S El pastorcito honrado - "La Perlita" con Tía Margarita

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El pastorcito honrado
antiago era un niño pastor que vivía hace
muchos años, al otro lado del río. Un día,
mientras cuidaba sus ovejas en un valle
cerca de un grande y espeso bosque, salió de entre
los árboles un cazador.
El cazador se dirigió a Santiago y le dijo:
–Buen niño, ¿qué distancia hay de aquí al pueblo
más cercano?
–Tres kilómetros, señor –contestó Santiago–, pero
el camino es solamente un sendero incierto y es muy
fácil perderse en el bosque.
LA OFERTA DEL CAZADOR
El cazador miró fijamente a Santiago y le dijo:
–Niño, yo estoy muy cansado y tengo hambre,
porque he andado en este bosque por mucho tiempo.
Si dejas aquí tus ovejas y me conduces a ese pueblo,
te pagaré muy bien tu servicio.
–Yo no puedo dejar mis ovejas, señor –contestó
Santiago–.Podrían meterse en el bosque y ser comidas por lobos.
–¿Y qué tiene? –contestó el cazador–. Las ovejas
no son tuyas y la pérdida de una o dos de ellas no significaría mucho para tu amo. Yo te daré por tu servicio
más de lo que tu amo te puede pagar en un año por
cuidar sus ovejas.
NO DEJÓ A LAS OVEJAS
–No puedo, señor –dijo el pastorcito–. Mi tiempo
no me pertenece, porque mi amo me paga por las
horas de trabajo. Además, si se perdiera una oveja,
sentiría tanta culpa como si me la hubiera robado.
–Bien –dijo el cazador–, ¿me dejarías al cuidado
de estas ovejas mientras tú vas al pueblo a buscar un
guía que me dirija? Yo te las cuidaré bien.
Santiago movió negativamente la cabeza y dijo al
cazador:
–Las ovejas no conocen su voz, y además…
–Además, ¿qué? –preguntó el cazador–. ¿No me
tienes confianza? ¿Tengo cara de ladrón?
–No señor –contestó Santiago–, pero usted está
procurando que falte a mi palabra con mi amo, y
¿cómo sabría que usted dice la verdad?
El cazador se rió, porque sintió que el niño tenía
razón, y le dijo:
–Veo bien, querido niño, que a ti te puedo tener
confianza. Jamás te olvidaré.
Santiago le ofreció enseguida al cazador el alimento que su madre le había preparado para ese día. Era
una comida humilde, pero de buen sabor, y el cazador
la probó con gusto.
EL PRÍNCIPE CAZADOR
Mientras el cazador comía, se oyeron gritos que
salían del bosque, y de pronto aparecieron otros cazadores.
Para gran sorpresa de Santiago, supo que el hombre a quien le había hablado con tanta franqueza era el
príncipe, dueño de todas aquellas tierras.
El príncipe cazador estaba muy contento por la
honradez de Santiago, y pronto mandó llamarlo a su
magnífica casa en la ciudad.
Sucedió, pues, que Santiago se puso su mejor pantalón, y llevando sus zapatos debajo del brazo, se fue
a visitar a su amigo cazador, que vivía en un hermoso
palacio.
–Creo, Santiago, que tú eres un niño en quien se
puede tener confianza –le dijo el príncipe–. Por esa razón quiero que vivas conmigo en mi casa. Serás como
uno de los miembros de mi familia.
Allí, en la casa del príncipe, Santiago tuvo de todo:
muchas comodidades, buenos libros, y muy buenos
maestros que lo prepararon para ser un hombre próspero y bien educado. Y todo, por ser un niño honrado.
¿Has visto a alguien diligente
en su trabajo? Se codeará con reyes,
y nunca será un Don Nadie.
Proverbios 22:29, NVI
“La Perlita” con Tía Margarita —
­ 44 9/2010
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