de muchas generaciones. Al hacerle el juego a la escisión mente-mano terminamos siendo unos intelectualistas que nos creemos superiores a quienes tanto han participado de manera directa en nuestra transformación, en lo que hoy somos. La superioridad de quienes no trabajan sobre los que trabajan, es un absurdo que se fundamenta en la escisión mente-mano, anteponiendo la teoría a la práctica, frenando nuestra capacidad de pensamiento y olvidando que detrás de una gran palabra hay una práctica. Iñaki Gil de San Vicente499explica cómo el intelectualismo va unido a cierto principio de sumisión, según el cual quienes realizan trabajo físico han de obedecer a quienes hacen trabajo intelectual. Sacerdotes, filósofos e intelectuales reaccionarios, especialistas en cualquier cosa o funcionarios son considerados por quienes realizan el trabajo físico como los poseedores exclusivos del saber y del conocimiento, cuando son sólo los apuntadores de las ideas que el poder que los soborna impone. Y las productoras masas terminan pensando igual que el amo.. Así, en vez de esforzarnos en pensar por nosotros mismos dejamos que lo hagan otros, los que mandan y piensan. Mostrar lo conocido, re-creando la realidad De acuerdo con la génesis del pensamiento, el carácter del pensamiento nocional, conceptual, y categorial, el fundamento lógico dialéctico del conocimiento y el esbozo de los problemas planteados por la teoría y la práctica, vemos cómo lo característico de la naturaleza humana es su complejidad, definida mediante sus varios núcleos intensionales. Si en el mismo proceso de adquisición del conocimiento hemos ido encontrando el baremo que nos va dando la medida y definiendo la intensidad de nuestra naturaleza humana, después de agotar las etapas del uso de la percepción sensible, memoria, práctica y cierto desarrollo de habilidades no es que hayamos alcanzado un estadio muy diferente al del resto de los animales superiores. Sólo estaríamos ejercitando nuestra capacidad colectora de cosas o hechos fijos, totalmente ajenos a pulsar los cambios que en estos operan, como si se tratara de un conocimiento simplemente mostrativo. Como este conocimiento fundado en la práctica es la forma primaria de relacionarnos con las cosas, requerimos potenciar nuestro crecimiento intelectual, yendo más allá del simple hecho, razonándolo en sus causas, su porqué es así y no de otra manera, demostrándolo y comunicándolo. Y el acto de re-creación requiere de un gran componente de Imaginación que nos permita ir más allá de la simple percepción sensible, a la percepción conceptual e intelectual. De Representar Cosas a Representar Representaciones La explicación del conocimiento como capacidad colectora de cosas o hechos fijos es propia de una época en que todo este problema se veía alrededor de la categoría de “Representación”. Con base en ésta, la academia renacentista y clásica estructura todo lo referente a la adquisición del conocimiento, la interpretación de textos, el juego simbólico y la producción de conocimiento. No se problematizaría la relación entre las palabras y las cosas al implicar la Representación que el signo y el significado son similares, al poseer la naturaleza su misma marca y lo que ésta designa, al considerar que los nombres eran simple imitación a imagen y semejanza de la cosa designada. Así, se entendería la Representación como una “repetición”, jugando importante papel la categoría de “Similitud” en la explicación del proceso del conocimiento. Como las cosas son la fiel representación de la realidad y al dejar su huella por seguir las semejanzas llegan a comunicar cómo el mundo se repliega a sí mismo, la Similitud se daría por conveniencia, competencia, analogía y simpatía. En virtud de la “conveniencia”, el mundo sería la conveniencia universal de las cosas, donde las cosas terminan por ajustarse la una a la otra; en virtud de la “competencia”, las cosas se imitarían unas a otras, reflejándose y emulando entre sí; en virtud de la “analogía”, las cosas empiezan a ser simplemente similares y van adquiriendo similitudes más complejas; en virtud de la “simpatía”, las cosas sin aparente conexión directa entre sí se ponen en movimiento entrando en estrecha relación unas con otras hasta el punto de hacer que dichas cosas terminen interdependientes e idénticas entre sí, haciendo causa común, “a lo mismo”. 499 GIL de SAN VICENTE, Iñaki, Aprender y atreverse a pensar, documento publicado en la Web. 584 A Husmear las Bitácoras