MEMORIAS DE MIS RECUERDOS DE CUANDO FUI SUPERVISADA Ruth Moulton Eigentum des Erich Fromm Dokumentationszentrums. Nutzung nur für persönliche Zwecke. Veröffentlichungen – auch von Teilen – bedürfen der schriftlichen Erlaubnis des Rechteinhabers. Propriety of the Erich Fromm Document Center. For personal use only. Citation or publication of material prohibited without express written permission of the copyright holder. Durante mi adiestramiento analítico trabajé con tres supervisores: Erich Fromm, Harry Stack Sullivan y Frieda Fromm-Reichmann, en ese orden. Cada uno de ellos tenía una personalidad tan fuerte y de finida que resultaba imposible imitarlos o identificarse con cualquiera de ellos; asimilar o incorporar los tres a la vez resultaba indigerible. Ellos enfatizaban diferentes aspectos de material y cada uno tenía intereses particulares. Los estudiantes veian con claridad que los tres preferían trabajar o lo hacían mejor con diferentes tipos de pacientes. Pensé que podría aprender mejor si seleccionaba el tipo de paciente que parecía ser el predilecto del supervisor en turno, y a la vez me colocaba en la mayor disposición para absorber lo que ellos desea ban enseñar. Entonces traté de comprender la perspectiva comparando las experiencias posteriormente. El trabajo de integrar a mi propio estilo lo que aprendí de cada uno, fue un proceso continuo que per siste hasta hoy en dia. Cada uno, a su modo, tenía tal misteriosa ha bilidad para ver las maquinaciones de ambos, los estudiantes y los pacientes, que no me atreví a seleccionar el material para complacer. Estaba segura de que mi treta sería descubierta y expuesta con rapidez. La brillante comprensión de la psicodinámica de Erich Fromm fue lo más impresionante. Le interesaban particularmente el uso de los sueños y las fantasías, así como las producciones verbales cons cientes y tenía una manera poderosa de usarlos para leer el inconscien te del paciente. Le disgustaba e irritaba la palabrería insulsa y quien estaba en contra de dejar que el paciente hablara sobre sí mismo; enfatizaba la importancia de lograr que el paciente hablara desde su interior, fuera él mismo, se experimentara en forma genuina a sí mis ma y a la situación analítica. Le impacientaban las generalizaciones vagas y el intercambio artificial y falso, pretencioso y defensivo en tre el paciente y el terapeuta o el terapeuta estudiante y el supervisor. Fromm era muy crítico con los estudiantes que simplemente dejaban pasar las nociones de terapia mientras el paciente descansaba, desli zándose a la deriva o dependiendo de la magia, rehusándose a expo ner sus problemas más cruciales o a trabajar en ellos. La autenticidad y el' compromiso vivo importaban mucho a Fromm. Era muy atento a Moulton, R., 1973: Reflexiones psicoanalíticas sobre el movimiento de liberación de la mujer, in: Revista de Psicoanálisis, Psiquiatría y Psicología, México (No. 1, 1973), pp. 93-99. 94 MEMORIAS DE MIS RECUERDOS percibir pacientes que parecían sólo verbalizar lo que el doctor desea ba escuchar y con el terapeuta que decía lo que creía que el supervi Eigentum des Erich Fromm Dokumentationszentrums. Nutzung nur für persönliche Zwecke. Veröffentlichungen – auch von Teilen – bedürfen der schriftlichen Erlaubnis des Rechteinhabers. Propriety of the Erich Fromm Document Center. For personal use only. Citation or publication of material prohibited without express written permission of the copyright holder. sor deseaba escuchar. Se recomendaba una revisión periódica del material en conjunto sobre el progreso o su carencia, para asegurarse de que el crecimiento, aunque fuese lento, no se interrumpiese. Si (después de dos años y medio de tratamiento) no había señales de un cambio significativo, ni de la evolución de un concepto nuevo acerca del trabajo a realizar en un futuro cercano, se debía de enfrentar al paciente (y a uno mis mo) con este dilema, con objeto de rectificarlo, terminar o interrum pir el tratamiento. Fromm sentía que muchos doctores y pacientes se coludían al hablar juntos monótonamente, ingeniándoselas para satis facer su mutua necesidad de dependencia, sin lograr nada realmente importante. Creía que los estudiantes tenían una especial habilidad para empeñarse en continuar con terapias improductivas por sus senti mientos de omnipotencia y su falta de humildad. Los pacientes acep taban •con frecuencia esta situación por temor a la separación y a tener que encarar su soledad. Cuando se les obligaba a examinar su apatía o su rigidez los pacientes se impresionaban al constatar que el terapeuta los tomaba en serio, esperando y creyendo que podría ocu rrir un cambio. En ese momento se les animaba en vez de desalen tarlos. Si aún así no veían una salida, una descripción clara del estan camiento terapéutico, les daba un concepto sólido y sobrio para re flexionar y digerir después la terminación. Esto les permitía un fin constructivo que podía conducir a un crecimiento posterior. Encontré en Fromm una ayuda especialmente excelente para tra tar a pacientes neuróticos, con defensas bien arraigadas. Mostraba como romper las defensas, enfrentando al paciente a las ideas (que provocaban ansiedad) pero eran pertinentes retándolo a encararlas y ayudándolo entonces a orientarse hacia experiencias nuevas y cons tructivas. Por lo tanto, me encontré llevándole algunos de los neuróti cos más imaginativos y productivos verbalmente que parecían necesi tar especialmente ese enfoque. Fromm prevenía en contra de hablar demasiado. Sentía que mu chos estudiantes lo hacían para asegurarse de lo mucho que sabían acerca del paciente o para llenar el tiempo, porque el silencio los in tranquilizaba. Sentía definitivamente que yo tenía tendencia a hablar demasiado y me aconsejó que mirara el reloj para adiestrarme a no intervenir más de una vez cada cinco minutos. El trabajo de supervisión con Harry Stack Sullivan fue en mu chos conceptos una experiencia muy distinta. Conocido por su trabajo MEMORIAS DE MIS RECUERDOS 95 con pacientes muy enfermos, especialmente esquizofrénicos, era hu milde con estas personas enfermas y no esperaba grandes alcances de ellos. Se satisfacía con corregir sus mayores distorsiones, haciendo conscientes sus sistemas disociados y haciendo posible que lo tolera ran disminuyendo con ello su sufrimiento y su pánico. Yo no trabajaba con esquizofrénicos tan enfermos por no tener más que la práctica en mi consultorio, pero consulté con Sullivan sobre mis pacientes limítrofes (borderline) muchos de los cuales eran bas tante improductivos verbalmente y parecían ser superficialmente tor pes o poco imaginativos. Tenía una habilidad misteriosa e intuitiva para leer el inconsciente de esos pacientes, aún cuando fueran inca paces de producir mucho material o estuvieran demasiado negativos y asustados para hacerlo. Tenía un modo muy efectivo para tratar el negativismo esquizoide, manteniendo una fachada fría, imperturba ble, de aparente desinterés y una indiferencia benévola. Su interés genuino en el paciente y su atención extrema por el material rele vante eran bastante obvios a pesar de su impasibilidad. En parte, esta actitud puede ser que reflejara su propia personalidad; en parte tam bién era el resultado natural de una larga experiencia que lo conver tía al mismo tiempo en sabio. Uno sentía que él nunca se sorprendería de nada. Mantenía al paciente interesado y trabajando, pero era también muy claro que el paciente lo hacía por sus propias necesidades y no para satisfacer al terapeuta. Sullivan sentía que era desastroso que el terapeuta acorralara al paciente porque esta actitud recordaba al padre involucrado, entrometido y con frecuencia hostil. Cuando señalaba alguna omisión notable del terapeuta o el evitar un tema o problema debido a su ansiedad, Sullivan se dirigía al estu diante inocentemente y le preguntaba, desarmándolo: "Dígame, ¿se puede dar el lujo de perder al paciente? Si no puede, mejor hubiera sido que no supervisara conmigo". O decía: "Tiene que ser directo en este asunto o el paciente no lo creerá". Si el estudiante negaba su temor de perder al paciente, Sullivan podía estar seguro de que el estudiante no era honesto consigo mismo. Se le daba gran énfasis a la acuciosa colección de datos tanto his tóricos como presentes. Sullivan no aceptaba clichés, ni generalizacio nes, ni la terminología técnica compleja o ambigua. Cuando uno ex ponía una teoría de lo que le estaba pasando a un paciente, pregun taba con frecuencia: "¿En qué se basa?" "Dígame exactamente ¿qué quiere usted decir con eso? El hombre dice que tiene un complejo de Edipo, ¿ha usted logrado que le explique de qué se trata? ¿Qué le hace pensar eso? ¿Por qué llegó a esa conclusión?" o decía: "En Moulton, R., 1973: Reflexiones psicoanalíticas sobre el movimiento de liberación de la mujer, in: Revista de Psicoanálisis, Psiquiatría y Psicología, México (No. 1, 1973), pp. 93-99. Eigentum des Erich Fromm Dokumentationszentrums. Nutzung nur für persönliche Zwecke. Veröffentlichungen – auch von Teilen – bedürfen der schriftlichen Erlaubnis des Rechteinhabers. Propriety of the Erich Fromm Document Center. For personal use only. Citation or publication of material prohibited without express written permission of the copyright holder. 96 MEMORIAS DE MIS RECUERDOS efecto mucha gente odia a sus madres; exactamente ¿cómo fue con usted?" "¿Qué hizo ella?" "¿Cómo reaccionó usted cuando ella lo hizo?" "Dígame: ¿cómo se desarrolló la batalla entre ustedes dos?" Consideraba que la precisión era necesaria para comprender la origi nalidad de cada individuo y que cualquier resentimiento que un pa ciente pudiera tener al ser interrogado, se compensaría fácilmente con el alivio obtenido al saber que alguien se interesaba lo suficiente como para averiguar y escuchar lo que le sucedía. Por lo tanto, una expli cación única podía llegar a ajustarse precisamente a ese paciente y nadie más. Sullivan creía que las necesidades básicas de seguridad de los individuos son tan semejantes que aburren. Lo que hace que el trabajo sea interesante, es encontrar exactamente la manera en que cada persona los experimenta. No recomendaba que se interrogara rigurosa y críticamente a los pacientes como lo hacía con los estudiantes, pero ciertamente reco mendaba formas muy directas de reunir el material pertinente desde el principio de la situación de tratamiento, cuando el paciente lo tole raba. Estaba sumamente atento a las manifestaciones del grado de ansiedad del paciente y cuando la ansiedad parecía ser tan intensa como para volverse intolerable para el paciente le decía: "Vamos a subrayar con rojo el problema. Es un área importante para explorar. Volveremos a él después, cuando le sea más fácil manejarlo". Mien tras el paciente soltaba un poco el anzuelo, y subrayando con rojo el problema se reducían las probabilidades de que lo olvidara. Según Sullivan existía escaso peligro de arrojar a un paciente bordeline al MEMORIAS DE MIS RECUERDOS 97 nante exactitud que conseguía llegar al núcleo de la ansiedad de una persona con asombrosa rapidez. Sobresalía por su alto grado de precisión al predecir el posible desquebrajamiento o fracaso de los miembros de la Fuerza Armada que se enviaban a misiones peligro sas. Pensaba que después de sostener una entrevista personal de 15 minutos, podía determinar si un piloto tenía la fuerza o resistencia para controlar una misión de bombardeo, con solo observar si sopor taba bien o no la presión en áreas personales de profunda ansiedad. Sullivan tenía la reputación de hacer predicciones mucho más confia bles que aquellas que se basaban en otro tipo de procedimientos dis ponibles a los servicios militares durante la Segunda Guerra Mundial. Su alto grado de insight y la precisión del mismo le permitía penetrar tanto en las flaquezas de los estudiantes, como en los proble mas de sus pacientes. En un determinado momento de la supervisión Sullivan les comunicaba a todos y cada uno de los estudiantes que supervisaba lo que según él les caracterizaba. Uno nunca las olvida tan rápido y en que orden debía uno enfocarlos. Estaba en contra de ba. La mía me ha acompañado desde entonces. Me dijo: "Tiendes a ser irrespetuosamente inteligente con tus pacientes, quienes por cierto no necesitan que tú los rebajes. El ya tuvo bastante de ese trato en el pasado. Por supuesto, tú sabes más que él, pero tu trabajo consiste en ayudarlo a que se dé cuenta de ello, en una forma que le permita conservar su autorrespeto sin tener que sentirse agradecido ni humi llado". A otro estudiante que tendía a ser excesivamente cálido y maternal le dijo: "El paciente no necesita tu amabilidad sino tu en tendimiento. Muchos de sus amigos y parientes han tratado de ser amables con él anteriormente. Ninguno de ellos comprendió lo que era importante. Ese es tu trabajo". A un tercero le dijo: "Te faltó muy poco para ser un charlatán". A Sullivan le preocupaba mucho la tendencia que existia entre los terapeutas que adoptaban una actitud de apoyo evidente, porque los estudiantes del White Institute durante la mitad de la década de pánico esquizofrénico si uno estaba consciente de la menor manifes tación de ansiedad. Esto no significa que él creyera que se debía re asegurarlo o evitar temas básicos. Lo que importaba más bien era que sentía que la mayoría de la gente enferma sospechaba mucho de esta actitud, detectando su falsedad a mil leguas de distancia. Sullivan también prevenía contra la amabilidad o compasión por considerarlos irrespetuosos. Sin embargo, resultaba evidente, al cono cerlo, que era bastante amable con la gente enferma, aunque de una forma espontánea y no de manera sentimental o sofocante. Estaba bas tante consciente de que las personas esquizoides temen una intimidad inapropiada o prematura, antes de que estén completamente listos para ello. Hacía uso de su extraordinaria percepción para ser discreto o cauto o espontáneo cuando la ocasión así lo demandaba, pero tam bién era capaz de conducir una entrevista bajo tensión con tal fulmi- los 40s, de ser demasiado espontáneos e informales con los pacientes. Ciertamente, él no aprobaba la pomposidad ortodoxa o la neutralidad afectada, pero tampoco creía en que se dieran datos al paciente de uno mismo, que sólo le provocaban ansiedad y no servían a ningún propósito. Por eso, abogaba porque las opiniones políticas, los gustos personales, los detalles de la vida familiar y otras se mantuvieran al margen del camino del paciente que hacía suficiente con tratar con lo suyo propio, sin tener que superar obstáculos extras. Desaprobaba que se alternara socialmente con los pacientes, costumbre que había visto realizar a menudo en las ciudades de la provincia. (Province- town). Pensaba que Clara Thompson podía ver a muchos de sus Moulton, R., 1973: Reflexiones psicoanalíticas sobre el movimiento de liberación de la mujer, in: Revista de Psicoanálisis, Psiquiatría y Psicología, México (No. 1, 1973), pp. 93-99. Eigentum des Erich Fromm Dokumentationszentrums. Nutzung nur für persönliche Zwecke. Veröffentlichungen – auch von Teilen – bedürfen der schriftlichen Erlaubnis des Rechteinhabers. Propriety of the Erich Fromm Document Center. For personal use only. Citation or publication of material prohibited without express written permission of the copyright holder. 99 MEMORIAS DE MIS RECUERDOS MEMORIAS DE MIS RECUERDOS pacientes y estudiantes en aquel ambiente casual, sin problemas, pero que la mayoría de los estudiantes no podían permitirse hacer lo mismo con sus propios pacientes. En primer lugar, pocos poseían la simpli cidad serena y no ansiosa de Clara; además ningún estudiante hubiera sido capaz de manejar cualquier reacción que hubiese tenido un pa ciente al observar la vida privada del terapeuta. Sullivan consideraba que el paciente podría —en esas circunstancias— reprimir cualquier reacción que pudiera inquietar al terapeuta, imposibilitando el trabajo por distorsiones paratóricas. Freída Fromm-Reichmann fue mi última supervisora. No tengo sabia todo lo que mis supervisores pensaban sobre mi trabajo y se sentía libre para usar este conocimiento cuando le parecía oportuno. Las horas de supervisión que se requerían eran las mismas que ahora, pero había menos cursos. El cuerpo de maestros era mucho más chico, pero eso lo compensaba el que sus miembros eran mucho más accesi bles. En esos años la capacitación era mucho más individualizada e íntima de lo que puede ser hoy en día porque la cantidad de estudian 98 mucho que decir sobre el trabajo que realicé con ella, en parte porque duró poco tiempo y en parte porque en aquel entonces yo era más competente, tenía más experiencia y temía menos la crítica. Algunos estudiantes le temían, pero conmigo fue amistosa y serena. Ella me desalentó de tomar notas, considerándolo como una interferencia. Des cubrí que podía presentar historias completas, así como procesar mu chas horas, con sólo recordar unas cuantas palabras. Presenté a Fromm-Reichmann un hombre homosexual muy talen toso pero ansioso. En ese tiempo me sentía deficiente por ser incapaz de alterar sus patrones sexuales. Me dijo esencialmente que lo im tes y maestros ha aumentado a por lo menos cinco veces. El sentido de dedicación a una causa analítica liberal y la gran ne cesidad de probar la propia capacidad para superar los prejuicios y el aislamiento unía a los estudiantes y profesorado. Existía también un fuerte sentido de dedicación al tratamiento intensivo de pacientes individuales con menos distracciones y presiones externas que las que padecemos en la actualidad. Por lo tanto, uno tiende a mirar atrás con nostalgia, recordando el espíritu de esos primeros años, cuando éramos la sucursal en Nueva York del Washington School of Psy chiatry. portante no era lo que la gente hacía con sus órganos sexuales sino lo que hacía uno con otro. Esto disminuyó la importancia y se debe a la conducta sexual como tal, y facilitó mi trabajo sobre aspectos más accesibles de su comportamiento. Me previno contra el peligro de "enseñarle al paciente" demasiado, diciendo que esto subestimaba su propia habilidad para conocer y su capacidad para aprender por sí mismo. Si uno desalojaba los obstácu los y disolvía la ansiedad, los pacientes aprenderían por lo general por su propia iniciativa. Apreciaba particularmente las habilidades creativas y capacidades artísticas de muchos pacientes esquizofréni cos. Su fe en ellos, aunque nunca cálida ni maternal, era muy esti mulante para crecer. Evidentemente las tres experiencias de mi supervisión fueron muy diferentes. El proceso de asimilación e integración era mucho más fácil en aquel entonces, porque había mucho mayor contacto personal que ahora con cada supervisor, jefe de seminario y estudiante. Había pocos estudiantes porque muchos hombres prestaban su servicio mi litar fuera durante los primeros días del Instituto (1943-1946). No había reglas de capacitación formales ni reglamentos, pues eran inne cesarios. Todos parecían percibir lo que pasaba con todos los demás. Me era claro, a través de mi análisis anterior, que Clara Thompson Moulton, R., 1973: Reflexiones psicoanalíticas sobre el movimiento de liberación de la mujer, in: Revista de Psicoanálisis, Psiquiatría y Psicología, México (No. 1, 1973), pp. 93-99.