“En la vida solo vale ganar” Ademir Marques

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“En la vida solo vale ganar”
Ademir Marques
Por Alberto Gaytán*
E
n el marco del fervor provocado por el inminente arranque
del próximo mundial de fútbol,
este fin de semana, en la casa de
ustedes, vi un documental llamado:
“HIJOS
DEL
MARACANAZO”,
transmitido por la cadena de deportes ESPN. El conductor que narra
este extraordinario programa se llama Martín Ainstein, un especialista
en deportes de origen argentino. Bajo un correcto rigor histórico y social
y con una dosis de alta emotividad
que se acrecienta conforme avanza
el programa, Ainstein narra desde
las butacas del estadio Maracaná, lo
que ocurrió el 16 de julio de 1950,
cuando Brasil jugó en dicho lugar la
final de la Copa del mundo contra la
selección de Uruguay.
se debía a la extraordinaria constelación de estrellas que integraban la
selección nacional carioca. Cabe
señalar que el equipo brasileño era
imbatible, daba miedo a sus rivales.
La Copa del mundo de 1950, fue el
primer mundial celebrado después
de la segunda guerra mundial y debe usted saber amigo lector, que
nunca antes en la historia de estos
eventos deportivos, un país sede
había sido el gran, pero en serio, el
gran favorito para ganar el mundial,
como lo fue Brasil en ese entonces.
Llegó a la final goleando a todos y le
bastaba un simple empate para ganar la Copa del mundo. Había, además, otros factores que aumentaban
exponencialmente la seguridad de
los brasileños, por ejemplo, el hecho
de que las potencias europeas no
Los motivos para que todo Brasil
considerara a su equipo el campeón
del mundo (antes de jugar la final),
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iban bien preparadas por los efectos
devastadores de la segunda guerra
mundial. En efecto, esta situación
provocó que Italia, Inglaterra y Suecia no tuvieran las condiciones adecuadas para prepararse para ese
mundial, dejando así el camino libre
a los brasileños. El cariño de toda
una nación por su selección y el estreno del famoso “Maracaná,” considerado el estadio más grande del
mundo, eran fuertes ingredientes
que reforzaban el optimismo brasileño, a estas alturas, fuera de control.
Las apuestas no eran sobre ¿quién
ganaría la final?, sino sobre ¿cuántos goles le anotarían a Uruguay?, el
resultado que más gustaba a la gente era “cuatro a uno”. Los diarios de
mayor circulación, no se aguantaron
las ganas de ver la final y un día antes, tiraron millones de ejemplares
con la siguiente noticia: “BRASIL
CAMPEON DEL MUNDO.”
cumplan ustedes con su deber de
ganar la copa del mundo.”
El estadio Maracaná registró una
entrada oficial de 189 mil personas,
sin embargo, los aficionados que se
quedaron afuera derribaron los muros de seguridad y entraron al estadio en una peligrosa estampida humana, en total se estima que ese día
en el Maracaná había aproximadamente 200 mil personas apoyando a
su selección.
Estimados amigos, lo que pasó esa
tarde en la final de la Copa del mundo, es una historia conocida como el
“MARACANAZO,” si amigos, ocurrió
lo impensable, Uruguay derrotó dos
a uno al equipo invencible, al mejor
del mundo y el que según no podía
perder. El resultado del partido provocó una verdadera tragedia nacional, bueno, hubo aficionados que no
aguantaron la noticia y se suicidaron, el país se convirtió en un enorme funeral deportivo que 64 años
después aun no supera ese trauma
nacional.
El documental explica, con opiniones de escritores e historiadores
brasileños, como toda una nación
decide antes de tiempo, que ya eran
los campeones del mundo, destacando lo sucedido en la ceremonia
previa a la gran final, cuando el alcalde de Rio de Janeiro, al hacer
uso de la palabra, convierte el deseo
de ganar de todo el país, en una
obligación patriótica, al dirigirse a los
seleccionados nacionales de la siguiente forma: “…brasileros: cumplí
con mi palabra de construir el estadio más grande del mundo, ahora
El documental “HIJOS DEL MARACANAZO”, en su segunda parte,
destaca como este resultado sepultó
la brillante carrera de todos los integrantes de la selección nacional. El
país entero los humilló, los acusó de
traición nacional, los condenó al olvido y nunca les perdonó haber perdido aquella final. Se cuenta que
años después de aquella trágica fi2
nal, los directivos de la federación
brasileña de futbol les negaron la
entrada a un entrenamiento de la
selección nacional, acusándolos de
ser personas de mala suerte. La
mayoría de aquellos jugadores murieron en el anonimato, pobres y olvidados.
nos dice entre otras cosas, que nunca hay que perder, que el segundo
lugar no cuenta, que no hay enemigo pequeño, que debemos estudiar
más, prepararnos más y trabajar
más sin importar la profesión u oficio
a que nos dediquemos, que tenemos que ser los mejores en lo que
hacemos, que debemos ser respetuosos con nuestros rivales y semejantes, que nunca debemos burlarnos de nadie, que no debemos juzgar a nadie y que no olvidemos que
en la vida, sólo vale ganar.
En la parte final del documental, hay
una entrevista a la esposa de Ademir Marques de Menezes, el goleador de aquella selección, la señora
de nombre Vilma, narra como el jugador lleno de tristeza le comentó al
final de su vida: “Vilma de que sirvió
todas las cosas buenas que hice en
la vida, los goles que anoté en la selección y los títulos que le di a mi
equipo, si la gente nunca me perdonó perder aquella final: acuérdate
Vilma, en la vida, sólo vale ganar”.
*Alberto Gaytán García, es el
director del Tecnológico de Misantla.
jalbertogaytangarcia@gmail.com
www.itsm.edu.mx
A/E R: 01-2015
Estimados amigos, subrayé las palabras finales de Ademir, ya que en
mi opinión, la frase “en la vida, sólo
vale ganar” encierra un poderoso
mensaje de triunfo y éxito; Ademir
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