“Más por pobres que por locos”

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Ser parte desde el exilio
Glenda Benemio y Laura Visconti
Centro Oro 2013
"Los médicos no entienden esas cosas, se portan fácilmente bien, pero no pueden ser lo que no son.
Simplemente toman la temperatura de la piel, dan pastillas, inyecciones como si se trata de un almacén,
y olvidan que en el fondo es una cuestión moral. Y es que no existe nadie que pueda entender la mente.
Sin embargo no los odio, hacen lo que pueden. Lo terrible es que nos traen para que uno no se muera por
la calle, y luego todos nos morimos aquí".
Jacobo Fijman, poeta. Paso los últimos 30 años de su vida internado en el hospital Borda.
A partir de la cursada de la materia Psicoanálisis y Comunidad, fueron varios conceptos los que
nos invitaron a repensar nuestra posición como analistas, no retrotrayéndonos a una posición
dicotómica antigua desde donde observamos a la comunidad de modo ajeno, como si fuera
un objeto externo al cual hay que intervenir-curar, sino más bien atravesados por esa
comunidad.
Nuestro pensamiento, sentir, actuar y el modo en que vemos de una determinada manera la
vida, responden a un determinado contexto el cual posibilita determinados pensantes. Es el
espíritu de la época que se afirma y subsiste produciendo subjetividades. En esta dialéctica,
proceso de subjetivación necesario para la construcción de la cultura, se corre el riesgo de que
aquello instituido se erija como una ley universal, naturalizándola y anulando la posibilidad de
cuestionamiento y de posicionarnos como agentes de cambio. Manteniéndonos como
receptores y menos actores de esta ley. Consideramos necesario repreguntarnos acerca de
ciertos instituidos, verdades y discursos absolutos propios de la época que se sitúan de modo
imperativo dejándonos poco margen de acción y espacio para que emerja la singularidad del
sujeto.
En base a lo expuesto líneas arriba, y en función de una inquietud auténtica y personal
tomaremos para desarrollar este tema al “loco y el lugar inamovible, incuestionable y funcional
que ocupa en nuestra comunidad”.
En un primer momento nos valemos del concepto de “alteridad” para explicar el lugar que
suponemos ocupa de loco en nuestra sociedad. Hoy por hoy el loco tiene un lugar ocultado,
marginado, invisibilizado, pero que a la vez le es funcional a la sociedad. Es decir, él esta ahí
para que el resto de la comunidad se afirme como cuerdos y normales. Sin más parecería
servir a la comunidad prestándose como objeto de estudio para la medicina, psiquiatría y
psicología. Y es este “resto” que debe ocupar el que lo condena a la imposibilidad de que surja
su propia singularidad, produciendo así una población de no-sujetos.
Desde un breve revisionismo histórico, y citando a Foucault, diremos que desde el poder
psiquiátrico se ejerce el control y el trabajo sobre estos “cuerpos enfermos”, mediante el
establecimiento de una disciplina al interior de un espacio, en este caso el nosocomio. En su
interior reina la ley, reina el poder, impera ante todo y simplemente un orden, en el sencillo
sentido de una regulación perpetua y permanente de los tiempos, las actividades, los gestos.
Un orden que rodea los cuerpos, los penetra, los trabaja, que se aplica a su superficie que es
preciso atravesar y volúmenes que deben trabajarse, un orden que es algo así como una gran
nervadura de prescripciones, de modo que los cuerpos sean parasitados y atravesados por él.
El autor afirma de que manera las distintas disciplinas establecidas en los manicomios y la
alienación del loco son necesarias para adquirir mayor objetividad en el saber medico, y de
esta manera controlar la distribución del tiempo, el espacio, los locos y porqué no, del resto
de los individuos de la comunidad. Consiguiendo de esta manera la sumisión, obediencia y el
cumplimiento de las ordenes del medico, único saber absoluto y real, generando que al final
nadie muestre una voluntad autónoma.
La terapéutica de la locura, es decir cómo se ve el loco y cómo lo ve el resto de la sociedad, es
el arte de subyugar y domesticar al alienado, poniéndolo bajo la estricta dependencia de un
hombre que por sus cualidades físicas y morales tiene la capacidad de ejercer sobre él un
influjo irresistible, y modificar así el encadenamiento vicioso de sus ideas. Esta intención de
asistencialismo que funciona cuasi como una ortopedia moral y de curación, tranquiliza al
resto de la comunidad pues lo afirma en su lugar de sano, y dejando velado al loco (nada
queremos saber de la locura…).
A partir esta inquietud, y en la búsqueda constante como analistas, encontramos por azar la
experiencia y el trabajo realizado por el Dr. Raúl Antonio Camino. En los años 70 Camino tenía
28 años y era residente de psiquiatría en el Hospital Borda, testigo de lo que sucedía en el día a
día en ese entonces en cualquier hospital psiquiátrico: asistencialismo, hacinamiento,
pacientes atados en sus camas, falta de higiene, electroshock, barbitúricos, lobotomías. El
gobierno de Onganía lo convoca para crear una de las tantas “colonias de desagüe”
constituidas por pacientes crónicos de diferentes neuropsiquiátricos, que en esa época
estaban en auge. Influenciado por sus propias ideas y experiencia, atravesado por lo que
estaba sucediendo en el resto del mundo y en respuesta de la “locura” política y social que se
vivenciaba en esa época, comenzó la búsqueda de un lugar para armar dicha “colonia”. Así es
como recorrió el campo en búsqueda de un lugar donde llevar adelante el proyecto, y
encontró un fuerte en Federal un pueblo de Entre Ríos. Se llevó 150 enfermos de Borda y
algunos enfermeros con él en tren rumbo a Federal. Reclutaron personal en el pueblo, todos
ellos eran gente que nunca había estado en un hospital y menos un neuropsiquiátrico, por lo
tanto se fueron formando y aprendiendo sobre la marcha. El ejercito y ellos tuvieron durante
esos años una administración combinada de la comunidad. Sin embargo por estar lejos y en
medio del campo el ejército no molestaba y les daba bastante libertad para actuar y decidir.
Crearon entre todos los miembros, y posibilitado por el Dr. Camino, un espacio de verdadera
comunión, que lejos de ser verticalista, era un espacio horizontal donde todos, tanto los
empleados, profesionales como los enfermos eran participes en la toma de decisiones dentro
de la comunidad terapéutica. Armaron asambleas mensuales donde todos eran integrantes
con voz y voto, se consensuaba acerca las altas y la medicación, así como también temas
menores pero importantes como la comida, la distribución del espacio y las actividades
recreativas. Se les ofreció a todos los miembros la posibilidad de trabajar, tanto dentro de la
comunidad como en el pueblo. Los pacientes mismos brindaron asistencialismo en Federal,
colaboraron cuando un pequeño tornado arrasó con la mitad del pueblo, ayudando a construir
nuevas viviendas.
Desde este dispositivo nuevo, se abrió un espacio horizontal donde el loco ya no era el
excluido que tiene que obedecer una ley universal e inamovible. Crearon entre todos una
comunidad que fue construyendo sus propias reglas en función de las necesidades y las
vicisitudes de ese momento en particular, a partir del consenso y el respeto por los integrantes
de la misma comunidad en su totalidad. La marcación de los tiempos, ritmos y horarios, la
docilidad de los cuerpos ya no estaría signada por un verticalismo, sino que sería asequible a
los integrantes de la comunidad, generando no una pertenencia desde afuera, sino siendo
parte en la interacción entre los integrantes de la comunidad. Esto lo relacionamos con el
concepto de construcción de reglas en una comunidad en contraposición de una ley universal
imperante, vertical e inamovible. En términos de Moscona “la regla es cíclica, recurrente y se
crea en respuesta a los acuerdos y desacuerdos, a las necesidades e intereses de una
comunidad en particular. No es continua e irreversible, y no contempla en sí misma trasgresión
y marginalidad, pues en caso de no cumplirse la regla simplemente se termina el juego”. Es
decir no se plantea como un universal ya que todo puede ser puesto en juego, es decir, se
puede reinventar la regla. El sujeto entonces es parte del vínculo desde donde despliega su
propia singularidad, se vuelve protagónico y activo. Consideramos entonces que este
dispositivo creado por Camino, pero que puedo llevarse a cabo gracias a la participación y
compromiso de todo el grupo, es un ejemplo claro de un lugar desde donde se puede formar
parte de una comunidad aludiendo al “estar-siendo-entre”.
Ya que si bien existe en este caso un profesional que se encuentra legislando y portando la
palabra de ley, consideramos que esto no anula el concepto de construcción de regla y de
posibilitar la participación del resto de los integrantes de la comunidad. Ley y construcción de
reglas pueden coexistir dentro de una comunidad, pueden retroalimentarse y sostenerse
mutuamente. La ley existe entonces como eje, y a su vez se construyen reglas en base a las
necesidades de esa comunidad en particular, son los mismos sujetos que las moldean en la
convivencia, quienes lejos de ser reducidos a cuerpos y objetos, cuestionan esa ley dada y la
adecuan a sus propias necesidades, siendo así verdaderos agentes de transformación. Es decir,
ya no receptores de una ley a la cual acatan con sumisión, sino identificándose con la misma y
generando nuevos ordenes de legalidad.
Conclusión
Somos conscientes que el lugar del loco representa un velo y una tranquilidad para el resto de
los mortales que de ello nada queremos saber. La posibilidad de cosificar al loco le es funcional
a una situación política, económica y social, y que todo esto ya está instalado desde la época
de Pinel. Sin embargo no podemos dejar de traer a la luz, de visibilizar esta problemática que
insistimos no margina sólo a una parte de la sociedad, sino que anula al resto llamado
“cuerdo” como activos transformadores de cambio. Es decir, termina invisibilizándonos a
todos, erigiéndose una ley como inamovible y a nosotros ubicándonos como una comunidad
obediente de la misma.
Este trabajo nos lleva a reflexionar nuestra posición como profesionales, como personas,
como sujetos que somos de la comunidad, y que como tal, somos protagonistas para actuar.
Tanto la cursada como el acercarnos al trabajo del doctor Camino nos dio herramientas para
reforzar nuestro pensamiento acerca de nuestra implicación y responsabilidad dentro de la
comunidad en la cual formamos parte. No para actuar desde afuera como alguien externo y
ajeno, sino accionando desde el interior, desde y en interacción con la misma. Recordando que
la comunidad y la cultura, incluyendo su propio mal estar, es continua construcción. Es decir,
no viene dado y por lo tanto está sujeto a los cambios de los sujetos que la componen.
Bibliografía
-FREUD,S. “El Malestar en la cultura”. Introducción. de Strachey y Cap-5-7-8 Obras
completas. Volumen XXI. Amorrortu editores
-BLEICHMAR; S. “Sobre la puesta de límites y la construcción de legalidades”(pág.15
a 38). En Violencia social-Violencia escolar. De la puesta de límites a la construcción
de legalidades. Ed. Noveduc. Colección Conjunciones. Bs. As, 2008
-FERNANDEZ MOUJAN,O. “De la relación terapéutica al encuentro terapéutico”.
Actualidad psicológica. Abril 2009
-FOUCAULT, M. “Vigilar y castigar. Nacimiento de la prisión”. Ed. Siglo XXI. 2008.
-ENTREVISTA A DR. RAÚL CAMINOS. 2004
-DOCUMENTAL “COMUNIDAD DE LOCOS”. Basado en el libro "Las Huellas de la
Memoria, Psicoanálisis y Salud Mental en la Argentina de 60´ y 70´". Tomo I y II. De
los autores Enrique Carpintero y Alejandro Vainer.
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