Libres para ser quienes siempre hemos querido ser

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Libres para ser quienes siempre hemos querido ser
Reflexión basada en Gálatas 5:1a para la Semana Mayor 2014
Por: Pastor Javier Gómez Marrero
Creer el evangelio significa en más de un sentido el final de la vida como se la hubiera
conocido hasta ese momento. ¡Libertad!, esa es la palabra que usa la Biblia para describir semejante
cambio de escenario. Cierto es que puede cambiar en algo el nombre particular de algunas de esas
cosas de las que llegas a ser libre al creer el evangelio, no son todas siempre idénticas en cada uno de
nosotros, pero esencialmente se trata de lo mismo, de nuestro infructuoso intento por salvarnos a
nosotros mismos, por calmar nuestra sed y nuestros dolores existenciales por nosotros mismos, por
forjarnos una identidad y un nombre que nos haga dejar de sentirnos inseguros pero todo ello por
medio de nuestro propio esfuerzo. De nuevo, libertad de toda esa cultura operacional, mecanismos de
defensa, definiciones y maniobras personales con las que intentas manejar tu vida y tu entorno lo
mejor que puedas, la mayoría de ellas practicadas instintivamente con tal de salvarte a ti mismo(a),
con resultados nada alentadores no importa cuánto pretendamos ignorarlo.
mirada al mundo.
Sólo echémosle una
Eugene Peterson, famoso editor de la Paráfrasis de la Biblia conocida como The Message,
afirma que el arrepentimiento no es otra cosa que llegar a internalizar que desde muy pequeño se nos
han dicho una sarta de mentiras acerca de básicamente todo (Dios, la vida, el amor, ese otro ser
humano frente a mi, la muerte, el mundo, mi persona, etc...) y que Dios en Cristo nos dice la verdad.
De ahí que creer el evangelio significa en más de un sentido el final de la vida como se la hubiera
conocido hasta ese momento. De nuevo, la gran palabra es ¡libertad! ¿Cómo sería vivir sintiéndote
libre de la necesidad de tener que impresionar a otros o de tener que ganarte su amor o de tener que
demostrar que se tiene siempre (o al menos la mayoría del tiempo) la razón con tal de validar una y
otra vez la propia existencia? Bueno, sería una vida que experimentaría senda libertad para amar. Y
la verdad sea dicha, sólo una persona libre puede verdaderamente amar.
Alguien verdaderamente libre ya no necesita manipular a nadie, ni necesita manipular su
entorno, buscando ser su propio Salvador, ni necesita hacer una mueca para causar la buena impresión
procurada con tal de asegurar cierto sentido de valía personal. Y es que finalmente se es libre para
dar sin la necesidad de recibir algo a cambio (quid pro quo), porque en Cristo, ya se le ha dado todo,
en palabras del evangelio - es un regalo. La temporada de Semana Santa es una extraordinaria
oportunidad para escuchar y entender el evangelio una vez más, y para ser invitados a intercambiar
una vida basada en el infructuoso intento por salvarme a mi mismo (en cualquiera de sus muchas
expresiones), por una vida basada en que ya tengo al Salvador que tan desesperadamente necesitaba.
Creer y entender el evangelio me libera de una vida centrada en mi mismo, pero específicamente
porque ya no necesito vivir así; en Cristo estoy lleno, estoy completo, estoy satisfecho, finalmente
puedo mirar más allá de mi mismo y amar de manera unilateral, incondicional y proactiva. Libre
para ser la persona que siempre he querido ser.
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