Domingo 29 de Marzo de 2015. El numeroso gentío que había venido a la fiesta, aclamaba al Señor: “Bendito el que viene en nombre del Señor. Hosanna en el cielo”. Así iniciamos nuestra oración de Laudes en este Domingo de Ramos. Pasamos luego a desayunar y tuvimos un espacio de tiempo libre que algunas utilizaron para reunirse por Comisiones y otras para lavar. A las 12:00 hrs., nos congregamos afuera de la capilla para la primera parte de la liturgia eucarística de este día llamado Domingo de la Pasión, presidida por el Padre Alexander Zatyrka, SJ. La reflexión del Evangelio giró en torno a la entrega que Jesús hace de sí mismo: Jesús tiene la convicción de que el Padre le pide que entregue su vida. Nosotros muchas veces pensamos en la muerte de Jesús como un “accidente”, consecuencia de su vida coherente. Los evangelistas dicen que Jesús intuía que el Padre pedía de Él la entrega total. En otro momento del Evangelio de Marcos, Jesús, perseguido por Herodes, huye a Traconítide y ahí permanece con sus discípulos. En ese contexto Jesús confronta a los suyos: ¿Quién dice la gente que soy yo? ¿Y ustedes quién dicen que soy yo? A lo que Pedro responde: ¡Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo! A partir de este momento, Jesús anuncia su Pasión. Esto ya no fue del agrado de sus Apóstoles. Es entonces cuando el Señor sube a Jerusalén y entra por la puerta que Él escoge, la Puerta de Oro. La Puerta Dorada, es la entrada más antigua de las murallas que rodean la Ciudad Vieja de Jerusalén y data del siglo V a. C. También se le conoce como Puerta de la Misericordia o también Puerta de la Vida Eterna. La puerta se encuentra en el centro de la muralla Este y era la única que permitía el acceso directo al Monte del Templo desde el exterior. La puerta está cerrada desde 1541 por orden de Solimán el Magnífico porque, según la tradición judía, es la que utilizará el Mesías para entrar en la ciudad. ¿Qué nos significa el testimonio de fidelidad de Jesús, al Padre, ausente en la cruz? ¿Qué momento de la experiencia pascual nos invita en nuestra propia vida y en nuestra Congregación? El Padre concluyó su homilía con la petición hecha a sus discípulos en Getsemaní: ¡Velen y oren para no caer en la tentación! Discernir es velar y orar, atentas a lo que el Señor pone en nuestro corazón, acogiendo lo que Él nos regala. Al terminar la Eucaristía, compartimos la comida, volviéndonos a reunir después de la Celebración Mariana en la sala capitular, donde tuvimos la primera charla del Padre Alex, ya en ambiente de retiro. Reflexión 1: PREÁMBULO El discernimiento no es una planeación estratégica sino preguntar a Dios: ¿qué quieres? Mistagogía: Según los Padres de la Iglesia es la explicitación del Misterio. Es un camino práctico y vivencial que se vuelve concreto en la vida, ayudándole al cristiano a encontrarse conscientemente en la vida de Dios, es decir, la comunión con Él. Es un proceso de discipulado, pasar tiempo de calidad con el Maestro, para aprender de Él. Ahí descubro quién soy y mi vocación propia que es la manera como Cristo quiere vivir en mí, a través de mí y conmigo. Como consagradas tendríamos que ser mistagogas. Creemos en un Dios que es amor y comunión recíproca. El Dios de la experiencia cristiana no es una soledad volcada sobre sí misma sino un Dios que es comunidad de amor. La experiencia de Dios es básicamente un don y una entrega, es Dios “dándose”. A Dios se accede solamente amando. El Dios “discreto”, requiere de una actitud teologal para ser percibido. Pretender relacionarnos con Él como objeto, hace que desaparezca. La actitud teologal brota de cultivar la soledad y el silencio que contrarresta la dispersión y superficialidad. Necesitamos recuperar la capacidad de percibir y de escuchar. REFLEXIÓN 2: “PRINCIPIO Y FUNDAMENTO”. El Padre hizo referencia al No. 23 de los Ejercicios Espirituales de San Ignacio. Los Ejercicios pretenden que nosotros alcancemos el amor. La Creación es una relación de amor: “Hagamos al hombre a nuestra imagen y semejanza”. - Somos imagen divina: Somos parientes de Dios, tenemos un “aire” de Dios, capaces de vivir y existir a la manera de Dios y Dios existe amando. Reflejamos a Dios sin ser Dios. La imagen es la potencialidad de llegar a ser lo que debemos ser: personas. - Somos semejanza divina: Significa encarnar en lo concreto de nuestra vida la vocación a ser personas, día a día, instante a instante. La semejanza divina es la forma como la imagen divina se manifiesta de manera irrepetible en cada ser humano, eso es la santidad. Para ser personas, para semejarnos a Dios, necesitamos capacitarnos para reproducir en nosotras el dinamismo interno de Dios: el amor como donación que implica libertad y gratuidad. Decir: “amo sin esperar nada a cambio”, no sólo no es divino, sino que es diabólico. Es pretender que no necesito del otro, expresión de un corazón muerto que no percibe al otro como don. Esto es el pecado: no sentir al hermano, no captar todo lo que él tiene y yo no tengo. “Solamente tu amor y tu sonrisa logrará que los pobres te perdonen el pan que les das”, San Vicente de Paul. Jesús muere incondicionalmente, entrega su vida, muere sediento del amor de las personas que le rodean, de Caifás, de Herodes… El amor cristiano, amor kenótico, es concreto, se da en un intercambio de bienes, dar lo mejor de uno mismo de manera que se convierta en un bien para el otro y, a su vez, recibir lo mejor del otro, que se convierte en bien para mí (capacidad de complementarnos). Dios nos enseña a amar, amándonos. Todo lo que somos y tenemos está para que encarnemos el amor, construyendo comunión. ¡Gástate en bien de los demás! Siguiendo el pensamiento de San Ignacio, es menester hacernos indiferentes. Todas las creaturas y dones que Dios me ha dado son necesarios para el plan de Dios en el mundo: cualidades físicas, psíquicas, espirituales. Estoy invitada a amar desde mi vocación personal y todo lo demás es relativo: - ¿Qué cosas de mi vida no estoy dispuesta a entregarle a Dios? - ¿Qué cosas me quitan la libertad? - ¿Dónde anida mi egoísmo? ¿En qué pongo mi seguridad? Dios te da un kit (equipo) y el manual de instrucciones. Tú decides qué hacer con él. Implica optar y discernir. Por último, el Padre nos recomendó cuidar “al sujeto” que realizará los Ejercicios Espirituales: “Cuida tu sujeto”: duerman a tiempo, descansen, no se levanten demasiado temprano porque “cuando un niño está cansado, no quiere ni a su mamá”. Después de este momento, cerramos el día con la oración de Vísperas y la cena, preparándonos luego para un reparador descanso.