Noche tan linda

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Noche tan linda 1
Pablo García Gámez
CELCIT. Dramática Latinoamericana 417
NOCHE TAN LINDA
Pablo García Gámez
PIEZA EN UN ACTO Y 29 FRAGMENTOS
PERSONAJES: M (5) / F (4)
Perla
Macario/Camelia Margarita
Josefa
Plinio
Presenta
Hombre 1 / Soldado
Hombre 2 / Cabo Galindo
La Lupe
Noche tan linda 2
Pablo García Gámez
Antoine/ Policía
Voces en off de Ministro, Periodista y Comisario.
Las voces originales están grabadas en Youtube en videos relacionados con los hechos ocurridos
en Venezuela la semana del 27/02/1989. Las voces también pueden ser grabadas por actores.
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VOZ EN OFF MINISTRO.- En ningún momento engañamos… sobre la situación del
país. En todo momento dijimos que la responsabilidad que asumíamos de
construir un país sobre sólidas bases económicas, implicaba una cuota de
sacrificios y esfuerzos de la que nadie podía sentirse excluído…
PERLA.- ¡Barniz transparente en las uñas! ¿No tienes una pintura más alegre?
Algo con vida.
CAMELIA.- ¡Ay, Perla! No seas anticuada, mujer. Esto es lo último: le dicen
manicure francesa.
PERLA.- No sé, mana. Yo soy tropical. Yo soy brillo, deslumbramiento, tumbao.
Amarillo intenso, azul eléctrico, rojo encendido…
JOSEFA.- Hola, Perlita.
PERLA.- Buenas tardes, doña Josefa.
CAMELIA.- La bendición.
JOSEFA.- Dios te bendiga, hijo.
CAMELIA.- ¿Y esa cara? ¿Pasó algo?
JOSEFA.- No pude comprar nada.
CAMELIA.- ¿No bastó lo que te di?
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JOSEFA.- No es eso, mijo. Es que las bodegas están vacías. No encuentras nada:
no hay leche, ni azúcar ni harina de maíz. Tienes que hacer colas inmensas en
los negocios donde venden comida. Dicen que la están acaparando.
CAMELIA.- Seguro que quieren subir el precio.
JOSEFA.- Solo pude conseguir café.
CAMELIA.- El santo vicio de este hogar; la droga que nos regala el insomnio, la
música y las palabras.
PERLA.- Esos comerciantes son unos bandidos. Compran la comida barata para
venderla a precios de estafa. Según, están esperando un decreto, una ley… para
subir todo.
JOSEFA.- No sé adónde vamos a llegar.
PERLA.- Yo sí, doña Josefa. La gente no va a dejar pasar ésta. La gente va a
protestar. Se van a molestar y se va a prender esta vaina. Todo el mundo se va a
quedar loco, pero es que… coño, una siempre está poniendo el lomo y poniendo
el lomo. Entonces vienen los políticos, ofrecen villas y castillas en la campaña y
cuando tienen en poder, hablan de que hay que hacer sacrificios, que el pueblo
debe colaborar. Ahora, yo nunca, nunca, nunca he visto un político
sacrificándose. Sí los he visto llegar al gobierno desmayados del hambre y
después salir millonarios. Ojalá que la gente salga a la calle y que proteste.
CAMELIA.- ¡Perla Marina presidente!
PERLA.- No es eso, chica. Es que mi marido lleva diez años de policía… ¡Diez
años! Mira donde vivimos: en un cerro donde tenemos que robarnos la luz, donde
hay que cargar agua de la pila; rancho de ladrillo y zinc. Por supuesto, el
sueldito no alcanza ni para comer. Ahora, te pregunto yo, ¿verdad que es muy
fácil que un hombre que gana el sueldo mínimo y que porta una pistola pueda
corromperse?
CAMELIA.- ¿Que se vuelva ladrón? ¿Te lo ha dicho?
PERLA.- No, pero no hay que tener imaginación para ver qué haría un hombre
desesperado, con una mujer a punto de parir y una pistola. ¿De dónde crees que
salió el betamax?
JOSEFA.- Malandro. De alguna manera tiene que mantenerse.
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CAMELIA.- Sí, Perla. Tienes razón, pero nadie se va a rebelar. Seguiremos así…
¿no hay café? Mala suerte. ¿Subieron la gasolina? ¡Qué vaina! Mucha queja y poca
acción; tal vez sea lo mejor. Imagínense que todo el mundo salga a protestar: se
prende este país. La matazón sería horrorosa. ¿Te gusta?
PERLA.- Voy a dejármelo para probar la manicure francesa.
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PLINIO.- ¡Rompan filas!!! Razón tenía Macario. Montado en ese cerro no sabía lo
que era vivir. Vivir es estar inmerso en el mundo y tener acceso a una existencia
decente, a decidir sobre uno, a decidir sobre los demás. Saber lo que es el país.
Allá arriba, escuchas sobre el país, te lo pintan, te cuentan sobre la patria,
hacen que te sientas orgulloso. Más de uno está dispuesto a defenderla aunque,
arriba, el país es algo abstracto, extraño, que no se preocupa por ellos. La
patria es eso que piensan los que deciden. Cualquier amenaza a los que
decidimos, porque ahora decido, y en el barrio seguro que nos defienden. El
barrio no es la patria. El barrio puede volverse en contra de la patria si no sigue
órdenes. Soy un privilegiado: no conozco a nadie que haya vivido en un barrio y
que ahora sea parte de la patria. Gracias a mi mamá y a mi padrino que
movieron cielo y tierra, si no hubieran hecho nada estaría… no sé… robando
carros, traficando; en el mejor de los casos, sería policía como Rafael. Tengo
que presionar a mamá para que se decida de una vez a salir de ese cerro: es
peligroso e insalubre.
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CAMELIA saluda a un público imaginario. Lleva puesta una bata de casa. Está
frente a un espejo. En la mano tiene un pintalabios que pasa sobre su boca. Se
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pinta los párpados con sombra color azul chillón. Se escucha la pieza Hambre de
Rosendo Montiel, interpretada por Blanca Rosa Gil que CAMELIA mima.
CAMELIA.-…¡Sí, hambre…!
De sentir el fuego ardiente
De un amor que sea inclemente
Que me queme las entrañas.
¡Ay, hambre…!
De besar con ansia loca
Y que me muerdan en la boca
Hasta hacérmela sangrar.
¡Yo tengo hambre…!
De un amor que me calcine
Y que con besos asesine
Mi deseo y mi ansiedad
¡Hambre…!
Hambre de un amor desesperado
Que me lleve hasta el pecado
Aunque tenga que llorar…
Aunque yo tenga que llorar…
Aunque tenga que llorar…
Aunque tenga que llorar.
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Entra JOSEFA. Se acerca a CAMELIA. Estruja su cara para quitarle el empaste
que tiene. El rostro de CAMELIA es expresionista. JOSEFA la abofetea. Ambos
rompen a llorar.
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VOZ EN OFF PERIODISTA.- Veinte vehículos incendiados, centenares de comercios
saqueados y un número no determinado de heridos fue el saldo de los disturbios
ocurridos en el día de hoy en la población de Guarenas.
JOSEFA.- José Macario siempre me dio dolores de cabeza. Cuando nació, yo no
sabía qué hacer. El muérgano con el que lo tuve, me dijo que se haría cargo de
mí y de él; ni un pañal le compró. Salí deprimida de la maternidad sin nadie a
quien pedirle un pocillo de café… pensé dejarlo por ahí, que alguien se lo
encontrara y lo criara; sentí como un calor, como algo que subía por los pies, algo
que no iba a dejar que lo abandonara, algo que me decía que yo era echada
pa’lante. Ahora que lo veo bien, menos mal que el muérgano me dejó, es lo
único que le agradezco. Probablemente habría tenido que mantenerlo a él y a
sus vicios. Yo era una muchachita. Tenía que seguir con el carajito. Salí a la
calle, lo único que sabía hacer era cocinar. Encontré trabajo en la arepera
restaurante Alaska; conocí a Presenta que me dijo que alquilaban un rancho.
Llegaba a las seis de la mañana y cocinaba hasta las cinco de la tarde; años en la
cocina: por eso parezco más vieja de lo que soy. A fuerza de fogón, fue
creciendo José Macario. Yo lo dejaba con Presenta a la que le daba una platica
por cuidarlo. Mi hijo fue talentoso desde pequeño; le gustaba bailar y cantar.
Esperé a que creciera y que hiciera otras cosas como deportes, que se metiera en
la recluta, que trabajara en un banco, pero nada: lo de él era bailar y cantar.
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Gritos, disparos, botellas que estallan en el pavimento. Entra La Lupe.
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CAMELIA.- Qué raro: no pasan carros. ¡Señor!!! Antipático, siguió de largo. Qué
fastidio: tendré que caminar mientras viene un taxi.
CAMELIA camina por la ciudad. Hogueras. Turbas. Gente que lleva cajas, cocinas
y lavadoras, como si arrastraran mascotas de metal. Progresivamente su
desplazamiento comienza a ser zigzagueante, escondiéndose ocasionalmente.
CAMELIA.- Por mucho desorden que haya, el show es sagrado. Si la turba se
opone, lucharé contra ella y haré que me obedezca porque esta noche seré La
Lupe.
En pleno caos, LA LUPE guía los pasos de CAMELIA MARGARITA.
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JOSEFA.- De pequeño, mi hijo era una belleza. Creciendo, empezó a cambiar, no
era como los demás muchachos. Creí que era influencia de Plinio, pero nada de
eso. Plinio era un niño normal. Pensé que con palizas se arreglaría. Se me
cansaba la mano de darle y él en el rancho, aprendiendo a cocinar, jugando con
muñecas. Creía que era un mal de ojo que le habían echado. Con el tiempo me
di cuenta que no había pela que valiera ni espiritista con el poder de sacarle eso
que llevaba adentro. A duras penas me fui acostumbrando. Ahora que estoy más
vieja, creo que si devolviera la película no le daría tantas palizas. El caso es
que, ¿cómo aceptar un hijo diferente? ¿Cómo soportar escuchar las risitas, ver
los codazos cuando él anda en la calle? Y además, no es porque sea diferente: es
que esos muchachos terminan viviendo solos. Ellos no son como los demás y les
gusta… sabemos que les gusta ir del timbo al tambo. Me habría gustado tener
nietos. No era mucho pedir, ver crecer niños, niñas que me dijeran abuela.
Ahora, después de vieja, he descubierto que amo a mi hijo, pero me es difícil
acercarme a él: nunca he dejado que me corte el pelo o que me pinte las uñas
y eso que él ha insistido. Sé que su pasión es el trabajo haciendo de artistas
famosas. Sé que es bueno en lo que hace: con la peluquería que instaló en el
rancho, ya no tengo que matarme once horas en una cocina… pero no es como
los demás.
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CAMELIA MARGARITA frente al espejo. Dobla Enamorada de Tania.
CAMELIA.- …Enamorada, enamorada estoy
Desde que te conocí
Desde que yo te miré
Por primera vez.
Enamorada, enamorada estoy
De tus ojos, tu mirar
Tu sonrisa angelical
Tu amor tu pasión.
Entra JOSEFA. Apaga el equipo.
JOSEFA.- ¡Basta! Estoy harta. Te prohíbo que sigas haciendo esas payasadas.
CAMELIA.- No son payasadas. Es lo que a mí me gusta hacer.
JOSEFA.- Se acabó.
CAMELIA.- ¿Por qué? ¿Para que yo me arregle? Pues ahora que estamos hablando,
date cuenta que no tengo cura. Nací para esto, mamá y ni tú ni nadie lo pueden
prohibir.
JOSEFA.- ¿Qué hice yo para merecer este castigo?
CAMELIA.- Si te parece mucho castigo, me voy. Te adoro, madre, pero así no se
puede.
JOSEFA.- ¿No podrías tratar de…
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CAMELIA.- ¿Tratar de no ser una loca fortísima?
JOSEFA.- No quiero que se metan contigo.
CAMELIA.- Enamorada estoy
De tu manera de amar
Tu manera de mirar
Que me cautivó. (AlbumCancionYLetra.com)
Solo sé que siento
Cuando no te miro
Un dolor inmenso
En el corazón.
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PERLA.- ¡Ay, Camelia! Eres increíble. Nada que ver con Fátima.
CAMELIA.- Umjú.
PERLA.- ¿No me crees?
CAMELIA.- Te la pasabas metida de pata y cabeza en la peluquería de Fátima. No
salías del súper bloque. Y echona que eras. Cuando pasabas por la puerta,
gritabas que nunca te meterías en una peluquería de barrio, que en la peluquería
de Fátima había revistas HOLA, que en una peluquería de cerro no hay revistas
porque la gente de barrio no lee, que Fátima era buena porque era portuguesa.
PERLA.- No seas rencorosa, mujer. Te lo he dicho mil veces: tus manos son
maravillosas, no tienen nada que ver con las de Fátima.
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CAMELIA.- Manos milagrosas, querrás decir, porque dejar este pelo como si fuera
liso es un milagro.
PERLA.- ¡No te metas con mi cabello, chica! En este cerro hay mujeres con el
pelo más malo que el mío.
CAMELIA.- Ahora te vas a poner brava. Te dejo como una muñeca, con ese pelo
más liso que el de Grecia Colmenares y te pones a pelear.
PERLA.- A pelear no. A cualquiera le respondo y si es de meter pescozones nadie
me gana, ni siquiera Rafael. Eso sí: contigo no discutiría jamás. Y hablando
como los locos…
CAMELIA.- Como las locas…
PERLA.- Me están vendiendo un vestido y una blusa con hombreras; según, es lo
que está de moda. A mí me da cosa porque nunca me he puesto algo así. ¿Tú
crees que me quede bien?
CAMELIA.- ¡Niña! Con ese cuerpo a ti te queda todo. Imagínate con un traje
amarillo de falda corta con cinturón para que resalte tu cintura. Una chaqueta
negra de hombreras anchas y en el cabello una cinta amarilla. Arrasas, Perla
Marina: Rafael se vuelve loquito.
PERLA.- ¿Se verá bien?
CAMELIA.- ¡Ay, morena! Muchas quisieran ser como tú y tener ese porte.
PERLA.- ¿En serio?
CAMELIA.- Alta, esbelta y ese color de piel. Yo no sé cómo no te metiste en el
Miss Venezuela: “En una noche tan linda como ésta…”
PERLA.- Las negras no tenemos suerte en ese concurso.
CAMELIA.- La belleza no tiene color. Métete esto en la cabeza: aquí no hay
racismo.
PERLA.- Además, dicen que para entrar ahí hay que tener un realero.
CAMELIA.- Me hubieras dicho y te habría asesorado sin gastar plata… con cuatro
trapitos hago milagros. El Osmel ése se perdió la mujer más bella de este país.
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PERLA.- Te la pasas en una nube. Por muy trapito que sea, todo está caro.
Imagínate que van a subir la gasolina.
CAMELIA.- ¿Tú tienes carro?
PERLA.- No.
CAMELIA.- Yo tampoco. Entonces, eso no afecta a dos cerrícolas como nosotras.
PERLA.- Cerrícolas, pero bellas y divinas.
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PLINIO.- Voy a salir un rato.
PRESENTA.- ¿Adónde vas?
PLINIO.- A dar una vuelta.
PRESENTA.- No irás a donde el hijo de Josefa.
PLINIO.- ¿Si así fuera qué, mamá?
PRESENTA.- ¿Qué? ¿Preguntas qué? ¿No te has parado a ver a ese muchacho?
PLINIO.- No tiene nada de extraño: ni de sobrehumano, ni de subhumano ni de
inhumano. Tiene dos ojos, una nariz, una boca…
PRESENTA.- Plinio, no te burles de mí que soy tu madre. Soy vieja, no pendeja.
PLINIO.- ¿Qué pasa con Macario?
PRESENTA.- Eso pregunto yo.
PLINIO.- Somos amigos.
PRESENTA.- Me preocupa tanta amistad.
PLINIO.- Hoy estás de atoque. Te recuerdo que lo criaste tú.
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PRESENTA.- Hijo, ese muchacho es muy raro…
PLINIO.- No entiendo.
PRESENTA.- Entiendes. Y muy bien. Es medio afeminado… bueno, afeminado
completo.
PLINIO.- ¿Yo soy afeminado?
PRESENTA.- Ni Dios lo quiera.
PLINIO.- Entonces no tienes de qué preocuparte. No sé el por qué del
interrogatorio.
PRESENTA.- Es que si andas con Macarito, todo el mundo en el cerro va a creer
que eres afeminado.
PLINIO.- A mí no me importa lo que piense la gente. Macario tiene sus cosas,
pero es mi amigo.
PRESENTA.- Búscate a unos amigos más normales, que no sean partidos.
PLINIO.- ¿Qué tienes en contra de él?
PRESENTA.- En contra de él, nada. Josefa dice que es un buen muchacho, yo sé
que es un buen muchacho. Macarito hasta me cae bien, pero es que… ¡coño! la
gente no perdona. Medio cerro se burla y se mete con él, le dicen groserías.
PLINIO.- Y seguro que tu pensarás eso de “dime con quién andas y te diré quién
eres”.
PRESENTA.- Sí, lo pienso porque soy una madre que compadece a Josefa que
carga esa cruz.
PLINIO.- Lo que es injusto.
PRESENTA.- Es injusto. Por eso mismo estoy preocupada: no quiero que te metas
a redentor porque puedes morir crucificado.
PLINIO.- Tú eres la que se alborota cuando piensas que las cosas no son justas.
PRESENTA.- Sí, y también creo que cada uno debe luchar por lo suyo.
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PLINIO.- No te entiendo. Que si reclamar lo que es de uno, que si uno tiene
derechos y tienes miedo por lo que dirán en el cerro. Si fuera tu caso…
PRESENTA.- Pero no lo es. Y vete preparando: seguirás los estudios en el liceo
militar…
PLINIO.- ¿Así? ¿De repente?
PRESENTA.- ¿De repente? Gasté las suelas de los zapatos para encontrarte un
cupo. Bastantes diligencias tuve que hacer. Menos mal que tu padrino me
ayudó. Me puso en contacto con gente del Ministerio de la Defensa. Y lo que
pedían: partida de nacimiento, cédula de identidad, notas certificadas. Te
participo que todavía tienes que hacerte los exámenes médicos. No te veo
entusiasmado.
PLINIO.- Lo estoy. Lo que pasa es que me lo dices así, de repente.
PRESENTA.- Alégrate, Plinio Mujica. Vas hacer historia. Los muchachos del cerro
sólo salen, con buena suerte, de aquí para el servicio militar. Tú serás el primero
en ir a un liceo militar y el primero en tu familia en ser alguien. Para echar
pa’lante, debes sacar las mejores notas para que te sigan dando becas y salir
algún día de este cerro. Si fallas…
PLINIO.- Me vas a caer a palos.
PRESENTA.- ¿De qué serviría que te cayera a palos cuando tú mismo te jodes? Si
fallas no hay futuro.
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HOMBRE 1.- Mira lo que viene ahí.
HOMBRE 2.- Tremendo disfraz. ¡Qué transfor más feo!
HOMBRE 1.- ¡Epa! ¿Estás buscando amor?
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HOMBRE 2.- ¿Cuánto pagas para que te cojan?
HOMBRE 1.- Esta de verdad se cree señorita, ni siquiera le habla a uno. Ven
acá…
CAMELIA.- ¡Suélteme…!
HOMBRE 2.- Acércate para que veas lo que es bueno.
CAMELIA.- ¡Coño, que me suelte!
HOMBRE 1.- A este marico le gusta jugar a la violada. Complaciendo peticiones,
dale ahí…
CAMELIA.- ¡No me pegue!
HOMBRE 1.- Así es que te gusta, ¿verdad? A los carajazos.
CAMELIA.- No me golpeen y les doy la cartera.
HOMBRE 2.- Depende de lo que tengas en la cartera, mi reina.
CAMELIA.- Esto es lo que tengo… hijos de puta.
HOMBRE 1.- Suelta eso.
HOMBRE 2.- ¿Chica, te vas a ofender? Solo te estábamos vacilando.
CAMELIA.- Ahora yo quiero vacilármelos a ustedes. ¿Les gusta mi navaja? Siempre
la llevo por si acaso me encuentro a algún hijo de puta.
HOMBRE 1.- Deja ese puñal, no sea que el diablo tiente.
CAMELIA.- ¿A cuál me cojo primero?
HOMBRE 1.- Tú no tienes paloma.
CAMELIA.- Más grande que las de ustedes. Mira cómo se ponen. Ahora, ¿quiénes
son los mariquitos?
HOMBRE 2.- ¿Qué pasó?
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CAMELIA.- Bájate los pantalones. ¿Cuánto me pagas por cogerte? ¡Epa! Tú no te
muevas. ¿Qué pasa mi rey? ¿Ahora te vas a orinar? Muñeco: es solo una cogidita.
¿No te gusta jugar al violado?
HOMBRE 1.- Déjanos, por favor. Nosotros no te íbamos a hacer nada malo.
CAMELIA.- Esta noche estoy de muy buen humor. Así que los voy a dejar, pero no
los perdono una próxima vez. Se me cruzan de nuevo y los dejo desfigurados.
¡Arranquen!!!
HOMBRE 2.- Esta me la pagas, marico triste.
CAMELIA.- Cuando tú quieras, mi rey. Si te quedas, te reviento, coño de tu
madre. Míralas como van. Corran, corran gacelas. ¡Si paran las alcanzo…!
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PERLA.- Cada cabeza es un mundo. A mí me da de todo cada vez que tengo que
ponerme unos tacones o una falda. O sea, me gusta para una fiesta, pero no
para hacer el mandado. En cambio, Camelia no sale de la casa si no está
maquillada, si no se pone por lo menos los pantalones apretados, la blusa
pegada. Por eso es que tiene esas piernas: subir y bajar las escaleras de este
cerro en tacones es el ejercicio más completo. A Camelia la conozco desde
chiquita: fuimos a la misma escuela y al mismo liceo. Después pasó un tiempo
sin vernos, hasta que escuché que había montado una peluquería. De algo
estaba segura: que no quería ir a una peluquería de rancho, eso es lo más
ordinario del mundo. Empecé a ver a las clientas saliendo de ahí.
Espectaculares. Increíbles. La noticia se corrió como pólvora y ahora hay que
llegar tempranito porque si no, no te puede atender.
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PLINIO.- ¡La próxima vez los reviento…!
CAMELIA.- ¿Dónde te dieron?
PLINIO.- Aquí, en la frente… y en la cabeza. ¿Te golpearon mucho?
CAMELIA.- Lo de siempre. ¿Te duele?
PLINIO.- ¡Ay, coño! Con cariño.
CAMELIA.- Eso te pasa por meterte donde no debes.
PLINIO.- ¿Qué querías que hiciera? ¿Dejar que te cayeran a coñazos?
CAMELIA.- Casi los tenía sometidos.
PLINIO.- Mucho que sabes defenderte…
CAMELIA.- Apareciste y te agarraron desprevenidos.
PLINIO.- Debes evitar problemas, debes cambiar, ser más serio…
CAMELIA.- ¿Por qué tengo que cambiar?
PLINIO.- No te hagas el loco…
CAMELIA.- La loca.
PLINIO.- Compórtate, Macario. En el barrio todos se burlan de ti. Siempre tengo
que salir a defenderte.
CAMELIA.- Mi caballero, al final esta Dulcinea es la que hace huir a los molinos de
viento.
PLINIO.- Compórtate, chico.
CAMELIA.- Agradezco la intención, pero no hacía falta.
PLINIO.- Eres malagradecido.
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CAMELIA.- No es malagradecido.
PLINIO.- Imagino que en el liceo tampoco hago falta.
CAMELIA.- De tantas peleas en las que he tenido que defenderme, ya sé pelear.
Es parte de ser femenina.
PLINIO.- Podrías tratar…
CAMELIA.- Al que no le guste que se voltee.
PLINIO.- Eres terco…
CAMELIA.- Plinio: soy así. No quiero ser de otra manera solo para caer bien. Si
no les gusta, que no me vean. Esto es lo que hay.
PLINIO.- Te evitarías muchos problemas, muchos chismes, muchas risitas.
CAMELIA.- Te tengo una sorpresa. Cierra los ojos.
PLINIO.- ¿Qué es? ¿Los puedo abrir?
CAMELIA.- No. Espera. Ahora. Abre la boca. Prueba.
PLINIO.- Está sabroso.
CAMELIA.- Como sé que te gusta, le pedí a mi mamá que me enseñara a hacer
flan. ¡El plato no se come!
PLINIO.- Dame otro pedacito.
CAMELIA.- Plinio…
PLINIO.- ¿Qué?
CAMELIA.- ¿Por qué?
PLINIO.- ¿Por qué, qué?
CAMELIA.- ¿Por qué eres así conmigo?
PLINIO.- ¿Cómo así?
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CAMELIA.- Así… así. Los otros muchachos me joden. Me gritan marico, engendro;
buscan empujarme, pegarme; y no solo los de mi edad: el otro día escuché a
Anuncia decir que Dios no quiere a la gente como yo, que me espera el infierno.
Tú eres como los otros, pero a la vez no lo eres. Me tratas diferente.
PLINIO.- Haces unas preguntas rarísimas. No sé por qué tendría que golpearte o
tirarte piedras. Eres mi amigo, ¿no? Nos criamos juntos. Si no te gusta jugar
beisbol, sabes volar papagayos.
CAMELIA.- ¿Vas a ser mi amigo siempre?
PLINIO.- Siempre.
CAMELIA.- ¿Aunque yo sea así?
PLINIO.- Aunque no te guste el beisbol, seré tu amigo y te defenderé donde
estés.
CAMELIA.- A mi caballero presente, le tengo el número con el que voy a debutar
en el Le Barón…
PLINIO.- ¿Qué es eso?
CAMELIA.- Un club gay finísimo. Imagínate: yo vestida de lentejuela y oropel; un
reflector siguiéndome los pasos y una voz que dice: “Damas y caballeros: traída
directamente desde Tumeremo, estado Bolívar, la gran, la única, nuestra Estelita
del Llano”.
(Se escucha Tú sabes de Johny Taborda. CAMELIA mima la canción).
Tú sabes que te amo
y sabes que te quiero
tú sabes que te llamo
y en sueños por tí sueño
Tú sabes que te espero
no tardes en venir
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pues sabes que no puedo
que no puedo estar lejos de tí.
Tú sabes lo que siento si estás junto a mí…
(Música baja por fade).
PLINIO.- Macario, deja la tocadera.
CAMELIA.- Macario no, Camelia Margarita. Ese será mi nombre artístico.
PLINIO.- Loco de la cabeza y del culo.
CAMELIA.- A mucha honra. ¿Siempre me vas a defender?
PLINIO.- Siempre.
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PERLA.- Aquí como me ven, sin terminar el liceo, yo tengo mi teoría. Mi teoría
es que en este cerro, en esta ciudad, en este país, en este continente no
toleramos lo diferente. O sea, todos tenemos que ser igual, pensar igual, vestir
igual, oler igual, bailar igual. Bueno, igual no, dentro de un mismo patrón pero
con sus gradaciones. Me explico: todos tenemos que oler bien y olerán mejor los
que usen la fragancia más fina, entiéndase: la más cara. No es que los otros se
eximan de oler: es deber de ellos ponerse algo aunque no sea costoso y así,
dentro de lo igual, están los mejores, agradecidos de que existan los peores.
Camelia Margarita se vacila lo de ser igual y ahí sale ella: diferente, nada que ver
con nadie. Hombre de tongoneo en ropas de mujer, humana en traje de diosa,
marginal dando cátedra de moda. Atentado contra la normalidad.
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CAMELIA MARGARITA allá ensaya Adiós. Entra LA LUPE.
LA LUPE.- ¡Óyeme! ¡Por tu madre! ¡Qué cosa más rara!
CAMELIA.- ¡La Yiyiyi! Pero… como… como…
LA LUPE.- ¿Para qué estás ensayando?
CAMELIA.- A mí me da algo… a mí me da algo. ¿La Lupe, la verdadera en mi casa?
LA LUPE.- La mismísima Lupe. Y no es tanto como tu casa. Estoy en tu desvarío
mental. Te pregunté por qué ensayas.
CAMELIA.- Hay gente a la que se le aparece la Virgen o el Hada Madrina. Yo soy
una privilegiada… ¡La Lupe!
LA LUPE.- Ni tan privilegiada. Te estaba viendo y me muero de curiosidad… ¿Por
qué estás ensayando? ¿Tienes un show?
CAMELIA.- No, todavía no tengo show.
LA LUPE.- Me lo imaginaba.
CAMELIA.- Ensayo porque me encantas. Porque desde pequeña, siento el dolor,
el despecho, el sufrir de tus canciones. Porque cuando cantas, siento que me
cantas a mí. Porque eres única. Porque quiero ser como tú y hacer que el mundo
tiemble.
LA LUPE.- ¡Qué halago! Pero te falta bastante.
CAMELIA.- ¿Soy muy mala? ¿Crees que algún día…?
LA LUPE.- Hay que trabajar duro. Yo te puedo echar una mano.
CAMELIA.- ¿De verdad? ¿No es mucho pedir? Me da vergüenza.
LA LUPE.- Si no te ayudo yo, ¿quién lo va a hacer? Necesitas trabajo. Y bastante.
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CAMELIA.- ¿Tan mala soy?
LA LUPE.- Deja de estar preguntando si eres mala. Métete esto en la cabeza: la
vida es aprender, mejorar. Dime una cosa: ¿Por qué ese pelucón, el montón de
maquillaje y ese vestido tan estrambótico?
CAMELIA.- Para dar colorido.
LA LUPE.- Llegamos rápido al meollo del asunto. Mi sangre, para llamar la
atención te puedes poner las pelucas que quieras, los trajes que te de la gana,
llenarte la cara con el maquillaje que quieras, pero si no eres auténtica, si no
interpretas, si haces esto por complacer a los demás, si no le pones vida…
CAMELIA.- ¿El corazón?
LA LUPE.- Las fuerzas salen de aquí… y de aquí.
CAMELIA.- Pero yo no tengo totona.
LA LUPE.- ¿Y qué importa? Cierra los ojos. Imagina que tienes una. Olvídate del
mundo que no estás para complacer a nadie. Tu trabajo consiste en creer,
entregarte, volar. Si crees en lo que interpretas, si dejas que la energía te posea,
si sientes que en un momento estás en el abismo entonces andarás por buen
camino. Vamos, practica que este desvarío mental no va a durar para toda la
vida.
CAMELIA.- Con el llanto de tus ojos…
LA LUPE.- ¡Vamos de nuevo! Cierra los ojos. Respira profundo. Deja que la
melodía te posea. Siente que la canción entra con cada bocanada de aire que
tomas, que crece en tu interior y que quiere estallar. Vamos de nuevo.
CAMELIA.- Con el llanto de tus ojos…
LA LUPE.- Mucho mejor.
CAMELIA.- Y las manos sin destino te vi partir
Destino cruel que así mató
Todo el amor que nos unió
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LA LUPE.- Para que llegues a donde quieras, debes ensayar y ensayar y ensayar.
CAMELIA.- Juro por ti, que eres lo más grande que tengo, que no habrá día que
no ensaye. Quiero que la próxima vez que nos veamos, yo sea motivo de orgullo
para ti, que digas: “yo la formé”.
LA LUPE.- Lo dicho: he debido ser maestra. Me voy, que se está acabando tu
desvarío.
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PRESENTA.- ¡Josefa…! ¡Josefa…!
JOSEFA.- Deja la gritadera, Presenta. La cabeza me explota.
PRESENTA.- Disculpa. Pensé que estabas haciendo el mandado. Menos mal que
estás, mujer.
JOSEFA.- Pasa adelante. ¿Sucedió algo?
PRESENTA.- No ha pasado nada. Es que quiero encargarte una torta, un quesillo,
tequeños y pastelitos de carne para el sábado. Plinio se va al liceo militar la
semana que viene y quiero hacerle una fiestecita de despedida.
JOSEFA.- ¡Qué bueno…! Tanto va el cántaro al agua… ¿Quieres la torta adornada o
así, sin nada?
PRESENTA.- Quiero una torta de guanábana, adornada con nevazúcar azul y que
diga “Plinio: una nueva vida te espera. Tu mamá está orgullosa de tí”.
JOSEFA.- Chica, eso no cabe en una torta…
PRESENTA.- “Plinio: orgullosos de ti”.
JOSEFA.- ¿Grande, mediana o pequeña?
PRESENTA.- Grande porque viene un gentío, tú vienes, ¿verdad?
JOSEFA.- ¡Claro!
Noche tan linda 23
Pablo García Gámez
PRESENTA.- Te pago una parte ahora y después te doy el resto.
JOSEFA.- No te preocupes por la plata.
PRESENTA.- Gracias, mujer.
JOSEFA.- Nada de gracias. Somos amigas y vecinas. Es más: los pastelitos te los
regalo, Plinio es como mi hijo.
PRESENTA.- ¡Ay, no! No quiero abusar.
JOSEFA.- No es abuso, lo hago con mucho placer. ¿Cómo hiciste para que
aceptaran a ese muchacho en el ejército?
PRESENTA.- Su padrino consiguió el cupo. Aquí en el cerro no tiene futuro,
bueno, ni él ni nadie; el cerro es anti futuro. Allá sí tendrá. Tú sabes cómo
tienen a los militares: no los puedes tocar ni con el pétalo de una rosa.
JOSEFA.- Si es por su bien…
PRESENTA.- Además aquí lo que hay es mala juntas. Imagínate tú que Elenita, la
hija de Teresa, la que vive en la primera vuelta, siempre sube hasta la casa por si
necesito algo. Como si yo fuera pendeja. El problema es que no puedo estar
todo el tiempo cuidando a mi hijo.
JOSEFA.- ¿Cuidándolo?
PRESENTA.- Esas muchachitas son unas regaladas. Después salen con una
barriga, dicen que el hombre les pidió la prueba de amor y el pobre tiene que
salir a dar la cara. Los hombres son ingenuos.
JOSEFA.- En Tumeremo no era así. De casualidad veía a los hombres desde la
ventana y cuando iba algún pretendiente para la casa, tenía que hablar con mis
papás antes de poder hablar conmigo. Mis padres tan delicados y yo tan
mingona. Mira lo que me pasó: le creí al primer zángano que pasó, me le
entregué y literalmente me jodió.
PRESENTA.- Somos unas pendejas. ¿A Macario le ha pasado lo mismo?
JOSEFA.- ¿Qué?
PRESENTA.- ¿No lo persiguen esas muchachitas?
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Pablo García Gámez
JOSEFA.- Macario es tranquilo.
PRESENTA.- Por muy tranquilo que sea, nunca se sabe. Estas muchachas de hoy
en día están loquitas. Aunque te digo…
JOSEFA.- Dime.
PRESENTA.- Prefiero una hija puta a un hijo marico. La puta se puede
regenerar; el marico…
JOSEFA.- Yo pienso diferente.
PRESENTA.- ¿Prefieres al hijo marico?
JOSEFA.- No, no tengo preferencia. No me importaría tener una hija puta o un
hijo marico. Sí me importaría que ese hijo hiciera cosas en contra de los demás:
vender drogas, robar, matar. Eso sería terrible. Aparte de eso, que haga con su
vida lo que quiera hacer.
PRESENTA.- Disculpa si…
JOSEFA.- No tienes que pedir disculpas.
PRESENTA.- Yo quiero a Macario, a ti te consta.
JOSEFA.- Lo sé, mujer. Lo criaste.
PRESENTA.- Es que…
JOSEFA.- Nos conocemos, Presenta. Me ayudaste cuidándolo mientras yo
trabajaba. No tienes que decir nada. La torta y lo demás lo tienes el sábado en
la mañana.
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CAMELIA.- Entonces te vas.
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Pablo García Gámez
PLINIO.- Tampoco es que me voy a morir. Estaré internado, pero vendré de vez
en cuando.
CAMELIA.- Tú si eres tonto.
PLINIO.- ¿Por qué?
CAMELIA.- Una vez que te acostumbres, no querrás volver ni de visita; te dará
vergüenza regresar. Nadie sentiría como suyo un lugar donde hay cloacas rotas;
en el que para llegar a tu casa debes subir miles de escaleras; en el que un tiro,
hecho por no dejar, te puede dejar ahí, en el suelo; en el que cuando llueve te
puedes ir con todo y rancho por un barranco y en el que con buena suerte, solo
tienes que poner ollas y baldes en el suelo para que agarre las goteras.
PLINIO.- ¡Volveré!
CAMELIA.- Y no te culpo. Cuando estés en tu nueva casa, recordarás esta etapa
como la de sacrificio, la que necesitabas para apreciar mejor lo que la vida te
dará en adelante. ¡Lo que son las cosas! Hacer un esfuerzo inmenso para salir de
este cerro para vivir allá abajo y, si tienes suerte, vivir en otro cerro con el
exquisito nombre de colina.
PLINIO.- Verdad que tú eres bien dramático. No sigas viendo novelas de
televisión.
CAMELIA.- Y llévate a tu mamá. La pobre Presenta se ha reventado por ti, para
que salgas adelante. Sé que no soy santo de su devoción, pero admiro a esa
mujer y le agradezco todo lo que hizo por mí cuando era chiquito. Así que a la
primera, la sacas de aquí. ¡Pobre esposa tuya! No sabe la suegra que le espera.
PLINIO.- Que no me voy a ir, que pasaré de vez en cuando.
CAMELIA.- Yo sé que lo dices de corazón, pero en verdad, si no te fueras, serías
estúpido. Yo estoy segura que voy a irme de aquí junto con mi mamá. Viviremos
en una mansión rodeada de chaguaramos y de grama…
PLINIO.- ¿Para qué la grama? ¿Van a seguir criando pollos?
CAMELIA.- Necio: la grama es para cuando hagamos las fiestas al aire libre.
PLINIO.- A menos que te ganes la lotería…
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CAMELIA.- Te equivocas, Plinio Mujica. Voy a salir por mi esfuerzo. Para eso soy
una artista. Mi talento aquí se pierde: es como una flor en un chiquero.
PLINIO.- Eres mi hermano y te admiro, pero de ahí a que seas artista…
CAMELIA.- Soy una artista. Que en este país estén atrasados y no lo quieran
reconocer es otra cosa, pero soy una artista. Y no me importa seguir luchando
para demostrarlo. Seré la primera artista del travestismo.
PLINIO.- Ojalá. ¿A qué hora llegarás a la fiesta?
CAMELIA.- No voy a ir.
PLINIO.- Yo hablo con mi mamá…
CAMELIA.- No es por ella, chico. Lo que pasa es que a mí no me gustan las
despedidas. A menos que quieras que haga el show de La Primerísima…
PLINIO.- ¿Te imaginas a esa cuerda de viejos que no salen de Ocumare? Les da un
infarto.
CAMELIA.- No me olvides.
PLINIO.- Siempre estaré cerca de tí.
CAMELIA.- Si fueras un militar importante, ¿me llevarías a una fiesta, tú con tu
uniforme y yo vestida de Yiyiyi?
PLINIO.- Eres especialista en preguntas raras.
CAMELIA.- ¿Lo harías?
PLINIO.- Si quieres, lo hago, así nos vacilamos a todo el mundo.
CAMELIA.- Hazme un favor, Plinio.
PLINIO.- ¿Cuál?
CAMELIA.- Vuela lo más alto que puedas sin voltear atrás. ¡Plinio, me asfixias!
¡Ay…! Tú como que eres medio raro.
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VOZ EN OFF PERIODISTA.- La protesta, que un principio era pacifica, se tornó
violenta hasta el punto de que la policía no pudo controlar la cantidad de focos
de desorden se producían en la localidad de Guarenas.
CAMELIA.- Anda, Antoine.
ANTOINE.- Nadie se acuerda de ella.
CAMELIA.- Yo sí y como yo, un montón de locas la extrañan y la veneran.
ANTOINE.- Tienes a Melissa, Karina, Luz Marina; en las populares a Miriam, la de
Las Chicas del Can; en las internacionales tienes a Olivia Newton-John, Diana
Ross, Donna Summer. Loca, me quieres convertir el night club en un museo. Lo
único que te falta es que quieras hacer cuplé y joropo.
CAMELIA.- ¿Viste? Es lo que pasa. No tenemos memoria. La Yiyiyi, una mujer
que cambió la historia del espectáculo y hay que suplicar para que nos dejen
recordarla.
ANTOINE.- Vas a volver el lugar en un bar straight… un día de estos traes una
rockola.
CAMELIA.- Antoine, por favor, no seas grotesco. Nunca te he pedido nada.
Hazme ese favor.
ANTOINE.- Es que no es la línea del Le Baron.
CAMELIA.- Complace a la diva de este bar.
ANTOINE.- Vamos a dejarlo para más adelante.
CAMELIA.- Mira, Antoine: yo he sido fiel a esta taguara. Te lo digo desde ya para
que no quede como traición, para que nadie venga con el chisme: voy a buscar
donde presentarme. Le Set, El Bigotes, La Tortilla, La Cotorra, el que sea y
cuando te enteres de mi éxito y de que sólo va la gente a verme, te vas a morir
de rabia y de remordimiento. Recordarás que tuvimos esta conversación.
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ANTOINE.- ¡Ah! La señora me amenaza.
CAMELIA.- Yo no veo a ninguna señora. Lo que hay frente a ti es una mujer
talentosa que es noble, que quiere alcanzar su sueño y que su patrón no la deja.
ANTOINE.- Está bien, está bien. Vamos a hacerlo aquí. No por el dinero sino por
la amistad. Te voy a dar un lunes.
CAMELIA.- ¿Un lunes?
ANTOINE.- Para probar: no voy a correr riesgos. Es más: ya te doy el día exacto…
Te presentas el lunes 27 de febrero. Que no se te olvide: lunes 27 de febrero. Te
encargas de decirle a tus amigos. Y vamos a cobrar la entrada. Te advierto: si el
negocio no se llena, no vuelves a interpretar a La Lupe.
CAMELIA.- Yo sabía que detrás de esa cara seria hay un ser sensible.
ANTOINE.- Deja el halago.
CAMELIA.- ¿Halago? No has escuchado eso de que “cara seria, culito rochelero”.
ANTOINE.- Eres de lo last, Camelia.
CAMELIA.- Antoine, te amo. Verás cómo se abarrotará el Le Baron: todos querrán
ver a esa maravilla que interpreta a la Yiyiyi.
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VOZ EN OFF DE PERIODISTA.- Desde la mañana de hoy, en todas partes de la
capital, grupos de manifestantes se dieron a la tarea de saquear los negocios,
especialmente en los centros comerciales.
En el caos, CAMELIA es guiada por LA LUPE quien va unos pasos delante de ella.
CAMELIA.- Huele a caucho quemado. ¡Ay…! ¡Un tiroteo! ¡Taxi! ¡Taxi! La gente se
volvió loca de la cabeza. Esto está horroroso. Mira a ésa… arrastrando una
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nevera… Y aquellos llevan una res completica. ¡Qué noche se le ocurrió a Antoine
para que yo hiciera la presentación…! ¡Linda noche! ¡Lunes 27 de febrero! ¡No se
me olvidará! Ay, manita, ¿Qué vas a hacer? Devolverme ni loca…. Años que sueño
con hacer este show. Y si ya sabes que no te vas a devolver, ¿para qué preguntas?
Para hablar. ¿Tú no sabes que las que hablan solas están enajenadas? Además
pierdes tu aura de misterio, de esfinge. Hablo para acompañarme. Algo me dice
que hoy es mi noche, sé que es mi noche, sé que voy a triunfar y, quién sabe, a lo
mejor está mi Armand en el bar… a lo mejor un productor. En una noche tan
linda como ésta… Aunque sería demasiado el éxito profesional y amoroso en una
misma noche. ¿Y por qué no podría ser? La pobre Margarita tuvo que dejar la
profesión cuando encontró el amor y mira que su mansión de París se la pasaba
llena de gente cantando y bailando; la pobre se fue con Armand al campo. Pero
chica, de tan pesimista estás resultando pavosa; quién quita que por lo
extraordinaria que estás no encuentres a tu Armand y que él sea productor y te
contrate para un teatro en el extranjero. Adelante, para atrás ni para coger
impulso. San Sebastián, nada va a pasar, yo sé que nada me va a pasar pero, por
si acaso, estate atento… esto está más desordenado que de costumbre… protege
y acuérdate de esta devota que siempre pone flores en tu altar y te prende
velones. Sé que te tengo loco, pero recuerda también que tu sierva quiere ir a
Nueva York y presentársele en persona a la mismísima Yiyiyi, tengo que hablar
con ella, tú vas a pensar que soy tremenda parejera por lo de Nueva York y no te
culpo: del cerro a la Gran Manzana, pero soy emprendedora y ya tengo algunos
ahorros. Chico, es que tengo que hablar con la Yiyiyi. Es mi sueño ver, hablar,
tocar a esa mujer…
19
CAMELIA MARGARITA en un lujoso salón. Espera hasta que aparece LA LUPE, con
un abrigo de piel y cuajada en joyas.
LA LUPE.- ¡Camelia Margarita!
CAMELIA.- ¡Tan linda. Te acuerdas de mí!
LA LUPE.- Imposible olvidarte, mi santa. ¿Seguiste mis consejos?
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CAMELIA.- Al pie de la letra.
LA LUPE.- Es que si no hubiera sido cantante, habría sido maestra. Se ve que has
aprendido. La actitud, la manera de llevar el vestido, la mirada. Hay una fuerza.
CAMELIA.- He estado ensayando todos los días, en la mañana y en la noche.
LA LUPE.- Hazme una demostración.
CAMELIA.- A capela. (CAMELIA interpreta Puro Teatro, de Tito Curet Alonso).
Igual que en un escenario,
finges tu dolor barato,
tu drama no es necesario,
ya conozco ese teatro.
Mintiendo que bien te queda el papel,
después de todo parece,
que esa es tu forma de ser.
Yo confiaba ciegamente
en la fiebre de tus besos,
mentiste serenamente
y el telón cayó por eso.
Teatro, lo tuyo es puro teatro,
falsedad bien ensayada,
estudiado simulacro.
Fue tu mejor actuación...
destrozar mi corazón,
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y hoy que me lloras de veras,
recuerdo tu simulacro.
Perdona que no te crea,
me parece que es teatro.
LA LUPE.- ¡Ahí ná má…!
CAMELIA.- ¿Por qué lloras, diosa?
LA LUPE.- Puedo morir en paz: hay una igual a mí, una que tiene la misma fuerza
que yo, que se reventará cada vez que suba a un escenario.
CAMELIA.- Tú no puedes hablar de morir: naciste para la eternidad. Naciste para
que tu voz permanezca más allá del olvido. Antes muero yo.
LA LUPE.- ¡No puedes! Eres mi sucesora.
CAMELIA.- No hables así, mi Yiyiyi. Las grandes no mueren. Nacimos para la
memoria.
LA LUPE.- Mira ese jarrón. Tiene dos flores. Una camelia hermosa y frágil, y
una rosa negra llena de espinas. Ésas somos nosotras.
CAMELIA.- Flores para la eternidad.
LA LUPE.- Por los poderes que me ha dado el canto, la vida, el exilio, la
opulencia, la pobreza, la fama, el amor y el desamor, yo, la Yiyiyi nombro como
mi única sucesora por su talento, por su dedicación y por su desgarro a Camelia
Margarita para que perpetúe mi imagen.
CAMELIA.- Tarea que cumpliré hasta mi último aliento.
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Oscuro. Luces sobre PRESENTA. Acordes de vals dulzón. Aparece PLINIO vestido
como príncipe azul.
PRESENTA.- Ese hijo mío es tan buenmozo, tan hombre.
PLINIO se acerca a un maniquí vestido como protagonista de cuento de hadas.
Lo saca a bailar.
PRESENTA.- Él se merece una mujer así. Bella, fina, delicada: una princesa.
¡Mis sacrificios valieron la pena!
La pareja sigue bailando. Se acerca a PRESENTA. Frente a ella, de súbito, dejan
de bailar. PLINIO sube la falda del maniquí. Debajo de la falda, un falo de goma.
PRESENTA.- Tú no eres princesa. Eres la loquita que anda tras de mi hijo. Yo lo
sabía.
PLINIO.- (Como ventrílocuo). Tu hijo es el que anda detrás de mí. Príncipe: eres
una loca, loca, loca… ¡loca!
PRESENTA.- Respeta a mi hijo.
PLINIO.- Mamá: yo lo amo y me quiero casar con él. Quiero que me preste sus
vestidos.
PLINIO besa el maniquí y continúa el baile. Se distancia de PRESENTA. Ésta no
se puede mover.
PRESENTA.- Ven acá. ¡Ven acá…! ¡No toques a mi hijo! Yo sabía que eras una
mala influencia. Malhaya la hora que decidí cuidarte. Mira con lo que me pagas.
PLINIO le quita algunos accesorios al maniquí y se los pone.
PRESENTA.- ¡Quítate eso…! No te van a aceptar en el ejército. ¡No le hagas eso a
tu madre! ¡Te vas a joder!
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PERLA.- ¡Camelia…! ¡Camelia…!
CAMELIA.- Mujer, ¿Por qué tanto alboroto? Se te va a salir el niño por la boca.
PERLA.- ¡Rafael lo consiguió!
CAMELIA.- ¿Qué consiguió? No me digas que…
PERLA.- Sí. Y está nuevecito.
CAMELIA.- ¡Ay, me da algo!
PERLA.- Mira… con control remoto y todo.
CAMELIA.- Manita: es una belleza. ¿Y funciona?
PERLA.- Claro que funciona. Rafael lo sacó de un decomiso que hizo a unos
ladrones que asaltaron una tienda.
CAMELIA.- ¡Ay manita!
PERLA.- No me llores.
CAMELIA.- Es que soy muy sensible y tú eres tan buena.
PERLA.- Sin uso.
CAMELIA.- ¿Y en cuánto me lo va a dejar? Que ese marido tuyo no me cobre
caro.
PERLA.- Después te arreglas con él. No te va a cobrar mucho. Rafael sabe que
tú eres la mana que me deja bella para él.
CAMELIA.- Menos mal que te rescaté de las garras de Fátima. Con lo que cobra
esa mujer y deja a las clientas vueltas unas morisquetas.
PERLA.- ¡Te vas a poner a criticar a Fátima ahora!
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CAMELIA.- No mi reina, no voy a gastar pólvora en zamuro. A veces hasta me da
pena que la pobre sea una peluquera tan mala, que no pueda competir con esta
estilista.
PERLA.- Sí, como no.
CAMELIA.- ¡En serio, chica! Seguro que en Portugal jamás agarró unas tijeras.
Anda tú a saber como la pasaba por allá para venir hasta acá, vivir en un súper
bloque y hacer lo que sea para matar la necesidad. No como yo, que desde
chiquita ando perfeccionándome. ¿Y el niño?
PERLA.- Esta mañana fui a cuidado prenatal. Nace a finales de febrero o a
comienzos de marzo. Tú vas a ser su padrino o su madrina… lo que quieras.
CAMELIA.- Tan bella. A ese niño no le va a faltar nada: para eso estará su
madrina Camelia. Mana, voy a enchufar el betamax y ver los shows de la Yiyiyi.
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VOZ EN OFF COMISARIO.- Nosotros comprendemos que es el pueblo y nosotros
somos parte del pueblo, pero estos señores son unos zagaletones profesionales,
tienen capucha.
PLINIO.- ¡Soldados…! Inteligencia militar tiene informes que hay grupos que
quieren desestabilizar el país. Soldados: al país hay que defenderlo con sangre.
Hay que defenderlo de los enemigos externos e internos. Enemigos que usarán
como excusa las medidas económicas que el gobierno ha tomado. Nosotros no
estamos para cuestionar al Estado. Nosotros, militares fieles a la patria, a su
soberanía y a la democracia debemos estar alerta ante cualquier conato de
violencia, cualquier intento de desorden y así mantener la constitucionalidad.
Los que atenten en contra de las instituciones serán sancionados con el peso de
la ley; no tendremos miramientos con aquellos que se resistan. Soldados a la
calle, a preservar el orden. El honor es nuestra divisa.
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PERLA.- Hola, doña Josefa.
JOSEFA.- Hola mija.
PERLA.- ¿Está lista?
JOSEFA.- Desde temprano. ¿Has sabido algo…?
PERLA.- Nada.
JOSEFA.- Nada…
PERLA.- ¿Usted cree que algún día…
JOSEFA.- ¡Qué preguntas haces! Claro que sí. Mi hijo va a volver.
PERLA.- Han pasado tres años.
JOSEFA.- ¡No importa! A lo mejor se asustó y se fue al interior…
PERLA.- A lo mejor lo pusieron preso.
JOSEFA.- Ojalá que no. A él no le gusta andar encerrado. ¿Sabes? A veces pienso
que no tiene nada que ver con lo que pasó. Que esa noche llegó a ese lugar sin
problema, que dio su espectáculo y le fue tan bien que lo contrataron y no le dio
tiempo de avisar. Sé que volverá.
PERLA.- Ahora que ha reunido su platica, ¿no ha pensado en mudarse? Usted no
debería estar subiendo y bajando estas escaleras. A lo mejor en la casa de Plinio
y Presenta…
JOSEFA.- Quiero estar cuando él vuelva.
PERLA.- En el periódico salió que La Lupe se murió. ¡Qué coincidencia!
JOSEFA.- ¿A qué te refieres?
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PERLA.- Tres años exactos.
JOSEFA.- A lo mejor estaba con ella.
PERLA.- Estaba enferma y olvidada. Parece que fue un infarto.
JOSEFA.- A lo mejor se fue para allá y no nos dijo. ¿Y Rafael?
PERLA.- Tenemos que pasar por el rancho. Está con el niño. Se ha ido
acostumbrando a estar en la casa y vivir con la pensión del seguro social y con mi
trabajo en la lavandería. A veces se deprime, pero yo le digo que fue un milagro
que se hubiera salvado de la paliza que le dieron los salvajes esos. ¿Vamos?
JOSEFA.- Que conste que es temporal. Que cuando él aparezca, dejaré de ser la
madrina para que él ocupe su lugar.
PERLA.- Sí, doña Josefa. Cuando vuelva, Camilo tendrá dos madrinas. Además,
usted seguirá siendo su abuela prestada.
JOSEFA.- “Si vuelves tú, la vida no ha de ser lo que contigo fue…”
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CAMELIA.- ¡Ay, San Sebastián…! Un marido es lo único que falta para ser feliz… no
un chulo, un marido. ¡Si llegara mi príncipe azul! Un príncipe azul como Plinio.
No vayas a pensar mal, San Sebastián: quiero decir un hombre tan tierno y tan
amigo como él. Él es de lo más bonito, si no hubiese sido como mi hermano,
quién sabe. Un príncipe azul… mejor, un militar verde, verde como la esperanza,
verde que lo quiero verde como la capa de tu imagen en Santa Capilla…
pobrecito mi San Sebastián: con tantas flechas clavadas; flechas como penas de
amor. Quiero un general fuerte, alto, buenmozo, que me defienda como
defiende la patria y al que le cantaré: “Hoy me pides tú las estrellas y el sol, no
soy un dios. Así como soy, yo te ofrezco mi amor, no tengo más…” Eso sí, San
Sebastián que sea como tú, que tenga una posición militar: nada de recluta ni
soldado raso de esos que se paran en la plaza Miranda. Esos se hacen los machos
y a veces se parten como galleta; los que sirven no quieren que los vean con una
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y además tienes que pagar el tiradero, después te quitan la plata y como si fuera
poco, te pegan. No. No más golpes. Estoy harta. Quiero un hombre de verdad y
los hombres de verdad no golpean. “Te dije adiós junto a esa puerta…” Esa es
una diosa. No te pongas bravo, San Sebastián: la Yiyiyi es mi diosa en el mundo
terrenal, mi inspiración, mi musa. Fíjate que a ella no le prendo velas ni nada. A
tí sí: tu lámpara siempre encendida con flores. Tú estás en el mundo espiritual
ayudándome allá arriba para cuando me toque, porque no nos caigamos a
embustes: tú sabes que a nosotras no nos ven con buenos ojos y eso que dicen
que los ángeles no tienen sexo. Yo sé que tú vas a meter la mano.
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PERLA.- ¡Camelia! La quiero como mi hermana. Ella hace cosas que a los demás
les parecen raras. Sí, es raro que se llame José Macario y la mayoría de las veces
ande con vestidos… lo peor del caso es que se ve bonita de mujer y como
hombre, las pocas veces que la he visto de hombre, mete el cuento: hasta
buenmozo es. Como tenemos mucha confianza, he hablado con ella bastante
porque al principio, había cosas que no me cuadraban. La primera era que cada
vez que pasaban por televisión La dama de las camelias, ella la veía; tiene una
fijación con ese personaje; una vez le dio por andar con bucles y con la mirada
lánguida como Greta Garbo; de ahí fue que sacó el nombre artístico. Otra cosa
que me intrigaba: si le gustaba andar de mujer, que se operara y listo; ella me
aclaró que no, que así es que quiere andar: con vestido y la cosa entre las
piernas. Debe ser bien incómodo andar con esos vestidos apretados y el bojote
ahí, porque Camelia tiene un bojote. Le pregunté y me dijo que cuando se viste
de mujer, lo disimula. ¡Hay cada cosa! Eso sí: ella se ha ganado el respeto del
barrio a pulso… y a coñazos.
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VOZ EN OFF PERIODISTA.- La fuerza pública no se ha hecho presente, lo cual da
pie para que los grupos manifestantes que desde la mañana del día de hoy han
saqueado comercios...
PERLA.- Ese traje es una belleza.
PRESENTA.- Trabajé duro para que lo tuvieras a tiempo.
CAMELIA.- Te adoro, Presenta. Eres una santa, a pesar de tu carácter. Está como
si lo hubiera hecho Guy Melliet.
PERLA.- ¿Y eso qué es? ¿Una fábrica de ropa como Korda Modas?
CAMELIA.- Una se mata para enseñarlas, para cultivarlas y ellas se rehúsan a
aprender. Niña: Guy Melliet es el modisto de las misses.
PRESENTA.- Te queda fantástico.
CAMELIA.- Se lo voy a prestar a Plinio.
PRESENTA.- ¡Esos no son juegos!
PERLA.- La próxima vez nos llevas a ese botiquín.
CAMELIA.- ¡Botiquín, jamás! Night club, Perla Marina, night club. Es un sitio
elegante.
PERLA.- Quiero ver tu show.
CAMELIA.- ¿Te gustaría ir? ¿Con esa barriga?
PRESENTA.- No sé…
PERLA.- No seas aburrida, mujer.
CAMELIA.- Prometido: para el próximo show me las llevo.
JOSEFA.- ¿Te vas, mijo?
CAMELIA.- Sí, mamá.
JOSEFA.- En el radio dicen que hay protestas.
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PERLA.- Doña Josefa: en esta ciudad la protesta está de moda. La gente sale y
grita y no pasa nada.
CAMELIA.- Perla tiene razón, mamá. Raro será el día que digan que no hay
marchas o paros. Al final, en la noche todo el mundo está en su casa viendo la
novela.
JOSEFA.- De todos modos, mijo, cuídate que la calle siempre es peligrosa.
CAMELIA.- La bendición.
JOSEFA.- Dios me lo ampare y me lo favorezca.
CAMELIA.- ¿Las chancletas rosadas, las de plataforma?
PERLA.- ¿Te vas a ir en chancletas?
CAMELIA.- No me voy a poner los zapatos que me costaron un realero para bajar
el cerro. Imagínate: son zapatos encargados a Nueva York forrados en satén
blanco con aplicaciones doradas. Con tanta cloaca rota, si los salpican se
arruinan.
PERLA.- ¿Y qué vas a hacer?
CAMELIA.- Los meto en una bolsa y me los pongo cuando esté allá abajo.
PERLA.- La comadre piensa en todo.
CAMELIA.- ¡Tan bella, manita!
PRESENTA.- Bueno, mucha suerte.
CAMELIA.- Deséenme mucha mierda.
PERLA.- ¿Y eso?
CAMELIA.- Así es que se desea suerte en el mundo del espectáculo.
PERLA.- La gente sí tiene vainas raras. Mucha mierda.
PRESENTA.- Mucha mi… mierda.
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CAMELIA.- San Sebastián y Yiyiyi: en sus manos encomiendo mi cuerpo y mi
espíritu.
CAMELIA MARGARITA sale triunfal del rancho. A la salida, está LA LUPE que va
delante de ella como guía. Bajan el cerro con la solemnidad de las reinas, de
las mártires. Sale de escena. PERLA, JOSEFA y PRESENTA en la puerta.
PRESENTA.- A la verdad que está bellísima. Parece una cantante, una actriz.
JOSEFA.- Que Dios me lo proteja.
PERLA.- Eso se llama tener empeño. Luchó y luchó y esta noche verá su éxito.
¡Ay…! La barriga. El niño…
JOSEFA.- Espérate aquí. Voy a llamar a Rafael.
PERLA.- ¡Ay…! No, no vaya. Rafael está de guardia. No se preocupe. Me voy a la
maternidad.
PRESENTA.- Te acompañamos.
PERLA.- Tranquila. Bajo y agarro un taxi.
JOSEFA.- ¿Estás loca, mujer? Busco la cartera y bajamos las tres.
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Oscuro. Gritos. Reflejo de fuegos callejeros. Disparos.
VOZ EN OFF PERIODISTA.- Y en la Universidad Central de Venezuela también se
produjeron escenas de marcada violencia, pero en esta oportunidad entre
estudiantes, encapuchados y las autoridades policiales.
PERLA camina con ayuda de JOSEFA y PRESENTA, quienes van a su lado. Las
mujeres tratan de hacerse un espacio entre la turba. En el caos, un policía
intenta dar un rolazo a PERLA.
Noche tan linda 41
Pablo García Gámez
JOSEFA.- ¿Es que tú no tienes mamá? ¿No ves que está pariendo?
POLICÍA.- No se alborote, ciudadana, que hoy no estoy para escuchar regaños.
JOSEFA.- Compórtate si no los quieres escuchar. Esta mujer está pariendo.
Vamos a la maternidad.
POLICÍA.- Bonita noche para parir. Bueno, sigan su camino.
PRESENTA.- ¿Y nos vas a dejar así?
POLICÍA.- ¿Es que tengo pinta de médico?
JOSEFA.- Esta mujer es esposa de un policía. Del destacado Rivera. No la puedes
dejar que ande así por la calle.
POLICÍA.- ¿Policía? Han debido decirlo. Vengan por aquí. Las llevaré a una
patrulla que está allá adelante.
Las cuatro figuras caminan en el caos.
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LA LUPE va delante de CAMELIA y comienza a distanciarse de ella.
CAMELIA.- ¡La gente se volvió loca! ¡Qué susto! Menos mal que ya estoy cerca…
ahí se ve la puerta del Le Baron. ¡Ay, los zapatos! Casi me olvida. Mis zapatos
bellos y hermosos que le encargué a La Cariño. Como yo los quería. A ponerme
esta preciosura… bastante pelo tuve que recortar para comprarlos. ¿Estaré
desarreglada? Menos mal… ahora, para la entrada triunfal, un retoque: todos
voltearán a verme cuando entre al Le Baron. Se les quitará el hipo.
A través del espejo de la polvera, CAMELIA ve un rostro que no le quita la vista
de encima. Es la mirada del cazador que encuentra su presa. Ella respira
profundo y se voltea como por casualidad. Ve un hombre con gorra y uniforme
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verde oliva. El hombre es alto, de bigotes; CAMELIA MARGARITA nota que ese
uniforme cubre con dificultad un cuerpo musculoso.
CAMELIA.- ¿Es él, mi militar? ¿San Sebastián: me escuchaste? Alucino o ese
hombre está frente a mí como Víctor Cámara frente a Grecia Colmenares en la
escena final de Topacio. Tengo unos minuticos… sería un crimen no acercarme a
ese hombrezote. Se parece a…
SOLDADO.- Ciudadana: le habla la autoridad. Cédula y contra la pared.
CAMELIA.- ¡Que susto…!
SOLDADO.- Dame ese bolso. Estas chanclas están sudadas. ¿Ésta es tu cédula?
CAMELIA.- Sí, señor.
SOLDADO.- ¿José Macario Fernández?
CAMELIA.- Sí, pero en el medio artístico me dicen Camelia Margarita.
SOLDADO.- ¡Transformista!
CAMELIA.- Soy artista y voy a hacer…
SOLDADO.- ¡Cállate! Esos zapatos están nuevos. A dos cuadras de aquí
saquearon una zapatería.
CAMELIA.- ¿Están saqueando?
SOLDADO.- ¿Por qué crees que el ejército está en la calle?
CAMELIA.- ¡Qué horror! Yo sería incapaz…
SOLDADO.- ¿Los zapatos?
CAMELIA.- Los compré para un show que hago esta noche.
SOLDADO.- ¿La factura?
CAMELIA.- Señor, ¿Cómo cree usted que voy andar con la factura de unos zapatos
que compré hace un mes?
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SOLDADO.- Cabo Galindo: detenga a este marico. Está saqueando… robó estos
zapatos.
CAMELIA.- Un momentico, señor. Espérese. Yo conozco a ese militar que está
ahí.
SOLDADO.- ¿Al coronel Plinio?
CAMELIA.- Sí, señor. Es amigo de la infancia.
SOLDADO.- El coronel no tiene “amigos de la infancia” como tú a menos que…
CAMELIA.- Más respeto. Vaya y pregúntele.
SOLDADO.- Ni que estuviera loco. ¡No, qué va…!
CAMELIA.- ¡Plinio! ¡Plinio…!
SOLDADO.- Coronel: por allá hay un individuo bien extraño que estaba saqueando
y que dice ser su amigo.
PLINIO.- ¿Qué es eso de bien extraño?
SOLDADO.- Bueno, un depravado que se viste como una mujer y que vende su
cuerpo a otros depravados que les gusta acostarse con tipos así. Lo agarramos
robando unos zapatos.
PLINIO.- Rojas Vivas: ¿tengo cara de depravado?
SOLDADO.- No, mi coronel.
PLINIO.- Entonces, ¿por qué carajo me fastidia?
CAMELIA.- ¿Ya me puedo ir?
SOLDADO.- Claro que te vas. Te vas detenido por depravado, por saquear y por
dejarme como idiota delante del coronel. Galindo: dele un par de culatazos para
que aprenda a ser hombre. Eso sí: no lo toque, mire que esa vaina se pega.
CAMELIA.- ¡Plinio…! ¡Plinio…! Sálvame. Tú dijiste que siempre me ibas a proteger.
¡Plinio, ayúdame por favor…!
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Pablo García Gámez
CAMELIA MARGARITA es arrastrada por el CABO. En la acción, pierde la peluca y
un zapato; el maquillaje chorrea por su rostro; el vestido blanco se vuelve
jirones. Payaso grotesco sin gracia.
VOZ EN OFF MINISTRO.- …en nombre del Gobierno Nacional, me complace
informarle a la ciudadanía que desde el momento que se dictó la suspensión de
las garantías constitucionales y se implantó el toque de queda… la situación
general del país se encuentra prácticamente normalizada. Solo en la ciudad de
Caracas subsisten… no puedo. Perdón.
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MACARIO.- “Yo soy la viudita, la hija del rey,
me quiero casar y no hallo con quien.
Pues cásate niña que yo te daré
zapatos y medias color de café”.
JOSEFA.- ¡Que no cantes esa canción!
MACARIO.- ¿Por qué?
JOSEFA.- Porque no. Porque no es para ti. Tienes que cantar canciones de niños.
Canta ésa de “Mambrú se fue a la guerra…”
MACARIO.- “Mambrú se fue a la guerra, qué dolor, qué dolor, qué pena…” No
me gusta.
JOSEFA.- ¿Por qué no te gusta?
MACARIO.- Es que Mambrú se va a la guerra y no vuelve, se muere.
JOSEFA.- Es un soldado que defiende su país.
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MACARIO.- ¡Las luces allá abajo! Es como un nacimiento. Un nacimiento grande,
no como el que tenemos aquí.
JOSEFA.- ¡Te las pasas en las nubes!
MACARIO.- A veces, bien temprano, las nubes bajan y abrazan el cerro.
JOSEFA.- El señor se las da de inteligente. Ya está la cena: ensalada de gallina,
pernil y dulce de lechosa, regalo de navidad de la arepera Alaska a sus
empleados, preparados por Josefa la cocinera. Ven a comer.
MACARIO.- Ya voy.
JOSEFA.- Se va a enfriar.
MACARIO.- Estoy esperando a que pase el Niño Jesús.
JOSEFA.- ¿El Niño Jesús?
MACARIO.- Plinio me dijo…
JOSEFA.- ¡Plinio, Plinio, Plinio…! Plinio me dijo esto, Plinio me dijo lo otro.
Plinio te dice que te tires por un barranco y te tiras. Te lo estoy avisando: ese
amigo tuyo te va a meter en problemas. ¿Ahora qué dijo Plinio?
MACARIO.- Que me quedara despierto hasta que llegara el Niño Jesús; así él me
deja los regalos que yo quiero.
JOSEFA.- Macario: has debido preguntarme a mí. Yo sé más que tú y que Plinio
juntos. Lo peor que puedes hacer es esperar despierto al Niño Jesús. A él no le
gusta que lo vean.
MACARIO.- ¿Por qué?
JOSEFA.- Porque no. Si te pones a esperarlo no te deja nada. Así que si no
quieres regalo…
MACARIO.- Es que siempre me trae lo que no quiero.
JOSEFA.- Te quiere dejar regalos que sean para ti.
MACARIO.- Yo sé lo que me gusta.
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Pablo García Gámez
JOSEFA.- ¿Le escribiste la carta? ¿Qué le pediste?
MACARIO.- Le pedí un radio nuevo para escuchar la novela, un juego para hacer
pulseras y collares y una muñeca como la de Perla.
JOSEFA.- ¡Los niños juegan con carritos…! ¡Los niños juegan beisbol! ¡Los niños
juegan a policías y ladrones!
MACARIO.- Quiero hacer pulseras para venderlas en la escuela.
JOSEFA.- Mira, José Macario: a ti no te gusta eso, estás confundido. Déjate de
esas cosas, tú eres un niño con pipí y dos bolitas.
MACARIO.- Es que los niños con pipí no pueden hacer pulseras.
JOSEFA.- ¡No! ¡Que no!
MACARIO.- ¿Quién lo dice?
JOSEFA.- Y vuelves con lo mismo. Es algo natural: las niñas de rosado con
muñecas y los niños de azul con carritos.
MACARIO.- ¡Es lo que quiero, mamá!
JOSEFA.- El Niño Jesús no te lo vaya a traer. Si eres niño, te traerá algo para
niño.
MACARIO.- Si no trae lo que le pedí, no le escribo más.
JOSEFA.- Y te jodes tú solito porque ahí sí que no tendrás con qué jugar.
MACARIO.- Que deje lo que le dé la gana. Mañana me voy a la quincalla y
cambio lo que él me traiga por lo que yo quiera.
JOSEFA.- Hazlo, para que veas que más nunca te va a dejar nada por mal
agradecido. Da gracias a Dios porque hay muchos niños a los que el Niño Jesús
no les puede dejar regalo.
MACARIO.- No se va a dar cuenta.
JOSEFA.- ¿No? Él sabe todo lo que hacemos. Todo lo que pensamos.
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MACARIO.- Está bien. Mamá…
JOSEFA.- ¿Qué?
MACARIO.- ¡Qué noche tan bonita! Estrellas arriba y estrellas abajo. ¿Mamá,
entre esas lucecitas está mi papá?
JOSEFA.- ¿El borracho ése? No sé. Hace años que no lo veo. Ven a comer y te vas
a dormir.
MACARIO.- No te pongas así. Ya verás que él nos va a buscar cuando tú y yo
seamos ricos.
JOSEFA.- Tú si inventas, hijo.
MACARIO.- Te lo juro, mamá. Voy a ser famoso. Te lo juro.
Pablo García Gámez. Correo electrónico: pablogarciagamez@aol.com
Todos los derechos reservados.
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Pablo García Gámez
Buenos Aires 2014.
CELCIT. Centro Latinoamericano de creación e investigación teatral.
Buenos Aires. Argentina. www.celcit.org.ar
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