La Política Exterior de España durante la I Guerra Mundial (Curso de Relaciones Internacionales, Las Palmas, 3 de Abril de 2014) Centenario de un Cataclismo En primer lugar, me gustaría agradecer al profesor Javier Ponce Marrero por su amable invitación a participar en este curso de relaciones internacionales. Las luces se apagaron en el continente en el verano de 1914. Europa iba a experimentar un cataclismo bélico sin precedentes (sin contar con el desastre económico, las pérdidas humanas ascendieron a unos 8’5 millones de muertos y 21 millones de heridos). Una guerra que, no olvidemos, fue resultado de un conjunto de paradojas: Las elites gobernantes de las grandes potencias por razones de política doméstica deseaban una campaña breve y triunfal que aunase la población en torno a sus líderes y silenciase los crecientes movimientos de protesta sociopolítica. Sin embargo, el detonante de la catástrofe fue inesperado: la reacción en cadena que siguió el asesinato por terroristas serbios del heredero al trono austro-húngaro, Francisco Fernando de Habsburgo. Para evitar la pesadilla de una guerra en dos frentes, Alemania había planeado dejar rápidamente fuera de combate a Francia por medio de una ofensiva relámpago a través de Bélgica antes que Rusia pudiese organizar el transporte de su vasto ejército (Schlieffen Plan). A su vez, los Aliados apostaban por contención en Francia dando tiempo a Rusia a invadir y derrotar al enemigo. Sucedió todo lo contrario a las expectativas: A principios de septiembre de 1914, el ataque alemán fue detenido en el Río Marne dando comienzo a una agotadora guerra de atrición en el frente occidental. Por el contrario, en el este de Europa dos inmensos ejércitos rusos avanzaron como una apisonadora a través de la Prusia Oriental. Para mediados de septiembre habían sido ambos aniquilados en las batallas de Tannenberg (26 de agosto de 1914) y de los Lagos Masurianos (7-14 de septiembre de 1914). Esta iba a ser la pauta imperante en el frente oriental: avances arrolladores de gigantescos ejércitos rusos seguidos por derrotas estrepitosas y dolorosas retiradas. La Neutralidad Oficial Cuando las hostilidades estallaron en Europa, el gobierno conservador presidido por Eduardo Dato rápidamente declaró la neutralidad oficial española. Los motivos para la adopción de tal política y las posibles amenazas quedaron claramente explicados en la correspondencia privada que mantuvieron en el mes de agosto Eduardo Dato y su antiguo jefe y ahora líder de una facción disidente del Partido Conservador, Antonio Maura. Dato escribió: “…De la neutralidad sólo nos apartaría una agresión… o una conminación que se nos dirigiese en términos de ultimátum… Alemania y Austria parecen satisfechísimas de nuestra neutralidad… Inglaterra y Francia no nos han podido dirigir el mínimo reproche, ya que nuestros pactos con ambas naciones estaban circunscritos a la actuación en Marruecos… ¿Nos empujarán los Aliados a tomar partido…?… No lo temo porque deben saber que carecemos de medios materiales y de preparación adecuada para auxilios de hombres y de elementos de guerra…¿No serviremos mejor a los unos y a los otros conservando nuestra neutralidad para tremolar un día la bandera blanca y reunir… una Conferencia de la paz en nuestro país que pusiera término a la presente lucha? Para eso tenemos linaje y autoridad moral…”1 Por su parte Maura, tras aplaudir la decisión de Dato, decía lo siguiente: Gabriel Maura y Melchor Fernández Almagro, Por qué cayó Alfonso XIII (Madrid: Ambos Mundos, 1948), pp. 472-473. 1 2 “…Sea cual sea su final desenlace, la guerra influirá hondamente en el porvenir de España, que al presente poco pesa en la balanza… Resulta angustioso pese al amor patrio sentirse a merced del albedrío ajeno o de las azarosas contingencias del conflicto extranjero…”2 En resumen, la debilidad militar y económica impedía participar en una aventura de tal envergadura. 3 Tampoco existía ningún acuerdo vinculante con los bloques beligerantes ni intereses en un conflicto lejano en los Balcanes. La contienda, además, ofrecía a España jugar un día un papel destacado como mediador y así ganar en el terreno diplomático lo que nunca se conseguiría en el militar.4 Los temores de Maura eran infundados. No hubo presiones, en gran parte debido a su precaria situación militar, para forzar la entrada de España en el conflicto. En un minucioso estudio, el agregado militar británico, Jocelyn Grant, concluyó que el estado del ejército español era lamentable. No estaba en condiciones de constituir una amenaza para nadie, con la excepción de Portugal.5 La declaración de neutralidad fue bien recibida en todo el país aparte de las anticipadas discrepancias: los ultra-clericales Carlistas apoyaban a Alemania mientras republicanos como Alejandro Lerroux hizo campaña en favor de Francia.6 La mayor sorpresa fue la publicación de un artículo del Conde Romanones, jefe del Biblioteca de la Real Academia de la Historia (BRAH), Archivo de Eduardo Dato (AED), Maura a Dato, nos. 328 y 329 (4 y 29 de agosto de 1914). 3 Conscientes de la precariedad militar, los dos primeros gobiernos (el conservador de Dato y luego el liberal de Romanones) aprobaron una ley de reforma militar para profesionalizar los servicios y enviaron a Washington una comisión militar y otra naval para la compra de armamento. Archivo General de la Administración (AGA), Sección Asuntos exteriores, Washington, Cajas, 8134, 8136, 8140-2 y 8152. 4 Francisco J. Romero Salvadó, España, 1914-1918. Entre la guerra y la revolución (Barcelona: Crítica, 2002), p. 7. 5 National Archives, Foreign Office Papers (FO), 371-3030/75.927 (9 de enero de 1917). 6 Joan B. Culla i Clara, El republicanisme lerrouxista a Catalunya, 1901-1923 (Barcelona: Curial, 1986), pp. 311-15; David Martínez Fiol, `Lerrouxistas en pie de guerra', en Historia 16, 174 (Octubre de 1990), pp. 246. Lerroux estuvo envuelto en un turbio asunto de venta de rifles a la empresa británica Vickers. Tuvo la desfachatez de pedir £120.000 a la embajada británica para sobornar a miembros del gobierno incluido Dato quien montó en cólera cuando fue informado por el embajador inglés: FO 371-2469/15.366 Hardinge a Grey (1 de febrero de 1915). 2 3 otro partido dinástico (el Partido Liberal), en su órgano de prensa, El Diario Universal, el 19 de agosto, titulado “Neutralidades que matan”. Gran propietario de tierras e intereses mineros, Romanones se había labrado una reputación sin parangón por sus traviesas maniobras políticas y habilidades clientelares. Sin abogar por la intervención, el artículo era un ataque en toda regla, algo casi desconocido en el régimen, a la política oficial: insistía que por razones geo-políticas y económicas España no podía permanecer neutral en un conflicto de tal magnitud sino acercarse a la órbita de los Aliados, sus socios naturales. Tal editorial constituía una audaz iniciativa en favor de abandonar el tradicional aislacionismo internacional, recuperar un papel importante en el concierto europeo y además posiblemente engrandecer el imperio colonial. Tras el rechazo general que su artículo causó, Romanones intentó rápidamente desligarse culpando a uno de sus colaboradores, el antiguo ministro de Estado, Juan Pérez Caballero, y declaró su total apoyo al gobierno.7 Una Guerra Dialéctica La prolongación del conflicto puso fin al consenso inicial en torno a la neutralidad. En general, la mayoría de la población era indiferente al desenlace de la guerra. La clase gobernante (con destacadas excepciones como Romanones) temía su impacto y, por consiguiente, adoptó la actitud del avestruz: enterrar la cabeza en la arena, ignorar el cataclismo bélico más allá de la frontera y esperar que el conflicto les ignorase a ellos.8 Por el contrario, como indicó el historiador norteamericano Gerald Meaker, las élites culturales y sociales urbanas se identificaron con los bandos Romanones afirmó en sus memorias (Notas de una vida, Madrid: Marcial Pons, 1999, p. 379) que escribió el artículo mientras disfrutaba de su pasatiempo favorito, la caza de codornices. Ver Javier Moreno Luzón, Romanones. Caciquismo y política liberal (Madrid: Alianza, 1998), p. 309. Su rápido giro de política está en El Imparcial (4 de septiembre de 1914). 8 Romero Salvadó, España, p. 11. 7 4 beligerantes. Percibían la guerra como un choque ideológico en el que cada bando simbolizaba valores trascendentales. La agria y apasionada polémica reveló las tensiones vitales dentro de la sociedad y adquirió el carácter de una guerra civil dialéctica entre dos visiones contrapuestas sobre el futuro de España.9 Con excepciones, la derecha visceral (la aristocracia, la alta burguesía, la corte, los latifundistas, los oficiales del ejército y la iglesia) eran germanófilos. Para ellos los Imperios Centrales representaban los principios de la tradición, la autoridad y el orden social jerárquico. Por el contrario, las profesiones liberales, los intelectuales y los sectores del proletariado vinculados con el movimiento socialista apoyaban a los Aliados y en particular a la anticlerical y republicana Francia, modelo de la España moderna y secular que deseaban.10 Junto a la polarización del país, el concepto de neutralidad se fue alterando. La entrada en la guerra de Italia, en mayo de 1915, y Portugal, en marzo de 1916, dejaron a las costas y fronteras españolas rodeadas por países Aliados. Los Gerald Meaker, `A Civil War of Words' en Hans Schmitt (ed.), Neutral Europe between War and Revolution (Charlottesville: University of Virginia Press, 1988), pp. 2, 6-7; Maximiliano Fuentes Codera, `Germanófilos y neutralistas: proyectos tradicionalistas y regeneracionistas para España (1914-1918)’, Ayer, 91/3 (2013), p. 92. 10 Aparte del citado texto de Meaker, existe abundante literatura sobre la política exterior de España y la división del país entre germanófilos y francófilos. Por ejemplo: Fernando de la Reguera, España neutral (Madrid: Planeta, 1967); Fernando Díaz Plaja, Francófilos y Germanófilos (Barcelona: Dopesa, 1973); Jesús Longares Alonso, `Germanófilos y aliadófilos españoles en la Primera Guerra Mundial’, Tiempo de Historia, 21 (1976), pp. 38-45 y `España 1914: La difícil neutralidad’, Tiempos de Historia, 27 (1977), pp. 54-61; Manuel Espadas Burgos, `España y la guerra', Historia 16, 51 (1983), pp. 89-104 y `España y la Primera Guerra Mundial’, en Javier Tusell, Juan Avilés y Rosa Pardo (eds.), La política exterior de España en el siglo XX (Madrid: Biblioteca Nueva, 2000); Francisco J. Romero Salvadó, `Fatal Neutrality: Pragmatism or Capitulation? Spain's Foreign Policy during the Great War', European History Quarterly, 33, 3 (2003), pp. 291-315; Rosa Pardo, `España ante el conflicto bélico de 1914-1918: ¿Una espléndida neutralidad?’, en Salvador Forner (ed.), Coyuntura internacional y política española (Madrid, Biblioteca Nueva, 2010), pp. 45-63; Javier Ponce Marrero, `World War I: Unarmed Neutrality’, en Wayne H. Bowen y José E. Alvarez, A Military History of Modern Spain (Westport, CT.: Praeger, 2007), pp. 53-65 y `Spanish Neutrality during the First World War’, en Johan Den Hertog and Samuël. Kruizinga (eds.), Caught in the Middle: Neutrals, Neutrality and the First World War (Amsterdam: Aksant, 2011), pp. 53-67; Fuentes Codera, op.cit., pp. 63-92. Ver también FO 3712760/20576 y 20756, Informes secretos (2 de febrero y 17 de abril de 1916). 9 5 francófilos reclamaron un mayor compromiso con aquellos (desde una neutralidad abiertamente benévola hasta la ruptura de relaciones con los Imperios Centrales e incluso la participación en el conflicto). Los germanófilos, conscientes que cualquier posicionamiento favorable a los Imperios Centrales equivalía a un suicido militar, se convirtieron en ardientes defensores de la más estricta neutralidad a la que presentaban como la defensa de la independencia nacional amenazada por los malévolos designios de la Entente y sus partidarios de arrastrar a España al conflicto.11 Desde fines de 1915, yo distingo tres fases: Una neutralidad cuestionada (hasta la primavera de 1917) Una segunda de neutralidad instrumentalizada (verano de 1917) Una fase final (últimos meses de la guerra) de neutralidad obligada La Neutralidad Cuestionada La primera fase coincidió con el Ministerio Romanones de diciembre de 1915 a abril de 1917. El punto álgido de la polarización del país, este periodo fue dominado por el pulso mantenido entre el primer ministro y la movilización germanófila.12 Desde su regreso al poder, Romanones proclamó en público y hasta cuatro veces en las Cortes su fiel adhesión a la neutralidad existente.13 En realidad, nunca abandonó su política pro-Aliada pero se sirvió de canales diplomáticos secretos para evitar el debate sobre cuestión tan espinosa. En control virtual de la cartera de Estado, nominalmente dirigida por su amigo Amalio Gimeno, mantuvo una activa correspondencia con el embajador en París (Fernando León y Castillo), Londres (Alfonso Merry del Val), Vaticano (Fermín Calbetón) y Roma (Marqués de Villaurrutia) Romero Salvadó, España, p. 13. Romero Salvadó, `Fatal Neutrality’, pp. 297-8. 13.El 10 de mayo, 6 de junio, 13 de octubre y 4 de noviembre de 1916. 11 12 6 quienes comulgaban con sus planteamientos. Sus instrucciones eran asegurar la simpatía del gobierno por la causa Aliada y obtener concesiones territoriales que pudiesen modificar la posición de España en la guerra. En particular, objetivo primordial era conseguir control sobre la ciudad de Tánger, entonces bajo estatuto internacional, que como el Conde afirmaba a León y Castillo: “era la principal preocupación de su espíritu… y condición para dominar la zona de nuestro Protectorado”.14 Sin embargo, León y Castillo y Merry del Val coincidían que para Francia e Inglaterra, España era un país dominado por instituciones clericales y germanófilas donde la presencia de un gobierno amigo era una faceta pasajera. No veían, por tanto, ninguna necesidad de hacer concesiones por lo que en práctica no iba más allá de una amistad platónica.15 Además, la entrada de Italia y Portugal en el conflicto había disminuido el valor estratégico de España y dejado geográfica y económicamente firmemente en su órbita. Por ello, preferían quedar a la espera de cualquier iniciativa tangible, algo que Romanones no podía ofrecer.16 El objetivo de los Imperios Centrales era confirmar la neutralidad española y proteger sus intereses que incluían la presencia de 80.000 de sus nacionales y más de 100 embarcaciones (84 alemanas y 23 austriacas) que habían buscado refugio en BRAH, Archivo del Conde de Romanones (ACR), Leg. II I A, Romanones a León y Castillo (25 de enero, 23 de febrero, 23 de marzo y 30 de junio de 1916) y a Merry del Val (24 de enero y 14 de junio de 1916). Ver también Archivo General de la Administración, Asuntos Exteriores (AGA), Londres, Caja 77-7046 (MarzoAbril de 1916). La importancia de Tánger fue expresada por Antonio Maura: Tres Discursos (Madrid: n.p., 1918): Discurso en el Teatro Real de Madrid (21 de abril de 1915), p. 33; y por el antiguo ministro de Estado, el Liberal Manuel González Hontoria en ABC (11 de abril de 1915). Acuerdo de los Aliados de esperar la iniciativa española en FO 371-2412/160.862 y 166.839, conversaciones entre Grey y Cambon (28 de octubre y 11 de noviembre de 1915). 15 Visión francesa en ACR, II I A, León y Castillo a Romanones (5 y 14 de febrero, 27 de marzo y 17 de abril de 1916) y de Gran Bretaña, FO 371-2711/19.049, Grey a Hardinge (31 de enero de 1916). 16 FO 371-2711/23.831 y 58.754, Grey a Hardinge (10 de febrero y 31 de marzo de 1916) y FO 371-2762, 189,923, Hardinge a Grey (23 de septiembre de 1916). ACR, Leg.63, Carp. 46 (Septiembre de 1916). 14 7 puertos españoles al principio de la guerra mientras perjudicaban aquellos de los Aliados. Para ello, pusieron en práctica una política de interferencia activa y muy efectiva basada en el uso del palo y la zanahoria. La zanahoria consistía en todo tipo de promesas territoriales que dependiendo del momento incluían a Gibraltar, Portugal, Tánger e incluso parte del imperio francés en el norte de África.17 Se trataba de una estrategia sumamente astuta pues a diferencia de Italia, cuyo territorio codiciado formaba parte del Imperio Austro-Húngaro,18 en este caso podía ofrecer lo que no le pertenecía. Era imposible pensar que España pudiese ser tentada a entrar en la guerra, pero Alemania podía venderse como un amigo quien nunca la había perjudicado en el pasado al contrario que la republicana Francia y la protestante Gran Bretaña como su posesión de Gibraltar demostraba. Además dejaba a los Aliados expuestos con el dilema de o bien rechazar concesiones territoriales confirmando el argumento germanófilo de que eran los enemigos históricos de España, o entregar territorio valioso a cambio de poco más que gratitud.19 Tras la cara amable de Alemania, se escondía otra más letal. Desde el verano de 1915, organizó una sofisticada red de espionaje alrededor de zonas industriales y Según Romanones (Notas, p. 386), Dato le confió que el embajador alemán le había ofrecido Tánger, Gibraltar y Portugal a cambio del apoyo español en la guerra. FO 371-2470/14.004, Informe secreto sobre oferta alemana de Tánger y Gibraltar (5 de febrero de 1915); FO 371-2472, 144,697, Entrevista de Alfonso con el Obispo de Southwark sobre ofertas alemanas (5 Octubre 1915); FO 371-2472/159874, confirmación de ofertas alemanas por Leopoldo Romeo, editor de La Correspondencia de España (28 de Octubre de 1915); FO 371-2761/31.988, Informe secreto (17 de Marzo de 1916). Otras ofertas a Don Alfonso y a su primo, Alfonso María de Borbón, en Ron M. Carden German Policy Toward Neutral Spain, 1914-18 (Nueva York: Garland, 1987), pp. 96-9. Ver también, Archivo General del Palacio Real, Sección Reinado de Alfonso XIII (AGPR), Sec. 15.252, Exp. 9, el embajador austriaco, Príncipe Karl von Fürstenberg, confirmó al rey del apoyo total de su país por un Tánger español (18 de abril de 1915). 18 Italia se comprometió a entrar la Guerra tras el tratado secreto de Londres (26 de abril de 1915). Según el Tratado, Italia recibiría los territorios irredentos (zonas habitadas por italianos: Tirol, Trieste y Trentino) y la costa dálmata entonces parte del Imperio Austro-Húngaro. 19 Romero Salvadó, España, p. 22. 17 8 costeras y en las cercanías de la frontera francesa. 20 Sus actividades incluían el soborno de autoridades locales para obtener información sobre las rutas navieras, la infiltración de grupos anarquistas para fomentar sabotaje y huelgas en fábricas cuya producción se exportaba a los Aliados. Desde los consulados alemanes en Marruecos se financiaba y armaba la insurrección en la zona francesa. En la Guinea Ecuatorial, los oficiales alemanes internados tras abandonar el Camerún, fraternizaban abiertamente con las autoridades españolas, recibían armas y planeaban un contraataque. Por último, submarinos alemanes comenzaron a atacar en número cada vez más elevado a buques mercantes españoles y a operar dentro de aguas territoriales españolas donde conseguían suministros e información.21 Tales actividades se complementaban con el apoyo e incluso justificación que recibían de sus poderosos amigos en España. Todos los países beligerantes, pero especialmente Alemania, se beneficiaron de la carestía del papel para conseguir el control parcial o total de gran número de publicaciones, unos 500 periódicos y revistas nacionales y locales para finales de la guerra. Incluían la mayor parte de los periódicos de derechas pero también liberales de notables rivales a Romanones e incluso algunas publicaciones anarquistas y republicanas. De esta forma, cualquier criticismo a Alemania era descrito como un desafío a la neutralidad que según la ideología de la Carden, op.cit., pp.100-2. resumen está en ACR, Leg. 63, Carp. 46 (Abril de 1917) y Romanones, Notas, 399-410. FO: 3712760/20.576, Informe secreto (2 de febrero de 1916), 371-2761/87.617, Vaughan a Grey (8 de mayo de 1916). Para Marruecos ver AGA, Paris, 95-5947 (1916) y 95-5960 (1917) y ACR, Leg. 40, Carp. 9/6 (19161917). Para Guinea ver FO 371-2762/229.041, Grey a Hardinge (14 de Noviembre de 1916) y FO 3712762/260.662, Informe secreto (23 de diciembre de 1916). Sobre las actividades submarinas ver, Jesús Pérez Ruiz, `Guerra submarina en España’, Espacio, Tiempo y Forma, Serie V, no. 16 (2004), pp. 193-229. 20 21.Un 9 publicación era un acto de traición a la independencia española o un intento de arrastrar al proletariado a una guerra imperialista.22 La frágil tregua entre Romanones y la España germanófila se rompió a fines de 1916. El 12 de diciembre, los Imperios Centrales hicieron vagas ofertas para iniciar conversaciones de paz.23 Tras comprobar el rechazo de los Aliados, el Conde rehusó sumarse a tal iniciativa. Incluso, hizo pública una declaración criticando el desprecio alemán por las reglas internacionales (como sus actividades submarinas ampliamente atestiguaban).24 A partir de entonces, estalló una guerra sin cuartel cuya conclusión solo podía ser el abandono de la neutralidad oficial o la caída del gobierno. La guerra dialéctica alcanzó sus cotas más críticas durante los siguientes cuatro meses. Mientras los francófilos reclamabas medidas contra una Alemania que continuamente se mofaba de la neutralidad española, el 26 de diciembre, La Nación, periódico controlado por los austriacos, iniciaba una campaña feroz contra Romanones al que se acusaba de buscar solapadamente entrar en la conflagración europea debido a sus intereses de contrabando y exportación. A principios de enero, los servicios de inteligencia franceses interceptaron varios cables del embajador alemán, Príncipe Max de Ratibor, pidiendo a Berlín más fondos para derribar al gobierno español.25 Solo en el año 1916 Alemania invirtió 500,000 pesetas en la prensa española. Ejemplos de publicaciones Germanófilas: de derechas como La Acción, ABC, El Correo Español y La Nación; el órgano de la iglesia católica El Debate; Liberales como El Día y La Mañana, el órgano de la CNT Solidaridad Obrera, y el Republicano España Nueva. Ver Archivo Histórico Nacional, Gobernación, Leg. 48A, Carp. 13 (2 de febrero de 1919). Ver también, FO 395-117/23.798, Informe secreto (Octubre de 1917). 23 Tales ofertas ignoraban el destino de los territorios ocupados e iban acompañados de una retórica belicista con amenazas apocalípticas al enemigo si decidía continuar la guerra. 24 Declaración de Romanones en El Liberal (28 de diciembre de 1916) y su posicionamiento en ACR, II I A, Romanones a Calbetón (26 y 28 de diciembre de 1916). Previamente, los Aliados habían rechazado la iniciativa alemana: ACR, Leg. 16, Exp. 8, León y Castillo a Romanones (26 de diciembre de 1916) y FO 371-2762/256.871, Hardinge a Balfour (14 de diciembre de 1917). 25 FO 371-3033/23.605, Hardinge a Balfour (23 de enero de 1917). Publicado en El Imparcial y El País (4 y 9 de enero de 1917 respectivamente). Ver protestas a Alemania ante el tono de sus editoriales y sus actividades submarinas en ACR, II I A, Romanones a Polo de Bernabé (10 y 23 de diciembre de 1916). 22 10 Romanones utilizó las bazas de la brutalidad alemana y el ejemplo ofrecido por la actitud de países hasta entonces neutrales como los Estados Unidos y varias republicas latinoamericanas rompiendo relaciones diplomáticas y después sumándose al conflicto.26 El 1 de febrero, denunció en las Cortes la intensificación de la campaña submarina, ampliando el campo de acción de sus naves, y declaró solemnemente su intención de tomar los pasos necesarios para impedir que actos de agresión pusieran en peligro la economía del país. El 16 de febrero, la policía en Cartagena detuvo a un individuo sospechoso, en realidad un marino alemán, con dos maletas llenas de explosivos. El Conde escribió que había la suficiente dinamita para volar todas las flotas del mundo y de paso todas las fábricas de España.27 Sin embargo, como confesó a León y Castillo, aunque personalmente estaba dispuesto a seguir el ejemplo de los Estados Unidos, entendía que debido a las divisiones del país, el momento aún no había llegado. Mientras tanto le indicaba iniciar contactos con el gobierno francés.28 Bajo total sigilo, las Cortes fueron cerradas el 26 de febrero, se entablaron negociaciones con los Aliados. León y Castillo informó a sus anfitriones que España estaba dispuesta a abandonar su neutralidad, poner todos sus recursos materiales y puertos al servicio de los Aliados, confiscar las propiedades y buques de los Imperios Centrales e incrementar la producción de guerra. A cambio se pedía revisar el la cuestión de Tánger, Gibraltar y Portugal. Las cancillerías occidentales, por fin, tenían ofertas tangibles con las que negociar. Dado sus atractivos (fin de las actividades La pugna entre Ratibor y Romanones está analizada en José Luis Martínez Sanz, `El enfrentamiento Romanones-Ratibor’, Hispania, 154 (1983), pp. 414-16; y Carden, op.cit., pp. 146-7, 162. 26 Los Estados Unidos rompieron relaciones diplomáticas el 3 de febrero de 1917 y entraron en la guerra el 6 de abril. Su ejemplo fue imitado por otros países americanos como Perú, Bolivia y Brasil. 27 ACR, II I A, Romanones al embajador español en Berlín (28 de marzo de 1917). 28.ACR, II I A, Romanones a León y Castillo (3 y 6 de febrero de 1917). 11 alemanas en Marruecos, acceso libre a los puertos españoles, y potencialmente, cientos de miles de soldados de refresco), Francia estaba dispuesta a un arreglo en Marruecos pero posponía su conclusión al final de la guerra y dejaba el tema de Gibraltar y Portugal en manos inglesas.29 Los ingleses describían la oferta de España a los Aliados de “mixed blessing” (un bien a medias). El Almirantazgo y el Estado Mayor eran conscientes que la cualidad del ejército español, al que comparaban con el de Rumanía, era deplorable. Sin embargo, España poseía recursos minerales valiosos y su intervención podía incrementar las fuerzas de la Entente con medio millón de hombres en el frente y una cantidad bastante más grande en la reserva. El Foreign Office observaba que podía tener un gran impacto moral en el mundo católico. Revelando su pragmatismo (o maquiavelismo), la diplomacia inglesa estaba conforme con algún tipo de tratado que ligara el destino de Portugal con España pues el desorden del régimen republicano en Lisboa era una fuente constante de ansiedad. Pero, no se podía revelar públicamente en medio de una guerra en la cual Gran Bretaña afirmaba luchar por el derecho de las pequeñas naciones. No se podían hacer promesas sobre Gibraltar aunque se creó una comisión interministerial para estudiar su posible intercambio por Ceuta. El mayor temor existía en cuanto a la concesión de Tánger o un engrandecimiento del Marruecos español debido a las dudas que su corrupta e inepta administración pudiese mantener control. Francia se podía ver obligada un día a intervenir liquidando de un plumazo las precauciones británicas tomadas en el pasado para evitar su presencia en la costa de Marruecos. En conclusión, el War Cabinet daba la bienvenida a una alianza con España 29.ACR, II I A, León y Castillo a Romanones (10 de febrero de 1917). Las demandas españolas a Francia, están en FO 371-3035/39.928 (20 de febrero de 1917) y Cabinet Papers (CAB), 23/2 (8 de marzo de 1917). 12 pero evitaba ofertas concretas. Una de las posibles alternativas era, como sugirió el secretario de la embajada John C.T. Vaughan, prometer territorio alemán incrementando la Guinea española y la devolución de las Islas Carolinas.30 El hundimiento del vapor español San Fulgencio el 6 de abril fue el momento psicológico esperado por el Conde para dar el paso decisivo. En menos de dos años, submarinos alemanes y austriacos habían destruido más de treinta embarcaciones españolas.31 El caso del San Fulgencio había colmado el vaso: poseía un salvo conducto alemán de libre circulación y navegaba fuera de las aguas prohibidas portando carbón galés. El Conde informó al embajador francés (Leon Geoffray) que la entrada de los Estados Unidos y algunas republicas latinoamericanas en el conflicto había cambiado la situación. España debía actuar o su prestigio internacional quedaría hundido al nivel de potencias insignificantes como Holanda. Por tanto, estaba a punto de publicar una declaración afirmando que había llegado el momento de abandonar la neutralidad y alienarse con los Aliados.32 Su correspondencia con el embajador en París no deja lugar a dudas. León y Castillo le instaba a actuar antes de que fuera tarde,33 y Romanones le contestaba: “…Hemos llegado al momento culminante. El hundimiento del `San Fulgencio’ ha sido la gota de agua... El camino ya está trazado en la dirección que usted, desde hace tiempo, conoce... No sé todavía cómo voy a jugar las cartas… sin embargo estoy decidido a hacerlo de modo que no pierda la partida… excuso CAB. 24/7, GT. 161 (14 de marzo de 1917). FO 371-3035/75.549, conclusiones del Foreign Office (12 de abril de 1917); FO 371-3033/76.696, War Cabinet a Vaughan (13 de abril de 1917) y FO 3713033/76.696 y 77.736, Vaughan al War Cabinet (13 y 14 de abril de 1917). 31 Lista de barcos españoles hundidos hasta abril de 1917 está en ACR, Leg. 63, Car. 46 (Abril de 1917). Ver también, Anon., Algunos datos sobre la guerra submarina (Madrid: Hijos de Tello, 1918), pp. 45-6. 32 FO 371-3035/75.548 y 76.696, Vaughan a Balfour (12-13 de abril de 1917). 33 AR, II I A, León y Castillo a Romanones (14 Abril 1917). 30 13 decirle hasta qué punto… la lucha entre los germanófilos y yo… es verdaderamente a muerte.” 34 El plan consistía en enviar una nota de protesta a Alemania con carácter de ultimátum. Si rehusaba, como era de esperar, a modificar su conducta y su bloqueo submarino, el hundimiento de un buque más significaría la ruptura diplomática.35 El conde perdió la partida. El 19 de abril se anunció su dimisión y la formación de un Ministerio Liberal presidido por su rival el Marqués de Alhucemas. Uno de los más entusiastas periódicos germanófilos, La Acción, publicó en su portada una viñeta en la que Romanones aparecía atravesado por una espada llamada neutralidad empuñada por una mano con el nombre de prensa bajo el comentario “Neutralidades que matan”.36 Alemania celebró el evento hundiendo el mismo día otro buque español (Tom). La nota dimisionaria fue un modelo de sutileza: justificaba la caída del gobierno al reconocer noblemente no contar ni con el apoyo de su partido ni de la opinión pública.37 Conocidos por sus intrigas los políticos dinásticos, no era sorprendente que una facción opuesta aprovechase el momento para arrojarle del poder. Sin embargo, para los entendidos no existían dudas sobre la auténtica causa de su dimisión. España no era una democracia basada en la influencia de la opinión pública sino un régimen clientelista donde era decisivo gozar del favor del soberano.38 ACR II I A, Romanones a León y Castillo (14 de abril de 1917). El borrador de la nota en que se incluye una lista completa de los ultrajes cometidos por los alemanes en España está en ACR, Leg. 63, Carp. 46 (Abril de 1917). Más sobre la crisis en ACR, Leg. 40, Carp. 1/9 (Abril de 1917). Análisis de los últimos días frenéticos del conde en el poder está en Romero Salvadó, España, pp. 91-99. Ver también, Carden, op.cit., p. 174. 36. La Acción (21 de abril de 1917). 37. La Época (19 de abril de 1917). 38.Un análisis perspicaz se halla en España, no. 118 (26 de abril de 1917). El principal periódico republicano El País (21 de abril de 1917) comentó que la nota de Romanones no tenía pérdida pero era inesperada de un lacayo de la corona. Romanones (Notas, p.384) menciona el cambio de bando del rey. 34 35. 14 Con una corte dominada por su madre, la archiduquesa austriaca María Cristina de Habsburgo y casado con una princesa inglesa, Victoria Eugenia de Battenberg, los apologistas del Rey Alfonso XIII laudaron su papel ejemplar por encima de fobias y filias.39 Al estallar el conflicto, el monarca dejó constancia de sus simpatías por los Aliados. 40 En sus memorias, Romanones confirma que escribió “Neutralidades que matan” sabiendo que reflejaba el pensamiento del soberano.41 De hecho, desde su coronación en 1902, Don Alfonso siempre menospreció a su clase política y vio cómo su misión restaurar el prestigio del país en decadencia que había heredado.42 Dada su nostalgia imperial, buscó la colaboración de Francia e Inglaterra para consolidar el poder español en Marruecos y emprender su codiciada anexión de Portugal tras la inestabilidad posterior a la caída del Rey Manuel II de Braganza y la proclamación de una república en octubre de 1910. 43 Consciente que la precaria situación de sus fuerzas armadas impedía participar en el conflicto, se entregó con entusiasmo al papel de mediador. En pos de aquel objetivo, un hecho fortuito en junio de 1915 dio origen a una de las páginas más brillantes de la monarquía. Don Alfonso respondió la demanda de una lavandera francesa sobre la suerte de su Victor Espinós Moltó, Alfonso XIII: Espejo de neutrales (Madrid: Revista de Archivos, 1977); Pilar de Baviera y Desmond Chapman-Huston, Alfonso XIII (Barcelona: Juventud, 1966), pp. 148-61; Julián Cortés Cavanillas, Alfonso XIII (Barcelona: Juventud, 1966), p. 150. 40 Según el embajador francés, el monarca le había dicho en confianza que `Il n’y a que moi et la valetaille qui aimons les Français’ (solo yo y las clase bajas queremos a Francia). El rey dio seguridades a Francia que permitieron retirar las tropas de la frontera con España y ofreció colaboración militar en Marruecos. Juan Pando, Un rey para la esperanza. La España humanitaria de Alfonso XIII en la Gran Guerra (Madrid: Temas de hoy, 2002), pp. 100-102, 114. Ver también Carden, op.cit., p. 36; Javier Tusell y Genoveva Queipo de Llano, Alfonso XIII (Madrid: Taurus, 2001), p. 285. 41 Romanones, Notas, pp. 379-80. 42 Don Alfonso ascendió al trono en 1902 tras el desastre de 1898. Para sus ambiciones coloniales y preferencia por sus oficiales sobre sus políticos ver Gabriel Cardona, Alfonso XIII, el rey de espadas (Barcelona: Planeta, 2010), pp. 98, 195-6, 211; Carolyn P. Boyd, `El Rey-Soldado’, en Javier Moreno Luzón (ed.), Alfonso XIII. Un político en el trono (Madrid: Marcial Pons, 2003), pp. 232-3. 43 Para la estrategia intervencionista del rey en Portugal ver BRAH, Archivo de Natalio Rivas (ANR), 11/8900 (Junio de 1911) and 11/8901 (Julio de 1911). El trabajo clásico es Hilario de la Torre, El imperio y el rey (Mérida: Junta de Extremadura, 2002), pp. 70, 79-88, 112-17. 39 15 marido (un soldado herido y hecho prisionero al comienzo de las hostilidades). De su propio bolsillo, sufragó una Oficina Pro-Cautivos con 52 empleados para atender las miles de peticiones que llegaban al palacio de todos los rincones de Europa. En total, gastó más de un millón de pesetas en numerosas iniciativas humanitarias (informaciones sobre 250.000 cautivos, desplazados y desaparecidos, conmutaciones de 50 penas de muerte, repatriaciones y canjes de unos 5.000 prisioneros, envíos de alimentos, ropas y libros, etc.). España también tuvo un papel destacado representando los intereses de los beligerantes en países enemigos.44 A medida que transcurría la guerra, el rey comenzó a virar hacia el campo germanófilo. La francofilia de los enemigos acérrimos de la corona, la falta de ofertas Aliadas y los halagos del Káiser y su cuerpo diplomático comenzaron a pesar.45 Dos sucesos probaron ser decisivos. Primero, animado por el mismo Káiser, la iniciativa de paz alemana de diciembre de 1916 le convencieron que su momento estelar como árbitro de la paz había llegado. Su inminente viaje al funeral del emperador austriaco Francisco José brindaba la ocasión para entrevistarse en Viena con los líderes de los Imperios Centrales y a su regreso detenerse en París para continuar las negociaciones con los Aliados. El rechazo de los últimos fue un jarro de agua fría. Peor aún, Romanones se alienó con aquellos, se opuso a su viaje a Viena e incluso a que Existe vasta documentación sobre la Oficina Pro-Cautivos en AGPR. Por ejemplo, detallada lista de los gastos incurridos entre julio de 1915 y febrero de 1921 (Caja 12.788/1); representación diplomática de diferentes países en capitales enemigas (Caja 12.112/6); cartas privadas (Caja 15.624/17). Ver referencias en Pando, op.cit., pp. 21-9; Espinos Moltó, op.cit., pp. 28-34, 96-145, 191-203; Cortés, op.cit., pp. 155-6. AGA, París, 95-5948 (representación de Alemania en Portugal y Rumanía, de AustriaHungría en Italia y Portugal, de Francia en Alemania, Turquía, Persia y Bélgica ocupada, de Rusia en Alemania Austro-Hungría y Bélgica ocupada, y de Gran Bretaña en Austro-Hungría y Bulgaria). 45 Ver nota 17. Quejas del rey sobre la `ingratitud de los Aliados’ a diferencia de la generosidad alemana está en FO 371-2470/29.500 (15 de marzo de 1915). 44 16 portara el uniforme de oficial austriaco en el servicio privado celebrado en Madrid.46 La segunda y fundamental causa fue la caída de su primo, el Zar Nicolás II, y la velocidad con que las potencias occidentales le abandonaron a su destino y reconocieron el nuevo régimen.47 La revolución rusa desató el pánico entre las clases dominantes españolas y la euforia entre los francófilos que ahora podían afirmar sin recatos que la guerra era una pugna entre la democracia y las monarquías autocráticas. El Socialista concluía que la revolución iba a dirigida contra los reaccionarios rusos que anhelaban una paz separada con sus homólogos alemanes. España debía ser la siguiente en liquidar su régimen caduco y unirse a los Aliados.48 Tal escenario contribuyó enormemente a consolidar su compromiso con la neutralidad del rey y su corte y altos mandos germanófilos. Por consiguiente, la naturaleza oligárquica del régimen no permitía el aventurismo que planteaba la política internacional del Conde. La Neutralidad Instrumentalizada Aparte de un sainete casi esperpéntico al final de la contienda, la neutralidad ya no fue más cuestionada tras abril de 1917. Además, la cuestión internacional pasó a un segundo plano ante la urgencia adquirida por el deterioro de la situación doméstica. Sin embargo, la neutralidad aún podía ser instrumentalizada al servicio del régimen. AGPR, Sec. 12,911, Exp. 22, el Káiser al rey (sin fecha, diciembre de 1916) y memo de Polo sobre la buena voluntad del Káiser y su canciller hacia Don Alfonso como pieza central del proceso de paz (19 de diciembre de 1916). Las diferencias entre Romanones y el rey están en ANR, Leg. 11-8903 (5 de diciembre de 1916) y FO 371-2762/256.871, Hardinge a Balfour (14 de diciembre de 1916). 47 Romanones, Notas, 384-6. FO 371-3033/96.857, despacho de Grant sobre la identificación plena del rey con el campo germanófilo tras la revolución rusa (5 de mayo de 1917). FO 371-3033/92.539, el embajador concluyó que el rey había sacrificado a Romanones bajo la influencia de la pro-austriaca corte y del agregado militar alemán, Coronel Kalle (7 de mayo de 1917). Ver Carden, op.cit., p. 178; Tusell y Queipo de Llano, op.cit., pp. 285-7. 48 El Socialista (18-20 de marzo de 1917). 46 17 España se salvó de la sangría humana pero no pudo evitar el devastador impacto de la guerra. El trastorno económico, la agitación social y la efervescencia política erosionaron los cimientos en que se había sostenido el orden imperante: una monarquía constitucional y parlamentaria que en realidad dejaba el poder en manos de una oligarquía política. Dos partidos, Conservadores y Liberales, se turnaban en el gobierno y basaban su hegemonía en la apatía general y el clientelismo. Las diferencias estructurales en la sociedad española adquirieron niveles casi obscenos. Mientras los barones industriales, los magnates financieros y los especuladores acumulaban riquezas insólitas, la mayoría sufrió un vertiginoso empeoramiento en sus condiciones de vida a causa de la inflación, el acaparamiento y la escasez de subsistencias.49 El resultado fue el estallido de motines populares, asaltos a comercios y huelgas. Dentro de estos parámetros, la Revolución Rusa en marzo de 1917 produjo euforia en el movimiento obrero y pánico entre las clases dirigentes. El mismo mes, animados por la caída del zarismo, los dos sindicatos obreros (la socialista Unión General de Trabajadores y la anarco-sindicalista Confederación Nacional del Trabajo) suscribieron un manifiesto culpando al régimen de amparar la angustia social y amenazaron con derribarlo, en un momento oportuno, por medio de una huelga general indefinida.50 El ciclo revolucionario alcanzó su punto álgido el 13 de agosto cuando pusieron en marcha aquella amenaza. Alemania, tras los sucesos rusos, podía venderse sin esfuerzo como el gran aliado de la monarquía y encasillar a los Aliados en el rol de amigos de la revolución. Francisco Bernis, Consecuencias económicas de la guerra (Madrid: Estanislao Maestre, 1923), pp. 98-9; Pedro Gual Villalbi, Memorias de un industrial de nuestro tiempo (Barcelona: Sociedad General de Publicaciones, 1923), pp. 105-6, 110-21. 50 El Socialista (28 de marzo de 1917). 49 18 El caso de Grecia donde presiones de los Aliados arrojaron del poder una corte germanófila bajo el Rey Constantino I, casado con una hermana del Káiser (Sofía), parecía confirmar la tesis.51 Explotando la identificación de republicanos y socialistas con las potencias occidentales, agentes provocadores y la prensa germanófila esparcieron lúdicros rumores sobre oro inglés financiando una revolución contra el régimen en España para proclamar la república y entrar en la guerra. Incluso acusaron al muy conservador embajador británico, Arthur Hardinge, de fomentar una insurrección como se rumoreaba había realizado su colega en San Petersburgo, George Buchanan.52 Hardinge escribió al rey e incluso un artículo en la Época, el órgano de prensa del Partido Conservador, titulado `Un diplomático, aliado y amigo de España’. Rechazaba enfáticamente cualquier contacto con elementos revolucionarios y afirmaba que entre los Aliados había varias monarquías. Además, Inglaterra necesitaba una España libre de agitación social para abastecerla con su riqueza mineral esencial para el esfuerzo de guerra. Hardinge incluso ofreció sus servicios a Dato para esclarecer la verdad de los infundios y a su insistencia el gabinete británico declaró dos veces en la Cámara de los Comunes su oposición a forzar la entrada de España en la guerra.53 Los rumores claramente beneficiaban al régimen. Durante los sucesos revolucionarios del verano, el gobierno fue el primero en propagar los rumores Fue aupado al poder el antiguo primer ministro, Eleftherios Venizelos, conocido por su política intervencionista en favor de los Aliados. Grecia entró formalmente en la guerra en julio de 1917. 52 El Día (28 Mayo 1917), La Acción (30 Mayo 1917). La teoría conspirativa implicando a Buchanan es mencionada por Leon Trotsky, The History of the Russian Revolution (Nueva York: Monad, 1980), pp. 70-71. 53 La Época (4 de junio de 1917). FO 185-1344/268, Hardinge a Balfour sobre la necesidad de su artículo pues lamentaba que las izquierdas españolas pudiesen lograr que se identificasen sus objetivos con los de los Aliados (6 de junio de 1917). AGPR, Sec. 15,982 (25), Hardinge a Emilio de las Torres, secretario del rey, negando enfáticamente cualquier contactos entre los Aliados y revolucionarios del tipo de `Lenin conocidos por sus simpatías pro-alemanas y oposición a la guerra’ (4 de Julio de 1917). Para intercambios con el gobierno inglés ver FO: 371-3034/144.713, Balfour a Hardinge (19 de julio de 1917), 371-3034/142.714, Hardinge a Balfour (19 de julio de 1917), 185-1346/433 y 438, Hardinge a Balfour (24 y 31 de agosto de 1917). 51 19 acusando a socialistas y republicanos de recibir oro extranjero por su labor de agentes de la Entente. La huelga fue reprimida con gran brutalidad por el ejército. Promesas de mejoras salariales junto a los rumores convencieron a los oficiales que era mejor ametrallar a los obreros en España que irse a cavar trincheras a Francia.54 Neutralidad Obligada A partir de marzo de 1918, se entró en la fase final de la guerra. Tras el tratado de Brest-Litovsk con la Rusia Bolchevique, Alemania pudo concentrar el grueso de sus fuerzas en una vasta ofensiva en el frente occidental mientras escalaba drásticamente la guerra submarina con el objetivo de bloquear el tráfico en el Atlántico. En realidad, se trataba de una carrera contrarreloj; el esfuerzo final por derrotar a las tropas anglo-francesas antes que los Estados Unidos pudieran tener un impacto decisivo en el curso de la guerra. La apuesta se saldó con un fracaso total. La contraofensiva Aliada llegó en agosto. Para entonces, cerca de dos millones de soldados norteamericanos se hallaban en el frente apoyados por gigantescos recursos industriales. Los Imperios Centrales se derrumbaron en el otoño. La fase final de la guerra coincidió con el gobierno nacional presidido por Antonio Maura que contenía todos los líderes dinásticos (incluyendo Dato en Estado y Romanones en Justicia). El inicialmente tildado de Ministerio de Primates era la repuesta del régimen en un momento crítico. El país se hallaba paralizado por motines de subsistencias, protestas populares y una masiva huelga de funcionarios. Su caída en noviembre coincidió con el armisticio en el continente. Para entonces, los titanes habían dado amplias pruebas de tener los pies de barro. Romero Salvadó, España, pp. 155-58. FO 185-1346.343 y FO 371-3034/175.083, Hardinge a Balfour (24 y 31 Agosto 1917). FO 185-1346/469, Hardinge a Balfour, acusaciones del rey (24 de septiembre de 1917). 54 20 A partir de marzo de 1918, llovieron las protestas francesas ante la pasividad de las autoridades coloniales españoles en Marruecos ante la libre actuación de agentes alemanes en su zona. Se publicaron pruebas de la colusión entre la embajada alemana y anarquistas en Madrid y la existencia de una vasta red de espionaje en Barcelona que incluía al mismo jefe de la policía, Manuel Bravo Portillo. Sus actividades incluían información sobre el movimiento de barcos para facilitar la tarea de los submarinos y la manipulación de grupos anarquistas para sabotear las fábricas que producían para los Aliados e incluso atentar contra sus propietarios.55 La respuesta del gobierno fue inaudita. El 4 de julio, las Cortes con todo sigilo pasaron una Ley de Espionaje. A partir de entonces, la colaboración con una potencia extranjera podía acarrear la cárcel o una multa de hasta 20.000 pesetas. Pero, la publicación de información injuriosa a una potencia extranjera o de carácter alarmista podía reportar la cárcel o una multa de hasta 100,000 pesetas. El diario El Sol concluía que castigaba menos al espía que al que lo desenmascarase.56 Sin embargo, parecía que el gobierno iba a salir de su letargo ante la brutal e indiscriminada escalada de hundimientos de barcos. En total, los Imperios Centrales cometieron durante la guerra 128 ataques a buques españoles destruyendo la cuarta parte de su flota, causando la muerte de más de un centenar de marinos y amenazando Sobre la colusión alemana con anarquistas en Madrid ver El Sol (4-7 de marzo de 1918); España, 152 (7 de marzo de 1918); FO 371-3373/44.846, 46.712 y 54.288, Hardinge a Balfour (5, 7 y 14 de marzo de 1918). AGPR, Caja 15,983/1, Don Alfonso preguntó a Kalle sobre los rumores. Aquel le contestó que solo era cierto en Barcelona pero no había intención de dañar los intereses de España y había ordenado su desmantelamiento (3 de febrero de 1918). La revelación de las actividades de Portillo está en Solidaridad Obrera (9-12, 21 de junio de 1918); El Parlamentario (28-29 de junio de 1918); El Sol (12 y 14 de junio de1918). Ver también ACR, Leg.16, `El Caso Portillo'; y FO: 371-3375/118.036, Despacho del cónsul británico en Barcelona (5 de julio de 1918) y 371-3372/118.836, Informe del departamento de inteligencia política (6 de julio de 1918). Para Marruecos ver AGA, París, Caja 95-5976 (1918). 56.El Sol (4 de Julio de 1918). 55 21 gravemente su comercio. 57 El 13 de julio, el torpedeamiento del vapor Ramón de Larriñaga, en aguas españolas seguido del ametrallamiento de miembros de su tripulación en el agua hizo por fin reaccionar al otrora enérgico Maura. En carta a Dato le informó que tal ejemplo de brutalidad y desprecio había colmado su paciencia.58 Tras muchas discusiones, el 10 de agosto, el gobierno aprobó el envío de una nota de protesta a Alemania en la que se informaba con mucha cortesía que a partir de ese momento el tonelaje hundido sería remplazado por una cantidad similar entre los barcos alemanes y austriacos refugiados en puertos españoles.59 La respuesta alemana fue contundente: indicó que la puesta en marcha de tal medida sería considerado casus belli y como si nada sucediese hundió dos barcos españoles en el espacio de 10 días. Su temporal muestra de gallardía dejaba al gobierno nacional entre poner en práctica su ultimátum y arriesgar entrar en la guerra o humillación y retirada. Como escribiría un destacado miembro del Partido Conservador, Manuel Burgos y Mazo, la impresión final fue deplorable y causó desmayo en las capitales occidentales.60 Temiéndose verse arrastrados al conflicto, Dato había explorado la actitud de los Aliados. Solo los americanos querían forzar la posición española. Viendo la victoria al alcance de sus manos, franceses e ingleses respondieron que estaba en manos de España tomar medidas para salvaguardar su honor y proteger sus intereses. 61 En realidad, la impotencia y falta de autoridad del gobierno quedó finalmente expuesta en El primer mercante español (Isidoro) fue hundido el 15 de agosto de 1915. Algunos datos (op.cit., pp. 45-7) da detalles de los 67 buques hundidos hasta el 23 de marzo de 1918. Ver Perea, op.cit, p. 224. 58 AED, Maura a Dato (28 de julio de 1918). Ver también Maura y Fernández Almagro, op.cit., Maura a su hijo Gabriel (2 de agosto de 1918), p. 314. 59.Fernando Soldevilla, El año político de 1918 (Madrid: Julio Cosano, 1919), pp. 226-8. 60 Manuel Burgos y Mazo, El verano de 1919 en Gobernación (Cuenca: Tipos, 1921), p. 50. 61 Respuestas de los Aliados en FO: 371-3374/145.426 y 150.374, Hardinge a Balfour (23 de agosto y 2 de septiembre de 1918), 3374/157.329, 158.384 y 161.163, Balfour a Vaughan (18-19 y 23 de septiembre de 1918). 57 22 el consejo de ministros del 31 de agosto cuando el ministro de Marina expresó la oposición tajante del rey y de las fuerzas armadas a cualquier decisión que pusiese en peligro la neutralidad.62 Sin margen de maniobra, lo único que quedaba al gobierno era rogar a Alemania una solución que permitiese salvar la imagen. Al final, Ratibor confirmó la disposición de su gobierno de ceder 7 buques en préstamo y a título temporal. 63 Poco después llego el armisticio, aquellos barcos quedaron en manos españolas y fueron bautizados con el nombre de España I a VII, sin embargo, todo el tonelaje austriaco y alemán en puertos neutrales fue incautado por los Aliados. En conclusión, la neutralidad española al estallido del conflicto era una posición lógica dada su debilidad económica, incapacidad militar y ausencia de tratados de alianza con los bandos beligerantes. Mientras la prolongación del conflicto dividía al país ideológicamente, la estrategia pro-Aliada del Conde de Romanones y la brutalidad e intensidad de las operaciones alemanas llevaron a España al borde de la guerra en abril de 1917. La revolución rusa y la identificación de los enemigos de la corona con los Aliados garantizaron el mantenimiento de la neutralidad a cualquier precio a partir de esa fecha. En el verano de 1917, la neutralidad era manipulada e instrumentalizada para derrotar a los enemigos del régimen. Sin embargo, un año después, su defensa a ANR, 11-8906 (31 de agosto de 1918): para salvaguardar la neutralidad el rey estaba dispuesto a cesar a todos sus ministros. Más para el veto real ver Fundación Antonio Maura, Archivo Antonio Maura (AAM), Leg. 272, Carp. 1, Dato a Maura (7 de septiembre de 1918) y Romanones, Notas, pp. 423-4. Ver también FO 371-3374/153.920, embajador inglés en París a Balfour (9 de septiembre de 1918). 63 Durante las negociaciones para salvar la imagen, la actuación del embajador español en Alemania, el convencido Germanófilo Polo de Bernabé, restó fuerza al gobierno. Ver AED, Maura a Dato (5 y 9 de septiembre, 3 de octubre de 1918), Polo a Dato (31 de agosto de 1918) y Dato a Polo (6 septiembre de 1918). AAM, Leg. 255, Carp. 1 Ratibor a Maura (13 de octubre de 1918), Leg. 256, Carp. 6, notas de Maura (Octubre de 1918), Carp. 10, Maura a Ratibor (10 y 14 de octubre de 1918) y Ratibor a Maura (13 de octubre de 1918); Leg. 272, Carp. 1, Dato a Ratibor (8 de septiembre de 1918), Dato a Polo (28 de septiembre de 1918) y Maura a Ratibor (14 de octubre de 1918). 62 23 ultranza era sinónimo de capitulación, impotencia y hasta ridículo. Quizás Romanones no había exagerado al decir que hay `neutralidades que matan’. 24