y lo
que es más dramático aún, nosotros tendemos
a imitar las idiosincrasias de nuestros padres,
si un niño crece en un hogar donde las cosas
de Dios son obviamente tomadas en serio, él
también las tomará en serio. Pero si crece en
un hogar donde sus padres sólo hablan de
trabajo, de lo que desean tener, de lo que
desean comprar, escuchan como la madre se
frustra porque no tiene esto, porque no tiene
aquello; rara vez ven a la madre o al padre con
un libro en la mano, sólo entonteciéndose
viendo televisión, los escuchan cómo critican
a las personas fuera y dentro de la iglesia, rara
vez escuchan a los padres alabar a Dios,
expresar sus agradecimientos por las
bendiciones recibidas, si ese es el ambiente en
el que crecen los niños, ese es el estilo de vida
que imitarán; están captando silenciosamente
cuáles son las cosas que realmente tienen
valor a los ojos de sus padres y ese es el
camino que seguirán. Ellos están imitando la
idiosincrasia del padre que sólo piensa en
hacer dinero, hacer dinero, y de la madre sólo
en comprar, en comprar.
Nosotros nos podemos dedicar a trabajar con
nuestros niños, a criarlos en la disciplina y
amonestación del Señor, porque Dios en su
gracia común ha puesto cinco elementos
esenciales en el corazón de nuestros hijos:
Ellos creen lo que ustedes le dicen, ellos
dependen de ustedes para guianza y
protección, ellos desean agradarlos, ellos
tienden a responder a nuestro amor y hay en
ellos una tendencia innata a imitarnos. Ellos
están orgullosos de sus padres y Dios ha
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hecho esto así para que nuestro trabajo con
ellos pueda dar resultados.
Es cierto que nuestra crianza de los niños no
los hará cristianos, no es la gracia común la
que lleva a los hombres hacia la salvación
sino la gracia especial de Dios. Dios tiene una
gracia común a través de la cual da dones y
beneficios a todos los hombres a creyentes e
incrédulos, justos e injustos; Dios hace llover
sobre justos e injustos, hace salir su sol sobre
malos y buenos, pero no es esa gracia que trae
a los hombres hacia la salvación, sino la
gracia especial. Por más que disciplinemos a
un niño y por más que le enseñemos la
Palabra de Dios, no podremos cambiarle el
corazón de piedra por uno de carne, sólo Dios
puede hacer eso. Pero Dios utilizará esa
disciplina, primero, para frenar la maldad que
hay en su corazón, y eso es bueno, y en
segundo lugar, Dios puede usar esa disciplina
en su gracia especial para traerlos a Cristo y
hacer un uso poderoso de ellos para su gloria.
Cuántos hermanos están hoy en esta iglesia
redimidos por la sangre de Cristo, pero
lamentan que sus padres no hayan sido más
consistentes controlando sus pasiones y sus
hábitos pecaminosos, que se lamentan ¿Por
qué mis padres no fueron más consistentes?
Hoy son cristianos, es verdad, pero ¿Cuánto
problema tienen para ejercer el dominio
propio, para ser disciplinados en su vida de
piedad? Sus padres nunca pusieron un freno a
su holgazanería, estudiaban cuando querían,
se levantaban de la cama cuando querían, no
le pusieron freno a su mucho dormir, a las
horas que pasaron frente al televisor y ¿Qué
tenemos hoy? A un creyente que tiene que
vencer muchos obstáculos para tener una vida
disciplinada de piedad, a un creyente con muy
mal hábito de lectura y con muchos hábitos
pecaminosos que vencer. Eso es lo que
tenemos, eso no los justifica de ningún modo,
no estamos aquí justificando eso, los deberes
escriturales son para todos los creyentes, no
importa la crianza que hayan recibido.
Cuando Dios dice que debemos ser
disciplinados en la vida de piedad, debemos
ser disciplinados en la vida de piedad, aunque
nuestros padres no nos hayan educado para
eso. Pero, lo que estamos diciendo aquí es
que es indudable que la crianza de nuestros
padres tiene una influencia fuerte y
determinante en nuestras vidas.
Aunque debo hacer aquí una nota pastoral, yo
no digo esto para que nos sintamos molestos y
amargados con los padres que Dios nos ha
dado; Dios es soberano y Él nos ha dado a
nuestros padres; por otro lado, nuestros padres
no eran cristianos, no los juzguemos
duramente, ellos no sabían lo que estaban
haciendo, no tenían la luz que nosotros
tenemos, pero, nosotros si tenemos esa luz,
ellos si tenían cierta justificación o excusa,
pero nosotros no tenemos justificación, no
tenemos excusa; por amor a vuestros hijos no
esperen para comenzar a moldear el carácter
de ellos, porque mientras más tarde
comiencen, más dura será la arcilla para darle
forma, más dura y más difícil será. ¿Por qué
debemos dedicarnos a moldear el carácter de
nuestros hijos? En primer lugar, por la
realidad del pecado que mora en cada uno; en
segundo lugar, por la efectividad de la
corrección paterna y en tercer lugar, por los
trágicos
resultados
que
vendrán
si
descuidamos ese deber.
Proverbios 29:15: “La vara y la corrección
dan sabiduría; pero, el muchacho consentido
avergonzará a su madre”. Al igual que
nuestro texto anterior, este contiene una
noticia buena y una mala ¿Cuál es la buena
noticia? Que la vara y la corrección dan
sabiduría; que Dios se place en usar esos
medios de su gracia común para obrar en
nuestros hijos su gracia especial; la vara no
sólo lo alejará de la necedad sino que la vara
le dará sabiduría. Pero también tenemos aquí
una mala noticia: “el muchacho consentido
avergonzará a su madre”.
He aquí el
resultado que debemos esperar si descuidamos
a nuestros hijos; no podemos desatender a
nuestros hijos sin escapar de los resultados
que engendramos en este texto.
Aunque aquí también debemos hacer otra nota
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aclaratoria, no todos los niños e hijos que al
final causan vergüenza a los padres fueron
desatendidos; yo conozco hijos de padres
piadosos que los educaron en la disciplina y
amonestación del Señor y en algún momento
se extraviaron. No necesariamente todo hijo
que avergüenza a su padre es porque él lo
desatendió, el texto no está diciendo eso; lo
que está diciendo es que todo el que lo
desatiende causará su vergüenza; desatender
a nuestros hijos traerá consecuencias ¿Cuál es
la consecuencia? Seremos avergonzados.
Nuestros hijos tienen maldad en sus corazones
y si los desatendemos esa maldad crecerá y
nosotros seremos avergonzados ¿Cuándo
será? Cuando veamos manifestarse la rudeza
de nuestros hijos, su egoísmo, su falta de
dominio propio; ese bebito muy tierno algún
día crecerá y será un niño rudo y rebelde que
no puede estar tranquilo en ningún sitio; y por
más que usted diga que su niño es
“hiperactivo”, la gente se sentirá molesta en el
supermercado, en la consulta del dentista, en
la casa de su amigo, se sentirá molesta porque
su hijo es un incontrolable, no “hiperactivo”.
Y ¿Sabe qué pasará? Se sentirá avergonzado
de su hijo porque no lo puede controlar,
porque es un incontrolable, eso es lo que el
texto está diciendo: “…el muchacho
consentido causará vergüenza a sus padres”.
Y dice John Abbott algo que me puso a
temblar en su libro: “Vuestra felicidad futura
está en manos de vuestros hijos. Ellos podrán
ensombrecer todas vuestras expectativas,
amargar todas vuestras alegrías y haceros tan
miserables que la única esperanza y alivio sea
la muerte”.
Esos que están ahora en la victoria por ser
unos narcotraficantes, esas que están en las
calles ejerciendo la prostitución, también
tuvieron padres y fueron bebitos inocentes,
fueron niños pequeños en las manos de sus
padres; y eso es lo que Abbott está diciendo:
“…el muchacho consentido avergonzará a sus
padres”. Muchas personas evaden este deber
de moldear el carácter de sus hijos diciendo
que no tienen tiempo, y ¿Saben lo triste del
asunto? Es verdad que no tienen tiempo, viven
tan centrados en sí mismos, tan dedicados a
agradarse a ellos mismos que ciertamente no
tienen tiempo, el tiempo que se requiere para
moldear el carácter de su niño, eso no se hace
en una hora, no se hace en dos, ni en una
semana, ni en un mes, eso requiere de tiempo;
y si la madre lo que prefiere es tomar su carro
en las mañanas y salir a hacer todas las
diligencias que quiera, o visitar a papi o a
mami, o a hacer cualquier otra cosa que pueda
sacarla de la casa, o hacer cualquier otra cosa,
¡Claro que no tiene tiempo! Pero no importa,
ella tiene una señora del servicio maravillosa,
tan maravillosa aunque no sería capaz de darle
las llaves de donde guarda sus joyas y sus
brillantes, pero coloca en sus manos el alma
de su hijo; y claro, no solamente están las
niñeras, para eso también están los abuelos,
para dejarles los niños todos los fines de
semana e irse a andar con el marido, porque
ella también tiene que “disfrutar de la vida”.
Pero, Dios le ha dado un vientre para fecundar
un niño y después de nacido tiene que criarlo
y eso requiere de tiempo; moldear el carácter
de un niño no se hace en un día, ni en dos, ni
en un año, ni en diez, eso es una labor que
requiere de esfuerzo, esa es una labor que
requiere mortificar el maldito egoísmo que
tenemos en el corazón. Aquí no estamos
jugando, estamos hablando de algo serio.
Y ¿Qué pasa con el padre? Él tampoco tiene
tiempo, él está dedicado a cosas más
importantes ¿Y cuáles son esas cosas “más
importantes”? Hacer dinero y hacerse de un
nombre, para que la gente diga: “Oh, sí, yo
conozco a fulanito de tal, él es amigo de
mucha gente influyente de aquí, a sus fiestas
van todos los apellidos prominentes de este
país”. Hombres que tampoco tienen tiempo
para criar a sus hijos. Vayan a sus casas para
ver el desastre de familia que tienen. Ellos
tienen villas en los puntos más selectos de la
ciudad, casa en Miami, cuentas de banco
fuera, pero vayan a sus casas para ver esas
“familiotas” que tienen, hijos que no sirven
para nada. ¿Saben por qué? Porque sus
10
padres no tenían tiempo, ellos estaban
demasiado ocupados haciendo dinero y
forjándose un nombre, y en el poco tiempo
libre esos “pobres” padres estaban tan
saturados y cansados que no lo podrían
emplear para estar un rato con sus hijos,
porque, después de todo, “ellos también
necesitan tiempo para descansar”. Es verdad
que no tienen tiempo porque son materialistas
y deben arrepentirse de este pecado.
Padres, y cuando hablo de “padres” hablo a
los varones, padres de nuestra iglesia, es sobre
ustedes que recae la mayor responsabilidad en
la crianza de sus hijos, no sobre sus esposas;
es verdad que ellas son las que tienen más
tiempo con ellos, y así fue que Dios lo
planificó, no para que la mamá se vaya a
buscar un trabajo fuera “para realizarse como
mujer”. ¿Se quiere realizar como mujer?
Dedíquese a la crianza de sus hijos; ese es un
trabajo que Dios no lo delegó a cualquiera, se
requiere de mucha inteligencia y de mucha
sagacidad espiritual para poder criar a un
muchacho; y el mundo nos ha vendido la
imagen de que la mujer inteligente está en la
calle trabajando, y que la pobre estúpida está
en la casa criando a sus hijos. Pero esa es una
imagen completamente distorsionada de lo
que enseña la Escritura.
Pero, aún así
debemos repetir: “No es sobre las madres que
cae la mayor responsabilidad, es sobre los
padres”. Son ustedes los que están llamados a
marcar las pautas para la crianza de sus hijos;
ustedes son los que ponen las reglas, ustedes
son los que deben conocer cuáles son las
debilidades de sus hijos, ustedes son los que
deben planificar cómo van a trabajar con las
debilidades de ellos; y por otro lado, ustedes
también
están
llamados
a
trabajar
directamente con sus hijos para moldear su
carácter. Y eso hay que tomarlo en cuenta a
la hora de elegir un trabajo, en ocasiones
deberá tener el coraje de decirle a su jefe que
usted es un hombre de familia y que no va a
descuidar a su esposa e hijos por una maldita
carrera, y se requiere de coraje, de valor para
hablarle a su jefe, pero hay que decírselo,
porque no somos padres sin hijos, tenemos
hijos y esposa que atender; y tenemos que ser
valientes y decirle al jefe: -Lo siento mucho-,
y cuando el jefe nos diga: -No vas a llegar a
ningún lado-, le diremos: -Está bien, no
llegaré a ningún lado pero en el tribunal de
Dios no tendré que bajar la cara avergonzado
cuando mis hijos sean arrojados en el infierno,
sin mi culpa-. Con esto no estoy diciendo que
deje su trabajo y que se pase el día entero en
su casa, sin hacer nada, porque eso no es
propio de un hombre.
Aquí estamos hablando de prioridades, de
pensar cuidadosamente cómo vamos a
planificar nuestro horario, de tal manera que
cumplamos con nuestras responsabilidades
laborales, pero sin descuidar a nuestras
esposas y sin descuidar a nuestros hijos,
porque Dios ha puesto sobre nuestros
hombros esa responsabilidad. Dios ha puesto
sobre nuestros hombros una importantísima
tarea: Moldear el carácter de nuestros hijos, y
ellos
lo
necesitan
desesperadamente.
Descuidar esa tarea no sólo es un pecado
contra Dios, sino también una crueldad contra
nuestros hijos. Nuestra influencia va a ser
determinante en los años futuros de nuestros
hijos, ellos no pueden moldearse solos y
nosotros dejaremos en ellos marcas
indelebles, estemos conscientes de eso o no,
sea para bien o para mal.
Y para concluir, quiero dejar en sus mentes
dos ejemplos, uno positivo y otro negativo,
que usa John Abbott en su libro; por un lado
el ejemplo de la madre de George Washington
y, por el otro, el ejemplo de la madre de
Byron. Dice Abbott: “Washington tuvo una
madre que hizo de él un buen muchacho, e
infundió en su corazón aquellos principios que
lo llevaron a ser el benefactor de su país y uno
de los ornamentos más brillantes del mundo.
La madre de Washington merece la gratitud
de su nación. Ella enseñó a su hijo los
principios de la obediencia, del valor moral y
de la virtud. Ella, en gran medida, formó el
carácter del héroe y del estadista. Fue en el
contexto de su hogar que ella enseñó a su hijo
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juguetón a gobernarse a sí mismo, y así fue
preparado para la brillante y útil carrera que
luego prosiguió. Tenemos una deuda con
Dios por el don de Washington, pero no
estamos menos endeudados por el don de su
inestimable madre. Si hubiese sido una madre
débil, indulgente e infiel, las energías
desenfrenadas de Washington posiblemente le
habrían elevado al trono de un tirano o a la
desobediencia juvenil; probablemente le
habrían preparado el camino para una vida de
crimen y un sepulcro deshonroso, y hoy
estaríamos hablando de Washington como de
un perverso. Pero ese hombre tuvo una madre
dedicada y fiel que forjó en el corazón de su
muchacho lo que llegó a ser”.
Pero también tenemos el ejemplo negativo de
Byron, un poeta inglés, autor de obras
atormentadas, impetuosas, violentas, como
fueron también su propio carácter y su propia
vida. Ese hombre murió en el año de 1824, es
decir, 25 años después de la muerte de
Washington y nueve años antes que se
publicara en Inglaterra en libro de John
Abbott. Por eso para los lectores de este
hombre el ejemplo de Byron estaba muy
fresco en sus mentes. Dice Abbott: “Byron
tuvo una madre que era exactamente lo
opuesto a la Señora Washington, y ese
carácter de la madre fue transferido al hijo;
así que no nos debemos maravillar de su
carácter, ni de su conducta, porque lo vemos
como la consecuencia casi necesaria de la
educación que recibió y de las escenas
presenciadas en el salón de su madre. Por un
tiempo la madre le permitía desobedecer sin
castigo, mientras que en otras ocasiones, en
un estallido de ira, saltaba sobre él para
golpearlo”. Y qué imagen más familiar para
nosotros, el padre y la madre que durante un
tiempo dejan a su hijo hacer lo que le da la
gana, porque no los está molestando, pero en
un momento dado el padre está molesto por
algo y salta sobre su hijo y lo golpea. ¿Qué le
están enseñando a su hijo con esto? El autor
dice: “De ese modo ella le enseñó a desafiar
toda autoridad divina y humana; eso fue lo
que Byron aprendió de su madre, no porque
ella se lo quiso enseñar, pero indirectamente
se lo enseñó. Ella le enseñó a entregarse sin
restricción al pecado, a entregarse a sí mismo
al poder de sus pasiones locas. Ella le enseñó
a entregarse a ese mar de libertinaje y de
maldad en cuyas olas Byron fue echado
durante toda su vida. Si los crímenes del
poeta merecen la execración –es decir el
aborrecimiento- del mundo, el mundo no
puede olvidar que fue su madre quien fomentó
en el corazón juvenil de su hijo aquellas
pasiones que hicieron de su hijo una
maldición para sus contemporáneos”.
¿Qué queremos lograr de nuestros hijos?
Porque cualquier cosa que nosotros queramos
lograr, distinto a que ellos sean unos
depravados y perversos, requiere de esfuerzo
de parte nuestra.
Que Dios nos ayude a tomar en serio las
advertencias que hemos escuchado en este
día, porque nuestros hijos, la iglesia y el
mundo, necesitan desesperadamente que
nosotros los tengamos en cuenta. ¿Por qué
nuestros hijos necesitan desesperadamente
que nos ocupemos de guiarlos en la disciplina
y amonestación de Nuestro Señor? Primero,
por la maldad que mora en sus corazones,
segundo, por la efectividad de la corrección
materna,
tercero,
por
las
trágicas
consecuencias
que
nos
vendrán
si
descuidamos
esa
labor.
Seremos
avergonzados.
Que Dios nos ayude, que Dios abra nuestro
entendimiento y nos ponga un peso en nuestros
corazones para que trabajemos bíblicamente por
nuestros hijos.
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