Divine Mercy C (4.3.16) Bilingual John 20:19-31 For us pilgrims in this weary world, peace comes by way of Jesus Christ. As Paul said, “now that we are justified by faith, we are at peace with God through our Lord Jesus Christ.”1 It is by faith in the Lord that we come to find the gift of peace which is from God and which can never be ruined, true and lasting peace, not that fragile peace that is easily broken. That is, in believing in Jesus, in believing that he lived peacefully and beautifully in love and obedience to the Father, those who are present before the risen wounds of the risen Lord receive the peace which passes understanding— the peace which invites even you to the heavenly banquet. Now, be careful not to sentimentalize this gift! Jesus has not given us the false consciousness of mere positive thinking, the sort of passivity and quietism that rejects the complexities of the world. The peace of Jesus is real. It has real and practical effect in the Church and the world. The secret and the difference of Christian peace, marked out from all false forms of peace in the world, is that our peace is given us in forgiveness, in mercy. That is, our peace is not achieved in the defeat or in the destruction of our enemies. Rather, our peace is had when we forgive those who hurt and mistreat us. Why else show us the wounds? It is only after showing his wounds that Jesus said to his disciples, “Peace be with you…Receive the Holy Spirit. If you forgive anyone’s sins, they are forgiven; if you retain anyone’s sins, they are retained.”2 This, as if to say, “See what I have forgiven, the insults, torture and murder. See I have risen. I have the peace of God. Your peace it can be as well, but you must forgive in the same way and to the same extent that I have forgiven you who ran away and even those who crucified me. For the peace of God, you must forgive without limit.” This is Christian peace: peace that infuses the people who believe in the resurrection enough, people who believe that we can truly live in Christ, imitating him for the sake of sharing God’s redeeming love for the world. Whenever you hear people saying that peace comes by destroying others, know that you are hearing not the gospel, but domination of sin. Peace comes through imitating Jesus and his divine mercy, through suffering as he did and forgiving as he did; because he is risen, and we have seen the wounds: “My Lord and my God!”3 Of course not everyone will recognize our peace. You may have trouble recognizing this peace yourself, the peace that comes by way of mercy. No matter, we Christians will forgive our enemies and abusers. We will forgive each other. We will choose insult and injury over violence. We will be like Jesus; and as then, so now: the world will not understand, but, as Peter says, “for a little while you have had to suffer various trials;” however, “the genuineness of your faith…[will be] found to result in praise and glory and honor when Jesus Christ is revealed.”4 Not everyone will recognize our peace, but the Father sees our lives and all our doings in the light of his Son. It is a curious feature found in many of the martyr stories told by early Christians, that when their brothers and sisters had failed to make a good confession, they were not reviled by the Church. That is, when a brother or sister in fear or under torture slipped in their faith and denied Jesus, when crumbling under the pressure, they failed to make a good confession of their Christianity, they were not rejected by the community. Rather, those who had first denied were received back into the Church “and were conceived and quickened again in the womb and learned to confess Christ.”5 As 1 Romans 5:1 John 20:21-23 3 John 20:28 4 1 Peter 1:7 5 The Martyrs of Lyons, The Acts of the Christian Martyrs 45 2 1 Divine Mercy C (4.3.16) Bilingual John 20:19-31 one story goes, because of the forgiveness of the Church, Satan was “forced to disgorge alive all those whom he at first thought he had devoured.” Salvation and peace through forgiveness, not through destruction: this is the gospel, the teaching of the Lord Jesus, of Paul, and of the martyrs. If you are a Christian and you want to know what peace means, look to this blessed company for your answer— nowhere else. “Peace they had always loved, and it was peace which they commended to us forever.”6 Amen. A nosotros, peregrinos en este mundo de desilusiones, la paz nos viene a través de Jesucristo. Como dice San Pablo, “habiendo, pues, recibido de la fe la justificación, estamos en paz con Dios, por nuestro Señor Jesucristo.” Es por la fe en el Señor que llegamos a encontrar el don de la paz que proviene de Dios y que nunca puede ser aniquilada, destruida, la paz verdadera y duradera, no esa paz frágil y fugaz que fácilmente se derriba. Es decir, al creer en Jesús, y al creer que él vivió pacífica y bellamente en amor y obediencia al Padre, aquellos que están presentes ante las heridas resucitadas del Señor resucitado, reciben la paz que sobrepasa el entendimiento, la paz que incluso invita al banquete celestial. Ahora, ¡tengan cuidado de no sobre emocionarse o de dramatizar este regalo! Jesús no nos ha dado una conciencia falsa de simple positivismo, la clase de pasividad y quietismo que rechaza la complejidad del mundo. La paz de Jesús es real. Tiene efectos reales y prácticos en la Iglesia y en el mundo. El secreto y la diferencia de la paz cristiana, a diferencia de todas otras formas o tipos de paz en el mundo, es que nuestra paz se nos concede en el perdón y en la misericordia. Es decir, nuestra paz no se alcanza en la derrota o en la destrucción de nuestros enemigos. Al contrario, nuestra paz se obtiene cuando perdonamos a los que nos lastiman o nos maltratan. ¿Por qué otra razón nos muestra las heridas? Solamente hasta después de mostrar sus heridas fue que Jesús dijo a sus discípulos, “La paz esté con ustedes… Reciban el Espíritu Santo. A quienes perdonen los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengan les quedan retenidos.” Es decir, como si dijera, “Miren lo que yo he perdonado, los insultos, las torturas y la muerte. Miren, he resucitado. Tengo la paz de Dios. Que puede ser también su paz, pero deben perdonar en la misma manera y al mismo grado que yo los he perdonado a ustedes que huyeron y hasta a los que me crucificaron. Por la paz de Dios, ustedes deben perdonar sin límites.” Esta es la paz Cristiana: la paz que invade, impregna a los que creen en la resurrección, la gente que cree que verdaderamente podemos vivir en Cristo, imitándolo para poder compartir el amor redentor de Dios por el mundo. Cuando escuchen a la gente decir que la paz viene al destruir a otros, estén conscientes que no están escuchando el Evangelio, sino el dominio del pecado. La paz viene al imitar a Jesús y su divina misericordia, sufriendo como el sufrió; porque él ha resucitado, y hemos visto sus heridas: “Señor mío y Dios mío.” Ciertamente no todos reconocerán nuestra paz. Ustedes pueden también tener dificultad en reconocer esta paz, la paz que viene por medio de la misericordia. No importa, nosotros los cristianos perdonaremos a nuestros enemigos y abusadores. Nos perdonaremos unos a otros. Elegiremos el insulto e injurias sobre la violencia. Seremos como Jesús; y así como entonces, ahora: el mundo no comprenderá, pero, como Pedro dice, “por algún tiempo fueron afligidos con diversas pruebas;” pero, “la calidad probada de su fe, más preciosa que el oro… se convierta en motivo de alabanza y 6 Ibid. 2.7 2 Divine Mercy C (4.3.16) Bilingual John 20:19-31 gloria en honor cuando Jesucristo sea revelado.” No todos reconocerán esta paz, pero el Padre ve nuestras vidas y todas nuestras acciones a la luz de su Hijo. Un elemento curioso, que se encuentra en muchas de las historias de los mártires, relatado por los primeros cristianos, es que cuando los hermanos y hermanas no habían hecho una buena confesión, no eran humillados por la Iglesia. Es decir, cuando un hermano o hermana por temor o por estar bajo tortura fallaban en su fe y negaban a Jesús, al sucumbir bajo la presión, fallaban en proclamar su cristianismo, no eran rechazados por la comunidad. Al contrario, los primeros que habían negado su fe, eran recibidos de nuevo en la Iglesia “y eran concebidos y nacían de nuevo al seno de la Iglesia y aprendían a proclamar a Cristo.” Como dice una historia, por el perdón de la Iglesia, satanás fue “forzado a expulsar vivos a todos los que él creía que ya los había devorado.” La salvación y la paz por medio del perdón, no a través de la destrucción: este es el evangelio, la enseñanza del Señor Jesús, de Pablo y de los mártires. Si tú eres un cristiano y quieres conocer lo que la paz significa, observa esta compañía de santos-no busques en ningún otro lugar. “La paz con que ellos siempre amaron, fue la paz que nos encomendaron.” Amén. ©2016 Fr. Joshua J. Whitfield 3