crítica bibliográfica AREA 3. CUADERNOS DE TEMAS GRUPALES E INSTITUCIONALES (ISSN 1886-6530) www.area3.org.es Nº 1 – Julio – Diciembre 1944 TRECE FRAGMENTOS PARA UNA OBSERVACIÓN Pedro Gómez-Cornejo( 1 ) (La sonrisa etrusca. José Luis Sampedro) “Probablemente nosotros (los psicoanalistas) y él (el poeta) sacamos agua de las mismas fuentes, trabajamos sobre el mismo objeto, cada uno con un método distinto, y la coincidencia en los resultados parece garantizarnos que cada uno hemos trabajado de manera correcta”. S. FREUD El contenido de una novela puede ser observado, salvada la dimensión correspondiente, de la misma forma que un grupo. El narrador va depositando su liderazgo en los diversos personajes. Su rol –dicho, en este caso, con toda propiedad- está subordinado a la tarea. ¿Pero cuál es la tarea en un relato? O más concretamente, ¿cuál es la tarea que el autor (¿psicoanálisis?) pone en manos del narrador (¿coordinación?) Lázaro Carreter nos responderá sin vacilación alguna: “el tema”. Muchos críticos literarios definen su trabajo como la búsqueda de la correspondencia o desacoplamiento entre éste y los signos lingüísticos; valorando positivamente a lo primero o negativamente a lo segundo. Cualquier aspecto, frase o simple palabra que no sea justificada por el tema debería evitarse, según este punto de vista. La tarea (el tema) es el auténtico líder para el coordinador. Las relaciones de la narración con la grupalidad son más profundas de lo que nos parece a simple vista. Por ejemplo: ¿No es el estilo libre indirecto una contratransferencia del 1 Pedro Gómez-Cornejo es poeta y educador de adultos. Zaragoza Nº 1 Julio – Diciembre 1994 1 crítica bibliográfica personaje al narrador? ¿O cuando decimos que los personajes “toman vida” y deciden el desenlace, no ponemos en evidencia una transferencia del narrador al autor? Así como el proceso creativo transciende al autor y es poseído por él como si se tratase de una fuerza independiente que de alguna manera lo esclaviza y le hace dependiente, ¿no experimenta, el que trabaja con grupos, un tipo de posesión similar? ¿Alguien pone en duda que el monólogo interior o “corriente de conciencia” (stream of consciousness”) se generaliza como procedimiento literario a partir de Sigmund Freud ( 2 ) y sus teorías sobre el psicoanálisis? Luis Martín Santos, psiquiatra y literato, podría ser un buen paradigma. La presión del líder o las tentaciones a abandonar la tarea son fuerzas que organizan y dan vida a la estructura grupal. ¿Acaso el personaje redondo no transmite vida al relato y, por el contrario, el abuso de personajes planos ( 3 ) no acartonan o estereotipan la fabulación? Y, así como podemos tener más o menos en cuenta estos factores centrífugos de la grupalidad, podemos también observar un texto, comentarlo y reflexionar sobre él. Es lo que Alfonso López Quintas denomina “campo libre de juego” o “espacio lúdico” fundado “de modo especialmente intenso entre el ser humano y las realidades personales del entorno” ( 4). Los grupos, como algunos relatos, enloquecen hasta morir cuando multiplican y difuminan sus tareas. El viejo personaje “Nonno” muere (5), pero de su ultramundo surgen nuevos hombres, nuevos grupos y, naturalmente, nuevas novelas. No me gustaría añadir mucho más a estas reflexiones ni ir más lejos en la interpretación de estos fragmentos que lo estrictamente marcado por su descontextualización o señalamiento. En todo caso complementar lo dicho con dos cuestiones que oxigenen un poco lo denso de las especulaciones anteriores y que, como todo lo dicho anteriormente, no tienen otro objetivo que servir de referentes analógicos al proceso grupal: 1. Los huecos en la escritura, “lo que no dice y dice el emergente”. Esa sub- conversación que precede a los gestos y a las palabras. Esos movimientos casi imperceptibles de la conciencia o del subconsciente, observables “mediante la observación microscópica del nacimiento de la emoción, de las ambigüedades que germinan en ese campo minúsculo y secreto” ( 6). Si la sonrisa etrusca ha sido objeto de estudios psicoanalíticos creo que es por esta razón. José Luis Sampedro no se distancia de sus personajes, por el contrario, se fija en los intersticios, en los vacíos que rodean a las 2 Los escritos de Freud que hacen relación a la literatura, a partir de La interpretación de los sueños (1900) son: Eine Kindheitserinnerung des Leonardo da Vinci (19810), Eine Kindheitserinnerung aus “Dichtung und Warheit” (1917), das Unheimliche (1919), Der Wahn und die träume in W.. Jensen “gradiva” (1924), Dostojeswi aund die Vatertötung (1927). Para una bibliografía más amplia: J. M. Díez Borque y otros, Métodos de estudio de la obra literaria. Taurus. Madrid, 1985 (pág. 348). 3 ¿Podemos plantearnos la relación entre “el arquetipo”, “los principios básicos”, “el statu quo” y “la alienación? 4 Análisis extra-estético de obras literarias. Narcea. Madrid, 1982 (pág. 23). 5 ¿Mitificación junguiana del anciano, donde vida y muerte, femenino y masculino, animal y transcendente, sabio y necio se unen en un simbolismo sincrético muy de nuestra época? 6 M. BAQUERO GOYANES. Estructuras de la novela actual. Planeta. Barcelona, 1975 (pág. 56). Nº 1 Julio – Diciembre 1994 2 crítica bibliográfica palabras y a las frases que pronuncian sus personajes; se acerca a lo ocultado por la conversación y el diálogo. En este aspecto literatura y realidad parecen confundirse en el trabajo de María Asín y Carmen Lafuente, Práctica grupal con mujeres que ejercen la prostitución. Intervención en un Centro de Acogida. Las prostitutas, inmersas en un realismo puro y duro, parecían desligarse en su diálogo de la misma realidad y colocarse incluso en su polo opuesto: “Al principio, la información que ellas traen es incomprensible, mágica, para ir poco a poco a un terreno más real. Es como una pauta que se repite bastantes veces”, observan desde el equipo coordinador del citado grupo. En el plano literario dice Mariano Baquero, refiriéndose a la novela: “Conversaciones a la vez rígidas y sinuosas, que no se parecen en nada a ninguna conversación oída. Y sin embargo por extrañas que tales conversaciones parezcan, nunca producen una impresión de falsedad o de gratuidad” (7). 2. El lector como observador o la literatura como el imaginario de la grupalidad. “Al lector corresponde adivinar a través de los diálogos, las intenciones ocultas, los rencores, las torpezas… Y de esta exigencia que le es impuesta, el lector extrae la sensación de penetrar en un mundo que no es enteramente descifrable, un universo donde hay varios niveles de entendimiento del tema, donde persiste y se hace más profunda la ambigüedad misma de la vida, con su espesor y su misterio” ( 8). Novelas que nos llevaron a la calle y nos agitaron, que calmaron nuestra ansiedad y con las que nos dejamos manipular; novelas que nos devolvieron al grupo familiar para revivir su tragedia o para adormecernos; novelas, en fin, que nos hicieron hablar y nos llevaron al “área tres” o que simplemente pretendieron sacarnos de “nuestras casillas”. La sonrisa etrusca, de José Luis Sampedro, debe tener un poco de todo esto. Nos pareció que algunas frases podían acompañar, a manera de ilustración, los trabajos de Raúl Cifuentes, Federico Suárez y Leopoldo Salvarezza. Así como los coordinadores abusan con frecuencia en la interpretación de los emergentes grupales; también, críticos y psicólogos se pasan habitualmente cuando hacen comentarios “psicoanalíticos” de las obras de arte. No es esta, desde luego, mi intención. Esta función es exclusiva del lector que establece con ello un nuevo encuadre en el imaginario. TRECE FRAGMENTOS Aparcan en una estación de servicio. El hijo lleva el coche a repostar y cuando entra en el bar ya está su padre sorbiendo de una taza humeante. _Pero ¡padre! ¿No se lo ha prohibido el médico? _¿Qué más da? ¡Hay que vivir! 7 Ibid. pág. 58 8 “Historia y discurso de Seymour Chatman”, en: La estructura narrativa en la novela y en el cine. Taurus. Madrid, 1990. Nº 1 Julio – Diciembre 1994 3 crítica bibliográfica _¡Pues por eso! El viejo calla y sonríe, paladeando su café. Luego empieza a liarse otro cigarrillo. *** Cesa el llanto y oye a Renato volverse a la cama. El viejo se levanta, se pone el pantalón y pasa a la cocina. No enciende para no delatarse, le basta el difuso claror callejero. Abre el armario: en su despensa del pueblo le asaltaba una ráfaga de olores, cebolla y salami, aceite y ajos. Aquí, ninguno; todo son frascos, latas, cajas con etiquetas de colorines, algunas en inglés. Coge un paquete cuyo rótulo promete arroz pero dentro aparecen unos granos huecos, medio tostados e insípidos. *** Por eso el viejo le abraza tiernamente, le besa, le huele con tanta avidez animal como olfatea el propio niño, identificándose con él. “¡Mira que necesitar libros para criarle!... ¡Así no se enseña a vivir, sino con las manos y con los besos, con la carne y los gritos…! ¡Y tocando, tocando!... Mira, niño mío, yo abrazaba al Lambrino igual que me achuchaba mi padre; yo aprendí a pegar según me pegaban, ¡y me pegaron bien!...” Sonríe evocando otro aprendizaje: “Y luego acaricié como me acariciaban y ¡tuve buenas maestras! También tú acabarás acariciando, de eso me encargo yo”. *** Por eso cuando le desnudan otra vez y se ve en un gran espejo, le parece contemplar un cuerpo ajeno. Él no es ese pellejo huesudo, curtido en el velludo tórax y blancuzco en las nalgas y caderas. Resulta ofensivo que le exhiban e4sa estampa senil al veterano gozador, deseado y abrazado por tantas hembras. Aunque… ¿ofensivo? Ya, ni eso. Únicamente los humanos pueden sentirse ofendidos y en la cadena clínica, tan descuartizadora como la de un matadero, los humanos acaban convertidos en meros tejidos, vísceras, orejas, miembros. Y encima, la hipocresía: todos allí tan untuosos, tan falsamente optimistas. *** Lleno de etruscos estaba el libro, ciertamente, pero no le impresionaron. Eran como loso culos y las tetas del quiosco: mentiras de papel. “Esa gente, con tanto libro, confunde las estampas con las cosas”. *** Lo ha dicho ya desde el pasillo, con un risueño tonillo desafiante. El viejo permanece en la alcobita. “¡Cuántas cosas necesita un niño! Alimentarle, cambiarle a cada paso, bañarle, dormirle, curarle… Y otras más difíciles: calzarle esos zapatitos que Brunettito se Nº 1 Julio – Diciembre 1994 4 crítica bibliográfica quita con tanta facilidad, hacerle echar el aire que se traga, abrocharle esos malditos botones… Hace falta ser mujer para aguantar así meses y meses… ¡Bueno, mujer como es debido!” *** La mirada del viejo se posa, acariciante, sobre las nalgas de Simonetta. ¡Qué bien marcadas, qué caderas tan femeninas y, sin embargo, sorprendentemente inocentes, como de muchacho…! Es decir –vacila el viejo, no sabiendo entenderse a sí mismo-, sí; pero inocentes, no, sino atractivas. “Que me pasa?”, se asombra de nuevo. “Eso siempre lo tuve muy claro: una hembra es una hembra y un tío es un tío; lo demás a la basura. De modo que esto…” Recuerda, inquieto, aquel día en que sus propias manos se le aparecieron femeninas. ¿Acaso sus actuales tareas haciendo tanto de niñero con botoncitos y pañales, pueden transformar a un hombre? *** Hortensia le miró bondadosa: _Te ríes como un niño. _Es como hay que reírse –contestó él mirándola a los ojos y dejando poco a poco de reír al percibir en ellos tanta gozosa ternura, tanta claridad vital… “¡Ay, qué madre para mi Brunettito!”, suspira el viejo ahora en la cama. “¡Qué brazos de madre!” *** _Hasta eso, Bruno… ¡Que hombre eres! “¿Cómo? ¿Eso es ser hombre?”, se dice el viejo, ya camino de su casa tras haber rechazado ella la oferta de quedarse acompañándola. “Pero ¡qué grande es esto de cuidar a alguien así! Las mujeres tienen suerte… bueno, en eso. ¡Ahora comprendo a Dunka, curándome mi herida y atendiéndome mientras no pude caminar!... Dunka, ¡tan diferente y tan como ésta!... ¿Por qué no lo habré hecho más, esto de cuidar así?... Y ¿cómo iba a saberlo yo, si nadie me enseñó, si me crié a puñetazos contra todo?... Nunca es tarde, ¿verdad, Rusca?... Ya empecé con Brunettino, que además me ha traído a Hortensia…Rusca, por favor, piensa en el niño, todavía me necesita. No tengas demasiada prisa, ¿me oyes?... No asustes al médico mañana”. *** _He aprendido mucho cuidando a Brunettino… ¡Gasta unos botoncitos! Me gusta cuidarle; ahora veo cómo disfrutáis con eso las mujeres… ¡Si hasta hago cosas que antes me hubieran dado vergüenza! Nº 1 Julio – Diciembre 1994 5 crítica bibliográfica Ella le mira de soslayo, mientras sigue colocando las flores en el jarro sujetado por él. _Vergüenza porque eran cosas de mujeres, ¿verdad?... Pensabas que hacerlas te rebajaba. _Vivimos muy aparte de vosotras, ¿sabes? anda el hombre muy separado de la mujer, aunque duerman en la misma cama. *** Abajo, el cajón. Al abrirlo ahora por primera vez, la intimidad revelada le conmueve como un desnudo. No es la mera sugerencia de las medias o la lencería, sino esa entrega más honda que son los recuerdos. Aún ignorando el mensaje real de ese sobre con fotografías o la historia de esas alhajitas en su estuche, el viejo sabe estar penetrando ahora en la vida de Hortensia. Y, hurón su mano entre esas suavidades, se apodera al fin de su presa. *** “Pero no somos nadie, con este dios de ahora”, se le ocurre ya en la confusa orilla del sueño. “No nos da más que una vida, no acertó a darnos tetas a los hombres… Porque abajo bien provistos y arriba con tetas… ¡Los niños serían felices!” *** “¿Defenderse es lo primero, dije? Otra de las cosas que ahora no tengo claras, niño mío. Como lo de madera y flor, hombres y mujeres. Antes eran los contrarios y ahora aquí me tienes: uno tan hombre como yo, pensando que con tetas sería mejor abuelo… ¡qué barbaridad!, ¿verdad?, pero así es. Ahora me doy cuenta de que no son los contrarios. Muchos árboles dan flores y muchas flores hacen madera… ¿Qué no? ¿De dónde sale un árbol sino de la semilla de su flor? Y, sin esperar tanto, ¡ahí tienes las rosas!” Nº 1 Julio – Diciembre 1994 6